Aquí me tienen, ensordecido por
el estrépito recurrente de la flotilla de insectos gigantes metálicos, que
desde las 9 de la mañana sobrevuelan alrededor de mi terraza para garantizar la
seguridad del intercambio de cetros entre el rey saliente y el rey entrante, no vaya a salir por ahí
algún Mateo Morral como el que en 1906 provocó una escabechina de soldados,
civiles y caballos frente al número 84 de la calle Mayor, sin conseguirle rozar un pelo a Alfonso XIII, como era su intención inicial. Mucho ha cambiado la
sociedad desde entonces, pero la condición humana sigue siendo la misma, como
demuestran Cayo Lara y otros personajillos.
Alguno de mis lectores me pregunta
por qué le tengo desde hace unos días esa inquina al jefe de filas de la
impropiamente llamada Izquierda Unida. Pues es fácil de explicar. El día en que
el rey Juan Cárlos decidió dar a conocer su voluntad de abdicar, tuvo la
deferencia de llamar por teléfono a cada uno de los secretarios generales de
los principales partidos representados en Las Cortes, para comunicarles
personalmente su decisión. Entre ellos, llamó a Cayo Lara. Un caballero abrumado
por los conflictos internos de su formación política, una jaula de grillos ingobernable
en un estado de ebullición que está poniendo en peligro hasta su permanencia en
feudos históricos, como el municipio de Rivas-Vaciamadrid, donde poco ha
faltado para que llegaran a las manos. Una deriva que no consigue contener con
su nefasta gestión interna y que provoca una creciente sangría de seguidores
hacia Podemos, Equo, y otras formaciones.
Al recibir la llamada del rey, a
Cayo Lara se le abrió el cielo. Ya tengo el leit-motiv
–pensó, lo que necesitaba para distraer a las bases y que dejen de cuestionar
mi liderazgo: la República. Así que abrió el congelador y procedió a extraer el
espantajo de la reivindicación republicana, lo puso a descongelar y se situó al
frente del movimiento. Algo así como lo un día hizo Artur Menos al ver que su
gestión económica le estaba llevando al colapso: le quitó el polvo al fantasma
de la independencia, y se puso al frente. Ya les he contado que la mejor imagen
de este tipo de actuaciones es la de Chaplin en Tiempos Modernos, cuando anda vagabundeando por la calle y, junto a
él pasa un camión que transporta una viga que sobresale mucho, por lo que va
señalizada con un trapo rojo. El trapo cae al suelo al pasar junto a Chaplín,
quien lo recoge y corre tras el camión gritándoles para que se paren. Entonces,
de una calle perpendicular desemboca una multitud enardecida que, al ver a
Chaplin con el trapo rojo en alto, siguen tras él pensando que se trata de un líder
revolucionario.
Si algo tenemos los viejos es un
cierto instinto para detectar la impostura. Y yo veo en Cayo Lara la misma
impostura que en Artur Mas. Son líderes postizos, coyuntural e interesadamente
situados al frente de ideales que en el fondo les importan un rábano. En Cataluña, los
verdaderos independentistas son los de Esquerra, con el señor Jonquera a la
cabeza. Un sujeto que lleva en la cara lo que es, pero de cuya coherencia no
cabe dudar, al mando de una formación que nunca hubiera pasado del diez o doce
por ciento de votos que históricamente tenían. No estoy de acuerdo con sus ideas, pero le respeto. También tienen mi respeto los jóvenes
que han salido a protestar a la Puerta del Sol con la bandera tricolor. Ellos
no han conocido otra España y creen que la libertad es una cosa natural, que
nadie te puede quitar. Y la república es una idea conceptualmente mucho más
defendible que la monarquía, no lo niego. Lo que pasa es que los que somos
mayores y hemos conocido la situación anterior, bajo el yugo de Franco-Franco-Franco,
no queremos que vuelvan los viejos tiempos del cainismo y el retraso histórico.
El comportamiento de Cayo Lara en
estos últimos avatares ha sido ruin, mezquino, poco caballeroso, inoportuno, antideportivo,
irresponsable, antiestético y lamentable. Si el otro día me declaré monárquico ferviente,
en el calentón de los primeros momentos, ahora en frío lo soy aun más. Y creo
que lo que tendría que hacer el nuevo rey Felipe es convocar inmediatamente una
consulta sobre si queremos monarquía o república. No le dejarán hacerlo los
llamados poderes fácticos, pero sería la solución perfecta. Si gana la opción
monárquica, ya tendría la legitimidad que algunos le regatean. Y si pierde, pues
sinceramente este país habría demostrado no ser digno de tener un rey como él.
Se habría revelado como un país de pandereta, un pueblo de borregos y
guerrilleros, como certeramente lo define mi amigo el Coronel Groucho.
La cosa de Cataluña es más
difícil de arreglar porque no está claro a quién preguntar. ¿A todos los
españoles? ¿Sólo a los catalanes? ¿Por qué no sólo a los de Tarragona? ¿O a los
de Lérida? Como en el caso del dilema monarquía-república, tal vez habría que dejarles
que hicieran su consulta. A lo mejor se llevaban un chasco. El voto secreto da
muchas sorpresas. ¿Recuerdan ustedes el referéndum sobre la permanencia o no en
la OTAN? Corría el año 1984. Yo era tan ingenuo que hasta me jugué una cena con
una amiga a que ganaba el no. Tuve que pagar la cena, por supuesto. Sin embargo,
les invito a que hagan un experimento. Pregunten a toda la gente que conocen,
cuál fue el sentido de su voto ese día. Yo lo he hecho y les juro que no he
encontrado una sola persona que confiese que votó sí. Todo el mundo afirma con
total seriedad que votó no. Entonces, ¿cómo es que ganó el sí? Está muy claro.
Mucha gente dice que votó no, porque creen que eso es lo que mola, pero, al
amparo del voto secreto, votaron justo lo contrario. Ahora en Cataluña es
difícil encontrar un solo nen que
diga que va a votar contra la secesión. Pero si se convoca la consulta, habría
sorpresas.
Reanudo mi texto después de
comer. Los helicópteros han vuelto a sus bases y la ciudad está tranquila. Es
un alivio que esta vez no haya surgido ningún Mateo Morral. El viejo monarca le ha
pasado los trastos al nuevo. Ahora habrá que acostumbrarse a llamarlos por su
renovada denominación de marca: en vez de Príncipe Felipe, Rey Felipe. Yo
propongo que a Juan Carlos se le trate de rey padre, igual que se trataba de
reina madre a la inefable progenitora de la reina inglesa, que ni una sola noche de sus cien
años de vida dejó de tomarse su gin-tonic de
Beefeather antes de acostarse. A lo mejor el rey padre tiene algún hábito
similar, lo que explicaría el formato y tonalidad que exhibe su nariz
últimamente. Yo en su lugar no perdonaría un chupito de whisky Glenfiddich,
para olvidarme de prótesis de cadera, urdangarines y otras desazones.
Esta mañana me he despertado al
fragor del helicóptero y he bajado a dar una vuelta, porque no tenía nada con
qué acompañar el café del desayuno. En el bar Vertical me han servido un trozo de bizcocho
de miel y canela extraordinario. El tráfico estaba cortado, había cientos de
policías de todos los cuerpos y los balcones de muchas casas aparecían
engalanados con banderas constitucionales. Cerca de Neptuno, la masa aguardaba
expectante, como si fuera a pasar el autobús descubierto del Aleti. Una vez
pulsado el ambiente, he vuelto a casa y he puesto la tele, donde se ven las
cosas mucho mejor que en directo. Tengo que confesar que, durante el discurso
del nuevo Rey en Las Cortes, me he quedado dormido. Aunque sé que no es excusa,
les confieso que anoche me tomé un somnífero, porque estaba agotado y nervioso,
y a mí los efectos de estas pastillas me duran más que a las demás personas.
Después he visto cómo pasaban a
saludarle uno a uno los presentes. Artur Mas estaba por allí y su saludo al
nuevo rey me ha parecido afectuoso y correcto. Ya saben que ha declarado que
venía a la ceremonia porque un estadista como él tiene que ser cortés con los
jefes de los estados vecinos. A continuación, la pareja real se ha subido al
coche descubierto para recorrer el trayecto hasta el Palacio Real, entre los aplausos de
la multitud que les saludaba en la luminosa mañana madrileña. Algunos detalles
que he observado. El vetusto Rolls Royce del Patrimonio Nacional tiene el
volante al lado derecho. Pensé que databa de los tiempos en que en Madrid se
circulaba por la izquierda, pero luego he leído que fue un encargo de Franco-Franco-Franco en 1948, así que no sé por qué no lo pidió con el volante en el lado izquierdo. En el balcón de la plaza de Oriente, a las niñas tuvieron que
habilitarles un par de taburetes para que el pueblo pudiera aplaudirlas también a ellas. Ya
saben, supongo, que estos eran los taburetes que en su día usaba
Franco-Franco-Franco, por el mismo motivo de cortedad de estatura. A estos
taburetes se les conoce también con el nombre muy cervantino de alzamicos.
Qué quieren que les diga. Ya sé
que algunos de mis seguidores son republicanos convencidos, es algo frecuente
entre mis colegas senderistas, compañeros de trabajo, amigos y conocidos
varios. Pero yo escribo con el corazón y digo lo que siento. Y lo que siento es
que, en estos momentos, la monarquía parlamentaria con el Rey Felipe a la
cabeza, me remite a los aires de modernidad de Suecia, Noruega, Dinamarca,
Holanda y otros estados modélicos. La algarada de los de la bandera tricolor me
recuerda, en cambio, un pasado no muy lejano, un pasado de incultura y primitivismo,
de charanga y de botijo, como el que retrataba la película Viridiana; un ancestro
de miseria y retraso que no quiero que regrese. Sólo un dato: entre 1936 y
1939, la calle Mayor de Madrid no se llamaba calle Mayor. Su nombre se cambió
oficialmente por el de calle de Mateo Morral. Un tipo cuyo mérito fue lanzar
una bomba desde una ventana sobre una multitud de inocentes que saludaba el
paso de un coche real como el que esta mañana ha cruzado el centro de Madrid. Un
tipo que, en un segundo, causó en torno a sesenta víctimas, entre muertos, mutilados y otros heridos graves. Sin contar a los
caballos. La República le puso su nombre a la calle donde lo hizo.
Amigo, veo que ha pasado usted, en el intervalo de un párrafo, de llamar a nuestro president Artur Menos, como solía, a llamarle Artur Mas. ¿Debemos ver un cambio en su óptica sobre nuestro anhelo soberanista, o ha sido un simple lapsus? No parece que sea lo segundo, porque al final de su post le vuelve a nombrar correctamente.
ResponderEliminarBuenas tardes, querido troll. La verdad es que no me había dado cuenta. Tal vez sea más un cambio de óptica que un lapsus. Me pareció que el hecho de que Mas (ya lo voy a seguir llamando así) acudiera a la coronación y se comportara con educación es un cierto punto positivo. Su explicación de que hay que quedar bien con los vecinos, creo que es una humorada, una boutade en la línea del mejor humor catalán (el de Cassen, o Eugenio).
EliminarRealmente creo que este señor se ha metido el solo en un enredo del que no sabe cómo salir, y vino a ver a Felipe, pare pedirle que le echara una mano, frente al silencio de Rajoy.
Si lo que quiere este señor, es un estado plurinacional, yo estoy a su lado, ya he dicho que mi propuesta ideal sería los Estados Unidos de España, sin rey ni presidente de la república. Lo que me parece de tontos es que Cataluña y España caminen cada una a su bola, total para integrarnos en Europa. Yo quiero que marchemos juntos. Seremos así más fuertes. Lo que pasa es que el unurabla ha llegado ya demasiado lejos en su camino a ninguna parte y cada vez es más difícil arreglar el entuerto que ha montado.
¿Y del entuerto que ha montado el PP con su recurso al Constitucional contra el Estatut, qué me dice usted? Porque ha sido el mismo PP que se tragó sin rechistar artículos del estatut de Valencia calcados de los recurridos a los catalanes. No han podido ser más torpes.
EliminarEl PP es culpable de cabrear a los catalanes y empujarles al independentismo por despecho. Rajoy y sus chicos han sido de una frivolidad espantosa, en este grave asunto. La Historia, con mayúsculas, les pondrá en su sitio.
Eliminar