Bueno ya saben que, como buen
gallego, no creo en las meigas, pero haberlas hailas. Sólo así puede explicarse
la racha negativa que acaba de atravesar el Deportivo de La Coruña, que ha
estado nada menos que 13 jornadas seguidas sin ganar un partido. Ningún
analista deportivo se lo explica. Justo antes de la racha, era el equipo
revelación de la Primera División, y su entrenador fue elegido por sus
compañeros de profesión como el mejor de la primera vuelta del torneo. Bien,
nadie da con la razón de lo sucedido, pero yo sí, y se la voy a explicar, como
una primicia mundial. Para quien no haya seguido las noticias del fútbol, el
Depor empezó el campeonato con un juego alegre, desinhibido e imaginativo, lo que
le permitió auparse nada menos que al sexto puesto. Ese era el lugar que
ocupaba el 19 de diciembre, cuando consiguió su última victoria, por 2-0 frente
al Éibar. Todo eran elogios en ese momento.
Entonces empezó la racha nefasta.
Por mucho que hiciera, el equipo no conseguía pasar del empate o la derrota. En
partidos que tenía ganados y dominados, de pronto encajaba un gol en los
últimos minutos (contra Valencia, Betis y otros), o bien el árbitro se
inventaba un penalti en el descuento (Villarreal), o hasta se metían un gol en
propia meta (Málaga), todo ello al final de los partidos, cuando el juego entra
ya en esos minutos basura en que el equipo que va ganando no ha de hacer otra
cosa que pasarse la pelota sin perderla, fingir lesiones, mandar el balón a la
grada y otros trucos de manual. Pues al Dépor siempre se le jodía el invento en
el último suspiro. Es que no sabe cerrar los partidos, decían sesudos
especialistas. Es que las navidades le han sentado mal. Es que es año bisiesto.
Ninguna de esas explicaciones acertaba.
Lo que pasaba es que la última
victoria había sido el 19 de diciembre y ese día se habían alineado los
planetas, o alguien había echado las cartas del tarot, o los posos del té, o
nos había mirado un tuerto, o vayan ustedes a saber qué. El caso es que nos
habían echado un meigallo del que no había
forma de librarse. Y la clave estaba en volver a jugar un día 19. No hubo
jornada de liga el 19 de enero, ni el 19 de febrero. Como esto del fútbol es muy
psicológico, los jugadores, incapaces de romper el sortilegio, estaban
acojonados y cada vez jugaban peor. Hasta que llegó el 19 de marzo. Ese día, el
Dépor se enfrentaba en Riazor al Levante, el peor equipo de Primera División,
colista por méritos propios. Se estaba acabando el partido, el resultado era de
empate a uno y el equipo estaba jugando peor que nunca; creo que hacía años que
no les veía jugar tan mal. Entonces, a dos minutos del final, Lucas, delantero del
Dépor, disparó al poste, la pelota salió rebotada hacia el campo, golpeó
en el culo del portero visitante y se coló en la puerta.
Ahora díganme si esto puede ser otra cosa que algo paranormal. Tres meses recibiendo autogoles, penaltis injustos, despistes
defensivos, etc. todo ello en los últimos minutos de partidos bien jugados y
dominados y, el día en que peor estamos jugando, ganamos por fin, gracias a un
autogol en el último segundo, marcado por el portero visitante con el culo. El azar tiene
sus reglas, otra cosa es que sepamos entenderlas los humanos, pero las tiene.
Que el meigallo se ha roto definitivamente, quedó demostrado este sábado en el
partido contra el Celta. El Depor jugó treinta primeros minutos primorosos,
como no lo hacía desde la primera parte de la Liga. Se puso por delante, encajó
el empate y luego supo mantenerlo, supo cerrar el partido a pesar de una serie
de infortunios y frente a un equipo superior. Supo hacer lo que durante los
tres meses fatídicos no le salió bien ni una sola vez.
Ya les he dicho alguna vez que
las rachas buenas y malas del Dépor suelen coincidir con las de mi trayectoria
vital. El llamado Súper Dépor empezó más o menos en 1992 y acabó unos diez años
después. Fue ese un período de esplendor en mi vida, tanto personal como
profesional, cuando tuve una situación más estable, cuando nacieron mis hijos y
cuando ejercí puestos de mayor responsabilidad en el Ayuntamiento. Después, las
cosas fueron a peor en todas partes. En esa línea argumental, les recuerdo que
mi accidente con rotura de húmero, fue precisamente el 19 de febrero. Como
saben, he sido corredor de fondo, me he tenido que entrenar muchas veces de
noche para no perder comba y tengo una manera de correr sin levantar mucho los
pies (la llamada zancada económica). Como resultado de eso, me he caído incontables
veces, he tenido lesiones menores, luxaciones, fisuras y roturas musculares
varias. Pues el día 19 de febrero era el día en que me dirigía a mi trabajo más
tranquilamente, sin ninguna prisa, me
había acostado el día anterior a las dos de la mañana, era mi cumpleaños y
pensaba llegar tarde al trabajo, para darme un homenaje. Pues ese fue el día en
que me caí.
Ahora estoy en plena faena de
constitución del llamado callo de fractura, alrededor de ese clavo de titanio
de 25 centímetros que será ya mi compañero de por vida y al que, por tanto, tenía que ponerle un nombre. Finalmente he decidido que lo voy a llamar
alternativamente Konrad Adenauer y Charles De Gaulle, ya que ambos fueron capaces
de unir los dos trozos de la Europa fracturada por la Guerra Mundial, igual que
mi clavo está ayudando a unir los dos trozos de mi húmero. Me cuenta mi hermano
Antonio, médico eminente, que la formación del callo de fractura empieza justo
en el momento de la propia rotura, ya que, en ese instante, millones de células
óseas se suicidan masivamente y nada estimula más la osteogénesis que ese
suicidio colectivo. Como el callo tarda tres meses en darse por formado y
soldado, está claro que el proceso terminará el 19 de mayo. Ese día empezaré a
nadar dos veces por semana. Y, tal vez, el 19 de agosto empiece a correr otra
vez por el Retiro, ya que saben que esa segunda quincena de agosto es el
momento perfecto para empezar la temporada. Me falta una fecha: la de mi alta
médica, el día en que he de volver al trabajo como un revenant. ¿Se apuestan algo a que me la dan
el 19 de abril?
Por lo demás, estoy tan a gusto
sin trabajar, que me parece que el día en que me den el alta me voy a llevar un
disgusto. El otro día, visité a mis compañeros y encontré a muchos tristes,
preocupados o deprimidos. Están sucediendo cosas, está habiendo cambios, están
cesando a gente por sorpresa. A mí me da pena por algunos compañeros a los que
aprecio y con los que creo que no se está siendo del todo justo. Pero yo soy
inmune a eso. ¿Por qué? Pues por dos razones. Lo que les están haciendo a
ellos, me lo hicieron a mí hace cuatro años, cuando llegó la señora Botella. Y,
de acuerdo con nuestro convenio colectivo, no se puede bajar a un funcionario
más de dos niveles (los que me bajaron a mí entonces) respecto a su nivel
funcionarial consolidado. O sea, que a mí ya no me pueden bajar más. La otra
razón es que, a partir del 19 de junio (otro día 19), pasaré a la situación de
funcionario reenganchado y podré jubilarme cuando me dé la gana, avisando con
tres meses de anticipación.
Un inciso. Hablando de la señora
Botella, habrán leído que la acaban de fichar para un alto cargo de la
Organización Mundial de Turismo. No es ninguna sorpresa para mí, de acuerdo con
las opiniones que sobre ella he escrito en mi blog. Para mí, lo que sería una
sorpresa mayúscula es que la señora que ha ejercido durante tres años y medio
como Concejala Contra el Urbanismo de
Madrid consiga una ocupación de mayor nivel que el de empleada de hogar.
Dicho esto, vuelvo a mi línea
argumental. Se vive de puta madre de jubilado. Aunque te duela el brazo. Así
que no sé cuánto voy a durar de revenant.
Depende de que me ofrezcan tareas divertidas, que yo entienda como útiles para la
ciudadanía. Mientras tanto, no puedo quitarme de la cabeza aquella melodía que
decía: Es una lata, el trabajar, todos
los días te tienes que levantar. Ah, ¿que no la conocen? Claro, algunos de
ustedes no habían ni nacido. La cantaba un argentino que se llamaba Luis
Aguilé. No era mal músico, pero se ganaba la vida componiendo canciones ñoñas y
haciendo el payaso. Si la gente compraba sus discos a miles, para qué se iba a comer
más el tarro artísticamente. Solía subrayar su figura de clown con unos sombreritos
de una talla inferior a la suya, y unas corbatas gigantescas que (me consta) le
hacían a medida. Les dejo el vídeo, pero no hace falta que lo escuchen entero (es
muy malo); sólo la primera estrofa, aunque la repite al final. Antes, les voy a
regalar una versión apócrifa de mi cosecha (ya saben que no se me da mal el
ripio), por si la quieren cantar así:
Es
una lata, el trabajar
Todos
los días te tienes que levantar
Más
si se aburren, la solución
Es
divertirse un ratito con mi blog
P.D. Ya que se ha hablado de furgol en este post, añadiré otra cosa:
hacía años que no me alegraba de una victoria del Madrís. Quiero decir, en la Liga nacional. Cuando juega en
Europa cualquier equipo español, siempre me alegro de que gane. ¿La razón? Yo
mismo me lo he preguntado y creo que he dado con la respuesta. Lo que me pasa
es que estoy hasta los huevos de Piqué, del Periscope, o como se llame, y hasta
de Shakira. Me parece insultante que cierta basura informativa cope tres cuartas
partes del periódico, cuando llevamos tres meses sin gobierno, hay alerta por atentados yihadistas y Europa está
dejando tirados a los pobres sirios. Hala, ya está dicho.
El azar parece a veces que sigue unas reglas, pero yo creo que es falso. Si siguiera unas pautas ya no sería azar. De todas formas, su ensoñación sobre los días 19 es muy sugerente y literaria. Y también un poco tramposa: excepto los resultados del Deportivo, de los que habla al principio, las demás fechas están determinadas por su cumpleaños y su accidente, dos circunstancias que coincidieron en el mismo día por mero azar.
ResponderEliminarY totalmente de acuerdo con la postdata: Piqué resulta estomagante, a niveles que ya superan hasta al Cretino Ronaldo (fue usted quien le puso el mote, no yo)
Respecto a su primer párrafo, estoy bastante de acuerdo con usted. Lo que pasa es que yo, a veces, tengo que darle un punto poético a mis textos, para que tengan un poco más de encanto. Su versión es más prosaica y seguramente se acerca más a la verdad.
EliminarEn cuanto al segundo párrafo, me encanta esa palabra, que no creo haber oído nunca: estomagante. Aparece en el diccionario de la RAE y, atención a los sinónimos del Word Reference: molesto, cargante, fastidioso, insoportable, antipático, latoso, pesado. Está claro que el señor Piqué es todo eso. Yo, como persona de origen levantino, añadiría uno más: caldoso.