Cuando la dictadura del tirano
Ceaucescu se vino abajo a finales de 1989, la literatura rumana floreció, a
partir de los escritores que habían liderado la resistencia cultural al régimen, escribiendo lo que podían, bajo una férrea censura de la que les recuerdo que, entre
otros aspectos esperpénticos, prohibía publicar fotos o imágenes de la pareja Ceaucescu posteriores a sus 40 cumpleaños. Hace año y pico escribí una serie de cinco posts sobre Ceaucescu y la historia reciente de Rumanía, después de mi viaje a esa tierra, que pueden
encontrar fácilmente pinchando en la etiqueta Rumanía, una de las que
aparecen en el lado derecho de este blog. En el momento de la llegada de la
democracia de corte occidental, emergen dos figuras descomunales entre los
escritores rumanos: Mircea Cartarescu y Ana Blandiana. Como pueden comprobar
abajo, los dos eran muy guapos, algo que ninguna censura puede enmascarar.
Cartarescu nació en 1956. Tenía,
pues, 33 años en el momento de la revolución y tiene ahora 59. Blandiana, es
mayor. Nacida en 1942, tenía 47 cuando la revolución y tiene ahora por tanto
73. Los dos son fundamentalmente poetas, si bien hacen frecuentes incursiones
en la prosa, son reputados ensayistas y escriben con asiduidad en la prensa de su país, en donde ambos
son auténticas referencias éticas, culturales y vitales. No he leído nada de
Cartarescu, pero sí de Blandiana. En concreto, en mi club literario Billar de
Letras analizamos hace un par de martes su libro Proyectos de pasado. Centraré,
pues, este texto en el libro y en la figura de Ana Blandiana, ahora mismo considerada, por edad y talla literaria, como la gran dama de la literatura rumana, en este momento presidenta del Pen Club nacional. Ana Blandiana es
todavía una mujer llena de vitalidad, con una actividad incansable y una
capacidad de apuntarse a cualquier asunto solidario o cultural en el que su
presencia pueda resultar de ayuda. A sus 73 años, sigue siendo una mujer muy
guapa, como pueden comprobar en la foto de abajo (de hace pocos años), demostración viviente de
que la cara es el espejo del alma y de que las personas que continúan activas
física y mentalmente, mantienen también un aura, un magnetismo, un atractivo físico claro, cualquiera que sea su edad.
Ana Blandiana nació en Timisoara,
la más occidental de las ciudades rumanas, sede de una de sus más importantes
universidades y lugar también en donde se prendió la mecha de la revolución de
1989. Era hija de un pastor ortodoxo, bastante crítico con el régimen, lo que le valió
para ser desterrado y enviado a los campos de trabajo ligados a la construcción
del Canal del Danubio, un proyecto gallardónico-estalinista, en cuyas obras se
estima que murieron más de 2.000 represaliados. Este hecho marcó toda su vida:
en sus relatos se habla de gente a la que se
llevan y a la que todo el mundo da enseguida por muerta. El padre de Blandiana
regresó sin embargo, muchos años después, como una persona devastada física y anímicamente,
que murió pronto. Con 17 años, Ana logra publicar un poema en
una revista de Cluj. Inmediatamente recibe una circular del Estado en la que le comunican que tiene prohibido publicar nada más y cursar estudios
universitarios, en su calidad de hija de un enemigo del pueblo.
Conseguirá sin embargo
licenciarse en la Facultad de Filología de Cluj y publicar de forma clandestina
algunos de sus poemas y relatos, que llegarán a conocerse en el extranjero. En 1982
gana el prestigioso premio Gottfried von Herder, de la Universidad de Viena. Su
repercusión será ya imparable, a pesar del acoso del régimen en sus últimos y
demenciales años, cuando el pueblo se muere de hambre a cuenta de la obsesión
del tirano por pagar sus deudas con los bancos extranjeros, que habían
financiado sus ineficientes planes de industrialización masiva. Años en los que Ceaucescu preparaba su Plan de Sistematización, que pretendía demoler la
mitad de los 13.000 pueblos de la Rumanía rural, para realojar a sus habitantes
en bloques de los nuevos complejos agro-industriales de estricto diseño soviético, a construir en los años siguientes. Tiempo en que los rumanos disponían de unas tres horas diarias de electricidad, lo que
les permitía conectar el único canal de TV, que informaba en sin fin de los
éxitos de la política del régimen además de contar los más mínimos detalles de la vida de la pareja Ceaucescu.
De todo esto les hablé en los
posts citados. Y es también éste el ambiente en el que se desarrollan los
relatos de Blandiana. Unos relatos de estilo fantástico, que demuestran que
esta señora había leído a García Márquez y a Rulfo, entre otros, en lo que alguien
calificó de neorrealismo mágico socialista. Dice la autora que la fantasía es
una forma de enfrentarse a un contexto de censura férrea. En una entrevista reciente,
Blandiana afirma que sus relatos se basan en metáforas. Y que una metáfora es
una comparación de la que sólo se ofrece uno de sus componentes, de forma que
el lector ha de imaginar el otro. Una forma de hablar sin hablar de lo que no
se puede hablar. Proyectos de pasado es una colección de once relatos que, por
su precisión estilística, recuerdan a veces a Alice Munro y en otras ocasiones traen a la memoria a Goethe y los autores románticos, cuando se embarca en descripciones fastuosas de la naturaleza desbocada, otro tema
que fascina a Blandiana: las tormentas, las inundaciones o la forma en
que la maleza invade los pueblos abandonados.
A pesar de su trama fantástica,
los relatos de este libro contienen críticas feroces al contexto, en el que se
adivinan los perfiles sombríos de la represión omnipresente. Les cuento algunos
ejemplos. En el primero de los cuentos, el narrador es un delfín que se acaba de morir
y flota a la deriva, encantado de haberse liberado del esfuerzo de tener que
nadar continuamente. Blandiana es capaz de describir el placer de este ser que
se deja llevar mansamente por las olas. Unas olas que le acercan a una orilla,
en donde hay un grupo de gente que le observa llegar. Este grupo se cree que es
un delfín de plástico y empiezan a despotricar contra los tiempos modernos en
los que todo es falso, todo está mixtificado y hasta nos quieren hacer creer que hay peces de
verdad, cuando se trata de burdas imitaciones. Es un niño pequeño el que se da cuenta
de que el delfín es auténtico, al descubrir una herida en su costado. Lo señala
con su dedito y grita: es de verdad, papá, es de verdad, pero nadie le cree (tal vez
un homenaje a ese otro niño que denunció que el rey estaba desnudo). Pero el
delfín ya se aleja de nuevo, mecido por la marea que lo balancea de aquí para
allá.
Díganme si han leído nunca
algo tan original. En otro de los relatos, una profesora de filosofía, que ha
escrito ensayos sobre las ventajas del ateísmo sobre las religiones clásicas, acosada por la miseria y el racionamiento, decide alquilar una gallina clueca, que instala en la terraza de su vivienda
urbana. Compra luego una docena de huevos a un extraño personaje. Pero, después de una
incubación llena de extraños presagios, de los huevos nacen doce angelotes,
como los de los cuadros de Murillo. Sigue una descripción precisa de cómo estos
doce seres traviesos juegan, se revuelcan y revolotean por todo el edificio, poniendo en un
serio problema a esta señora, cuyas convicciones se tambalean. Supongo que reconocen aquí la sombra de Kafka. En otro cuento
más, los campesinos de una aldea deciden trasladar entera una iglesia de madera que les
vende otra aldea vecina. Usando grandes serruchos, la desprenden de su cimentación
y empiezan a trasladarla arrastrándola con bueyes. Han de esperar a que se
congele un río para poderlo cruzar pero, con el peso, se les hunde y se queda
encajada en el cauce todo el invierno. Cuando llega la primavera, los habitantes llevan ya un tiempo usando la
iglesia para sus cultos, pero entonces llega en tromba el agua del deshielo y se la lleva río abajo. Años
después, en la desembocadura del Danubio, cuentan que todavía se ve a veces a lo lejos la
silueta de la iglesia flotante y se escuchan los cánticos de los hombres que se
fueron con ella.
Con todo, mi relato favorito es
el que da título al libro. Sólo por ese cuento merece la pena comprarse este
libro, altamente recomendable. Curiosamente, es el más realista de todos, pero
describe una situación tan surrealista que se convierte en una historia de alto
contenido simbólico y de estirpe kafkiana legítima. La cosa arranca en medio de una boda campesina. En plena
celebración, llegan unos camiones que frenan ruidosamente. Se bajan unos
soldados y les dicen a todos los presentes que están detenidos, que se los van
a llevar a otro lugar y que tienen unos minutos para recoger sus enseres más
necesarios. Improvisan fardos y maletas con un revoltijo de objetos
heterogéneos y embarcan en los camiones, todavía vestidos de boda. Unos días después los dejan en medio
del Baragan, una estepa semidesierta del Este de Rumanía. Allí se encuentran de
pronto nueve personas que han de valerse por sí mismas, como nuevos robinsones,
en una isla rodeada de tierra pero de la que tampoco se puede salir. Forman el
grupo, entre otros, los novios de la boda, el cura, una pareja de profesores de filosofía,
el guardagujas de la estación y una abuela muy vieja que sabe mucho de hierbas. Se supone que a los demás invitados a la boda los han dejado en otros lugares similares.
Esta banda tan heterogénea se las
arregla para sobrevivir, se construyen casas de madera, aprenden a cazar con cepos, siembran en la tierra
antes yerma y aguantan allí doce años. Al final, cuando llega un camión y les dicen que
son libres, que pueden volver a su pueblo, algunos lo viven casi como una
faena. El relato tiene escenas geniales. Como cuando una noche escuchan afuera
a un jabalí y, sin decir una palabra, se abalanzan todos a una sobre el pobre animal, clavándole toda clase de objetos hasta que lo matan y se aprovisionan de comida
para una temporada. O un día en que llega un gran rebaño trashumante y se queda
varios días. Cuando se van, los residentes han negociado con los pastores la compra de varios
corderos y ovejas, a cambio de sus últimas joyas. Con eso inaugurarán un nuevo
sector productivo: el ganadero. La abuela mantiene siempre
planchado el traje de la boda, que nunca se pone, porque quiere que lo
entierren con él. El relato es narrado muchos años después por el tío Emil, que no puede disimular un sentimiento de nostalgia por aquellos doce años, los más peculiares e interesantes de su vida.
Como les digo, un libro muy
recomendable. Esta publicado por la editorial Periférica y traducido por
Viorica Patea, una rumana radicada en Salamanca, donde ejerce de profesora de
Literatura. En el club de lectura se planteó la idoneidad de la literatura
fantástica como medio de lucha contra un régimen injusto, en contraposición con
otras formas literarias más militantes. Ronaldo, el jefe del club, nos dio
una explicación consistente. El uso de este género menos realista
convierte los relatos en universales y
eternos. Es decir, que dentro de cien años serán perfectamente válidos, de modo que alguien que los encuentre y los lea, podrá valorarlos igual que ahora. Por entonces (si es que todavía se lee) probablemente nadie sepa ya
quien era Ceaucescu. Que pasen un buen fin de semana. Salgo en un rato para la
Siberia extremeña. Aprovechen el veranillo, que pronto llegará el frío.
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