martes, 30 de diciembre de 2014

325. En el umbral de otro año

Aquí me tienen de nuevo a las puertas de otro special day, de esos que se ha dado en celebrar como trascendentes, ignorando que el tiempo es un fluido que discurre de forma continua y al que, por mucho que lo midamos y lo troceemos, no vamos a poder controlar ni domesticar. Pero ya he hablado mucho del tiempo en los últimos posts de este año y, como he dicho que esta vez no voy a ir a la contra, pues es momento de hacer un poquito de balance, como corresponde a estas fechas.

He repetido hasta la saciedad que este foro no es un confesonario, ni mi página personal de facebook, y no voy romper la línea para contar mis intimidades, como no las he contado hasta ahora. Pero los que me siguen saben que en los primeros días de febrero perdí a una persona muy querida y ante eso, el resto de las cosas palidecen. No puedo quejarme de ese resto, el año ha transcurrido más o menos como era previsible, he tenido que hacerme el ánimo y acostumbrarme a vivir sin el apoyo anímico de esa persona insustituible, siempre lista para sumar y ayudar. Era el primer seguidor de este blog, para el que solía aportar ideas y matices siempre enriquecedores.

La enfermedad no diferencia a las buenas personas de las malas, la vida es así de despiadada y hay que seguir adelante como si nada. Simplemente, alguien muy querido se ha dado más prisa para llegar al lugar a donde todos llegaremos. Allí nos espera y no tengo ninguna duda de que sigue atento al blog. Por eso quiero dedicarle una canción, que estoy seguro que le gustará, porque siempre tuvo buen gusto para estas cosas. Cuando en 1975 Bob Dylan decidió publicar un extracto de las míticas Cintas del Sótano, con las más de cien canciones que había grabado en un sótano neoyorkino en compañía del grupo The Band, incluyó entre ellas un tributo a la gran Bessie Smith, compuesto y cantado por dos de los miembros de dicho grupo. Muchos años después, Nora Jones hace esta deliciosa versión en directo, que empieza bromeando con el malentendido entre su banda y el grupo The Band.


Si pinchan AQUÍ encontrarán la letra y verán que es emotiva. Y aquí seguimos, pues, nosotros también en la carretera, hasta que alcancemos a los que nos esperan. Hay que seguir adelante y mantener la alegría. Él no lo hubiera querido de otra manera. Y en ese esfuerzo, debemos mantener las rutinas, las tradiciones y las celebraciones. El otro día celebramos la Nochebuena, en la que, desde hace años, practicamos el sistema del amigo invisible para los regalos. Este año decidí regalarle a la persona que me tocó en suerte El Sueño de la Aldea Ding, el libro que más me ha gustado de todos los que he leído este año, así que me acerqué a Callao, donde visité La Central, el FNAC y la Casa del Libro, y compré algunos libros más.

De vuelta para mi casa, pasé ante el Teatro Monumental. Había en la puerta un camión de Televisión Española, lo que indicaba que se estaba celebrando un concierto. Y varios coches oficiales un poco más abajo. Los conductores, fumaban y discutían, como suelen hacer en estas ocasiones y, de pronto reconocí a uno de ellos. Aquí tienen la imagen, a ver si les suena. Los que lo reconozcan se van a ganar el diploma de expertos en mi blog, que acabo de instituir. Incluso a mí me costó reconocer al tipo, aunque iba vestido igual y ostentaba exactamente la misma sonrisa que en la foto (debe de ser una mueca). En fin, les desvelo el secreto. A este señor lo encontrarán en las fotos del post #227 “Violencia intolerable”, de comienzos de febrero de 2014. Era el tipo que defendía a Rouco Varela, a la sazón arzobispo de Madrid, del ataque de las activistas de Femen, que le lanzaban bragas y le enseñaban las tetas decoradas con el mensaje “Toño, fuera de mi coño”. Si revisan ese texto verán que las fotos de marras tuvieron la virtud de arrancar una risa muy valiosa para mí.

Ya en casa, comprobé que se trataba del Concierto de Navidad que patrocina entre otros el Arzobispado. AQUÍ tienen la referencia. Así que el tipo del bigote y la risa superpuesta es un simple empleado de la institución, un fiel conductor de automóviles, al que ahora le toca pasear al nuevo arzobispo de Madrid. Un arzobispo que se ha estrenado suprimiendo la almibarada manifestación de las familias en la plaza de Colón, en donde Kiko Argüello, el líder de la secta de Los Kikos, cantaba cada año a voz en grito acompañado de su guitarra. Ese sarao era muy querido por Rouco, pero el nuevo prelado sigue las directrices del Papa Curro, que prefiere los partidos de fútbol del San Lorenzo de Almagro. AQUÍ tienen una información al respecto

La Iglesia es una de las instituciones que más ha evolucionado en este año que acaba, conducida con mano firme por un porteño que tiene las cosas muy claras. La negociación de USA con Cuba, o la lucha verdadera contra los curas pederastas, son síntomas de que algo está cambiando. Otros como Rajoy y Pedro Sánchez (ya he recordado cómo se llama), no parecen enterarse de que los tiempos están cambiando. Por no hablar de Rosa Díez o Cayo Lara. Personajes menguantes todos. En un año han surgido Podemos, Guanyem y algunos más y los tiempos venideros vas a ser muy interesantes. De momento, tanto en Cataluña como en el País Vasco, los falsos independentistas que simplemente estaban en ese barco para mostrar su desacuerdo con el PPSOE, han encontrado otra bandera de conveniencia en la que enrolarse, tal como evidencian las últimas encuestas.

La situación económica sigue pendiente de un hilo y ahora parece que Grecia se vuelve a venir abajo y pude arrastrarnos a todos. Pero ya saben que yo siempre le veo a cada tema un lado positivo. Si dentro de un mes ganan los de Syriza, para cuando nuestras elecciones locales ya tendremos una referencia. Porque Syriza y Podemos, la misma cosa semos. Cuando toque votar por aquí, ya sabremos cómo se las gastan los de la coleta y actuaremos en consecuencia. Las elecciones madrileñas marcarán mi último año completo de funcionario, pero no creo que afecten a mi decisión de largarme. Para que yo revise esa decisión, tendría que suceder algún milagro, o alguna desgracia personal que me obligara a seguir ganando más de lo que gana un pensionista. Si no sucede nada de eso, pues puerta. La verdad es que, ahora mismo, la mayor incertidumbre que tengo es comprobar si en Primera División habrá tres equipos más malos que el Depor.

Bueno, para compensar el tono melancólico de la primera parte de este texto, aquí les traigo el contrapunto de unas preciosas imágenes. Las vidas se extinguen y surgen otras nuevas. Es la ley de la existencia. Aquí tienen a mi nuevo sobrino Nicolás. Ha nacido en París y en las fotos tiene pocos días. Pero ya se le ve poner cara de concentración y reclamar a gritos su ración alimenticia. Muy pronto hablará español, inglés y francés. Será un gran tipo, deportista, alegre y activo, aficionado al arte y la cultura y seguidor del Paris Saint Germain. Crecerá en una ciudad llena de bicicletas y coches eléctricos. Es posible que sea arquitecto, siguiendo la tradición familiar de dos generaciones. Desde aquí le damos la más calurosa bienvenida.


















No es el primer niño que prohijamos en este blog. ¿Recuerdan al bueno de Japi Toon Telonius? Mi sobrino holandés, cuya primera foto aparecía en el post #181, precisamente llamado “Life and Death”. Allí le pronosticamos que sería músico, jugador de baloncesto y supporter del Ajax. El gran Japi tiene ya año y medio y sus padres me han dado permiso para celebrar la llegada del año nuevo con su imagen más sonriente. Abajo pueden verla. Que disfruten ustedes de un feliz año 2015. Yo se lo deseo.


   

jueves, 25 de diciembre de 2014

324. Con este rey, podemos

Joder, ya ven qué ingenioso me levanto hoy, oyes, en el día de Navidad del año del señor de 2014. En este momento de transición entre dos tiempos, en que la maquinaria del mundo se detiene para que todos nos dediquemos a ponernos ciegos de cava y langostinos congelados, pues en mi retina permanecen las apariciones públicas recientes de dos personajes que aparentemente comparten muy pocas cosas, pero no menores: la juventud, el optimismo, las ganas de trabajar, el empuje, y la decisión de librarse de ataduras previas, esas que podrían lastrarles en su empeño por proyectar un mundo mejor que el actual. Los dos me han convencido y no me siento por ello un elemento contradictorio, paradójico, bipolar ni esquizofrénico. Hablo, como ya habrán adivinado (ustedes tan perspicaces a pesar de la resaca del cotillón), de Pablo Iglesias y el rey Felipe.

Empiezo por el último. El discurso de anoche de Felipe VI, me parece cojonudo, y así queda consignado en este blog. Precisamente, una de las cosas que más me molestan de este país es el puto cainismo, el que en nuestra tierra resulte casi imposible escuchar una frase como esa: el discurso es cojonudo. Y punto. Sin matices. No señor, aquí preguntas a Juanito Español qué le ha parecido lo que ha hecho Pepito Español, y seguro que le pone cuarenta pegas. El colmo de esta rutina se da entre los arquitectos. ¿Conocen ustedes alguno a quien le pregunten por la obra de cualquiera de sus colegas y conteste sencillamente que es cojonuda? Si conocen alguno, les ruego que me den su correo electrónico, para mandarle un abrazo digital.

Después de años aguantando los aburridos speachs de su padre, en los que a uno se le iba la mente a la comida que esperaba sobre la mesa y el riesgo de que se enfriara, pues el actual rey ha sido concreto y conciso: hay tres problemas gordos en el país, la corrupción, la economía y Cataluña. Por este orden. Pues se afrontan y se comentan, desde el punto de vista neutro que debe adoptar la institución. En 12 minutos. Para que no se nos enfríe la lombarda.

Pero los diarios de esta mañana, compiten en encontrarle peros al olmo del discurso. Vayamos con ellos. El primero: que resultaba muy envarado y poco próximo, a pesar de intentar serlo. Bueno: ¿en qué quedamos? ¿Acaso preferían ustedes la franqueza llana de su padre? ¿Lo de por qué no te callas? ¿Es que en su cuadrilla no había al menos un gracioso que les hacía desternillarse de risa con sus imitaciones de Juan Carlos? En mi opinión, teníamos un rey campechano, al que a veces se le iba un poco la pinza, y ahora tenemos un rey profesional. Tengan por seguro que a este no lo van a pillar cazando leones en compañía de una rubia teñida.

Segunda crítica: que movía mucho las manos. Como orador frecuente en público, les puedo asegurar que la gimnasia gestual es básica para resultar convincente y, sobre todo, didáctico. Lo que hizo ayer Felipe es intentar explicar unos conceptos sencillos, sintéticos y a la vez fundamentales. ¿Qué querían, que tuviera las manos pegadas a las perneras del pantalón con superglú? Les recuerdo que al primer Julio Iglesias, para sus actuaciones en Eurovisión, le confeccionaban chaquetas sin bolsillos, para que no escondiera unas manos que le sobraban todo el rato, porque no sabía qué hacer con ellas. Y que el tipo que peor ha movido las manos (la mano, para ser exacto) en los últimos tiempos, ha sido Zapatero, que parecía estar cortando un carré de chuletillas de cordero en una carnicería. Respecto al tema de las formas y la escenografía, no debemos olvidar que este señor está casado con una locutora de televisión, bastante inteligente en mi opinión, que conoce las claves del medio y las formas de resultar convincente y hacerse con el auditorio.

Y la siguiente de las críticas: que no ha hecho referencia a su hermana la infanta imputada. Ese es un problema del oyente, que no ha sabido, o no ha querido escuchar dicha alusión. A mí en concreto me hubiera molestado que hiciera una referencia más directa. Como tampoco me interesa saber si le duele un pie o si sufre un sarpullido en la axila derecha. Es el discurso del rey, no el del ciudadano Felipe. Y yo me siento de su lado, porque, de facto, es el jefe del estado de un país en el que yo puedo escribir lo que he escrito hasta aquí, sin miedo a que se me tache de irreverente. Si estuviéramos en China o en Corea del Norte, seguramente se me sometería a un acoso institucional a partir de mañana, perdería mi trabajo en el Ayuntamiento y acabaría mendigando. Y si estuviéramos en Venezuela, a lo peor hasta me daban un tiro en cuanto asomara a la calle Atocha.

Y desde luego que su referencia a la cuestión catalana me parece oportuna y acertada. ¿Acaso no es esencialmente una cuestión de sentimientos? Recuerden que los catalanes votaron mayoritariamente un Estatuto de Autonomía, el último, que luego fue refrendado en las Cortes españolas y que poco después fue impugnado en los tribunales por el señor Rajoy en persona, en nombre de su partido. Y que ese hecho resultó tan ofensivo para los catalanes como para que muchos de ellos se convirtieran al soberanismo, sumándose al porcentaje tradicional de separatistas y llegando a conformar una masa crítica, suficiente para que el clan Pujol-Mas vislumbrara una vía de escape al tinglado de corrupción e ineficacia en el que habían sumido a su tierra. Además de Artur Mas, el principal impulsor del secesionismo es el señor Rajoy.

Y eso es lo que Pablo Iglesias ha ido a decir a Cataluña, algo que nadie había hecho con esa rotundidad hasta ahora. Sí, señor, con dos cojones. El bueno de Pablo ha ido a Barcelona y, con la coleta a los vientos que bajan del Parc de la Collserola, ha proclamado que Rajoy y Más son la misma mierda y que nunca les dará un abrazo. Yo tenía mis dudas y mis reservas sobre Podemos, como ha quedado consignado en este blog, pero, con este gesto, me han ganado. Este señor ha dicho en público lo que yo vengo escribiendo hace más de dos años en mi blog: que no se puede defender el nacionalismo desde una postura progresista y de izquierda. Si no cambio de idea, estos señores tienen mi voto y el de muchos como yo, que no somos revolucionarios ni antisistema, pero que compartimos un objetivo común: darle una patada en el culo a los del PP y a los del PSOE, para que se vayan conjuntamente a la mierda con sus tarjetas black y su miseria moral. Hay que echarlos de las instituciones para poder edificar algo en el erial ideológico que nos van a dejar.

Y meto en el mismo saco a los de la Izquierda Desunida, que han estado callados sobre lo fundamental, a cambio de las migajas del banquete. La verdadera revolución vendrá con gente como Pablo Iglesias y Ada Colau. Hace falta que esta gente conquiste el Palacio de Invierno y abra las ventanas para que entre aire fresco. Lo único que puede frenarles es la desunión: que vaya por un lado Podemos, por otro Guanyem, por otro Equo, etc. Desde aquí les pido un esfuerzo para desterrar personalismos y aglutinarse en propuestas unitarias. De esa forma pueden ganar. Aunque hemos de resignarnos a un hecho irrebatible: la izquierda lleva en su esencia la desunión, porque la izquierda parte de la reflexión y el análisis y eso conlleva los matices y las diferencias. Algo que no sucede a los de la derecha. Por eso votan todos juntos, como los borregos, y al final ganan.

Pues eso: que en este blog siempre tendrán buena acogida los optimistas, los valientes y los que miran hacia adelante. Los dos personajes de los que he hablado en este post tienen mi aplauso y mi apoyo. Queda dicho. Por lo demás, que sigan ustedes bien, en la travesía de estos días de interregno que no hemos hecho sino empezar a surcar. Aun nos quedan dos semanas y media de toque de zambomba. Paciencia y a por ellos, oe, oe, oe.  


lunes, 22 de diciembre de 2014

323. El Gordo

Esta mañana han empezado las tres semanas de parada técnica del reactor que mueve el mundo, al menos la parte que solemos llamar occidente. Con motivo de la Navidad, las cosas dejan de ser urgentes y, si usted necesita un suministro, un recambio, una receta o un simple certificado, le tocará esperar a la vuelta de vacaciones. Lo pongo en cursiva, para que aprecien la exactitud de la expresión: para volver, primero hay que irse y eso es exactamente lo que hace la mayoría del personal durante estas tres largas semanas. Por seguir con el tema del tiempo, al que se refieren mis últimos posts, parece como si en estos días el tiempo se remansara y empezara a correr más despacio. Si buscan ustedes entre mis textos de los dos diciembres anteriores, encontrarán diversas reflexiones al respecto, a partir del post #58 No me gustan las navidades.

Creo haber dejado claro que me parece un absurdo esta interrupción tan prolongada de la normalidad, valoración que mantengo intacta, si bien este año he decidido no quejarme y soportar estoicamente el tostón de los villancicos, los chavales tirando petardos en la calle, el furor consumista materializado en compras compulsivas (contradiciendo la crisis), atracones sucesivos, proliferación de langostinos congelados en los menús cotidianos, champañas diversos y mucho toque de zambomba: zumba-zumba-zumba. Sobredosis de buenismo y sonrisa floja permanente. Sólo faltaría que, además de aguantar el coñazo, encima me rayara. Así que nada: yo feliz como el que más. Para subrayar mi adaptación al dislate, hasta me he disfrazado de Papá Noel y perpetrado unas performances de las que dejé constancia en el blog hace unos días.

Otros años solía yo ir al trabajo los días laborables de las navidades y guardarme los permisos y vacaciones reglamentarios para tiempos fuera de temporada, funcionando así a la contra de la mayoría. Pero este año he decidido desaparecer a partir de mañana y no volver hasta el día 7, porque cada vez me cuesta más madrugar para desplazarme a la isla de Alcatraz. De años anteriores recuerdo que en estos días uno podía estar tranquilo en la oficina, porque faltaba tanta gente que no era posible organizar nada. Era, pues, tiempo de programar tareas para el año venidero, ordenar archivos, releer textos pendientes. Este año, con mis viajes, me he gastado muchos días de vacaciones y permisos, así que me tocaba trabajar hoy y repetir mañana, y eso que he tenido que usar uno de los días de permiso del año entrante.

Esta mañana había poca gente, como esperaba, pero ya desde las primeras horas he notado un silencio inusual. Les recuerdo que estoy en una oficina paisaje, también llamada open office, en la que uno ha de enterarse de todas las conversaciones del entorno. Y que, en el medio laboral en que me desenvuelvo, cuanto menos nivel tiene el personal, más alto hablan y más cargados de razón parecen. Tanto en corrillos como por teléfono. Es así como uno ha de escuchar entera la explicación de cómo hacer un salmón en papillote, vociferada a una hija que no tiene el menor interés en lo que le cuentan, o tragarse la regañina al niño que ha suspendido todas sus asignaturas (bacarrá lo llamábamos en mi tiempo) y lógicamente ha preferido revelárselo a su madre por vía telefónica para ahorrase el bofetón.

Como les digo, esta mañana el cotarro estaba extrañamente silencioso, el marujeo habitual brillaba por su ausencia y ello daba un toque atípico a la escena (lo de marujeo no se lo tomen como un comentario machista: en el grupo al que me refiero hay unos cuantos marujos acreditados). Ya estaba yo preocupado y empezando a rememorar mis neuras en estas situaciones (a ver si voy a ser otra vez un muerto viviente), cuando, de pronto, una matrona recalcitrante ha proclamado a voz en grito: ACABA DE SALIR EL SEGUNDO. Otras enseguida han replicado como ecos: EL SEGUNDO, EL SEGUNDO. Hasta he dado un respingo y todo, del susto que me he llevado. Me he acercado al gallinero a ver qué pasaba y he visto que todos llevaban auriculares: estaban escuchando el sorteo de la lotería y por eso estaban tan silenciosos. Y ahora hablaban alto, como todo el que lleva auriculares.

En fin, esto de la lotería es otra de las tradiciones relacionadas con las navidades. Ya saben que yo no suelo comprar lotería. En general, no me gusta el juego que depende exclusivamente del azar. Podría engancharme a jugar al poker o al mus, suponiendo que conociera las reglas, pero nunca a la ruleta. Por eso no he pisado jamás un casino. Bueno, una vez lo intenté: iba con una cuadrilla, todos éramos muy jóvenes y uno se empeñó en ir al casino. Resultado: no nos dejaron pasar por no llevar corbata. Cosas como esta pasaban en aquellos tiempos de la prehistoria de la libertad. Volviendo a la lotería, durante años jugué únicamente en Navidad, y sólo por no parecer aun más raro en el trabajo. Nunca me ha tocado. Y hace dos años decidí no jugar ni en Navidad, en protesta por los recortes. El año pasado y este, he jugado de nuevo, menos de lo que solía, y con el mismo resultado: cero pelotero.

Esta mañana hemos sabido luego que el Gordo había tocado en el Instituto de Formación Municipal y que algunos colegas de las plantas primera y quinta (yo estoy en la tercera) llevaban participaciones del número premiado. A una buena parte del marujerío del que he hablado más arriba se le ha torcido el gesto y ya han estado de mala cara toda la mañana. Hombre –decía la matrona del primer grito–, que no nos toque nada, vale, pero que encima les toque a los estirados de la quinta, es que es de juzgado de guardia, osá. El mundo está lleno de envidiosos y eso lo saben muy bien los que han ideado el anuncio de la lotería de este año, en el que un tipo que no ha comprado su décimo se pasa todo el spot con la mayor cara de pena que se ha visto en la tele en años, hasta que averigua que le han reservado uno.

Los que han parido ese anuncio han acertado y parece que se ha notado en las ventas de décimos. Sobre todo en comparación con el año pasado, en que el anuncio desanimó de comprar a muchos españoles. Es que ver a la señora Caballé enseñando las amígdalas ponía los pelos de punta y, cuando uno se empezaba a recuperar del susto, aparecía Raphael y decía eso de la la lalalá lala la, moviendo la manita. Yo me desperté varias veces con pesadillas a media noche, soñando que Raphael me retorcía las pelotas con el lalalá. Frente a la lotería, el tipo que lo tiene más claro es mi amigo Álvarez, camarero de El Brillante. Un día, limpiando la barra con un trapo me lo dijo: a mí me toca el reintegro en todos los sorteos. Como no juego…

En fin, que el Gordo ha salido tarde pero, como cada año, ha estado mu repartío y ha dado pie a que los agraciados salgan haciendo el gilipollas en el telediario, poniéndose perdidos de champán y explicando en qué se van a gastar el dinero, como si eso le interesara a alguien. Pero, cuando he titulado este post El Gordo, me refería también a otro gordo. Ya que estamos en plan de integrarnos en los festejos, disfrazarnos de Papa Noel y tocar la zambomba como posesos, pues aquí les dejo la versión del Jingle Bells que grabó el genial Fats Domino, el gordo por antonomasia. Fats nunca fue un gran cantante, pero sí un pianista de mérito. No hay versión con más swing que la suya. Súbanle el volumen y hala: ¡a bailar! Y que pasen ustedes unas felices fiestas.




viernes, 19 de diciembre de 2014

322. Más sobre el tiempo que fluye

El tiempo es una materia física que siempre ha apasionado al ser humano, por su carácter intangible, inestable y perecedero. El llamado presente es sólo un instante, como la línea de una ola de mar que avanza, dividiendo el pasado del futuro, el antes del después. El momento en que he empezado a escribir este párrafo ya forma parte del pasado. Porque el tiempo corre inexorable y sigue siempre adelante. Desde la antigüedad más remota, el hombre ha estado obsesionado por medir el tiempo, fraccionarlo en períodos, organizarlo en secuencias, como una forma de controlarlo o domesticarlo. Pero, por mucho que lo midamos, el tiempo fluye sin control y no hay modo de detenerlo.

Medir el tiempo. Medir es sólo una convención, que se da por admitida o se impone desde el poder. Medir es comparar con una unidad previamente establecida, en este caso el segundo. Pero el tiempo es imposible de dominar y se escurre, como agua de una fuente que se quiera parar con las manos. Los relojes son un intento vano de organizar el transcurrir del tiempo y especialmente los relojes callejeros que tanto proliferan en las ciudades centroeuropeas (se dice que Praga es la ciudad del mundo con más relojes en la vía pública). Uno va por la calle y puede comprobar todo el rato si son las 11.37, o ya hemos pasado a las 11.38, algo ciertamente tranquilizador a nivel colectivo: el tiempo transcurre, la gente camina sosegada, nadie se tropieza, los semáforos funcionan, la policía vigila.

En el lenguaje corriente hay numerosas expresiones relacionadas con el paso del tiempo: perder el tiempo, aprovechar el tiempo, tener tiempo para algo, adelantarse a su tiempo, ahorrar tiempo, ganar tiempo. Todas estas expresiones hacen referencia a la magnitud tiempo, como si fuera algo que pudiera aprovecharse, almacenarse, dejarse para después. Pero el tiempo no se puede guardar, conservar, atesorar para luego. En ese sentido, es como la energía eléctrica: cuando hace mucho viento, los molinos de energía eólica han de pararse, porque es imposible almacenar el exceso de energía producida, para usarlo más tarde.

También hay una obsesión recurrente por los viajes en el tiempo. Julio Verne contó la historia de dos personajes hibernados que se despiertan varios siglos después y terminan por volverse locos. Orwell con su excelente novela La máquina del tiempo, plantea el mismo asunto, la posibilidad de viajar en el tiempo y aparecer en alguna era pasada, o (lo más inquietante) futura. La divertida serie de películas Regreso al futuro desarrollaba la misma idea, planteando una variante: la posibilidad de que el regreso al pasado permitiese cambiar el transcurrir de los hechos, eliminando variantes que se sabía que iban a ser nefastas. Esa misma vía se continúa en la serie Terminator, al menos en las primeras entregas. 

Es curioso que, en castellano, la palabra tiempo se use indistintamente para designar esa magnitud física de la que les vengo hablando, y también el llamado tiempo atmosférico o climatológico, que, aparte fluir de forma parecida a la del otro tiempo, poco más tiene con él en común. Los angloparlantes se sorprenden mucho de esta coincidencia, ellos diferencian claramente entre time y weather. Sin embargo hay numerosas interferencias entre ambos conceptos, designados con la misma palabra. Les recuerdo en primer lugar la curiosa película El día de la marmota, que aquí se llamó Atrapado en el tiempo. Un extraordinario Bill Murray se ve metido en un bucle de tiempo que le obliga a repetir indefinidamente el mismo día, generando un sinfín de situaciones desternillantes. Pues este personaje era, precisamente un weather man, un hombre del tiempo de la tele.

Otra interrelación entre ambas acepciones de la palabra tiempo, la encontramos en la figura de los serenos, que muchos de ustedes no habrán llegado a conocer. En La Coruña conocí a los serenos locales y, cuando me vine a Madrid, tuve ocasión de convivir algunos años con esta entrañable institución. En Madrid, el sereno era un señor asturiano, de edad, frecuentemente renqueante, de andares cachazudos y cómplices, vestido con un guardapolvos azul marino, con una pica en una mano y, en la otra, un gran manojo de llaves insertado en un gran círculo de acero. Cuando llegabas a casa por la noche, el sereno te acompañaba un buen rato, sobre todo cuando estabas un poco bebido, te preguntaba por tu familia, te daba sabios consejos filosóficos y te abría el portal, todo a cambio de la voluntad.

Los serenos surgen en el siglo XVIII y se reglamentan en el XIX. Su función era vigilar el orden por las noches, evitar hurtos o asaltos, avisar de incendios y ayudar en lo que pudieran. Los pueblos solían tener al menos un sereno y la tradición marcaba que debían dar avisos a horas fijas y en puntos preestablecidos, para informar del estado de ambos tiempos: el físico y el atmosférico. En el lugar elegido, el sereno se paraba, daba un golpe con su pica y proclamaba: “las cuatro y media, lloviendo”. El durmiente al que le pillara cerca de la esquina en cuestión, se despertaba ligeramente y, tranquilizado por la información recibida, se volvía a dormir enseguida. Otras veces era “las tres y nevando”. Y cuando el cielo estaba despejado y el viento en calma, la proclama era “las cinco y media y sereno”, de donde les viene el nombre.

De todas formas, cuando el tiempo era de difícil descripción tenían una muletilla más, que a mí es la que más me gusta: “las siete y media, tiempo vario”. Creo que en estos momentos de incertidumbre, no hay mejor definición que esta: estamos en un momento de tiempo vario. Todo es inestable, todo está en precario, no sabemos por donde va a salir la situación. El tiempo fluye, como siempre ha sucedido, pero la situación general del mundo fluye también y de forma asombrosa a veces. USA se acerca a Cuba con la mediación del Papa Curro, el mejor papa desde Juan XXIII. El rublo se hunde, las FARC proclaman el alto el fuego incondicional en Colombia y, en Marte, ya han visto que algún engendro legendario se tira pedos con fruición. Todo es incierto, nada es previsible y eso nos remite a las teorías de Heráclito.

Por si no lo recuerdan, Heráclito de Éfeso, conocido por el mote de El Oscuro, fue el filósofo griego que enunció la teoría del cambio continuo: “todo fluye, nada permanece”. Decía Heráclito, que uno puede tirar una piedra desde un puente, sobre el curso del río. Pero no repetirlo: si tira otra piedra cinco minutos más tarde, ésta caerá sobre un agua diferente, porque el agua primera ya ha pasado y ha seguido su curso río abajo. Su oponente más conocido era Parménides de Elea, quien sostenía que todo eso eran zarandajas: el río era uno, era siempre el mismo y no había que darle más vueltas. Haciendo una simplificación, lógicamente empobrecedora, podemos decir que Heráclito era un pensador progresista y revolucionario, mientras que Parménides era el típico conservador retrógrado. En este momento, Heráclito tal vez fuera de Podemos y Parménides del PP.

Todo esto es de sobra conocido para cualquiera que haya estudiado los rudimentos de la filosofía griega. Menos del dominio público es el hecho cierto de que Heráclito de Éfeso padecía hidropesía y solía combatir esa enfermedad con un remedio bárbaro, muy en boga en la época: se enterraba en estiércol de vaca, dejando fuera sólo la cabeza, y se pasaba así muchas horas, a veces un día entero. Algunos estudiosos, como Julio Cortázar, sostienen que la hidropesía era una mera excusa, que el objeto de la cura era más bien psicosomático. Es decir: uno se entierra en mierda hasta el cuello, se pasa así, digamos, doce horas y luego se ducha. El resultado debe de ser extraordinario: no es posible que el mundo se vea igual, después de someterse a semejante terapia. A Heráclito de Éfeso los vecinos lo apodaron El Oscuro, no por el más que probable efecto sobre su piel de sus curas periódicas, sino porque nadie entendía lo que decía. Sus razonamientos eran herméticos para sus contemporáneos, que no conseguían descifrar lo que les quería decir. Heráclito El Oscuro fue un adelantado a su tiempo.
A lo mejor es esto lo que nos está sucediendo, a nivel colectivo. Como sociedad nos hemos enterrado en mierda hasta el cuello. Llevamos así ya mucho tiempo y todos deseamos que, de una vez, llegue la ansiada ducha reparadora. Que llegará, no lo duden. Empuñen la manguera los de la coleta, u otros cualesquiera. Nunca ha sucedido que, después de llover, no escampe; a todos los cerdos les llega su sanmartín y, antes o después, nos liberaremos de la mierda. El tiempo, además de todas las peculiaridades y variantes que hemos comentado tiene una virtud innegable: al final pone a todo el mundo en el lugar que se merece.


miércoles, 17 de diciembre de 2014

321. Tiempos de incertidumbre

Nada menos que 50 años han pasado desde que Bob Dylan sacó su disco The times they are a-changin’, encabezado por la canción del mismo título, en la que se proclamaban unos versos proféticos que bien pueden servir para el momento presente. Les pongo AQUÍ un vídeo del joven Dylan cantando este himno en directo, por si quieren escucharlo mientras siguen leyendo. Aquí uno de los versos que me parecen perfectamente vigentes:

… admit that the waters                                 …admitan que las aguas
Around you have grown                                  han crecido a su alrededor
And accept it that soon                                  y acepten que pronto
You'll be drenched to the bone.                       estarán calados hasta los huesos.
If your time to you                                          Si creen que su tiempo
Is worth savin'                                                merece ser salvado
Then you better start swimmin'                        entonces, mejor empiecen a nadar
Or you'll sink like a stone,                               o se hundirán como piedras,
For the times they are a-changin'.                    porque los tiempos están cambiando

Esto cantaba el joven Dylan en 1964. Quizá convenga tenerlo en cuenta en este año de incertidumbre que estamos cerca de inaugurar. Esto va cada vez más rápido y no hay forma de prever lo que se nos viene encima en los próximos 365 días. Entre ustedes y yo, menos mal que no sabemos lo que viene; sería aburridísimo vivir un tiempo predeterminado y conocido de antemano por los sufridos habitantes del planeta Tierra. Quién me iba a decir a mí hace un año, que ahora estaría tomando té de ginseng rojo coreano por las mañanas, lavándome la cabeza con Fructis Adiós Daños, con mi ordenador formateado y funcionando a toda pastilla con el Windows-8 y participando en un club de lectura llamado Billar de Letras.

Si saltamos a un ámbito más general y colectivo, ¿cómo imaginar hace un año la debacle del bipartidismo y la aparición del fenómeno Podemos? ¿O el afloramiento general de la corrupción salpicando a todos los partidos tradicionales, familia Pujol incluida? Pues, con esos antecedentes, el año a punto de comenzar se presenta muy interesante. Tenemos elecciones locales en mayo y generales a final de año. El batacazo que se pueden dar determinados partidos y algunos políticos que se resisten a quitarse de en medio, puede marcar una nueva época. En lo que a mí respecta, las elecciones a la alcaldía de Madrid marcarán mi futuro más inmediato. Tras ellas me quedará un año de actividad profesional como funcionario.

En estos momentos estoy plenamente decidido a jubilarme en junio de 2016, renunciando a reengancharme hasta los 70, pero los tiempos pueden cambiar, como dice el viejo Bob. Cuando llegue el momento, valoraré los pros y los contras. A punto de cerrar este Trienio Negro en la dirección política municipal, estoy convencido de que la situación general del Ayuntamiento mejorará (es imposible que empeore), pero no tengo esa misma seguridad sobre mi encaje personal en la nueva situación. Es probable que siga en la nevera, algo no muy estimulante, aunque no me puedo quejar, porque al menos me tratan con amabilidad y no tengo encima a nadie que me machaque. Pero mucho tendrían que cambiar los parámetros de mi trabajo cotidiano para que yo volviera a disfrutar de una ocupación en la que aprendiera, me sintiera útil y me divirtiera.

Es una de las incógnitas de este tiempo de incertidumbre. En el año que empieza procuraré mantener el ritmo del blog, si el tiempo no lo impide. Menos seguro estoy del tema del ejercicio físico. En el año que acaba, mis resultados como corredor han sido muy deficientes. A principio de año me empezó a doler la espalda, paré hasta mitad de agosto y luego empecé de manera muy gradual. Cuando me fui por Europa el mes pasado, estaba haciendo 6,5 kms. tres veces por semana. Entonces interrumpí el entrenamiento 17 días y ahora estoy haciendo 5, pero creo que pronto recuperaré los 6,5. Pero no descarto dejar de correr y pasarme a la bicicleta y la natación, que parecen más adecuados a mi edad y circunstancias. Se verá.

A nivel general, las expectativas son muchas e inciertas. La crisis económica ha de evolucionar de alguna manera. A ver si los brotes verdes, que nadie más que Rajoy percibe, se concretan de una vez. Habrá que ver por dónde tira la cuestión catalana. Hasta puede que el Dépor se mantenga en Primera. Y hablando de portentos, no olviden la noticia que ayer se publicó en los periódicos: el Curiosity, ese robot que hemos posado en la superficie de Marte para que registre todo lo que sucede a su alrededor, ha mandado un mensaje inquietante. Sin resquicios para la duda, los sensores del robot han detectado un emisor desconocido de metano. Supongo que saben que, en la Tierra, el 90% de las emisiones de metano proceden de los pedos de las vacas y otros animales pedorros como los humanos. La fuente detectada en Marte es fluctuante, pero inequívoca, es decir, aparece y desaparece a intervalos. No sé lo que pensarán ustedes, pero a mí esto me sugiere la existencia de algún animal mitológico enterrado en las profundidades de Marte, que se tira pedos con regularidad y contumacia. Dice textualmente El País: "Los datos han sido publicados con la mayor de las asepsias, pero reconocen la posibilidad de que el metano captado tenga un origen biológico". Una forma más aséptica de hablar de pedos.

Nuevos prodigios: el año que viene, el viejo Bob anuncia un disco con temas de Frank Sinatra. Lo nunca visto. Otras sorpresas se producirán y hay que estar preparados. Yo, por ejemplo, estoy evolucionando. Quizá no lo hayan advertido, pero mi último viaje por el norte de Europa ha sido muy diferente de los que emprendí en años anteriores, en los trenes del Interrail. Repasen los posts correspondientes y lo comprobarán. Ruta de 2012: París (visita a Philippe), Nantes (visita a Michel y Tangy), Bruselas (visita a António) y Rotterdam (visita a Kike). Ruta de 2013: Nancy (visita a Lucas), Bruselas (visita a António), Ámsterdam (visita a R.) y París (vista a Philippe). Ya ven por dónde voy. Este año he viajado a Hamburgo, Lübeck, Groningen, Leeuwarden, Rótterdam y Utrecht, ciudades en donde no me esperaba nadie. He roto, pues, una barrera invisible pero consistente: la de viajar solo. Y me lo he pasado de puta madre, así que repetiré. Y ustedes que lo vean (o lo lean).

Soy un hombre nuevo, como ya he proclamado varias veces en el blog y ustedes no se acaban de creer. Y, para que vean que no les engaño, les voy a confesar una cosa: después de dos años renegando en el blog de la Navidad y denostando esta mala costumbre de parar el mundo tres semanas para celebrar algo que ya nadie se cree, pues este año estoy ya plenamente integrado en las celebraciones. ¿Qué no se lo creen? Pues aquí abajo tienen una imagen que, como siempre, vale más que mil palabras.



Sorprendente, ¿verdad? En realidad, me disfracé de esta guisa para participar en la carrera de papanoeles celebrada en Madrid el pasado sábado. Se trataba de batir el record Guiness de corredores disfrazados de Papá Noel, que hasta entonces ostentaba la ciudad irlandesa de Dundalk con 4.961 atletas. Este sábado nos reunimos 5.160 corredores, según la cuenta de los controladores Guiness, que eliminaban a todos los que se quitaban el gorro, la barba y hasta el cinturón. Aun así, batimos el record. La carrera era de 5 kms. y salía a las 9 de la mañana. Fui con un amigo y, antes de empezar, hicimos unas cuantas performances. Mi amiga África vino de fotógrafa para inmortalizar la ocasión. Y aquí tienen el resultado.









Después de esto, no tendrán duda de que estoy preparado para afrontar el año 2015 con ánimos renovados. A ver si se cumple la profecía de aire bíblico con la que Dylan cierra su viejo himno y que les transcribo más abajo. Sean felices y procuren que no se les haga de noche a las doce del día


The line it is drawn                                             La línea está ya trazada,
The curse it is cast                                             la maldición echada
The slow one now                                              el lento de hoy
Will later be fast                                                 mañana sera rápido
As the present now                                            mientras el presente de ahora
Will later be past                                                más tarde sera pasado      
Your order is                                                      vuestro orden     
Rapidly fadin'.                                                    se desvanece rápidamente
And the first one now                                          Y el primero de hoy           
Will later be last                                                 mañana sera el último
For the times they are a-changin'.                        porque los tiempos están cambiando

sábado, 13 de diciembre de 2014

320. Maleducados

Uno de los problemas endémicos de nuestro país es la mala educación de mucha gente. No es tanto un problema de la enseñanza, que también: a pesar del esfuerzo encomiable de los maestros y demás profesionales, los escasos medios de que disponen muchas veces, los sueldos bajos y la carencia de apoyo en situaciones de conflicto, llevan a muchos docentes a abismos de desánimo, antesala de un cierto absentismo. Pero el problema fundamental es la mala educación que recibe la gente en sus casas. La carencia de unos valores claros, independientes de matices religiosos, raciales o culturales, que no se pueden recibir en la escuela sin una mínima base mamada en el entorno familiar. La mala educación es algo que se percibe de lejos, que es fácil de pronosticar a partir de ciertos gestos, actitudes, atuendos, formas de hablar, tono alto de las conversaciones, reacciones extemporáneas, etc.
 
La mala educación se manifiesta de mil maneras, en diferentes grados y escalas. Les contaré algunos incidentes que me han sucedido recientemente. Por ejemplo, saben que hablo en un tono bastante bajo y no soy capaz de forzar la voz. Por eso, en los bares, donde suele haber mucho ruido, hago mis peticiones (un café solo, por favor) muy pendiente de captar un gesto del camarero que me confirme que me ha oído: un ya voy, un enseguida, una mirada, un asentimiento somero. Si no capto esa señal, me quedo vigilando, a ver si el tipo pone en marcha la cafetera y coloca una tacita debajo. Y si el sujeto no mueve un solo músculo facial y, encima, se afana en limpiar la barra y colocar uno tras otro cuarenta vasos en la estantería, a veces no puedo evitar levantar un dedo y repetir mi petición (un café solo, por favor). Pues, me crean o no, muchas veces he recibido miradas airadas y frases despectivas (ya le he oído). El otro día, un tipo que podía ser hijo mío superó el listón contestándome: ¿quiere usted otro, o es el mismo que me acaba de pedir?

Es sólo un ejemplo minúsculo de esa falta de civismo a que me refiero. En el otro extremo del abanico, hay todo tipo de respuestas más agresivas e intimidantes. Les cuento. En la plaza que hay delante del portal de mi casa, se concentran últimamente grupos de gente maleducada, ignorante y barriobajera, que se sientan a charlar en los poyetes, mientras sus perros corretean por allí. La mayoría son tipos jóvenes, varones, a los que la familia manda a pasear al perro, momento que aprovechan para socializar un poco, alrededor de un canuto o unas latas de cerveza. He de reconocer que, por lo general, son aseados, recogen las cacas y no dejan restos de latas, aunque tienen la mala costumbre de mear por el entorno. Más de una vez me he tropezado a alguno de estos energúmenos discretos con la polla en la mano apuntando a la pared de mi casa y se lo he recriminado educadamente, cosechando amenazas del tipo: vete ya de aquí, abuelo, que te doy una hostia que te mando directamente al asilo. Ante tan amable admonición, he optado por seguir mi camino, sacar la llave del portal y entrar.

Valgan estas historietas de prólogo de la que les quiero relatar aquí, sucedida hace ya meses, demostración palmaria de que, de esta lacra de la mala educación, no se libra ni la Universidad. Les sitúo. Una Facultad de la Universidad madrileña XX, no especialmente relacionada con el urbanismo. He sido invitado a explicar el Avance de Plan General recién publicado (saben que se aprobó hace más de un año). El aula está abarrotada, hace calor y me veo obligado a forzar la voz. Pido por favor que guarden silencio para que me oigan los de detrás. Casi todos los alumnos atienden mi ruego. Pero hay una excepción. Una gorda repintada, sentada en la segunda fila. Masca chicle con la boca abierta, haciendo un ruido desagradable, y habla todo el rato a su compañero con gestos de desaprobación y mucha subida de hombro izquierdo, subrayando su desacuerdo indignado con lo que yo cuento.

Un desacuerdo bastante fuera de lugar, puesto que lo que yo les pretendo explicar son conceptos abstractos, en los que todo el mundo suele estar de acuerdo: las primeras fases del planeamiento urbanístico tienen mucho de filosofía y es obvio que nadie va a presentar su plan diciendo que va contra el desarrollo sostenible, o contra la cohesión social. En la segunda parte de la charla, abordo nuestra idea de elaborar una normativa vinculada a un sistema de indicadores urbanos, de forma que, cuando uno de estos indicadores alcance un valor crítico, la norma se corrija de forma automática. Es un tipo de regulación que nunca se ha utilizado en Madrid, pero sí en otros muchos lugares y de forma exitosa. El amigo de la gorda levanta la mano y pregunta si les puedo poner algún ejemplo concreto. Por supuesto que puedo.

Si el planeamiento establece que en un barrio determinado sólo puede haber 20 bares porque, por encima de esa cifra, el uso se hipertrofia, congestiona la zona y se vuelve tóxico para los vecinos, puede suceder que al promotor del bar número 20 se le dé licencia de apertura y, al alcanzarse el indicador establecido, el número 21 vea denegado su permiso y tenga que abrir su negocio en otro barrio. Simple cuestión de equilibrio. La foca se arrebuja ofendida y dice: –Osá-vale-osá: que si mi vecino se da más prisa que yo con los papeles, a él le dan permiso y a mí no. Bien, dejando de lado las formas y la cara de malhuele, la objeción es lógica y ya la he escuchado en otros foros, como los Consejos de los Distritos. Por eso tengo una respuesta preparada: es como si tú vas a un cine que tiene 40 butacas. El número 40 de la cola encuentra entrada, y el 41 se tiene que volver a su casa.

Veo que no se queda muy satisfecha la mujer y reconozco que el ejemplo del bar tal vez no sea muy afortunado, que los indicadores en los que estamos pensando tendrían que ver más con temas medioambientales. Por ejemplo, se puede fijar un porcentaje máximo de NO2 en el aire que, cuando se alcance, modifique automáticamente la regulación del tráfico, de forma que los días pares circulen sólo los coches con matrícula par y los impares los otros. Ya se ha hecho en otras ciudades, como Milán, París o México. La chica levanta la mano de nuevo: –En ese caso, ¿puede decirme si a los que pagamos el impuesto municipal por nuestro coche, se nos devolvería la parte correspondiente?

Mi respuesta: –No lo sé, no es más que un caso teórico, en Madrid no se ha aplicado nunca una medida de ese tipo. ¿Y en las otras ciudades? –insiste la gorda– ¿cómo se ha hecho? –No tengo ni idea. –Pero usted qué opina. La chica está crecidísima y yo ya empiezo a hartarme de tanto acoso. Así que, con tono un poco cortante, contesto: –Si yo fuera el que tuviera que tomar esa decisión, desde luego que no rebajaría ni un euro los impuestos. Surtido de golpes de hombro y gesto indignado: –Osá-vale-osá: que nosotros pagamos impuestos por usar el coche todo el año y sólo vamos a poderlo usar la mitad de los días. Hasta se ha puesto colorada de la indignación. Opto por templar gaitas: –Hombre, se trata de una situación puntual, de emergencia, serían unos días hasta que el nivel de contaminación se normalizara.

Como no salgo de mi asombro, me parece necesario insistir en que el automóvil privado es el único responsable de que estemos respirando mierda en las ciudades y que cualquier medida que limite su uso debe primar sobre cualquier otra consideración. Pongo otro ejemplo: los nuevos parkímetros que ha instalado la señora Botella, en los que ha de teclearse la matrícula y el aparato te cobra más o menos según el coche esté registrado en la base de datos municipal como eléctrico, híbrido, gasolina, diesel, todoterreno, etc. A mi interlocutora ya no hay quien la pare: con el brazo en alto vuelve a proclamar su disconformidad: –Osá-vale-osá: que los pobres, que no tenemos dinero para cambiar de coche, encima vamos a tener que pagar más por aparcar en la calle. Es más de lo que estoy dispuesto a soportar. La miro fijamente a los ojos y compongo mi sonrisa más mefistofélica: –Exactamente. Yo, como soy rico, me acabo de comprar un híbrido y, desde entonces, pago menos por aparcar en el centro.

Al ver el cariz que está tomando la disputa, la profesora, que estaba sentada en la última fila, se levanta, viene a mi lado y pide por favor que las preguntas se dejen para el final de la clase. La chica sigue rezongando en voz alta, dirigiéndose a su paciente compañero, por lo que, con cara de mala uva, le digo que, cuando termine ella de hablar, continuaré yo mi charla, porque no puedo forzar más la voz. Se pone aun más colorada por el cabreo, sopla su chicle hasta formar una pompa gigantesca y la hace explotar con un brillo de odio en los ojos. Fin de la historia. Al acabar la clase hubo muchas preguntas, pero esta señorita no tuvo a bien hacer ninguna más.

Son sólo unos ejemplos de lo que les venía diciendo. A los jóvenes de las tres historias (incluso el que me dice que si es el mismo café que ya le he pedido) no les han enseñado en sus casas a mostrar más respeto a un sexagenario con bigote blanco, que se ha dirigido a ellos en actitud cívica, tranquila y respetuosa. Es parte del mundo que viene y lo siento. Mis hijos no son así, se lo aseguro.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

319. Un freaky en la Fosa de Chera

Este fin de semana, puente de la Constitución descafeinado, salí con mi grupo senderista a la zona de Utiel y Requena, localidades del interior valenciano. El mayor interés de esta comarca es la llamada Fosa de Chera, un fértil valle de origen tectónico, que reproduce en el interior de la Península las formas de la costa levantina, esa serie de bahías sucesivas en arco, con las que comparte origen: los plegamientos producidos por la presión de la placa africana. La fosa, originada hace 65 millones de años, es uno de los primeros parajes declarados como Parque Geológico en España, en 1999. En el centro, el pueblo de Chera, 500 habitantes, agua abundante, viñedos, naranjos y almendros. La población joven, como la de todo el mundo rural nacional, ha optado por emigrar a la ciudad y descuidar el campo. Ahora el pueblo se promociona como destino de turismo geológico, con lo que, más o menos, va tirando.
  
El viernes salí de Madrid después del trabajo y llegué a Utiel en donde teníamos alojamiento reservado para todo el grupo. El sábado, fuimos en coches a Chera para hacer, desde allí, un recorrido corto alrededor del Embalse de Buseo, de comienzos del siglo XX. Era un camino cómodo, salvo un tramo de dificultad media, y se trataba de regresar a comer al pueblo. Así que, tras aparcar los coches, pasamos por el Ayuntamiento, para recabar información de rutas y restaurantes. En cuanto a las rutas, nos llevamos una sorpresa: el día siguiente, domingo, era el Día Nacional de los Parques Naturales, y en todos los de España se organizaba un recorrido conmemorativo, con guías locales. En Chera habían preparado un ascenso al Pico Rope, 500 metros de desnivel, para el que esperaban gente de toda la comarca, e incluso de Valencia.

Ante la coincidencia, decidimos sumarnos al ascenso, descartando la ruta que teníamos planeada. En cuanto a la parte gastronómica, en el Ayuntamiento nos recomendaron el Bar Machín, en el centro del pueblo. El plato del sábado era olla cherana, pero debíamos reservar, porque se tardan 4 horas en elaborar esa delicatesen. Reservamos y nos fuimos al pantano. Saliendo del pueblo había una larga bajada, hasta coger el nivel del agua. Luego un tramo llano rodeando el embalse. De allí partía una zona escarpada que debía escalarse en paralelo a un barranco profundo, hasta alcanzar un camino llano de vuelta al pueblo. Entre 8 y 10 kms. La olla cherana es un guiso con tocino, manitas de cerdo, morcilla de cebolla y otras carnes, con patata, alubias y cardo. Con eso y una buena ensalada, se da uno un verdadero banquete. Los del Machín son muy profesionales, no es fácil servir una comida para 24 con rapidez y sin lapsus. Se encargaban del tema las hijas del dueño. La madre era la cocinera. El patriarca, como suele suceder, dirigía, daba alguna orden y observaba el trabajo de sus mujeres.

El domingo madrugamos para estar a las 9.30 en el punto de salida. Hacía un cierzo helado que cortaba la piel. Yo iba bien abrigado, porque me había despertado el ulular del viento en mi ventana. El recorrido era de unos 10 kms de subida al pico y otro tanto de bajada. Nos juntamos en torno a 50 personas, la mayoría gente joven, pero, a poco de iniciar la subida, me fijé en un personaje que no se ajustaba a los cánones montañistas. Era un tipo mayor, con un aire mezcla de clochard y peregrino medieval, debido sobre todo a una barba muy negra, sin recortar de años. Se apoyaba en una cachava de madera y llevaba un perro también veterano, que mantenía todo el rato atado. Me fijé en sus ropas y observé que no estaban raídas y que tenían un estilo rockero-motero bastante personal. Sobre ellas llevaba un chubasquero amarillo de emergencias, cuya capucha calada le daba un punto aun más misterioso.

No pude evitar situarme a su par y empezamos a hablar. Bueno, hablaba él. Yo escuchaba maravillado. Trataré de resumir en orden cronológico las cosas que me contó durante la larga subida. Está a punto de cumplir 67 años (3 más que yo), se llama Adolfo Muñoz y es natural de Chera. Conoce el monte como la palma de la mano y entiende a los animales y plantas como si fueran parte de su persona. Hace muchos años, solían venir a estas montañas los de Manises, a recolectar leña para su industria cerámica. Los chavales (él tenía entonces 13 o 14) les vendían cuerda para los atados, que ellos mismos trenzaban con esparto del monte. Ante mí recogió un manojo y, sin soltar la correa del can, en un instante me montó una cuerda prácticamente irrompible. Los de Manises pagaban a los chicos 2 céntimos de peseta el metro.

En aquel tiempo, el que se hacía con dos pesetas tenía un tesoro. Así que los críos estaban todo el día tejiendo cuerdas a escondidas. De vez en cuando, el padre entraba y soltaba una voz: ¡¡Venga, a estudiar, leñe, que ya está bien de tanta cuerdita!! Creo que no hay nada mejor que un pueblo para pasar la infancia. Pero a los 17 hay que largarse, si no quieres acabar embrutecido por el trabajo agrícola y el alcohol. Adolfo lo intuyó así y se lo dijo a su padre, quien sólo le dio un consejo: –Hijo, ve con Dios, y procura que no se te haga de noche a las doce del día. Adolfo se fue a Suiza, donde se buscó la vida de camarero. Estuvo seis años, en los que aprendió inglés y francés, además de a conducir y a esquiar. Pasó también por Londres donde conoció a la que se convertiría en su mujer, una inglesa, amiga de Lady Di (yo voy  transcribiendo lo que me contó, que cada uno elija creerse lo que considere más oportuno).

Con su mujer decidieron venirse a España, donde hacía mejor clima. Por su dominio de los idiomas no le costó encontrar sucesivos trabajos de camarero en la costa, por ejemplo, en Cheste, al lado del Circuito Ricardo Tormo. Todos los pilotos se hicieron amigos suyos, etc. Estuvo también un tiempo cobrando el paro, donde ganaba más dinero que trabajando de camarero. Se volvió al pueblo y su mujer y él empezaron a hacer vidas independientes. Parece ser propietario de un par de casas, que empezó a arreglar para vivir en ellas. Pero la vida de farándula le tiraba y se volvió a ir, esta vez a Mallorca, a un restaurante al lado del Palacio de Marivent, donde, como se pueden imaginar, se convirtió en el sumiller del Rey y otros delirios. Esta etapa de su vida acabó bruscamente en el año 2001, cuando le sobrevino lo que él llama el ataque.

El ataque fue una grave trombosis en una pierna, que se le puso negra de la gangrena. En el hospital le dijeron que había que amputar si quería salvar la vida. Necesitaban el permiso de un familiar (Adolfo tiene en Chera hermana, cuñado y sobrinos, que nunca han salido del pueblo) pero, por no darles el disgusto, él mismo firmó el permiso. Y se dejó ir al sueño de la anestesia. Tres o cuatro días después, despertó. Al principio, no sabía ni dónde estaba. Entonces recordó y se echó mano a la pierna. Y allí estaba. No tenía el síndrome del miembro fantasma, sino una pierna hecha y derecha. Miró alrededor. Una enfermera que estaba por allí abrió la boca asustada y salió corriendo del cuarto. Al minuto llegaron un montón de médicos y enfermeras. Le miraban incrédulos y se daban abrazos entre ellos. ¿Qué había pasado?

Pues, al parecer, a punto de cortarle la pierna, uno de los médicos citó un nuevo sistema aun en investigación y propuso probarlo con él. Consistía en inducirle el coma, bajarle la temperatura corporal, extraerle toda la sangre enferma del cuerpo y reponérsela entera. Era un sistema muy arriesgado que no habían probado nunca y del que podía salir, cuando menos, con el cerebro afectado por falta de riego. Por eso los abrazos cuando lo vieron bien. Creo haber leído que el método está ya más chequeado y que, por ejemplo, a Keith Richards, de los Stones, se lo hacen de vez en cuando para limpiarle la sangre de las porquerías que se mete. El caso es que Adolfo sobrevivió. Al rato pidió permiso para ponerse de pié. Estaba cansado pero bien. Salió a una cabina y llamó a su hermana que vino en el primer avión.

En ese punto le recomendaron jubilarse. Se vino definitivamente a Chera y empezó a hacer vida de ermitaño, a andar por el monte y a recoger cosas de las basuras. Desde entonces toma religiosamente Sintrón, cada día. Me contó que se levanta a las 7, se toma su Sintrón y almuerza. Entonces se va al monte. Le dije que con el Sintrón hay que tener cuidado de no hacerse heridas, que por un simple rasguño te puedes desangrar. Me miró y me dijo: –¿Y por qué te crees que llevo estas barbas? Él se afeitaba con navaja barbera y no con mariconadas Gillette. Un día se dio un tajo y casi se muere. Entonces pensó: a tomar por culo, ya no me afeito más. En la cima del Pico Rope, sacó su cantimplora con buen Rioja, un cacho pan y un poco panceta. Casi llevaba más comida para el perro. Luego de almorzar, encendió un puro con aspecto de liado a mano. Se lo estaba fumando tranquilamente, cuando iniciamos la bajada, para comer en el pueblo.

Hicimos una larga bajada, por una pista forestal y, al llegar a la plaza del Ayuntamiento, allí estaba Adolfo, que había acortado por un atajo. Le ofrecí venir al bar a tomar una cerveza, pero se negó en redondo. Me quedé con él, mientras el resto del grupo se abalanzaba a la cerveza. Seguimos charlando un rato. Al poco, se incorporó a la tertulia otro freaky local, medio ciego, medio tullido, que vendía el cupón. Adolfo compró cuatro décimos y se los pagó. Luego dijo que dos eran para mí. Entonces compré yo cuatro de otro número y le di dos. Le pedí al ciego que nos sacara una foto con mi máquina y al tercer intento consiguió el resultado que ven abajo. Nos dimos un abrazo fuerte y me fui al Machín donde ya iban por la segunda cerveza, esperando esta vez una paella también extraordinaria.


Al acabar de comer, un compañero salió a fumar y volvió con la información de que mi amigo me estaba esperando a la puerta del bar. Si está dentro el médico, que salga, que le quiero dar una cosa –decía. Supongo que dedujo la profesión de mi conocimiento del Sintrón. Me regaló dos botellas de vino de su bodega, un tinto de 1983 y un clarete de 1985. Dada la baja calidad del vino de Utiel en esa época, es previsible que estén estropeados, aun no los he abierto. Los tenía en una bolsa de El Corte Inglés, con una fotocopia encuadernada del diario de su madrina, escrito en los 40 con caligrafía monjil. Mis colegas nos sacaron las fotos que les pongo abajo de todo.

Saliendo del pueblo está su casa, donde vive con cinco perros. Es un ejemplo primigenio de síndrome de Diógenes ordenado. Adolfo recoge cosas de la basura y las va colocando en el jardín que rodea su casa. Hay una zona de muñecas de niña. Otra de triángulos rojos de señalización de averías. Otra de envoltorios de plástico. Los del pueblo apenas se hablan con él y no le dejan entrar en los bares, porque a veces saca su vena pendenciera. Lo que más le gusta es coger un par de perros (más no los puede dominar) y un caballo, y salir por caminos de montaña hasta Chulilla, 20 kms, en los que tarda un día. Y al día siguiente se vuelven. Antes tenía un caballo, pero se le murió y ahora pide prestado uno a alguno de los vecinos con los que se trata. Así que sabes también montar –le dije. No –contestó– voy a pie. ¿Y entonces, para qué el caballo? Pues para pasearle y que disfrute también del monte. Y para cargar la comida y los pertrechos de todos. ¿Y en dónde duermes? ¿En dónde va a ser? Pues en una cueva. A ver si te crees que con un caballo me van a dejar entrar en un hotel. Como ven, su discurso tiene una coherencia plena. Es peculiar, es diferente, fabula, pero es coherente. Adolfo Muñoz, un freaky de Chera. Todo un personaje.

     

viernes, 5 de diciembre de 2014

318. Cada pieza en su sitio

El tiempo va poniendo a cada uno en el sitio que le corresponde o que se merece, hasta el punto de que a veces tiene uno la sensación de que hay una especie de armonía global, una distribución de pesos que hace que, poco a poco, las piezas se vayan encajando solas y terminen por encontrar su sitio en el mundo. Me explico. Menos de dos meses atrás hacíamos por aquí conjuros cruzados para que Teresa Romero, a la que bautizamos como Teresiña de Becerreá, saliera victoriosa en su batalla contra un enemigo terrible que se la estaba comiendo por dentro. Hace unos días la vimos en la tele, más chula que un ocho, con su curioso acento madrileño, sacando pecho y disfrutando de su fama, tan efímera como merecida. Aun tiene que terminar de recuperarse, especialmente en el terreno anímico, donde ha sufrido fuertes embates pero, viéndola ante la cámara, parece como que ya está en su sitio.

Por aquel entonces, si lo recuerdan, nos hacíamos cruces con la respuesta de los responsables de Sanidad, a nivel nacional y autonómico. ¿Y dónde están ahora? Aquí quedó dicho que la señora Mato, a la sazón Ministra de Sanidad, era una especie de ectoplasma que no decía nada porque es imposible que la señora Nadie pueda articular una declaración coherente. Doña Mato está ya en el lugar que le corresponde: su chalet de Pozuelo, en donde debe vigilar atentamente el garaje, no sea que le brote algún nuevo Porsche por arte de magia. Por cierto, hemos estado una semana sin Ministro. ¿Ustedes han echado en falta algo? Honradamente, yo no he notado la diferencia entre que esté la señora Mato o que no haya nadie al frente.

En cuanto al malvado Rodríguez, también a la sazón consejero regional del ramo, pues igualmente está por fin donde le corresponde, en el hospital del que salió, presumiendo de facha entre las miradas de censura de sus compañeros de profesión. Sus últimas declaraciones revelan lo que yo ya intuía: que sus disculpas a Teresa y a su marido no eran sinceras, que se las dictaron para salvarle la cara. En cuanto lo han dejado suelto de nuevo, ha recuperado su discurso más casposo y ha vuelto a decir lo que piensa. Bien mirado, es una pena que lo hayan cesado. Yo hubiera preferido que siguiera en el puesto y que cada semana largara un poco más. Cada declaración suya hacía perder más votos a su partido de impresentables.

Otro que está donde se merece, para alivio de todos los españoles, es el señor Gallardón. Es decir, en su casita, rumiando su ofensa por no haber sacado adelante la Ley del Aborto que le ha retratado ideológicamente para la historia. Y sin poder derrochar más dinero de los contribuyentes. No es difícil imaginárselo en el salón de su casa haciendo pucheros (nadie como él para los pucheros), cada vez que rememora su despecho. Los que no están, sin embargo, en el lugar que les corresponde, son esos auténticos piezas llamados Blesa y Rato. Por ahora. Pero démosles tiempo. Todo llegará. Tengamos paciencia. Y cuidado con Gori-Gori, que también tiene su parte de delito.

Otro que está donde debe estar es el señor Lendoiro, don Augusto César: fuera del fútbol y en el entierro de un delincuente con antecedentes penales más amplios y variados que los de Luis Candelas, apoyando a ese heroico miembro de la peña que le impuso una medalla cuando dimitió como presidente del Dépor. Es de bien nacidos ser agradecido. Y, ya que ha salido otra vez este triste asunto, no puedo dejar de referirme a la interpretación que se hace del mismo en clave nacionalista. El martes se jugó en Vitoria un partido de copa del Alavés contra no sé quién. Antes de empezar, en una de las esquinas del estadio se rindió un sentido homenaje al inefable Jimmy, transfigurado en activista antifascista gallego, asesinado por matones neonazis españoles, en la capital del Estado (odian tanto a España, a la que pertenecen, que la llaman el Estado, así a secas), adonde seguramente había acudido a visitar a su tía abuela por Navidad y traerle un poco de turrón.

Homenajes similares han tenido lugar en otros estadios de las periferias por donde brotan esos sentimientos disgregadores. Allá donde se encuentre el pobre Jimmy, estará henchido de orgullo: ya saben que otro de sus amigos ha revelado que el día antes de su viaje fatídico le comunicó su convicción de que esta vez sí, esta vez saldría en todos los periódicos, porque o la armaba gorda, o terminaba en el río (triste premonición). Seguramente remató la frase exclamando ¡¡Arre carallo!! Pero ya saben que la capacidad de tergiversación de los nacionalistas es infinita y no desaprovechan una sola ocasión de arrimar el ascua a su sardina (o de agarrarse com es d’Elx, que decimos en Valencia).

Así que, eso mismo voy a hacer yo (agarrarme com es d’Elx). Quiero decir que, a cuenta de hablar de que a cada persona el tiempo acaba por ponerla en su sitio, voy a recuperar mi vieja inquina antinacionalista, que han pasado casi dos meses desde que prometí no volver a hablar de Cataluña y ya va siendo hora de romper esa promesa. Después de dejar el tema reposar, a ver si fermentaba, he llegado a algunas conclusiones. Cataluña es la tierra donde siempre han vivido los catalanes. Pero, desde hace unos años, ha surgido allí una nueva subespecie, que vamos a llamar los catalonios (por aquello de que Catalonia is not Spain). Yo estoy convencido de que Cataluña sí que es España, pero por desgracia, Catalonia no.

Tal como se vio en la consulta o lo que fuera, celebrada el pasado día 9 de noviembre, parece que los catalonios son un tercio de la población total, dando por probable que ni uno solo se quedara en su casa sin ir a echar la papeleta en la urna o buchaca establecida al efecto. Pero la proporción crece sin cesar y el tema va por bastante mal camino. Rajoy no sabe qué hacer pero es que, haga lo que haga, cada vez hay más catalonios. Si Rajoy se tira un pedo, otros tres o cuatro catalanes se cambian de bando. Y si no se lo tira, otro tanto. Frente a esto, los catalanes están callados y preocupados. La semana pasada conocí a un catalán, en las sesiones del CONAMA, Congreso Nacional de Medio Ambiente, y concerté con él una visita a Madrid Río. Era de mi quinta y pasamos el día entero juntos, hasta que se fue en el AVE de Atocha.

No fui yo quien sacó el tema del soberanismo, Dios me libre, yo no sabía si se trataba de un catalán o de un catalonio, entre los que, por cierto, también tengo algún amigo. En síntesis, su discurso fue el que les cuento. Mi nuevo amigo del alma se autodefinió como militante histórico del PSC, cuyo carné no había devuelto por una cuestión sentimental. Según él, el inacabable período de mando absoluto de CiU en todas las administraciones catalanas, con el señor Pujol a la cabeza, había sido como una tortura para la gente medianamente progresista de su tierra y había dejado las arcas regionales exhaustas. Para él, CiU es exactamente lo mismo que el PP: un partido de la oligarquía, defensor de una clase alta depredadora y construido a base de clientelismo y reparto de prebendas.

El malestar generado por ese largo mandato, cristalizó en su derrota frente a la izquierda. El problema fue que el PSC tuvo que tirar de Izquierda Unida y Esquerra Catalana, para formar el llamado tripartito, tanto a nivel regional, como local, en Barcelona y las principales ciudades catalanas. Bueno, pues los cuatro años del tripartito fueron aun peor, hasta el punto de que CiU recupero el poder, ya con Más a la cabeza y la actual deriva soberanista, motivada por la necesidad de huir hacia adelante y tapar las escandalosas irregularidades contables de los últimos tiempos. ¿Y por qué fracasó el tripartito? Pues mi amigo lo tiene muy claro: por culpa de Esquerra. Con estos señores no se puede hacer nada (lo dice mi amigo, yo sólo lo transcribo). Además, hacían alarde continuo de su capacidad de bloqueo. Tenim la clau, era su frase más repetida.
    
Entendí perfectamente lo que me contaba este catalán culto, progresista y sincero, porque, según mi interpretación, en Galicia sucedió algo idéntico y eso precipitó la vuelta del PP, del que todo el mundo estaba hasta los huevos cuatro años antes. Ya sé que más de un comentarista me ha tachado de nacionalista español, pero nada más lejos de la realidad. Como ya he dicho aquí, mi sueño es que un día formásemos una federación con Portugal, la gran Iberia soñada de Saramago, para ser más fuertes en Europa (que es otra federación, al fin y al cabo).  Ningún nacionalista gallego puede decirme a la cara que le gustan más que a mí los grelos y los percebes, pero es que no veo la necesidad ni la conveniencia de que los pueblos nos disgreguemos en estados pequeñitos, para que nos jodan mejor.

Tal como yo lo veo, y así lo vengo proclamando desde hace más de 300 posts, los nacionalistas tipo Esquerra o similares, lo que están haciendo es perjudicar a sus pueblos respectivos, abocándolos a una situación mucho peor que la actual. Como el que escupe al cielo, o el que orina contra el viento. Lo malo es que el escupitajo o el pis, en este caso, mancha a mucha más gente y, especialmente, a los que no están por la labor. En mi reciente viaje por Europa, descubrí una cornisa decorada con una sabia máxima al respecto en latín. Fue concretamente en Ámsterdam, muy cerca de la Leidseplein, y aquí abajo tienen la imagen.



Está bien claro: el homo sapiens no orina contra el viento. Cierto que al sujeto al que les muestro en la imagen de más abajo, tal vez sea un poco aventurado considerarlo dentro de la subespecie homo sapiens. Lo que parece claro es que este también es un pieza. Y, como los otros, acabará encontrando su sitio. Sean felices, pasen un buen finde, yo me voy de senderismo, ya les cuento.