No se crean que voy a hablarles
de alguno de los esforzados aventureros del Oeste americano que lograron
establecerse en medio del acoso de los indios, propietarios históricos de
aquellas inmensas llanuras, legítimamente indignados ante la aparición del
invasor. El hombre blanco fue como una especie de infección para aquella
civilización, y sus elementos más guerreros reaccionaron frente a él como
anticuerpos.
Aquí no me estoy refiriendo a
“un“ colono, sino a “una” colono. Es la abreviatura con que los médicos se
refieren a las colonoscopias, como la que me han hecho a mí hace unos días, y
de cuyo resultado no les voy a informar porque, como ya he dicho en alguna
ocasión, el objeto de este foro no es publicitar mis intimidades, sino reflexionar
sobre las peculiaridades de este mundo que nos toca vivir, visto desde la
perspectiva de un superviviente de otros tiempos, un sexagenario un poco
gamberro, que trata de ver lo que se esconde en los intestinos de la
realidad.
Desde luego que el mundo ha
cambiado un montón en estos sesenta años en que he tenido la suerte de poder
disfrutarlo. Cuando yo era joven, si a un paciente le decían que le iban a
meter un tubo por el culo para mirar en su interior, lo mismo se liaba a
bofetadas con el médico. Ahora es algo cotidiano y hasta Ortega Cano sale por
la tele ensalzando las ventajas de tan peculiar prueba diagnóstica. El tubo que
te meten va provisto de una microcámara que lo ve absolutamente todo, como el
ojo de Dios, que te inspecciona los más recónditos recovecos, para descubrir si
en alguna esquina ha implantado el hombre blanco invasor su campamento y
organizar la defensa del territorio.
Tan cotidiano es el tema, que yo
ya voy por la tercera, así que “ya estoy estrenao”. La prueba en sí misma no es
especialmente desagradable, porque suele hacerse con anestesia general. Lo malo
es la preparación. Desde casi veinticuatro horas antes no se puede comer nada, y
uno tiene que tomarse dos litros de un preparado maldito, que te provoca una
cagalera irreprimible. Es como cuando llamas a una empresa de desatrancos para
que te limpie el saneamiento de tu casa: los tipos tiran de manguera, le
mezclan al agua un potente disolvente y la enchufan. Te dejan las tuberías como
una patena. Pues aquí es lo mismo. De hecho, el preparado que tienes que
tomarte se consigue disolviendo en agua el contenido de dos sobres diferentes,
que yo creo que deben de ser como el detergente y el suavizante de las
lavadoras.
Como tenía un recuerdo
desagradable de esa preparación, le pregunté al médico si podía sustituir la
ingesta del preparado repugnante, por la visión por la tele del último partido del
Deportivo, que es algo que te produce más o menos los mismos efectos. Se cogió
un cabreo considerable (¡Ya nos ha tocado el típico paciente que se cree
gracioso! gritaba) y me dijo que si no me quería hacer la prueba, que no me la
hiciera, que para él era mucho más gratificante pasar el tiempo leyendo una
novela o tomándose una caña que andar haciendo colonoscopias a gilipollas. ¡Hay
que ver qué carácter tienen algunos médicos, oyes!
Al Deportivo ya le han hecho colonoscopias,
radiografías y resonancias magnéticas, y no acaban de dar con el diagnóstico.
Aparte de otras patologías, el equipo tiene un problema en el lateral izquierdo
por donde corre un cuerpo extraño que creo que es el peor jugador de fútbol que he visto
en mi vida. El tipo se llama Evaldo y es un negro que les han debido de vender
en un saldo, porque su forma de colocarse en el campo es impropia de un jugador
de primera división y resulta hasta cómica. Los demás equipos lo saben y,
cuando les toca jugar con el Depor, su entrenador les dice: vosotros atacad por
el lado del negro, que es un chollo. La otra tarde, completé mi preparación
intestinal viendo el partido del Depor y no pude evitar que la vista se me
fuera todo el rato al negro Evaldo. Era mucho más divertido observarlo a él que
prestar atención al juego.
Es increíble que este hombre haya
logrado ganarse la vida como futbolista. Pero son cosas que suceden en este
mundo desquiciado. Por ejemplo, ¿ustedes entienden cómo es posible que
Alejandro Sanz se gane la vida como cantante? Que conste que me cae bien, que
creo que es un chaval majete, pero ¿es posible que nadie le diga que es absurdo
que se empeñe en cantar en una octava más alta que la que alcanza de forma
natural? El tipo se pasa los conciertos medio asfixiado, como si estuviera a
punto de darle la tos, por cantar en esas escalas. Pero la gente le aplaude a
rabiar. Y hasta hace duetos con la mismísima Alicia Keyes.
Está bien, me han pillado. Lo que tengo es envidia de este señor. Lo que daría yo por hacer un dueto (o lo que fuera) con
Alicia Keyes. Tuve ocasión de verla en directo en el auditorio del Parque Juan
Carlos Primero y aún no se me ha olvidado la forma en que movía el culo, que
por cierto lo tiene bastante grande, del tipo balcón que con tanta precisión se describe
en el post #75. Así que hemos vuelto al tema del culo, que es por donde
habíamos empezado (¡¡AL GRANO!!, dijo Lisavetsky, y la Alcaldesa respondió:
“parece mentira que sea usted tan maleducado”. No es una noticia de El Mundo
Today, es auténtica, pueden verla en el diario de sesiones del Pleno).
El culo, aparte de para cagar y
recibir la visita de la microcámara que todo lo ve, sirve también para practicar
sexo, algo que supongo que será muy placentero (y como tal lo prohíbe la
Iglesia), aunque no puedo decírselo por experiencia propia, porque nunca lo he
practicado, y tampoco los hombres solemos hablar mucho de estas cosas. En
realidad somos tan siesos que sólo hablamos de fútbol, de coches y de mujeres,
nunca de lo que nos pasa por la cabeza.
En el lenguaje corriente, todo lo
relacionado con el culo es negativo. Ahora está de moda decir que una cosa es
un culo, para expresar que no nos gusta nada. ¡Si te empeñas en que tu novela
acabe mal, es un culo, tío, ni se te ocurra! –decía el otro día en el Metro un
tipo que hablaba por su móvil. Los estudiantes suelen decir: el examen me ha salido como el culo, chaval. Y en Andalucía, para expresar que te están
molestando, es frecuente decir: “Te qui-ri ya d’aquí tío, que llevas to’r día
dando musho por culo”.
Lo que quizá ustedes no sepan es
que la actividad a la que nos venimos refiriendo, era considerada un delito hasta
hace muy poco, con el nombre de sodomía (lo que da también idea de su
antigüedad). En Estados Unidos la sodomía fue un delito en muchos Estados,
hasta 2003, fecha de la famosa resolución del Tribunal Supremo sobre el caso
Lawrence-Texas. ¡Ah! ¿Qué no han oído hablar del caso Lawrence contra Texas?
Bueeeeno. Pues se lo cuento y así termino este post que ya se me estaba empezando a ir de las manos. La cosa empezó
en 1998. Un día de septiembre, la policía de Houston, Texas, recibió la llamada
de un ciudadano que decía haber visto a un loco con una pistola en casa de su
vecino.
El comunicante era un cabrón, que
sólo quería fastidiar a su vecino, un tal John Lawrence, de unos 60 años, que
no se metía con nadie. Cuando la policía llegó, llamaron a la puerta pero no
les contestó nadie (seguro que ni les oyeron). Al echar la puerta abajo,
encontraron al señor Lawrence en compañía de un joven apuesto aplicado con
esmero a la tarea de darle alegría a su cuerpo macareno. Se los llevaron a los
dos detenidos, de acuerdo con lo prescrito en la Ley de la Sodomía de Texas, y
le pusieron a cada uno una multa de 125 dólares. El amigo Lawrence montó en
cólera y denunció al Estado de Texas. “Les voy a meter un puro que te cagas, –proclamaba–
a ver por qué no voy a poder yo traerme un amigo a mi casa a que me alegre un
poco la vida”.
Después de cinco años de litigios,
el Supremo decidió, por seis votos a tres, que el bueno de Lawrence tenía toda
la razón, ordenó que se les devolviera la multa, a él y a su compañero y de
paso derogó la Ley de la Sodomía, por considerarla contraria a la Cuarta Enmienda,
además de todas las leyes similares que se aplicaban todavía en otros quince estados. La resolución
es un hecho clave en el proceso de reconocimiento de los derechos de gays y
lesbianas, para los que la fecha (26 de marzo de 2003) constituye un hito clave
en su lucha.
No han pasado ni diez años de esta
historia. Para que luego digan algunos que no hemos cambiado. En 1970, el único
Estado que no consideraba delito la sodomía era el de Illinois. Chicago es una
ciudad de referencia de estos movimientos. Todos los avances en este sentido
han sido el resultado de la larga y dura lucha de mucha gente.
Pues eso, ya han aprendido una
cosa nueva. Sean buenos.
Estoy completamente de acuerdo con ud. de que Evaldo es el peor jugador que he visto en mi también sexagenaria vida. Es malo a rabiar y no entiendo como tres entrenadores pueden sacarlo de titular.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, ayer me acordé, no sé por qué, del bar o pub o como quiera llamarlo "El Avión", en la calle Hermosilla, con el famoso pianista D.Esteban (aunque creo no era ese su nombre)y la no menos famosa alfombra de pipas. Me gustaría que le dedicara un "post" cualquier día de estos ud. que maneja bien esto del palabrerio.
Un cordial saludo y cuídeseme.
Escribirelo. He de pasar por el lugar para comprobar si aún existe, y hacer memoria a ver si me acuerdo de alguna anécdota. Se agradecen ayudas para esto último.
EliminarLe sigo desde hace unas cuantas semanas y no deja de sorprenderme la forma en que usted se acerca a temas delicados con toda naturalidad y sin perder el sentido de humor y el cariño hacia las personas de las que habla (excepto, logicamente, algunos políticos). Mi enhorabuena.
ResponderEliminarGracias. Creo que es importante eliminar tabúes de nuestros escritos. Para eso, primero hay que eliminarlos de nuestras mentes. No sé cual de los dos pasos es el más dífícil.
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