Entre abdicaciones, Podemos, el
Depor en Primera y otras novedades, se nos ha pasado desapercibida una noticia
curiosa: hace unos días se murió el hombre más gordo del mundo, registrado como
tal en el libro de los records Guiness. A partir de ello, he buscado los datos sobre
la alimentación en el mundo que periódicamente renueva la FAO, organización de
la ONU para la agricultura y la alimentación. Esos datos están entre los que mejor
caracterizan este esquizofrénico planeta superpoblado en que vivimos. Según dicho
organismo, en estos momentos pasan hambre cada día, de forma crónica y sin
grandes esperanzas de cambio, en torno a 842 millones de personas en todo el
mundo. Esta cifra ha disminuido en 156 millones desde 1990, gracias en parte a
los esfuerzos del PMA, Programa Mundial de Alimentos, cuya página Web pueden
consultar AQUÍ si lo desean.
Pero es que, en paralelo, estas
organizaciones alertan de que en el mundo existen ahora mismo 2.100 millones de
personas que sufren sobrepeso, cuando no directamente obesidad. Si la población
mundial totaliza en estos momentos unos 7.200 millones de infelices como usted
y como yo, quiere decir que, de cada diez personas, una está pasando un hambre
de la hostia, seis se las apañan y tres están como focas. No hay mejor metáfora
de la realidad del mundo del siglo XXI. Los datos relativos a obesidad y
sobrepeso son confusos, como los del paro en España: depende de cómo se midan. Lo
único definido es un indicador llamado IMC, índice de masa corporal. Los que lo
tienen por encima de 25 se entiende que padecen sobrepeso y a los que pasan de
30 se les considera obesos. A partir de ello, he encontrado unas cuantas escalas
sobre los lugares en donde hay más gordos, que difieren en sus resultados.
Según algunos, el país con más
gordos son los Estados Unidos; según otros, recientemente les ha adelantado
México. En todos estos ominosos rankings aparecen bastante arriba, además de
los dos citados, Nueva Zelanda, Arabia Saudí (especialmente en lo que respecta
al género femenino, al moro le gusta tener de dónde agarrar), algunos de los
países minúsculos de la Polinesia y, por supuesto, Gran Bretaña, por lo que yo
pude ver, seguramente a causa de los escoceses que, si llegan a independizarse,
se situarán muy cerca de la cabeza. En
general creo que donde más obesos hay es en Estados Unidos; se suele citar a
Filadelfia como la capital de los gordos. Los especímenes que he visto yo en
USA y en Escocia son auténticos minusválidos. No pueden viajar en avión, no
caben por la puerta del autobús. Necesitan ayuda para todo. Resoplan agotados
en cuanto dan dos pasos.
En México, la cosa es también dramática.
El hombre más gordo del mundo era precisamente mexicano, se llamaba Manuel
Uribe y llegó a pesar 560 kilos, cifra con la que fue inscrito en el Guiness
Book. Este pobre desgraciado tenía 48 años, vivía (es un decir) en Monterrey,
nuevo León, y llegó a estar más de nueve años sin poderse mover. En Internet
hay muchas fotos del angelito, no les pongo el link, que no quiero estropear mi
blog con imágenes tan morbosas y desagradables; el que quiera, que las busque en la red. En casi todas el hombre aparece sonriente,
recostado en un camastro, supongo que reforzado, y desnudo excepto por una
sábana que lo tapa (no hay ropa de su talla). Para llevar sus restos al
tanatorio tuvieron que usar una grúa. Y, ya puestos a los datos sorprendentes, resulta
que el tipo se casó en 2008, hace nada, de lo que hay también profusión de
fotos. Hubo que habilitar un transporte especial para trasladarlo al altar.
Este es sencillamente un caso
extremo, pero la obesidad es un problema mundial, sobre todo la obesidad
infantil. Y, como siempre en estos casos, surge un nuevo sector comercial: el
de las dietas y regímenes, en donde conviven los procedimientos serios,
dirigidos por médicos, con los estafadores que se lucran de la ingenuidad de
las personas crédulas. Así funciona el mundo. El que es gordo quiere ser
delgado y el delgado quiere ganar peso. Todo el mundo quiere cambiar a
capricho. Tal vez no lo sepan pero, en este momento, el sector comercial del
borrado de tatuajes supera ya en facturación al propio sector de tatuadores. De
la misma forma florecen por todos lados especialistas en programas de
desconexión de los abducidos por sectas, así como sistemas quirúrgicos para
destorcer a los tullidos, estirar a los bajitos, convertir a hombres en mujeres
y viceversa, eliminar el vello a los peludos y la Biblia en pasta. En Brasil,
las mujeres más valoradas son las que no se han retocado nada. Lo malo es que
ya no queda casi ninguna. Resumiendo: estamos locos.
Lo de las dietas es, pues, una de
tantas patologías de esta sociedad de locos. La gente se mira al espejo, no se
gusta y se pone a dieta. Se obsesionan por lograr un pandero como el de la
chica de la foto. E inmediatamente, se convierten en carne de cañón para vendedores
de falsos milagros. Yo no sé mucho del tema, la única dieta que he practicado
es la del cucurucho, así que me he informado al respecto en la red, y he
descubierto con sorpresa que algunas de estas dietas son muy populares. Vean
por ejemplo la llamada dieta de la alcachofa, publicitada por mujeres famosas a
las que yo ni les pongo cara, porque no veo la tele: Rociito, Chabelita y
Caritina Goyanes, no sé si el abuso del diminutivo tiene algún significado
irónico en relación con señoras a las que presupongo orondas, al menos antes de
aplicarse esta dieta, que consiste en estarse varios días sin comer otra cosa
que alcachofas, que son un diurético potente. Parece que, si se hace con rigor,
se adelgazan hasta tres kilos diarios. También se dispara el ácido úrico y
otros efectos similares, pero eso no lo dicen.
Más dañinos a medio plazo
resultan otros sistemas, como la popular Dieta Dukan, promovida por un pollo
franchute al que el Colegio Médico ha expulsado de sus filas. La cosa consiste
en alimentarse casi exclusivamente a base de proteínas, lo que normalmente
acaba por afectar al colesterol, el ácido úrico y la tensión. En este grupo se
cuenta también una dieta cuyo nombre no recuerdo, que incluye la ingesta diaria
de cuatro a seis huevos. Eso ya debe de ser el colmo de los efectos secundarios
dañinos. No sé si vieron una vieja película de temática carcelaria en la que el
protagonista, al que interpretaba Paul Newman, se retaba con otro preso a ver
quién era capaz de comerse más huevos duros seguidos. Ganaba Paul Newman, por
supuesto.
De todas formas, el resultado más
común entre los adictos a las dietas es el llamado efecto yo-yo: los tipos
pierden un montón de kilos, se hacen unas fotos, felices por el éxito, y con la
alegría se ponen a comer otra vez y recuperan los kilos perdidos. Los que
sufren este síndrome, repiten una y otra vez el proceso, con resultados cada
vez más desalentadores. A lo largo de mi vida he tenido oportunidad de conocer
a algunos gordos adelgazados y vueltos a engordar y puedo certificar que todos tenían
muy mala leche, algo que no es de extrañar. Pinchando AQUÍ, encontrarán un reportaje con testimonios de un par de personas que pasaron por ese calvario, con fotos de antes, después y mucho después.
Con esto de la crisis, algunas
administraciones públicas se han visto también sometidas en los últimos años a
dietas radicales para despojarlas de las grasas superfluas funcionariales, pero
siempre acaban engordando por otro lado. Vean, por ejemplo, lo que sucede con
el Ayuntamiento de Madrid. Me dicen que uno de cada cuatro trabajadores del
área a la que pertenezco ha causado baja en el último año, por traslados,
jubilaciones, fallecimientos o fin de contratos eventuales. Como era de
esperar, las grasas están rebrotando en otras áreas, como Hacienda o Medio
Ambiente, que no paran de crecer. No sé por qué el señor Rajoy y los suyos no
le aplican una de estas dietas al llamado estado de las autonomías. El país se
volvería mucho más ligero y grácil si se librara de unos cuantos gobiernos
regionales y diputaciones.
En fin, yo tengo la suerte de
estar moderadamente delgado, después de años de hacer deporte y practicar la dieta
del cucurucho, la única agradable y eficiente. ¿Cómo? ¿Que no saben en qué
consiste? ¿De verdad? Pero mira que son ustedes ignorantes. ¿Es posible que haya
alguien que no la conozca? Bien, como parece que algunos de mis seguidores están
en la inopia, tendré que aclararlo. La dieta del cucurucho: comer poco y follar
mucho. Sean felices.
Amigo, no sé si ha practicado usted mucho la dieta esa que dice, pero lo que está claro es que le gustan los culos bien generosos. Ya nos ha alegrado la noche con algunas imágenes como la de este post. Gracias.
ResponderEliminarPor lo que dice, a usted también.
EliminarHablando de dietas, Emilio, tienes que mirar los vídeos de la Chon gorda, es un fenómeno, se pone hecha un basilisco si le gastan una bromita inocente con la comida. Tiene 22 años y no hace más que zampar y dormir. En unos añitos, Manuel Uribe será desalojado del Guiness y su página será ocupada por la espléndida Chon Gorda, con menos cintura que un sofá y menos conocimiento que una polilla. Por cierto, que los gordos en USA son los malnutridos de las clases bajas, entre la gente "bien" son todos como Obama, unos figurines. Concretamente mis amigos médicos vuelan un par de veces al año a participar en congresos de oncología en diferentes capitales de los EE.UU. y a menudo comentan que, después de haber conocido a centenares de médicos norteamericanos, solamente han conocido a un gordo.
ResponderEliminarSupongo que la obesidad ataca más a tipos de bajo nivel cultural, que se atiborran de hamburguesas, perritos, Mac-pollos y patatas con ketchup. Más las bazofias del famoso Rey del Pollo Frito. No he visto los vídeos que me dices, pero sólo con las fotos de la Chon que salen en Internet, tengo suficiente.
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