miércoles, 31 de agosto de 2016

550. Interrupters, carreras y otras vicisitudes a la espera de Piter

Bueno, varios seguidores me han llamado para congratularse de encontrarme tan contento y casi eufórico, y también para preguntarme de dónde he sacado a los Interrupters esos, que son cojonudos. Lo son ciertamente. Se trata de un grupo formado al amparo de la casa Hellcat Records, la discográfica que mantiene en LA el gran Tim Armstrong. Este señor, ahora de gran barba negra, fue uno de los fundadores del grupo Rancid, un clásico del punk-rock de segunda ola, los que no cayeron en los excesos de los pioneros y han podido llegar a mayores con buena salud y la cabeza bien amueblada. Hellcat Records se dedica a reunir a músicos jóvenes con talento a los que les facilita un estudio de grabación y la posibilidad de editar su música. Se ve que las nuevas generaciones tienen cultura rockera mamada desde que nacieron.

Los Interrupters ya han sacados dos álbumes y son de los más persistentes de la galaxia Armstrong. El grupo está formado por la cantante Aimee Allen y los hermanos Bivona, dos de ellos tocando bajo y batería y el tercero multi-instrumentista, que lo mismo te toca la guitarra que cualquier teclado. Pero la idea de la discográfica es reunir a varios amigos y formar grupos eventuales, a lo mejor para un solo tema. Por ejemplo, aquí les traigo al grupo Witchita, que prácticamente sólo se han reunido para esta canción. Reconocerán a los ubicuos hermanos Bivona y tal vez al cantante, que es Max Schneider, conocido actor de cine y series de TV. En el post anterior les decía que nada como el punk para los momentos de subidón. Bueno, pues el soul tampoco se queda atrás, cuando se interpreta con talento y con la energía inagotable de las jóvenes generaciones. La canción es un clásico: Mrs. Magoo. Para escucharlo han de pinchar AQUÍ. Merece la pena que lo pongan en pantalla grande y le suban el volumen.

Bien, pues así de contento estoy yo, sólo me faltan tres soul-dancers tan guapas como las que salen en el vídeo. La pregunta es: ¿por qué no habría de estarlo? He empezado a correr y, por ahora no me duele la espalda. Ya saben que el año pasado empecé a correr con una faja en la cintura, por consejo de mi amigo Juanmi el Guitarrero. Lo que pasa es que antes de Navidad me volvió a cantar la parte baja de la espalda (algo más arriba de donde pierde su casto nombre) y dejé otra vez el deporte de forma temporal. ¿Saben en qué momento me dejó de doler la espalda? Exactamente, han acertado. En el segundo 1 después de romperme el brazo ya no me dolía ninguna otra cosa.

Este verano tenía yo la ilusión de iniciar la temporada en la fecha que más me gusta, el quince de agosto. Pero tuve la precaución de comprarme una faja mejor. La de antes era de esas que usan determinadas señoras para bajar barriga y estaba ya medio podrida después de un año de uso. La nueva es elástica, potente y king-size. No vean lo bien que voy con ella por el Retiro. Seguramente será una situación transitoria. En cuanto intensifique el entrenamiento y estire los recorridos volveré a tener problemas. O no, que diría el señor Rajoy. Hablando del rey de Roma, qué espectáculo el que están dando los políticos en su conjunto. Uno pone la tele e inmediatamente cambia a ver la Vuelta a España, aunque no le guste el ciclismo. Lo otro es insufrible. Me temo que vamos a las terceras elecciones, cuyos resultados probablemente los canten los niños de San Ildefonso, como sugiere mi amiga Inmaculada.

La gente pasa del tema. Esta tarde, aprovechando que hemos suspendido el grupo de inglés, me he tomado un par de vinos blancos con un amigo en una de las terrazas de la plaza de Santa Ana. Nadie hablaba de política, todo el mundo estaba a lo suyo, incluido el acordeonista rumano con su murga habitual. Y en eso hemos visto pasar a Alberto Garzón, caminando por el centro de la plaza, con una mochila al hombro, supongo que venía del Congreso. Me ha producido una sensación rara, como si se tratase de una aparición sobrenatural, como si se hubiera escapado del mundo irreal que muestra la televisión, como aquel personaje que se salía de la pantalla en La Rosa Púrpura del Cairo. La vida sigue fuera de Las Cortes, pero estos tipos están en su mundo, no se enteran de nada. Eso sí: parece que se lo pasan de cojones con sus absurdas esgrimas, con sus ironías y sus peleillas. Yo creo que Garzón es bastante conocido. Pero nadie de los presentes ha reparado en él, nadie le ha ovacionado ni abucheado.

Recuerdo ahora el detalle de Pablo Iglesias (que entonces me pareció simpático) de regalarle al rey la serie Juego de Tronos. Luego me ha tocado ver algunos capítulos de una de las temporadas y ahora me explico muchas cosas. La serie está bien filmada, es impactante, mis hijos la siguen con veneración, pero en el fondo muestra un universo medieval, bárbaro, despiadado y primitivo, que a mí no me atrae especialmente. Si al menos lo que se cuenta fuera cierto, tendría un valor histórico pero, encima, es imaginario. Hay detrás un equipo de guionistas que, cuando la cosa se pone fea, tiran de dragones que sobrevuelan el ejército de los malos, les vomitan fuego y los achicharran. Y a otra cosa, mariposa. A mí la Edad Media no me gusta, me parece un período tenebroso, menos mal que llegaron el Renacimiento y las revoluciones. Esto de Juego de Tronos no lo veo muy diferente de las Crónicas de Narnia, o los Juegos del Hambre. Fantasía de consumo para adolescentes. Sin duda, Iglesias me caería mejor si le hubiera regalado al rey Los Soprano (la mejor para mí, con diferencia), o True Detective, o The Wire (esta no la he visto, pero todo el mundo me dice que es muy buena). 

Pero estábamos en por qué estoy tan contento. Además de la vuelta a las carreras, la situación de mi brazo evoluciona. Tengo dolores y molestias importantes, pero me dice Juanmi El Guitarrero que lo que me duele no es el hueso sino lo que le rodea, que esas molestias son independientes de que se esté pegando o no, algo que no se podrá saber hasta el día 9, cuando me hagan una nueva radiografía. Que las molestias me durarán meses y luego se me irán quitando en función de que siga haciendo ejercicios de rehabilitación, dirigidos o por mi cuenta. Me lo dice alguien que se ha roto tantos huesos que dejó de contarlos a partir del número doce. Así que, en principio, vamos bien (por si acaso no es así, ya me las he arreglado para pedir el alta laboral antes, que no me fío ni un pelo de Gárate).

Por nada del mundo querría perderme el viaje a Piter. No sé si lo he contado, pero conozco Tallin y Helsinki, las dos ciudades que custodian la entrada del Golfo de Finlandia, al fondo del cual está construida San Petersburgo. Incluso he cruzado de una a otra en el ferry nocturno que las comunica. San Petersburgo es la ciudad barroca perfecta, construida en el lugar más inadecuado, unas marismas insalubres y de suelo poco firme, como resultado del capricho y el empeño del zar Pedro el Grande, un tipo que deja chiquito al barón Haussmann (no digamos a Gallardón). Pedro el Grande quería hacer una ciudad europea, que fuera como una ventana a Occidente, que permitiera la entrada de aire fresco en el mundo cerrado de la Rusia interior, cuya alma rústica y abnegada odiaba profundamente el zar. Para ello se trajo a ingenieros alemanes y arquitectos italianos que la diseñaron a lo grande. Se cuenta que en la corte del zar se habló francés durante mucho tiempo.

Tenía muchas ganas de visitar San Petersburgo y ya saben que esto de los congresos me gusta como a un niño un caramelo. No es una mala forma de reincorporarse a la vida activa, después de seis meses interrupted. Por mi experiencia en eventos similares, sé que, hasta que tenga lugar mi intervención, estaré tenso y concentrado, sin mirar mucho más allá de mi cabeza y mi ordenador. Una vez liberado, me relajaré y hasta puede que pase olímpicamente de los eventos finales del Congreso (salvo la clausura) para dedicarme a ver un poco la ciudad. Porque no me sobra mucho tiempo para esto. Les tendré al tanto de lo que vaya pasando.

6 comentarios:

  1. Joder, Milu, qué música más buena nos traes...

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  2. Querido padre; solo quería informarle de que su hijo mayor no es un ferviente seguidor de juego de tronos!! Sin embargo interrupters es la caña! Como dirían aquí en Sajonia: es ist geil!

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    1. Pues damos la bienvenida a este nuevo comentarista desde las tierras germánicas. Mis disculpas, querido hijo, tu hermano sí que la sigue con regularidad, y pensé que tú también. Yo prefiero Los Soprano, sin dudarlo.
      Lo de "es ist geil" imagino que es algo así como "mola mazo".
      Besos.

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    2. Veo que te gustan las soul dancers, pero es una pena que se dediquen sólo a marcar cuerpo, sin cantar ni nada. Es el clásico esquema machista: músicos varones, muy buenos y mujeres-objeto enseñando palmito. Sorprende que las jóvenes generaciones no hayan roto con todo eso.

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    3. Bueno, lamento que lo interprete usted de esa manera. Mi visión es diferente. Para mí, este grupo amplio de gente muy joven lo que hace es un homenaje al gran soul de la época dorada, demostrando una cultura rockera admirable. No sólo por el uso de las soul dancers, sino por la potente sección de viento y hasta el micrófono-tentetieso que era maravilloso aunque ya no se usa desde hace décadas. Es un tributo divertido y cariñoso en el que todos parecen estárselo pasando muy bien, incluso las chicas, que no parecen ser unas profesionales de la danza y seguramente tampoco suelen vestirse, peinarse ni maquillarse de esa forma tan sesentera. Si busca usted mi post del ferragosto, con las Supremes y otros grupos de chicas negras con el pelo planchado, verá a qué me refiero.
      Añadiré, por si no lo sabe, que el gran James Brown, extraordinario músico aunque bastante bruto como persona, acostumbraba a sacar a sus dancers en topless.
      Está bien que las jóvenes generaciones sepan de dónde vienen y sean capaces de reírse sanamente de ello. Y además haciendo una música muy buena.

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