Vaya, el Boss está ahora mismo de
gira por Australia y no podía dejar de comentar lo que está sucediendo en su
país. He de pedirles disculpas porque, en mi optimismo inveterado, del que a
mis años ya no voy a abjurar, he tratado de dulcificar el palo que supone la victoria
de Trump para todos los que creemos en un mundo en permanente progreso,
caminando hacia objetivos de igualdad y bienestar generalizado. Yo creí que
este señor moderaría su discurso en cuanto hubiera ganado la presidencia. Yo
creí que todo su rollo iba de farol y que muy pronto su propio partido le
metería en vereda. Yo creí que en su cabeza quedaría un gramo de sentido común,
ese que le ha hecho prosperar en el negocio inmobiliario. Pero, en cada
intervención suya, en cada nombramiento, en cada nuevo insulto, este señor se
empeña en desmentir esa tendencia mía a pensar que nuestro mundo globalizado e
interconectado estaba libre de peligros. Resuena en mis oídos la máxima que
solía repetir un profesor muy cursi que tuve yo en la escuela: el Creique y el Penseque son hijos de Doña
Ignorancia y Don Perdereltiempo.
Pues ese soy yo: el perfecto hijo
de Doña Ignorancia y Don Perdereltiempo. El señor Trump no sólo es un peligro
para nuestro mundo. Es que, sobre todo, es un síntoma. Ahora que teníamos un
mundo interconectado que había convertido en ridículas las fronteras, surgen
movimientos de opinión que pretenden restaurarlas. Esos cantos de sirena son
los que han seducido a la mitad de los norteamericanos, pero también a la mitad
de los británicos y a la mitad de los colombianos. Y les seguirán los
franceses, los holandeses, los catalanes y no sé cuantos más. Vamos de cabeza
hacia un mundo cada vez más fragmentado políticamente y dominado por compañías
multinacionales cada vez mayores. ¿Qué podemos hacer? Pues prepararnos para
resistir y pelear mientras podamos. Ese es el sentido del último discurso del
Boss, que me dispongo a traducirles. Tranquilos. Es un speach muy cortito,
sintético y declamado a la carrera, como le gusta hablar a él. Es increíble lo
preciso que puede llegar a ser este señor.
Como les digo, Bruce Springsteen
está ahora mismo de gira por Australia, continente que no visitaba desde hace
tres años. El primer concierto de la gira tuvo lugar en Perth, el pasado 22 de
enero. El Boss salió a escena y abrió con su extraordinaria New York City Serenade, una larga balada
que ya les he traído al blog hace un tiempo. Tras este preludio intimista, el
concierto entraba en harina con Lonesome
Day, pero, antes de su tradicional grito ¡One, Two Three! Bruce se largó
una parrafada, cuyo vídeo pueden ver aquí. Y abajo la traducción.
Bueno, la E-Street está muy contenta de
estar aquí en Australia. Pero estamos muy, muy lejos de nuestras casas, y
nuestra mente y nuestros corazones están con los cientos de miles de mujeres y
hombres que en cada ciudad norteamericana ¡y también en Melbourne! se han
manifestado hoy contra el odio y la división, y en apoyo de la tolerancia, la
inclusión, los derechos reproductivos, los derechos civiles, la justicia
racial, los derechos LGTB, el medio ambiente, la igualdad de género, la
asistencia sanitaria y los derechos de los inmigrantes. Estamos con vosotros.
Nosotros somos la nueva resistencia americana.
No se puede decir más claro. Y
sin nombrar a Trump. Ahora se ha sabido que el Boss dio un concierto privado en
la Casa Blanca el pasado 12 de enero. Fue un concierto acústico, para 250
personas, en la sala East Room, al que asistió el presidente Obama y todo su
staff. Bruce actuó únicamente acompañado por su esposa Patty y al final, Obama
subió al escenario, se fundió en un abrazo con ambos y habló brevemente para
despedirse de su gente. Yo creo que vamos a echar mucho de menos a Obama, en
primer lugar en las formas, y muy pronto en las cuestiones de fondo. Pero después de ver la cantidad de apoyos que suscitó la campaña de Bernie Sanders el año pasado y escuchar los parlamentos del Boss en sus conciertos, yo confío en que esa nueva resistencia americana se haga oír. Y hasta podríamos tener la esperanza de que el señor Trump no termine su mandato. Bueno, no sería la primera vez que esto sucede.
De hecho ha habido ocho presidentes yanquis que han muerto durante su mandato, y en USA se suele comentar al respecto la maldición que pronunció el caudillo shawnee Tecumseh. Los shawnee eran un pueblo indio que luchaba con uñas y dientes contra la colonización de sus tierras. En 1811 los shawnee fueron derrotados en la batalla de Tippecanoe, por las tropas yanquis que mandaba William H. Harrison. Y parece que Tecumseh, antes de morir, le lanzó a su enemigo una maldición consistente en que, un año que terminara en cero, llegaría a ser un gran hombre de estado, pero el cero se interpondría en su camino y un rayo lo derribaría, y también a sus sucesores que tuvieran algo que ver con el número cero. Naturalmente, es difícil de saber si entre los que le rodeaban alguien entendía el idioma shawnee, sin contar con que es posible que un pueblo tan primitivo es dudoso que conociera el significado del cero en la numeración. Pero las leyendas tienen estas cosas. Y vean lo que sucedió con los ocho presidentes de los Estados Unidos que fallecieron en el cargo.
El primero fue precisamente William H. Harrison, elegido como noveno presidente de la Unión en 1840, cuando ya se habría olvidado seguramente de la maldición. El 4 de marzo de 1841 lanzó un largo discurso de toma de posesión de su cargo, al aire libre y sin ponerse el abrigo, a pesar de que debía de hacer un frío tremendo. Total, que se agarró una neumonía de la que murió sólo un mes después (recuerden que en esos años no existía la penicilina). El siguiente de la lista, Zachary Taylor, presidente número 12 de la nación, fue elegido en 1848 y murió de gastroenteritis aguda en 1850. El tercero fue el gran Abraham Lincoln, el campeón de la igualdad entre los ciudadanos americanos. Lincoln, fue elegido en 1860 y asesinado en 1865, después de ser reelegido. Un actor en paro le disparó varios tiros en el palco de un teatro de Washington.
La lista continúa con James Garfield, elegido en 1880 y asesinado a tiros un año después, por un abogado que terminaría ejecutado en la horca. William McKinley, el presidente número 25 fue elegido por primera vez en 1896 y reelegido en 1900. En este caso fue un anarquista de origen polaco el que logró pegarle dos tiros fatales en 1901. El sexto, Warren G. Harding fue elegido en 1920 y murió en el tercer año de mandato a causa de una hemorragia cerebral. El siguiente, Franklin Delano Roosevelt, es el único presidente que ha sido elegido cuatro veces mediante una excepción constitucional a causa de la guerra mundial. Sus triunfos: 1932, 1936, 1940 y 1944. En 1945, sufrió también un accidente cerebrovascular y tuvo que ser sustituido por el funesto Harry Truman, el tipo que mandó lanzar dos bombas atómicas sobre ciudades habitadas de Japón.
Y el octavo de la lista, el añorado John Fitzgerald Kennedy, elegido en 1960 y asesinado en 1962. ¿Podemos esperar que Trump sufra un atentado? No es este blog un lugar en donde desearle mal a nadie. Ni siquiera a Trump. Y no se me ocurre ninguna relación con años terminados en cero. Salvo el hecho de que tiene 70 años. Un poco cogido por los pelos. La única otra posibilidad que registra la historia es un procedimiento de impeachment, de acuerdo con lo previsto en la Constitución Americana. Pero la historia es clara y meridiana al respecto. Sólo se ha iniciado ese procedimiento en dos ocasiones: Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, por el asunto Lewinsky. Ambos eran del Partido Demócrata Y el resultado de ambos procesos fue idéntico: el Congreso aprobó el impeachment y el Senado lo vetó, por lo que los dos siguieron de presidentes. En 1974, el Congreso estaba ya preparando el proceso de impeachment contra Nixon, cuando este presentó la dimisión.
Antecedentes no faltan y ganas de quitar de en medio a Trump, tampoco. En el Partido Demócrata confían en ganar las legislativas de 2018, en las que se renueva la mitad de las Cámaras. Si eso sucediera, sería un escenario ideal para un impeachment. Pero falta mucho para ello y yo de momento me voy a Birmania. Que ustedes lo pasen bien.
De hecho ha habido ocho presidentes yanquis que han muerto durante su mandato, y en USA se suele comentar al respecto la maldición que pronunció el caudillo shawnee Tecumseh. Los shawnee eran un pueblo indio que luchaba con uñas y dientes contra la colonización de sus tierras. En 1811 los shawnee fueron derrotados en la batalla de Tippecanoe, por las tropas yanquis que mandaba William H. Harrison. Y parece que Tecumseh, antes de morir, le lanzó a su enemigo una maldición consistente en que, un año que terminara en cero, llegaría a ser un gran hombre de estado, pero el cero se interpondría en su camino y un rayo lo derribaría, y también a sus sucesores que tuvieran algo que ver con el número cero. Naturalmente, es difícil de saber si entre los que le rodeaban alguien entendía el idioma shawnee, sin contar con que es posible que un pueblo tan primitivo es dudoso que conociera el significado del cero en la numeración. Pero las leyendas tienen estas cosas. Y vean lo que sucedió con los ocho presidentes de los Estados Unidos que fallecieron en el cargo.
El primero fue precisamente William H. Harrison, elegido como noveno presidente de la Unión en 1840, cuando ya se habría olvidado seguramente de la maldición. El 4 de marzo de 1841 lanzó un largo discurso de toma de posesión de su cargo, al aire libre y sin ponerse el abrigo, a pesar de que debía de hacer un frío tremendo. Total, que se agarró una neumonía de la que murió sólo un mes después (recuerden que en esos años no existía la penicilina). El siguiente de la lista, Zachary Taylor, presidente número 12 de la nación, fue elegido en 1848 y murió de gastroenteritis aguda en 1850. El tercero fue el gran Abraham Lincoln, el campeón de la igualdad entre los ciudadanos americanos. Lincoln, fue elegido en 1860 y asesinado en 1865, después de ser reelegido. Un actor en paro le disparó varios tiros en el palco de un teatro de Washington.
La lista continúa con James Garfield, elegido en 1880 y asesinado a tiros un año después, por un abogado que terminaría ejecutado en la horca. William McKinley, el presidente número 25 fue elegido por primera vez en 1896 y reelegido en 1900. En este caso fue un anarquista de origen polaco el que logró pegarle dos tiros fatales en 1901. El sexto, Warren G. Harding fue elegido en 1920 y murió en el tercer año de mandato a causa de una hemorragia cerebral. El siguiente, Franklin Delano Roosevelt, es el único presidente que ha sido elegido cuatro veces mediante una excepción constitucional a causa de la guerra mundial. Sus triunfos: 1932, 1936, 1940 y 1944. En 1945, sufrió también un accidente cerebrovascular y tuvo que ser sustituido por el funesto Harry Truman, el tipo que mandó lanzar dos bombas atómicas sobre ciudades habitadas de Japón.
Y el octavo de la lista, el añorado John Fitzgerald Kennedy, elegido en 1960 y asesinado en 1962. ¿Podemos esperar que Trump sufra un atentado? No es este blog un lugar en donde desearle mal a nadie. Ni siquiera a Trump. Y no se me ocurre ninguna relación con años terminados en cero. Salvo el hecho de que tiene 70 años. Un poco cogido por los pelos. La única otra posibilidad que registra la historia es un procedimiento de impeachment, de acuerdo con lo previsto en la Constitución Americana. Pero la historia es clara y meridiana al respecto. Sólo se ha iniciado ese procedimiento en dos ocasiones: Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998, por el asunto Lewinsky. Ambos eran del Partido Demócrata Y el resultado de ambos procesos fue idéntico: el Congreso aprobó el impeachment y el Senado lo vetó, por lo que los dos siguieron de presidentes. En 1974, el Congreso estaba ya preparando el proceso de impeachment contra Nixon, cuando este presentó la dimisión.
Antecedentes no faltan y ganas de quitar de en medio a Trump, tampoco. En el Partido Demócrata confían en ganar las legislativas de 2018, en las que se renueva la mitad de las Cámaras. Si eso sucediera, sería un escenario ideal para un impeachment. Pero falta mucho para ello y yo de momento me voy a Birmania. Que ustedes lo pasen bien.
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