Continúo
con la novela, o más bien la empiezo, porque lo del otro día fue una especie de
prólogo. Lo cierto es que, del verano para
acá, mis circunstancias han cambiado en cuanto a mi relación con el medio
laboral en el que me desempeño. Todos los seguidores del blog lo han notado y
hasta la buganvilla que tengo en la terraza ha captado la sinergia de la
situación y ha dado otra vez flores a lo bestia, algo muy meritorio, si tenemos
en cuenta que esa planta primigenia ya estaba en ese mismo rincón cuando nació
mi hijo Lucas, que tiene 28 años cumplidos. Pueden comprobarlo en la foto que
le he sacado esta misma tarde. Después de cinco años dando una determinada
visión de mí mismo y con la buganvilla sufriendo por mí y tan mustia como yo, creo que es mi deber
como bloguero dar una explicación in
extenso del porqué de esta mutación. Pero para ello hay que remontarse a
los orígenes.
Hasta
diciembre de 2011, yo era un funcionario del Ayuntamiento de Madrid, que más o
menos seguía una carrera lógica, con sus baches como la de cualquiera, pero con
un sentido general ascendente. En ese mes, el señor Gallardón, que en mayo
había ganado sus terceras elecciones municipales, decidió largarse al
Ministerio de Justicia a perpetrar esa ley anti-aborto que finalmente sería la
causa de la ruina de su carrera política. Y pasó a sucederle en la alcaldía la número
2 de su candidatura, la señora Botella. Esta señora, tuvo a bien poner al
frente del Área de Urbanismo a una concejala replicante, a la que le dijeron
que tenía que reducir efectivos porque su antiguo jefe había dejado al
Ayuntamiento en la ruina y optó por hacerlo cortando por donde menos dolía, es
decir, por mi persona y otras que carecíamos de apoyos en el poder. Y de golpe
me vi apartado a un lado, con muy poco trabajo por hacer como corresponde a los
desterrados de la gloria, algo que no había vivido hasta entonces.
Pero
me mantenían un sueldo muy decente y tenía que aguantar. El problema es que la
concejala replicante encargó la política de personal a una émula de carcelera
nazi, que nos obligaba a todos a permanecer laaaaaaaaargas horas en el puesto
de trabajo. Creí que me iba a volver loco; el síndrome del exilio interior me
acechaba por las esquinas. Como en otras situaciones similares que he tenido que
afrontar en la vida, muy pronto supe que tenía que escribir sobre lo que me
estaba pasando. Y fue así como surgió el blog. Porque los tiempos han cambiado
y las cosas ya no están para hacer novelas por entregas ni nada parecido. La
tecnología nos ha cambiado la forma de hacer literatura y yo necesitaba una
herramienta que me permitiera saltarme todo el enojoso e incierto proceso
editorial que lleva la producción de cualquier libro. En los primeros meses de
2012 empecé a madurar la idea, con ayuda de Inmaculada y otras personas que me
fueron explicando qué era un blog y cómo se trabajaba.
Descubrí
entonces que hacer blogs era una moda y que muchos amigos y colegas abrían uno y, a los pocos meses si no días, se aburrían, se cansaban o se quedaban
sin nada que contar y lo dejaban morir poco a poco, o directamente lo cerraban.
Yo no quería que me pasara eso, así que no me lancé a publicar hasta que tuve
la seguridad de que sería capaz de mantenerlo indefinidamente. Ya saben que soy
fondista, no velocista. Mi primer post se publicó a mediados de septiembre,
pero antes sucedió algo que también marcó mi camino. Como un resto de mi
anterior período de esplendor laboral, me invitaron a participar en un congreso
en Nueva York, del que ya he hablado más de una vez. Me pedían que contara el proyecto Madrid Río
en el congreso Greater and Greener, que celebraba en julio la City Parks
Alliance, una asociación que agrupa a los conservadores y gestores de los
mayores parques urbanos de USA. Dije que sí, pensando que me pagarían el viaje
y el alojamiento.
Pero
cuando se acercaba la fecha, les escribí para que me enviaran el billete y
entonces descubrí que no pensaban pagarme nada. Eran una asociación sin ánimo
de lucro y no tenían dinero como para invitar a todos los ponentes. Mi primera
reacción fue mandarles a la mierda: hasta entonces yo sólo había hecho viajes
de trabajo si me pagaban todos los gastos. Pero me lo pensé. Puse en un
platillo de la balanza la ilusión que me hacía acudir como visitor a un congreso en mi ciudad favorita, que ya había visitado
tres veces. Y tiré para delante. Los de la City Parks pusieron también de su parte:
me pagaron la mitad del billete y me ofrecieron una habitación en una
residencia de estudiantes a dos manzanas del centro de congresos. Así que retrasé
mi vuelta y aproveché para estar unos días en NY, visitar los barrios que menos
conocía y viajar en tren a Boston. Y les puedo jurar que pocas veces he
disfrutado tanto en mi vida como levantándome en una habitación de Manhattan, poniéndome
traje y corbata y caminando con mi maletín de ejecutivo hasta Washington
Square, para asistir a mi congreso, en el que hablé el segundo de los tres días
que duró.
Pero
lo importante es que derribé con ello una barrera mental y, a partir de este
viaje, hice muchos otros pagándomelos yo y aprovechando para mezclar trabajo y
vacaciones. Y con un placer adicional: ni una sola vez le pedí dinero a la
carcelera nazi; conmigo no pudo disfrutar del placer sádico de decirme que no.
Y con un correlato inesperado: con este tipo de viajes, encontré un leit motiv
adicional para mi blog. En mi próximo post, cuando les cuente
adonde me voy esta vez, entenderán lo que les digo. A partir de septiembre de
2012, el blog me permitió sobrevivir sin desanimarme demasiado y superar tragos
como el del destierro a la isla de Alcatraz, con la brutalidad de un desahucio
y la imagen de ver cómo la piqueta derribaba el edificio donde habíamos vivido
tantas aventuras y desventuras. Empecé entonces a pensar en cuándo me
jubilaría. Debía llegar hasta los 65 años y cuatro meses, (junio de 2016), pero
me puse delante de la nariz un par de zanahorias: el premio de 35 años de
trabajo (octubre de 2017) y mi siguiente cumpleaños (febrero de 2018).
Esos
datos ya son reveladores de que estaba un poco mejor en el trabajo (si no, me
habría ido a la primera ocasión). Contribuían a ello varias circunstancias. En
mayo de 2015 ganó la señora Carmena. Inesperadamente, al menos para mí. Y el
cambio de signo político exacerbó mi curiosidad: ¿cómo sería eso de estar en un
Ayuntamiento que no fuera del PP? Les recuerdo que la derecha se hizo con el poder
municipal presentando una moción de censura a Juan Barranco en mayo de 1989. Y
no lo soltaron hasta mayo de 2015. Veintiséis años uno detrás de otro. Yo
tenía 38 años cuando llegaron y 64 cuando se fueron. Ya he dicho alguna vez que
cuando un partido se perpetua demasiado tiempo en el poder, genera corruptelas,
vicios y dinámicas perversas de todo tipo, ya sea éste el PP en Madrid, el PSOE
en Andalucía o el PRI en México. Y los últimos años suelen ser terribles. El
trienio negro de Mrs. Bottle, fue una especie de lixiviado de todas las
maldades anteriores, y no por culpa de esa señora, a la que en su cese dediqué
un panegírico en dos posts, que sorprendió a muchos de mis lectores y que, si
quieren, pueden consultar aquí: Post #387 y Post #388.
Cuando
se constituyó el nuevo Ayuntamiento, el flamante Concejal de Urbanismo pasó por
las diferentes plantas de nuestro edificio para saludar uno a uno a todos los funcionarios
a sus órdenes. Esto es algo que han hecho todos los concejales de Urbanismo humanos
que yo he conocido en el Ayuntamiento. De una replicante no se puede esperar el
mismo comportamiento que de un humano. Pero, a lo que íbamos, yo no estaba ese
día. ¿Y dónde estaba? Pues en Leipzig en otro de mis viajes blogueros. Dando
tres conferencias en las Universidades de Leipzig, Dresde y Erfürt, visitando a
mi hijo Lucas y aprovechando para hacer turismo: conociendo Weimar y pasando
unos días en Berlín. Mi otro hijo Kike se sumó al lío y se vino en el fin de
semana. Todo esto se contó en el blog.
Con
el nuevo equipo, mis expectativas mejoraban –pensé– podía poner en la balanza
cómo me habían tratado los anteriores, etcétera. Al mismo tiempo era consciente
de que, con 64 años, pocas ilusiones podía hacerme. Y lo cierto es que a lo
largo del primer año del nuevo equipo, mis circunstancias no variaron
demasiado. Cierto que me sentía más querido, que tenía un cierto estatus de
vieja gloria que no me va mal, que muy pronto supieron que existía y que
contaban conmigo para recibir a extranjeros de todos los colores y condiciones
y también para asistir a congresos. Además, estaba a las órdenes de unos jefes directos que son
amigos míos y se esforzaban en intentar darme un mayor contenido. Pero, por
circunstancias que tampoco puedo contar en detalle, el tren en el que estaba
subido no acababa de alcanzar una velocidad de crucero suficiente como para que
yo me sintiera más implicado. Mi decisión de jubilarme en febrero de este año
era por entonces firme. Y en eso me rompí un brazo. Continuará.
Les
dejo de regalo una de las últimas producciones de los Interrupters. Como estoy
suscrito a Hellcat Records, me llegan puntualmente. Nada mejor para mi actual
estado de ánimo que el ska-punk que practican estos señores. No estoy seguro si los jugadores del Real Madrid se pusieron esta canción el otro día antes de la final. Para escucharla han de pinchar AQUÍ. Que ustedes la disfruten.
Hombre, si le pagaron medio billete y la estancia durante el congreso, tampoco era tan difícil decidirse. Aunque entiendo que existe una barrera mental, no viajar por trabajo si no es con todos los gastos pagados, y usted la rompió en ese momento.
ResponderEliminarNo, a lo mejor me he explicado mal. Sólo me pagaron el medio billete. El alojamiento fue a mi costa, eso sí, muy cómodo para ir al congreso y a precio de estudiante.
Eliminar