Luego les explico el título. Últimamente les suelo hablar de Samantha Fish al final de los posts, pero hoy lo voy a hacer al revés. A nuestra diva favorita la siguen haciendo entrevistas y le preguntan por su nuevo disco y cómo es y cuándo sale. Ya saben que terminó de grabarlo en Navidad y lleva desde entonces en tareas de postproducción, algo que no suele tardar tanto. Yo calculo que todo tiene que ver con optar a los Grammy del año que viene, pero no es más que una intuición mía y creo que ya muy pronto empezarán a filtrarse esas nuevas canciones que compuso a lo largo del encierro, por ahora inéditas. A lo que vamos. Le preguntan por esas canciones y contesta que ha incorporado un punto pop a su música, que son súper alegres (algo que a ella misma le sorprendió: no imaginaba que pudiera componer algo así en ese contexto deprimente de miedo y pandemia) y añade su valoración de que son las mejores canciones que ha compuesto hasta ahora. Joder, pues sí que debe de ser bueno el disco, a mí me tiene en ascuas.
Le pregunta la entrevistadora por las letras y el mensaje de sus canciones y dice que son unas letras de mucho empoderamiento femenino, de presumir de su condición de mujer profesional y vitalmente satisfecha, que domina su entorno y teje redes con los demás, con su estilo nada autoritario, fomentando la colaboración. Entonces la periodista le dice que su último disco Kill or be kind ya era de mucho poder femenino. Pero ella contesta que este es distinto. Que aquí hay una alegría, una celebración de la vida y de los elementos positivos, mientras que el disco anterior era de grito, de reivindicación, de desesperación, todo él entreverado por una angustia muy anclada en su situación personal y anímica de ese momento. Imagino que recuerdan aquellas letras tremendas: antes de ser una destrozahogares, yo era una chica buena-buena-buena, antes de que hacer el amor contigo me convirtiera en una idiota, yo era la reina de tus pensamientos. Todas las canciones de ese disco tenían mensajes de ese tenor.
Samantha es transparente, al menos para mí. Por esas fechas tuvo un desencuentro amoroso, cuyos detalles guarda celosamente, yo creo que con alguien casado que no quiso romper su matrimonio por ella, y volcó su rabia en un disco prácticamente monográfico. Para los desengaños amorosos nada como ponerse a trabajar como una mula. Después, ese disco le hizo llevarse diez de los premios anuales del blues, algo nunca conseguido antes por ningún artista, hombre o mujer. Sobre la ola del subidón, le llegó la pandemia y tuvo la oportunidad de estar encerrada unos meses componiendo y esperando a que la vida normal volviera poco a poco. Regresó del encierro con unos kilos de más, aunque ya ha parado de engordar. Y ahora se prepara para despegar con este nuevo disco, que se fue a grabar a Los Ángeles, con un productor que ha trabajado con grandes estrellas de la industria del disco. Veremos si tiene suerte. Estos días el prestigioso bluesman Joe Bonamassa tuvo un encuentro telemático de una hora con ella, cada uno en su casa, dentro de su canal Nerdville. De ahí he sacado estas fotos en donde se ve su aspecto actual.
A lo largo de los vídeos que les he ido mostrando en el blog, hemos visto a una Samantha energética, a otra más tranquila y poética, a una más rockera y bluesy, a otra más country. Pero lo de hoy es otra cosa, que les voy a pedir que vean. Porque creo que expresa esa angustia de los malos momentos personales de que habla Sam en la entrevista. La canción no es suya, es un viejo tema de Nina Simone de los 70, que ella ha adaptado y mejorado. Se llama Either way I lose, es decir, De todas formas pierdo. La letra es tremenda; cuenta la rabia de la mujer que descubre que su hombre tiene otra historia de amor y que, como suele ser habitual, quiere seguir con las dos. Por eso ella canta: Si me quedo (If I stay), sé que me veré obligada a compartir tu amor, y eso será horrible para mí. Si me voy (If I go), entonces te perderé para siempre y se me romperá el corazón. Etcétera. De todas formas pierdo.
Samantha está en la época de su big band y deja a la sección de viento que se encargue del riff obsesivo que sostiene la canción, tocado con un potente saxo barítono. Se dirige al público para su saludo habitual How’re you doing, pero lo dice en un tono apagado, sin su alegría proverbial. Esto es duro para mí, añade. Y se lanza al tema con un dramatismo y una intensidad que pone los pelos de punta. Intercala dos punteos, como de costumbre, en los que consigue que su guitarra llore, como nadie lo ha hecho desde George Harrison. Fíjense también en la gravedad del gesto de todos sus músicos: la jefa está pasando un mal trago, poca broma. El público chilla en algunos momentos, incapaz de soportar tanta intensidad. Y Sam sufre, se desespera, se desgañita, se deshace en directo y acaba el tema literalmente agotada. Escuchando esta interpretación podemos entender por qué entre los diez premios citados se incluía el de mejor artista del soul. Pónganse la pantalla grande y vean esta maravilla.
En Youtube hay otras interpretaciones de Sam de esa misma canción, pero no tienen este dramatismo, son más amables y sus músicos no están tan serios. Aquí es como si estuvieran en un entierro. Sam es un libro abierto para mí, pero es que la cara es el espejo del alma y la gimnasia gestual de las personas es muy reveladora. Por ejemplo, la señora Ayuso se pasó toda la campaña electoral con una sonrisa impostada, tan falsa como la de Esperanza Aguirre, que Pablo Iglesias le dijo que eliminara en un momento del debate en que se hablaba de cosas serias, y le costó un montón porque era una mueca artificial. Sin embargo, ahora luce el brillo en los ojos y el rostro terso y relajado de las mujeres enamoradas y correspondidas, como ven en esta foto.
El origen de este nuevo gesto relajado, tan opuesto al rictus habitual en campaña, lo han encontrado los paparazzi en una zona turística de Ibiza. No es de extrañar que esta señora, con pareja recién estrenada, se quiera ir al lado del mar, a disfrutar de la libertad-libertad-libertad paseando por el puerto sin mascarilla y besándose con el sujeto de forma apasionada. Espero que le haya pedido una pcr reciente, que la maldita pandemia no afloja. Yo tengo ahora mismo un sobrino afectado, además de tres compañeros de trabajo, uno de ellos ingresado y que se ha librado de la UCI por los pelos. El paparazzo que se hizo con la exclusiva se ha debido de llevar un pastón vendiéndoselo al Lecturas, un fragmento de cuya portada tienen aquí.
Esta señora no es santo de mi devoción como política, pero con las cosas del amor yo nunca bromeo y mis lectores más antiguos tal vez recuerden mis palabras respetuosas sobre la Duquesa de Alba y su último marido, al que conoció en los cines Alphaville. Pero estábamos con la gimnasia gestual. Y un tipo que ha sido muy claro en sus expresiones de los últimos tiempos ha sido Zinedine Zidane, un personaje al que admiro mucho, desde que era futbolista. Yo lo vi alguna vez en el Bernabeu y les aseguro que era algo digno de ser presenciado. Era coger la pelota este señor y escucharse un murmullo expectante en todo el estadio: cualquier cosa podía suceder si Zidane tenía la pelota. Como entrenador lo ha conseguido todo y, sin embargo, el tito Floren ya se lo quería quitar de encima y filtraba mensajitos a la prensa para irle minando la moral. Él ha pillado el mensaje y se ha ido primero, elegante como siempre, como cuando conducía la pelota y levantaba la cabeza para ver a quién pasársela. Sus gestos en las últimas apariciones mostraban muy bien por lo que estaba pasando.
Zidane, además, ha hecho una aportación al lenguaje habitual que se admite en las conversaciones normales que siempre tendremos que agradecerle. Fue algo similar a cuando Juan Carlos I, antes de convertirse en El Rey Demérito, fue una vez a Navarra, le dieron a probar unos espárragos y comentó: los espárragos de Navarra están cojonudos. Lo que hasta entonces era una expresión malsonante, que quedaba mal en las conversaciones más chic, pasó a convertirse en algo normalizado, hasta el punto que diversas empresas de la región los comercializaron con bastante éxito de ventas. Aquí una imagen de una de las marcas.
De la misma forma, Zidane, cuando se presentó como entrenador del Madrid por primera vez y dio su primera rueda de prensa, le hicieron una pregunta preliminar: Cómo se encuentra Zidane. Respuesta inmediata: De puta madre. Desde ese día, esta expresión antes vetada en las conversaciones de la gente bien, pasó a regularizarse e incorporarse a todos los foros porque, si lo decía habitualmente alguien tan cool como Zidane, ni la Iglesia ni la RAE podían tener ya nada que objetar al respecto.
Otro tipo que es también bastante cool es mi profesor de inglés, el bueno de Ed. El otro día nos estuvo precisamente explicando diferentes formas de contestar a la pregunta qué tal estás (How do you do) con respuestas no convencionales. Son éstas expresiones habituales del slang (argot callejero) inglés, para no contestar siempre con el aburrido fine, o bien OK, es decir bien. Ed nos aportó tres. En primer lugar grand, que podría traducirse como genial. La segunda expresión sería just dandy, estupendamente. Ya saben que en ingles la palabra dandy indica muchas cosas relacionadas con una cierta exquisitez, no creo que tengan ninguna duda de que yo soy un dandy. Y luego estaba la colonia Varón Dandy, que usaban nuestros padres y abuelos y cuyo nombre arrastra un aire como de caspa y naftalina, ya entrañable.
¿Y la tercera expresión cuál es? Pues han acertado: precisamente la más utilizada: hunky dory. Y la traducción más ajustada de hunky dory ¿cuál sería? Pues también han acertado: de puta madre. Anda que vaya preguntas más facilitas que les estoy poniendo. Ya están ustedes al tanto de que yo, en estos últimos meses, con pequeños baches por ciertas historias que no salen del todo bien, puede decirse que estoy hunky dory y permítanme que toque madera.
Pero esta expresión es algo más. Porque Hunky Dory es el título de uno de los mejores discos de David Bowie, nada menos que de 1972, hace casi 50 años. En realidad, su primer gran álbum, después del éxito en single de Space Oddity, tema con el que prácticamente se dio a conocer. En este álbum hay temas míticos como Changes, Life on Mars?, Song for Bob Dylan o el extraordinario Quicksand, (Arenas movedizas), con su tremendo estribillo: I’m sinking in the quicksand of my though, and ain’t got the power any more (me estoy hundiendo en las arenas movedizas de mi pensamiento y ya no tengo el poder, ya no más).
Les traigo un vídeo de otra canción menos conocida de este álbum: Oh, you pretty thing! Con la ventaja de que está subtitulada en español y que podemos ver a este joven Bowie cantándola en directo con su nuevo grupo Las Arañas de Marte. Con 25 añitos, Bowie era un emprendedor de la música que estaba empezando, que ni siquiera tenía dinero para arreglarse los dientes, pero que ya tenía un encanto personal y una brillantez innegable. Menudas músicas y menudas letras hacía. Él ya sabía que se iba a comer el mundo, que su arte y su personalidad gustaban, que tendría que trabajar mucho pero que llegaría a lo más alto. Hace algo menos de 50 años de estas imágenes.
No creo que les queden muchas dudas sobre lo que es un dandy. Hace ya cinco años y medio que se murió Bowie, parece que fue ayer. Pero hay que seguir siempre adelante, procurando encajar los golpes y haciendo de la necesidad virtud. Yo cada vez que me encuentro a alguien y me pregunta qué tal estoy, le contesto: de puta madre, expresión que le debo a Zidane. Y no digo hunky dory, para no resultar presuntuoso. En ese contexto, les diré que hace unos días me llevé de paseo a mi alumna brasileña Ana a ver los últimos rincones de Madrid Río que le quedaban por explorar, para el trabajo de tesis que está haciendo sobre el proyecto. Ya les comenté que esta chiquita, al contrario de otras amigas que tengo y que podrían ser mis hijas, va un paso más allá y podría ser hasta mi nieta, es más joven que Bowie en el vídeo de arriba. Acabamos el recorrido delante de dos jarras de cerveza en el Bar del Parque y luego nos hicimos un selfie que les comparto.
Y, por seguir en la línea, les diré que pasado mañana lunes cogeré mi cochecito Toyota Auris híbrido y enfilaré la A6 en dirección a mis tierras coruñesas, en lo que va a ser mi primera salida de la Comunidad de Madrid desde los encierros por el covid (quitando una escapada a Cuenca que ya quedó reseñada en el blog). No les extrañará que un dandy como yo o, si lo prefieren, un quinceañero septuagenario, tuviera desde hace tiempo un anhelo secreto que nunca podía cumplir: ir a La Coruña y hospedarme en un hotel en el centro. Todas las veces, mi hermano o mi sobrino Marcos me forzaban a alojarme en sus casas y no podía cumplir mi deseo. En una ocasión hasta tuve una reserva hecha en el Hotel Riazor y mi sobrino me obligó a anularla: ¡Ahora mismo la estás anulando, carallo, mientras yo tenga casa en Coruña tú no te vas a un hotel!
En esta ocasión, he sacado a colación la situación de pandemia y las medidas de precaución necesarias para evitar que se siga expandiendo un virus que no está para nada domado. Así que ¡¡¡ME VOY AL RIAZOR!!! Para los que no lo conozcan, es este un viejo hotel en el centro del paseo marítimo, que ahora ha sido remodelado y ha perdido su encanto cutre y sus precios bajos. Mejor, porque será, supongo, más cómodo y tampoco se han subido a la parra con los precios. Estar hospedado allí me permite: UNO, salir en bañador con una toalla de baño bajo el brazo, bajar una escalerita de piedra y encontrarme en medio de la Playa de Riazor, uno de los lugares míticos de mi infancia. DOS, bajar vestido de corredor y hacerme todo el paseo marítimo al ritmo del Slow Down, si es que no tengo que buscarme una canción más acelerada, porque alguien que lleva entrenando año y medio sin parar, a una altura en torno a los 650 metros sobre el nivel del mar, a la orilla del Atlántico literalmente vuela.
TRES, por la noche, después de cenar, si me apetece, salir a darme una vuelta por las calles de los bares sin tener que dar explicaciones a nadie y rememorar así otras sensaciones en este caso de la adolescencia. Una maravilla. En este mundo interconectado por Internet, este viaje me va a permitir seguir mis dos clases de inglés de martes y jueves por la mañana y el Billar de Letras del martes por la tarde, centrado en la novelita corta Como si existiese el perdón, de la argentina Mariana Travacio, que se conectará con nosotros desde su tierra. Es esta una novela de prosa concisa y evocadora que narra un auténtico western, una historia de venganzas entre dos familias en el escenario de la pampa inmensa. De aquí saldría sin duda un guión perfecto para una película de Sam Peckinpah.
Esa sesión será la última de la temporada; ya nos despedimos hasta septiembre. También la clase de guitarra de blues, que esta semana me voy a perder, se tomará vacaciones en julio y agosto. Llega el verano y esta va a ser mi única escapada playera, salvo plan que sobrevenga, que ya saben que en julio y agosto me encanta estar en Madrid. Así que, lo dicho, que ustedes lo pasen bien, que tengan un buen finde y, si todo va bien, el próximo post desde la tierra.
Que buena idea lo del Hotel Riazor.
ResponderEliminarSí, querido Mariano, disculpa que pensaba que ya había contestado los comentarios de este post. Fue realmente una buena idea ir al Riazor, un lugar muy recomendable, en pleno centro de la ciudad.
EliminarCon el vídeo de Samantha he llorado y todo, no le digo más. Y viendo a ese joven Bowie, es inevitable caer en la nostalgia. ¡Qué años más maravillosos nos tocó vivir!
ResponderEliminarPues que le aprovechen sus intensas emociones, me alegro de suscitárselas. Pero vigile la nostalgia. En dosis altas puede ser peligrosa. Abrazos.
EliminarEsta canción de Samantha me trae a la mente el flamenco, el cante hondo, el llanto y el terrible sufrimiento pero no lo tomen en serio. Discúlpenme todos por mi atrevimiento.
ResponderEliminarLamento no estar en este momento en Coruña para compartir unas tazas y un pulpiño en la antigua pulpeira de Melide o en la de Arzúa, inmejorables. Un abrazo.
Querido Alfred, tu conexión de Sam con el flamenco es perfectamente admisible, hay una pasión y una entrega similar, aunque sean músicas muy distintas. Tiempo habrá de que nos veamos en Coruña o en cualquier otro sitio. Un fuerte abrazo.
EliminarYa que va usted a La Coruña puede aprovechar para visitar el Santiso en la calle de la Franja y comerse una de patatas y de paso observar si todavía perdura en el escaparate el pollo asado durante los '60. Riéguese luego con un porrón del Priorato acompañado de cacahuetes y contribuir a engrosar la alfombra de cáscaras.
ResponderEliminarGenial el segundo punteo de guitarra de doña Samantha aunque creo que le falta más volumen y "delay".
Un abrazo querido brother y buen viaje al "finis terrae".
Mi querido Coronel, me temo que ya no subsisten algunos de los lugares míticos que me cita.
EliminarEn cuanto a Samantha, usted es un entendido en el tema guitarrero y sus opiniones al respecto muy respetadas en este foro. Ello no obstante, entiendo que Sam es una vigilante obsesiva de todos los pedales y artilugios analógicos que utiliza, así que yo diría que si no le ha dado más cuerpo y mas "delay" es porque no ha querido.
Mi viaje, como ya se ha transcrito, salió a pedir de boca, seguramente en buena parte gracias a los buenos augurios que usted tuvo a bien dispensarme.
Un fuerte abrazo.