Aquí me tienen por fin tras doce días de excursión por Polonia, una tierra que no conocía y que obviamente
necesita una estancia mayor para entenderla bien. Debo decir, sin embargo, que
han sido unos días intensos en los que hemos contado con un par de guías muy
buenos, bien informados sobre la historia y las circunstancias sociopolíticas
de su país y encantados de podérselo contar a personas interesadas en ello.
Quede aquí constancia de mi agradecimiento a Dorota (más o menos de mi edad,
profesora de español en universidades e institutos) y Maziej (antiguo alumno de
Dorota haciendo un bolo mientras termina su tesis). Con Maziej, mi
entendimiento fue instantáneo: se está preparando para correr su primer maratón
y su licenciatura es en Humanidades, carrera multidisciplinar en la que ha de
tocar todos los palos sin profundizar a priori en ninguno: Historia, Geografía,
Sociología, Política, Economía. En otras palabras: es mi ídolo. Parece que esa
licenciatura no es demasiado buena a la hora de buscar trabajo, en este mundo
de especialistas. Si lo sabré yo.
Antes de seguir adelante, les voy
a obsequiar con un vídeo musical (luego les explico a cuento de que). Milkey
Chance es un dúo formado por dos chavales alemanes, que han conseguido un
bombazo en las listas con el tema que les pongo más abajo. Son también una
muestra de cómo ha evolucionado el mundo del rock en estos tiempos
digitalizados. Como les digo, forman Milkey Chance dos chavales unidos por una
larga amistad. Uno de ellos compone letra y música de todos los temas, canta,
toca la guitarra y pone la cara en todas las actividades promocionales, vídeos,
entrevistas, etc. Se preguntarán ustedes: ¿y el otro qué hace? Pues el otro
desempeña un papel trascendental: se encarga del hardware y el software desde
la sombra. Suyo es el control de sonido, la preparación de las bases y las
mezclas, la producción. Este segundo elemento, que no sale nunca porque no
quiere, es clave en que el resultado sea algo más que la balada de un cantautor
con su guitarrilla. Por lo demás, la canción expresa el vacío de la soledad, la
dureza de la ruptura, la añoranza del ser querido. Lo de siempre.
¿Les ha gustado? Bien, traigo aquí
este tema, uno de los mayores éxitos del año pasado, porque en las radios
polacas sonaba todo el rato, era el hit del momento. Cada poco se escuchaban
sus estrofas desesperadas en la radio del autobús en el que recorríamos las
carreteras polacas. Es una canción muy pegadiza, que ya me gustaba antes de
este viaje, pero que adopté como ritmo al que acompasar mi pisada en las
marchas senderistas de nuestro periplo, bastante duras por el calor
y los desniveles. Hala, póngansela otra vez y prueben a caminar por el pasillo.
A que mola. Por lo demás, por la radio del autobusero sonaba también mucho el
tema que más se baila este verano en las discotecas de Centroeuropa, un corte
de eurodance macarra compuesto por
una pareja rumana, que se ha hecho con el título de canción del verano emulando
los viejos temas de Georgie Dan. Para colmo el estribillo es en español. Para
esta gente, nuestro país es el centro del desenfreno y el cachondeo. Aquí va.
No es casualidad que este tema haya
sido perpetrado por jóvenes de Rumanía, país que visité el verano pasado.
Rumanía es un lugar vitalista, lleno de gente joven con ganas de marcha y
espíritu aventurero. Polonia es en cambio una tierra habitada por gente un poco
taciturna, abatida por un pasado tremendo en el que han sido continuamente
agredidos por vecinos poderosos, principalmente rusos y alemanes, aunque, como suelen comentar con su humor fatalista, en cada siglo se ha sumado un
tercer país a la tarea de darles por culo (con perdón): los tártaros, los
húngaros, los austriacos y hasta los suecos, que la invadieron cruzando el Báltico helado con su ejército al
completo, caballos y cañones incluidos. Teniendo en cuenta que, en estos
momentos, las temperaturas invernales en Gdansk alcanzan los 30 bajo cero sin que
el mar se congele, pues imaginen el frío que hacía por estos pagos antes de que
empezara el calentamiento global este que supongo que ya nadie pone en
cuestión. La ola de calor que ha agobiado a Polonia este verano no tiene
precedentes. El nivel de agua del Vístula es el más bajo en 200 años (de antes no
hay datos) y el invierno pasado no ha nevado prácticamente nada. Lo nunca
visto.
Durante todo el siglo XIX,
Polonia no existió como estado independiente, repartidas sus regiones entre
Rusia, Alemania y Austria. Desde 1794 hasta 1918, en que resurgió como
resultado del armisticio de la Gran Guerra. Y después ya saben lo que pasó: la
ocupación nazi, la aniquilación de los judíos (en Polonia residía la mayor
población judía de toda Europa, cerca de tres millones y medio), el horror de
los campos de exterminio y otros hechos terribles. Aquí está el campo de
Auschwitz, cuya visita fue uno de los puntos fuertes del viaje (seis integrantes
de la excursión no quisieron venir a ver el horror). Y no se puede olvidar la
masacre de Katyn, el asesinato alevoso de 8000 jóvenes oficiales, lo mejor del
ejército polaco, ordenada por Stalin. Y el levantamiento de la Resistencia de Varsovia, con las tropas soviéticas al otro lado del Vístula. Los partisanos
confiaban en la ayuda rusa, pero Stalin dio orden de no intervenir todavía y
los nazis aprovecharon para aplastar la rebelión y destruir completamente la ciudad, a poco del final de la guerra.
Cómo no ser un país abatido y
desconfiado, si el horror nazi no terminó hasta que Polonia fue “liberada” por
el ejército ruso (cada vez que un polaco hace referencia a este hecho, levanta
ambas manos para subrayar las comillas con el gesto estándar). Y los sucesivos
problemas que aquejaron al país durante los 40 años de socialismo real. Ahora,
el estado se rige por un sistema bipartidista. En el poder se turnan la derecha
y la ultraderecha. La izquierda es un grupillo testimonial. No es ajeno a este
resultado el poder de la Iglesia Católica. En los medios universitarios y culturales
hay predominio laico, como en todo el mundo civilizado, pero el pueblo es muy
creyente. Hace poco, el gobierno ha refrendado la ilegalidad de las parejas de
hecho, en un país en el que los homosexuales no lo pasan muy bien. No obstante,
la gente tira para delante, con miedo a la nueva política imperial de Putin. El
mismo Putin que accedió por primera vez en la historia a rendir homenaje a las
víctimas de Katyn. El avión que transportaba a este acto a todo el gobierno
polaco y los principales políticos del país se estrelló al intentar aterrizar
entre la niebla en el aeropuerto ruso de Smolensk. Abril de 2010. 96 muertos.
Algo de esta tristeza del pueblo
se transmite al paisaje, muy diferente del rumano. Transilvania es un lugar
hermoso y feraz, que recuerda a Galicia y Asturias, y cuya contemplación desde
el bus reconforta siempre. Polonia recuerda más a Castilla. Sembrados infinitos
y pueblos apretados en los caminos, sin calles transversales. He de decir
también que el viaje del año pasado tenía un mayor peso del componente cultural,
lo que llevaba a visitar muchas ciudades y pueblos de todos los tamaños. En
este, a pesar de estar organizado por la misma agencia de viajes, pesaba más la
parte senderista. Hemos visitado Varsovia, una urbe gris, tan fea como Bucarest
pero con mucha menos marcha, y Cracovia, la antigua capital imperial de la
confederación polaco-lituana que llegaba hasta el Mar Negro. El resto del
periplo transcurría por los parques naturales de las Montañas Tatras y
Pieniny, en el borde sur del país, bonitos paisajes alpinos que recuerdan a
Suiza. Y, por cierto, Cracovia es una ciudad maravillosa, similar a Praga o
Budapest. Se merece una visita de una semana. Cracovia no sufrió grandes daños
en la Guerra (no se rebeló como Varsovia) y mantiene intactos su esplendor y su
vitalidad.
En fin, de todas estas cosas
hablaré con más detalle en mis próximos textos. Vuelvo en buena forma después
de dos semanas de caminar entre quince y veinte kilómetros diarios y esta
mañana he salido a correr por el Retiro. Es el día perfecto para empezar la temporada. En este mes de agosto es
imposible que redondee los 12 posts mensuales que he mantenido hasta aquí, así
que no me voy a agobiar por ello. Las estadísticas de visitas al blog han caído
en picado, algo habitual en agosto. Les imagino a todos panza arriba en la
playa y no me extraña, con el calor que ha hecho, aunque ayer aterricé en un
Madrid fresquito en comparación con el bochorno de Cracovia y Varsovia.
Bienvenidos otra vez al blog. Se anuncia un curso lleno de novedades e
incertidumbres. No se lo pierdan.
Ahora que he escuchado el ritmillo ese con el que camina, he entendido cómo es que el presidente Rajoy se da tanto rumbo cuando hace senderismo por las corredoiras de su tierra. Seguro que también lleva en la cabeza esa canción. ¿Acaso mueve usted los brazos como él?
ResponderEliminarMás bien creo que Rajoy utiliza el otro tema (el de la vida loca, loca, loca).
EliminarMe ofende comparándome con un señor que camina sacando los codos como los pollitos cuando les persigue un perro. Sepa que yo hice la mili en Infantería de Marina. Allí aprendí a desfilar y sigo marchando de la misma manera: la vista al frente, los hombros levantados, el ombligo pugnando por tocar el lado interior de la columna vertebral y un braceo armónico y marcial.