Hace mucho que no cedo mi tribuna
a otras plumas y hoy toca. En este mundo que, en apenas diez o quince años, ha
dado un tremendo impulso no se sabe a dónde, las nuevas formas de comunicación
condicionan el producto y permiten un tipo de literatura instantánea que
inmediatamente llega al lector. Lo malo es que la gente se ha desacostumbrado
de leer textos un poco largos y los autores cada vez se acercan más a la
maldita cifra de 140 caracteres que ponía como límite el twitter, hasta hace poco. Esto de los límites es como poner puertas
al campo. Mis amigos de La Pizzateca ha
lanzado un concurso de microrrelatos con una extensión máxima de 250 palabras.
En fin, yo con 250 palabras no tengo ni para empezar.
Mi amigo Mariano me atribuye la
invención de un género literario nuevo con este blog y le agradezco su apoyo de
seguidor pertinaz, pero realmente todo el mundo está haciendo lo mismo. Mucha
gente escribe un diario y sube un texto a la nube cada noche. La diferencia y
mi posible originalidad está en el tamaño: nadie escribe (como yo) dos folios.
Porque nadie lo leería. Lo que no deja de sorprenderme es que me siga una serie de
lectores, que abran uno de mis textos y no se cansen a mitad del primer
párrafo. Porque hoy en día la literatura se ha convertido en algo similar al
café: uno conecta la maquinita de cápsulas, elige expresso, decaf o elongé, da
a un botón y le sale su dosis literaria lista para ser consumida. Tengo en mi
mailing algunos supuestos seguidores que me consta que no me leen (entre ellos
mis hijos). Por el contrario, en el mejor de los casos le echan un vistazo en
diagonal para ver cómo es de grande el post y lo dejan para otro momento.
Pero esto de la literatura en
pequeñas dosis es algo ya bastante antiguo y uno de sus maestros, auténtico
adelantado a su tiempo fue el gran Julio Cortazar. La de juego que le hubiera
sacado este hombre a las redes sociales con su talento para enhebrar unas
cuantas frases y crear una perla de reluciente belleza literaria. Tenía
tantos textos pequeños que, de vez en cuando, publicaba una antología como, por
ejemplo, Historias de Cronopios y de
Famas (1962) de la que está extraído el texto que les pongo a continuación.
La utilización de lo más cotidiano para escribir algo inquietante es una línea
que ahonda sus raíces en Kafka y otros genios. Vean cómo la sigue Cortázar, en
estas instrucciones para dar cuerda al reloj, con prólogo y todo.
Preámbulo
a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto:
cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena
de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas
muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora
de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca
y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-,
te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero
no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito
desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda
todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te
regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las
joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el
miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa.
Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te
regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan
un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Instrucciones
para dar cuerda al reloj
Allá al fondo
está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos
dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo,
los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un
abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la
tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más
quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad,
imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo
alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la
fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y
llegamos antes y comprendemos que ya no importa.
Este
texto maravilloso está considerado como uno de los más originales del autor y
puede encontrarse (y descargarse) en cualquier página literaria que se precie.
Si se lo he transcrito es para poner en contexto el siguiente, este sí, actual
y debido a la espléndida pluma de mi amigo el cubano Ronaldo Menéndez. Un texto
este que no es tan sencillo de conseguir, porque sólo lo ha circulado entre los
amigos a través de Facebook. Cómo me gustaría a mí escribir con esa facilidad.
Me da la impresión de que este tipo de textos, con los que nos obsequia con
mucha frecuencia, más que escribirlos, se le caen de la pluma al ordenador.
Aquí no se habla de relojes, sino de calcetines desparejados. Y, por no tener,
no tiene ni título. Disfruten de su lectura. Y cómprense La Casa y la Isla , coño, que ya no sé cómo
decirselo.
Cuando esta amiga me comentó que últimamente yo
llevaba los calcetines desparejados, tuve que fingir que lo hacía por pura y
ridícula pretensión estética, vamos, por marcar tendencia en el ‘mundo de la
moda’. Pero le oculté la verdad: en el cajón de mi ropa interior los calcetines
desparejados son muchedumbre. Y no es que baje la guardia, sino que, simplemente,
mis calcetines se dan a la fuga. O sea, se pegan el piro, pie en polvorosa, las
de villadiego, huir, huir… No le confesé a mi amiga mi certeza de que los
calcetines en general y los míos en particular no solo tienen vida propia, sino
un propósito en la vida: fugarse. Y eso todo el mundo lo sabe en su fuero
interno. Por eso atamos los pares de calcetines como a bueyes con yunta, o como
a esos presidiarios esposados de dos en dos para evitar percances en su
traslado. ¡Tememos que se escapen! Y hacemos cualquier cosa por impedirlo: los
convertimos en bolas siendo más bien larguiruchos, los atamos con palillos
individuales en los tendederos a pesar de su apariencia pasiva, los hundimos
apretujados en el fondo rígido de los zapatos cuando echamos la siesta. A nadie
se le ocurre, por ejemplo, meter un calzoncillo dentro de un pantalón mientras
duerme, porque es sabido que un calzoncillo no irá a ninguna parte sin su
dueño. Pero los calcetines se fugan al menor descuido. ¿No lo habéis visto? Uno
se encuentra un calcetín solitario, cual mascota abandonada, fingiendo estar
perdido en medio de un patio interior, pero en realidad el sujeto-calcetín está
en plena fuga. Porque son maestros del escapismo: ¡hasta se lanzan desde un
último piso para quedar colgando, intruso aspirante a suicida, en nuestro
tendedero! Con la esperanza de que uno lo meta en la bolsa de basura, y hala,
como esos presos que se fugan de las cárceles en vehículos sanitarios. A mí no
me engañan, por eso soy de los pocos que remolca a ese calcetín escaleras
arriba, y voy preguntando de piso en piso por su dueño, y eso, desde luego,
crea suspicacias en el vecindario: ‘ya está otra vez el cubano rarito ese, se
nota que en su país no hay calcetines’. Pero yo sé cuál es mi misión y no me
amilano. No obstante la gran fuga, la suprema y secreta aspiración de un
calcetín, es escapar a través de la lavadora. ¡En plena colada! Si queréis a
vuestros calcetines en casa y en parejas, es simple: lavadlos a mano. Pero si
los metes en la lavadora regresarán desvinculados y taciturnos, eso sí, sin
delatar a su compañero en fuga. Esto es lo que no le he dicho a mi amiga ni a
nadie, pero ha llegado el momento de revelarlo porque no aguanto más: estoy
convencido de que las lavadoras son túneles misteriosos, conductos de
ventilación metafísica en la cárcel cotidiana de los calcetines. Por eso se
escapan todo el tiempo a través de las lavadoras. Y cuando lo hacen, van a
habitar un universo paralelo: un mundo secreto de calcetines emancipados.
¡Desparejados, pero libres y felices! Pero sé que un día esos calcetines de un
mundo feliz, paladines y guerreros de la libertad, intentarán conquistar
nuestro mundo de pies descalzos y malos pasos, total, también estamos presos,
de dos en dos, de oficina en oficina, de gobierno en gobierno…
En fin, ya que estamos en clave
cubana, pues nada mejor que El cuarto de Tula. Que, como saben, pilló candela.
Buen fin de semana.
El 12.05.17, Anónimo escribió:
ResponderEliminarMucho mejor Ronaldo que Cortázar, a dónde va a parar; Ronaldo habla de asuntos reales y desvela uno de los enigmas más peliagudos de la historia. A mí Cortázar siempre me ha parecido un tostón, no aguanté Rayuela, ni el atasco de la autopista sur, ni al tío que se saca conejos del gaznate, ni al que se estrangula para quitarse el jerséy. Chorradas sin sustancia. Ya no insistiré más en intentar leerlo, proclamo sin complejos que Cortázar es un muermo. Pero R.M. me hará mirar con aprensión los vaivenes de mi inocente lavadora. Voy, rauda y obediente, a comprarme La Casa y la Isla.
El 12.05.17, Anónimo respondió:
EliminarPues a mí me han gustado mucho los dos. Y ya no digamos El cuarto de Tula y la preciosa foto del Malecón con la luz dorada del atardecer... Muchos recuerdos. Yo no leí a Cortázar en su día, es una laguna que no sé si algún día remediaré.
Mi respuesta el 15.05.17:
EliminarA la primera: querida cada uno es libre de tener sus preferencias y sus opiniones y yo no soy quien de defender a Cortázar a estas alturas, pienso que se defiende solo y me consta la admiración por él de Ronaldo. En fin, si al menos este post ha servido para que te compres La Casa y la Isla, pues ya es todo un éxito para mí.
Al segundo, a quien no conozco, o reconozco, por su texto: tenga usted cuidado con la nostalgia; en cuanto uno se descuida se le cuela por debajo de la puerta. Para empezar con Cortázar, yo le recomendaría sus colecciones de cuentos. Con "Bestiario" como aperitivo y "Final del Juego" de plato fuerte. Al final de este segundo y magistral volumen de relatos, usted estará ya definitivamente enganchado. En caso contrario, déjelo estar. Gracias a los dos
El 12.05.17, Vegas escribió:
ResponderEliminarHe tenido que eliminar un buen trozo de mi comentario (me imponen 4.096 caracteres), por lo que sólo voy a señalar la última parte del mismo., como ampliación y confirmación de la teoría de Ronaldo acerca de la propensión de los calcetines a fugarse, permíteme un breve comentario que podría ampliarla: Yo jamás he dudado de la buena fe de los calcetines que han entrado en mi casa de dos en dos, por lo que he venido atribuyendo la desaparición de éstos, siempre de uno en uno, a una rara tendencia hacia una posible volatilización, acaso debido a la reacción química del tejido con el sudor del pinrel, o con algún componente misterioso de la propia suciedad pedestre, hasta el punto de que el hecho de que el paso por la lavadora pareciera viniera a coincidir con un incremento del proceso de desaparición, me hizo llegar a pensar si los detergentes y la temperatura de dicho proceso no funcionarían a modo de catalizadores de la supuesta reacción. Pero ahora que he leído las palabras del escritor Ronaldo Menéndez...
Pues querido Vegas, luz que sólo ha brillado una vez en casi seis años de blog, siento no saber cómo seguía tu largo comentario, que has debido constreñir a los cuatro mil y pico caracteres. Ya sabes que el post original se fue por un sumidero virtual, con otros 99, que estoy reconstruyendo como puedo. En tu caso, me parecería una falta de respeto a un colega de pluma larga, simular el resto de tu texto.
Así que, si algún día te da por repasar esta página, eres libre de añadir o tachar lo que te parezca más oportuno. Un abrazo.
Mi respuesta el 15.05.17:
EliminarAmigo Vegas, le doy la bienvenida a mi blog. Le trato de usted porque no le conozco y es norma para mí en el blog; no es por poner distancia entre ambos. Le cabe a usted el honor de haber descubierto que los comentarios de este blog tienen un límite de tamaño. Yo no lo sabía, y está claro que hasta ahora nadie me había escrito un comentario de más de 4.096 caracteres. Me temo que usted y yo padecemos de graforrea, dicho esto sin ánimo de insultarle. Por lo que a mí respecta, he llegado a un tamaño en torno a los dos folios de Word, que es un pacto entre mi tendencia a la sobredimensión y la voluntad de no asustar a los lectores con mamotretos indigeribles. Un tema, el que usted suscita, totalmente en línea con mis primeras reflexiones antes de los dos textos que cito. No puedo evitar, desde mi exceso, admirar profundamente a los escritores capaces de sintetizar y expresar grandes y complejos temas con economía de medios. El texto de Ronaldo me parece perfecto como está. Se pueden añadir frase "ad eternum" pero a mí me parece que está redondo. Agradezco su aportación, mi blog está a su disposición para escribirme cuando guste. Saludos cordiales.