Bajo este nombre de
reminiscencias inequívocamente griegas, los periódicos antiguos tenían una
pequeña sección en la que detallaban los aniversarios que se conmemoraban ese
día, las festividades y celebraciones y el santoral. En las redacciones se
encargaba su confección a un becario, que debía tirar de arcaicos archivos
analógicos, para sacar una nota por fuerza escueta. Ahora, el
perfeccionamiento de los sistemas de almacenaje de información ligados al
ordenador, ha generado un universo de bases de datos, en el que ya no hace
falta ni becario, sólo con dar a un botón, te sale cada día material para
llenar un periódico entero.
Para mantener ese tinglado hace
falta que en todo el mundo haya esforzados esbirros cargando datos como locos
las veinticuatro horas del día, sin un criterio demasiado selectivo. Todo vale
con tal de engordar el monstruo. Esto es algo que afecta a todos los ámbitos.
La información deportiva es un ejemplo claro. Antes de cada partido de fútbol
te avisan de que será el encuentro número seiscientos en primera división del
entrenador X, el doscientos del jugador Y, el equipo Z puede marcar el gol
número mil y además será la séptima vez que el equipo utiliza el uniforme
naranja. Después de cada partido de baloncesto se hace un cuadro que te permite
saber que Pau Gasol intentó quince pases, falló siete, tiró cinco tiros de tres
puntos de los que falló cuatro, dio tres asistencias con éxito y dos fallidas,
puso tres tapones…
La existencia de esos medios
condiciona la propia redacción de los artículos que se escriben. El cronista de
El País o el Marca deduce que Benzema está bajo de forma a partir de constatar
el número de kilómetros que ha corrido en un partido, los remates que ha
fallado, los balones que ha cortado, y comparar todos esos datos con la serie
histórica de los partidos anteriores. Llegará un día en que los deportistas
lleven medidores y en la tele se pueda conocer “en tiempo real” (¿es que hay uno
irreal?) el estado físico de cada uno, con información precisa de pulsaciones,
colesterol, gráfica de esfuerzo y ¿por qué no? contar el número de pedos
que se tira, los retortijones que le den y cosas similares.
Me viene a la cabeza una anécdota
graciosa. Estaba viendo por la tele un partido de fútbol narrado por un
comentarista con ayuda, como suele hacerse, de un futbolista retirado, jugador
de otra época, que interviene de vez en cuando haciendo pequeñas apostillas a
la narración. El invitado era en este caso Julio Salinas, tipo siempre sano de
mente y con el típico gracejo vasco. Ante la imagen de un jugador que se echaba
la mano a la trasera del muslo con gesto de dolor antes de tirarse al suelo, el
locutor dijo: “Huy, malo, malo, tiene toda la pinta de un pinchazo en los
isquiotibiales. ¿Tú te lesionaste alguna vez en ese músculo, Julio?" La
respuesta del interpelado: “No, en mis tiempos no había isquiotibiales, eso se
inventó después”.
En fin, tiempos de locos estos
que nos toca vivir, exceso de información por todas partes, nos llegan datos
por tierra, mar y aire, es imposible sustraerse a la lluvia tóxica de minucias insignificantes
con que nos abruman. La prensa deportiva te informa de qué tal ha dormido
Messi, de si a Casillas le va doliendo menos la mano, o a Nadal la rodilla. La
prensa del corazón hace lo mismo con Paquirrín y Belén Esteban, y los llamados
diarios generalistas te cuentan si Urdangarín ha ido bien de vientre esta
mañana, o si Luis El Cabrón se ha dado un tropezón en su paseo matutino por la
calle Serrano.
Las antiguas efemérides acaban
enterradas en un mar de celebraciones absurdas. Ningún periódico recuerda hoy
que un once de febrero se proclamó la Primera República Española (1873), que no
llegó ni siquiera a las Navidades de ese mismo año. O que en 1979 el ayatollah
Jomeini se hizo con el poder en Irán, derrocando al Sha Reza Pahlevi. O
que en 1990 Nelson Mandela recuperó la libertad después de 27 años de cárcel.
Cada día hay cientos de eventos que se conmemoran, la mayoría sucedidos y
anotados en el siglo XX.
Ayer, 10 de febrero, era el día
del Año Nuevo chino, tal como les anuncié en mi último post del año pasado “Por
un calendario sin meses”. Ayer, los chinos, japoneses, vietnamitas y coreanos,
entre otros, entraron en el Año de la Serpiente, que mola menos que el del
Dragón que acabamos de cerrar. Mis amigos de la delegación de Hong Kong en
Europa, que el año pasado organizaron una fiesta fastuosa, este año se han
limitado a mandarme un christmas sonoro de 12 segundos. No es coña, aquí lo pueden ver: http://www.hongkong-eu.net/ 2013cardcny. En España las
serpientes no son muy bien vistas, se las considera un animal maldito, culpable
de engañar a Eva y que da “mala sombra”. Una mala sombra que se neutraliza
haciendo los cuernos a dos manos al tiempo
que se pronuncia el conjuro “lagarto-lagarto”.
Otra celebración reciente es la de
Santa Águeda, el 5 de febrero. Santa Águeda de Catania fue ultrajada y
torturada por su propio padre el senador Quintiano, que ordenó que le cortaran
los pechos. Unos años después de su muerte, el Etna entró en erupción y los
habitantes de Catania pidieron a esta santa, virgen y mártir, que intercediera
por ellos. Y la lava se detuvo justo a la entrada de la ciudad. Santa Águeda es,
por supuesto, la patrona de Catania y también la de las enfermeras. Además se
considera una precursora de los movimientos feministas y en el pueblo de Zamarramala
(Segovia) se conmemora su festividad entregando la vara de alcalde a las
mujeres, que gobiernan el pueblo por un día, mientras los hombres se hacen
cargo de las labores domésticas.
En muchos otros pueblos de
España, la fiesta se celebra elaborando unos pasteles de forma y tamaño
inequívocos, que se denominan tetas de santa Águeda. Aquí les pongo el link de
un par de recetarios que explican cómo hacerlos, y algunas imágenes de esta
curiosa tradición.
Algunas cadenas de pastelería
industrializada han incorporado este dulce a su oferta de temporada, pero han
tenido que cambiar el nombre al más púdico de “reliquias de Santa Águeda” y
explicar su composición según esa odiosa manía de anteponer el adjetivo, impuesta
desde USA, que ha contaminado ya toda la redacción de menús y recetas: “Deliciosa
masa de esponjoso bollo relleno de suave nata y cremosa trufa, decorada con
finas virutas de crujiente chocolate y remate de exquisita guinda sobre cama de selecta yema”.
Dentro de unos años habrá un
evento más que conmemorar el once de febrero: la primera renuncia de un Papa
desde el siglo XV, que es la noticia del día. El Papa se une así a la ministra
alemana que hace más de treinta años copió su tesis doctoral y el ministro
inglés que hace diez dijo que el coche infractor lo conducía su señora
para no perder los puntos del carné. Todo el mundo dimite menos Ana Mato, que pretende
convencernos de que sigue creyendo que los Jaguar vienen de París, y los trae una cigüeña en medio
de una nube de confeti.
Sólo que el Papa no se va porque
lo hayan pillado en un renuncio, sino porque dice que está cansado. No me
extraña, eso de ser infalible debe de ser agotador. Su negación del buey y la
mula del Belén, ya anticipaba una cierta fatiga mental. Esperemos que no le
suceda Rouco Varela, si no, no va a haber quién aguante a algunos (y algunas)
por estas tierras. Yo también les deseo: Kung Hei Fat Choy!
Me acuerdo de que La Voz de Galicia tenia un apartado todos los días que se llamaba "Sucedió hace 50 años" o algo parecido...
ResponderEliminarY desde luego..."que viva el Papa..."
Sí, señor, exactamente se llamaba "Hace 50 años La Voz de Galicia". Había otra sección muy interesante en la última página, que se llamaba "Hechos y Figuras", en la que ponían la foto curiosa del día, con su comentario. Y los reportajes deportivos de MAFERTRI (Manuel Fernández Trigo) que llegó a ser gerente del Real Madrid, y que también hacía crónicas de boxeo con el seudónimo Sugar Mafer. ¡Qué tiempos!
EliminarY "El deporte al día" por Triabe, que era el mismo especimen...
Eliminar¡Es verdad! Triabe tenía ese programa diario en la Radio Coruña, la sucursal en la ciudad de la SER, a la que muchos coruñeses conocíamos como "Radio Pancho", en honor a su fundador, el ilustre don Pancho Hervada. Esos sí fueron buenos tiempos. Triabe era un acrónimo de Trigo y Abella, porque al principio lo hacía a medias con Abella, que jugó en el Deportivo y era cuñado del también jugador Chacho
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