Bueno, pues hoy he estado a un tris de romper mi
ritmo programado, iniciado a mediados de agosto cuando no tenía apenas cosas
que hacer, con motivo de que mañana viernes tenía ya mi primer bolo, consistente en dar una charla a una amplia delegación de la ciudad holandesa de Almere, como les anuncié. Se
trataba de hablar en inglés de un tema del que no soy especialista, así que
ayer aparté el blog y eché toda la tarde preparando mi presentación. Pero
resulta que, cerca de las 8 de la tarde, me llamó Werner a decirme que el tema se
suspendía porque les habían cancelado el vuelo. Ya les contaré sobre este tema
más en extenso. Lo que les puedo decir es que al instante me invadió una incontenible sensación de alivio. Sin más temas en el horizonte que me estresaran y me restaran tiempo para el blog (los otros dos bolos que tengo comprometidos son en
español), me puse a ver una serie de TV que pensaba empezar en el
fin de semana y dejé para hoy la escritura de este post.
Así que ahora estoy de mañana lluviosa, acabo de
terminar mi clase de inglés y tengo un rato hasta que me vaya al yoga. Por la
tarde terminaré este texto a ver si puedo publicarlo a tiempo. Y, según ese
programa que voy manteniendo por los pelos, hoy me toca hablar de mi entorno y
no de mí mismo. Y eso me lleva al último post, en el que di mi interpretación
sobre el tema de Ucrania. He de empezar dando un pasito p’atrás, morena, y en consecuencia pidiendo disculpas. No por el contenido y el sentido de mis opiniones, en los
que me ratifico totalmente, sino por el tono y sobre todo por la advertencia de
que no me hicieran comentarios en contra. Un amigo lector me ha dicho por
detrás que es impropio de una tribuna como esta decir semejante cosa y más en
tono casi amenazante y que, si no quiero que se forme mucho alboroto, que no me
meta en ciertos jardines. Así que, dicho y hecho, les pido disculpas y les
invito a que digan lo que les pete, como siempre en este blog hasta ese post malhadado.
Dicho esto, les repito algo que ya he dicho varias
veces: para nada quiero que esta tribuna se convierta en un foro de discusión
política. En primer lugar, no me considero en absoluto preparado para ello. Pero es que,
además, en la política actual está todo tan crispado que ese debate no
va a servir para nada. Cuando alguien está convencido de algo, ya se le puede
ir con datos, informaciones o documentos, que no se va a apear del burro. ¿Cómo
dicen? ¿Que yo tampoco? Pues supongo que es el mismo caso. Pero yo me refería más
bien a movimientos como el de los terraplanistas, que parece mentira que
existan, pero ahí están (yo sospecho que más de un amigo/a tiene dudas al respecto,
pero no me lo dice para que no me dé la risa). Un terraplanista seguirá
siéndolo aunque le muestren imágenes satíricas como esta de abajo.
En esta tesitura, no voy a seguir insistiendo en mis
opiniones, creo que mi post contiene un montón de argumentos que no hay que repetir, estoy convencido de que el Hijo de Putin es un tirano, un sátrapa, un
encarceladisidentes, un envenenacríticos y un enano acomplejado y me llevaría
una alegría si se pilla la viruela del mono o le ataca la bacteria
comecerebros. Todos los que admiten que este sujeto es un cabrón, pero enseguida
continúan la frase con un pero… abren
la puerta a una cierta indulgencia que yo no comparto. Así que no me interesa
lo que va detrás de ese pero… No
obstante, digan ustedes lo que les dé la gana, la aplicación de comentarios
está abierta para cualquiera y ya les he dicho también que eso es posible
gracias a que vivimos en un país regido por las directrices que imperan en
occidente. Si este blog se publicara en Rusia, habríamos de tener cuidado.
Pero quiero detenerme en los tres comentarios que ha
recibido ese post y que he prometido responder en este. El gran Paco Couto, con
mucha sutileza y educación, apunta que es mejor tener un amigo que tener razón.
Para mí, el significado es meridiano: está en desacuerdo con mis opiniones
(algo que yo ya intuía) pero prefiere conservar su amistad conmigo (que data de
unos 50 años), antes que arriesgarse a perderla por una discusión al respecto. Te
diré, querido Paco que estoy de acuerdo contigo al cien por cien. Puedo
matizarte que yo no pretendo tener la razón (puesto que no soy el Papa).
Dejémoslo en que estoy en mi derecho de expresar mi opinión, exactamente igual
que tú y los demás. Y por nada del mundo querría perder un amigo por culpa del
blog. Pero tengo que decirte que eso es algo que ya me ha sucedido y lo lamento mucho.
Efectivamente. En los primeros años de este blog yo tenía
una buena amiga, seguidora fiel y frecuente comentarista, a la que apreciaba
mucho. Y de pronto se volvió loca contra mí por algo que dije en el blog y me
empezó a acosar por Whatsapp y por el correo a todas horas. El motivo de su ira
era mi interpretación de la derrota de la señora Carmena en las elecciones de
hace tres años, en cuya campaña yo me impliqué, pedí el voto para ella varias
veces en el blog y hasta di dinero a cambio de una pancarta de polyester que la
mostraba a ella con Errejón y que tuve colgada en mi terraza toda la campaña.
Mi explicación de la derrota fue que se debía a tres factores: los votos
perdidos que fueron a Sánchez Mato (a quien apoyó Iglesias), la endeble
propuesta del PSOE con el inefable Pepu, que restó potencia a ese partido
impidiendo que cuadraran las aritméticas, y un tercer factor que me parece
innegable, pero que fue el que suscitó el cabreo de mi hasta entonces amiga.
Ese tercer factor fue la desafección de muchos de sus
votantes en los distritos del sur (algo que evidenciaron las estadísticas) por
no haber entendido la propuesta de ciudad de Carmena, demasiado moderna para
ellos y dirigida más a las élites de la izquierda, los colectivos agrupados en
torno a la cultura y el arte. Esto último lo reflejaron también las encuestas:
en barrios como Malasaña o Chueca Carmena arrasó. Yo ejemplificaba esa desafección
en un anciano de Villaverde que salía todos los días a tomar el fresco delante
de su casa en una silla de enea, apoyado en su garrota y que había votado a
Carmena la primera vez lleno de esperanza de que su vida cambiara. Y que cuatro
años más tarde, comprobaba que el bache que tenía la calle delante de su puerta
seguía sin arreglar, mientras el equipo de la alcaldesa presumía de haber
renovado la Gran Vía y pensaba seguir con la plaza de España.
Ese anciano no existía, era una metáfora como tantas
que me invento en el blog. Y díganme ¿ustedes creen que esto era como para
ponerse hecha una furia contra mí? Yo creo que no, pero el caso es que esta
chica me empezó a mandar mensajes a todas horas, diciéndome que no se podía
creer que yo hubiera escrito lo que había escrito, continuos whatsapps llenos
de caras de diablos resoplantes y gestos enfadados, casi pidiéndome que
rectificara y cambiara lo que había publicado. Traté de rebajar la tensión con
respuestas humorísticas, quitando hierro al tema, preguntándole que qué le
pasaba, que si se había olvidado de tomarse la medicación (no se tomaba nada
que yo supiera). Pero fue inútil. Había perdido el sentido del humor.
Yo estaba trabajando entonces (ahora me parece que
lleve una eternidad de jubilado) y una
mañana llegué a la ofi, aparqué el coche y subí a mi despacho donde me aguardaba
un día especialmente tenso y lleno de retos de trascendencia decisiva. Consulté
un segundo mi móvil y me encontré como diez mensajes nuevos llenos de caritas
enfadadas y diablos resoplantes. Entonces respondí con un mensaje tajante:
Mira, déjame en paz, estoy trabajando. Y allí se acabó nuestra amistad. Esa
tarde la eliminé del mailing con el que comunico cada publicación y hasta
ahora. Y digo yo: ¿merece la pena perder una buena amiga por algo así? Pues no.
Paco Couto tiene toda la razón.
En mi descargo diré que, no muchos días más tarde,
empecé a lamentar lo sucedido, pero no la he vuelto a llamar. Somos medio
vecinos y confié en que nos tropezaríamos por la calle y podría disculparme con
ella. Pero, tres años después, no nos hemos vuelto a encontrar y yo creo
bastante en los dioses traviesos que tiran los dados: si no nos menos cruzado en
este tiempo es porque definitivamente estamos en planos diferentes. Ya saben
que dice la señora Ayuso que esta ciudad, además de sus queridos atascos y las
cañas de los bares, tiene otra virtud: que por mucho que callejees por ahí
nunca te encuentras a tu ex. Yo tengo unas cuantas ex y no sólo me encuentro
con ellas con regularidad, sino que a menudo quedamos a cenar o a tomar algo.
Pero con esta chica no me he vuelto a encontrar y lo lamento mucho.
Pero siguiendo con el tema de los amigos y las
discusiones, no me pueden negar que en el post de marras que tanto ha irritado
a algunos, en todo momento me he referido a los que sustentan opiniones
contrarias a la mía como a amigos. Yo tengo amigos en todos esos colectivos y
espero no perderlos por expresar mis opiniones. Entre los antiyanquis, destaca
mi querido Diego, el hombre de Tijuana. Este señor leyó de joven un libro que
le impactó profundamente: La Decadencia de Occidente, de Oswald Spengler. Ese señor
estudiaba todos los imperios anteriores y sacaba una especie de máximo común
múltiplo que le revelaba que todos habían durado cien años. Lo que pasa es que
no hay ningún sustento teórico que demuestre que cualquier imperio va a durar
100 años y no 150, por decir una cifra.
Spengler publicó su tratado en 1923 y se murió en
1936. Quiere eso decir que no conoció la Segunda Guerra Mundial (ni siquiera la
española), que su libro es anterior a los ordenadores y los teléfonos móviles,
por no hablar de los avances en la cirugía. En suma, que sus teorías están
bastante demodeés. Pero Diego sigue en sus trece y vivió la victoria de Trump
como una demostración de las teorías de Spengler, que pronosticó un siglo antes
la aparición del cesarismo como síntoma del inminente derrumbe del imperio. De
su derrota posterior cuatro años más tarde desconozco cuál es la interpretación
de Diego. Pero es que, desde que lo conozco lleva esperando el fin del imperio
yanqui, que él tendrá la suerte de contemplar desde su privilegiado balcón en
la ciudad de Tijuana. Pero ese derrumbe no se produce.
Pero a lo que vamos: él sabe cómo opino yo y yo sé
cómo opina él, y sin embargo nos tenemos un aprecio a prueba de discusiones.
Luego están los conspiranoicos, como mi amiga M. y Jurgen, el peluquero del
barrio. Ambos están convencidos al cien por cien de que el Covid 19 fue soltado
adrede por los chinos en un laboratorio, para provocar la crisis de occidente
en la que estamos inmersos. No casa mucho esta interpretación con el hecho de
que China es el único país del mundo que aplica una política de Covid-cero, y
de vez en cuando vuelve a confinar ciudades del tamaño de Shanghai, porque
aparecen tres o cuatro casos. Pero ellos siguen convencidos de que la aparición
del Covid fue algo premeditado. Con semejante mentalidad, no es extraño que se
crean que Putin es un buenazo al que le han provocado.
De los pacifistas no voy a hablar mucho. La Historia
ya ha puesto en su sitio a Daladier, Chamberlain, Lindbergh y otros que se
lucieron con sus políticas de apaciguamiento de Hitler. Pero me queda el cuarto
grupo, el de los podemitas y afines, en el que por cierto es donde más amigos
tengo y confío en no perderlos. Es que la unanimidad en este colectivo es tan
abrumadora que en el fondo es lo que explica mi post anterior. Porque yo sí que
estoy empachado de escucharles. Es que salgo a la calle y, tanto Jurgen, como
los floristas, los del restaurante Matilda y hasta el guitarrero tienen
opiniones idénticas sobre el caso. Lo mismo muchos de mis amigos, buena parte
de los seguidores del blog, los de la fiesta de cumpleaños a la que asistí hace
unas semanas. Todos repiten como loros las teorías en boga.
Acabo discutiendo con todos y ninguno contesta a mi pregunta: vale, no
les mandamos más armas a Ucrania, entonces ¿cuál es la alternativa? Y me
contesto yo mismo: dejar que los ucranianos se pudran y acaben viviendo en su
propia tierra como esclavos de los rusos. Ya están escuchando los testimonios
de los habitantes de las zonas recuperadas por el ejército ucraniano gracias a
las armas y el apoyo que han recibido de occidente. Pero eso no lo quieren oír
mis antagonistas. Les encanta jugar a la geoestrategia, olvidando a las
personas que están sufriendo esta guerra. Queda muy bien en los bares decir que
los yanquis tienen la culpa de todo. Queda uno como alguien muy enterado y se
liga bastante. Yo, en cambio, con mis opiniones, no me como una rosca y veo en
las caras de los otros lo que piensan: el Emilio es que se ha vuelto de
derechas, no se entera, está abducido por Samantha y ya no discierne.
Pero es que hay una uniformidad en todo este grupo un
tanto sospechosa: todos siguen a Chomsky (a quien yo admiro mucho, pero eso no quiere
decir que acepte todo lo que diga como si fuera un gurú). Todos han leído el
artículo de Javier Valenzuela poniendo a Gorbachov como un gilipollas y un
débil, que está en el origen de todo este conflicto. Tanta unanimidad me huele a dogma y
a adoctrinamiento. Y a mí en 71 años que tengo, no me ha adoctrinado nadie.
Para mí, Gorbachov fue una buena persona, a la que le tocó hacer un papel difícil,
como le sucedió, salvando las distancias, a Adolfo Suarez: el de desmantelar desde dentro un
régimen putrefacto que se caía a pedazos. Y lo hizo apreciablemente bien hasta
que se lo comieron los gangsters y las mafias rusas, auspiciados por el
borracho Yeltsin. La transición, que iba paso a paso de forma controlada, se
desmadró y se pasó hasta hambre durante casi un año. Y ahora hay que oír que es
que Gorbachov se equivocó.
Este grupo también sostiene que Carmena se equivocó
aliándose con Errejón. Que tiene cojones. En este blog se contó paso a paso
como Podemos, con sus estrategias leninistas y jacobinas, consiguió que todos sus
concejales se dieran de baja y luego apoyó a Sánchez Mato y terminó de joder el
invento Carmena. Carmena era un verso suelto, alguien que se puso al frente de
un grupo bastante flojo y salvó la legislatura por su esfuerzo personal y
apoyándose en los cargos que nombró ella misma a dedo. Y luego intentó una
segunda legislatura, con su gente de confianza y perdió por los tres factores citados, uno
de ellos el boicot que se le indujo desde el propio Podemos. Recuerden que
todos los demás partidos cerraron su campaña para las locales con un mitin
multitudinario en Madrid, menos Podemos, que cerró en Tenerife. Y que en el
propio aeropuerto de Barajas, antes de volar a las Canarias, Iglesias pidió el
voto para Sánchez Mato.
Carmena era un verso suelto, alguien ajeno a la
política miserable que se practica en este país. Y Yolanda Díaz es otro verso
suelto y terminarán por joderla como a Carmena. Ya se vio en las elecciones
andaluzas, cómo Podemos hizo lo posible por boicotearla. Y ahora acaban de
presentar al flamante candidato a la alcaldía de Madrid: el atleta Sotomayor.
Falta sólo que el PSOE presente un torero, como hacía el fraCasado. Lo de la
izquierda en esta ciudad es de traca. El PP ganará por goleada. Y se cuenta
que Feijoo se está planteando prescindir
del Topillo. Es igual, aunque su candidato fuera un mono titiritero de hojalata
de esos a los que se les da cuerda para que toquen los platillos, incluso así
ganaría el PP. Porque sus votantes son fieles y disciplinados, y los partidos
de derechas no dan el espectáculo de la división eterna.
Bueno, con todo esto, me he limitado a responder únicamente a Paco Couto, pero los otros dos comentarios no requieren mucha respuesta. El desconocido anónimo apoya lo que me dijo mi amigo por detrás y le agradezco su aportación y su consejo. Y en cuanto a África, pues por un lado me alegra que no haya hecho caso a lo que pedí en ese post y siga opinando lo que le dé la gana, esa es la África que yo quiero y aprecio. Su comentario es un ejemplo de lo que he venido contando en este post. Lo de poner verde a Zelensky es un clásico en este tipo de debates. Yo creo, simplemente que es un tipo al que le ha tocado un papel difícil y está haciendo lo que puede. Esto de decir que el otro también es muy malo, me retrotrae a los tiempos en que el vomitivo Mourinho era el entrenador del Real Madrid. Yo me metía con todos mis amigos madridistas y les enseñaba el vídeo en que ese impresentable le metía el dedo en un ojo a traición al entrenador rival. Pues, cuando se veían muy acorralados, decían: pero el Guardiola ese tampoco es trigo limpio.
En fin, cuando empezó esta guerra, yo traje al blog un texto de José Ovejero en el que alertaba de que no nos creyéramos todo lo que se dijera a partir de entonces, que en tiempo de guerra la información es un arma más. Y no puedo dejar de ver una línea de opinión que viene como de la zona podemita, porque es mucha casualidad que un grupo de gente que no se conoce de nada tenga las mismas opiniones fundamentadas en los mismos argumentos. Y, discúlpenme, pero intuyo por ahí mosconeando al señor Iglesias, que se ha ido sólo de boquilla, pero sigue manejando los hilos desde la sombra. Lo que pasa es que la derechona más deleznable de este país le ha hecho objeto de unos ataques tan despiadados (véanse los audios de Villarejo-Cospedal-Ferreras), que han conseguido justo lo contrario de lo que perseguían: crear un santo. Un mártir. A este origen que intuyo, pero no puedo probar obviamente, se suma luego el papel de los algoritmos, que te reconfirman en tus ideas, porque saben enseguida de qué pie cojeas. Y el papel de ciertos parientes (sobrinos, primos, cuñaos) que operan de gallos en sus minigrupos familiares y son peores que los algoritmos.
Bien, por si ha quedado alguna duda yo, que en su día me proclamé en este blog como carmenista y errejonudo, ahora me declaro seguidor rendido de Yolanda. Me parece la figura más potente en el panorama político actual. Y, no es por insistir, pero esta señora no se opuso al envío de armas a Ucrania. Sólo le pongo un pero: en política hay que dominar los tiempos y los ritmos. Si sigue avanzando tan despacio, corre el riesgo de que se le pase el arroz. De una forma u otra se la cargarán, entre los dogmáticos de la izquierda y los fachas franquistas que no quieren que despunte una figura como esa, no sea que acabe con sus privilegios. Es ya de noche y al hilo de esto me viene a la memoria la figura de mi padre.
No sé si lo he contado, pero mi padre era un prosoviético convencido, tal vez como reflejo de su antifranquismo sin resquicios. Cuando yo me iniciaba como adolescente rockero, me daba mucho la murga con la juventud de Rusia, que no llevaba melenas ni vaqueros de segunda mano como yo, sino que iban todos impecablemente vestidos de gris y se dedicaban a estudiar y a trabajar y no a perder tiempo con el rock and roll. Bien, mi padre se murió en el año 90 y sus últimos cuatro años los pasó muy triste y desanimado porque no le gustaba su deterioro en todos los aspectos. Pues de esos años recuerdo lo que decía cada vez que aparecía en los telediarios la figura de Gorbachov. Emocionado hasta casi el llanto, proclamaba: el pobre Gorbachov es una buena persona, y se lo van a cargar, lo van a matar como a Kennedy. Mi padre, en todo su desánimo, no había perdido su intuición con las personas y los personajes. No lo mataron, pero lo quieren matar ahora. Ya saben, se equivocó, como Carmena. Sean buenos. Piensen en las personas que sufren y déjense de interpretaciones geoestratégicas. Y cuídense de los algoritmos.
El sentido de mi comentario era en general. Se refería a no crearse enemigos con lo que se dice. No se refería a nuestra amistad que por mi parte es incondicional.
ResponderEliminarSupongo que conoces una forma de expresarlo que no me he inventado yo. Dice: "Cuando me contaron que ese amigo mío había matado a una pobre ancianita, lo primero que pensé es qué coño habría hecho la hijoputa de la vieja"
Muchas gracias, Paco, de mi lado también es incondicional y lo que pasa es que a veces me pongo un poco borrico, cuando tengo clara mi opinión (que es algo poco frecuente) y luego al releer lo escrito me da miedo de haber molestado a algunos que sé positivamente que piensan diferente. Lo del refrán o dicho, no lo conocía pero es muy claro. Un abrazo.
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