lunes, 25 de febrero de 2013

93. Colirium tremens

¿Qué tal, cabrones? ¿Cómo les fue este tiempo sin mis posts? Nomás dejo cuatro días de escribir y ya toda la raza me anda urgiendo por saber de mi vida: Quihúbole, güey. Qué pasó, pues. Nomas como que te vimos así como medio gacho con lo de la pinche colonoscopia, qué onda. Y yo les digo: a qué tanta prisa. No manchen. ¿Están de veras preocupados por mí? ¿O es nomás la pinche curiosidad morbosa? ¿Qué no saben que la curiosidad mató al gato, carajo?

Está bueno. No me pasa nada. Sigo con  mi chequeo múltiple y esta tarde me fui a que me hicieran el fondo de ojo, una pinche prueba consistente en que te echan unas chingadas gotas en cada ojo, esperas un  rato y, cuando ya no ves ni  madre, pos pasa un oculista pendejo, te mira con una especie de lupa, te dice que tienes los ojos como Pancho Villa, y allá que te manda a la pinche calle, a volver a casa por la banqueta, pegadito al muro para no tropezarte, porque sigues viéndolo todo bien borroso. Pero a la vez es lindo; las farolas se ven como bengalas de feria, el pelo de las güeritas se ve todo hermoso, bien desplegadito al viento y en cuanto a las morochas, pos las guapas se ven más guapas, y las feas ni se ven, o sea que: ¡hilo papalote!

De vuelta de mi paseo paré en la mezcalería de la que les hablé no ha mucho, a hacer una estación y un pequeñito receso. Estaba hasta la recontramadre de lleno, porque había un bato que cantaba rancheras, con el acompañamiento obligado de guitarrón, acordeón y bajo sexto. Pero miren que logré infiltrarme hasta la barra y allá mi compadre el mesero me ofreció ración doble de tequilita reposado, para que viera mejor el final del concierto, y yo que le decía que seguía sin ver ni madre, pero nada, él venga cargarme  la copa y, ya cuando me iba, otra vez que venga, que la espuela, que para una pinche vez que me dejo caer por la cantina no me iba a dejar salir sin convidarme. 

Y el resto del trayecto a casa haciendo eses y apreciando las lucecitas como bengalas y los fuegos fatuos por las esquinas, como adornos de Navidad. ¿Cómo? ¿Qué soy un pendejo por hablar de las bombillitas, cuando dije que la Navidad no me gustaba?  ¡¡Pendejos ustedes!! Revísenlo y verán. Las navidades me chingan, pero la iluminación de las calles me encanta. Así lo dije y así quedó escrito. La cosa es que llegué a casa, milagrosamente atiné con las llaves y entonces caí en la onda de que llevaba cuatro días sin cargar el Blog y acá que me puse, pero no contaba con los efectos secundarios combinados del tequila reposado y el colirio.

Ya se me va pasando, así que, ahorita que releo lo escrito, debo empezar por pedirles disculpas por lo de cabrones. En México la palabra tiene un significado diferente, así como que hasta medio cariñoso. Les juro que intenté escribir algo coherente, pero por más que me esforzaba, me salía todo en norteño, así como del lado occidental, allá por la parte de mis hermanos de Nogales y de Tijuana, miren ustedes qué onda. Nunca me había pasado con el tequila, así que tuvo que ser el pinche colirio pendejo, así se lo echen a su chingada madre por el panzón, para que no pueda ver por el ombligo.

Ya se me pasa y les voy contando: no encontré momento de escribir nada en estos días, porque en el trabajo me andan apretando un poco y por las tardes he tenido unos días de no parar desde el sábado 15: excursión senderista por la provincia de Guadalajara, preparación a la colonoscopia de la que ya les informé, colonoscopia propiamente dicha, mi cumpleaños, gracias por acordarse, cine (película chilena “No”, que les recomiendo vivamente), intervención en el consejo Territorial de la Junta del Distrito Z, cena con mi peña en el Gran Vía Uno, del que también les hablé y volveré a insistir, presentación del último libro de Cristina Fallarás, que se merece un post exclusivo, teatro en el Fernán Gómez, “La lengua en pedazos”, muy buena, marea ciudadana del 23-F, partido del Deportivo por la tele y, ¿qué quieren que les diga? Pues que ayer estaba agotado, qué estrés, y lo que menos me apetecía era escribir nuevos textos.

No faltan temas y aquí les apunto uno, ahora que voy mejor. Parece que Rajoy ganó el debate del Estado de la Nación. Estado de calamidad absoluta, simbolizada en el Congreso acorazado, artillado y defendido por policías embozados con la excusa del frío, para proteger a los diputados del pueblo al que deberían representar. Espectáculo penoso el del señor Draghi accediendo a informar a esos mismos congresistas parapetados detrás de los antidisturbios, con la condición de que la sesión fuera sin periodistas, cámaras ni taquígrafos. 

Rajoy saca pecho con el hecho cierto de que no hemos pedido un rescate formal. Pero algunas versiones dicen que, si nos rescatasen, sería como cuando una empresa entra en concurso de acreedores. Que los interventores que nos asignasen bucearían en las cuentas y sacarían a la luz todas las irregularidades y mangancias que el PP no quiere que salgan a la luz. Por eso están tan ufanos. No sé qué pensar al respecto. Así desde mi visión de ignorante en economía, me parece intuir que los países intervenidos están peor que antes. Tengo la duda de Irlanda, pero los demás están jodidos, y Grecia por dos veces. 

Intervenidos o no, lo cierto es que tenemos un presidente que, según los papeles de Bárcenas, estuvo llevándoselo crudo once años. Y que ahora lo niega. Así que yo he sumado mi firma a la petición de dimisión, junto con la de un millón de ciudadanos. Por mi parte, casi me molesta más tener a un mentiroso de presidente que a un corrupto, porque, visto lo visto, es difícil de encontrar a alguien limpio. Debe de ser condición humana. Recuerden que Diógenes el Cínico, que vivió en el siglo IV A.C. salía todos los días a la calle a ver si encontraba un hombre honrado, para lo que se ayudaba con una linterna (no hace falta que les diga que las linternas en ese tiempo no eran de pilas alcalinas).

En medio del hedor, sorprende la actitud chulesca y desafiante de personajes como Bárcenas, o Eufemiano Fuentes. Tipos que han ido guardando minuciosamente la información de la incuria y la indignidad para usarla en defensa propia sin preocuparles arrastrar a sus mundos respectivos a la vergüenza pública. A su lado, casi que la actitud de Urdangarín me produce una cierta ternura. Por un lado, su socio Diego Torres ha enchufado el ventilador, al estilo Bárcenas. Por el otro, su familia política le empuja a comerse el marrón él solito. Sometido a esa doble presión se está quedando en los huesos. Dará con los ídem en la cárcel, porque alguien tiene que pagar por lo robado. Su cara se va pareciendo cada vez más a la de Rafael Vera, otro que se quedó en los huesos, pero aguantó el tipo y no cantó.

Tal vez con el yernísimo en el trullo, el suegro opte por emular a Benedicto Nosecuantos. Se supone que esa es la jugada y no creo que nuestro maltrecho monarca esté menos cansado. Eso sí, al otro se lo ha dicho Dios: dedícate a cuidar tu huerto y deja de perseguir pederastas, que ya te estás poniendo pesadito. 

En fin, lo de costumbre: sean buenos, cuídense de los mentirosos y no abusen del alcohol, que ya ven lo que pasa.

6 comentarios:

  1. Si usted ha bebido mucho, le aconsejo que abra herméticamente la ventana y asome por ella su melonar. Se calmará su resaca...

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  2. XVI, Benedicto era el XVI, coño, Emilio, que pareces de letras.

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    1. Ya lo sé, hombre. Si no estuviera seguro lo encontraría en cualquier periódico. Es que me gusta más llamarlo Benedicto Nosecuantos. Me preocupa eso de la infalibilidad. Cuando ha renunciado era infalible. O sea, que ha acertado, nadie puede discutírselo. Un segundo después de su renuncia, ya se podría equivocar. Si ahora se diera cuenta de que la ha cagado, ya no le dejarían rectificar, porque ya no es infalible.

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  3. El Coronelito de la Gándara, desertado de
    las milicias federales, discutía con chicanas y
    burlas los aprestos militares del ranchero:
    —¡Filomeno, no seas chivatón, y te pongas
    a saltar un tajo cuando te faltan las zancas! Es
    una grave responsabilidad en la que incurres
    llevando tus peonadas al sacrificio. ¡Te
    improvisas general y no puedes entender un
    plano de batallas! Yo soy un científico, un
    diplomado en la Escuela Militar. ¿La razón no
    te dice quién debe asumir el mando? ¿Puede ser
    tan ciego tu orgullo? ¿Tan atrevida tu
    ignorancia?
    —Domiciano, la guerra no se estudia en los
    libros. Todo reside en haber nacido para ello.(Valle-Inclán,Tirano Banderas)

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    1. Valle-Inclán es una referencia, no intento emularlo, sería un pecado de soberbia por mi parte. Él demostró saber escribir en mexicano, o en lo que se propusiera, logrando un lenguaje propio. Como escritor y como personaje, fue un adelantado a su tiempo.

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