martes, 25 de agosto de 2020

969. La inMundicia, la envidia y un hueso de gato negro

Este post está dedicado a mi colega Paco Couto, seguidor fiel del blog, arquitecto, rockero primigenio, coleccionista inveterado de guitarras eléctricas y amigo de los de verdad, de los que son para siempre, con un fuerte abrazo virtual.

El otro día les mostré los vídeos publicados este mes por Neil Young y Bruce Springsteen, artistas ambos de marcado perfil político, Young más próximo a Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, su previsible sucesora al frente del ala izquierda del Partido Demócrata; el Boss situado más al centro: Obama, Kamala, Biden. En esta situación de confinamiento, algo tienen que hacer los músicos para dar salida a ese prurito artístico que les brota de muy adentro y que no pueden desarrollar durante el encierro. Otro de los gigantes de la música, cuya adscripción política desconozco, es el gran Steve Winwood, una referencia del rock y uno de los grandes ídolos de mi amigo Paco Couto, si no me falla la memoria. Por eso le he dedicado este post, aprovechando que todavía se me autoriza a usar la antigua interfaz, que permite incorporar entradillas en letra de distinto tamaño. El otro día, con mi amigo X inauguré esta línea de dedicar algunos de mis posts, que me parece que va muy bien con el blog.

En 1966, con 18 años, Steve Winwood, nacido cerca de Birmingham (UK), consiguió que lo admitieran como teclista en la Spencer Davies Group, una de las bandas de rock que proliferaban por Londres, al conjuro de la explosión de los Beatles, Stones y otros. Al poco, logró que el jefe del grupo le dejara grabar una composición propia arrolladora, que se llamaba Gimme Some Loving. El éxito fue de tal magnitud que se comió al propio grupo. Spencer Davies se diluyó en la nada, mientras que a Steve se lo rifaban para encabezar otros conjuntos como líder indiscutible. A lo largo de los años sucesivos lideró Trafic, Blind Faith y otros grupos exitosos, además de cultivar una larga carrera en solitario, y aparecer en numerosas colaboraciones, con su órgano y su voz única.

No hace mucho lo tuvimos en el blog tocando en su casa una canción llamada John Barleycorn must die, larga balada compuesta por él sobre la idea de un cuento de Jack London y acompañada por una guitarra muy bien tocada. Pues bien, Steve Winwood se ha adaptado a los nuevos tiempos y ha empezado por elaborar una versión de su primer éxito Gimme Some Loving, grabada de forma telemática, con la típica pantalla dividida. Es un curre, hay que contactar con los músicos, enviarle a cada uno la partitura con su parte concreta, ensayar un par de veces y grabarlo al unísono en Zoom u otra plataforma similar, sincronizando las diferentes cámaras. Y luego editarlo todo con la técnica de los montadores de cine. Steve Winwood tiene ahora 72 años (como habrán deducido, si saben contar por los dedos) y se mantiene muy bien. Es una alegría verlo en tan buena forma. Compruébenlo por ustedes mismos.


Espectacular. Este vídeo se publicó el día 11 de agosto, el de Neil Young el 14 y el del Boss el 18. Ya ven, con lo que me gustaban a mí los conciertos de rock, el infiltrarme con mi cerveza mini en vaso de plástico entre los rockeros sudorosos y esperanzados en busca de un sitio cerca del escenario para vibrar con mis artistas favoritos, pues tendré que adaptarme a verlos en el ordenador y gracias. También me gustaba ir a los estadios a ver partidos de fútbol y ahora hay que verlos en la tele. Por no hablar de las carreras populares, sustituidas ahora por mis incursiones al Retiro sin acercarme a nadie por si acaso. Y contento de que no me haya pillado el virus y me haya dejado sin olfato. Nunca olvidaré los olores a humanidad de esos acontecimientos de masas, aromatizados, en sus casos respectivos, con sendos tufos a marihuana, a puro habano y a linimento con brisas de ozonopino.

Signos de esta nueva época, que, como concluimos mi hijo y yo, va para largo. La pantalla partida, los saludos con el antebrazo, la distancia asocial. Y la mascarilla, por supuesto. Algunas de las señas de identidad de estos tiempos, bajo el acoso del virus, han venido para quedarse. Igual que llegaron en su día el móvil, el ordenador, el dejar de fumar, el ecologismo. Cuando hizo su irrupción el SIDA, se impuso por causa de fuerza mayor el preservativo, un viejo artilugio anticonceptivo que se había guardado en los armarios de la Historia con la llegada de la píldora y los diafragmas. Era un coñazo volver al incómodo condón, pero no quedaba otra, y ya se quedó para siempre. Pues lo mismo va a pasar con la mascarilla, esa especie de preservativo nasobucal que nos impide respirar con comodidad y oculta la mayor parte de nuestra expresión. Yo, que ya saben que siempre estoy a la última, ya me he comprado una mascarilla de diseño, faltaría más. Vean qué bien que me sienta.  


Eso es lo que yo quiero con el blog, entre otras cosas: provocarles una sonrisa. Y dirán ustedes: ¿y cómo eres capaz de estar contento con la que está cayendo? Pues el domingo leí en El País una interesante entrevista con la escritora india Arundhati Roy, autora de un libro que me impactó mucho en su día, El Dios de las pequeñas cosas, su primera novela, publicada en 1997 y con la que ganó el prestigioso premio Man Booker de ese año. No tenía muchas noticias de ella desde entonces, no ha vuelto a publicar otras obras de la misma envergadura, o yo no me he enterado. En la entrevista se desvela que durante todo este tiempo se ha dedicado al periodismo de denuncia y al activismo contra los poderes establecidos en la India. Una lucha desigual en la que se ha avanzado muy poco, el sistema de castas pervive, hay un machismo estructural inmune a cualquier evolución y ahora está en el poder un partido nacionalista que ha revertido la autonomía de Cachemira, reprimido a las minorías musulmanas y enviado tropas a las fronteras con China y Pakistán.

Una ruina. Y un peligro latente serio, porque se trata de tres países con armas nucleares. No hablemos ya de temas como la terrible desigualdad social, o el medio ambiente. Las respuestas de Roy revelan una sociedad podrida e incómoda de vivir. Pero ella mantiene la alegría, la percepción de la belleza y dice que quiere seguir en la India, para luchar por un mundo mejor. Que si no le importara su tierra, se hubiera ido a cualquier país occidental a vivir como una reina. Es la misma razón por la que Padura no se va de Cuba, Svetlana Alexiévich sigue viviendo en Bielorrusia y Yan Lianke (El sueño de la aldea Ding) seguirá siempre en China, aunque su vida no sea cómoda. Pero la periodista le pregunta a Roy cómo mantiene la esperanza después de tantos años de lucha infructuosa. Ojo a la respuesta:

Uno no puede convertirse en alguien grandilocuente que se deprime porque su lucha no avanza. Uno es como una hormiga que está cruzando una autopista por la que pasan muchos camiones: ¡no puedes deprimirte! Tienes que seguir y ser consciente de que, como ser humano, estás a otra escala de los temas sobre los que escribes. Y encontrar motivos para reír y para amar.

No es textual, le he dado un poco de gracia, pero el sentido es ese y la imagen de la hormiga es potentísima. No se puede andar con miedo por la vida. Como dicen los del pueblo de San Pedro Manrique (Soria), que cada noche de San Juan caminan sobre una alfombra de brasas a menudo con un vecino a hombros: el que sale con miedo, ya está quemado de antemano. Hay que salir con decisión y pisando fuerte. El secreto está en la cabeza. Pero, ya que hemos hablado de El País, no sé ustedes, pero yo le vengo oliendo un cambio de tendencia bastante llamativo. Hace semanas que es muy crítico con Pedro Sánchez y con el gobierno y le da mucha bola a Ciudadanos y, últimamente, a Cayetana, de cuyo cese hablaremos otro día. Por ejemplo, el domingo pasado, amaneció con una portada digital tan alarmista acerca de la segunda ola del virus, que ya me mosqueó y hasta le hice un pantallazo, que ven aquí abajo.  


Menos mal que hice el pantallazo: por la tarde suprimieron el adjetivo dramático de la noticia principal. Pero ven que no exagero. En pocos centímetros se podía leer: la segunda ola GOLPEA A ESPAÑA, DRAMÁTICO AVANCE, OLEADA DE CASOS, INGRESOS Y MUERTES, con 24 años estuve a punto de MORIR por el virus. El editorial se titulaba: Hay que actuar ya. Todo eso después de pronunciarse a favor de que se haga una auditoría independiente a la actuación del Gobierno (algo que me parece muy bien, desde luego, y también a las autonomías como la de Madrid) y varias semanas de titulares sesgados bastante sospechosos. Los que vivimos el franquismo sabemos leer entre líneas. El caso es que, leyendo la portada del domingo, pensé yo de primeras: la situación debe de ser gravísima. Y, en tal caso, qué dirán los periódicos de la derecha. Eso debe de ser ya el Aquelarre, el Desideratum, la Divina Comedia, la Biblia en pasta y el llanto y el crujir de dientes, todo remezclado. Así que me apresté a ver los demás periódicos. Aquí no hice pantallazos, pero pueden creerme.

El inMundo encabeza su edición del domingo con una entrevista tranquila con el alcalde de Madrid Almeida, quien dice que hay otras salidas a la crisis además de las que propone Sánchez. Además, destaca en cabecera una entrevista con Plácido Domingo que va a reaparecer. El PP pide al congreso que se investigue la financiación de Podemos. Y completa con otra noticia: Sánchez rechaza los vetos de Podemos a los presupuestos. Sólo debajo de estas informaciones se habla algo del coronavirus: un juez anula las medidas tomadas en Ciudad Real. Supongo que se van dando cuenta del contraste con el tremendismo de El País. Pero vayamos al ABC. Aquí siguen a lo suyo: atacando al movimiento okupa, que tanto preokupa a los ricos terratenientes propietarios de inmuebles que mantienen vacíos para especular.

Las noticias de cabecera del ABC eran: Okupación salvaje, la España secuestrada. Sexo, basura y drogas en los balcones del confinamiento okupa. Te da asco hasta dormir en tu cama, lo hemos tirado todo (hasta aquí el especial sobre la okupación). Sigo: Guía para diferenciar los síntomas de la Covid y los del resfriado. Madrid pide revocar el auto que anula la prohibición de fumar en la calle. Casado y Cayetana, historia de un divorcio exprés. Sánchez ha tenido más vacaciones con la pandemia que cuando negociaba la investidura. Creo que ven lo que les quiero decir: aquí no hay drama ni tremendismo. El ABC, igual que El inMundo sigue a su raca raca. Muy bien, veamos qué dice La sinRazón.

Titulares de La sinRazón: Cuca Gamarra dice que el PP pedirá que se investiguen las cuentas de Podemos y que se retrate Sánchez (sic). El director Marhuenda, en su artículo de fondo, se pregunta: ¿Están Casado y el PP al servicio del gobierno social-comunista? Siguiente: ante la mayor crisis de España, tenemos un gobierno invisible, todos los ministros están en la playa. Bueno, no sigo. Conclusiones. A mí me parece que los medios de la derecha son coherentes, en esta ocasión. Ellos se desgañitaron contra el estado de alarma, proclamaron que Sánchez quería aprovechar el encierro para instaurar una dictadura comunista en la que todos viviéramos de subvenciones. Se alimentó ese discurso perverso desde Vox, lo que cristalizó en las concentraciones de Núñez de Balboa y en las caceroladas, donde la gente pedía libertad.

Recuerden a la señora Ayuso amenazando con que lo de Núñez de Balboa iba a ser un juego de niños, al lado de lo que venía. Bueno, ya tienen lo que querían, ya pueden salir, ir a las terrazas y hasta a las discotecas. Lo mismo que con la derecha sucede con los nacionalistas. Sánchez usaba el estado de alarma para quitarles competencias, denunciaban. Pues ahora ya tienen también lo que querían. Entonces, si unos y otros han forzado al gobierno a desescalar precipitadamente (algo que podría estar entre las causas del nuevo brote), no tendría lógica que ahora le echasen la culpa de eso. La única que lo ha hecho es la señora Ayuso, que demuestra una vez más el tamaño de su cerebro (rápidamente en la tele han puesto sus declaraciones de antes y después). Pero, a lo que vamos. Los medios de la derecha no están haciendo sangre con el desastre que viene. Lo siguen citando en condicional y lo tratan con cierta cautela.

¿Por qué entonces esa saña y ese gore en El País? El País se ha inMundiciado. La cosa es tan llamativa que he recurrido a las fuentes. Tengo una garganta profunda en el mundo de la prensa, a quien llamo sólo en casos de apuro. Preguntado al respecto, me dice que tengo toda la razón. Que hay un cambio de tendencia en El País, coincidente con la salida de la dirección de Soledad Gallego-Díaz y su sustitución por Javier Moreno. Un hombre de Cebrián. No me tiene que explicar nada más. Hace una eternidad yo publiqué un post que se titulaba Qué mal va El País. Era un juego de palabras, pero la utilización de las mayúsculas ya revelaba mi intención. Lo releo ahora, casi 8 años después, y me sigue pareciendo cojonudo, aunque esté mal que lo diga. Les recomiendo su lectura, para lo que han de pinchar en Post #35. Si ya está todo ahí explicado, para qué lo voy a repetir.

¿Y qué pasó después? Bueno, a Forges lo indultaron del ERE y siguió publicando sus chistes hasta su muerte. John Carlin fue fulminado años después por un artículo en el que no se cagaba en el movimiento independentista catalán, sino que mostraba cierta comprensión con él. Ahora trabaja en La Vanguardia. Los demás, a la puta calle. Y el periódico empezó a ir para abajo, porque se igualó a los demás, dejó de informar y se puso a jalear como todos y, en paralelo, aparecieron algunos medios de información independiente, sobre todo en formato digital, como Jot Down, elDiario.es o CTXT. Mientras Cebrián seguía de presidente honorario, con su sueldo intacto, la empresa se iba directa a la quiebra. Hasta que los del fondo Liberty, propietarios del periódico, que sólo buscan su rentabilidad económica, tomaron cartas en el asunto. Hablaron con los herederos de la familia Polanco, a los que Cebrián había desplazado. Y de ahí salió el nombramiento de Soledad Gallego-Díaz.

Soledad es una señora de mi quinta del 51, a la que conocí brevemente hace años y que destila cultura y saber estar por todos sus poros. Y es además una periodista estupenda. Se hizo cargo del periódico el 6 de junio de 2018. Al día siguiente, la empresa hizo una encuesta interna entre el personal de redacción para valorar qué les parecía el nombramiento. Obtuvo una opinión favorable del 97,2% de los trabajadores, más del doble de lo que cosechaba el director anterior, Antonio Caño, hombre de Cebrián. Durante dos años, esta mujer ha recuperado las cifras de lectores de antes. También ha reintegrado al periódico a Ramón Lobo, Enric González y otros de los que echaron en 2012. Incluso Maruja Torres (a la que habían despedido antes del ERE) se brindó a echar una mano diariamente durante la fase más dura del confinamiento. Soledad ha estado sólo dos años al frente de El País. En junio cesó de su cargo. Me dice mi garganta profunda que, en cuanto supieron el nombre del sustituto, adivinaron lo que iba a pasar. A mí me ha costado más de dos meses darme cuenta.

En fin, cambiando de tema. Al hacer esa especie de auditoría de toda la prensa generalista de estos días, he descubierto con sorpresa que la noticia del verano no es el Covid, ni la revuelta en Bielorrusia. No señor. La noticia es la bronca en una playa entre el torero Enrique Ponce y su novia Ana Soria. Yo no sabía nada de estos personajes, pero ahora me enterado un poco. Resulta que Ponce, 48 años, se ha separado de su esposa de toda la vida y tiene una novia de 21, la tal Soria, que está de guapa como se pueden imaginar (busquen fotos de la pareja, ella publica muchas con su novio en Instagram). El amor, con esa diferencia de edad, es algo que da mucha envidia a los españolitos, que se hacen cruces y proclaman su condena social, cuando todos estarían encantados de pillarse una novia de 21 (yo el primero). El torero está tan enamorado que, cada vez que sale a la plaza, marca una A en la arena con la zapatilla y luego otra con el falso estoque, cuando entra en faena.

Desde el principio, toda la prensa rosa y no rosa acecha a la pareja, para ver qué pueden cotillear, y por eso estaban todos preparados en la playa pasando un calor de la hostia cuando sucedió la bronca. Entre las opiniones desaprobatorias que han menudeado en los meses pasados, me llama la atención la de un compañero de profesión que dice que el toro es incompatible con el amor. Que el toro huele que el torero está encoñado (con perdón) y se va a por él, igual que los perros huelen a los que les tienen miedo. Hay que ver qué canallas que son algunos. Si la envidia fuera tiña... Este tipo de parejas las defendía en cambio el gordo Chiquetete, por la cuenta que le traía. Incluso compuso una canción exitosa al respecto, que se llamaba Cuarenta y Veinte. Aquí el estribillo, vean ustedes qué hondura:

Cuarenta y veinte
Cuarenta y veinte
Es el amor lo que vale 
(y no) Lo que diga la gente.

Las mujeres a los veinte y pocos están muy guapas y lo van a poder comprobar con el vídeo de cierre, que viene que ni pintado. Buscando información más antigua de mi adorada Samantha Fish, he encontrado esta maravilla. Samantha se apunta a una jam sessión en un bar de Kansas City que se llama el Gospel Lounge. La acompañan su amigo el batería Go Go Ray y un bajo que podría ser su padre. La jam tiene lugar el 4 de enero de 2012. Samantha está a punto de cumplir 23, es casi una niña. Y aun no sabe que en el año entrante va a ser elegida la mejor artista novel de blues de los USA. Tiene ya en el mercado un álbum autoeditado y otro a tercios con otras dos chicas guitarristas. Es una joven estrella emergente en busca de la gloria.

Pero es que en este vídeo ya está todo. La presencia, la determinación, la personalidad, es ella la que manda en el trío. La forma maravillosa de cantar y sus tics de besar el micro cuando canta y retirar la boca hacia el lado izquierdo cuando grita. El perfeccionismo, que se expresa en su atención obsesiva a los botoncitos del sonido, hasta que logra lo que quiere. El virtuosismo con el que domina la guitarra. Su forma de interpretar con todo el cuerpo, ese movimiento hacia arriba de su rodilla izquierda para apoyar algunas notas. La concentración, la seriedad, el esfuerzo. Y las minifaldas y los tacones. Con 22 años. La edad a la que muchas jovencitas andan tonteando sin saber lo que quieren. Quienes tuvieran la suerte de verla en jams como esta, no dudarían de que esta chica iba a llegar lejos.

Empieza dando palmas, con la púa entre los dientes, dejando que el bajo se luzca. Amaga con empezar, pero decide dejarle otro compás. Entonces entra con su guitarra en un ritmo funk delicioso. Canta la primera estrofa con autoridad, hace un punteo de calentamiento, otra estrofa y ya afronta el punteo largo, que es espectacular. En las estrofas finales enfatiza su discurso con el dedo índice en alto. Y su último gesto con la mano derecha suelta arriba es una señal para sus dos compañeros: chavales, que terminamos ya. Al final pueden ver su expresión de complicidad con su amigo el batería, como diciendo: joder, qué bien nos ha salido. Resumiendo: profesionalidad, brillantez y entrega. Esta chica lo traía todo de serie.

La canción se llama Black Cat Bone, o sea hueso de gato negro. Habla de un amuleto característico de la cultura Hoodoo, una especie de santería equivalente al Vudú, muy extendida entre los afroamericanos de ciertas zonas del sur de los USA. El que tiene un black cat bone en el bolsillo, está tan protegido de todos los males que hasta se vuelve invisible. Y Samantha ironiza con que su chico debe de tener uno, porque, por más que lo intenta y lo intenta y lo intenta, no consigue satisfacerlo. Disfruten del vídeo. Es sensacional. Y terminen bien sus vacaciones, que lo que viene es duro.


5 comentarios:

  1. Interesante post con varios temas, entre los que, como de costumbre, vas saltando de forma natural y como sin darte importancia. Varios apuntes.
    1.- Yo también me había dado cuenta del cambio en la línea de El País, es bastante explícito y hasta escandaloso. La explicación que nos das es sorprendente, pero parece verosímil. La prensa en cierta forma se ha suicidado y depende del apoyo de la gran empresa. Yo creía que quién estaba detrás de este bandazo era Felipe González, Endesa y los grandes poderes de la energía. Lo que no sabía es la importancia del personaje Cebrián en todo esto.
    2.- Me encanta la importancia en tu texto del sentido del olfato, ese olvidado hermano pequeño entre nuestros cinco sentidos, al que le ha dado por atacar al Covid. Desde la descripción de los olores a sudor de las aglomeraciones de masas que tanto te gustaban y que echas de menos, hasta lo de que el toro huele al torero enamorado (estoy convencido de que es verdad). Reivindiquemos el olfato, ahora que está amenazado por un virus despiadado.
    3.- Samantha es admirable. Sigue dándonos información sobre ella. He leído algo sobre el hoodoo y la forma de conseguir un hueso de gato negro. Es bastante espeluznante, como todo lo relacionado con la magia negra. Con lo que me gustan a mí los gatos.

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    1. Respecto al punto 1, tienes razón. Hay todo un entramado de empresas que están apoyando a la prensa evitando que se hunda del todo. En el caso de El País, Endesa, el Banco Santander y otras. Cebrián es sólo un peón de esos intereses. Polanco, creador del periódico, era un casi aristócrata, con muchas pelas y muy interesado en hacer un buen periódico, algo que no existía en España en los 70. Cebrián empezó como un simple empleado suyo, hijo del director de Arriba y que había trabajado en Pueblo. Es un tipo muy listo, que se fue haciendo con poder y que, a la muerte de Polanco, se impuso por encima de sus herederos. Para esta clase alta liberal de alcurnia, Cebrián será siempre una especie de arribista. Por cierto, después de la escandalosa portada a la que le hice el pantallazo, se han moderado un poco. Se ve que alguien les ha dicho que se estaban pasando.
      Lo del olfato no lo había notado, para mí el olfato es fundamental, y además es básico para el gusto. Mi madre lo tenía hiperdesarrollado, para compensar su casi ceguera y era un sufrimiento para ella: en cualquier cine o aglomeración siempre detectaba en un radio de cinco metros a su alrededor alguien que no se había lavado o había comido demasiada cebolla. Para estas ocasiones llevaba siempre un frasquito de colonia con el que se tintaba un poco el labio superior.
      Lo de las artes de brujería del hoodoo no lo quería decir para no herir sensibilidades, pero ya que lo citas tú, lo contaré para la curiosidad de los lectores. Parece que al gato negro hay que echarlo vivo en una gran olla de agua hirviendo (menuda salvajada). Cuando ya está hervido y casi desecho, se obtienen todos sus huesecillos. Y se han de tirar en un barreño con agua fría. El hueso que flote será el que tenga propiedades milagrosas. Ambas ceremonias han de hacerse de noche, con mucha música y mucho ceremonial y supongo que con alcohol y otras drogas en abundancia. Un horror.

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  2. Me encanta su mascarilla, creo que refleja muy bien su espíritu. Y me extraña que nadie haya dicho nada del perrete que pulula tranquilamente alrededor de Steve Winwood, que ciertamente se mantiene en buena forma. De lo de El País no digo nada, hace tiempo que no lo leo, tengo mejores cosas en que ocupar mi tiempo.

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    1. Ah! y totalmente de acuerdo con Chiquetete.

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    2. Ya me había fijado en el perrete, que anda por allí como "perro" por su casa. No sea tan despreciativo, hay que leer la prensa para estar al día. Pero con criterio para expurgar la verdad de toda la manipulación, que no siempre es sencillo. Y lo de Chiquetete, pues usted mismo.

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