Una cuestión previa. Les juro que
escribí mi post anterior, titulado Los
que la cagan, sin saber que al día siguiente estallaría el escándalo de la
marca Volkswagen y que su presidente, antes de presentar su dimisión, declararía solemnemente: –La
hemos cagado. Esto era algo tan imprevisible, como que Pau Gasol afirmase muy
serio que la clave para ganar el Campeonato Europeo había sido bajar el culo. No
sé, yo intento bajar el culo de vez en cuando, a riesgo de pillarme un lumbago, y no consigo ganar ningún campeonato. De cosas como éstas me gusta a mí escribir, pero casi siempre se me
cuela alguna de las murgas que saturan y estropean la actualidad patria
cotidiana. Por lo demás, facer una desfeita es una expresión gallega, de la que no he encontrado un equivalente castellano que exprese con tanta precisión lo que va a suceder el domingo. Un resultado que ya doy por seguro, porque he dejado de confiar en el seny de ese pueblo en trance de cometer una estupidez histórica.
Si siguen este blog sabrán que
últimamente no tengo mucho tiempo para escribir, por lo que me resulta difícil
cumplir mi propósito de subir 12 textos por mes. Por ese motivo ya les colé el
otro día un post en el que casi me limitaba a citarles unos cuantos artículos
sobre la cuestión catalana, para que los leyeran. Lo cierto es que ese
tema, que el domingo alcanzará el paroxismo de la irracionalidad, hace tiempo que aburre a las
ovejas, excepto en el doméstico ámbito de esa pequeña y ensimismada Comunidad Autónoma (lo es,
por ahora) en donde ya no se habla de otra cosa, ni a nadie preocupa la
educación, la sanidad, las pensiones, la asistencia a los dependientes, la
economía, el debate político real o el éxodo de los sirios. Todo eso ha pasado
a segundo plano para esa mitad de la población que componen los esforzados y
coloridos mozos que cada poco salen a la calle jaleados por Artur I el Astuto y
su cohorte. Para ellos ya sólo existe el
procés.
No deja de ser sorprendente que la
mitad de los ciudadanos de un territorio tan pequeño haya decidido mirarse el ombligo patrio, como ya lo hicieron los eslovacos, los chechenos y otros pueblos igualmente abducidos por un relato fantástico que tomaron por
real. Pero, al otro lado del muro que han trazado a su alrededor y que les
impide oír las voces del exterior, el tema del soberanismo aburre soberanamente
al personal. Hace tiempo que un amigo que trabaja en la medición de audiencias
de los medios de difusión me contó que, en cualquier radio o televisión no
catalana, en cuanto se empieza a hablar de Cataluña, los medidores caen en
picado. La gente cambia de canal de TV como si vinieran los anuncios, o apaga la radio, como hacía mi padre cuando yo era niño, cada vez que, en medio
del Diario Hablado, anunciaban la sección La
Hora del Mundo, por Pedro Gómez Aparicio. Era éste un periodista franquista a quien
llamaban Pedro Go, porque todo el
mundo apagaba la radio sin dar siquiera tiempo de que sonara su nombre completo.
El relato que se han inventado
los catalanes es potente y llevan más de 30 años contándoselo a sus niños en
las escuelas, sin que nadie desde Madrid se lo impida. Si bajaran la edad de
votar a los 15 años, ganaban por amplia mayoría, seguro. Y, a estas alturas de la película, los
abducidos no están dispuestos a que la realidad les estropee un relato tan atractivo. Ni la realidad ni los datos. Ni siquiera los resultados de las elecciones (ya han sugerido que seguirán adelante aunque pierdan). Como ya he dicho que me aburre este asunto y tengo poco tiempo, paso a
transcribirles un texto que me parece plenamente vigente y cuya incorporación al blog constituye un
gran honor para mí. Abajo les pongo el autor y la fecha, pero creo que es mejor
que lo lean primero y luego descubran esos datos. Porque realmente podría estar
escrito en estos días.
Deprime y
entristece el ánimo el considerar la ingratitud de los vascos, cuya gran
mayoría desea separarse de la Patria común. Hasta en la noble Navarra existe un
partido separatista o nacionalista, robusto y bien organizado, junto con el
Tradicionalista que enarbola todavía la vieja bandera de Dios, Patria y Rey.
En la Facultad
de Medicina de Barcelona, todos los profesores, menos dos, son catalanes
nacionalistas; por donde se explica la emigración de catedráticos y de
estudiantes, que no llegan hoy, según mis informes, al tercio de los
matriculados en años anteriores. Casi todos los maestros dan la enseñanza en
catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido Patronato, empeñado en
catalanizar a todo trance una institución costeada por el Estado.
A guisa de
explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se han imaginado
varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos hagamos ilusiones. La
causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento
desintegrador surgió en 1900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva,
con relación a Cataluña, la pérdida irreparable del espléndido mercado
colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria. Resignémonos
los idealistas impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades
ideológicas profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales.
¡Pobre Madrid,
la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano! ¡Y pobre Castilla, la
eterna abandonada por reyes y gobiernos! Ella, despojada primeramente de sus
libertades, bajo el odioso despotismo de Carlos V, ayudado por los vascos,
sufre ahora la amargura de ver cómo las provincias más vivas, mimadas y
privilegiadas por el Estado, le echan en cara su centralismo avasallador.
No me explico este
desafecto a España de Cataluña y Vasconia. Si recordaran la Historia y juzgaran
imparcialmente a los castellanos, caerían en la cuenta de que su despego carece
de fundamento moral, ni cabe explicarlo por móviles utilitarios. A este
respecto, la amnesia de los vizcaitarras es algo incomprensible. Los cacareados
Fueros, cuyo fundamento histórico es harto problemático, fueron ratificados por
Carlos V en pago de la ayuda que le habían prestado los vizcaínos en Villalar,
¡estrangulando las libertades castellanas! ¡Cuánta ingratitud tendenciosa
alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces del vacuo y
jactancioso Sabino Arana y del descomedido hermano que lo representa!
La lista
interminable de subvenciones generosamente otorgadas a las provincias vascas
constituye algo indignante. Las cifras globales son aterradoras. Y todo para
congraciarse con una raza (sic) que corresponde a la magnanimidad castellana
(los despreciables «maketos») con la más negra ingratitud.
A pesar de todo
lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por los Estatutos,
prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de violencia y
desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos de la sensatez
catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos envenenados sistemáticamente
durante más de tres decenios por la pasión y los prejuicios seculares, son
difíciles las actitudes ecuánimes y serenas.
No soy
adversario, en principio, de la concesión de privilegios regionales, pero a
condición de que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio de la Unidad
Nacional. Sean autónomas las regiones, mas sin comprometer la Hacienda del
Estado. Sufráguese el costo de los servicios cedidos, sin menoscabo de un
excedente razonable para los inexcusables gastos de soberanía.
La sinceridad me obliga a confesar que este movimiento centrífugo es peligroso, más que en sí mismo, en relación con la especial psicología de los pueblos hispanos. Preciso es recordar –así lo proclama toda nuestra Historia– que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra divisa. Nos falta el culto de la Patria Grande. Si España estuviera poblada de franceses, italianos, alemanes o británicos, mis alarmas por el futuro de España se disiparían. Porque estos pueblos sensatos saben sacrificar sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y el provecho común.
Impresionante. ¿Adivinan quién es
el autor? En seguida les saco de dudas. Se trata de un artículo escrito en 1934
por don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina, de quien mi padre
guardaba un pequeño retrato dedicado de su puño y letra, que tenía enmarcado sobre
la mesa de caoba de su despacho. He de recordarles también que, dos años más
tarde de este esclarecido y premonitorio texto, brotó en nuestra tierra una terrible guerra
civil que arrasó el país y de cuyas secuelas hemos emergido tarde, mal (por lo
que se ve) y a costa de un inmenso esfuerzo colectivo que en su día nos llevó a
engancharnos por los pelos a la cola de Europa y gracias al cual estamos ahora mejor que muchos de los socios de la Unión. Como ven, los catalanes (y los vascos) llevan dando la murga
con su relato imaginado desde 1900. Lo que pasa es que, hasta ahora, no habían tenido
enfrente a un presidente tan nefasto como Rajoy I el Ausente.
El otro día les prometí escribir un post insultando a Artur y a su escudero Raül, o Rail, el
tipo al que le ha tocado desempeñar el papelón más ridículo en este auténtico
vodevil. Me van a disculpar, pero es que ya ni me divierte insultarles. El famoso procés
logró en su día que yo escribiera la mayor barbaridad que se ha publicado en este
blog: que los independentistas estaban convencidos de que en la Catalonia
independiente el SIDA se curaría por el procedimiento de hablarle en catalán al
virus. Poco más puedo añadir a eso. Mi capacidad de insultar no da para más.
Había pensado
subir este post el viernes, para que lo pudieran leer en el fin de semana de
las elecciones autonómicas (por ahora lo son), pero lo he adelantado porque
creo que la transfiguración de los catalanes en estos últimos años responde a
un fenómeno de abducción, o enloquecimiento colectivo, similar al que sufrieron
los alemanes en la era nazi, o al que sufren los miembros de las sectas más
destructivas (sólo así se explica que intelectuales, universitarios y
ciudadanos cultos se hayan sumado a un movimiento que hasta 2012 no tenía demasiado
arraigo fuera de las zonas rurales del norte catalán). Y tengo en preparación un
post sobre un caso que desvela los extremos a los que puede llegar el ser humano, cuando su cerebro
es inoculado por una idea perversa que le impide diferenciar la realidad de sus
propias ensoñaciones. El viernes lo subiré. Si Dios quiere, que decimos los
ateos.
PD. A punto de colgar este post, he echado un ojo a la información de la tarde y descubro alborozado que el Celta le ha ganado 4-1 al Barça. Extraordinaria noticia. Yo siempre me alegro cuando pierden el Barça o el Madrí del Ser Superior. En este caso me alegro doblemente por mi amigo Paco Couto, celtarra acreditado, y prácticamente el único seguidor de este blog que hace sus comentarios (siempre acertados) con nombre y apellido.
Lo siento, Emilio, eres un fino analista, pero con el tema de Cataluña te ciega la pasión. No me ha gustado este artículo, no me gustan los insultos a los catalanes, no contribuyen a la concordia. Y la guerra civil no "brotó en nuestra tierra" y, desde luego, no la provocaron los catalanes.
ResponderEliminarNo aspiro a que TODOS mis textos gusten a TODOS mis lectores. Por otro lado, no sé dónde ves tú los insultos, me limito a reproducir uno que yo mismo les dediqué cuando estaba más enfadado con estos señores. Ahora, sinceramente, me aburre hablar de este tema, del que no nos vamos a librar en mucho tiempo, como no se libra uno de un grano en el culo.
EliminarLa falsedad, impostura y deslealtad que traduce el grupo Mas-Jonqueras-Romeva es tan evidente, que no puedo sentir mucho respeto por un pueblo la mitad del cual es capaz de creerse esa propuesta y hasta salir a la calle a defenderla de manera entusiasta. Con su pan se lo coman.
Ya ves, creo que les he insultado más en esta respuesta que en el conjunto del post.
Asistí a un funeral de un compañero de bachillerato. Era a las siete y media de la tarde. A las ocho ya había terminado la ceremonia, así que, presentadas las condolencias a la familia, varios de los compañeros nos fuimos a tomar una cerveza. Entramos en el bar más cercano, que no tenía mala pinta. Había una tele funcionando y al entrar, uno dijo "está jugando el Barcelona". Obviamente respondí "querrás decir que está jugando el Celta". A los pocos minutos me daban la razón: desde luego que estaba jugando el Celta. A pesar de estar a nuestras conversaciones le echábamos alguna ojeada a la televisión de fondo. Cuando salí del bar ya ganaba el Celta dos a cero. Seguí escuchando el partido en la radio del coche hasta que llegué a casa.
EliminarPara corresponder a tu reconocimiento por la victoria del Celta tengo que felicitarte pues acaba de ganar el Depor.
Claro que no puedo desaprovechar la ocasión para hacer manifiesta la rivalidad diciéndote: ¡No es lo mismo ganarle al Betis que ganarle al Barcelona! (me estoy riendo de mi maldad).
Querido Paco, a pesar de nuestra rivalidad deportiva, yo me alegro sinceramente de los éxitos del Celta porque, como ya he explicado en algún viejo post, en Galicia me siento coruñés, pero en Madrid donde vivo me siento sobre todo gallego. El Dépor se va poco a poco reconstruyendo y yo creo que vamos bien. El Celta ya recorrió ese mismo camino hace unos pocos años y, por ahora, nos lleva varios cuerpos de ventaja. Tal vez dentro de unos años estemos un poco más a la par y los derbys tengan un poco más de emoción. De momento, te reitero la enhorabuena y "a por eles". Os falta ganarle al Madrís.
EliminarYo, cuando estoy escuchando la radio y empiezan con la murga catalana, cambio de canal al instante. Es insoportable. Pero no pensé que todo el mundo hiciera lo mismo. Sigo sus reflexiones sobre el nacionalismo, que comparto en su gran mayoría. Y estoy de acuerdo en que el nacionalismo catalán está liderado y manipulado por una derecha capitalista que encarna el señor Mas. No sé que pintan en esa onda sus socios, aunque el Junqueras lleva en la cara lo que es. Más me sorprende la presencia de Romeva, que podría representar el prototipo de catalán viajado y cosmopolita. Tal vez sea el tonto útil de la historia.
ResponderEliminarHace un rato que me ha entrado este comentario, cuando le estaba contestando a Paco Couto. Yo creo que los tres sujetos a los que te refieres llevan en la cara lo que son, como tú y yo y todo el mundo. Artur, el de la sonrisa de perro pulgoso, es un chulo y un maleducado, como Mourinho y otros tíos bordes. No engañan y al menos creo que no son tan falsos como otros que buscan dar una imagen de buenismo universal y luego son igual de cabrones. Junqueras es un personaje agreste y primitivo, del tipo Otegui (sólo le falta el pendiente) que no destaca precisamente por su inteligencia. Más bien tiene pinta de que, si lo agarras de las solapas y lo agitas un poco, caen unas cuantas bellotas al suelo. Romeva tal vez sea el peor de todos. Te preguntas qué pinta en esta guerra. Te contesto: lo sabremos en poco tiempo. Algo gordo le han debido prometer en la Catalonia (o Arcadia) independiente. Creo que este, de tonto, poco. Lo mismo que Guardiola.
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