Mmmmm… qué gustazo de semana otra
vez con puente. Hoy es festivo en Madrid y estoy cumpliendo el programa de
vida que tengo diseñado para cuando me jubile, de acuerdo con el modelo
Murakami. Quiero decir que esta mañana he madrugado, me he calzado mis nuevas
Nike Epic React Flyknit y he salido a hacer mis 5 kms. por el Retiro,
atravesando las obras de montaje de las casetas de la inminente Feria del Libro,
de la que ya he dicho que este año tendrá como país invitado a Rumanía y que me
encantaría saludar a Ana Blandiana. Con la vorágine de mi vida en estos últimos
tiempos, tengo pocas ocasiones de salir a correr, pero cuando las tengo las
aprovecho.
Después, me he duchado, he
desayunado abundantemente y me he puesto a trabajar. Quiero decir que he revisado
el correo, he contestado a Sirpa Kallio, de Helsinki, y a Shannon Ryan, de LA,
entre otros comunicantes, y he debido hacer una serie de gestiones en relación
con unas obras que tengo en mi casa y también con la preparación de el viaje soñado, al lugar que aun no
les digo, que todavía tenemos que divertirnos un poco. De las obras
tampoco quiero hablar, porque no puede haber tema más aburrido y más alejado de
los objetivos de este blog. No quiero que abran el ordenador, lean mis posts y
se pillen un aburrimiento como el del león de la imagen.
Hoy es un día de ínterin, en
medio de una semana en la que sigue el trabajo intenso. Sin ir más lejos, ayer
me pasé media mañana con una chica vietnamita interesada en el desarrollo
urbanístico de Madrid, de la que ya se hablará en textos posteriores. Y, a
partir de mañana, continuará mi cotidiana vida acelerada, si bien ya
prácticamente hemos dado por cerrada nuestra actividad difusora de Reinventing,
a la espera de que los potenciales concursantes presenten sus propuestas, para
lo que tienen de plazo hasta el 31 de mayo. Al día siguiente, 1 de junio,
tendré que ir al trabajo en Metro, por no tener ya plaza de garaje en el edificio.
Y el día 2 sábado saldré en un vuelo a donde todavía no les revelo (hay tiempo
para ello).
Cumplido mi trabajo del día en esta jornada piloto de mi futuro tiempo de jubilado, me encuentro con que son las 12.00 y aun tengo un rato antes de comer. Así que me he puesto a escribir este post, un tipo de tarea que yo encuadro en la parte del ocio creativo y, por tanto, debería acometer por la tarde. Pero así ya voy adelantando. Y me encuentro con el tema del día: el nuevo gobierno catalán. A mí, desde luego, no me sorprende el talante del señor Torra, muy al contrario, viene a confirmar lo que yo empecé a clamar en el desierto periodístico al respecto, hace ya más de cinco años: que el nacionalismo es una línea ideológica retrógrada y reaccionaria, que es prima hermana del racismo, el fascismo y cualquier otra tendencia xenófoba. Hace tiempo que desde diferentes ángulos se viene diciendo lo mismo y yo confiaba en que por fin el cordero descubriera la patita de lobo. Pero creía que la cosa debutaría con algún incidente violento, con muertos. Por fortuna, la cosa ha sucedido con palabras, y quizá la gente se dé cuenta de la verdadera naturaleza de estos sujetos, antes de que haya víctimas.
Desde un punto de vista personal (egoísta), a mí no me va nada en este envite. Lo único que quiero es que se constituya el gobierno autonómico, que se levante el artículo 155, aunque sea cinco minutos (lo suficiente para que se aprueben los presupuestos del Estado, en cuya Ley va una importante subida de sueldo de los funcionarios y la prórroga de la aplicación de los criterios de sostenibilidad a las pensiones hasta dentro de cuatro años) y luego ya que se lo vuelvan a aplicar cuando proceda. Eso es lo que pretenden poniendo a un tipo tan radical como Torra al frente del tinglado, al ordeno y mando de Puigdemont desde Berlín. Lo de los cinco minutos es una exageración, tal vez el PNV necesite algo más para salvar la cara pero, en los tiempos líquidos que corren, cinco minutos son un intervalo a tener en cuenta. Ya lo dijo Victor Jara: la vida es eterna en cinco minutos. Y recuerden también este archifamoso chiste del añorado Forges.
Cumplido mi trabajo del día en esta jornada piloto de mi futuro tiempo de jubilado, me encuentro con que son las 12.00 y aun tengo un rato antes de comer. Así que me he puesto a escribir este post, un tipo de tarea que yo encuadro en la parte del ocio creativo y, por tanto, debería acometer por la tarde. Pero así ya voy adelantando. Y me encuentro con el tema del día: el nuevo gobierno catalán. A mí, desde luego, no me sorprende el talante del señor Torra, muy al contrario, viene a confirmar lo que yo empecé a clamar en el desierto periodístico al respecto, hace ya más de cinco años: que el nacionalismo es una línea ideológica retrógrada y reaccionaria, que es prima hermana del racismo, el fascismo y cualquier otra tendencia xenófoba. Hace tiempo que desde diferentes ángulos se viene diciendo lo mismo y yo confiaba en que por fin el cordero descubriera la patita de lobo. Pero creía que la cosa debutaría con algún incidente violento, con muertos. Por fortuna, la cosa ha sucedido con palabras, y quizá la gente se dé cuenta de la verdadera naturaleza de estos sujetos, antes de que haya víctimas.
Desde un punto de vista personal (egoísta), a mí no me va nada en este envite. Lo único que quiero es que se constituya el gobierno autonómico, que se levante el artículo 155, aunque sea cinco minutos (lo suficiente para que se aprueben los presupuestos del Estado, en cuya Ley va una importante subida de sueldo de los funcionarios y la prórroga de la aplicación de los criterios de sostenibilidad a las pensiones hasta dentro de cuatro años) y luego ya que se lo vuelvan a aplicar cuando proceda. Eso es lo que pretenden poniendo a un tipo tan radical como Torra al frente del tinglado, al ordeno y mando de Puigdemont desde Berlín. Lo de los cinco minutos es una exageración, tal vez el PNV necesite algo más para salvar la cara pero, en los tiempos líquidos que corren, cinco minutos son un intervalo a tener en cuenta. Ya lo dijo Victor Jara: la vida es eterna en cinco minutos. Y recuerden también este archifamoso chiste del añorado Forges.
¡Joder! A este lo pilla Orson
Wells en sus buenos tiempos y le da un papel en Sed de Mal. Este sujeto de
torva mirada, en los largos meses en que ha ejercido de presidente del
Parlament, no se ha dignado recibir siquiera a Inés Arrimadas, cabeza de la
lista más votada en las elecciones regionales. A pesar de que la chica le ha llamado muchas
veces. Nada. Problemas de agenda, dice. Es que Arrimadas es la jefa de los otros. Y los otros no existen. No hace falta exterminarlos, escolti, tu, que luego nos llamarán nazis y esas cosas. Tú, como que no
están. Ya se adaptarán, o si no que se vayan. La cosa tiene mala salida, porque
en Cataluña, ahora mismo hay dos mitades que se encaminan indefectiblemente a
un choque de trenes, este sí, dramático. Mi amiga J. es catalana de la parte
más enxebre del Ampurdán. Trabaja en
Madrid, pero mantiene una relación muy estrecha con su familia, a la que visita
con regularidad. Le he preguntado y me ha dicho lo siguiente.
Desde que tengo uso de razón, en mi familia
había gente independentista y gente que no lo era (yo entre ellos). Pero todos
nos llevábamos bien, nos relacionábamos, nos queríamos e incluso hacíamos
bromas al respecto con los del lado contrario. Bueno, pues, desde el verano
pasado, las dos partes de la familia ni se hablan. Es terrible, para mí.
Una descripción perfecta de lo que esta sucediendo. La ilustración del artículo de Cercas
es muy expresiva al respecto. Pero hay una mitad de los catalanes que nos está pidiendo
ayuda y no podemos negársela, a pesar de la pasividad de Rajoy. En este
sentido, es bastante expresiva también la ilustración siguiente.
Y digo yo. Cómo podemos ser tan
burros los españoles como para no darnos cuenta de que esta gente es diferente.
¡Por Dios! Basta verles la cara (o el careto) para darse cuenta de que tipos así
no pueden ser extremeños o de Murcia (con perdón). ¿O sí? Ustedes dirán. En fin. Creo que esto
define perfectamente el conflicto, el grado de enloquecimiento de estos
señores. Es un conflicto terrible y dramático, pero, como todo lo catalán, con
un punto bufo, fallero, caganer. Joder, los nazis al menos eran
altos, rubios y con ojos azules. Lo de este nuevo Pujol es tremendo, vean abajo
esta otra foto y observen con qué reverencia paleta sujeta el móvil, como si
fuera un artilugio mágico. No sé qué tal se arreglará con el teclado, con semejantes dedos. Y no descartaría que, cuando no oye bien a
su interlocutor, se acerque a alguna ventana para mejorar la señal, como hacían
nuestras abuelas.
Pero, ya que hemos dedicado este post a hablar de
caretos, no podemos despedirnos sin mostrar uno más. Ojo: que no se tome esto
como muestra de equidistancia. Los anteriores son culpables por acción y este lo
es por omisión. Este lo es por absentismo. Por no hacer lo que tiene que hacer,
tal vez por vagancia y tal vez por inutilidad. Equiparar su culpabilidad sería
un ejercicio similar al que hacían los
vascos cuando condenaban todo tipo de violencia, igualando a etarras y
policías. O el de los que te roban y te explican que la situación no les
ha dejado otro remedio que dedicarse a robar. Los del prusés también dicen que España no les ha dejado otra salida. Pero ellos y nosotros sabemos que tenían muchas
otras. Y que les entró la prisa para tapar las vergüenzas del otro Pujol, el Jordi. Y que la cosa ha terminado por írseles de las manos. Ellos solos han llegado hasta donde han llegado. Mientras, el de
abajo permanecía tumbado leyendo el Marca, esperando a ver si la situación se
arreglaba sola. Para mí la diferencia está clara: los de arriba son los malos
de esta película y los primeros culpables. El de abajo es sólo un vago y/o un
inútil.
Sin dudarlo: el careto más interesante e inteligente, el del león.
ResponderEliminarNo es muy difícil ser más atractivo que los otros...
EliminarLo de que se acercan a las ventanas para captar mejor la señal del móvil es brutal. hacía tiempo que no te leía una cosa tan buena.
ResponderEliminarMe pareció una imagen potente de ciertos paletos que se permiten proclamar que son diferentes de nosotros (para bien), sólo porque hablan un derivado del latín ligeramente distinto del nuestro. Hay que ser muy corto para tragarse ese rollo.
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