Bonito fin de semana el que he
pasado en este otoño luminoso, la estación en que resulta más agradable vivir en Madrid.
Dicen los meteorólogos de la tele que estos días ha hecho el clima perfecto en
mi querida ciudad. Para mi gusto aún sigue haciendo demasiado calor, aunque es
cierto que va corriendo un airecillo serrano que mantiene las noches frescas y
el aire limpio de contaminación. Y para colmo, uno sale a la calle y no la encuentra llena de nacionalistas,
dando la murga con sus banderitas y sus cánticos guerreros. La verdad es que se
vive muy bien en esta ciudad, en donde, como en Coruña, nadie es tratado de
forastero y cualquiera que entre en un bar a tomarse un vermú o un tinto de
verano es atendido amablemente por el proverbial camarero con mandil anudado
a la espalda y trapo sobre el hombro izquierdo, ya sea guiri o del foro.
Hablando de bares, mi amigo
Álvarez, el camarero más antiguo de El Brillante de Atocha, el que se sitúa en
la barra de arriba junto a la puerta que da al Museo Reina Sofía, me ha contado
que le llega la hora de jubilarse. Lo hará el 1 de noviembre. Supongo que ese
día cumplirá los 65. El bar no será el mismo sin él, pero es ley de vida. Yo creo que deberían de declararlo Bien de Interés Cultural antes de que se jubile. Dice
que, cuando venga de visita y sea un cliente más, me dejará que le convide a alguna
ronda. En los 30 años que lo conozco, no he conseguido nunca invitarlo a una sola
caña y dudo que ahora me deje, pero eso es lo que me ha dicho. Por mi parte, ya les he revelado mi intención de reengancharme, a caballo de los nuevos tiempos y ante la posibilidad de hacer
cosas interesantes de manera transversal, aun siguiendo en el mismo puesto.
Estoy contento en el trabajo últimamente y parece que hasta se me
nota. Mi amigo X, que ha decidido jubilarse y se marchará a final de año,
sostuvo conmigo el otro día una conversación muy significativa, que les
transcribo
X: –Hay que ver qué
bien te veo. Si pareces otro. Estabas muerto y hace un par de semanas que has resucitado
como Lázaro.
Yo: –No te
equivoques, amigo. Aun huelo a cadáver. Si no lo notas, es porque tú también estás muerto.
Como imaginan, los dos hemos
leído Pedro Páramo. En este contexto, he llegado a la pausa del finde cansado pero feliz. Y encima volvió
a ganar el Dépor, que sigue jugando como los ángeles, comandado por el gran Lucas Pérez, ese Ulises
coruñés al que dediqué mi Post #296
hace casi un año, cuando regresó a su Ítaca particular tras fajarse durante
años por tierras de Ucrania y Grecia.
Lo de que la ciudad esté limpia
de contaminación es relativo, teniendo en cuenta la cantidad de Volkswagen,
Audi y Skoda que circulan por aquí. Qué escándalo más tremendo. Que cabrones.
Por si no lo han leído con detenimiento, los fabricantes alemanes de estos
modelos, les habían incorporado un software que detectaba cuándo el coche estaba pasando un control de gases emitidos y falseaba automáticamente sus resultados, para
que no se notara lo que contaminaba en realidad. O sea, que llevan echándonos mierda
en el aire impunemente desde hace décadas, con premeditación y alevosía. Se merecen
el falso spot que les acaban de sacar ahora. Véanlo. Sólo dura 6 segundos, pero es
significativo.
Un humo parecido a este es el que se han dedicado a esparcir los socios de Junts Pel Si (JPS), demostración viviente del viejo
adagio que dice que la política produce extraños compañeros de cama. Supongo
que Oriol Junqueras debe de roncar de cojones, es difícil de entender que un tipo
tan fisno como el cabeza (rapada) de lista Rail Romeva pueda compartir cama con ese señor. Anoche me llamó mi
hijo Lucas desde Leipzig muy preocupado: –Papá, qué va a pasar con Cataluña. Le
contesté relajado (llevaba unas horas celebrando la victoria del Dépor): –No te
preocupes, hijo, en el fondo no hacen más que tirarse bufas todos. Los de JPS y Rajoy. En medio de la nube de contaminación es difícil saber lo que está
pasando en realidad. Eso es lo que yo creo: lo que contamina nuestro aire
político no es Zyclon B, ni siquiera gas sarín. Es simple metano.
La nube continúa hoy lunes y no
se ve muy claro a su través. Como en cualquier elección, todos han ganado,
desde JPS (por cierto, ¿se han percatado de que esta coalición contra-natura tiene
las iniciales de Jordi Pujol Soley?), hasta Ciudadanos, las CUP y el Partido
Socialista. Los más alicaídos son el PP y Pablo Iglesias. Los primeros han
pagado la frivolité de poner al frente de la lista a un fascista xenófobo. En cuanto al
amigo Pablo, se vino arriba cuando Javier Krahe le invitó a cantar con él Cuervo ingenuo (vídeo que les traje oportunamente
al blog) y ha repetido la gracia al menos en un par de mítines, sin darse
cuenta de que hacía el ridículo. A eso se ha sumado el castigo por su indefinición
sobre el tema principal que se decidía en Cataluña. Por lo demás, yo no veo
motivo de preocupación y así se lo dije a mi hijo. No hay más que ver los
resultados y compararlos con los de 2012. Pinchen AQUÍ
para ver el cuadro comparativo.
Pinchen ahora sobre la fecha
2012, en el extremo inferior del semicírculo de colores. ¿Qué ven? Pues que Convergencia tenía 50 escaños y Esquerra Republicana
de Catalunya 21. Entre los dos, sumaban 71. Esa era la situación hasta el
sábado. Por aplicación de la Ley d’Hont, ahora, al ir juntos,
deberían haber sacado muchos más, teniendo además en cuenta la
incorporación de Rail el de la diéresis, que algún voto habrá rebañado (al menos los de su familia) ¿Y qué es lo que ven si pinchan en la fecha 2015, en el otro extremo del semicírculo? Pues que el extraño conglomerado
no sólo no ha aumentado como pretendía, sino que ha bajado a 62. Demostración palmaria
de ese seny de los catalanes que
tanto les reclamábamos. Como resultado de esta nueva configuración del
Parlament, la única posibilidad de Artur Mas de seguir con el prusés, es buscar el apoyo de las CUP,
un grupo antisistema, formado por canuteros y rastafaris con pendiente, que ya
han dicho que pasan de apoyarle. Así que, ¿por qué no habría yo de estar
contento?
Como soy un resucitado (aunque
todavía con un cierto tufo sospechoso), vuelvo a verlo todo por el lado
positivo. De todas formas, no debemos confiarnos, la guerra no ha terminado y de un tipo tan taimado
(él se cree astuto pero, lo que es, es taimado, que no es lo mismo), cabe
esperar toda clase de maniobras para acercarse a las CUP. Hace meses que la
portada de El Jueves anticipaba que se produciría esta situación. Aquí la
tienen.
Una amiga más comprensiva que yo
con el jodido prusés, me hablaba de ello en clave de ruptura matrimonial: si alguien se quiere ir de tu lado, tienes
que intentar seducirlo con argumentos, no asustarlo con lo mal que va a estar
solo, lo que va a sufrir y cuánto te va a echar de menos. Es correcto, pero yo creo que el caso catalán es más asimilable al del niño que entra en unos Grandes Almacenes y se encapricha
con un juguete (la independencia). Como padre, le explicas tus argumentos:
mira, Arturito, es un juguete muy caro, cuesta mucho dinero, papá no te lo
quiere comprar, es peligroso para tu edad, además tus hermanos se van a sentir
muy mal si te lo compro, etc, etc. Ante esa avalancha de razones, el niño suele
empezar a hacer pucheros y, entre suspiros triples, dice entrecortadamente: –Sí,
pero yo lo quiero (derecho a decidir). A los catalanes se les ha explicado en detalle cómo sería esa independencia en que algunos quieren embarcarles. Ante ello, algunos siguen musitando compungidos: –Sí, pero yo lo quiero.
Cuando estas situaciones llegan a un
callejón sin salida, al niño sólo le queda montar un pollo considerable, tirarse al
suelo a berrear y escenificar un berrinche superlativo para que todos los
clientes de la tienda se fijen en el, piensen que el padre es un cabrón y se
pongan de su lado. Pero los otros clientes (países extranjeros) suelen hacerse
los longuis. Eso es lo que está
pasando ahora. El gran circo de la Diada y la exhibición de banderas al viento
de anoche son el berrinche del nene para conseguir su juguete. En catalán existe
una palabra intraducible que expresa el grado máximo del berrinche de un niño: batistot. Y, ante un niño que s'agafat un batistot, la mejor solución es dejarle que siga, hasta que se canse de berrear. Supongo que eso es lo que ha intentado Rajoy.
¿Y ahora qué? Pues es muy
probable que la situación catalana resulte ingobernable y ya no van a convocar
más elecciones, porque lo normal es que siguieran perdiendo votos y ya está el
personal ahito, de tanto parchear y tanto pito. Así que creo que sería el momento de tenderles la mano e
intentar arreglar el entuerto. Los catalanes querían decidir y han decidido.
Ahora les queda aguantar hasta las Elecciones Generales, a ver si pierde Rajoy y
le sucede alguien que se siente a hablar seriamente con ellos. Porque, prescindiendo
de decimales y aritméticas de la minucia, lo cierto es que estas elecciones nos
han mostrado una Cataluña fraccionada en dos mitades irreconciliables. Un
asunto peligroso, como detecta el siempre certero John Carlin, uno de mis
ídolos periodísticos, en el excelente artículo de esta mañana, que pueden
consultar JUSTO AQUÍ.
Sean felices.
Curiosa su comparación del fenómeno catalán con el berrinche de un niño. Tal vez se vea así desde Madrid. A mí me parece que el tema es más serio que todo eso. Los señores Pujol y Mas han llevado a la sociedad catalana a una fractura bastante trágica y peligrosa. Desde el País Vasco podemos aportar nuestra experiencia. A nosotros también nos vendieron una moto similar, nos llevaron a la crispación y al enfrentamiento hasta en el seno de las propias familias y todavía no sabemos como fue que se consiguió desinflar el suflé. Particularmente creo que ayudaron mucho el sentido común y el humor. La historia reconocerá algún día el papel decisivo de cosas como el programa de TV "Vaya semanita".
ResponderEliminarGracias por su comentario, me hace mucha ilusión tener seguidores del País Vasco. Esos años de la crispación los viví de cerca y perdía a unos cuantos amigos de esa tierra maravillosa, por decirles mi opinión respecto al merdé en el que les estaban metiendo Ibarreche y el taimado Arzallus, un tipo similar a Pujol, aunque parece que no robaba a su pueblo. El humor ha hecho mucho por normalizar esa situación, estoy de acuerdo con usted. El año pasado, en el grupo multirregional de senderistas con el que fui a Rumanía, había un amplio grupo de vascos. Y todos se partían el culo de risa con la película Ocho Apellidos Vascos, que se acababa de estrenar. Menos gracia les hacía a los andaluces del grupo, curiosamente.
EliminarEn el programa Vaya Semanita, los guionistas (que son los mismos de la película) se reían de todo, también de sí mismos. Por lo que he visto de un programa similar de la televisión catalana, que se llama "Polonia", aquí se ríen de todo, menos del prusés. ¡Amigo! si lo hicieran les cerraban el programa rápido.