Titulo así este post porque me
propongo desarrollar una vez más mi reconocida habilidad de saltar de un tema a
otro. Este será, pues, un texto lleno de pequeñas joyas sobre varios temas sin
relación aparente. Empecemos por donde nos quedamos en el anterior. ¿Tienen idea
de cómo están viendo desde fuera el asunto de Catalonia, con la mitad de un
pueblo decidida a la secesión, abducida por una banda de lladres, con el señor Pujol a la cabeza? Pues aquí les voy a poner
un par de links a periódicos europeos serios, de trayectoria fuera de toda
duda. Hace unos días, el prestigioso diario alemán Die Welt, se refería al asunto con un titular inequívoco: Die Separatisten-Mafia. ¿No se lo creen?
Pues AQUÍ
lo tienen. Ya sé que la mayoría de ustedes no sabe alemán, pero échenle un
vistazo y verán que no miento: entre medias pueden entenderse algunos términos,
como korrupte Strukturen, Ministerpräsident
Artur Mas, katalonien y otros. Está claro de qué hablan, y que comparan la
deriva catalana con la que han desplegado los señores de la guerra (Warlords) de las seudo-repúblicas
ucranianas de Donezk y Lugansk. No es mala comparación. Para los que piensan
que me paso mucho con el tema. Tampoco es manco el análisis de Le Figaro, que
titula su artículo Golpe de fuerza contra
la democracia y compara a los secesionistas con el régimen bolivariano del
señor Maduro. AQUÍ
pueden consultarlo y así practican un poco el francés. El artículo es
demoledor.
Desde Europa ven lo que yo llevo
tiempo proclamando: que todo es una huida hacia delante de una banda de estafadores,
para ver si pueden llegar a tener una Justicia y una Hacienda propias, para
poderse ir de rositas. En el fondo, los catalanes no sólo son españoles, sino
que son los más españoles, la quintaesencia. El entramado de Rodrigo Rato es un
juego de niños al lado de la monumental estructura levantada por el señor Pujol
y su ministro de Hacienda Artur, que miraba para otro lado con tanta habilidad, que fue premiado con el puesto de Conseller
en Cap. Estos señores son los chorizos
más hábiles del cotarro hispano. ¿O habría que decir butifarras? Pues no, porque la denominación de origen chorizo no tiene nada que ver con el
noble embutido comúnmente denominado como tal.
¿De dónde viene entonces lo de
llamar chorizos a los mangantes? ¿No lo saben? Pues yo se lo explico. Viene
nada menos que del caló. El idioma de los gitanos. En calorro, el verbo chorar describe los pequeños hurtos sin
violencia a los que son tan dados los miembros de dicha etnia, y perdón por el
comentario racista. Y el verbo chorar
tiene un sustantivo derivado, chori,
que designa al tipo que practica esa clase de hurto. Y de chori, chorizo.
Conviene saber el origen de los términos que empezamos a usar a todas horas. El
otro día les hablaba de resiliencia,
una de las palabrejas que vamos a empezar a oír a todas horas. Resiliencia es un anglicismo, viene de resilience, palabra inglesa de uso muy
antiguo (de hecho, es de origen latino), que viene a designar lo que aquí se ha
llamado toda la vida entereza. Cuando alguien visitaba, por ejemplo, a un viudo
reciente, se solía comentar: –Lo he encontrado muy entero.
Pues ahora ya no es entereza,
sino resiliencia, en una muestra más de papanatismo anglófilo o, más bien,
proyanqui. El inglés nos invade por todos lados. La palabra resiliencia tiene,
como en inglés, un significado más amplio que el de la simple entereza de una
persona frente a una tragedia personal. Se aplica a sociedades, comunidades,
ciudades o grupos, capaces de sobreponerse a una desgracia colectiva. Y también
a la empresa y su capacidad de sobrevivir a las diversas crisis, OPAs y ataques
de la competencia. Incluso hay un Instituto Español de la Resiliencia y ESTA es su Web. El diccionario de la RAE ya tiene el término registrado (por eso no
podemos tildarlo de palabro), pero en
el diccionario on line Word Reference no figura, y el corrector del Word que yo
utilizo para escribir tampoco lo reconoce y me lo subraya en rojo cada vez que
lo escribo.
Otro término de uso frecuente en
el urbanismo es gentrificación, de
nuevo un anglicismo al que en este caso sí podemos considerar un palabro,
puesto que todavía no ha sido santificado por el visto bueno de los señores
académicos. El palabro viene del inglés gentrification,
a su vez derivado de gentry (burgués).
Y viene a designar un fenómeno bastante frecuente: cualquier actuación o estrategia
(pública o privada), que mejore las condiciones de un barrio o zona concreta de
una ciudad, expulsa de una u otra forma a un porcentaje de sus residentes o
propietarios de comercios originales. La gente se va porque no le gusta el
nuevo rollo, o porque no puede afrontar los sobrecostos inherentes a la nueva
situación o por circunstancias diversas, como la revalorización de su
propiedad, que le permite venderla e irse a otro sitio.
A mí me explicó lo que era la
gentrificación un vecino, prácticamente analfabeto, que vivía enfrente de la
M-30, antes de que se convirtiera en el parque Madrid Río, del que ya les he
hablado tantas veces. Han de saber que, en esa operación, además de la M-30,
desaparecida bajo tierra, también desaparecieron en torno a 200 plazas de aparcamiento
en calle. Esas plazas estaba previsto que se recuperasen mediante dos
aparcamientos de residentes, que nunca se construyeron porque fueron sacados a
concurso en plena crisis y los concursos resultaron vacantes. Por otro lado,
las plazas en esos parkings eran de pago, y no gratis como las de la calle, lo
que ya había suscitado protestas. Aquí lo que decía el vecino (imagínesenlo:
aires de camionero, brazos fuertes, tatuajes, moreno agromán, ceño fruncido, etc.):
–A mí con este proyecto suyo me
han hundido la vida. Como lo oyen. Yo trabajo en Boadilla del Monte y allí no
se puede llegar en Metro, así que tengo que ir en coche. Y, cuando vuelvo por la
noche, me acuerdo de todos sus muertos, porque no tengo dónde aparcar, me tiro
una hora dando vueltas y acabo dejando el coche a tomar por culo. Y desde a
tomar por culo tengo que irme andando hasta mi casa, lo mismo llueva que nieve. Todos
los días igual. Y todo eso ¿para qué? Para hacerme un parque a la puerta de mi
casa. ¿Y para qué coño quiero yo un parque? Si yo los domingos estoy reventado
y lo único que quiero es tumbarme en el sofá con una lata de cerveza y ver deportes por la tele... Me la
suda tener delante un parque o la autopista del Mediterráneo.
En paralelo a esa situación
tan certeramente descrita, el piso propiedad de este energúmeno se ha revalorizado gracias a la obra
de urbanización ejecutada. Eso le permitirá venderlo en buenas condiciones y comprarse
otro piso en Boadilla, donde pueda hacer la vida basada en el automóvil. ¿Y
quién será el comprador? Pues posiblemente una pareja joven, tal vez con niños
pequeños, que valore el lujo que supone salir de tu casa andando o en bici y
tener frente a tu domicilio un espacio de calidad. Esa es la gentrificación (en
una operación no tóxica no debe superar el 10% de la población original).
También es muy claro el cambio operado en el pequeño comercio. Antes, los laterales de la M-30 estaban llenos de pequeñas industrias, almacenes de mayoristas, talleres del automóvil, reparación de neumáticos.
Ahora, por un proceso similar, se ven sustituidos por bares de copas con
terraza.
Madrid Río sigue siendo el centro
de atención de buena parte de las visitas a Madrid que me toca atender en mi
trabajo cotidiano. El otro día recibí a 40 funcionarios del Ministerio de Medio
Ambiente e Infraestructuras de Holanda, que se fueron encantados con el proyecto
y con mis explicaciones. De acuerdo con mi teoría de que en cada tema
interesante que se plantee hay más mujeres que hombres, pues aquí también había
mayoría femenina. Iba a decir que eran todas muy jóvenes: error. Lo correcto es
decir que yo soy muy viejo. Pero todas insistieron en hacerse fotos conmigo.
Les puse una sola condición: que se encogieran un poco, a la vez que yo me
erguía. Así se disimulaba un poco mi diferencia de talla con semejantes
walkirias. Aquí les pongo una muestra, a título de ejemplo.
En realidad, la foto de la que
estoy más orgulloso en estos últimos días es la que les pongo abajo como despedida,
al lado del bueno de Álvarez, en su último día de trabajo en El Brillante. Me
avisaron sus compañeros de que el lunes era su último día, a pesar del regaño
que me soltó cuando se lo pregunté. A voces me dijo que él se quedaba hasta
Navidad y luego ya vería. Al final, se han impuesto las circunstancias. Tuve
que insistirle mucho para que nos hicieran esta foto histórica, porque es un
hombre tímido, que huye de los fastos y las alharacas. Álvarez empezó a
trabajar en el barrio hace más de 40 años, los últimos 28 en El Brillante. Si
han ido alguna vez a tomarse los mejores bocatas de calamares del mundo (no
exagero), seguro que les sonará la cara de este hombre, que posa emocionado en
el centro de la fotografía, el último día en que se vistió con ese uniforme
negro del que tanto despotricaba (le gustaba más el blanco de toda la vida).
Sirva este post de homenaje a un personaje ciertamente entrañable.
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