domingo, 29 de junio de 2014

263. De regreso desde el corazón de Europa

Hola colegas, aquí me tienen de vuelta de mi excursión por el punto donde confluyen las fronteras de Francia, Alemania y Suiza, baricentro de esta vieja Europa en decadencia, a la que España ha asociado su destino y en la que yo me siento tan a gusto a pesar de los pesares, porque prefiero que nos apriete el cuello la señora Merkel, que no que el señor Tejero nos apunte con su pistola a la sien. Europa fue una idea extraordinaria, surgida de la mente privilegiada de De Gaulle y Adenauer, para poner fin a la espiral de guerra y desolación que arrasó por dos veces los hermosos territorios que he visitado, una espiral que se inició el 28 de junio de 1914 con el atentado de Sarajevo, del que ayer se cumplieron cien años.

El pacto sellado por De Gaulle y Adenauer fue algo así como cuando dos tipos que se están pegando en plena calle, hartos de hacerse daño y romperse dientes, se apoyan uno contra el otro para no caerse, se abrazan agotados y deciden no pelear más y convertirse en unos socios indestructibles, que a partir de ese instante ya no se van a pelear más, sino que van a canalizar sus energías hacia tareas más constructivas y solidarias. Hace falta mucha visión de futuro para eso. Ya les he contado que Italia y los tres países del llamado Benelux fueron invitados a ser socios fundadores de esta nueva Europa y que las sedes de muchas de las instituciones centrales creadas fueron situadas en lugares como Bruselas o Luxemburgo, para que no estuvieran en uno ni otro de los dos grandes impulsores de la unión, y en Estrasburgo, ciudad emblemática en la misma raya franco-germana.

Mi viaje me ha conducido a Friburgo, Estrasburgo y Basilea, ciudades situadas en el entorno del valle del Rihn, ese gran río que estructura una de las regiones económicas más potentes del viejo continente. Si observan ustedes el mapa, verán que el Rihn discurre en un amplio tramo en dirección este-oeste, desde el Lago Constanza hasta las cercanías de Basilea, tramo en el que el río constituye la frontera entre Alemania y Suiza. Al llegar a Basilea, esa frontera se desplaza hacia el norte, de modo que el río pasa a fluir por el centro de la ciudad, en donde se le puede ver con una anchura de unos 200 metros y una corriente bastante potente. En el propio centro de Basilea, el río gira hacia el norte, iniciando el gran valle que se interna entre la Selva Negra y los Vosgos, en dirección al Mar del Norte. En ese amplio tramo sur-norte, el río sirve de frontera entre Alemania y la región ahora francesa de Alsacia, durante largos períodos bajo dominio alemán, de cuya cultura quedan  numerosas huellas en todos sus pueblos.

El aeropuerto al que llegué, promocionado por la Comunidad Europea, sirve a Friburgo en Alemania, Basilea en Suiza y Mulhouse en Francia, como ya les conté. De hecho, su nombre es Euroairport Basel-Mulhouse-Freiburg, tal como reza el gran letrero que rotula su fachada. Este pequeño aeropuerto se construyó al final de la Segunda Guerra Mundial, por un acuerdo franco-suizo. Francia tenía mucho interés en compartir un aeropuerto en esta zona, pero carecía de dinero para construirlo. Y dinero era lo que le sobraba a los suizos, enriquecidos tras conseguir mantenerse neutrales en la guerra. Así que Francia facilitó los terrenos, en el municipio de Saint Louis, vecino de Basilea, y Suiza financió la construcción. Durante años, el aeropuerto se llamó sólo de Basilea-Mulhouse, ciudades ambas próximas a sus pistas, hasta que Alemania, ya recuperada de la dura postguerra, entró en su mantenimiento, a pesar de que Friburgo está 75 kilómetros más al norte.

El aeropuerto se construyó con dos salidas, una a Suiza y otra a Francia, en donde los trámites eran diferentes. La cosa se mantuvo así hasta que Suiza entró en el espacio aéreo de Schengen, algo que no sucedió hasta 2009. Tenía yo curiosidad por ver cómo había afectado el referéndum suizo de comienzos de este año, por el que se reinstauraban los límites a la inmigración para todos los extranjeros. Al llegar sólo vi una divisoria en las salidas del aeropuerto: por la de la izquierda se salía tranquilamente a Francia y Alemania, a donde yo iba. Luego supe que la entrada de Suiza no era diferente, que lo decidido en referéndum autoriza al Gobierno suizo a implantar unos controles que aun no se han instalado, porque necesitan que primero se apruebe una ley que detalle el funcionamiento del nuevo sistema. Es decir, que lo de los referéndums suizos no es tampoco una panacea, que Suiza no es el paraíso asambleario que algunos imaginan. Esta ausencia de controles de entrada la constaté después, cuando crucé varias veces en autobús entre St. Louis y Basilea.

Una hora de autobús me permitió llegar desde el aeropuerto hasta Friburgo, una bonita ciudad alemana de 220.000 habitantes, más o menos como La Coruña. Lo primero que quiero contarles tiene que ver con el nombre de la ciudad. En Alemania es conocida como Freiburg im Breisgau. Eso la distingue de otros Freiburg que abundan por Alemania y Suiza. Un amigo de mis hijos quiso hacer este año su Erasmus en esta ciudad maravillosa y le mandaron a otro Freiburg en la Alemania del Este, en donde ha sobrevivido helado de frío. Parece que la funcionaria de la Universidad que atendió su solicitud en Madrid le dijo que era el mismo. Algo así me pasó a mí cuando entré a consultar el pronóstico del tiempo para decidir qué tipo de ropa me llevaba. El Freiburg que aparecía en el programa AccuWeather, hablaba de unas temperaturas invernales en pleno junio. Mi amigo Jurgen me lo aclaró: en todos los programas y libros españoles, su ciudad natal aparece como Friburgo de Brisgovia. No sé a qué se debe esta ridiculez. Es como si Frankfurt am Main figurara como Francoforte del Meno.

Como ya les he contado también, la primera parte de mi viaje era técnica, centrada en la política de movilidad de Friburgo que se considera modélica. En esos primeros días me incorporé a un grupo de doce personas, con mayoría de catalanes y presencia de colombianos y mexicanos. Fueron unos días intensos, llenos de conferencias y actividades muy interesantes que ya les cuento más detenidamente en otro post. Ya fuera del grupo, aproveché para pasar unos días en Estrasburgo, adonde viajé en autobús. De allí bajamos a Basilea en tren, si bien pernoctamos en Saint Louis, entre la frontera suiza y el aeropuerto, donde los precios son más económicos que en la parte suiza. Mis impresiones sobre Estrasburgo ya quedaron reseñadas en el post #198, que pueden consultar AQUÍ. Y sobre Basilea y los suizos, les hablaré también en próximos textos.

Friburgo es una ciudad que, como todas las alemanas, fue bombardeada con saña por los aliados en los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial, previos a la rendición de Alemania. La Catedral, que es preciosa, sobrevivió, supongo que de chamba, porque los aviadores aliados no se andaban con demasiadas sutilezas a la hora de apuntar (ya les conté que en Saint Nazaire destrozaron todo el pueblo y no llegaron a rozar la base submarina nazi que era su objetivo). El caso es que, para la reconstrucción de la ciudad, se planteó el debate de cómo acometerla. No sé si lo saben pero, frente casos de destrucción masiva de ciudades, hay dos tendencias: los partidarios de la reconstrucción fiel, piedra a piedra, y los que sostienen que es mejor aprovechar para hacer un nuevo diseño, eliminando los problemas y disfunciones del antiguo. Ejemplos de la primera teoría: Dresde y la mayor parte de las ciudades alemanas destruidas en 1945. Ejemplo emblemático de la segunda: Rotterdam, donde enseguida se inició la planificación de la nueva ciudad sin grandes referencias a la antigua.

Sobre este dilema reflexiona la historiadora del arte zaragozana Ascensión Hernández Martínez en su interesante ensayo La Clonación Arquitectónica (Siruela-2007), cuya lectura es muy recomendable. El ansia de los pueblos por reproducir sus señas de identidad destruidas, para que su historia no caiga en el olvido, es comparada por la autora con la desazón de los replicantes de Blade Runner, angustiados porque carecen de pasado. Lo que pasa es que el modelo de reconstrucción historicista fiel al original, no deja de ser una forma de clonación, es decir, un cierto fraude, como los implantes de memoria de los replicantes. Además, estas reconstrucciones, hasta que tienen una cierta antigüedad, suelen ostentar unos aires de pastelito un tanto horteras. Rodas, la isla griega próxima a Turquía, estuvo en los años 30 y 40 en manos de Mussolini, quien decidió reconstruir la antigua ciudad helénica. Resultado: un lugar con un cierto aire de decorado de Hollywood, de hecho utilizado para el rodaje de películas de romanos, filmadas a cientos entre esos muros reconstruidos.

¿Qué fue lo que decidió el pueblo de Friburgo? Pues una reconstrucción, por supuesto, pero con ligeras e interesantes variaciones, ligadas a la funcionalidad de la red de transporte público, de las que les hablaré en el post siguiente. De momento ya van que chutan con lo que les he contado. Hala, a seguir bien.

viernes, 20 de junio de 2014

262. Quadruple rectified ass

Con los fastos históricos en primer plano, no he podido explicarles que llevo un tiempo sin subir muchos textos al blog, porque sigo acelerado y no encuentro el momento para sentarme a escribir. En estas fechas suelen recrudecerse las visitas institucionales al Ayuntamiento y llevo unas cuantas en estos últimos días. Además de las que me salen por fuera, a través de mis contactos. Por ejemplo, mi amigo Tangi, de Nantes, se trajo a unos veinte gerentes de empresas mixtas de alojamiento social de Francia, a los que hube de dar una charla en francés sobre el Madrid Río y acompañarles después a visitarlo. La semana pasada tuve que atender, entre otros, a un grupo de alumnos de un máster de Historia del Arte de Leipzig, que venían a ver Toledo, El Escorial y otros lugares. Su profesor conocía el proyecto del río y puso a uno de los alumnos a buscar información al respecto en Internet. El chaval encontró el vídeo de mi conferencia que colgué en el post #129 y se puso en contacto conmigo. Para este tipo de actividades, mis jefes en el Ayuntamiento han de firmarme un papel, como que han sido ellos los que me han mandado a atender al grupo de que se trate, pero nunca me lo regatean.

Tengo también que anunciarles que esta tarde me voy de viaje a Friburgo (Alemania) y sus alrededores, de donde no regresaré hasta el día 28. Y no me voy a llevar el ordenador, así que, salvo milagro, les voy a dejar sin blog durante unos cuantos días. Este viaje es para mí el principio de unas vacaciones discontinuas, que incluirán también una recorrido por Rumanía en la primera quincena de agosto. Igualmente tengo pendiente la posibilidad de viajar a Seul a final de año, para visitar a mi hijo Kike, aunque esto es sólo una idea aun sin concretar. Lo de Friburgo tiene el origen que les cuento a continuación. Como saben, mi amigo Jurgen, el peluquero del barrio, es natural de esa hermosa ciudad y siempre me habla de que ésta es la zona con mejor clima de Alemania, donde crecen naranjos y limoneros, además de tener enormes extensiones de viñedos de donde se obtienen los afamados vinos del Rhin. También les he contado que soy miembro de AETU, la Asociación Española de Técnicos Urbanistas. Eso hace que me envíen periódicamente los boletines de propaganda de sus actividades, que suelo leer en diagonal, porque normalmente no me interesan mucho.

En uno de estos boletines encontré el anuncio del viaje a Friburgo y, a partir de lo que me había contado Jurgen, sentí curiosidad. El viaje lo organiza la FIU, Federación Iberoamericana de Urbanistas, organización conectada con la AETU, y ha escogido la ciudad de Friburgo porque, al parecer, se trata de uno de los ejemplos más depurados de integración de políticas de medio ambiente, movilidad y urbanismo. El viaje dura apenas cuatro días: sábado, domingo y lunes, así como el martes por la mañana. En esos días visitaremos el Ayuntamiento y las principales instituciones, y tendremos un montón de actividades de mañana y tarde. El martes a mediodía los demás se vuelven a sus tierras, pero yo me voy a quedar de turista por la zona hasta el sábado siguiente, día 28, para ver Estrasburgo y otras ciudades.

A la vuelta les contaré mis reflexiones sobre este viaje, pero de momento ya he averiguado algunas curiosidades al respecto. En esta región cuajada de historia se juntan las fronteras de tres países: Alemania, Francia y Suiza. Cada país tiene una ciudad grande en la zona: Basilea, en Suiza, Friburgo en Alemania y Mulhouse en Francia. Mulhouse es una ciudad de inequívoco pasado germánico, que en los últimos repartos tras la II Guerra Mundial quedó del lado francés. Los franceses tienen grandes dificultades para pronunciar su nombre que, con la boca afilada que ponen para hablar, les suena algo así como Miluus… Las tres ciudades comparten aeropuerto, del que salen autobuses y trenes a sus respectivos centros urbanos. Este es un aeropuerto muy promocionado por la Unión Europea que lo considera como un ejemplo de instalación multinacional. Al menos hasta que el año pasado los suizos decidieron en referéndum endurecer las condiciones de entrada a su país. Es uno de los peligros del dichoso derecho a decidir. Ahora, al parecer, uno llega al aeropuerto de marras y, si se dirige a Basilea, ha de atravesar una frontera tradicional, donde le pedirán el pasaporte, le revisarán la maleta y le preguntarán cuánto dinero trae. Si el viajero, en cambio, va a Friburgo o Mulhouse, puede salir por el otro lado caminando tranquilamente con las manos en los bolsillos.

A mis actividades de anfitrión y vendedor de las maravillas de Madrid, más la preparación del viaje, se ha sumado estos días una nueva colonoscopia, la cuarta que me hago. Hace sólo año y medio de la última, y dicen algunos de mis amigos que soy un vicioso, pero lo cierto es que he insistido en adelantarla porque, con mis antecedentes familiares, creo que debo estar encima, para quitarme los pólipos que puedan salirme, en cuanto asomen. Y para colmo, no hay que olvidar la zozobra por la abdicación. Me refiero, por supuesto a la abdicación de la selección de fútbol. Así no hay manera de llevar una mínima regularidad en la escritura y publicación de posts. Les cuento así por encima lo que han sido estos últimos días en que he estado sin escribir. El domingo pasado, mi amigo argentino G. me invitó a comer una pasta artesanal que fabrica él mismo, con un pesto también casero que estaba para chuparse los dedos. Fue la última comida en condiciones que hice en unos días. Porque esa noche ya hube de cenar una tortilla francesa de un huevo, unas lonchas de jamón de york y unos picos. Contraviniendo las indicaciones médicas acompañé esa frugal colación con una cervecita, eso sí, de las pequeñas.

El lunes hice un desayuno normal, me puse mi traje gris claro de verano y caminé hasta Cibeles, donde debía dar una conferencia de hora y media en inglés a un grupo de alumnos de un máster de Geografía Humana de la Goethe University de Frankfurt. Les conté en grandes líneas la historia urbanística de la ciudad, los últimos planeamientos y las directrices del Plan General en elaboración. Tras un café con algunos de mis amigos de Cibeles, volví a casa a dejar la botella de vino del Rhin que me habían regalado y cogí el coche para dirigirme al destierro a cumplir con la segunda parte de mi jornada laboral. A las 4, otra vez en casa, repetí de tortilla, jamón de york y picos, esta vez con agua, y me eché una pequeña siesta. A las 8 de la tarde inicié la ingesta de Solución Evacuante Bohm, consistente en ocho sobres que han de disolverse cada uno en un cuarto de litro de agua y tomarse cada quince minutos. Una auténtica bohmba, que te produce una cagalera fulminante.

Me acosté agotado. El martes, desayuné un café bebido, repetí la jugada con otros ocho sobres y bebí un poco más de agua. Después de las 11, ya no podía tomar nada, ni agua. Intenté escribir algo pero no estaba en condiciones. A las 6 de la tarde ingresé en el hospital, adonde me llevó mi hijo Kike. Una hora después, entraba en quirófano, para que me acostaran con la cabeza orientada a La Meca y me introdujeran por salva sea la parte el ojo de Dios que todo lo ve. La enfermera que me durmió había leído mi novela La Human Race y me reconoció. Bien, resultado de la prueba: me encontraron un urdangarín de 3 milímetros, inmediatamente rebanado y enviado a anatomía patológica, donde lo analizarán y me darán el resultado a la vuelta de Friburgo. Aprovechando que estaba dormido me hicieron también una gastroscopia, que reveló que tengo en el estómago una familia okupa de helicobácters. Finalmente nada de importancia. Como diría el presidente del Compostela Caneda: pataca minuta.

El miércoles tuve un día de trabajo ordinario, excepto que estaba agotado. Comí con normalidad y me eché una larga siesta, de la que resurgí igual de cansado, justo para presenciar cómo a la selección española de fútbol le hacían la segunda colonoscopia de la semana. Lo de la selección es difícil de explicar. Casillas estuvo fatal los dos días y, con un portero que no da confianza atrás, es muy difícil jugar. Del Bosque no tuvo los reflejos de otras veces. No se sabe para qué llevó a Fábregas o a Mata, que no jugaron ni un minuto. No se entiende que se alojen en un lugar donde hace diez o doce grados menos de temperatura que en los campos en que han de jugar. Demasiados handicaps. Por el contrario, ver jugar a Alemania o a Italia es un auténtico disfrute. Si no cambian las cosas, para mí son los favoritos.

Ayer por fin tuve un día de relax, para ver la coronación de Felipe, empezar a preparar la maleta y escribir un poquito. Hoy mi avión sale a las 4.30 de la tarde. Es un vuelo de Easy Jets directo a Friburgo. En fin, en el post #251 “Acelerado I”, les ponía yo la letra de la canción Same in the end, de Sublime, de la que tal vez recuerden esa estrofa que dice “I’m a triple rectified ass, son of a bitch”. Pues yo ya soy un quadruple rectified ass, son of a bitch. Les deseo que pasen una buena semana. Abajo les dejo de regalo un nuevo One Hit Wonder. Se llama Mr. Jones, es de 1993 y fue el único éxito del grupo de California Counting Crows. Pónganla en pantalla grande, que el vídeo es bonito, y escúchenla estos días, mientras yo estoy de viaje, empezando mi largo veraneo. Mi penúltimo verano como ciudadano activo, porque mantengo la intención de jubilarme en cuanto cumpla los 65. Salvo que ocurra algún milagro. Algo bastante improbable. Pero, a veces, los milagros ocurren. 


jueves, 19 de junio de 2014

261. Al fragor del helicóptero

Aquí me tienen, ensordecido por el estrépito recurrente de la flotilla de insectos gigantes metálicos, que desde las 9 de la mañana sobrevuelan alrededor de mi terraza para garantizar la seguridad del intercambio de cetros entre el rey saliente y el rey entrante, no vaya a salir por ahí algún Mateo Morral como el que en 1906 provocó una escabechina de soldados, civiles y caballos frente al número 84 de la calle Mayor, sin conseguirle rozar un pelo a Alfonso XIII, como era su intención inicial. Mucho ha cambiado la sociedad desde entonces, pero la condición humana sigue siendo la misma, como demuestran Cayo Lara y otros personajillos.

Alguno de mis lectores me pregunta por qué le tengo desde hace unos días esa inquina al jefe de filas de la impropiamente llamada Izquierda Unida. Pues es fácil de explicar. El día en que el rey Juan Cárlos decidió dar a conocer su voluntad de abdicar, tuvo la deferencia de llamar por teléfono a cada uno de los secretarios generales de los principales partidos representados en Las Cortes, para comunicarles personalmente su decisión. Entre ellos, llamó a Cayo Lara. Un caballero abrumado por los conflictos internos de su formación política, una jaula de grillos ingobernable en un estado de ebullición que está poniendo en peligro hasta su permanencia en feudos históricos, como el municipio de Rivas-Vaciamadrid, donde poco ha faltado para que llegaran a las manos. Una deriva que no consigue contener con su nefasta gestión interna y que provoca una creciente sangría de seguidores hacia Podemos, Equo, y otras formaciones.

Al recibir la llamada del rey, a Cayo Lara se le abrió el cielo. Ya tengo el leit-motiv –pensó, lo que necesitaba para distraer a las bases y que dejen de cuestionar mi liderazgo: la República. Así que abrió el congelador y procedió a extraer el espantajo de la reivindicación republicana, lo puso a descongelar y se situó al frente del movimiento. Algo así como lo un día hizo Artur Menos al ver que su gestión económica le estaba llevando al colapso: le quitó el polvo al fantasma de la independencia, y se puso al frente. Ya les he contado que la mejor imagen de este tipo de actuaciones es la de Chaplin en Tiempos Modernos, cuando anda vagabundeando por la calle y, junto a él pasa un camión que transporta una viga que sobresale mucho, por lo que va señalizada con un trapo rojo. El trapo cae al suelo al pasar junto a Chaplín, quien lo recoge y corre tras el camión gritándoles para que se paren. Entonces, de una calle perpendicular desemboca una multitud enardecida que, al ver a Chaplin con el trapo rojo en alto, siguen tras él pensando que se trata de un líder revolucionario.

Si algo tenemos los viejos es un cierto instinto para detectar la impostura. Y yo veo en Cayo Lara la misma impostura que en Artur Mas. Son líderes postizos, coyuntural e interesadamente situados al frente de ideales que en el fondo les importan un rábano. En Cataluña, los verdaderos independentistas son los de Esquerra, con el señor Jonquera a la cabeza. Un sujeto que lleva en la cara lo que es, pero de cuya coherencia no cabe dudar, al mando de una formación que nunca hubiera pasado del diez o doce por ciento de votos que históricamente tenían. No estoy de acuerdo con sus ideas, pero le respeto. También tienen mi respeto los jóvenes que han salido a protestar a la Puerta del Sol con la bandera tricolor. Ellos no han conocido otra España y creen que la libertad es una cosa natural, que nadie te puede quitar. Y la república es una idea conceptualmente mucho más defendible que la monarquía, no lo niego. Lo que pasa es que los que somos mayores y hemos conocido la situación anterior, bajo el yugo de Franco-Franco-Franco, no queremos que vuelvan los viejos tiempos del cainismo y el retraso histórico.

El comportamiento de Cayo Lara en estos últimos avatares ha sido ruin, mezquino, poco caballeroso, inoportuno, antideportivo, irresponsable, antiestético y lamentable. Si el otro día me declaré monárquico ferviente, en el calentón de los primeros momentos, ahora en frío lo soy aun más. Y creo que lo que tendría que hacer el nuevo rey Felipe es convocar inmediatamente una consulta sobre si queremos monarquía o república. No le dejarán hacerlo los llamados poderes fácticos, pero sería la solución perfecta. Si gana la opción monárquica, ya tendría la legitimidad que algunos le regatean. Y si pierde, pues sinceramente este país habría demostrado no ser digno de tener un rey como él. Se habría revelado como un país de pandereta, un pueblo de borregos y guerrilleros, como certeramente lo define mi amigo el Coronel Groucho.

La cosa de Cataluña es más difícil de arreglar porque no está claro a quién preguntar. ¿A todos los españoles? ¿Sólo a los catalanes? ¿Por qué no sólo a los de Tarragona? ¿O a los de Lérida? Como en el caso del dilema monarquía-república, tal vez habría que dejarles que hicieran su consulta. A lo mejor se llevaban un chasco. El voto secreto da muchas sorpresas. ¿Recuerdan ustedes el referéndum sobre la permanencia o no en la OTAN? Corría el año 1984. Yo era tan ingenuo que hasta me jugué una cena con una amiga a que ganaba el no. Tuve que pagar la cena, por supuesto. Sin embargo, les invito a que hagan un experimento. Pregunten a toda la gente que conocen, cuál fue el sentido de su voto ese día. Yo lo he hecho y les juro que no he encontrado una sola persona que confiese que votó sí. Todo el mundo afirma con total seriedad que votó no. Entonces, ¿cómo es que ganó el sí? Está muy claro. Mucha gente dice que votó no, porque creen que eso es lo que mola, pero, al amparo del voto secreto, votaron justo lo contrario. Ahora en Cataluña es difícil encontrar un solo nen que diga que va a votar contra la secesión. Pero si se convoca la consulta, habría sorpresas.

Reanudo mi texto después de comer. Los helicópteros han vuelto a sus bases y la ciudad está tranquila. Es un alivio que esta vez no haya surgido ningún Mateo Morral. El viejo monarca le ha pasado los trastos al nuevo. Ahora habrá que acostumbrarse a llamarlos por su renovada denominación de marca: en vez de Príncipe Felipe, Rey Felipe. Yo propongo que a Juan Carlos se le trate de rey padre, igual que se trataba de reina madre a la inefable progenitora de la reina inglesa, que ni una sola noche de sus cien años de vida dejó de tomarse su gin-tonic de Beefeather antes de acostarse. A lo mejor el rey padre tiene algún hábito similar, lo que explicaría el formato y tonalidad que exhibe su nariz últimamente. Yo en su lugar no perdonaría un chupito de whisky Glenfiddich, para olvidarme de prótesis de cadera, urdangarines y otras desazones.

Esta mañana me he despertado al fragor del helicóptero y he bajado a dar una vuelta, porque no tenía nada con qué acompañar el café del desayuno. En el bar Vertical me han servido un trozo de bizcocho de miel y canela extraordinario. El tráfico estaba cortado, había cientos de policías de todos los cuerpos y los balcones de muchas casas aparecían engalanados con banderas constitucionales. Cerca de Neptuno, la masa aguardaba expectante, como si fuera a pasar el autobús descubierto del Aleti. Una vez pulsado el ambiente, he vuelto a casa y he puesto la tele, donde se ven las cosas mucho mejor que en directo. Tengo que confesar que, durante el discurso del nuevo Rey en Las Cortes, me he quedado dormido. Aunque sé que no es excusa, les confieso que anoche me tomé un somnífero, porque estaba agotado y nervioso, y a mí los efectos de estas pastillas me duran más que a las demás personas.

Después he visto cómo pasaban a saludarle uno a uno los presentes. Artur Mas estaba por allí y su saludo al nuevo rey me ha parecido afectuoso y correcto. Ya saben que ha declarado que venía a la ceremonia porque un estadista como él tiene que ser cortés con los jefes de los estados vecinos. A continuación, la pareja real se ha subido al coche descubierto para recorrer el trayecto hasta el Palacio Real, entre los aplausos de la multitud que les saludaba en la luminosa mañana madrileña. Algunos detalles que he observado. El vetusto Rolls Royce del Patrimonio Nacional tiene el volante al lado derecho. Pensé que databa de los tiempos en que en Madrid se circulaba por la izquierda, pero luego he leído que fue un encargo de Franco-Franco-Franco en 1948, así que no sé por qué no lo pidió con el volante en el lado izquierdo. En el balcón de la plaza de Oriente, a las niñas tuvieron que habilitarles un par de taburetes para que el pueblo pudiera aplaudirlas también a ellas. Ya saben, supongo, que estos eran los taburetes que en su día usaba Franco-Franco-Franco, por el mismo motivo de cortedad de estatura. A estos taburetes se les conoce también con el nombre muy cervantino de alzamicos.

Qué quieren que les diga. Ya sé que algunos de mis seguidores son republicanos convencidos, es algo frecuente entre mis colegas senderistas, compañeros de trabajo, amigos y conocidos varios. Pero yo escribo con el corazón y digo lo que siento. Y lo que siento es que, en estos momentos, la monarquía parlamentaria con el Rey Felipe a la cabeza, me remite a los aires de modernidad de Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda y otros estados modélicos. La algarada de los de la bandera tricolor me recuerda, en cambio, un pasado no muy lejano, un pasado de incultura y primitivismo, de charanga y de botijo, como el que retrataba la película Viridiana; un ancestro de miseria y retraso que no quiero que regrese. Sólo un dato: entre 1936 y 1939, la calle Mayor de Madrid no se llamaba calle Mayor. Su nombre se cambió oficialmente por el de calle de Mateo Morral. Un tipo cuyo mérito fue lanzar una bomba desde una ventana sobre una multitud de inocentes que saludaba el paso de un coche real como el que esta mañana ha cruzado el centro de Madrid. Un tipo que, en un segundo, causó en torno a sesenta víctimas, entre muertos, mutilados y otros heridos graves. Sin contar a los caballos. La República le puso su nombre a la calle donde lo hizo.

viernes, 13 de junio de 2014

260. ¡Viva el furgol!

Vaya, no es por presumir, pero…  Bueno, qué coño, la verdad es que sí es por presumir, para qué lo voy a negar. Quiero decir que, igual que reconozco que como pronosticador soy un desastre, tendrán que admitir que en ocasiones demuestro una cierta intuición para anticiparme a los acontecimientos. Por ejemplo, en el famoso asunto de los pedos del señor Draghi (posts #2 y #5), más de año y medio después, la amenaza de deflación ha sacado otra vez de su ostracismo a este esquivo caballero italiano, que se ha visto obligado a tirarse una nueva bufa, con perdón. ¿De qué otra forma calificarían ustedes su última y comentada declaración? Lo que ha venido a decir este señor es que, en caso de que fuera preciso adoptar medidas de inyección de dinero, recompra de activos tóxicos y otras similares, lo haría y no le temblaría la mano.

Estas medidas son en definitiva las quantitative easing que llevan aplicando los americanos desde que empezó la crisis (post #212), y los remedios que también han implementado (joder, qué palabro) los japoneses y los británicos. Y las que aplicaríamos nosotros si tuviéramos aun la peseta. Y las que la señora Merkel no permite en su Unión Europea, salvo caso de necesidad por estar en peligro la supervivencia del tinglado. La declaración de Draghi es poco más que una simple bufa, pero ya saben que, cuando Draghi se tira una bufa, baja la prima de riesgo. Ya les he dicho también que el hecho de que la prima se desplome y nosotros sigamos igual de jodidos, viene a demostrar que, cuando llegó a los 600 puntos, la cosa no era tan grave y peligrosa como nos dijeron; que se trataba de magnificar la amenaza para aprovechar y calzarnos unos recortes que, sin el terror previo, no hubiéramos tolerado. Todo esto de la prima de riesgo era un bluff, una simple añagaza (joder, qué palabra más hermosa) para llevarnos al huerto, más bien, erial socioeconómico en donde nos tienen ahora, cautivos y derrotados por los ejércitos del capital.

Otro tema en el que habrán de reconocer que me anticipé, es el de Ucrania. En el post #208, escrito el 3 de diciembre, explicaba yo lo que se estaba jugando en ese país del Este, aunque he de admitir que no creía entonces que las tensiones estratégicas que amenazaban con desgarrar ese inmenso y castigado territorio, fueran a estallar tan pronto y de forma tan brusca y dramática. Por último, lo que está empezando a pasar hoy en Brasil, también lo anuncié como posible en los posts #224 y #226, allá por el mes de enero. Hasta aquí me he citado a mí mismo seis veces y he estado a punto de ponerles eso de pinchar AQUÍ, pero he preferido señalar los números de post, para que quien quiera los busque en el lado derecho del Blog. No se lo voy a dar todo masticado y digerido. Cualquiera de los seis posts que les cito es de lectura interesante, siempre en mi opinión. Hala, ya no presumo más.

Quedémonos en Brasil.  La contestación contra el Mundial surgió hace tiempo en Sao Paulo y se extendió a todo el país. Al frente del gobierno, la señora Roussef (por cierto antigua guerrillera del grupo antifascista COLINA, en los sesenta), está tan acojonada que, según sus propios datos, ha desplegado a 160.000 policías y militares para garantizar la seguridad de los eventos en las doce sedes, y se ha gastado 20 millones de euros en material militar, una inversión que duplica la comprometida por Sudáfrica, con ocasión del Mundial anterior. Un esfuerzo económico y de personal que se empleará en defender a los ricachones de la FIFA de la justa ira del pueblo al que esos mismos efectivos deberían proteger. Tal vez hubiera sido más conveniente invertir la mitad en seguridad, como en Sudáfrica y, con los diez millones restantes, construir escuelas y hospitales, esas minucias que reclama la población más necesitada de un país con unas desigualdades tremendas. ¿Que es un argumento demagógico, me dicen? No, no. No lo creo. A lo mejor lo sería si dijera que no se celebrase el Mundial y se empleara todo el dinero en trabajar para la igualdad social. Yo no digo eso. Yo digo que sería más razonable invertir mitad y mitad. No soy un radical con coleta, ya saben que soy un jodido pactista moderado y encima futbolero.

Es que del futbol se aprende mucho. Por ejemplo, ya les he contado que el Depor subió finalmente a Primera, a pesar de que sólo ganó uno de los últimos siete partidos. Estaban tan asfixiados que jugaban contra cualquier panda de mataos y perdían. Pero sucedía que los equipos que lo seguían en la clasificación jugaban después y también perdían. No aprovechaban la ventaja que les concedía el equipo coruñés. Así han llegado a la meta. El Depor delante, por los pelos, y los otros detrás. El Depor está en Primera, con la puntuación más baja, históricamente, desde que se estableció el sistema de que ascendieran los dos primeros clasificados de Segunda. ¿Por qué les cuento todo esto? Pues porque veo una analogía con la situación política nacional. El PP no lo ha podido hacer peor. Ha desmontado el estado de bienestar hasta extremos impensables hace tres años. Ha recuperado la religión en los colegios y promovido una Ley del Aborto de Gallardón que nos pone a la cola de Europa. Y muchas más cosas. Aquí tienen uno de los múltiples anuncios que circulan por Internet.


Muy bien. Cualquiera pensaría que los demás partidos adelantarían fácilmente al PP en la carrera hacia las próximas elecciones (locales y autonómicas). Pero ¿qué hacen estos partidos? Pues, como los rivales del Depor, jugar después y perder por goleada. Desaprovechar la ventaja. Rajoy les estaba poniendo a huevo la victoria en las elecciones de los próximos diez años. Pero, como sigan así, mucho me temo que vuelvan a perder. El que avisa no es traidor. ¿De verdad ven ustedes al PSOE con capacidad de generar algún líder que conecte con el personal y gane alguna de las próximas elecciones? Por no hablar del gallinero del señor Cayo Lara. Podemos empieza a descomponerse y cae presa de sus propias contradicciones fundacionales: ahora sale nada menos que el Círculo de Enfermeras (que no de Lectores) a disputarle el liderazgo a Pablo Iglesias. Como no espabilemos, nos vuelve a ganar el PP en todas partes, porque además cuenta con la posibilidad del apoyo cantado de los Upeydeiros en donde les haga falta. Pero nada: nosotros encelados con la República y el referéndum, abducidos por una flauta de Hamelín no muy diferente de la que siguen los catalanes.

Ya hablaremos del rey y la sucesión en textos post-eriores, que esto iba de furgol y estoy casi acabando y apenas he hablado de furgol. Entre renglón y renglón estoy viendo el partido inaugural Brasil-Croacia, aunque bien es cierto que lo tengo sin sonido. El gran notición del día en el universo del futbol es que Cesc Fábregas se vuelve a Londres. Gran tipo este Fábregas y muy buen futbolista. No sé si conocen su historia. Nacido en un pueblo que no recuerdo, recala en el Barça de juveniles y empieza a trabajar. A los 16 años suceden dos cosas en su vida. Sus padres se separan y los ojeadores del Arsenal londinense le ofrecen un contrato. Yo no digo que las dos cosas tengan relación, juzguen ustedes por sí mismos y que cada uno piense lo que quiera. Con 16 añitos, el chaval se planta solo en Londres, sin saber una palabra de inglés. No se va, como hacen algunas figuras, con novia, padres, cuñados, etc. Pero sigue trabajando y aprendiendo.

Tras un año en los juveniles del Arsenal, el entrenador francés del club, Arsene Wenger, lo sube al primer equipo. Y se convierte, con 17, en titular y en el ídolo de la grada que, domingo tras domingo, entona unánimemente su nuevo cántico: Fabregás, Fabregás, he’s only seventeen, but he’s better than Roy Keane. Roy Keane era en ese tiempo el orgulloso líder del Manchester United, rival del Arsenal. Con 21 es ya el capitán del equipo. Va a la selección y participa decisivamente en la primera Copa de Europa y en el Mundial de Sudáfrica. En las celebraciones del Mundial en Colón, su amigo Pepe Reina, micrófono en mano, lo presenta como el empanao más empanao de todos los que conoce. Fábregas tiene de empanao sólo la mirada. A poco de llegar a Londres se echó una novia, Carla, que le duró siete años, hasta que conoció a su actual pareja, Daniella, una libanesa guapísima doce años mayor que él, por entonces casada y con dos hijos.

Y entonces empiezan a darle el coñazo desde el Barça: que se venga para casa, que él es catalán, que tiene que apoyar al equipo de su tierra (más que un club: un puticlub, como se ha visto en estos últimos años), que qué pinta él en Londres, que tiene que estar con los suyos y apoyar el proceso colectivo en el que andan todos embarcados. Le ofrecen el oro y el moro y le convencen de que se tiene que ir a Barcelona. Daniella se va con él, mientras tramita su divorcio, esperando encontrar una ciudad cosmopolita, mediterránea y acogedora, como era Barcelona hasta que la han estropeado los paletos.

Tres años después, en esta irreconocible Barcelona chata y provinciana, a Fabregas no le quieren. Un tipo tan cosmopolita como él no tiene sitio allí. Le silban en el campo y le ningunean en la calle. Y por eso se va. Vuelve a su querida Londres. El lugar donde ha sido más feliz. Daniella ha ganado su demanda de divorcio y se ha quedado con la mansión familiar. Una casa lujosa, que espera a la pareja. Y, sobre todo, una ciudad libre, abierta, sin los ruidos del nacionalismo. 

Esa es mi interpretación, como siempre sesgada y partidista. Aquí no se informa, aquí se opina. Mis textos están compuestos de dos cosas: datos (ciertos) y valoraciones sobre esos datos. Los datos pueden creérselos. Las valoraciones son mías, no tienen por qué compartirlas. Brasil ha ganado, como era de esperar, y yo me voy a dormir. Que descansen.

lunes, 9 de junio de 2014

259. Dietas y sobrepeso

Entre abdicaciones, Podemos, el Depor en Primera y otras novedades, se nos ha pasado desapercibida una noticia curiosa: hace unos días se murió el hombre más gordo del mundo, registrado como tal en el libro de los records Guiness. A partir de ello, he buscado los datos sobre la alimentación en el mundo que periódicamente renueva la FAO, organización de la ONU para la agricultura y la alimentación. Esos datos están entre los que mejor caracterizan este esquizofrénico planeta superpoblado en que vivimos. Según dicho organismo, en estos momentos pasan hambre cada día, de forma crónica y sin grandes esperanzas de cambio, en torno a 842 millones de personas en todo el mundo. Esta cifra ha disminuido en 156 millones desde 1990, gracias en parte a los esfuerzos del PMA, Programa Mundial de Alimentos, cuya página Web pueden consultar AQUÍ si lo desean.

Pero es que, en paralelo, estas organizaciones alertan de que en el mundo existen ahora mismo 2.100 millones de personas que sufren sobrepeso, cuando no directamente obesidad. Si la población mundial totaliza en estos momentos unos 7.200 millones de infelices como usted y como yo, quiere decir que, de cada diez personas, una está pasando un hambre de la hostia, seis se las apañan y tres están como focas. No hay mejor metáfora de la realidad del mundo del siglo XXI. Los datos relativos a obesidad y sobrepeso son confusos, como los del paro en España: depende de cómo se midan. Lo único definido es un indicador llamado IMC, índice de masa corporal. Los que lo tienen por encima de 25 se entiende que padecen sobrepeso y a los que pasan de 30 se les considera obesos. A partir de ello, he encontrado unas cuantas escalas sobre los lugares en donde hay más gordos, que difieren en sus resultados.

Según algunos, el país con más gordos son los Estados Unidos; según otros, recientemente les ha adelantado México. En todos estos ominosos rankings aparecen bastante arriba, además de los dos citados, Nueva Zelanda, Arabia Saudí (especialmente en lo que respecta al género femenino, al moro le gusta tener de dónde agarrar), algunos de los países minúsculos de la Polinesia y, por supuesto, Gran Bretaña, por lo que yo pude ver, seguramente a causa de los escoceses que, si llegan a independizarse, se situarán  muy cerca de la cabeza. En general creo que donde más obesos hay es en Estados Unidos; se suele citar a Filadelfia como la capital de los gordos. Los especímenes que he visto yo en USA y en Escocia son auténticos minusválidos. No pueden viajar en avión, no caben por la puerta del autobús. Necesitan ayuda para todo. Resoplan agotados en cuanto dan dos pasos.

En México, la cosa es también dramática. El hombre más gordo del mundo era precisamente mexicano, se llamaba Manuel Uribe y llegó a pesar 560 kilos, cifra con la que fue inscrito en el Guiness Book. Este pobre desgraciado tenía 48 años, vivía (es un decir) en Monterrey, nuevo León, y llegó a estar más de nueve años sin poderse mover. En Internet hay muchas fotos del angelito, no les pongo el link, que no quiero estropear mi blog con imágenes tan morbosas y desagradables; el que quiera, que las busque en la red. En casi todas el hombre aparece sonriente, recostado en un camastro, supongo que reforzado, y desnudo excepto por una sábana que lo tapa (no hay ropa de su talla). Para llevar sus restos al tanatorio tuvieron que usar una grúa. Y, ya puestos a los datos sorprendentes, resulta que el tipo se casó en 2008, hace nada, de lo que hay también profusión de fotos. Hubo que habilitar un transporte especial para trasladarlo al altar.

Este es sencillamente un caso extremo, pero la obesidad es un problema mundial, sobre todo la obesidad infantil. Y, como siempre en estos casos, surge un nuevo sector comercial: el de las dietas y regímenes, en donde conviven los procedimientos serios, dirigidos por médicos, con los estafadores que se lucran de la ingenuidad de las personas crédulas. Así funciona el mundo. El que es gordo quiere ser delgado y el delgado quiere ganar peso. Todo el mundo quiere cambiar a capricho. Tal vez no lo sepan pero, en este momento, el sector comercial del borrado de tatuajes supera ya en facturación al propio sector de tatuadores. De la misma forma florecen por todos lados especialistas en programas de desconexión de los abducidos por sectas, así como sistemas quirúrgicos para destorcer a los tullidos, estirar a los bajitos, convertir a hombres en mujeres y viceversa, eliminar el vello a los peludos y la Biblia en pasta. En Brasil, las mujeres más valoradas son las que no se han retocado nada. Lo malo es que ya no queda casi ninguna. Resumiendo: estamos locos.

Lo de las dietas es, pues, una de tantas patologías de esta sociedad de locos. La gente se mira al espejo, no se gusta y se pone a dieta. Se obsesionan por lograr un pandero como el de la chica de la foto. E inmediatamente, se convierten en carne de cañón para vendedores de falsos milagros. Yo no sé mucho del tema, la única dieta que he practicado es la del cucurucho, así que me he informado al respecto en la red, y he descubierto con sorpresa que algunas de estas dietas son muy populares. Vean por ejemplo la llamada dieta de la alcachofa, publicitada por mujeres famosas a las que yo ni les pongo cara, porque no veo la tele: Rociito, Chabelita y Caritina Goyanes, no sé si el abuso del diminutivo tiene algún significado irónico en relación con señoras a las que presupongo orondas, al menos antes de aplicarse esta dieta, que consiste en estarse varios días sin comer otra cosa que alcachofas, que son un diurético potente. Parece que, si se hace con rigor, se adelgazan hasta tres kilos diarios. También se dispara el ácido úrico y otros efectos similares, pero eso no lo dicen.

Más dañinos a medio plazo resultan otros sistemas, como la popular Dieta Dukan, promovida por un pollo franchute al que el Colegio Médico ha expulsado de sus filas. La cosa consiste en alimentarse casi exclusivamente a base de proteínas, lo que normalmente acaba por afectar al colesterol, el ácido úrico y la tensión. En este grupo se cuenta también una dieta cuyo nombre no recuerdo, que incluye la ingesta diaria de cuatro a seis huevos. Eso ya debe de ser el colmo de los efectos secundarios dañinos. No sé si vieron una vieja película de temática carcelaria en la que el protagonista, al que interpretaba Paul Newman, se retaba con otro preso a ver quién era capaz de comerse más huevos duros seguidos. Ganaba Paul Newman, por supuesto.

De todas formas, el resultado más común entre los adictos a las dietas es el llamado efecto yo-yo: los tipos pierden un montón de kilos, se hacen unas fotos, felices por el éxito, y con la alegría se ponen a comer otra vez y recuperan los kilos perdidos. Los que sufren este síndrome, repiten una y otra vez el proceso, con resultados cada vez más desalentadores. A lo largo de mi vida he tenido oportunidad de conocer a algunos gordos adelgazados y vueltos a engordar y puedo certificar que todos tenían muy mala leche, algo que no es de extrañar. Pinchando AQUÍ, encontrarán un reportaje con testimonios de un par de personas que pasaron por ese calvario, con fotos de antes, después y mucho después.

Con esto de la crisis, algunas administraciones públicas se han visto también sometidas en los últimos años a dietas radicales para despojarlas de las grasas superfluas funcionariales, pero siempre acaban engordando por otro lado. Vean, por ejemplo, lo que sucede con el Ayuntamiento de Madrid. Me dicen que uno de cada cuatro trabajadores del área a la que pertenezco ha causado baja en el último año, por traslados, jubilaciones, fallecimientos o fin de contratos eventuales. Como era de esperar, las grasas están rebrotando en otras áreas, como Hacienda o Medio Ambiente, que no paran de crecer. No sé por qué el señor Rajoy y los suyos no le aplican una de estas dietas al llamado estado de las autonomías. El país se volvería mucho más ligero y grácil si se librara de unos cuantos gobiernos regionales y diputaciones.

En fin, yo tengo la suerte de estar moderadamente delgado, después de años de hacer deporte y practicar la dieta del cucurucho, la única agradable y eficiente. ¿Cómo? ¿Que no saben en qué consiste? ¿De verdad? Pero mira que son ustedes ignorantes. ¿Es posible que haya alguien que no la conozca? Bien, como parece que algunos de mis seguidores están en la inopia, tendré que aclararlo. La dieta del cucurucho: comer poco y follar mucho. Sean felices.

miércoles, 4 de junio de 2014

258. Becarios

Bueno, pues aquí me tienen otra vez dispuesto a seguir dando caña, al acecho del 40 de mayo, celebrando que hasta ahora no nos hayamos tenido que quitar el sayo, porque estamos teniendo una primavera preciosa, mientras se prepara el cambio de rey, el Depor ha vuelto a Primera, y en las calles de la ciudad de pronto han florecido cientos de obras, que tienen de los nervios a los automovilistas en la línea de los mejores tiempos de Álvarez del Manzano. Tras dos años sin Operación Asfalto, este sarpullido de zanjas parece sugerir que la señá Alcaldesa ha decidido por fin abrir los paquetitos de monedas de dos euros y la hucha de los centimitos que tan diligentemente ha ido juntando desde su nombramiento, para hacerle un peeling a nuestras castigadas calzadas llenas de agujeros de tamaño al borde de lo peligroso. A lo mejor es para que no se escorromoñen los usuarios de las nuevas bicicletas de alquiler que, por ahora, brillan por su ausencia, aunque se anunciaban para el mes pasado.

¿Cómo? ¿Qué? ¿Que si ya se ha terminado mi punta de trabajo mañanero? ¡Pero mira que tenéis ustedes mala leche, joé! ¿Y en qué lo han notao, zi ze pué zaber? Ustedes lo que sois es unos malpenzao’, hombre. Sí, sí, ya sé que “piensa mal y acertarás”, pero es que no sabe uno a qué atenerse: si escribo poco, me echan de menos y me preguntan todo el rato si me pasa algo y, si escribo mucho, me vienen a tocar los cataplines con que si ya se ha terminado la punta de trabajo. Bueno, pues sí, se ha terminado, qué pasa. Hasta que venga la próxima. Mi trabajo en el último mes no es que haya sido muy enriquecedor a nivel personal, pero al menos era útil y necesario, me mantenía entretenido y me libraba del bucle de la autocompasión, un sentimiento negativo muy poco fructífero.

Hoy toca poner verde a la prensa. Dentro del deterioro que están sufriendo determinadas instituciones en nuestro país, la prensa es uno de los estamentos que más se ha degradado con la crisis. Digo “en nuestro país”, porque uno pilla el New York Times, o Le Figaro, y la cosa no tiene nada que ver. Artículos de fondo bien expuestos y bien estructurados, con su planteamiento, nudo y desenlace como mandan los cánones, su redacción exquisita, sus fuentes contrastadas y su prioridad y oportunidad debidamente aquilatadas. En los países más prósperos de occidente hay unos periódicos extraordinarios, desde el Frankfurter Allgemeinen Zeitung a Il Corriere della Sera. En España, siento decirlo, pero el único que se ha acercado a esos niveles de calidad ha sido El País en su época inicial, hasta que Cebrián desplazó de la primera línea a la familia Polanco.

Tengo varias cosas que echarle en cara a la prensa actual. En primer lugar, no se informa, se jalea. Es difícil encontrar informaciones imparciales. Todo tiene una intencionalidad. Por ejemplo, el otro día se juntan 20.000 personas en la Puerta del Sol a pedir un referéndum sobre la disyuntiva monarquía-república. Bueno, pues El inMundo magnifica la protesta, la lleva al primer lugar de sus portadas y hasta la retransmite en directo (un verdadero coñazo; entré un par de veces con un intervalo de más de una hora: imagen y sonido eran idénticos). Ese periodicucho está estos días en plena campaña de dar miedo mostrando a los izquierdistas con cuernos y rabo, en hordas dispuestas a la quema de conventos al mando del señor Pablo Iglesias y otros coletudos. Por una simetría previsible, El País pasa de puntillas sobre el tema, como si en la plaza no hubiera habido 20.000 personas, sino cuatro viejos engañados. Han decidido apoyar la monarquía y están dispuestos a usar la sordina cuanto haga falta.

Ya he dado mi opinión sobre este tema: a mí que tengamos una monarquía o una república me la bufa, no creo que sea el momento de plantearlo; por motivos pragmáticos me declaro monárquico, porque eso es lo que tenemos y para qué perder el tiempo en cambiarlo y además me cae mejor el príncipe que cualquiera de los políticos de ahora. Lo del referéndum me parece algo antiguo, superado y casposo, no me sorprende que lo promuevan Cayo Lara y sus huestes y me decepciona que se sumen a la onda Podemos, Equo y otros movimientos, que yo creía que incluían a Izquierda Unida entre la casta a la que critican. Sin embargo no he encontrado este tipo de opiniones, que comparte mucha gente, en la prensa cotidiana.

Otra cosa que me molesta de los periódicos es que sólo sacan una noticia cuando les parece que apoya una línea determinada. No les sorprenderá saber que varias veces a lo largo de mis más de 40 años de circular por Madrid he llamado a la prensa con primicias del estilo: están talando los árboles centenarios de la plaza X, o están empezando a demoler un edificio con la máxima protección en el número tal de la calle cual, mandad un fotógrafo, pero daros prisa que dentro de media hora no quedan ni los cimientos. Pues no he logrado que salga una sola noticia, ni siquiera en las páginas de contactos eróticos. Alguien del periódico ha decidido que la tal noticia no servía para su campaña contra el alcalde o alcaldesa X, por lo que no era digna de ocupar espacio. Para que se pongan con un tema, alguien tiene que darles la salida.

Pero, como profesional de la palabra, lo que me pudre la sangre es lo mal que se escribe en todos lados. No hay correctores y las informaciones que no vienen respaldadas por una firma de postín, se encomiendan a cuatro becarios a los que pagan una miseria, y de los que es dudoso que hayan hecho ni la ESO. Les traigo aquí dos ejemplos de la prensa de hoy, escogidos al azar, y les pido que los lean. Para el primero, pinchen AQUÍ. Veamos lo que nos cuentan. Según el primer párrafo, la señora de la foto fue detenida gracias a que un ciudadano la reconoció en un supermercado de Lavapiés y avisó a dos agentes. Curioso que un tipo se vaya de compras y reconozca a una delincuente de Barcelona entre los tanques de detergente y los limpiacristales. Y que avise a unos policías. Y que vengan a tiempo, con lo que suelen tardar. Luego se cuenta que la doña está implicada en varios crímenes más o menos sangrientos. Los cometió con un sujeto que “ahora está en prisión”, aunque a continuación se dice que se fugó en 2011. ¿En qué quedamos? Más abajo se dice que la señora ha sido detenida gracias a un tipo que la reconoció por la calle hace varios días y se lo dijo a unos policías que patrullaban por allí. Eso es más creíble, en las calles hay más mirones y ociosos que en los supermercados, pero se contradice con el párrafo primero.

Así que parece que hubo tiempo de que vinieran a Madrid unos mossos de escuadra, por si tenían que reducirla, que ya sabemos que para esa tarea se dan mucha más maña que los policías de Madrid, unos nenazas que no matan ni a una mosca. Es decir, que a la doña la tenían vigilada y esperaron a que bajara al supermercado para echársele encima. Sinceramente: ¿creen que la noticia está bien contada? Para colmo, en la foto se ve que a la señora la están sacando del Teatro Valle Inclán, en cuyo hall la debieron de meter para comprobarle las huellas dactilares. Pero el pie de foto dice “Momento de la detención de Mar Casimiro”. ¿No sería más exacto decir: Mar Casimiro tras ser identificada? Y qué decir de la redacción: “cuando ya confirmó la identidad, los agentes contactaron…” Sobra el ya. Y no hay concordancia verbal. Debería decir: “cuando se confirmó su identidad”, o “cuando confirmaron su identidad”. El becario no repasó su texto y nadie se lo revisó. Son los recortes de la crisis.

Les pido ahora que lean esta noticia del Marca, pinchando AQUÍ. Según el titular, el portero del Las Palmas, Barbosa, no admite que salieron de farra después de perder su partido en Mallorca. Pero uno lee la noticia y descubre que el portero dijo justo lo contrario: que sí que salieron (los vio todo el mundo) si bien aclara que no se pillaron un gran pedo ni cantaron el Asturias patria querida. Más abajo el becario entrecomilla una frase textual de Barbosa: “lo que pase fuera del campo hay que dejarlo ahí”. Dudo que el futbolista haya dicho eso, porque en el futbol la frase proverbial es que lo que pasa dentro del campo, ha de quedar ahí. Este debe de ser un becario con una cierta forma de dislexia que le lleva a escribir lo contrario de lo que quiere decir. Le ha pasado dos veces en un texto tan pequeño.

Cada vez se escribe y se habla peor. Les dejo con una imagen que ilustra perfectamente lo que les quiero decir. Duerman bien.




lunes, 2 de junio de 2014

257. Por qué no se callan

Bien, hubo elecciones europeas y allí surgieron dos temas: la abstención galopante, que ya se analizó hace un par de posts, y el huracán Podemos, que sorprendió incluso a los propios promotores de la idea, aunque lo nieguen. ¡Hemos podido! –gritaba alborozada mi compañera África al día siguiente en el curre. Ya les conté que varios de los miembros de mi grupo senderista llevan desde hace tiempo chapitas de Podemos. Pero yo no les voté, por las razones que también expliqué con detalle. En los días posteriores, la cascada de descalificaciones al señor Pablo Iglesias me hizo reconsiderar mi aversión inicial. Especialmente la andanada que le dedicó Rosa Díez. Alguien que gusta tan poco a Rosa Díez, ya tiene bastantes puntos conmigo. Sólo me faltó que le criticara Artur Menos. Si eso llega a suceder, me habría vuelto seguidor rendido de Podemos.

En esos días leí un certero y desternillante post del Blog que firma David Torres bajo el título genérico de Punto de Fisión. David Torres es un escritor joven que tiene varios premios de novela. Este sábado firmaba en la Feria del Libro y estuve a punto de comprar su última obra. Pero tenía una pequeña cola de seguidores y decidí pensármelo. A media distancia me pareció un tipo simpático y gamberro, que bromeaba todo el rato con los que hacían cola para que les firmara su novela. Sus posts son muy buenos, como ese en el que empieza diciendo que la noticia no es que Rubalcaba se vaya, la noticia es que todavía estaba. Pero el post del que les hablo explica exactamente lo que yo estaba pensando de Podemos, con una gracia que yo no tengo ni de lejos. El texto se llama Orgullo friki, y les pido que lo lean ahora, pinchando AQUÍ (si están comiendo, paren, a ver si se van a atragantar de la risa).

¿Verdad que es sensacional? Cada vez que pienso en Aznar haciendo abdominales mientras repite mire usté, mire usté, mire usté, es que me da algo. Bien, les llamo la atención sobre una frase concreta: “aún no sabemos si Pablo Iglesias es el Mesías o Brian”. Nada más cierto. Esa noche volví a ver al nuevo fenómeno mediático en su habitual debate de la tele, defendiendo sus tesis con la serenidad y contundencia acostumbradas, de los ataques de ese ser repulsivo que se llama Eduardo Inda, director efímero del Marca, periódico al que rebajó al nivel rastrero de los diarios deportivos catalanes, hasta que le echaron. Entonces se refugió en El inMundo donde se dedica a buscarles la mierda a los demás, algo en lo que es experto. Decía que Pablo Iglesias se defendió muy bien y, entre unas cosas y otras, llegué a pensar que me había equivocado al no votarle.

Fue una sensación efímera. Hoy me he vuelto a reafirmar en mis reservas. ¿Por qué? Pues porque el señor Iglesias ha salido en un vídeo pidiendo la convocatoria ya de un referéndum sobre si monarquía o república, sumando su voz a la de Cayo Lara y otros portentos. En primer lugar, el hecho de sacar ese tema justo en este momento, me parece inoportuno, poco caballeroso, antideportivo y no exento de riesgos de joderla del todo. Dejen que la sucesión se produzca de forma tranquila, digo yo, dejen que funcione el mecanismo previsto en la Constitución y veamos qué tal se porta el nuevo rey. Si lo hace mal, entonces exijamos un cambio de modelo. Salir ahora con las banderitas tricolores a la Puerta del Sol, es para mí algo comparable a lo que hacen los del hare krishna cuando pasan tocando sus sonajeros. Un mantra. Y encima tienen que hacerlo en mi  barrio (ya tengo el helicóptero en el cogote).

Muy bien. ¿Quieren guerra? Pues allá voy. Desde este mismo momento me declaro monárquico furibundo. Luego les explico por qué. Sé que muchos de mis lectores esperaban exactamente lo contrario, pero ya saben que, con tal de llamar la atención soy capaz de cualquier extravagancia. Para empezar, admitirán que la alternativa monarquía-república no es en estos momentos el problema prioritario entre los que tenemos en este país. Al lado del paro, los catalanes, Rajoy, el PSOE y otras desgracias que nos afligen, el modelo de régimen es un asunto insignificante. Que ahora nos pongamos a discutir si monarquía o república en la coyuntura socioeconómica que vivimos, me parece cuando menos una frivolidad.

Pero es que, además, la alternativa republicana, no me mola nada. Porque tendría que tener un presidente y, a día de hoy, ese presidente saldría de la casta política que tan bien ha caracterizado Pablo Iglesias. ¿Imaginan de presidente a Felipe González? ¿Acaso creen que no se apresuraría a postularse para el cargo? Por no hablar de Aznar. Y les recuerdo que, al lado del presidente, habría una primera dama. Vomitivo. Francamente, para eso, prefiero a Felipe Sexto. Pero los ejemplos que les he puesto no serían los peores. ¿Imaginan a Rosa Díez? ¡¡Qué horror!! ¿Y a Cayo Lara? En fin, no sigo. Creo que el surgimiento arrasador de Podemos ha prendido en la ciudadanía precisamente por su crítica a la casta política. Y creo también que Felipe (Sexto, no González) está mucho más preparado para el cargo que ninguno de estos impresentables.

En fin. Si se empeñan en que hagamos un referéndum sobre el modelo de Estado, desde aquí les pido por favor que incluyan una tercera forma, la mía. Ni monarquía ni república. Estado federal, con un presidente elegido cada cuatro años y sin primer ministro. O con primer ministro, pero sin presidente. Con un Jefe del Estado nos basta. Al estilo americano. Los Estados Unidos de España. Si no queremos rey, yo tampoco quiero presidente. Esa sería mi primera opción. Y la segunda, desde luego, la monarquía. La república, para mí, lo último, en estos momentos. Ya es bastante con las dos que hemos tenido. La primera no duró ni un año. Y la segunda tuvo nada menos que 13 presidentes. Necesitamos algo más estable para afrontar la crisis con garantías. El cambio de monarca no debería ser más traumático que los acaecidos recientemente en Holanda y Bélgica. En estos países, como en Suecia y Noruega, dos estados modélicos, los reyes son una curiosidad, como aquí los toros y el flamenco. Aparecen en las postales turísticas y nadie se plantea echarles. No molestan.

He de añadir que los mercados han reaccionado con indiferencia total a estas elecciones en las que por todas partes han surgido opciones que ponen en cuestión su supremacía. Están tan seguros de su dominio que se la bufa que ganen los euroescépticos y la señora Le Pene (la e final me la ha añadido el corrector de Word, lo juro). En relación con esto, les  sugiero que lean, pinchando AQUÍ, el análisis siempre certero de mi tocayo Emilio de la Peña. Añadiré que esta tarde he consultado la prima de riesgo y, como me temía, el que nuestro rey abdique se la trae al pairo. A este respecto, un  teorema. La prima de riesgo está por los suelos, pero nosotros seguimos estando bien jodidos. ERGO, cuando la teníamos por encima de 600, la situación no era tan nefasta y peligrosa como nos dijeron. Nos engañaron como a chinos (de los de antes, ahora nos engañan ellos a nosotros), nos metieron el miedo en el cuerpo para vendernos como inevitables los recortes que hasta entonces no se atrevían a proponernos. Una estafa.

No puedo terminar sin rendir un pequeño homenaje a nuestro rey durante 39 años (más que Franco), los mejores de nuestra historia, a pesar del desastre de estos últimos siete. Fue el personaje clave en el 23-F, junto con Suárez y Gutiérrez Mellado. Tres héroes. Y digo esto a pesar de que me creo a pies juntillas todo lo que cuenta Pilar Urbano en su libro-ladrillo que no pienso leer. No importa. A mí me caía y me cae bien. Y quiero recordarle hoy, en esta hora amarga en que se va porque cree que ese es su deber. Como el día en que se saltó los protocolos para mandar callar a Hugo Chávez, con la frase mítica que remeda el título de este post. Ya sé que muchos de mis lectores no comparten este sentimiento, pero para mí el rey era un tipo entrañable al que echaré de menos. Aunque matara elefantes. Un colega. Desde este modesto foro, mi tributo más sincero: gracias por todo, majestad, tío.