Finalizado mi periplo por
Alemania, pues qué quieren que les diga: que me lo he pasado en grande en el viaje y
que, desde el momento mismo del aterrizaje en Barajas, empecé a añorar mi vida
de prejubilado viajero, sin comparación con la rutina mierdera del urbanismo
madrileño en la que me he vuelto a sumergir. Estamos, sin duda, mejor que antes
de las elecciones, pero queda tanto trabajo pendiente para llegar a una
situación tan sólo neutra, que no sé si a mí ya me van a pillar. A un año escaso
de jubilarme, me da mucha pereza la idea de reciclarme, de volver a involucrarme,
de ganarme de verdad el sueldo que me paga el Ayuntamiento. Es mucho lo que se ha destrozado
en estos últimos años a las órdenes de una concejala nula y paleta. Se ha destruido
estructura, ilusión, referentes éticos. Se ha perdido impulso. Se han deshecho rutinas,
procedimientos, documentos. Eso no se arregla en dos días y a mí me queda muy poco
tiempo.
En mi aventura alemana he podido
constatar que, fuera de España, Madrid literalmente no existe. Por ahí fuera se
habla sólo de Barcelona. Y, si acaso, un poquito de Bilbao. No es casualidad.
Barcelona tiene un equipo de al menos 40 personas dedicadas full-time a vender la marca local. En
Madrid, durante el Trienio Negro, ha habido exactamente una o ninguna. Lo digo,
porque lo que yo he peleado en este terreno ha sido finalmente a título
personal y de manera clandestina. Les recuerdo que, si he hablado en tres
universidades alemanas, ha sido usando mi tiempo de vacaciones, sin un mínimo
apoyo oficial, sin que me dieran siquiera palmaditas en la espalda y haciendo
el mínimo ruido interno posible, no fuera a enterarse de mi deriva la carcelera
nazi que controlaba nuestro cumplimiento del horario.
¿Creen ustedes que esta situación
es susceptible de revertirse? No en dos días. A los nuevos políticos del
Ayuntamiento hay que darles tiempo. Son un equipo heterogéneo, en el que hay
elementos valiosos contrastados, como la Alcaldesa, Inés Sabanés y, por lo que
voy viendo, el nuevo concejal de Urbanismo. De momento, este señor ha hecho
varias cosas muy bien. La primera, recuperar las competencias que su inútil
antecesora se dejó arrebatar. Hablo de TODAS las obras en el espacio público,
que le quitó Medio Ambiente. Hablo también de la política de movilidad. Y del
mobiliario urbano. Y de la señalización. Y unas cuantas cosas más. Habrá tenido
que pelear duro por ello, porque aquí nadie suelta nada de buen grado. Así que
creo que este nuevo concejal tiene los fundamentos suficientes para un buen desempeño de su tarea y/o está bien
asesorado. Además, como los demás de su equipo, ha confiado en los
funcionarios municipales, renunciando a traerse sus propios carromerillos para
los puestos directivos.
Mientras yo estaba fuera, se ha
aprobado una nueva estructura funcional, en la que veo dos tareas en las que
podría ayudar con ilusión. Una de ellas la difusión y participación en torno a
las obras que se emprenderán. Es algo que ya hice en mi penúltima andadura
municipal, en relación con Madrid Río y otros megaproyectos. Con mayor
facilidad lo haría ahora, si de lo que se trata es de obras para dulcificar la
urbanización, crear espacios para el peatón, construir carriles bici, disminuir
la presencia del automóvil privado. La segunda de las tareas que me interesan
es precisamente la difusión internacional de la marca Madrid. Veremos. Hay que
dar tiempo al tiempo. Ahora mismo me siento como Iker Casillas. Hace cuatro
años, yo era el rey del mambo municipal, tras una carrera siempre en ascenso.
Entonces llegó una Mouriña y me dio
por culo. Lo que más me duele es que contó con personas a las que yo
consideraba mis amigos, como cómplices necesarios. Eso pasó y está asumido.
Mi problema es que, después de
cuatro años tocándome las pelotas a dos manos, yo tampoco estoy seguro de seguir
siendo un buen portero. Lo de Iker ayer fue patético. Un tipo que hace unos
años tuvo que pedir por favor que se desistiera de una iniciativa ciudadana
respaldada por cientos de firmas para
que Móstoles bautizara una calle como Avenida de la Madre que lo Parió a Iker
Casillas. Y ahora ha de irse del equipo de sus amores por la puerta de atrás,
para no seguir escuchando los silbidos de la grada, de los que su club no le
protege. Y sólo pedía ya despedirse del
club arropado por sus compañeros y ni siquiera eso le han dejado: el club ha
estirado la negociación adrede, sólo para que el resto del equipo se fuera a Australia. No más cerca, no fuera que alguno se cogiese un avión para asistir a
la despedida de Iker.
Pues así estoy yo desde hace
cuatro años. Marginado por el poder y recibiendo silbidos a diestro y
siniestro. Por eso me gustaría encontrar mi Oporto particular. Para pasar mejor
este año que me queda. Ya sé que desarrollo una actividad paralela frenética, entre
mis viajes, mis conferencias, el blog y lo demás. Pero, a nivel oficial, soy
Casillas en el Madrí. Nadie. Eso sí, puedo gritar bien alto: Δεν ελπίζω
τίποτα, δεν φοβούμαι τίποτα, είμαι λέφτερος, es decir: No espero nada, no temo nada, ¡soy libre! Hermosos versos de Nikos
Katzanzakis, el autor de Zorba El Griego, cuya música, tocada en una calle de
Toronto, les puse hace unos cuantos posts. He aquí otra negociación que se ha estirado
contra natura, como la de Iker. Los matarifes europeos han perseguido a
Tsipras, verduguillo en mano, hasta que ha doblado. Hace una semana le
ofrecieron bajarse los pantalones, se ofendió y convocó un referéndum. Su
pueblo le dijo mayoritariamente que no lo consintiera. Entonces volvió a
Bruselas envalentonado. Resultado: se ha bajado los pantalones y encima tiene
que pagar la cama.
En esto de Grecia, se han escuchado
ya tantas exageraciones en relación con el desastre de país que tienen, lo
informales y chorizos que son, que ya no sabe uno qué creerse. Sin embargo, una
pluma tan imparcial como la de mi admirado John Carlin no puede mentir al
respecto. Lean AQUÍ
lo que dice este señor, cuyos datos son siempre fiables y contrastados. Si esto
es cierto, Tsipras no es desde luego el principal culpable del desaguisado,
pero ha mostrado una ingenuidad y una bisoñez alarmantes, a la hora de negociar
con los lobos de Bruselas. Ha quedado mucho mejor Varoufakis, que se ha largado con
viento fresco. Tsipras ha ido de farol con sus coqueteos con Rusia, pero no ha
colado.
Al final, detrás de todo, están
las razones geoestratégicas. ¡Válganos Zeus! Grecia fue admitida en la OTAN para
tener un aliado contra Rusia en sus mismas barbas. Y se forzó su ingreso en la
Unión Europea por lo mismo, y de paso para venderles aviones de guerra y hacer
negocio. No importó que su estructura administrativa y económica fuera impresentable,
incluso se le mandó a Goldman Sachs (con Draghi, el de los pedos, a la cabeza) para ayudar a falsear sus cuentas. Por lo mismo se admitió en ambos clubes a Estonia, Letonia
y Lituania, a pesar de que el régimen letón practica una forma suave de
limpieza étnica, bastante poco ética. Cuando se trata de mantener la
superioridad estratégica sobre Rusia, Occidente sabe mirar a otro lado. La
Guerra Fría no ha terminado, por desgracia.
A nosotros también nos metió a
capón en la OTAN el señor Calvo Sotelo. Y Felipe ganó las elecciones generales
con una campaña que decía OTAN, de entrada, no. Pero, en cuanto fue presidente, amplió el eslogan: Y
de salida menos. Y se puso a hacer campaña por el sí. ¿Recuerdan lo que nos decían los partidarios
del sí? Literalmente: "es que, como no entremos en la OTAN no vamos a tener
acceso a la alta tecnología norteamericana, tan necesaria para nuestro
desarrollo". Ya les he contado que yo perdí una cena con una amiga: estaba
convencido de que ganaría el no. Muchos españoles perdimos algo más en esa
fecha: la inocencia. El que mejor cantó la decepción colectiva fue Javier
Krahe, que ayer murió en mi querida Zahara de los Atunes (cuantos veranos
pasados allí en mi otra vida). Krahe era un hombre íntegro, que siempre se rió
del poder en todas sus formas. Su canción Cuervo
Ingenuo fue censurada en la televisión de la época, como seguramente habrán
leído. Pero este hombre siguió dando leña hasta el último día. En noviembre pasado, en uno de los conciertos que daba con regularidad en la sala Galileo Galilei, se decidió a interpretar esa canción, que llevaba 27 años sin cantar en público. E invitó para que lo acompañara al mismísimo Pablo Iglesias. Valga este vídeo de homenaje al bardo fallecido.
En fin. La actualidad manda y nos
llegan las noticias por oleadas, mientras soportamos un calor de 40 grados.
Grecia está cada vez más jodida. Rusia está destrozando Ucrania y amenaza
veladamente a los Países Bálticos, que están acojonados. El Chapo Guzmán se ha
fugado de la cárcel más segura de México, por un túnel con luz eléctrica y aire
acondicionado (un túnel así querría yo, para escapar de mi realidad cotidiana). Y Casillas se va al Oporto. Javier Krahe ya no podrá reírse de
todas estas cosas. Y yo aquí con mi blog como un gilipollas…
Otro genio que nos deja. El disco de La Mandrágora es el testimonio de unos tiempos que no volverán. Me ha removido usted los recuerdos. Eso que cuenta que decían los partidarios del sí a la OTAN es tal cual. Doy fe de ello, aunque lo había olvidado por completo. Tiene usted buena memoria.
ResponderEliminarRespecto a su situación laboral, mi consejo es que no haga usted nada. Si alguien le quiere buscar, lo encontrará. Y si no, pues seguirá escribiendo este blog inshallah, que dicen los morabitos. Y aproveche, usted que puede, para seguir tocándose las pelotas a dos manos. Recuerde que el último disco de Krahe se vendía con un libro de regalo que se llama El Derecho a la Pereza.
Gracias por sus consejos, amigo, quien quiera que sea. Es más o menos lo que estoy haciendo. Pero, si yo no hago nada, es altamente improbable que estos nuevos políticos que rigen el Ayuntamiento descubran que existo. Así que lo dejaremos todo a la suerte, inshallah, como usted dice. Siento ser fatalista, pero llevo muchos años de invisibilidad a nivel interno y eso no es fácil de revertir. Veremos.
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