domingo, 23 de agosto de 2015

417. La Polonia soviética II

He de hacer un par de aclaraciones. Primero, cuando un texto me sale muy largo, suelo partirlo en dos. A veces no lo hago, como en el reciente post sobre Auschwitz, porque me parece que cortar un clímax como el de ese texto es hacerle una faena al lector, similar a la que producen los anuncios de Telecinco interrumpiendo lo mejor de la película. Por otro lado, este fin de semana he estado fuera y he encontrado un rato para escribir y subir el post anterior con el Ipad, artefacto con el que no me manejo muy bien. Eso produjo un resultado deficiente, con una letra más pequeña de la habitual, unas cuantas erratas que no supe cómo corregir y la imposibilidad de subir la foto de Nova Huta. Una vez en mi casa (domingo por la noche), he subsanado todos los errores y les emplazo a revisar ese texto, al menos para ver la foto, que es muy expresiva de lo que los soviéticos entendían por urbanismo.
  
Nos habíamos quedado en que con la Iglesia habíamos topado. El catolicismo es una seña de identidad de los polacos fuertemente arraigada en sus mentes. En los años que nos ocupan, la iglesia polaca era muy potente y tenía a la cabeza al poderoso cardenal de Varsovia Stefan Wyszynski, cuyo retrato tienen a la izquierda. Como ven, también en este caso, una imagen vale más que mil palabras. Wyszinsky era un anticomunista feroz, que soñaba con sacar a Polonia del Pacto de Varsovia, para incorporarla a Occidente y cuyas relaciones con el gobierno habían sido siempre muy tensas. En 1978, Wyszynski ve su ocasión y se dispone a aprovecharla. A la muerte de Pablo VI, se convoca el cónclave para elegir a su sucesor. Wyszynski acude puntual y mueve sus hilos y sus influencias.

No sé lo que opinan ustedes pero, para mí, la elección papal es uno de los tres procesos más antidemocráticos que sobreviven en el mundo, junto con la elección de sede olímpica y la del país organizador del Mundial de Fútbol. Como la FIFA y el Comité Olímpico Internacional, el Vaticano es en los días de cónclave un bullicio de intrigas, de clientelismo, de sobornos, de presiones y de lobbies. Wyszynsky se mueve en ese ambiente como pez en el agua y contacta con todos los cardenales centroeuropeos. Les cuenta que los países del otro lado del telón de acero se están viniendo abajo económicamente. Que bastaría un impulso, como el que podría dar él desde el papado, para derribar el castillo de naipes. Sin embargo, encuentra serias reticencias. Algunos de estos cardenales tienen buena relación con los gobiernos socialistas de sus países y saben por ellos que el régimen polaco nunca aceptaría a Wyszynski como Papa, que lo considerarían como una declaración de guerra. Por otro lado, la idea es tomada por descabellada por muchos de los primados: desde 1523, todos los Papas han sido italianos.

Ya saben lo que sucedió. Salió elegido Albino Luciani, un hombre firmemente dispuesto a acabar con las corruptelas y los tejemanejes que desarrollaban el arzobispo Marzinkus y el Banco Ambrosiano, en colaboración con Roberto Calvi, el llamado banquero de Dios. Luciani se corona como Juan Pablo I, un guiño a la bondad de Juan XIII y a la eficacia de Pablo VI, sus antecesores. Inmediatamente se pone manos a la obra. Y un mes más tarde aparece muerto. Oficialmente es un síncope, pero todo el mundo entiende que (con perdón) le han dado chicharrón. F.F.Coppola lo sacó así en su película El Padrino III y, que yo sepa, no lo han excomulgado ni nada. Se convoca un nuevo cónclave y Wyszynski se encuentra ante una segunda oportunidad. Pero ahora trae un plan B.

Aunque los cardenales del poderoso looby centroeuropeo han entendido que la idea de Wyszynski es brillante, no quieren que él sea el Papa, porque creen que eso puede ser contraproducente. Pero hay otro obispo polaco en cartel: el joven Wojtyla, animoso y popular cardenal de Cracovia, que desarrolla una labor pastoral incansable y es adorado por sus feligreses con los que hace senderismo por los Tatras y los Pieniny. Es un hombre que empieza a ser conocido en la curia y de hecho en la votación de un mes antes ha sacado ya un número significativo de votos, resultado de la vehemencia de Wyszynski. Este hombre, que es mejor visto por el gobierno polaco, sería perfecto para el proyecto. Sólo hay un problema: Wojtyla no quiere ser Papa. Está feliz en su tierra guiando a su amplia parroquia por el camino de Dios, haciendo lo que realmente le gusta. Y aquí tiene lugar la jugada maestra de Wyszynski. Haciendo uso de su autoridad moral como cardenal primado de Polonia, aborda a su compañero en un descanso de las votaciones y le dice estas palabras: Sólo voy a pedirte un favor. Si te proponen para Papa, acepta. Hazlo por Polonia y por Dios.

Este encuentro en los pasillos del Vaticano está documentado y se relata en todas sus biografías. Lo siguiente es conocido. Los cardenales votaron a Wojtyla quien, según los testigos, cuando se supo el resultado, se echó ambas manos a la cabeza, desolado. Ahora sabía que nunca más sería un hombre libre. Era mucho lo que Polonia se jugaba en el envite. Los movimientos de oposición al régimen necesitaban dinero para estructurar una alternativa sólida, como muy pronto sería el sindicato Solidaridad. Mucho dinero. Y el nuevo Papa, Juan Pablo II, anuló inmediatamente las disposiciones de su breve antecesor que ponían en riesgo la supervivencia del sistema bancario del Vaticano. El nuevo Papa estaba dispuesto a mirar hacia otro lado, a cambio de apoyo para la oposición de su país. Marzinkus continuó en su puesto y lo mismo Roberto Calvi, aunque éste con fortuna diferente: años después, su cadáver apareció colgado de un puente en Londres.

Se han escrito libros enteros sobre este asunto, más o menos con tesis como esta. Y pronto se vieron los resultados. Aunque la economía polaca sigue estancada, el sindicato Solidaridad empieza enseguida a funcionar, al mando de Lech Walesa. En agosto de 1980, el sindicato responde a una subida general de precios declarando la huelga general en los astilleros de Gdansk. Gierek negocia con Walesa y acepta sus condiciones. Solidaridad ha ganado su primera huelga y ese hecho inaugura los llamados Dieciséis meses de la estabilidad. En ese tiempo, se produce una apertura cierta del régimen, con mayor libertad de expresión, actividad sindical y asociativa sin restricciones, prensa libre y un florecimiento cultural recibido con ilusión. Pero la economía sigue en picado y el ejército da un paso al frente para intentar revertir esa deriva ruinosa. Es el tancazo del general Jaruzelsky. En diciembre de 1981, el hasta entonces Ministro de Defensa, acaba con las efímeras libertades, declara ilegal el sindicato, saca el ejército a la calle y decreta la Ley Marcial.

A mis amigos polacos les sorprende mucho que la figura de Jaruzelsky sea bien valorada en Occidente, como el hombre que pilotó la transición a la democracia y fue su primer presidente. Para ellos sigue siendo la persona que decretó la Ley Marcial. En esos años difíciles, los soldados te pedían el carnet todo el rato y te detenían por cualquier minucia. Uno debía retirarse de las calles a las 8 de la tarde, si no quería que le disparasen. Polonia quedó aislada y gobernada como un cuartel. Y para colmo, se implantó el racionamiento, como forma de enderezar la economía. Cada persona tenía derecho a 1 kilo de carne (con hueso) al mes. 1 kilo de azúcar. Medio litro de vodka. Una pastilla de jabón, del malo. Todo estaba racionado, menos la verdura y la fruta. Pero, encima, empezó a haber escasez de los productos más básicos, de forma que uno debía hacer largas colas ante las tiendas, que muchas veces abrían completamente desabastecidas.

Hace dos días de todo esto. Mi amiga Dorota me contó algunos de sus recuerdos del racionamiento. Por ejemplo, cuando debía levantarse a las 4 de la mañana, en una Varsovia helada, para coger buen lugar en la cola del ultramarinos. Bien abrigada, esperaba allí hasta las 7.30. En ese momento la relevaba una tía suya, porque ella debía ir a la Universidad para dar clase a sus alumnos de español. Daba su clase de 8 a 9 y regresaba a la cola. A las 11, abría el tendero y sólo entonces se sabía si tenía algo que vender y en qué cantidad. Los que, como ella, no bebían vodka, podían utilizar su medio litro para el sistema de trueque que inmediatamente se estableció. En el campo, recordemos que no colectivizado, la situación era sin embargo más llevadera. Y, en la ciudad, quien más quien menos tenía algún primo con una granja o huerto. Así que, si disponías de vehículo, aunque fuera uno de los minúsculos FIAT 500, podías ir a visitar a tu familia en el fin de semana para cargar comida. Pero entonces te esperaba la policía en las entradas de la ciudad y te lo quitaba todo. Ante eso, la gente utilizaba los autobuses, que normalmente no eran revisados. El pestazo a queso, a chorizo y a carne que se notaba al subir a estos autobuses, es algo que todos recuerdan todavía. 

La Ley Marcial se mantuvo hasta el mes de julio de 1983. El resto de la historia es más conocido y tiene relación directa con la designación del señor Gorbachov al frente de la URSS en 1985. El proceso era ya imparable. El mundo soviético se derrumbaba, incapaz de competir con Occidente en la carrera de las nuevas tecnologías, lastrado por la rigidez de su estructura industrial y económica centralizada, la esclerosis de sus dirigentes políticos y el malestar de sus propios pueblos. Era sólo cuestión de tiempo y Polonia preparaba ya sus estructuras políticas de recambio para adaptarse al cambio que venía. Por eso, su proceso fue pacífico y tranquilo. Ahora, nadie añora aquellos viejos y convulsos tiempos. A los rusos se les sigue teniendo verdadero terror y, al parecer, hace unos cinco o seis meses, hubo momentos de psicosis a cuenta de la situación ucraniana. Pasado el susto, vuelven a sentirse seguros y aliviados bajo el paraguas de la OTAN. Que duerman bien.

2 comentarios:

  1. Yo creo que, de los tres procesos que cita como poco democráticos, el peor es el de la FIFA. Que se estén gastando los millones que se están gastando en construir estadios en Qatar, que nunca más van a volver a usarse, empleando a obreros esclavizados de Bangla Desh, Sri Lanka y Pakistán, con el hambre y los problemas que hay en el mundo, pues da una idea precisa de la catadura moral de esta civilización occidental que se está yendo colectivamente a la mierda.

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    1. Estoy de acuerdo, lo del mundial de Qatar clama al cielo, pero ya sabes que estamos en un mundo en el que manda el dinero. Todas las instituciones con algo de poder están bajo el dominio de los grandes grupos multinacionales. Lo que pasa es que otras, al menos lo disimulan.

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