sábado, 30 de abril de 2016

500. Mi modesto homenaje a Cervantes

Alcanzada esta cifra mágica del post #500, sin mayores quebrantos que el de mi brazo izquierdo, cuya imagen radiográfica oportunamente subí a este blog para que pudieran apreciarla como pieza de arte conceptual espontáneo, conseguida por intermediación de una puerta de Metro mal alcanzada, con resultado anatómico a la altura de las mejores propuestas de la arquitectura deconstructivista, pues digo yo que cumple hacer un pequeño homenaje al mayor genio literario de la historia, cuyo centenario se conmemora en estos días. Cierto es que también se celebra el de un tal William Ke-se-espere, o como quiera que se diga, bien valorado en el mundo anglosajón y de fama igualmente merecida, aunque dicen las malas lenguas que el caballero Ke-se-espere era en realidad un empresario teatral que contaba con todo un equipo de ayudantes, de los por aquí llamados negros y en las tierras británicas ghost writers, que le elaboraban borradores que él se limitaba a corregir y depurar con su talento innegable, mientras que nadie duda de que Cervantes construyó su obra en solitario, muchas veces en la penumbra de las celdas en que estuvo preso, y encima con una sola mano, algo de mucho mérito, de lo que puedo dar fe después de haber comprobado en mis propias carnes lo costoso que me resultaba escribir nuevos textos en los días posteriores a mi accidente, una tarea que me supuso luchar a brazo partido, para mantener mi ritmo habitual de producción.

He de añadir que, allá por marzo de 2013, ya conmemoré mi post #100 con un pequeño fragmento del Quijote, escogido por varios motivos: el corto tamaño que le permitía ajustarse a las dimensiones máximas de mi blog, el punto escatológico que por aquellos tiempos impregnaba parte de mis textos y el toque humorístico que este foro no debe perder jamás. Pueden consultarlo AQUÍ. Tenía pensado ir honrando mi blog con referencias cervantinas cada vez que alcanzara un número redondo, pero mi vida ajetreada me lo ha impedido y quiso la diosa Fortuna que el post #200 me pillara en Bruselas, disfrutando de la hospitalidad de mi amigo Antònio Trinidad que, por cierto, se ha venido a vivir a unos cien metros de mi casa, por lo que ya hemos dado juntos algún que otro paseo por el barrio. El #300 me llegó en un tren en dirección a Colonia y Hamburgo, en el que había hecho migas en francés con una dama que no recordaba el nombre del arquitecto autor de la estación de Lieja, que acabábamos de atravesar, un nombre que, decía, sonaba algo así como kamasutra. Dado que suele decirse que el tal arquitecto te la clava, la analogía cobra un doble sentido un tanto chocante.

En cuanto al post #400, me pilló en Leipzig, el día de mi intervención en una Jornada titulada Patizipation und Urban Intervention, organizada nada menos que por la Facultät Architektur und Sozialwissenschaften. Tal vez se inclinen vuesas mercedes a pensar que todo esto lo estoy contando a título de excusa, pero nada más erróneo. Yo escribo los textos en formato Word, y se numeran al subirlos al blog por un procedimiento de corta-pega, completado con el añadido de imágenes, videos y links. Estando por ahí de aventuras europeas, no me entero de que he alcanzado un número redondo conmemorable hasta el momento mismo en que lo subo a la nube. Tampoco viajo, como es lógico, con el ejemplar del Quijote que atesoro con mimo. Creo que ya he comentado que mi padre, en sus últimos años, era el único libro que leía, una y otra vez. Lo tenía en la mesita de noche y proclamaba que ningún otro texto le divertía como este. Le pasaba lo mismo con los huevos fritos con patatas, la única cena que admitía. Los hijos le llevábamos a veces a restaurantes caros, con objeto de devolverle una micra de todo lo que nos había dado, y acabábamos enfadados con él: joder, papá, ¿para eso te traemos aquí? ¿Para que pidas huevos fritos?

En fin. Por mor de nuevo de la diosa Fortuna, que tuvo a bien hacerme tropezar contra el defensa lateral izquierdo del equipo contrario que formaban los que bajaban del Metro que yo intentaba tomar, esta vez la cifra de 500 posts me ha pillado en casa, de baja y con el Quijote a mano. Y con tiempo tras una semana atareada. Es momento, pues, de homenajear al maestro con un texto también corto y humorístico como el anteriormente comentado. También aquí, he de ponerles en antecedentes. Al final del capítulo XVI del segundo tomo del libro, don Quijote se ha encontrado a otro caballero con el que ha trabado amena conversación. Se trata de don Diego Miranda, que le sigue la corriente diciéndole que también él se dedica a la esforzada tarea de caballero andante, desfacedor de entuertos y defensor de doncellas amenazadas. Hasta tal punto que, a falta de mejor nombre, don Quijote lo ha bautizado como El Caballero del Verde Gabán. Mientras conversan ambos hidalgos, Sancho aprovecha para acercarse hasta unos pastores que andan cerca, por ver si le dan un poco de leche o algo que sacie su habitual glotonería. En esas don Quijote ve a lo lejos un carro con banderas reales y, presintiendo que se avecina una nueva aventura, llama a Sancho a grandes voces, apremiándole a que le traiga la celada, que el otro carga en su borrico. Es así como Cervantes pone en suerte al lector para abordar el Capítulo XVII, cuyo inicio aquí se transcribe.

    Cuenta la historia que cuando don Quijote daba voces a Sancho que le trujese el yelmo, estaba él comprando unos requesones que los pastores le vendían; y, acosado de la mucha priesa de su amo, no supo qué hacer dellos, ni en qué traerlos, y, por no perderlos, que ya los tenía pagados, acordó de echarlos en la celada de su señor, y con este buen recado volvió a ver lo que le quería; el cual, le dijo:
             –Dame, amigo, esa celada; que yo sé poco de aventuras, o lo que allí descubro es alguna que me ha de necesitar, y me necesita, a tomar mis armas.
              El del Verde Gabán, que esto oyó, tendió la vista por todas partes, y no descubrió otra cosa que un carro que hacia ellos venía, con dos o tres banderas pequeñas, que le dieron a entender que el tal carro debía de traer moneda de Su Majestad, y así se lo dijo a don Quijote, pero él no le dio crédito, siempre creyendo y pensando que todo lo que le sucediese habían de ser aventuras y más aventuras, y así respondió al hidalgo:
              –Hombre apercebido, medio combatido: no se pierde nada en que yo me aperciba, que sé por experiencia que tengo enemigos visibles e invisibles, y no sé cuándo, ni adónde, ni en qué tiempo, ni en qué figuras me han de acometer.
               Y, volviéndose a Sancho, le pidió la celada; el cual, como no tuvo lugar de sacar los requesones, le fue forzoso dársela como estaba. Tomóla don Quijote, y, sin que echase de ver lo que dentro venía, con toda priesa se la encajó en la cabeza; y, como los requesones se apretaron y exprimieron, comenzó a correr el suero por todo el rostro y barbas de don Quijote, de lo que recibió tal susto, que dijo a Sancho:
              –¿Qué será esto, Sancho, que parece que se me ablandan los cascos, o se me derriten los sesos, o que sudo de los pies a la cabeza? Y si es que sudo, en verdad que no es de miedo, sin duda creo que es terrible la aventura que agora quiere sucederme. Dame, si tienes, con qué me limpie, que el copioso sudor me ciega los ojos.
            Calló Sancho y diole un paño, y dio gracias a Dios de que su señor no hubiera caído en el caso. Limpióse don Quijote y quitóse la celada por ver qué cosa era la que, a su parecer, le enfriaba la cabeza, y, viendo aquellas gachas blancas dentro de la celada, las llegó a las narices, y en oliéndolas dijo:
              –Por vida de mi señora Dulcinea del Toboso, que son requesones los que aquí me has puesto, traidor, bergante y mal mirado escudero.
              A lo que, con gran flema y disimulación, respondió Sancho:
            –Si son requesones, démelos vuesa merced, que yo me los comeré…Pero cómalos el diablo, que debió de ser el que ahí los puso. ¿Yo habría de tener atrevimiento de ensuciar el yelmo de vuesa merced? ¡Hallado le habéis el atrevido! A la fe, señor, a lo que Dios me da a entender, también debo yo de tener encantadores que me persiguen como a hechura y miembro de vuesa merced, y habrán puesto ahí esa inmundicia para mover a cólera su paciencia y hacer que me muela, como suele, las costillas. Pues en verdad que esta vez han dado salto de vago, que yo confío en el buen discurso de mi señor, que habrá considerado que ni yo tengo requesones, ni leche, ni otra cosa que lo valga, y que si la tuviera, antes la pusiera en mi estómago que en la celada.
               –Todo puede ser –dijo don Quijote.

Nada puede comportar mayor honor y privilegio para este foro, que reproducir un fragmento del Quijote. Que disfruten ustedes de este maravilloso puente de mayo       


2 comentarios:

  1. Le está dando usted más importancia a Cervantes, que la que le conceden los poderes fácticos, con este gobierno que, en cuestiones culturales lleva más de cuatro meses en funciones. O en dejación de funciones. Si hubiera sido inglés o francés, ya llevarían más de un año preparándole el homenaje. Qué se puede esperar de un presidente cuya principal lectura es el Marca.

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    1. Totalmente de acuerdo con usted. Lo malo es que hemos perdido la ocasión de darle una patada en el culo a este impresentable. A lo peor nos toca aguantarle otros cuatro años haciendo tropelías y con esa desidia tan irritante.

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