Bien, va siendo hora de anunciar
el objeto de mi próxima aventura, que llevo amagando con desvelar desde hace
varios posts. Así que allá va. El próximo día 2 de febrero saldré hacia Yangon
(a.k.a. Rangún), capital de Myanmar (a.k.a. Birmania). ¡Ah! que no saben lo que
es a.k.a. Eso es porque no van a un taller de conversación inglesa cada
miércoles, como yo, ni suelen leer artículos o textos en inglés, donde esa
abreviatura se utiliza con profusión. En realidad es una cursilería decir a.k.a. en castellano, pero de algo hay
que reírse de vez en cuando. El significado de las tres letras de marras es also known as, también conocido por. Es
decir, que en castellano puede sustituirse por alias (si va detrás de un nombre de pila), o por otras expresiones
como es decir, o sea, digamos y en koruño del más genuino: osá neno, a ver si m’entiendes lo que
quiero’cir.
Pues eso: que me voy a Birmania. Este
es el momento en que todos ustedes exclaman ¡¡¡QUÉ
NOS DICES!!! Y yo les respondo: lo
que oyen. Salimos a la una de Barajas y no alcanzo a imaginar a qué hora
llegamos, entre las dos escalas que hemos de hacer en Frankfurt y Pekín y la
diferencia horaria con ese misterioso país asiático. Y el regreso, el día 24
del mismo mes. Una inmersión en la realidad birmana con todas las de la ley. Lo
cierto es que llevo preparando ese viaje bastante tiempo, pero no lo he contado
en este foro por mi prevención habitual: me consta que trae mala suerte
anunciar los proyectos cuando aún no están cerrados, porque luego, si la cosa
falla, uno hace el ridi más
espantoso. Ahora parece que, salvo desgracia sobrevenida, saldremos el día
previsto y volaremos en dirección levante en busca de lo desconocido. Les
cuento la génesis del viaje.
Todo empezó en mi pasado viaje a
Japón. Era este un viaje organizado por la sociedad cultural AULARTE, en el que
nos juntamos unas quince personas que no nos conocíamos, aunque luego hemos
seguido montando saraos en común, incluyendo una jornada sobre el agua y su
influencia en la fundación de Madrid, en la que fui yo la estrella del show.
Callejeando un día por una de las ciudades japonesas del interior, me llamó la
atención una tiendecita en la que un señor muy educado vendía unos pañuelos
para la cabeza, que fabricaba él mismo con unas telas muy bonitas y que tenían
también una pequeña pieza de plástico cosida en su interior, tirando de la cual
se convertían en visera. El hombre era tan simpático como todos los japoneses y
nos contó que era un tipo de pañuelo que sólo vendía él, y que la señora que
posaba con sus modelos en todas las fotos que tenía por la tienda, era su
esposa. Me gustaron tanto, que me compré uno.
Por la noche, en la cena, conté
esta historia y descubrí que no era el único que había comprado un pañuelo del
señor amable. Había otro compañero, al que llamaré M.A., porque aún no le he
dicho que hablaré de él en el blog, que tenía un segundo pañuelo. Con este
M.A., que es de Ciudad Real, ya había pegado la hebra en los primeros días,
encontrando una actitud vital y un sentido del humor muy parecido al mío. La
verdad es que M.A. es un tipo cojonudo. Así que le dije que, puesto que
teníamos pañuelos hermanos, debíamos ponérnoslos un día para ver qué decían los
demás compañeros y, por supuesto, hacernos una foto. Llegó el día elegido y nos
miramos en un espejo antes de bajar. M.A dudaba y estaba un poco abochornado.
Joder, Emilio –me decía–, si nos parecemos a los de Tomelloso, cuando vienen al
tajo a Ciudad Real y se ponen el pañuelo de cuatro nudos. Al final le convencí,
bajamos y dimos el golpe, aunque ya quedamos bautizados como los de Tomelloso.
Abajo tienen la foto que nos hicimos.
Desde que se jubiló, M.A. está
apuntado a varios grupos viajeros que se mueven por el mundo. En sus propias
palabras, tiene las maletas listas junta a la puerta, por si hay que salir
pitando. Y su familia ya lo ha dejado por imposible, porque saben que esa es su
pasión y se la respetan. Así que le dije que me avisara del próximo viaje que
se planteara, que yo me iba con él. Así salió lo de Birmania. Un primer
problema. A mí me sobraban días de vacaciones de 2016, ya saben que me pasé más
de seis meses de baja médica. En el Ayuntamiento las vacaciones y moscosos han
de cogerse antes del 31 de enero del año siguiente, y mi viaje era en febrero.
Me puse en contacto con Recursos Humanos (a.k.a. Asuntos Internos) y les
planteé el asunto. Me dijeron que todos los años había peticiones para alargar
más el período hábil para coger las vacaciones; que unas se aceptaban y otras
no, en función de las motivaciones aducidas. Que, en mi caso, la motivación les
parecía razonable, como para aceptarlo de modo excepcional.
Dicho y hecho. Lo comenté con mis
jefes y lo pusimos en marcha. Si me llegan a decir que no, hubiera sucedido que
no habría tenido tiempo de disfrutar de mis vacaciones reglamentarias y, si
hubiera insistido en irme un mes fuera en febrero, me habría encontrado con
buena parte de mis días de 2017 ya gastados para entonces. Sólo cuando estuve
seguro de este tema, me apunté al viaje. Luego supe que formamos el grupo 8
personas, todas de Ciudad Real menos yo. Hemos tenido ya una reunión de grupo,
para lo que tuve que tomar un AVE a su ciudad. Me parecieron buena gente, viajeros
apasionados y expertos, que ya han organizado muchas otras aventuras de este tipo
sin agencias ni intermediarios. El siguiente paso fue conseguir el visado, para
lo que hay que entrar en la Web del estado birmano, rellenar un formulario con
foto incluida y enviarlo. Te previenen de que, como te equivoques, ya no puedes
mandar otro (reminiscencias de la reciente dictadura), pero te contestan en
cinco días. Esa respuesta ya contiene el archivo en pdf del visado, que has de
imprimir para mostrarlo al llegar al país.
A continuación me puse en
contacto con la llamada Unidad del Viajero, del hospital Carlos III,
especializada en medicina tropical, para escuchar sus recomendaciones e
instrucciones. Me citaron el 4 de enero. Ese día ya me dieron un pinchacito,
con el recordatorio de la vacuna contra el tétanos y la difteria. Me dieron
también una vacuna contra el tifus, consistente en tres cápsulas que ya me he
tomado. Y eso es todo. Al parecer, la incidencia de malaria en la zona por la
que nos vamos a mover es muy baja. No obstante, algunos viajeros insisten en
tomar el Malorone, para quitarse neuras y miedos. No es mi caso. Después de
haber viajado seis veces a Sri Lanka, a comienzos de siglo (parece que ahora la
situación sanitaria ha mejorado mucho), sé defenderme de los mosquitos. No hay
más que ser sistemático y darte el Relec Extreme por la mañana y al anochecer,
momentos en que sale el mosquito. Y, además, tener suerte, por supuesto.
Vamos a visitar Yangón, Bagán,
Mandalay y el lago Inle. Habíamos contratado y pagado tres vuelos interiores
para movernos entre estas localizaciones, pero luego hemos sabido que dos de
ellos se han suspendido, por falta de pasajeros. Ya nos han devuelto el dinero
y parece que los viajes los sustituiremos por un trayecto de casi un día por
carretera, en algún tipo de microbús con
conductor, y otro en un viejo tren, también de unas ocho horas, que incluye el
paso sobre el puente de Gokteik, una experiencia no apta para personas con
vértigo (abajo les pongo un vídeo, para que vayan abriendo boca). Se trata de un puente de 97 metros de alto, construido por los ingleses en 1901 y por el que el tren ha de bajar la velocidad a 20 kms/hora, por seguridad. El viaje
incluye varios trayectos senderistas, alguna ruta en bici, posibilidad de algún
descenso en canoas y hasta una subida en globo aerostático sobre los templos de
Bagán.
A la vuelta, haremos una escala
más larga en Pekín, en donde hemos reservado un hotel para dos noches. El único
problema es que en Myanmar la temperatura está entre los 24 y los 30 grados, y
en Pekín a cinco bajo cero. Pero es una excelente ocasión de conocer una ciudad
que al menos yo no he visitado nunca. A unos días de la salida, mantenemos
abierto un grupo de Whatsapp que, como es natural, hemos bautizado como
Objetivo Birmania. Una de las cosas que me faltan de comprar es un ordenador
pequeño, para ir cargando en el blog mis impresiones sobre el sureste
misterioso. El que tengo pesa mucho, aunque he cargado con él en mis viajes a
Marsella y Piter, últimamente, y también en mis anteriores periplos europeos en
tren. Esta vez, hemos de aligerar equipaje. Ya les voy contando. De momento les
dejo con dos vídeos: el paso por el viaducto de Goteik y el baile de los globos
sobre Bagán. Que los disfruten.
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