Tranquilos, no pasa nada, ya
vengo yo, todo está controlado, enseguida empezamos. Ya sé que les he tenido a
dieta de Blog durante casi quince días, pero no ha habido otro remedio y, además,
así habrán descansado de mi prosa desbocada que, confiésenlo, ya les tenía un poco superados. Anoche aterrizó mi avión de vuelta de Edimburgo, vía Londres,
y aquí me tienen dispuesto a disfrutar de los cuatro días del puente que los
italianos llaman ferragosto, bien
protegido con mi aire acondicionado a todo trapo, con la mochila llena de nuevos
temas aprendidos u observados en mi periplo británico y el ordenador listo para
contarlos.
Esta mañana me he levantado
tempranito y he salido a correr al Retiro. Llevaba cinco semanas sin entrenar
y, a mis años, eso es algo que se paga. Se pueden imaginar cómo me tiraba la
sisa de las caderas, cómo se quejaban mis rodillas, cómo me crujían los
tobillos, cómo resollaban mis pulmones después de tanto tiempo de descanso y
qué nivel de agujetas estoy cocinando para mañana. Pero hoy era un día clave si
quería, como pretendo, hacer lo que los corredores llamamos “la temporada”. El
lunes me reincorporo al trabajo y, a partir de ahí, sólo podré correr a última
hora de la tarde, con el calor que hace. Por eso necesitaba empezar ahora, para
tener dos días de carrera matinal al fresco, y llegar al lunes con el trabajo
empezado. Si no lo hubiera hecho así, mi vuelta al entrenamiento se hubiera
retrasado quién sabe cuánto tiempo.
Como les dije, he estado por tierras
escocesas y ya saben lo que son estos viajes: pretende uno ver todo un país en
cuatro días y eso le lleva a largas jornadas absorbiendo información, haciendo largas
caminatas, tomando fotos, intentando entender a los lugareños en su idioma. Por
la noche, uno llega al alojamiento agotado. La vida del turista ya es bastante
dura como para encima pretender escribir algo más que meras notas
recordatorias. Y si por casualidad un día llega uno al hotel con ganas de
sentarse en el ordenador, pues resulta que se ha caído la WiFi, o te han
engañado diciendo que la había. (Por cierto, querido lector, si viaja usted a
un país anglosajón debe decir Guay Fay.
Si lo pronuncia usted como en España, no le entenderán).
Escocia es una nación muy
interesante, llena de historia y cultura, de la que yo sabía muy poco, lo que
no me impidió escribir dos posts al
respecto: el #64 “De escoceses y otros estereotipos” y el #131 “Los ángeles
querían más”. El primero, el post de
mayor éxito del Blog, con cerca de 200 visitas, por razones que desconozco. El
otro, su secuela. También me referí a Escocia en mis diatribas
antinacionalistas, a cuenta del referendum que preparan, así como por el hecho
cierto de que fue en Escocia donde se inventó el papel higiénico de doble hoja
(post #126).
Como muestra de mi
desconocimiento, les decía en alguna de esas entradas que las señas de
identidad de los escoceses eran tres: el whisky, el kilt (falda de los hombres) y William Wallace. Ahora sé que son
muchas más. Sin ser exhaustivo, habría que añadir al menos el unicornio, el
cardo, el haggis, la gaita
(compartida con irlandeses, gallegos y otros pueblos de origen celta), el porridge y algunos personajes tan
reverenciados como Wallace y de mayor trascendencia histórica, como el rey
David, Robert de Bruce o John Knox. De todo ello se hablará en los posts que iré colgando en los largos
días del ferragosto, en los que
pienso compensarles por la sequía de la primera quincena del mes.
Escocia es un lugar muy atractivo
pero, si tienen pensado visitarlo, deben saber unas cuantas cosas. Para
empezar, el tiempo es infernal. En los últimos años he huido del calor
veraniego de Madrid visitando Berlín,
Copenhague, Helsinki o Estocolmo. Bueno, pues en ninguno de estos lugares he soportado
un tiempo tan malo, con lluvia, viento y fresco todo el rato. Se lo dice un
coruñés, acostumbrado a no inmutarse cuando amanece un día de chirimiri
(orballo le decimos en mi tierra). Pero es que aquí el chirimiri se reconcentra
por momentos, así sin avisar, y te calas en unos segundos. Así que ya saben:
botas de agua, chubasquero y paraguas, elementos imprescindibles del equipaje.
Y una buena mochila para cargar con ellos todo el rato.
Encontramos murales informativos
sobre los peligros del cambio climático. En Escocia están muy preocupados por
los efectos de las variaciones que se observan en el clima de la Tierra. Pero
resulta que, en el resto del mundo, esta preocupación se deriva del
calentamiento global, la sequía, la subida de la temperatura media, el aumento
del nivel del mar, etcétera. En Escocia no. En Escocia están preocupados por el
aumento de la lluvia. En los últimos 60 años, las precipitaciones sobre tierras
escocesas se han incrementado un 20%. Los murales hablaban de inundaciones, de las
consecuencias catastróficas para la agricultura, de la erosión del terreno
fértil, del deterioro de los edificios históricos de piedra. Increíble ¿verdad?
Como buenos británicos, los
escoceses hacen algunas cosas al revés que los demás. Por ejemplo, las
ambulancias llevan luces azules, en vez de amarillas. Los semáforos utilizan el
naranja en superposición con el rojo al final del tiempo de espera, para avisar
a coches o peatones de que ya viene el verde, justo al revés que aquí. En
Glasgow hay unos semáforos enormes, que regulan la circulación de los cruces
perpendiculares. En todos ellos está permitido el giro a izquierda y derecha, y
corre un turno que va autorizando uno por uno todos los movimientos posibles. Y,
al final, hay un turno único para peatones en el que las luces de los cuatro
cruces se ponen verdes al tiempo. Si te das prisa puedes pillar dos de una vez.
El sistema
de medidas mantiene las millas, yardas, pies y pulgadas, además de los galones,
las libras (de peso) y todo lo demás. En la moneda han adaptado el sistema
centesimal (en 1971) y eso ha simplificado la cosa: una libra tiene 100
peniques, que son como los céntimos. Hasta entonces, la libra se dividía en 20
chelines, cada uno de 12 peniques, y era un lío morrocotudo. Pero siguen
conduciendo por la izquierda, tema del que les hablaré con más extensión.
Por cierto,
para el que no lo tenga claro, esta zona del mundo tiene tres estructuras
diferentes superpuestas: una geográfica, otra nacional y otra política.
Geográficamente hay dos islas: la Gran Bretaña e Irlanda. La Gran Bretaña engloba
tres naciones: Inglaterra, Escocia y el País de Gales. Irlanda está formalmente
dividida en dos naciones Éire e Irlanda del Norte. Pero Éire sostiene que
Irlanda del Norte es una colonia, como Gibraltar y reivindica la totalidad de
la isla. Políticamente hay dos Estados: Éire y el Reino Unido, ambos miembros
de número de la Unión Europea. En medio de ese lío ¿cómo no sentir simpatía por
un país cuyo escudo no ostenta una flor aristocrática como el lis, sino un humilde
cardo?
El origen
del cardo (thistle, en ingles) como
flor emblemática de Escocia es indicativo del sentido del humor de este pueblo.
Los escoceses llevan toda la vida zurrándose con los ingleses. En medio de una
de sus guerras, los malvados ingleses urdieron una de sus tretas habituales.
Aprovechando que un batallón escocés dormía en un llano en medio de una noche
oscura, los rodearon y se acercaron sigilosamente para cargárselos con sus
espadas. Para que no les oyeran llegar, se descalzaron. Pero los escoceses eran
más listos y se habían acostado a dormir en un prado rodeado de cardos. Los
gritos de los ingleses cuando empezaron a pisar cardos, despertaron a los
escoceses, que dormían calzados y no tardaron mucho en pasar a cuchillo a sus
enemigos. Desde entonces, el cardo figura en el escudo de todos los nobles
escoceses, cuya orden de caballería más heroica y prestigiosa se llama
precisamente la Orden del Cardo. Les dejo un par de fotos al respecto.
Unas señas de identidad muy singulares, por no hablar de "Nessy"... Pero en un viaje yo compré un libro de chistes sobre los escoceses y saqué la conclusión de que les achacaban tacañería, como aquí a los catalanes; confío en que el reproche sea injusto, como el que se lanza a los amables y generosos nativos de Catalunya...
ResponderEliminarTienen fama de roñas, sí, pero conmigo han sido muy amables. Viven del turismo y te cobran por todo, pero por lo visto en tan pocos días, saben ser generosos con los visitantes.
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