Bueno, empiezo por ponerles la
canción homónima de los Beatles, cuyo título viene a decir precisamente eso:
que vamos de puta madre. Se la traigo para que la dejen de fondo y sigan
leyendo.
Pues sí, vamos mejorando. Ya les
conté que me estaba quitando/me estaba quitando de los analgésicos, también
llamados calmantes. Por cierto, ¿saben con qué palabra se designan normalmente
estos productos en el idioma inglés? ¿A que no? Pues se llaman nada menos que painkillers, es decir: asesinos del
dolor. Durante la semana pasada pasé a tomarme un asesino del dolor en vez en
cuando/en vez en cuando y el viernes cayó el último. Desde entonces, nada de
nada. Eso no quiere decir que no tenga dolores. Sólo que ya son de un grado
soportable. Teniendo en cuenta que pasado mañana se van a cumplir seis meses de
mi accidente, pues no creo yo que sea muy bueno para el cuerpo estar tanto
tiempo ingiriendo asesinos de dolores, por mucho que vayan acompañados de un
protector gástrico, tipo Omeprazol, del que también estaba hasta los huevos. Casi mejor ser asesino de pokemons, como gran parte de los jóvenes
de hoy en día.
El viernes pasado conduje 50
kilómetros a El Escorial, y el lunes otros tantos de vuelta. Cargo el grueso de
los movimientos del volante sobre mi brazo sano, pero me muevo con seguridad, y
más teniendo como tengo un coche automático. También van remitiendo algunos
dolores que convertían en insoportables movimientos tan cotidianos como pinchar el
filete hacia abajo con el tenedor, para cortar trocitos con el cuchillo
manejado a modo de sierra con la derecha. Cuando me enfrentaba a un filete un
poco recio, es que me tenían que ayudar a cortarlo, porque no conseguía
sujetarlo adecuadamente. Otra maniobra insufrible: lavarme las manos, en
concreto, enjabonarme el dorso de la derecha con un movimiento circular de la
zurda. Bueno, pues todo eso está getting
better y por fin ayer hice lo que desde hace mucho estaba deseando hacer. ¿Cómo
dicen? ¿Pedir el alta laboral? ¿Pero es que no me conocen todavía después de
casi cuatro años?
No, señor. Ayer lo que hice fue
salir tempranito a correr al Retiro, antes de mi sesión de rehab. Vestido con la tercera equipación del Dépor de este año, esa
preciosa camiseta gris inspirada en la primera que usó el equipo hace 110 años,
un pantalón cómodo, mis maravillosas Brooks
Adrenaline y mi reloj cronómetro puesto a cero, salí a la calle a las 7.30,
cerré la puerta del portal y eché a correr, una zancada detrás de otra. El aire
era fresquito y había poca gente por la calle. Crucé la Castellana, subí la
Cuesta de Moyano y empecé a rodear el parque por el interior de la valla, en
sentido norte. Paré en el sitio de costumbre para mi tanda de estiramientos y
continué hasta el arranque del Paseo de Coches, por el que volví hacia el sur
hasta rodear la rosaleda y empezar la bajada desde la estatua del Ángel Caído, Cuesta
de Moyano en sentido inverso y vuelta a casa.
Paré mi cronómetro en la puerta:
37.30 minutos. Teniendo en cuenta que la distancia la tengo medida en 4
kilómetros, eso da una velocidad inferior a los 9 minutos/kilómetro. Lo que quiere
decir que, en el caso de que hubiera andado por allí el señor Rajoy con su
marcha gallinera, sacando los codos como pollo espantado, me habría adelantado
con más facilidad que la que exhibe en el falso vídeo con Usain Bolt. Bueno, qué quieren que le haga. Tengo 65 años, llevo sin
correr desde mediados de diciembre, ocho meses justos, y he sufrido
vicisitudes varias en ese largo calvario. Pero yo soy un veterano y sé cómo hay
que hacer estas cosas. Es fundamental que el ejercicio se vaya incorporando a
nuestras vidas de forma gradual. Y mantener una cierta regularidad: si yo no
vuelvo a correr hasta dentro de quince días, partiré otra vez de cero (o sea
que pienso repetir el viernes y lunes próximos). Sentado esto, es fundamental
programarse una distancia y hacerla entera, sin tener que pararse. Si te tienes
que parar porque ya no puedes más, es que has ido demasiado rápido. Por el contrario, si no llegas a pararte en ningún momento, es que has sabido regular el ritmo de carrera. Esto es clave. Ya habrá tiempo de irlo mejorando.
Así que yo cubrí objetivos. Al
final, anotas tu tiempo y, en la siguiente salida, lo comparas y valoras la
mejora. En mis años de corredor de maratones, esta distancia me la hacía yo en
20 minutos, e incluso menos. Ahora tengo que ir poco a poco. Les diré que luego
me duché completamente agotado, desayuné como correspondía y me fui a la rehab.
Allí se lo conté a mi adorable recuperadora, que me reveló que ella también
corre. O sea, que no sólo es fan de Bruce Springsteen, sino que además es
corredora. De una de estas le paso el link del blog. Adelantándome a lo que
estarán pensando algunos de ustedes, les aclararé que el único riesgo de salir
a correr, en relación con mi brazo, es la posibilidad de que me caiga y me lo
vuelva a lastimar. Tocaré madera, pero ya conocen mi frase en estos casos: ¿qué
es la vida sin un poco de riesgo? A mí correr me sienta muy bien. Hoy tengo
unas agujetas de caballo y mañana serán peores. Pero el viernes mi tiempo de
carrera empezará a reducirse.
A la vista de la evolución de mi
brazo, tengo la intención de pedir el alta en torno al 1 de septiembre. Mi
próxima consulta con Gárate no es hasta el día 9, pero tengo ciertas
expectativas para ese mes que pronto les contaré (cuando sean seguras) y me
conviene incorporarme a mi puesto antes. Si todo va como espero, septiembre va
a ser un mes muy interesante. Y con un cierre de altura que, éste sí, les puedo
adelantar. El 27 de septiembre, Bruce Springsteen presentará en Nueva York su
autobiografía, que se llama Born to run,
y que lleva escribiendo siete años, en los ratos libres de su intensa actividad
y sin ayuda de negro alguno. Como podría
esperarse, se trata de un disco-libro, o más bien un libro y un disco que
pueden adquirirse conjuntamente. El disco, que se va a llamar Chapter and verse, estará compuesto por
18 canciones, una por cada capítulo del libro.
Y, lo más sorprendente, las cinco
primeras canciones son grabaciones inéditas, maquetas que grabó en su juventud
y que no tuvieron difusión alguna. Estas cinco primeras canciones ilustran la
parte del libro en que se cuenta su infancia y adolescencia en New Jersey. La
editorial Random House tiene los derechos de la edición española y desconozco
si se hará un lanzamiento simultáneo en todo el mundo. El Boss, como supongo
que imaginan todos mis lectores, es ahora mismo un personaje por encima del
bien y del mal, alguien que hace lo que quiere y que controla sus productos con
minuciosidad de maniático (siempre lo ha hecho). Es decir, que este hombre no
va detrás del mercado vendiéndole a la gente lo que la gente quiere, sino que
es un creador ante el que el mercado se pliega y le financia todas sus ideas. Y
está en un momento de exuberancia creativa y paz espiritual que es lo que pone
ese toque de autenticidad en todos sus productos, convirtiéndolo en un artista
único. Abajo tienen la portada de disco y libro.
Ya ven que, de joven, el Boss no daba ese aspecto de leñador que ahora le caracteriza, resultado de mucho ejercicio y mucho gimnasio. Por el contrario, era un joven con un cierto aire frágil, pero ya con una sensibilidad fuera de toda duda (yo creo que se da un aire a su tía Ida, la peluquera). Como ya hemos entrado en estos terrenos, les voy a dejar con un vídeo de aquellos tiempos. Racing in the streets es una de las composiciones más bellas de todo su repertorio y con un duelo piano-órgano que pone los pelos de punta. Así la tocaba en directo en Houston (Texas) en 1978. Cuenta la historia de una panda que se dedica a recorrer las carreteras para participar con sus coches tuneados en locas carreras urbanas como la que acabó con la vida de James Dean, o la que cierra la película American Graffiti. Lo hacen sólo por el dinero y sin dar importancia al hecho de que se juegan la vida. Al final, el chico encuentra una chica con la que escapa de esa vida, llega hasta el Pacífico y acaban bañándose en el mar. El Boss se permite incluso una morcilla localista sustituyendo el Northeast State de la letra original por un Texas State que levanta la ovación del publico.
Con el final del túnel a la vista, les deseo lo mejor para el año que empieza. Aquí el vídeo prometido.
Me alegro de su mejoría, pero no se precipite, estas cosas son lentas. Y, nada, habrá que comprarse el disco-libro del Boss. Un abrazo.
ResponderEliminarTranquilo, soy persona prudente. Yo, desde luego, me compraré el libro.
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