viernes, 25 de julio de 2014

271. Monerías

Pues hablando de cambio climático, por fin ha llegado el calor asfixiante, con un mes de retraso, lo que se agradece. Hasta esta noche hemos dormido aceptablemente, entre ráfagas de aire fresquito, al menos en las horas próximas a la madrugada. Esta noche no, esta noche ha hecho un calor de la leche. No sé si ha quedado clara mi intención en el post anterior: denunciar la hipocresía que hay detrás de la frase comúnmente aceptada “nos estamos cargando el planeta”, que proclaman de forma unánime los ecologistas bienpensantes. Pues no, señores. Lo que estamos poniendo en riesgo es la supervivencia del género humano, digámoslo claro. La Tierra seguirá y se recuperará de nuestro infausto paso por su superficie, igual que superó las cinco extinciones masivas de especies que hubo antes. La actual (en curso desde 1500 y claramente provocada por las imprudentes conductas del humano) es sólo la sexta, tal como explica el artículo de hoy de El País, que pueden consultar AQUÍ.

A cosas como éstas hace referencia la serie de films El Planeta de los Simios, cuya última entrega vi en el cine la otra tarde, en una sala que anunciaba su proyección enriquecida con el último grito de los sistemas audiovisuales: el I-sens. Me senté en mi asiento con una cierta prevención, sin saber si me iban a obsequiar con el delicado aroma de los pedos de los monos pero, al final, la cosa no iba mucho más allá del sensurround de toda la vida. La primera película de la saga, de 1968 y con Charlton Heston de protagonista, sigue siendo la mejor de todas. Supongo que conocen la historia. Unos astronautas hibernados para un viaje de 2000 años, llegan a un planeta desconocido y despiertan. Están en un desierto, tienen provisiones para unos días y empiezan a caminar. Primero encuentran plantas y matojos, luego un río y luego la gran sorpresa: el planeta está dominado por monos vestidos con trajes medievales y armados con escopetas. Hay también humanos pero no saben ni hablar y están bajo el poder de los simios, que los tienen esclavizados y los exhiben en zoológicos.

Atacados por los monos, los demás mueren y Taylor, el personaje interpretado por Heston, es capturado y herido en la garganta por lo que pierde momentáneamente el habla y los simios creen que es uno más de los humanos del planeta. Intenta escapar y, en el forcejeo, recupera el habla y grita su ya mítica frase ¡Quítame tus sucias patas de encima, mono asqueroso! Finalmente escapa y cruza hacia lo que los monos llaman la zona prohibida, “en busca de su destino”. Un poco más allá la película termina cuando Taylor llega ante los restos de la Estatua de la Libertad, y comprende que el planeta es el mismo que él abandonó 2000 años antes. Los monos de esta película hablaban ingles (o español, después de doblada) y, a partir de ese detalle, el tipo podía haberse dado cuenta antes de que había vuelto a la Tierra, pero es comprensible que no se percatara en medio de las penalidades que sufre. También resulta comprensible que los espectadores no advirtiéramos ese error de guión, al visionar una película tan impactante (yo tenía 18 años cuando la vi en algún cine de la Gran Vía y todavía no me he recuperado de la impresión que me produjo el final del film).

El éxito de esta película generó cuatro secuelas infumables (yo sólo vi la primera), una serie de televisión también muy mala y una revisión a cargo del director Tim Burton en 2001, bastante floja según opinión unánime de los críticos a la que me sumo. Pero hace tres años se estrenó El origen del planeta de los simios, una precuela (horrible palabro adoptado por los entendidos), que es bastante interesante. La acción se desarrolla en un futuro muy cercano. Un científico pretende curar el alzheimer con un virus modificado, que prueba en monos a los que vuelve muy inteligentes. Por una serie de casualidades funestas el virus escapa de control, al tiempo que se descubre que a los humanos también les agudiza la inteligencia, reduciendo las consecuencias del alzheimer, pero con unos efectos secundarios fatales a los que los monos son inmunes. O sea, que los humanos se vuelven más listos y sin Alzheimer, pero se mueren a los dos días, mientras los monos se vuelven listos y sobreviven. Eso inicia el camino de la destrucción de nuestra civilización y la revolución de los simios, que un día terminará en el escenario apocalíptico de la película de Heston.

La nueva película El amanecer del planeta de los simios, recorre unos pasitos en esa trayectoria predeterminada. Aquí los humanos están ya bien jodidos pero resisten en pequeños núcleos aislados, mientras los simios se están empezando a organizar. Eso lleva a una serie de batallas muy espectaculares, en las que queda acreditado el carácter dañino para la Tierra del ser humano. El líder de los monos confía en que su raza sea diferente, pero al final se rinde a la evidencia de que ya son igual de crueles que los humanos. La inteligencia que les ha proporcionado ese nuevo virus, lleva aparejada la maldad. Interesantes reflexiones que se deducen de esta película que contrapone el racismo de los elementos más beligerantes de ambos bandos, con la voluntad de convivir y entenderse, compartida por los sectores más pacifistas de humanos y monos. Por cierto, el jefe simio al que ven en la imagen de arriba, tiene un inquietante parecido con el actor Willem Dafoe, a quien tienen abajo.

Es muy mono Willem Dafoe, dicho esto en sentido estricto y no en el sentido que suele atribuirse a esta expresión en la calle. Cuando yo era pequeño, se solía decir “es muy mono” para hablar de los niños guapos o simpáticos. Incluso de mujeres como la novia de Schweinsteiger se podía decir qué mona es, sin miedo a que se sintiera insultada. Me parece que se trata de una expresión un tanto en desuso, en Sudamérica usan más linda y por aquí le ha dado a la gente por decir es un pibón, tio, qué passa. Y en Catalonia-is-not-spain, pues dicen una xavala molt maca, noi, escolta.

Y ya que hablamos de guapos, aquí tienen la foto del último fichaje del Depor, que atiende por José Rodríguez y viene del Real Madrid, con cuyo uniforme posa en esta foto. ¡¡Ele!! No me dirán que es difícil averiguar de qué etnia es el angelito, por otra parte buen jugador al parecer. En su primera comparecencia ante los medios coruñeses ha declarado “estoy mu contento y mu felí con el fichaje, payo, que yo te digo a ti que me voy a dejar los pinreles y los gayumbos por el equipo, ariquitao. Que yo con el balón en la bota es como si me arrancara por soleares y no hay contrario que me pare, ariquitán-tan-tao. Ele, to’er mundo e güeno”. Vale, ya no hago más chistes, que luego me acusan de racista. A mí los calorros siempre me han caído de cine, y en pocos lugares me lo he pasado tan bien como en los conciertos del Camarón con Tomatito.

Por otra parte, en los periódicos locales destacan como su principal virtud su especial olfato de gol. Viendo la foto no cabe duda que debe de tener un olfato de gol grandísimo. El otro fichaje estelar de mi equipo del alma, se llama Isaac Cuenca y lo tienen en la imagen de abajo. También aparenta un olfato de gol superlativo. ¡Ay, Señor! ¡Qué tortura de temporada la que nos espera a los del Dépor! Que pasen un buen finde, a pesar de la caló.


2 comentarios:

  1. Pues ya que hablas del Dépor, me extraña que no hayas hecho ni el más mínimo comentario sobre el brusco y fulminante cese de Fernando Vázquez, el entrenador que llevó al equipo a Primera, casi sin jugadores y que tan querido era en la tierra. ¿Qué te parece la cosa? Gracias.

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    1. Pues no he dicho nada porque es un asunto en el que no tengo una opinión clara. Fernando Vázquez es un populista que se hace querer por las masas, pero tiene sus vueltas y no es el primer equipo del que sale de la misma manera. Cuando lo contrataron pilló al Depor desahuciado en Primera, lo reflotó y estuvo a punto de salvarlo, pero al final bajó. En ese tiempo generó bastante ilusión y lo hizo casi perfecto. Estaba a tope, transmitía optimismo y el equipo jugaba bien.
      El segundo año casi no tenía jugadores y sacó la vena amarreta. De esa forma logró plantarse en Navidad como líder, contra todo pronóstico, a base de jugar al cero-cero y a ver si por casualidad pillaba un contraataque. El juego del equipo era insufrible para el espectador, pero efectivo en una categoría de nivel muy bajo. Entonces se fue Lendorio, ficharon a jugadores mejores y la grada se dispuso a ver un juego más alegre y agresivo. Resultado: nada de nada. El equipo estaba cada vez peor, llegó al final con la lengua fuera y ascendió por los pelos, gracias a que sus enemigos no dieron tampoco la talla.
      En esa situación parecía claro que no era el hombre más adecuado para llevar al equipo en Primera. Yo no sé si Víctor lo es, ya lo veremos. Quizá la forma más adecuada de echarlo no era esa, pero su primera declaración tras el cese fue lamentable, como si él fuera el Deportivo y todos los demás fueran idiotas.
      De todas formas tenemos que estar agradecidos a este señor que nos ha permitido estar este año en Primera, con rivales como el Córdoba, el Éibar, el Elche, el Granada, el Almería o el Rayo. Si no llegamos a subir, nuestros enemigos serían el Osasuna, el Betis, el Mallorca, el Zaragoza, el Valladolid... Es posible que nos hubiera costado años volver a Primera.
      Así que ahora toca sufrir, partido a partido, y a ver si conseguimos que al final haya por lo menos tres equipos detrás de nosotros. Cada año que pase la situación será mejor.

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