Tras pasar la mañana del martes
visitando los monumentos más destacados de Siena y comer algo, por la tarde
tomamos de nuevo el bus en dirección a San Gimignano, a donde llegamos de
atardecida. San Gimignano es un pequeño pueblo medieval perfectamente
conservado con sus torres altísimas (aquí no vino ningún Farnesio a
derribárselas) y situado a unos 50 kms. de Florencia. Como El Escorial de
Madrid. Eso quiere decir que, en la temporada turística (prácticamente el año
entero, en Florencia), todos los tours-operators incluyen una excursión de un
día a este bonito lugar. Es decir, que a eso de las 11 o 12 de la mañana llega
un montón de autobuses, que vomitan hordas de chinos, alemanes y demás turistas
habituales, que se desparraman por las callejas y abarrotan el pueblo hasta que
se montan de nuevo en sus vehículos, en torno a las 8 de la tarde.
En consecuencia, el truco para
evitar las masas invasoras es precisamente alojarse en el pueblo. Eso te
permite pasear en soledad por los rincones más recónditos mientras anochece.
Tomar un spritz-aperol en terrazas semidesiertas, cenar en un bonito
restaurante sin tener que reservar y subir a la parte más alta de las murallas
a la luz de la luna, a contemplar las estrellas a miles que se pueden divisar
desde allí. Incluso tuve la suerte de ver unas luciérnagas, algo que no había
conseguido desde mi niñez. Nuestro grupo se alojó en el hotel La Cisterna , en plena plaza
mayor. Allí se puede dormir sin otro ruido que el de los grillos, y despertarse
con el canto de los gallos. Desayuno, un último paseo, visita a los dos
monumentos que hay en el lugar, uno de ellos la Torre Grossa , la más
alta de todas, desde la que hay unas bonitas vistas. Y luego al bus, antes de
que llegue el turismo tóxico. Aquí la típica vista del pueblo.
En Florencia teníamos tres noches
reservadas en el Grand Hotel Adriático. Y dedicamos la tarde del miércoles, el
jueves entero y la mañana del viernes a pasear por la ciudad y visitar una
pequeña parte de los monumentos únicos que posee esta ciudad, cuna del
Renacimiento y la más importante de las ciudades-estado del Medievo. A reseñar la Galería de los Uffizi, la Academia , en donde se
puede ver el original del David de Miguel Ángel, Il Duomo, la impresionante
catedral, cuya cúpula es conocida popularmente como Il Cupulone, que se ve desde todas partes y la Piazza della Signoría,
centro urbano siempre repleto de turistas.
Más Santa María Novella, con los
frescos de Ghirlandaio y el convento de San Marcos, en el que Fra Angélico
decoró todas las celdas. Florencia es uno de los primeros destinos turísticos
del mundo y supongo que ustedes, queridos lectores, han tenido el placer de
visitarla y, en caso contrario, pueden encontrar muchísima información sobre
esta ciudad maravillosa a la que le sobran los turistas en masa. He de decirles
que basta cruzar al otro lado del río Arno (por ejemplo, por el maravilloso
Ponte Vecchio), para encontrar esa otra Florencia libre de turistas, donde los
florentinos viven su vida urbana y donde hay rincones bonitos y tranquilos, con
bares y restaurantes recoletos y baratos y buenas terrazas para tomarse
tranquilamente una cerveza. Aquí unas vistas. Empezando por la orilla no turística de Florencia, al otro lado del Arno.
El Ponte Vecchio, arriba y el Baptisterio, abajo.
Arriba, la cara B del David de Miguel Ángel. Abajo un spritz-aperol listo para ser bebido.
El Ponte Vecchio, arriba y el Baptisterio, abajo.
Arriba, la cara B del David de Miguel Ángel. Abajo un spritz-aperol listo para ser bebido.
Eso sí, para ver bien la ciudad
hacen falta entre cinco y siete días. Y ya que hemos mencionado la cerveza, les
diré que la mejor es la Moretti (de las que yo probé) y que, en cambio, existe
otra llamada Poretti que es malísima y con la que siempre te intentan dar gato
por liebre. Así que, cuando vayan a un restaurante italiano y pregunten si
tienen birra Moretti alla spina, no
se dejen engañar: si les contestan que no hay Moretti, pero sí Poretti que es
similar, cámbiense al vino, que los hay excelentes en Italia. Por lo demás, voy
a ir abreviando, que no puedo estar un mes contando mis aventuras toscanas,
porque la actualidad progresa y, como te descuides, te atropella. El viernes a
mediodía tomamos un tren a Pisa y pasamos allí el resto del día, regresando por
la noche también en tren. Pisa cuenta con los archiconocidos edificios de la Catedral , el Baptisterio
y la torre inclinada, que merecen una visita (la torre, sólo por fuera), además
del menos conocido cementerio. Allí se puede disfrutar del delicado encaje de
las fachadas, obra, cómo no, de los Pisano, padre e hijo y otros de su escuela.
Los habitantes de Pisa eran corsarios bastante violentos, que vivían del
pillaje. Por ejemplo, la construcción de la propia Catedral fue financiada con
los resultados del saqueo de la entonces ciudad árabe de Palermo.
Finalmente, el sábado recogimos nuestros trastos y nos encaminamos hacia el sur, en dirección al aeropuerto de Roma Ciampino, pero hicimos una última estación en Orvieto, para comer, dar una vuelta por la ciudad, hacer algunas compras y sobre todo visitar la impresionante Catedral, cuya fachada, que pueden ver arriba, está considerada la más bonita de Italia. Nuestro vuelo llegó a Madrid a las 8 de la tarde, y estaba en casa a las 9. Pero me tuve que acostar pronto, casi sin hacer la maleta, porque el domingo tenía el bolo matinal que les anuncié: la visita de campo a Madrid Río para un grupo de ciudadanos, dentro de la Semana de la Ingeniería. Empezamos a las 10 de la mañana en Príncipe Pío y acabamos cerca del mediodía a la altura del Matadero. Allí me despedí del grupo y todavía tuve fuerzas de subir andando hasta las Bodegas Rosell, en donde me comí un bacalao al horno que estaba para chuparse los dedos. Una siesta, deshacer mis maletas y otra vez a dormir, que el lunes tenía que madrugar para ir al curre. Esta es mi vida. Y que no decaiga.
Quedan algunos temas de interés
en relación con este viaje, pero ya los iré intercalando en sucesivos posts.
Por ejemplo, la historia de cómo se construyó la cúpula del Duomo de Florencia
y la importancia del gran Filippo Brunelleschi. Pero hoy es 1 de junio y por
primera vez he debido acudir en Metro al trabajo, porque ya no tengo plaza de
garaje. Como saben, las plazas se adjudican por seis meses y, según mis
cálculos, el 1 de diciembre volveré a disfrutar de esa prebenda. Además, a
partir del próximo día 15 y durante tres meses, mi horario se reducirá en una
hora diaria, en honor al verano. Hace ya bastante calor y contra lo que suele
pasar cada año, no ha llovido sobre las casetas de la Feria del Libro del
Retiro, ni en las corridas de toros. Me temo que se avecina un estío tórrido.
En estos momentos estoy en plena época de llegada de delegaciones extranjeras,
como ya les iré contando.
Pero hoy, 1 de junio, se cumplen
50 años de la publicación de uno de los mejores discos de todos los tiempos, el
Sargent Peppers’ Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Hace 50 años, los
Beatles estaban hasta los huevos de la histeria que se generaba en sus
conciertos, donde las jovencitas chillaban y entraban en trance, y decidieron
dejar de tocar en directo y recluirse a grabar un disco que rompiera todos los
estereotipos. El Sargent Peppers marcó tendencia durante décadas, fue número
uno de ventas durante meses en todos los países y puede considerarse que en el
mundo del rock hay un antes y un después de este disco sublime. Como en todos
los periódicos han hecho reseñas del evento y contado toda clase de
interioridades de su proceso de grabación, me voy a limitar a dejarles el
fabuloso tema que cierra el disco: A day
in the life. Hoy, 1 de junio, ha sido un simple día en mi vida. He
trabajado toda la mañana, he tenido un rato para escribir este post y ahora me
voy a la Feria del Libro, donde una amiga mía firma ejemplares de su nuevo
libro de poemas. Sean buenos.
El 1.06.17, Mariano F. Sánchez escribió:
ResponderEliminarQue energía Milu. Yo no seria capaz de hacer lo que tu ni metiendome una overdose de gerovital.
Mi respuesta el 5.06.17:
EliminarY encima caminando como Richard Gere en American Gigolo... Ya lo cantaba José Mercé: pila'arcalinas, pa' mi corazón cansao, pila'arcalinas, o morirme desolao... Un abrazo, amigo.