viernes, 20 de junio de 2014

262. Quadruple rectified ass

Con los fastos históricos en primer plano, no he podido explicarles que llevo un tiempo sin subir muchos textos al blog, porque sigo acelerado y no encuentro el momento para sentarme a escribir. En estas fechas suelen recrudecerse las visitas institucionales al Ayuntamiento y llevo unas cuantas en estos últimos días. Además de las que me salen por fuera, a través de mis contactos. Por ejemplo, mi amigo Tangi, de Nantes, se trajo a unos veinte gerentes de empresas mixtas de alojamiento social de Francia, a los que hube de dar una charla en francés sobre el Madrid Río y acompañarles después a visitarlo. La semana pasada tuve que atender, entre otros, a un grupo de alumnos de un máster de Historia del Arte de Leipzig, que venían a ver Toledo, El Escorial y otros lugares. Su profesor conocía el proyecto del río y puso a uno de los alumnos a buscar información al respecto en Internet. El chaval encontró el vídeo de mi conferencia que colgué en el post #129 y se puso en contacto conmigo. Para este tipo de actividades, mis jefes en el Ayuntamiento han de firmarme un papel, como que han sido ellos los que me han mandado a atender al grupo de que se trate, pero nunca me lo regatean.

Tengo también que anunciarles que esta tarde me voy de viaje a Friburgo (Alemania) y sus alrededores, de donde no regresaré hasta el día 28. Y no me voy a llevar el ordenador, así que, salvo milagro, les voy a dejar sin blog durante unos cuantos días. Este viaje es para mí el principio de unas vacaciones discontinuas, que incluirán también una recorrido por Rumanía en la primera quincena de agosto. Igualmente tengo pendiente la posibilidad de viajar a Seul a final de año, para visitar a mi hijo Kike, aunque esto es sólo una idea aun sin concretar. Lo de Friburgo tiene el origen que les cuento a continuación. Como saben, mi amigo Jurgen, el peluquero del barrio, es natural de esa hermosa ciudad y siempre me habla de que ésta es la zona con mejor clima de Alemania, donde crecen naranjos y limoneros, además de tener enormes extensiones de viñedos de donde se obtienen los afamados vinos del Rhin. También les he contado que soy miembro de AETU, la Asociación Española de Técnicos Urbanistas. Eso hace que me envíen periódicamente los boletines de propaganda de sus actividades, que suelo leer en diagonal, porque normalmente no me interesan mucho.

En uno de estos boletines encontré el anuncio del viaje a Friburgo y, a partir de lo que me había contado Jurgen, sentí curiosidad. El viaje lo organiza la FIU, Federación Iberoamericana de Urbanistas, organización conectada con la AETU, y ha escogido la ciudad de Friburgo porque, al parecer, se trata de uno de los ejemplos más depurados de integración de políticas de medio ambiente, movilidad y urbanismo. El viaje dura apenas cuatro días: sábado, domingo y lunes, así como el martes por la mañana. En esos días visitaremos el Ayuntamiento y las principales instituciones, y tendremos un montón de actividades de mañana y tarde. El martes a mediodía los demás se vuelven a sus tierras, pero yo me voy a quedar de turista por la zona hasta el sábado siguiente, día 28, para ver Estrasburgo y otras ciudades.

A la vuelta les contaré mis reflexiones sobre este viaje, pero de momento ya he averiguado algunas curiosidades al respecto. En esta región cuajada de historia se juntan las fronteras de tres países: Alemania, Francia y Suiza. Cada país tiene una ciudad grande en la zona: Basilea, en Suiza, Friburgo en Alemania y Mulhouse en Francia. Mulhouse es una ciudad de inequívoco pasado germánico, que en los últimos repartos tras la II Guerra Mundial quedó del lado francés. Los franceses tienen grandes dificultades para pronunciar su nombre que, con la boca afilada que ponen para hablar, les suena algo así como Miluus… Las tres ciudades comparten aeropuerto, del que salen autobuses y trenes a sus respectivos centros urbanos. Este es un aeropuerto muy promocionado por la Unión Europea que lo considera como un ejemplo de instalación multinacional. Al menos hasta que el año pasado los suizos decidieron en referéndum endurecer las condiciones de entrada a su país. Es uno de los peligros del dichoso derecho a decidir. Ahora, al parecer, uno llega al aeropuerto de marras y, si se dirige a Basilea, ha de atravesar una frontera tradicional, donde le pedirán el pasaporte, le revisarán la maleta y le preguntarán cuánto dinero trae. Si el viajero, en cambio, va a Friburgo o Mulhouse, puede salir por el otro lado caminando tranquilamente con las manos en los bolsillos.

A mis actividades de anfitrión y vendedor de las maravillas de Madrid, más la preparación del viaje, se ha sumado estos días una nueva colonoscopia, la cuarta que me hago. Hace sólo año y medio de la última, y dicen algunos de mis amigos que soy un vicioso, pero lo cierto es que he insistido en adelantarla porque, con mis antecedentes familiares, creo que debo estar encima, para quitarme los pólipos que puedan salirme, en cuanto asomen. Y para colmo, no hay que olvidar la zozobra por la abdicación. Me refiero, por supuesto a la abdicación de la selección de fútbol. Así no hay manera de llevar una mínima regularidad en la escritura y publicación de posts. Les cuento así por encima lo que han sido estos últimos días en que he estado sin escribir. El domingo pasado, mi amigo argentino G. me invitó a comer una pasta artesanal que fabrica él mismo, con un pesto también casero que estaba para chuparse los dedos. Fue la última comida en condiciones que hice en unos días. Porque esa noche ya hube de cenar una tortilla francesa de un huevo, unas lonchas de jamón de york y unos picos. Contraviniendo las indicaciones médicas acompañé esa frugal colación con una cervecita, eso sí, de las pequeñas.

El lunes hice un desayuno normal, me puse mi traje gris claro de verano y caminé hasta Cibeles, donde debía dar una conferencia de hora y media en inglés a un grupo de alumnos de un máster de Geografía Humana de la Goethe University de Frankfurt. Les conté en grandes líneas la historia urbanística de la ciudad, los últimos planeamientos y las directrices del Plan General en elaboración. Tras un café con algunos de mis amigos de Cibeles, volví a casa a dejar la botella de vino del Rhin que me habían regalado y cogí el coche para dirigirme al destierro a cumplir con la segunda parte de mi jornada laboral. A las 4, otra vez en casa, repetí de tortilla, jamón de york y picos, esta vez con agua, y me eché una pequeña siesta. A las 8 de la tarde inicié la ingesta de Solución Evacuante Bohm, consistente en ocho sobres que han de disolverse cada uno en un cuarto de litro de agua y tomarse cada quince minutos. Una auténtica bohmba, que te produce una cagalera fulminante.

Me acosté agotado. El martes, desayuné un café bebido, repetí la jugada con otros ocho sobres y bebí un poco más de agua. Después de las 11, ya no podía tomar nada, ni agua. Intenté escribir algo pero no estaba en condiciones. A las 6 de la tarde ingresé en el hospital, adonde me llevó mi hijo Kike. Una hora después, entraba en quirófano, para que me acostaran con la cabeza orientada a La Meca y me introdujeran por salva sea la parte el ojo de Dios que todo lo ve. La enfermera que me durmió había leído mi novela La Human Race y me reconoció. Bien, resultado de la prueba: me encontraron un urdangarín de 3 milímetros, inmediatamente rebanado y enviado a anatomía patológica, donde lo analizarán y me darán el resultado a la vuelta de Friburgo. Aprovechando que estaba dormido me hicieron también una gastroscopia, que reveló que tengo en el estómago una familia okupa de helicobácters. Finalmente nada de importancia. Como diría el presidente del Compostela Caneda: pataca minuta.

El miércoles tuve un día de trabajo ordinario, excepto que estaba agotado. Comí con normalidad y me eché una larga siesta, de la que resurgí igual de cansado, justo para presenciar cómo a la selección española de fútbol le hacían la segunda colonoscopia de la semana. Lo de la selección es difícil de explicar. Casillas estuvo fatal los dos días y, con un portero que no da confianza atrás, es muy difícil jugar. Del Bosque no tuvo los reflejos de otras veces. No se sabe para qué llevó a Fábregas o a Mata, que no jugaron ni un minuto. No se entiende que se alojen en un lugar donde hace diez o doce grados menos de temperatura que en los campos en que han de jugar. Demasiados handicaps. Por el contrario, ver jugar a Alemania o a Italia es un auténtico disfrute. Si no cambian las cosas, para mí son los favoritos.

Ayer por fin tuve un día de relax, para ver la coronación de Felipe, empezar a preparar la maleta y escribir un poquito. Hoy mi avión sale a las 4.30 de la tarde. Es un vuelo de Easy Jets directo a Friburgo. En fin, en el post #251 “Acelerado I”, les ponía yo la letra de la canción Same in the end, de Sublime, de la que tal vez recuerden esa estrofa que dice “I’m a triple rectified ass, son of a bitch”. Pues yo ya soy un quadruple rectified ass, son of a bitch. Les deseo que pasen una buena semana. Abajo les dejo de regalo un nuevo One Hit Wonder. Se llama Mr. Jones, es de 1993 y fue el único éxito del grupo de California Counting Crows. Pónganla en pantalla grande, que el vídeo es bonito, y escúchenla estos días, mientras yo estoy de viaje, empezando mi largo veraneo. Mi penúltimo verano como ciudadano activo, porque mantengo la intención de jubilarme en cuanto cumpla los 65. Salvo que ocurra algún milagro. Algo bastante improbable. Pero, a veces, los milagros ocurren. 


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