Aquí me tienen de nuevo, de
vuelta de un viaje magnífico, ocho días de escapada a la cuna del Renacimiento,
con las explicaciones excelentes de Luis Santamaría, profesor de arte, que te
cuenta todo con tal pasión que aprendes a amar la pintura (un terreno en el que
yo no tengo grandes conocimientos) y también el esplendor de la vida medieval,
el comercio floreciente y la estructura administrativa de que se dotaron las
ciudades italianas que durante siglos guerrearon entre ellas (eran auténticas
ciudades-estado), compitiendo por la supremacía de la región y por la
independencia de los grandes poderes que tenían al norte (el sacro imperio
carolingio) y al sur (los estados pontificios). De esto sí que sé un poco más,
como verán en los párrafos del Post #38, escrito hace cerca de cinco años, que
les cito a continuación.
…fueron las ciudades italianas de finales del siglo XIII las que tuvieron
la idea novedosa de contratar a un condottiero,
es decir, un jefe político y militar, para que las dirigiera y se hiciera cargo
de su defensa. El contrato era temporal, para que gobernase como un poder
neutral. El problema fe que algunos de estos capitani del popolo se negaban luego a irse y acababan por
convertirse en dictadores sanguinarios, de los que no se podían librar, salvo
que los mataran.
El concepto moderno de El Estado
surge precisamente en este momento: Lo
Stato, palabra que significa “lo que está ahí”. Las ciudades italianas del
Medievo empezaron a designar con ese vocablo la forma política de gobernar su
territorio a base de una estructura de poder, superpuesta artificialmente sobre
la vida cotidiana de los ciudadanos. Estructura que estaba encabezada por un capitano del popolo con contrato
temporal bien pagado. Ese Estado incipiente es el que años más tarde se
articulará a partir de la estructura teórica creada por Maquiavelo.
Estas son las tierras que he
visitado y sobre las que me propongo hacerles una reseña abreviada, en varios
capítulos. El sábado día 20 nos reunimos a las 5 de la mañana en la Terminal 1
para tomar el vuelo de las 6.30 a Roma (Ryan Air). Resultó que el grupo era un
poco más reducido de lo esperado, diez personas más el maestro. Casi toda gente
veterana y, como no podía ser de otra manera, supremacía absoluta de las mujeres:
ocho, por sólo dos varones. Ya se ha comentado en este blog que ésta suele ser
la composición de cualquier grupo que no tenga por objeto hablar de fútbol. El
vuelo fue cómodo, llegamos al minúsculo aeropuerto de Roma-Ciampino y allí nos
esperaba un microbús que nos llevó hacia al norte, a nuestra primera parada en
Asís, ciudad que no conocía. Es un lugar de peregrinación, como Fátima o
Lourdes, que cuenta con numerosos tesoros pictóricos que merecen una visita.
Asís no está entre lo que más me
ha gustado del viaje; es un lugar impregnado de beaterío, lleno de franciscanos
y clarisas que circulan arriba y abajo por la calle principal que enlaza las
Basílicas de San Francisco y Santa Clara y que transcurre por la curva de nivel
de una empinada montaña, de forma que las transversales son cuestas arriba y
abajo. Tanto Francisco como Clara fueron personas muy interesantes, que se
enfrentaron al poder papal y rechazaron el lujo y el derroche de la jerarquía
romana, abrazando en cambio la humildad y la pobreza. Todo ello se simbolizó en
el famoso gesto de Francisco (que era de una familia rica de pañeros) cuando se
quitó toda la ropa y se quedó en pelotas en plena calle. Aparte el punto
clerical, yo creo que en mi memoria se conserva el pseudo-glamour de la infumable
película Frattelo sole, sorella luna,
de Franco Zefirrelli, que no era precisamente santo de mi devoción (y nunca
mejor dicho). La visita, no obstante es interesante, el pueblo es bonito y
ambas basílicas guardan numerosos cuadros y frescos de gran interés. Aquí algunas fotos del lugar.
Desde allí nos desplazamos a
Perugia, un lugar más laico, donde teníamos alojamiento reservado en el hotel
La Rosetta, en la calle principal de la ciudad, que se llama el corso Vanucci, en honor al perugiano más famoso de la Historia,
Pietro Vanucci. ¿Y quién fue este señor? Pues tal vez ustedes lo conozcan por
su apodo Il Perugino. En fin, haciendo una simplificación, lógicamente
empobrecedora de la pintura del Renacimiento italiano, podemos hablar de una
primera generación de pintores en la que estaban Giotto, Duccio di Bonisegna,
Piero della Francesca, Fra Angelico y otros. Una segunda generación en la que
destacan cuatro pintores: Perugino, Botticelli, Ghirlandaio y el Pinturiccio,
el pintorcito, que también era de Perugia. Y por último la hornada más famosa,
que podemos simbolizar en tres gigantes: Rafael, Leonardo y Miguel Ángel.
¿Cómo? No, no. Rafael no es el cantante, ese es Raphael.
Perugia es una ciudad medieval
magnífica, que vive en gran parte de sus dos universidades, la nacional y la de
extranjeros donde estudian multitud de Erasmus, entre ellos más de 200
españoles que viven en pisos en el centro y con los que charlamos varias veces.
El centro social de la ciudad es la Plaza IV de Noviembre, en cuyo centro hay
una fuente espléndida, obra de los escultores Giovanni y Nicola Pisano, padre e
hijo originarios de Pisa, que se llevaban a matar. A su alrededor se ordenan la catedral y el Palacio de los
Priores, hoy sede de la Galería Nacional de la Umbría (porque todavía estamos
en la Umbría y no en la Toscana). En un bar de esta plaza degusté por primera
vez un aperitivo cuya existencia desconocía y que es uno de los descubrimientos
gastronómicos de este viaje: el spritz-aperol. Es un cóctel que se prepara con
tres partes de prosecco, dos de aperol y una de soda, hielo en abundancia y una
rajita de naranja. Está delicioso. El prosecco, un vino espumoso, se puede
sustituir por un cava. El aperol, un licor de hierbas con alcohol, se puede
también sustituir por un Campari. AQUÍ
pueden encontrar un artículo sobre este aperitivo, parece que de moda en
determinados círculos.
El domingo por la mañana lo
dedicamos a recorrer tranquilamente Perugia, que tiene una historia bastante
curiosa. Durante todo el siglo XV, la ciudad fue un verdadero Estado, comandado
por la familia de los Baglione, que se sucedieron en el poder hasta bien entrado el XVI. Eran estos unos
condottieri que defendían el carácter laico y la independencia de la ciudad,
pero finalmente fueron derrotados en 1540 por las fuerzas papales al mando de
un Farnese. Este elemento demolió las altas torres de la ciudad medieval y
construyó otra ciudad nueva encima de la vieja, para subrayar la humillación.
Los restos de la ciudadela de los Baglione fueron descubiertos y rehabilitados
en el siglo XIX y se pueden visitar. Es una verdadera ciudad subterránea, en
donde ahora hay salas de exposiciones y se hacen actos culturales. Está
iluminada y comunicada con la ciudad nueva por escaleras mecánicas. Es algo
parecido a lo que existe en Edimburgo, aunque en este caso la ciudad nueva se
construyó encima de la vieja para sellar los barrios arrasados por la peste. Algunas imágenes de Perugia.
La entrada de la ciudad subterránea.
Un músico callejero toca su tarantella apoyado por su señora.
Fachada del Palacio de los Priores. Abajo la fuente de la Plaza IV de Noviembre.
Después de comer, salimos en dirección a Arezzo, segunda estación del recorrido. De camino, paramos un rato en Cortona, para tomar un helado. Es éste un pueblo medieval bonito, como tantos otros de la región, que saltó a la fama cuando una escritora norteamericana se instaló allí tras su divorcio y escribió la novela autobiográfica Bajo el sol de la Toscana, de la que se hizo una película que no creo haber visto. Desde entonces el pueblo recibe a multitud de yanquis que vienen a recorrer las calles por las que transcurría la novela. Tras el paseo por el pueblo y el helado, vuelta al autobús, para llegar a Arezzo, donde hay también una historia con otra película famosa. Pero esto ya se queda para el siguiente post, porque acabo de superar los dos folios de Word y voy a cortar. Sean buenos.
La entrada de la ciudad subterránea.
Un músico callejero toca su tarantella apoyado por su señora.
Fachada del Palacio de los Priores. Abajo la fuente de la Plaza IV de Noviembre.
Después de comer, salimos en dirección a Arezzo, segunda estación del recorrido. De camino, paramos un rato en Cortona, para tomar un helado. Es éste un pueblo medieval bonito, como tantos otros de la región, que saltó a la fama cuando una escritora norteamericana se instaló allí tras su divorcio y escribió la novela autobiográfica Bajo el sol de la Toscana, de la que se hizo una película que no creo haber visto. Desde entonces el pueblo recibe a multitud de yanquis que vienen a recorrer las calles por las que transcurría la novela. Tras el paseo por el pueblo y el helado, vuelta al autobús, para llegar a Arezzo, donde hay también una historia con otra película famosa. Pero esto ya se queda para el siguiente post, porque acabo de superar los dos folios de Word y voy a cortar. Sean buenos.
El 30.05.17, Anónimo escribió:
ResponderEliminarPues ya veo que te lo has pasado (parafraseando a tu admirado Zidane) de puta madre. Me alegro mucho por ti. El relato de tus viajes es siempre entretenido. Aunque te pases de dos folios. Abrazos.
Mi respuesta, el 5.06.17:
Eliminar¿O sea, que soy un pesado ameno? Jajajaja. Era una broma. Gracias por tus alabanzas. Y sí, me lo he pasado como dice Zidane.