Ayer fue el día 40 de la
cuarentena, debería de decir eso de valga
la redundancia, pero no lo digo, hala, no me da la gana. No, no, que no lo
he dicho. Hay que joderse: día 40 de la cuarentena, post #934, Cuaderno de la Cuarentena
nº 15. Intentos vanos de pautar el paso del tiempo, de numerar el vacío, de reglamentar este lapsus en
la Historia, de domesticar la nada, de poner una especie de orden, o un calendario, o al menos un
ritmo a esta paralización de nuestras vidas, antesala de un futuro del que sólo
sabemos que será muy diferente a lo que hemos vivido hasta ahora. Como los
presos que van grabando cruces en la pared, una cruz cada día, para intentar
darle un sentido al tiempo infinito de su reclusión. Encerrados en nuestras
casas, estamos viviendo algo en cierta forma similar a esas largas penas de prisión,
aunque yo ya les he dicho que no lo llevo mal y que no pienso quejarme, porque
tenemos de todo y es hasta antiestético que nos quejemos.
Esta circunstancia que ha interrumpido dramáticamente el devenir de nuestro mundo, es de una escala tan descomunal, que pienso que todavía no somos
conscientes de la magnitud que tiene. Me viene a la memoria una escena del trailer
de la película Contagio, que les
traje hace unos posts al blog. Por cierto, no he visto esa película y tampoco
me parece que sea ahora el momento más oportuno para verla. Hablo de la escena
en que el personaje que interpreta Matt Damon llega al hospital para que le
informen de cómo está su mujer (Gwyneth Paltrow). Un enfermero con gesto grave
le dice que su mujer ha muerto. Respuesta de Damon: –Vale, ¿puedo hablar con
ella? Y el enfermero replica: –Perdone, me parece que no me ha entendido bien,
su mujer ha muerto. Tremenda escena. Pues pienso que, globalmente, todos nosotros estamos suspendidos en
ese segundo en que Damon pide poder hablar con su mujer. Nos lo dicen en las
noticias, vemos los signos por todas partes, pero aun seguimos esperanzados en
que, cuando el encierro se acabe, saldremos al exterior y el mundo de antes
estará allí, esperando pacientemente nuestro regreso.
Pero el mundo de antes ya no existe. Tal
vez un día se vuelva a recuperar algo similar (nunca igual), pero piensen en
que ni los bares, ni las cafeterías, ni los cines, ni los teatros, ni las salas
de concierto, ni los estadios de futbol van a poder abrirse en mucho tiempo, ni las manifestaciones en la calle van a
poder celebrarse, ni vamos a poder viajar por el mundo, ni siquiera vamos a poder encontrarnos a un amigo por la calle y darle un abrazo en condiciones. Vamos a tener que ser todos noruegos durante una temporada. Hay quien dice que todo esto es una
corrección porque la Humanidad estaba desbocada con esa locura del crecimiento económico continuo e infinito y que íbamos derechitos a cargarnos el planeta. Una de las voces
que más se desgañitaba desde hace tiempo, para despertar nuestras conciencias
frente al cambio climático y otros desastres potenciales era Neil Young, el viejo oso
canadiense.
En el mes de diciembre, Young, con sus 74 años recién cumplidos, reunió en su casa a su mítico grupo Crazy Horse (podrán ver qué viejos
están todos), para grabar un tema estremecedor. El coro va susurrando: have to shut the whole system down, have to shut the whole system down (hay que apagar
el sistema entero), mientras Young desgrana a
grito pelado todo lo que está sucediendo, como un predicador loco que alertara sobre el fin del mundo. Y luego el estribillo: shut it down, shut it down (apágalo). Grabaron este
tema antes de que el virus hiciera su aparición. Pero ahora su discográfica ha
aprovechado nuestra reclusión para editar un vídeo en el que intercala las
imágenes del grupo con otras de distintos lugares del mundo, antes y después de
la crisis. El resultado es sobrecogedor. Véanlo.
Así que ya se pueden ir preparando anímicamente. Pero, mientras eso llega, seguimos instalados en este lapsus entre el pasado añorado y el futuro incierto. Y, como les digo, yo no me lo estoy pasando mal. Tengo una casa amplia, soleada y con terraza. Y la soledad es un plus, más que un handicap, no sé, piensen por ejemplo en Alaska y Mario Vaquerizo teniendo que aguantarse mutuamente durante 40 días. A mí las mañanas de diario se me pasan en un suspiro, entre el teletrabajo y la elaboración de la comida. Después, comer, una pequeña siesta, y un buen rato para enredar con el ordenador, escribir el post del día siguiente, hacer videollamadas a diferentes amigos y amigas, que ya se ha convertido en un verdadero vicio. Ayer quedamos a las 19.00 tres amigas y yo, el grupo habitual de las cañas de los viernes. Y fue una delicia vernos las caras, contarnos las últimas novedades de nuestra vida enclaustrada y recomendarnos libros y series. También he tenido largas conversaciones con amigos y amigas más eventuales, a los que he llegado a conocer mejor, a saber más de sus vidas y sus circunstancias personales. Saldremos de esta con nuestra amistad reforzada.
No hay mejor imagen para esta
terrible circunstancia que estamos viviendo. ¿Y qué vendrá después? Pues después, nada va
a ser igual, eso lo tenemos garantizado. Lo que pasa es que no sabemos cómo va
a ser ese mundo que nos aguarda al otro lado de la puerta de nuestras casas. Yo
ya les digo que, sea como sea, vamos a tener que pelear duro y tener los ojos
muy abiertos para intentar adaptarnos a los cambios. En estos días hasta nos
habíamos acomodado un poco a esta reclusión provisional, que ya teníamos
controlada e incluso habíamos caído en una especie de autocomplacencia en la
melancolía, asediados por las malas noticias, los amigos pasándolo mal en los
hospitales o en sus casas, los padres y madres muertos en las residencias. Pero,
cuando salgamos, esto va a ser la guerra, no vamos a tener ni siquiera la
oportunidad de abandonarnos a la melancolía, a la nostalgia. Por eso el título
de este post. Kia Kaha! es el grito
con el que los maoríes se aprestan al combate, que viene a significar: ¡Sé fuerte! ¡Aguanta! ¡Resiste! ¡Sé
resiliente! En Nueva Zelanda es casi un lema nacional.
Así que ya se pueden ir preparando anímicamente. Pero, mientras eso llega, seguimos instalados en este lapsus entre el pasado añorado y el futuro incierto. Y, como les digo, yo no me lo estoy pasando mal. Tengo una casa amplia, soleada y con terraza. Y la soledad es un plus, más que un handicap, no sé, piensen por ejemplo en Alaska y Mario Vaquerizo teniendo que aguantarse mutuamente durante 40 días. A mí las mañanas de diario se me pasan en un suspiro, entre el teletrabajo y la elaboración de la comida. Después, comer, una pequeña siesta, y un buen rato para enredar con el ordenador, escribir el post del día siguiente, hacer videollamadas a diferentes amigos y amigas, que ya se ha convertido en un verdadero vicio. Ayer quedamos a las 19.00 tres amigas y yo, el grupo habitual de las cañas de los viernes. Y fue una delicia vernos las caras, contarnos las últimas novedades de nuestra vida enclaustrada y recomendarnos libros y series. También he tenido largas conversaciones con amigos y amigas más eventuales, a los que he llegado a conocer mejor, a saber más de sus vidas y sus circunstancias personales. Saldremos de esta con nuestra amistad reforzada.
Pero se me ocurrió llamar al post
anterior Menú a la medida y más de un seguidor me ha regañado, porque con
semejante título se esperaban alguna de mis recetas de estos últimos tiempos.
Así que voy a compensarles hoy. El último día que fui al mercado me compré una
rosa de brócoli, con la que se prepara un plato de pasta delicioso, de la
cocina siciliana: los Fusilli Tricolore al Brócoli. Suponiendo que les guste
el brócoli, que es una verdura que no a todo el mundo convence. Por ejemplo, a
Mafalda no le gustaba nada. Al niño de la foto de abajo tampoco parece gustarle
demasiado. A mí me encanta (cocinado como les voy a explicar).
La receta de los fusilli es
sencilla. El brócoli hay que partirlo en pequeñas flores con sus tronchos,
desechando el tronco más gordo, que se tira. Se pone a hervir agua abundante
con sal y se cuece primero el brócoli, que suele necesitar más tiempo de
cocción que los fusilli. Por ejemplo, entre 5 y 8 minutos. Entonces se echan
los fusilli en la misma olla y se cuece conjuntamente el tiempo que diga en el
paquete, para que estén al dente.
Pasado ese tiempo se escurren en la pila. En una sartén se ponen dos ajos muy
picaditos en un poco de aceite a fuego bajo. Cuando se están empezando a dorar,
se echa el contenido de una lata de anchoas. No una de las buenas, por supuesto, elijan una de las baratas. Con el mismo fuego bajo, se le dan vueltas con una
cuchara de madera hasta que las anchoas se medio deshacen. Por cierto, el aceite que viene en la lata se tira, aunque no pasa nada porque caiga un poco en la sartén.
Entonces, en la misma olla de
cocción, con un primer chorrito de aceite para que no se peguen, se echa la
pasta y el brócoli escurridos y por encima el contenido de la sartén. Y se le
dan vueltas y vueltas con la cuchara de madera, hasta que se remezcla todo bien.
Tanto las flores del brócoli, como las anchoas y los ajos están medio deshechos
y se meten por entre las estrías de los fusilli. Y los tronchos de brócoli se
quedan entre la pasta y te los encuentras después al comer. El resultado está para chuparse
los dedos. Para servirlo, se le echa queso rallado. Por cierto, yo no compro
paquetes de queso rallado, sino que tengo un bloque de parmesano que rallo cada
vez con la Rap Box. ¿Ah, que no saben lo que es la Rap Box? Es que ustedes no
saben nada. Bueno, aquí tiene el plato listo para comer y la Rap Box al lado.
En fin. Una muestra más de que no
somos conscientes de lo que nos ha caído encima, son los lamentos por las
fiestas anuladas. Que si las Fallas, que si las procesiones de la Semana Santa.
Ahora han suspendido también los Sanfermines. Pobre de mí, pobre de mí, se han
acabao las fiestas de San Fermín, cuando ni se habían inaugurado. Yo estuve en
unos Sanfermines de joven y puedo dar fe de que es un desparrame absoluto,
donde la gente bebe hasta reventar, no para en todo el día, sigue la juerga
hasta la madrugada, cae derrotado en cualquier banco del parque y enseguida le
despiertan las comparsas con sus
tambores y sus charamitas. Mucha gente de Pamplona aprovechaba esa semana para
largarse, alquilar su piso y con el pastal que les daban pagarse unas
vacaciones en cualquier lugar paradisíaco. Otra cosa que ya no se podrá hacer.
Yo, en cambio, echo de menos otra
fiesta que no se ha podido celebrar y de la que no dice nada la prensa. Hablo del
Four-Twenty. ¡Ah! Que tampoco saben lo que es el Four-Twenty. Desde luego es
que ustedes no saben nada. Ni habían oído hablar de la Rap Box ni del
Four-Twenty. Menos mal que siguen este blog para estar al día. El Four-Twenty
es desde hace años la fiesta anual de los fumadores de marihuana, que se
celebra en todo el mundo precisamente el four twenty, es decir, el 20 de abril,
que fue anteayer. Ese día, la gente sale a la calle y organizan grandes fumadas
colectivas de esta sustancia mucho menos peligrosa y adictiva que el alcohol.
Hasta hace poco, estas concentraciones eran reivindicativas, bajo el lema
¡Legalize! Pero hete aquí que la marihuana ya es una sustancia legal en un
montón de países.
Por ejemplo, en España el cultivo
y el uso en privado es legal, te pueden multar por fumar en la calle. La
marihuana es totalmente legal en Portugal, Uruguay, Chile, Costa Rica, la
República Checa, Holanda (si bien su venta se restringe a los coffee shops) y otra serie de países. En cuanto a su uso exclusivamente medicinal (está
comprobado su efecto beneficioso, por ejemplo, para paliar los efectos de la
quimioterapia), está autorizado en Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda,
Canadá, Israel, México y muchos otros lugares. ¿Y qué pasa en Estados Unidos? Pues que
el uso recreativo es legal nada menos que en 18 de sus estados, destacando California y
Colorado. En estos lugares, el Four-Twenty ha dejado de ser una manifestación
reivindicativa para convertirse en una fiesta gozosa, una especie de botellón
gigantesco en torno al humo medicinal de la maría. Vean por ejemplo un par de
imágenes de la fiesta del año pasado en Denver (Colorado), donde la
legalización se consiguió en 2014.
El Four-Twenty se podrá celebrar
otra vez algún día. Pero este año ha habido que suspenderla. Lo que pasa es que
los partidarios pueden hacer su celebración privada dentro del confinamiento,
como me sé yo de más de uno. No es como los Sanfermines, en los que es clave el
mogollón y la masa enaltecida por la juerga común. Pero todo esto volverá, como
les digo y ya empiezan a verse indicios de que al fondo del túnel hay una luz
de esperanza. Hombre, hay que pensar que el virus ha venido para quedarse. Que no
va a ser fácil de erradicar completamente, pero que tal vez pierda virulencia
al expandirse tanto como se ha expandido y, sobre todo, que cada vez vamos a
tener más armas para combatirlo. Dicen los médicos que ahora mismo están
consiguiendo salvar vidas que hace quince días se hubieran perdido, porque hacen
progresos en sus tratamientos por días.
El virus ha venido para quedarse,
como el de la gripe o el del herpes, pero avanzaremos en los tratamientos como
se hizo con el del VIH o el del ébola. La vacuna es algo más lejano, pero, si
te minimizan los efectos con tratamientos, ya no es lo mismo. A mí no me
importaría albergar al jodido virus de por vida, si ello no implica que me
produzca neumonías bilaterales. La lucha va a ser dura y larga, pero yo creo
que hay demasiadas estructuras construidas como para que se vaya todo a la
mierda. Hay poderosos intereses económicos que van a trabajar sin descanso para
que no se les acabe el momio. Y han ganado tanto dinero en las últimas décadas
que no les va a importar perder una parte sustancial para poder seguir viviendo
en condiciones saludables. No sé si, como Humanidad, aprovecharemos esta llamada
de atención para ser más empáticos, más solidarios, como esperan algunos. Eso
lo veo más negro.
Pero estoy convencido de que
llegaremos a ver una imagen como la que les pongo abajo. El 6 de marzo de este
año, fue dada de alta Semida Masika, la última enferma de ébola de la República
Democratica del Congo. El acontecimiento tuvo lugar en el hospital de Beni,
ciudad norteña de la región del Kivu, donde el ébola brotó en agosto de 2018,
contagió a unas 3.400 personas y mató a 2.200 de ellas antes de poder ser
controlado. Toda la ciudad montó fiestas con tambores y danzas tribales, para
celebrar la curación de Semida, recibida como un héroe a la puerta del hospital por
el delegado local de la OMS, emotiva foto que ven abajo.
Aquí hemos empezado ya a tener algunos
signos para la esperanza. Las cifras de contagiados y muertos se moderan aunque
siguen insoportablemente altas. Mi amigo G. parece estar estable con leves
signos de mejoría, por eso no voy a hablar más de él en el blog, salvo noticias
sustanciales, espero que positivas, para no turbar el silencio y la
tranquilidad que necesita para reforzar esa línea de mejora. Otros amigos que
han pasado el trago, están ya de alta, o de cuarentena post en sus casas. Las
UCI se van normalizando y en Madrid se anuncia ya el cierre de la morgue del
Palacio del Hielo y del Pabellón 7 del IFEMA, habilitado como hospital
auxiliar. El otro día dieron de alta aquí también a la última paciente curada y
con ese motivo editaron un vídeo muy emotivo, que ya les he mandado por
Whatsapp a la mayoría de ustedes, queridos lectores. A mí me emociona mucho
verlo y más en pantalla grande. Yo he estado muchas veces en ese espacio, en ferias
y congresos, he usado esa cafetería y ese self-service. Y tanto la música como
las imágenes o la cámara lenta están muy bien elegidas. Les dejo con ello.
Ánimo, que ya queda menos. ¡Kía Kaha! Y cuídense mucho.
Lo de ser noruegos lo tengo fácil porque a 5 kms de Pozoblanco hay un pueblo que se llama Añora y sus habitantes son "los noriegos". Tengo el referente muy próximo, solo con revisar mi infancia es suficiente.
ResponderEliminarPero tú no eres nada noruego. Los noruegos no necesitan medidas de distanciamiento social, porque ya lo traen de serie.
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