Los seguidores de este Blog se pueden dividir en tres
grandes grupos. Uno: los que buscan comentarios sobre la actualidad política y,
por tanto, abren el blog esperando que ponga verdes a Rajoy, Bárcenas,
Urdangarín y otros sinvergüenzas. Un segundo grupo entra a la busca de mis anécdotas insignificantes, bien
porque me conocen y disfrutan imaginándome en situaciones comprometidas, o bien
porque se identifican conmigo y aprecian mi forma de salir de ciertos aprietos.
Y hay un tercer grupo de
seguidores que me dicen que aprenden muchas cosas sobre
países lejanos o historias curiosas de las que antes no sabían nada. Bien, pues
a este tercer grupo lo tengo últimamente un poco abandonado y voy a reparar la
falta con un asunto que tal vez no conozcan. Porque el título de este post no
es un chiste ni una metáfora. Muy al contrario, es la conclusión a la que ha
llegado el amable señor de la foto que les adjunto, de nacionalidad inglesa y
que responde al nombre de Gavin Menzies.
Mr. Menzies fue durante su vida
activa oficial de submarinos de la Royal Navy, oficio que le permitió recorrer
el mundo entero y hacer observaciones. En algún momento de su vida su mente se
vio asaltada por esta intuición: los chinos habían circunnavegado el globo
mucho antes que Magallanes y habían estado en América antes que Colón y en
Australia antes de Cook. Como quizá ustedes sepan, los verdaderos genios tienen
primero la intuición y luego hacen los estudios científicos necesarios para
comprobarla. Al contrario que los torpes y cutres, que se creen que haciendo
estudios largos y complejos sin un objetivo previo, acabarán por conseguir una conclusión
que surja de forma automática de ese arduo trabajo.
Gavin Menzies observó restos de
la presencia china previa en lugares de todo el mundo, ciertos rasgos
fisionómicos de las gentes, tradiciones no autóctonas, viejos monumentos, mapas
anteriores a Colón de fidelidad sorprendente. Durante quince años, antes y
después de jubilarse de la Marina, fue recopilando evidencias y, por fin,
plasmó sus conclusiones en un libro que salió a la luz en 2002 y se convirtió
en un best seller: “1421, El año en que China descubrió el mundo”. Con el
dinero de las ventas continuó su trabajo, ya al frente de un equipo de
investigadores que buscaban pruebas de ADN y rastros en Sudamérica de
enfermedades y patologías endémicas de China.
Las teorías de este señor no se
dan por admitidas, pero han logrado el aval de la prestigiosa revista
científica National Geographic, que respalda sus investigaciones. El hombre
tiene ya una Web en la que va colgando sus nuevos hallazgos. Está en inglés,
pero igual les pongo el link: www.gavinmenzies.net.
La Web explora también otras líneas de investigación igualmente apasionantes.
El libro, tal vez lo encuentren en alguna librería, aunque me temo que debe de
estar ya medio descatalogado. La historia que cuenta es ciertamente sorprendente.
En 1421, la sociedad china era la
más desarrollada del planeta. Menzies pone varios ejemplos. En China, el
emperador Zhu Di, el cuarto de la dinastía Ming, que fue también el que
trasladó la capital a Pekín, procedió ese año a presentar la nueva sede
imperial: La Ciudad Prohibida, en cuya construcción en madera había trabajado más de un
millón de personas. La fiesta de inauguración contó con ¡¡26.000 invitados!!,
entre ellos los dignatarios de los países más importantes del mundo (ninguno
europeo), que tuvieron la oportunidad de degustar un banquete de diez platos en delicadas vajillas de porcelana china. El emperador llegó acompañado por su
concubina favorita, cubierta de finas sedas y las más preciosas joyas. Por esa
época, el rey Enrique V de Inglaterra convocó para su boda con Caterina de
Valois a seiscientos invitados que comieron carne y bacalao seco, sobre lonchas de pan rancio que servían de platos. Comían con las manos y se
limpiaban encima. Y el colmo: la novia, ni siquiera llevaba bragas bajo su vestido de tela basta (lo dice
Menzies).
El ejército chino tenía un millón
de hombres con armas de fuego. Los ingleses, cinco mil soldados con arcos,
espadas y picas. Así atacaron en esos años a Francia, que no tenía mucho más que
oponerle. En los puestos callejeros de Pekín se podían comprar cientos de
novelas impresas, treinta años antes de que Gutemberg lograra imprimir su
primer libro: una Biblia. En estas condiciones, no es de extrañar que Zhu Di
concibiera su proyecto más ambicioso: enviar una flota de enormes barcos de
madera a recorrer los mares, con el encargo de elaborar una cartografía precisa
de la Tierra, de cara a establecer un sistema mundial de impuestos, que se
cobrarían a todos los países de acuerdo a esa cartografía.
Partió esa flota gigantesca
después de la inauguración de la Ciudad Prohibida y durante tres años se
movieron por los mares pasando mil penalidades. Los barcos eran demasiado
grandes para zonas de fuerte oleaje, grandes tormentas les partían los mástiles y les destrozaban las velas, algunos se partieron en dos y se hundieron,
a los marineros les acosaban las enfermedades y hubieron de dejar parte de la
tripulación en los lugares que descubrían, con la promesa de volver a
rescatarles cuando pudieran. Menzies está convencido de que llegaron a Australia
300 años antes que Cook, atravesaron el estrecho de Magallanes 100 años antes
de que lo hiciera el almirante portugués que le dio nombre, y llegaron a
América del Sur y del Norte 70 años antes que Colón. Y ha encontrado evidencias
hasta en Minnesota. En su libro hace una extensa narración del viaje, que no
les puedo resumir aquí.
Parece que menos de la mitad de
los expedicionarios lograron regresar a China con la cartografía elaborada
protegida en sus barcos medio destrozados. Confiaban en ser recibidos como
héroes, pero se encontraron con una sorpresa desagradable. Zhu Di había sido
derrocado por los mandarines, la clase culta de funcionarios chinos, que
siempre habían visto con recelo los proyectos megalómanos del emperador. Le
acusaban de comprometer la supervivencia del Imperio despilfarrando sus fondos
en proyectos absurdos y deforestando la selva, tanto para construir la Ciudad Prohibida,
como los grandes barcos de su proyecto. Poco después de la partida de las naves, un rayo había caído sobre la Ciudad Prohibida, que había ardido
en su mayor parte. Los mandarines dedujeron que ese rayo era un castigo del
cielo y aprovecharon para destituir al emperador.
Los héroes no fueron agasajados,
sino puestos a trabajar en empleos de todo tipo, y se dio la orden de destruir
los planos que traían. Pero Gavin Menzies está seguro de que esos magníficos
planos llegaron a manos de Colón, que por eso estaba tan seguro de alcanzar las
Indias por occidente. Y aventura una hipótesis: tal vez un marinero portugués
de la flota china se las arregló para esconder una colección y sacarla por
Macao, rumbo a su tierra. Allí hizo entrega de ese tesoro a la Escuela que Don
Enrique el Navegante había creado en Sagres, lugar muy frecuentado por los
futuros descubridores occidentales del nuevo mundo, como Fernando de
Magallanes, Vasco de Gama y Bartolomé Colón, el hermano de Cristóbal, entre otros.
Esta es la historia. La verdad es
que ya no se puede uno creer nada. En este Blog hemos visto hasta que Cristo no
nació en Belén. ¿Por qué no pensar en que, cuando llegó Colón, los chinos ya
habían pasado por allí? Hemos comprobado que su calendario es el más antiguo
(salvo el judío, que pretende arrancar de La Creación). Y ahora se están
comiendo el mundo con su modelo de capitalismo de partido (comunista) único. Cosas
así sólo pueden suceder en China.
Japi bezdei tuyú...
ResponderEliminarMuchas cenkius
EliminarSi quieres ser tan cool como para que te saquen en el Huffington Post, no debes decir "tradiciones no autóctonas" sino tradiciones alóctonas".
ResponderEliminarGracias. Tomo nota
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