Como saben, soy miembro activo del
club de lectura Billar de Letras, que dirige, estructura y protagoniza de
manera absoluta mi amigo el escritor cubano Ronaldo Menéndez. Hay varios turnos
y, en el mío, la presencia mayoritaria es femenina y juvenil, aunque también
hay varones, pero casi todo el mundo es joven y sueña con iniciar una carrera
literaria fructífera de la que poder vivir. Es decir, que yo soy doblemente una
especie de garbanzo negro del potaje, tanto por varón como por veterano. Bien,
pues hay alguien aun más extremo que yo en estas lides: también varón y aun de
más edad. Es argentino, se llama Eduardo Waisman y aquí pueden verle en una foto reciente. Es una persona extremadamente
educada, que deliberadamente busca un segundo plano, una discreción que
contradicen sus breves intervenciones en las sesiones del club, en las que deja
entrever unas reflexiones siempre originales y precisas, de una hondura poco
común.
Hacemos una sesión mensual y, en
una de las últimas, Eduardo, así como sin darle demasiada importancia al
asunto, nos anunció que había conseguido que le publicaran un libro de relatos
cortos, que pronto sería presentado en un acto en el Centro Cultural
Galileo-52, al que por supuesto estábamos todos invitados. El libro se llama Calles alquiladas, su presentación tuvo
lugar el pasado viernes, día 15, y constituyó un acto emotivo, en el que
hablaron dos de los editores, la también escritora y compañera del Club Pilar
Mañas, y el propio autor, que nos contó un poco de su historia, de cómo había
empezado a escribir y de cómo había llegado a publicar este su primer libro de
contenido estrictamente literario a los 72 años que tiene, tras de lo cual,
procedió a leer algunos de sus textos. Al final, impactado y emocionado por lo
que acababa de presenciar, me compré un par de sus libros que le pedí me
dedicara, uno para mí y otro para regalar. Tal vez, cuando lo lea completo
adquiriré algunos más para nuevos regalos.
Ahora sé un poco más de la vida
de Eduardo Waisman, que no creo que le importe que desvele en este texto.
Nacido en Buenos Aires, de padres judíos polacos, que tuvieron la visión y la
fortuna de escapar a tiempo del horror que amenazaba sus vidas en su tierra de
origen, detrás de su habitual sencillez y humildad hay un verdadero genio de la
Física, materia a la que ha dedicado sus estudios y su vida, a pesar de que,
desde adolescente, escribía pequeños poemas que no mostraba a nadie. Cursó la
carrera de Física y una serie de estudios pre-doctorales en Buenos Aires y luego
se trasladó a New York para hacer su doctorado. Ha vivido mucho tiempo en
Estados Unidos (28 años en San Diego), también en Francia y, desde hace diez
años, en Madrid. Lógicamente, está jubilado, pero sigue haciendo consultorías y
colaboraciones esporádicas. Ha escrito incontables artículos en las más
prestigiosas revistas científicas y, si buscan su nombre en Google, encontrarán
algunos de los últimos, centrados en la nanotecnología y otras complejas
disciplinas. Tiene dos hijos y tres nietos.
¿Y cuándo empezó a dedicar tiempo
a la literatura este brillante científico? Pues él mismo nos lo explicó con su proverbial
humildad. Recién llegado a Madrid, seguramente para vivir una jubilación
tranquila junto a parte de sus hijos y nietos, se instaló en la calle
Gaztambide. Un día, su mujer le dijo de pasada: si andas buscando
entretenimientos para tu tiempo libre, acá a la vuelta de la esquina, sin bajar de la acera, hay una escuela de
escritura creativa; te podrías apuntar. Eso fue lo que hizo y allí conectó con
su maestra Pilar Mañas, presente en el acto que comentamos. Siguiendo sus
enseñanzas, empezó a escribir relatos breves con los recuerdos de su larga y
fructífera vida, como parte de los deberes del curso de escritura. Pilar se dio
pronto cuenta de la hondura y el valor potencial de lo que este hombre
atesoraba y fue una maestra excelente, por lo visto.
Eduardo se refirió a ella como
una enseñante muy estricta, que le corregía con severidad, que le rechazaba determinados
textos que calificaba como muy malos y le animaba a profundizar en otros en los
que veía un posible filón literario. Hace algo menos de un año, le habló de la
posibilidad de publicar una selección de estos textos. Ella misma buscó a los
editores, hizo la selección y, algo muy importante, ordenó los relatos. El
libro tiene un tamaño como el de cualquier otro y sin embargo, contiene 45
pequeños textos, algunos de ellos poemas. Quiere decir que, con pocas
excepciones, se trata de relatos de una o dos páginas. Yo creo que, en mi blog,
destacarían por cortos. Y esto es algo de mucho mérito. Porque, aparte los que
él mismo leyó en la presentación, yo les he echado un vistazo a algunos otros y
son extraordinarios.
Y aquí viene a cuento hablar de
los editores. Se trata de una pequeña empresa, con sólo un año de existencia,
llamada Esdrújula Ediciones. En la
presentación, se dijo que el nombre de la editorial tenía un doble significado.
Por una parte, las esdrújulas no llegan ni al 7% de las palabras registradas en
el diccionario de la RAE. Y, por otro lado, todas, sin excepción, se acentúan.
Esa es la pretensión de esta editorial: publicar libros minoritarios y, en
cierta forma, especiales, y hacerlo con unas reglas constantes, entre ellas un
nivel de calidad del producto muy por encima de la media. Tengo el libro ante
mí mientras escribo y es realmente un objeto bonito, con una portada cuidada,
un papel de un gramaje recio, una letra grande y una impresión poderosa. Les
animo a comprarlo; sólo vale 15€ y es un libro estupendo para tener en la
mesita de noche o llevar en el Metro. Sus textos son tan cortos que no dan
ocasión a quedarse dormido, ni pasarse de estación.
Queda hablar de los valores del
relato corto, frente a la gran novela. Uno de los editores era también autor de
relatos cortos e hizo una defensa encendida del género. Contó que él había
intentado publicar colecciones de relatos y se encontraba siempre una especial
resistencia, una actitud que venía a significar que uno no es realmente un
escritor hasta que hace una novela larga. Son sin embargo dos géneros
diferentes, lo que pasa es que en España se tiene esa tradición de considerar
el cuento como un género menor. Además, ahora, con los nuevos medios de
difusión digital, la gente que gusta del relato corto los puede encontrar a
cientos en Internet. Me sentí muy aludido por esta reflexión. Yo escribía
relatos, gané con ellos un premio y quedé finalista en otros dos, pero siempre
encontraba esa presión para escribir una novela larga. Lo intenté, perdí tres
años en el empeño, me salió un desarrollo demasiado voluminoso que aun tengo en
el congelador y, como una especie de revancha, abrí este blog, con textos aun
más cortos que mis relatos anteriores.
En Latinoamérica, el relato es un
género mucho más valorado, en donde triunfaron algunos de los mejores
cuentistas, como Julio Cortázar, para mí el más grande, a la altura de los
grandes maestros Edgar Allan Poe y Antón Chéjov. Cortázar, que era un gran
aficionado al boxeo (y al jazz y a otras muchas disciplinas) decía que la
novela te gana siempre por puntos, mientras que el cuento ha de ganarte por knock-out.
William Faulkner abundó en la idea, cuando dejó escrito que la novela te permite
divagar, salirte de la historia o hacer largas descripciones, mientras que en
el cuento no se pueden desperdiciar palabras. Menos aun en textos de dos
páginas como los que ha compuesto mi compañero de club, admirado y ya
definitivamente amigo Eduardo Waisman. Busquen su libro; merece la pena.
Recuerden: Calles alquiladas, Eduardo Waisman, 2016, Esdrújula Ediciones.
Acabaré diciendo que acudí al
acto acompañado de mi amigo argentino Guillermo y de mi también amigo
colombiano Gonzalo López, que vive en San Diego, aunque andaba por aquí de
paso, como suele cada año. A este último lo avisé sin saber que Eduardo había
sido vecino suyo durante 28 años, en el condado de Chula Vista, donde reside Gonzalo,
y que es como si en Madrid hablamos de Leganés. Con el cubano Ronaldo, hicimos
una pequeña tertulia, con su cerveza correspondiente, unidos todos por este idioma
maravilloso que es el castellano. Ese que una lista de supuestos intelectuales
catalanes ha propuesto prohibir en la futura república resultante de la tan
ansiada secesión. Por cierto, repaso la lista de firmantes y, el único que me
suena, es el señor Carod Rovira, aquel que, siendo líder de ERC, viajó por su
cuenta al sur de Francia a entrevistarse con la cúpula de ETA, para pedirles
que dejaran de matar dentro de Cataluña, que mataran sólo fuera. ¿Lo recuerdan,
verdad?
He buscado el libro en FNAC, Casa del Libro, La Central y otras. No tienen ni idea de su existencia. ¿Cómo se puede conseguir?
ResponderEliminarEs el problema de las editoriales pequeñas. No sé si en La Casa del Libro te lo pueden pedir. Ahora mismo puedes adquirirlo a través de la página de Amazon, o dirigiéndote directamente a Esdrújula Editores. Otra vía: aunque no sé quién eres, te puedo yo comprar alguno. Veo a Eduardo en las sesiones de Billar de Letras y, en la del pasado martes, le dije que me trajera unos cuantos para regalar. Por último, Esdrújula tendrá caseta en la próxima Feria del Libro de Madrid, en donde el amigo Waisman estará, al menos un día, firmando ejemplares.
EliminarSaludos.