Les debo una reseña del libro La nieta de Pushkin, de mi
admirado amigo y próximo profesor Ronaldo Menéndez, escritor contrastado que me
gusta mucho. Me lo terminé hace ya tiempo y creo que es oportuno que les traiga aquí una crítica sincera. En suma, decirles la verdad, como
siempre hago en el blog, este no es un foro para el peloteo. El libro reúne una
colección de 9 cuentos, seguidos de un epílogo. Los cuentos son todos muy personales,
habla de sí mismo en primera persona, es autoficción pura y dura, algo que
Ronaldo no había hecho nunca hasta ahora. Su prosa anterior era normalmente muy brutalista, suele narrar escenas a las que la fatalidad encamina a situaciones límite, que derivan en el absurdo, bordeando lo fantástico y la ciencia-ficción, con ribetes kafkianos y un componente de humor marcado, a menudo humor negro, que
domina con maestría, bastará decir que su primer y premiado libro se tituló El derecho al pataleo de los ahorcados.
Por eso sorprende el tono evocador, intimista, personal de este su último
libro, que bebe de sus recuerdos.
Los nueve relatos forman tres grupos
de tres (aunque eso no se evidencie de ninguna forma en el libro), pero,
conociendo como conozco también al editor Juan Casamayor, reconozco su mano en
la composición del libro. A mí los tres del centro no me han gustado
especialmente, son demasiado abstractos y los dejas correr esperando que se acaben,
por ver si se repiten las explosiones de brillantez que aparecen en los tres primeros y
por fortuna vuelven en los tres últimos (todo esto es una valoración mía
personal, por supuesto, es posible que haya lectores que prefieran los tres
centrales). Y en cada uno de estos tríos inicial y final hay dos muy buenos relatos
y uno extraordinario, situado en el centro del trío. Puestos a seleccionar lo
que más me ha gustado del libro, yo me quedaría en primer lugar con el cuento nº 2, seguido del
epílogo y el cuento nº 8. Los cuentos 1, 3, 7 y 9 son muy buenos, cariñosos,
entrañables, escritos con el corazón. Y los 4, 5 y 6 más flojos en mi opinión.
El epílogo es brutal, en la línea
del mejor Ronaldo. Un tipo acaba de morir, pero se ve que se disocia de su cuerpo, que queda tendido en el suelo, y echa a andar sin rumbo. Descubre pronto que hay muchos otros muertos vivientes que caminan despacio, todos en una misma dirección, como guiados por un propósito colectivo. El tipo se suma a esta especie de caravana de zombies que se dirigen a la costa norte de la isla de Cuba. Allí se van embarcando en una especie de pateras del horror en dirección a Miami. El protagonista se ha incorporado al macabro cortejo sin saber el objeto de esa diáspora. Lo que sigue es un retrato alucinado, con unos diálogos horribles y desternillantes a la vez, que transcurre en medio del mar y en plena noche. Cuando el protagonista descubre que todos van a Miami para reunirse allí con sus parientes muertos y poder por fin descansar con ellos, decide cambiarse a una barca que va en sentido contrario: sus muertos están en la isla. Un relato magnífico, cuajado de simbolismos, que casi podría ser el epílogo de toda una época creativa de este escritor.
¿Y qué tiene el relato número 2
para que yo lo sitúe incluso por encima de este epílogo extraordinario? Pues el
cuento se llama Al diablo con Borges y narra la breve estancia del autor en Teherán, invitado
a un congreso de escritura latinoamericana, de tintes tercermundistas, solidarios y anti-imperialistas. A Ronaldo lo han invitado en calidad de cubano y por tanto seguidor de
Fidel, cuando la realidad es que lleva ya diez años fuera de la isla,
primero en Perú y luego en Madrid, lo que ha dado a sus opiniones sobre el
régimen un sesgo crítico irreversible. Pero aun conserva el pasaporte cubano, le invitan y acepta, porque es,
como yo, un enrredica que se apunta a
un bombardeo con tal de observar contextos para luego escribir sobre ello.
La descripción de las sucesivas
sesiones del congreso y recepciones oficiales es buenísima. Nada más llegar, les asignan unos acompañantes jóvenes de ambos sexos, estudiantes de
español en la universidad de Teherán, para que estén con ellos todo el tiempo y les ayuden ante cualquier
problema. Se describe también otro grupo de acompañantes omnipresentes, todos hombres, con ternos oscuros, zapatos de punta, mirada torva y gesto adusto e
inquisidor, que tienen otra función muy clara. Ronaldo encuentra allí reflejadas algunas de las actitudes y rutinas que recuerda de su pasado cubano, como la forma en que los
estudiantes se abalanzan sobre las bandejas de canapés en las recepciones,
mirando a todas partes con disimulo, porque tienen un hambre de la hostia y no suelen tener a mano exquisiteces como las que se sirven en estas recepciones para invitados extranjeros. También cuenta las formas de conseguir que te pongan un whisky en tales saraos, en un país en el que el alcohol está prohibido. Y allí surge una historia de amor
imposible con una chica local, que ha de burlar el escrutinio constante de los
del zapato de punta, encargados de que eso no suceda de ninguna manera. Una delicia de cuento.
Sobre Irán hace tiempo que tenía pendiente un
post en relación con un hecho insólito que tuvo lugar el 3 de enero y que no
pude desarrollar (aunque amenacé varias veces) porque la actualidad del virus
nos arrolló como un tsunami. Ahora hay una novedad que podría explicar el
asunto, así que vuelvo sobre ello. Vayamos por partes. Los hechos. El día de
autos, el poderoso general iraní Qasem Soleimani se dirige con siete acompañantes en dos coches oficiales tintados de negro hacia el aeropuerto
internacional de Bagdad, parece que con intención de coger un avión de vuelta a su país. Lleva un tiempo en Irak coordinando las acciones de las milicias proiraníes, entre las que está la infiltración de provocadores en las manifestaciones callejeras que se extienden por el país, para darles un tinte más violento, además de
otras actividades directamente enmarcables en el espionaje político y militar.
Nunca llegará al aeropuerto. Un misil impacta sobre la comitiva y mata instantáneamente a los
ocho.
El misil ha sido lanzado
desde un dron y guiado por la señal del móvil del general. El gatillo lo ha
apretado un soldado, seguramente sentado ante una multipantalla en una instalación militar de Nevada o
Arizona, después de cumplir un amplio protocolo de autorizaciones de sus superiores.
El caos es instantáneo, en Irán la noticia se extiende como pólvora prendida, todos imaginan quién
está detrás y empiezan las revueltas. No han transcurrido ni 24 horas cuando el
Pentágono confirma su autoría, de la que nadie dudaba. El ataque ha sido autorizado
personalmente por el presidente Trump y buscaba cargarse a un grupo que
proyectaba realizar atentados contra intereses USA, dicen. Es, por tanto, un ataque preventivo,
cuyo objetivo último es la paz en la región. O sea, lo mismo que dijo Truman sobre las bombas de Hiroshima
y Nagasaki. Veamos quién era este general tan peligroso como para que lo
mataran de esa forma. Aquí lo tienen en un gesto tan característico suyo como significativo.
Soleimani no era desde luego
ningún angelito. Salvando las distancias y la diferencia de culturas, podríamos
considerar que era una especie de comisario Villarejo en versión iraní. Adquirió
notoriedad durante la larga guerra Irán-Iraq (1980-1988, un millón de muertos y
dos millones de heridos y lisiados de por vida, además de la economía de ambos
países devastada para siempre). En esa interminable y cruenta guerra de desgaste, en la que
Sadam Hussein usó armas químicas como el gas sarín y el gas mostaza incluso
sobre la población civil, Soleimani se distinguió como un joven e intrépido capitán, que no conocía la palabra miedo y mostraba una increíble capacidad de
infiltrarse en territorio enemigo en misiones imposibles, casi
suicidas. A partir de ahí adquirió la vitola de héroe nacional, siempre cerca del ayatollah
Jomeini y, después, de su sucesor Alí Jamenei, con quien le vemos en la imagen de
abajo.
Soleimani era un antiyanqui
furibundo, desde los tiempos en que tanto USA como Rusia apoyaron a Sadam
contra Irán. Supongo que saben que la población iraní es mayoritariamente
chiita, igual que una parte de la irakí. A Sadam le apoyaba Rusia por ser un régimen laico
homónimo del sirio, y también los USA para tratar de cargarse al hostil régimen de los ayatollahs
sin derramar sangre americana. La guerra fue parada por la ONU por la fuerza y
Jomeini dijo que firmar el acuerdo de paz había sido para él como tomarse un veneno.
Antes del alto el fuego se supo que el gobierno Reagan, mientras apoyaba a Sadam, le estaba vendiendo armas a
Jomeini por detrás, en lo que se llamó el Irangate. Ya en tiempo de paz,
Soleimani reaparece al frente de la fuerza llamada Quds, una especie de
paramilitares que operaban en el extranjero, reclutados entre los cuerpos de élite de la Guardia Islámica Revolucionaria. Tuvieron importancia clave en la
derrota del Estado Islámico en Siria e Iraq, apoyaron al régimen sirio y
aparecían por medio en todos los conflictos regionales.
El pepinazo contra Soleimani fue
el punto álgido de una escalada de actos violentos en la zona. En junio, hace
poco más de un año, las defensas antiaéreas iraníes derribaron un dron espía
americano no tripulado sobre su espacio aéreo. En respuesta al derribo, se preparó un ataque masivo contra Irán
que hubiera desencadenado una guerra terrible. Pero Trump no dio al final su
autorización. Días después declaró que las armas americanas estaban cargadas y
apuntando a objetivos clave de Irán. Sólo faltaba que él lo autorizara. Pero no
lo hizo porque pensó que la respuesta no era proporcional al ataque sufrido.
Trump me cae fatal, como es notorio, pero reconozco que, en esta ocasión, estuvo
a la altura, tanto en su actuación como a la hora de explicarlo. Pero en el otoño se empezó a agitar el cotarro de nuevo.
En Irak empezó una ola de movilizaciones masivas contra su corrupto gobierno y el desastre de administración que
sufren desde la agresión yanqui promovida por Bush y Blair y apoyada por Aznar.
Se generalizó la violencia callejera y, al hilo del mogollón, las milicias
proiraníes empezaron a atacar la embajada norteamericana y otros objetivos occidentales. Desde
una plataforma medio artesanal, se lanzaron 30 cohetes Katiusha contra una base americana. Estos cohetes son una porquería, poco más que pirotecnia, y seguramente no buscaban causar bajas, pero la mala suerte quiso que matasen a un
contratista civil norteamericano que andaba por allí despistado. Sucedió esto el 27 de
diciembre. Al otro día, Estados Unidos contraatacó bombardeando 5 instalaciones
militares vinculadas a las milicias Quds en Irak y Siria, con el resultado de 25 milicianos muertos.
La escalada continuó con el asalto a la
embajada yanqui en Bagdad el día de Nochevieja, que fue repelido a duras penas. Y ese
fue el momento en que se produjo el pepinazo, el 3 de enero de este año, como
ya se ha dicho. Hasta aquí todo entra dentro de lo explicable. Hasta el propio
pepinazo, discúlpenme la barbaridad que estoy diciendo. De acuerdo, una cosa como esa no se
puede hacer en un mundo civilizado, la ONU no aprueba este tipo de acciones
que, seguramente, tampoco contribuyen a solucionar los conflictos, sino al contrario.
Lo que quiero decir es que, hasta aquí, todo tiene una lógica acción-reacción. Lo raro es lo que viene
después. Veámoslo. En Irán se organizan grandes muestras de dolor, se declaran tres días de luto nacional y
un entierro multitudinario en el que despiden a Soleimani como un mártir de la
revolución. Aquí una imagen tomada durante ese entierro.
En los discursos y los comunicados
oficiales se amenazaba con una respuesta terrible, se decía que los yanquis serían atacados en cualquier país del mundo y sus cuerpos destrozados se podrían contemplar a lo largo y ancho del
universo. Los medios de comunicación occidentales contenían el aliento. Si las hostilidades
habían estado a un tris de saltar en junio, por un triste dron no tripulado,
¿qué era lo que estaba por venir? La respuesta se supo rápido. El 8 de enero,
baterías antiaéreas iraníes lanzan una lluvia de misiles sobre dos bases
americanas en Irak: Irbil y Al-Asad. La televisión iraní informa detalladamente del ataque y habla de 80 muertos,
cifra que contenta el malestar y deseo de venganza de la población. Pero tanto USA como Irak contradicen esta
información: el número de víctimas es cero. Trump, cerca de la media noche, no
puede reprimirse y tuitea: tranquilos, estamos bien. ¿No les va pareciendo todo esto muy extraño?
La explicación se filtra poco
después: Irán avisó mediante su contraespionaje de dónde iban a caer los
misiles y a qué hora. El aviso se hizo con tiempo, para que los soldados se
pudieran guarecer en los refugios subterráneos. Esto parece creíble, lo que aún
no sabemos es por qué. Pero se han pasado en la teatralización del ataque, en el hacer-como-si. La cosa es tan descarada, que a los dos días, las bases
americanas lanzan un comunicado desmintiendo que no haya habido víctimas y
hablan de 17 heridos, la mayoría con problemas auditivos por las bombas y uno
que se resbaló al correr al bunker (esto último ya es coña mía, lo de los
sordos no, lo dijeron así, con lo que fue peor el remedio que la enfermedad, como suele decirse). La respuesta de Estados Unidos a este último ataque fueron unas sanciones económicas
suplementarias de las que ya llevan aplicando al país desde que llegó Trump. Y la tensión se desinfló como un suflé malogrado.
En enero yo pensaba escribir algo sobre este asunto tan turbio. Si a Jomeini firmar un tratado de paz que ponía fin a ocho años de cruel guerra le había resultado difícil y doloroso, cómo explicar que sus herederos se traguen un atentado a un personaje como Soleimani sin perpetrar una respuesta proporcionada, por seguir con la terminología de Trump. Pensaba yo por entonces aventurar una explicación sencilla: Irán está lo suficientemente depauperado y con
la población muy revuelta y crítica con el régimen, como para meterse en una guerra desigual con Estados
Unidos. Por eso había cantado la gallina (no otra cosa es lanzar un montón de
misiles con preaviso para dar tiempo a que los atacados se protejan). El ataque era
exclusivamente para consumo interno y no querían cabrear más al gigante yanqui que,
con Trump a la cabeza, ya había dado muestras de hasta dónde podía llegar. No escribí entonces sobre esto y ahora, siete meses después, nos llega una noticia que puede aportar nuevas claves a lo sucedido.
Resulta que Irán y China llevan
casi cuatro años negociando en secreto un acuerdo de colaboración económica,
política y militar sin precedentes, que puede dar un vuelco a la situación
geoestratégica mundial. Como saben, Irán tenía un acuerdo con Obama, para
renunciar a su programa de armas nucleares, supervisado por la ONU y apoyado también por
Rusia y por la Unión Europea. Llegó Trump a la presidencia y se salió de dicho
acuerdo, que aún mantienen los demás pero que no sirve ya para nada, porque el
propio Irán ha declarado que retoma su programa nuclear. Y Estados Unidos
rescató las sanciones económicas anteriores a tal acuerdo. Pero Irán no se ha
quedado quieto y estaba preparando el tratado con los chinos, al que podría
sumarse también Rusia, con lo cual dejarían a USA fuera de juego en la zona.
Parece que la CIA ni se ha enterado. Estaban tan entretenidos con el acuerdo de
Israel con los Emiratos, cocinado por el yerno de Trump, que no se han dado cuenta de que se la estaban
metiendo cuadrada.
Para llevar adelante un acuerdo
como ese de forma civilizada y ajustada al derecho internacional, se requiere que el texto del tratado sea ratificado por los
parlamentos de ambos países. En China hasta ahora no se ha sabido nada al respecto, pero en
Irán se ha filtrado un borrador que estaba empezando a estudiar el Congreso de
la Revolución. Según lo filtrado, China invertiría en Irán 400.000 millones de dólares
(lo nunca visto). A cambio, Irán proporcionaría a China una salida al Golfo
Pérsico y autorizaría la presencia de 5.000 soldados chinos en su territorio.
El tratado incluye la construcción de numerosas carreteras por todo el país y
la entrada de productos comerciales chinos. Y los acuerdos comerciales se
harían en las dos monedas nacionales, y no en dólares.
El tratado, de firmarse,
supondría un golpe mortal a entidades como el Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional, en el fondo títeres de las finanzas yanquis. Los
chinos quieren mostrar al mundo una nueva forma de cooperación (que ya han
ensayado en África) y su voluntad de no entrar en conflictos armados. Y evidenciar que empiezan ya a ser los gallos del cotarro geoestratégico. Así que, a lo
mejor por eso se achantaron los ayatollahs y no entraron a la gresca con un estado agresor que se
había cargado de un pepinazo a todo un número dos en la sombra del régimen. Irán calló, porque
tenía esta negociación en marcha. En fin, no es más que una hipótesis mía, pero parece posible. Y, como sé que les gusta comprobar las
cosas que les cuento y verificar que no les he metido una bola, pueden
comprobar los detalles del acuerdo en ciernes, pinchando AQUÍ.
Respecto a esto de las bolas, les
vuelvo a recordar lo que dijo el gran Truman Capote cuando le preguntaron si lo
que contaba en A sangre fría era cierto: Hay que saber distinguir entre lo que es
verdad y lo que es rigurosamente cierto. Tiene razón. Yo digo la verdad siempre
en mi blog. Lo rigurosamente cierto, queda para los periodistas. El
25 de agosto, hace tres días, se cumplieron 36 años de la muerte de este genial
escritor, una de mis referencias literarias y vitales, parece que fue ayer. Les voy a dejar
con una foto suya, en la que está muy guapo. Pero antes, un último comentario.
A la ciudadanía china no le ha llegado una sola noticia del acuerdo con Irán que prepara su gobierno, ya saben que es un país
hermético. Y el gobierno chino, como de costumbre, no tiene prisa. Se dice en los mentideros políticos que es muy posible que esperen un par de meses más, hasta saber quién gana las
elecciones USA y así ya sabrán a qué atenerse. Otra característica de este blog: que todos los temas están
interrelacionados, que en realidad yo siempre escribo sobre lo mismo. Cuídense.
Terrorífico todo y, por tanto, perfectamente creíble. ¿Alguien ha tenido en cuenta el bienestar o la libertad del pueblo iraní? ¿O del pueblo irakí? Por no hablar del "hermético" régimen chino. Los poderosos juegan a la geoestrategia, en este monopoly cósmico y la población son solo los peones de ese juego maldito. No es de extrañar que aparezca un virus y se vaya todo al carajo. Ahora, otros temas como el medio ambiente o la desigualdad social quedan aparcados, para luchar contra el virus. Pero los grandes poderes siguen a lo suyo. ¿Hay algún tipo de esperanza?
ResponderEliminarPues la esperanza viene de la posibilidad de trabajar para avanzar en una dirección determinada, la de conseguir regímenes más y más democráticos en favor de la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Y ahora tenemos una herramienta muy poderosa, en las redes y la posibilidad de que una barbaridad como la muerte de George Floyd la filme cualquier peatón y al instante lo estén viendo en todo el mundo. Todos estamos viendo ahora las manifestaciones en Bielorrusia y los disturbios en Portland. Esas imágenes convierten en patéticos los mensajes de Lukashenko (es algo orquestado por Occidente y la OTAN) y de la misma forma los de Trump (es todo obra de comunistas y revoltosos que quieren hundir América). Las elecciones americanas van a ser un test decisivo. ¿Es posible que la mitad de la población yanqui se crea que Biden es un comunista? ¿Puede haber algún negro que vote a Trump? ¿Alguna mujer? ¡¡¡Por Dios!!!
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