Eso es lo que dice mi hijo que hago, después de observarme en directo un par de semanas. Aparte de correr, teletrabajar, escribir en el blog y salir de vez en cuando a tomar una cerveza con algún amigo: todo el día samanthing. Bien, a la vuelta del ferragosto, los pronósticos en relación con el virus van siendo cada vez más negros, tal vez haya que volver a las fases de confinamiento severo y, si esto sucede, habrá negocios que cierren definitivamente. Qué va a hacer alguien con un bar o cualquier otro bisnes enfocado al turismo o al ocio. Más o menos la peña tenía algo de dinero guardado, que les ha permitido ir tirando, pero está todo el mundo al límite, y no sólo de dinero, también de cabeza. Por mí no tengan cuidado, mientras pueda correr, escribir y beber cerveza, no tengo por qué venirme abajo. Pero desanima ver los bares sin clientes, las calles vacías, la ciudad solitaria que cantaba Mina. Hay que seguir, no queda otra y cuenten con que este blog continuará aportándoles reflexiones, algunas risas y mucha música. Este post se va a centrar en lo último, para dulcificarles estos días de incertidumbre. Hemos traido al blog muchos vídeos de Samantha Fish, pero hasta ahora no le había dedicado un post exclusivo. Va siendo hora.
Empezaré por decirles que ayer llegó otro correo destacado e inesperado a mi cuenta personal. Me lo envía la compañía que gestiona y comercializa toda la actividad de mi adorada diva del blues, ahora recluida en su casa de Kansas City. Me avisan de que ya está en marcha el Samantha Fish Cigar Box Guitar Fest 2021, que tendrá lugar como cada año en enero en Nueva Orleans, concretamente los días 13, 14, 15 y 16. Un acontecimiento único, en homenaje a los instrumentos de cuerda fabricados a mano, que fueron clave en el surgimiento del blues y el jazz en New Orleans. Me ofrecen un pack-VIP, que incluye: entradas con asiento y guardando la distancia reglamentaria para los cuatro días, camiseta oficial del evento, un CD o vinilo de Samantha, un poster oficial numerado y firmado por la diva, una chapita conmemorativa para llevar al cuello y dos boletos para el sorteo de una genuina cigar box guitar deluxe autografiada por Samantha de su puño y letra.
El precio del pack-VIP es de 249 dólares, está tirado. Me dicen también que han sacado a la venta sólo 100 de estos packs-VIP, que serán para los primeros que lo soliciten, y añaden que es posible que ya no se vendan otras entradas, en función de la evolución de la pandemia, entradas que, en su caso, se venderían en la propia sede del festival. Se pueden imaginar el tirón hacia adentro que me ha dado el estómago ante este mensaje. Casi se me fractura el esternón. En circunstancias normales esto sería motivo suficiente para organizar un viaje bloguero en torno al acontecimiento. Pero tengo claro que no puedo ir, por culpa del puto virus. Además me siento obligado a seguir dando el callo hasta el 19 de febrero para mi oficina de planificación urbanística, algo que me sirve de disfrute y que tengo que aprovechar, porque muy pronto (de hoy en seis meses) tendré que dejarlo del todo. Tal vez al año siguiente, en función de cómo vayan las cosas del virus. Me gustaría mucho visitar Nueva Orleans y también ver en directo a mi adorada Samantha, pero ahora mismo no es prudente viajar fuera de España. Y me temo que en enero no estaremos mucho mejor.
El otro día hablo por videollamada con mi hijo Kike que está en Italia. Qué tal, padre. Bueno pues aquí bastante jodidos; yo creo que esto va para largo. Su respuesta, con el tono que se usa para quitarle importancia a las cosas: nada, esto se acaba rápido, un año o, como mucho, dos. Así me lo dijo, y yo pensé: joder, qué envidia. Qué maravilla el concepto del tiempo que tiene un chaval de 28. A esa edad percibes el tiempo como si fuera infinito. Yo he tenido esa sensación durante décadas, ya saben que soy un inmaduro, según opinión unánime de todas las mujeres que han pasado por mi vida. Pero, con casi 70, es inevitable empezar a madurar, no puedes seguir estando verde aunque quieras. Y entonces empiezas a entender el tiempo de otra manera. Estoy de acuerdo con Kike: esto puede durar, al menos uno o dos años. Un lapsus que, para mí, es una eternidad. Quién sabe si en dos años voy a seguir vivo y, en tal caso, si tendré la energía de irme a Nueva Orleans a ver a mi chica favorita en directo.
Pero les había prometido música y vamos a empezar. Hay decenas de vídeos de Samantha, empezó a ser conocida con 19 años y ahora tiene 31. Y no ha parado de dar conciertos por todo USA, la mayoría disponibles en Youtube. Después de los vídeos que ya he traído al blog, imagino que entienden por qué me fascina tanto esta mujer, pero hoy vamos a ampliar la muestra. Por cierto, si lo están viendo en un móvil espero que recuerden el truco de mi amigo Boni: tocar los tres puntitos arriba a la derecha y seleccionar "Vista de Ordenador". Este post sin vídeos es una eme. Y verlo en el móvil, un desperdicio, pero allá ustedes. En el primer vídeo, vemos a Samantha interpretando una canción propia. Es una canción con una de sus letras sombrías, que no les voy a traducir. Las letras de Samantha no son políticas, como algunas de Sheryl Crow. Hablan de sentimientos, de familias rotas, de niños predestinados a convertirse en unos desgraciados, de huidas, de amores tóxicos, de rupturas, del pasado que no perdona. No son narrativas, sino simbólicas, enigmáticas, inquietantes, hasta lúgubres.
Pero quiero que se fijen en algunos detalles. Samantha es ya una mujer adulta, segura de sí misma. Capaz de salir a escena con una especie de blusa amplia, seguramente diseñada para llevar debajo unos vaqueros, pero que ella se pone sin nada, para enseñar sus magníficas piernas de deportista. El que quiera que mire y que le aproveche. Ella vende música y sentimiento, pero le gusta salir sexy al escenario. Lo segundo que observarán es que al bajo no está su fiel Chris Alexander, hasta ahora presente en todos los vídeos que les he puesto. Es que Samantha no para en todo el año, de gira en gira. Y el chico supongo que tendrá una familia, o al menos unos padres que visitar de vez en cuando. Joder, alguna vez habrá que darle descanso, no sé, unos poquitos moscosos, que el ritmo de esta mujer no lo soporta cualquiera.
Aquí el bajo es un sustituto, de rasgos chicanos, que parece un tanto intimidado. Por momentos, acojonado vivo. Es que la presencia de Samantha es para achicar a cualquiera. Por cierto, Samantha mide 1,70 y encima suele llevar grandes tacones, hasta que se harta y se descalza, como ya hemos visto. Aquí la vemos abordar su canción con una seriedad, una decisión, un convencimiento, una determinación que da hasta miedo. No bromea, mientras desgrana la letra, que ella misma ha escrito. Su gesto es demoledor, canta con una autoridad absoluta, no deja indiferente a nadie en el público, cualquiera le discute lo que está proclamando. Y pasamos al punteo.
Si en la parte cantada hemos hablado de presencia, determinación, autoridad, en el punteo habría que citar en primer lugar la solvencia. Sus colegas pueden fiarse de ella, que no va a dar una sola nota falsa. Y también a destacar la variedad de su registro sónico, ninguno de los punteos de esta mujer es igual a otro, en cada momento tiene la nota precisa, el fraseo más oportuno. Vuelve al micro y las últimas estrofas ya las canta casi regañándole al público, con el ceño fruncido, qué carácter el suyo. Últimas estrofas que terminan en un alarido sostenido y seguido del clásico uuuhhhh, un clímax que ya no deja sitio para final alguno: el grito es el propio final. Mientras bebe agua, le intuimos una sonrisa, la primera de todo el vídeo, como diciendo: joder, qué bien que me ha salido. Hala, véanlo ya.
Esta mujer es espectacular. Antes de seguir, quiero darles referencia del batería Go Go Ray que la acompañó por todo USA cuando Samantha se desenvolvía en su formación de power trío. Según las páginas que he consultado, el gran Go Go Ray abandonó la banda en 2017. Imagino que también tendrá una familia que atender y no puede seguirle la marcha a su diva, con la que tan buenos ratos ha pasado. Dicen en Internet que ahora es el batería titular de la banda de Paul Benson, un músico desconocido fuera de su ámbito local en Kansas City. Eso le permite dedicarse a su máxima vocación: enseñar a tocar la batería a niños, a través de su Web Explorers Percussion, un programa educativo que gestiona desde su casa en Kansas. Es una pena para Samantha, pero cada uno tiene que seguir su vida y supongo que habrán acabado bien entre ellos. Y ahora tiene ya un batería nuevo también espectacular.
Hasta aquí, todo lo que hemos escuchado en el blog de Samantha Fish tiene una cierta homogeneidad. Rhythm and blues poderoso, con unos punteos de guitarra inimitables. Pero esa uniformidad tiene un culpable: yo. Es que a mí esa es la parte de Samantha que me alucina. Pero Samantha es una artista poliédrica, que toca muchos palos. Cuando le preguntan por sus influencias musicales, suele hablar de los Stones, The Band y Tom Petty. No anda mal de cultura musical la chica. En su formación hay también mucho country y se desenvuelve bien incluso sentada en una silla con una guitarra española cantando un blues tradicional suavecito. Escúchenlo y verán qué línea más diferente. Por cierto, la cosa tiene lugar en una emisora de radio local de Kansas City. Diríase que, esta vez, Samantha se ha caído de la cama, se ha puesto lo primero que ha encontrado y se ha acercado caminando a la emisora con la guitarra al hombro, maquillada y coqueta, que eso es consustancial en ella, pero más natural.
En una de las entrevistas que he leído de ella, le preguntan por su imagen, sus atuendos y su maquillaje. Contesta con seguridad: es un homenaje a la forma en que las quinceañeras de su barrio se maqueaban para los bailes de fin de curso, una parafernalia que le encanta. Esta mujer es muy lista y todo lo hace por alguna razón. Samantha nació en una familia amante de la música pero que no se dedicaban a ello como profesión, salvo que su padre adoraba las guitarras eléctricas y se reunía con sus amigos a tocar y a beber cerveza, y su madre cantaba en el coro de la iglesia. Samantha empezó tocando la batería, pero dice que enseguida vio que su padre, sus amigos y su hermana Amanda se divertían mucho más con la guitarra y cambió de instrumento. Su hermana también toca por Kansas City, pero no ha salido de ese estrecho círculo. Aquí una foto de las dos hermanas.
Podría escribir varios posts sobre esta mujer, que en 2012 fue elegida la mejor artista novel del blues, pero vamos a sintetizar. Entre sus especialidades saben que está también el dominio de la cigar box guitar, en la que está considerada como la mejor intérprete mundial, hasta el punto de que el festival del que les hablaba al principio ha pasado en la edición de 2020 a llamarse con su propio nombre. Como ella ya es más famosa que el festival, la New Orleans Blues Society que lo organiza, ha decidido aprovecharse de ello. Pero hay otro festival anual en el que suelen contar con su presencia, el Telluride Blues and Brews Fest, que se celebra en el pueblo del mismo nombre del estado de Colorado (hay que ver cuánto sale este estado en el blog últimamente). Allí se reúnen cada verano los forofos del blues y la cerveza y de allí les traigo el siguiente vídeo de Samantha.
Nuestra heroína está muy contenta esta vez, digamos que juega en casa, y saca a la palestra otro modelo de su amplia colección de guitarras, una variante de la cigar box guitar: la kerosene can guitar. Como lo oyen: una guitarra fabricada con una vieja lata de keroseno de la marca Supersonic que, en vez de cuatro cuerdas, tiene seis, lo que da un poco más de posibilidades sonoras. Samantha ya se ha descalzado, sus zapatos rojos de tacón se ven descansando entre dos bafles. Y la acompañan sus dos más fieles escuderos. La canción es suya, Samantha se encuentra cómoda y se deja la piel como siempre, con su habitual distribución de climax intermedios, para cortar el ritmo e ir volviendo luego desde atrás. Acaba subiéndose a la plataforma de la batería para cerrar con un semi-salto de la cabra. Energía en estado puro. Por cierto, en una toma lateral pueden ver el magnifico paisaje de montaña en donde se enclava el escenario del festival.
Ya ven que vuelvo a mi querencia por la larga fase en que Samantha se desempeñaba con su trío. Pero es cierto que el marco del blues, sus listas y sus circuitos se le quedaba pequeño a esta mujer tan inquieta y tan creativa. Ella quería dar el salto a un nivel superior, componer canciones y que cada canción tuviera el desarrollo más adecuado, lo que la propia canción pidiera. De ahí el paso a una superbanda con pianista y sección de viento. A veces, en sus conciertos, deja descansar a parte de sus músicos y vuelve al formato trío o incluso toca alguna canción sólo con su guitarra. Pero sus conciertos son espectaculares y les dejo una muestra de lo que digo. Este número es de finales del pasado agosto, hace menos de un año. No sé si esto puede llamarse blues, más bien es una síntesis de muchos tipos de música, pero es una maravilla. Pueden ven que esta vez prescinde de la sección de viento y pone a sus integrantes a tocar percusiones. Escúchenlo. Esto es lo que hace ahora Samantha y lo que tanto me gustaría ver en directo. Un detalle: el vídeo incluye unos planos primerísimos, donde se ve que Samantha literalmente besa el micro cuando canta.
Samantha Fish, un ejemplo de lo que sentamos en el post anterior: una mujer que se ha hecho con un lugar, a la cabeza de un sector tradicionalmente masculino. En fin, a modo de propina, les voy a dejar un programa de televisión dedicado a ella, de cerca de media hora, con una entrevista en directo. No hace falta que lo vean entero (no están obligados a ver entero ninguno de los vídeos que les propongo). Sólo si quieren practicar el inglés (pueden ponerle subtítulos) o les fascina esta artista tanto como a mí. Samantha acude al programa con su guitarra acústica y acompañada por tres músicos: su pianista, una amiga que toca el violín y un negro veterano con un tamborcito y unas escobillas.
El conductor del programa le hace a Samantha muchas preguntas y entre medias tocan tres canciones suavecitas, preciosas, puro country, otra cara diferente de esta artista poliédrica. Aquí explica en profundidad cómo compone, cómo se inspira en sus propias experiencias y las de la gente que observa a su alrededor. Y cuenta muchas cosas de sí misma. Tal vez pueden ver sólo las canciones. O echarle un ojo a todo hasta que se cansen, sólo para ver cómo es Samantha en persona, cómo habla, cómo se desenvuelve fuera del escenario. Es un encanto.
El locutor le pregunta cómo fue que empezó a ir al club de Kansas City donde arrancó su carrera, cuando sólo tenía quince años. Y ella bromea: porque repartía sus pizzas. Luego el tipo dice que su imagen (una mujer joven y llena de vitalidad) no casa con el blues, que es una música triste y ella se lo rebate con firmeza: el blues no es triste para nada, dice, al contrario, escuchar blues ayuda a aliviar la tristeza. Después de la primera canción, el tipo le sigue la coña: tienes razón, estaba yo un poco triste y se me ha aliviado la tristeza escuchándote; ahora me siento feliz. Espero que a ustedes, queridos lectores preocupados por el acoso del virus, les pase lo mismo y les sirva este post en su conjunto para aliviar un poco sus penas, sus inquietudes y sus zozobras. Sean buenos. Y cuídense.
(Le voy a robar una de sus locuciones adverbiales más frecuentes): Me creerá usted o no, pero me he visto el programa de radio sobre Samantha entero, es más lo he visto dos veces, porque creo que ahí está la esencia del personaje. No sé una palabra de inglés, pero me las he arreglado para subtitularlo y hay momentos deliciosos. El locutor le dice eso de que el blues es una música triste y se la puede ver a ella en guardia, como preparándose para oír una tontería como esa. Entonces dice NO ES TRISTE, para nada, eso es un malentendido, al contrario, ayuda a aliviar la tristeza. El locutor: vale, pues ayúdame a aliviar alguna de mis penas con una canción. Todavía se vacilan mutuamente antes de empezar. Y se lanza a cantar. Al final del tema, el tipo dice ¡tenías razón! no es triste para nada, estaba yo triste y me has aliviado, ahora me siento feliz y ella le muestra su mano abierta y termina ¿ves? te lo dije.
ResponderEliminarLo dicho, una mujer alegre y valiente, y una rocker brillante. No me extraña que esté usted tan enganchado a su arte y a su persona.
Pues qué quiere que le diga, que me alegro que comparta mi entusiasmo por una artista que esperemos que tenga un futuro dorado, superando el parón que el Covid ha supuesto en su carrera en el momento en que iba más lanzada. Saludos
EliminarDesde que nos la descubriste, yo busco de vez en cuando sus vídeos en Youtube y hay muchos buenísimos, realmente esta mujer es insuperable con la guitarra, canta muy bien y lo hace todo con un sentimiento que no te deja jamás indiferente: es magnífica.
ResponderEliminarTe digo lo mismo que al anterior, que totalmente de acuerdo.
EliminarBueno, yo no he intervenido hasta ahora, porque he querido ver varias veces los vídeos y otros de esta chica en Youtube. No he visto la entrevista, porque no sé el suficiente inglés como para disfrutarla. Pero creo que los otros cuatro vídeos que nos trae al blog muestran cuatro facetas de esta artista que usted llama poliédrica: el primero la brillantez de su blues y su propuesta vocal y guitarrera apabullante. En el segundo se ve a una Samantha más tranquila, íntima, personal. En el tercero está contenta, eufórica, haciendo algo que le gusta dentro de su zona de confort. Y el último ya de gran estrella del rock, conocida y amada por su público.
ResponderEliminarSi me tuviera que quedar con una sola de estas cuatro facetas, elegiría la primera, es realmente impactante. Me parece extraordinaria. Las otras tres ayudan a entenderla y a apreciarla, pero ese primer vídeo es realmente único.
A mí también me gusta sobre todo la fase en que iba tocando por todo USA en formato power trío, haciendo un blues bastante ortodoxo aunque puesto al día. Pero reconozco que está en su derecho de expandir más su terreno y la veo con la calidad y fuerza suficientes como para ser una gran diva del rock. Para mí ya lo es. Incluso creo que es la figura emergente del nuevo rock más potente de los últimos años.
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