viernes, 30 de mayo de 2014

256. Fútbol y literatura

Bueno, el Deportivo de mis amores tiene un ochenta y tantos por ciento de posibilidades de volver a Primera División en la jornada del próximo fin de semana. De las 27 combinaciones de resultados posibles en las dos jornadas que restan, ascendería en 22. El único equipo que podría quitárselo es el Sporting de Gijón, que para ello tendría que ganar los dos partidos que faltan y que el Depor perdiera los dos suyos. Si el Sporting cede tan sólo un empate en cualquiera de esos dos partidos pendientes, entonces el Depor subirá aun perdiendo los dos. Por si acaso el Sporting gana los dos, el Depor necesita al menos un empate. A mí lo que me gustaría es que subiera perdiendo los dos, a ver si entra en el Guiness.

Porque, desde hace más de un mes, el equipo está empeñado en perder todos los partidos, a ver si le adelantan los demás pero, después, sus contrincantes van y pierden también. Es como si nadie quisiera subir. Este año, los equipos punteros de Segunda están reproduciendo la costumbre tan española de cederse el paso delante de cualquier puerta. Es éste un hábito que asombra, por ejemplo, a los anglosajones. Me contaron de cierto humorista británico (tal vez George Bernard Shaw, no lo recuerdo), que decía: “los españoles pierden mucho tiempo cada día cediéndose el paso ante las puertas, pero luego lo recuperan abrochándose la bragueta fuera de los aseos sin dejar de andar”. Bien, pues el Depor lleva un mes delante de la puerta de la Primera División, diciendo a los otros equipos: “pase usted, no, no, por favor, usted primero…”

El fútbol es un juego de estrategia (como el ajedrez) además de músculo y talento. Como juego de estrategia tiene un componente épico y toda la literatura que gira a su alrededor es también la literatura de la épica, la narrativa de los hechos legendarios. Los fundadores de este género literario fueron los griegos, como todo el mundo sabe, y en la épica griega tiene una importancia capital el destino, los hilos fatales que manejan los dioses, capaces de conducir a sus héroes a un destino fatal escrito en su perfil genético desde el principio de los tiempos. Los dioses griegos eran una panda de cabrones y a mí me resultan más creíbles que ese Dios edulcorado nuestro, empalagoso de pura bondad. Yo soy razonablemente ateo, pero me creo más que pudieran existir unos dioses taimados, inestables, iracundos, incluso traviesos, urdiendo por ahí arriba todas las putadas que nos afligen a los humanos.

No quiero herir sensibilidades, yo soy una persona respetuosa con todas las creencias pero, por ejemplo, el dios de los musulmanes se acerca más a ese perfil colérico, caprichoso y tirano que yo presupongo al personal divino (no olviden que Mahoma era un general guerrero). Y, desde luego, mi pasaje preferido del Nuevo Testamento es ese en que Jesús, látigo en mano, echa a hostias del templo a los mercaderes que lo ocupan. No se imaginan ustedes el placer que me daría a mí quitarme un día el cinturón y empezar a repartir zurriagazos en mi lugar de trabajo. No iba a quedar un solo mercader sano (eso solían decir los padres cabreados en los tiempos en que yo era  un niño: ¡¡A QUE ME QUITO EL CINTURÓN!!) Cristo tenía su genio, y eso es lo que más me gusta de él.

Pero volvamos al fútbol. El Depor es un equipo propenso a los hechos desmesurados, las jugarretas del destino, los giros inesperados de la suerte, que convierten las fiestas presuntas en entierros crueles. La historia del penalti de Djukic es algo de un sadismo que ningún escritor podría jamás imaginar. Sólo puede concebirla un dios. Ya les he contado que el escritor leonés Julio Llamazares supo entrever desde el principio el potencial literario de esa historia. Su libro de relatos “Tanta pasión para nada” (Alfaguara, 2011), que tengo dedicado por el autor de su puño y letra, se abre precisamente con el cuento titulado “El penalti de Djukic”. El relato comienza cuando el jugador empieza a correr y termina cuando golpea el balón para fallar. En esos segundos interminables, como les sucede a los condenados a muerte, su cabeza revive toda su historia personal, desde que era un niño en su Serbia natal.

Tampoco es manca la historia de cómo se truncó el acceso del Depor a la final de la Champions por las malas artes de un tipo gris y taimado, llamado Mourinho, entonces desconocido y al frente de un equipo mediocre, al que la suerte (los hados al fin y al cabo) catapultó al Olimpo de los personajes mediáticos más conocidos, a pesar de ser mal entrenador y peor persona. Todavía estoy esperando que este clásico villano caiga y tenga que ganarse la vida entrenando equipos de tercera.

Otro hecho menos conocido que retrata perfectamente el carácter desmesurado y extremo del Depor, un club que no conoce las medias tintas, sucedió esta temporada en su primera eliminatoria de Copa del Rey, la última que ganó. El entrenador Vázquez (a quien ven en la foto aquí al lado quizá gritando: Veña, carallo), consciente de que el equipo andaba justito para competir en la Liga, decidió mandar a los canteirans del filial a jugar contra el Córdoba, con la idea de que perdieran y quitarse así un problema de encima. A esas alturas del torneo, las eliminatorias se juegan a un solo partido, que el sorteo deparó que se jugara en Córdoba. Al descanso, las previsiones de Vázquez se cumplían, el Depor perdía 1-0 y habían estado a punto de meterle dos más. Pero en el segundo tiempo los chavales se desinhibieron, se pusieron a jugar a su tran-tran y dieron la vuelta al marcador: 1-2.

Pero nada es nunca fácil para el Deportivo y el destino le tenía preparada otra de sus jugarretas: casi con el tiempo cumplido, empató el Córdoba: 2-2. Se jugó la prórroga sin goles y empezaron los lanzamientos de penaltis. El Córdoba falló el primero de la tanda de 5 y parecía que aquello era pan comido. Pero el Depor falló el último de la tanda y volvieron a empatar. En estos casos, el reglamento dice que se sigan tirando dos penaltis, uno por bando, hasta que se rompa el empate. Empezaron y sucedió que todos acertaban. En un momento dado, todos los jugadores que había sobre el campo habían tirado ya su penalti, incluidos ambos porteros, por lo que tuvieron que empezar a repetirse los tiradores, algo que yo no había visto nunca. Llegaron a tirarse 28 penaltis. Una verdadera Odisea. Hasta que falló un jugador del Córdoba. El Depor ganó los penaltis por 13-12. No les extrañará saber que el jugador que falló el penalti decisivo responde al nombre de Ulises Dávila, delantero mexicano del Córdoba. Por si se creen que me lo he inventado, pinchando AQUÍ, tienen la crónica del ABC de Sevilla. También les pongo una foto para que vean lo contentos que se pusieron os canteirans.


Pero hablando de destinos trágicos, qué decir del Atlético de Madrid. En la reciente final de la Champions, toda España estaba tras ellos, los empujaba, los aguantaba en pie, los sostenía como prometeos encadenados frente a la tempestad del Real Florentino. Cualquier español que no perteneciera a la subespecie de los madridistas tenía el alma en un puño, a falta de sólo dos minutos. Dos minutos para la explosión de alegría, los cohetes y los alaridos. Y entonces pasó lo que pasó. Y les cayeron cuatro. Exactamente igual que hace 40 años, en su primera final. ¿Cabe una mayor crueldad? Sólo un dios griego puede urdir semejante tropelía. Muy pronto se han dado cuenta los escritores del potencial dramático de esta historia. Mucha gente ha leído la crónica fatalista de Ramón Muñoz en El País, que pueden consultar ACÁ. Pero a mí no me gusta ese fatalismo. Me encanta Pessoa, pero creo que no viene a cuento en este caso, por mucho que se jugara en Lisboa. Este blog es el reducto del optimismo y en ese sentido, les animo a ver ACULLÁ lo que dice mi admirado Enric González. 

Como ven, el gran Enric se refiere al malditismo como una cualidad impresa en la propia  identidad atlética por unos dioses malvados. Coincide en eso con Sabina, cuando escribió la famosa estrofa del himno del Aleti, que dice: “qué manera de sufrir, qué manera de palmar, etc.” Ya les he hablado de Enric González, un barcelonés universal, que ha vivido media vida de corresponsal en todas las ciudades imaginables, lo que le ha valido para escribir, entre otros, dos libros deliciosos: Historias de Londres e Historias de Nueva York (RBA Libros, 2008 y 2010). Cuando el ERE de El País, Enric se largó en solidaridad con los despedidos (era entonces el corresponsal en Jerusalén). Ahora escribe en El Mundo, para poder comer y mantener su nueva plataforma digital Jot Down Magazine en la que se expresa con absoluta libertad.

Hace no mucho, harto de que le preguntaran su opinión sobre la deriva secesionista catalana, escribió un exabrupto que es un prodigio de lucidez, en el que, después de dejar claro que él se va a sentir siempre catalán y español, termina por mostrarse partidario rotundo del derecho a decidir, para que Cataluña se independice y así él pueda de una puta vez sentirse en todas partes extranjero, que es como más le gusta sentirse. Algo así como cuando Albert Pla, otro catalán lúcido (con la lucidez que da la locura) dijo a un periodista de Gijón que era partidario de que Cataluña se independizara, pero que luego se anexionara el resto de España, de forma que los niños gijoneses fueran obligados a estudiar en catalán.

Precisamente el Barça está en el otro extremo del arco iris de la suerte. Hubiera sido muy injusto que este año ganara la Liga, como hizo en los años 92, 93 y 94: de potra en el último minuto. Fueron los dioses los que decidieron que el Madrid perdiera el último partido en Tenerife en el 92, adonde llegó como líder. Y que en el 93 se repitiera punto por punto la misma historia. Sólo la intervención de los dioses puede explicar que el portero coruñés del Madrid Paco Buyo enloqueciese de pronto, volara para interceptar un balón que se iba fuera y, en un esfuerzo sobrehumano, lo metiera de un manotazo en el campo, a los pies del delantero contrario, que agradeció el regalo y anotó el gol definitivo.

Un año después, el Barça ganó su tercera Liga consecutiva de potra, cuando Djukic falló el penalti que lo hubiera evitado. Eso nos lleva de vuelta al Deportivo. Ya están preparadas las hormigoneras blanquiazules, como en todas las grandes ocasiones (abajo tienen la foto). Y he de confesarles que estoy de los nervios. Nos basta un empate, pero somos el Deportivo. Llevamos impreso un destino trágico en nuestra idiosincrasia, como el Aleti. Cierto que, como ellos, cuando ganamos nuestra alegría es doble. Pero sufrimos como nadie en las esperas. Ojalá los dioses se porten bien esta vez y en el próximo post celebremos el ascenso.  
  

6 comentarios:

  1. Así que, según tú, el dios cristiano es dulzón, empalagoso, bonachón... ¡Amos, anda, tú deliras! ¿Dónde has hecho tu encuesta, en un congreso de monjas de clausura? Echa un vistazo a su libro sagrado y luego pregunta a los contemporáneos de Noé, todos arrasados; a los felices habitantes de Sodoma y Gomorra, achicharrados; a los primogénitos egipcios asesinados por su ángel exterminador; a los alegres vecinos de Jericó aplastados por sus murallas derribadas al son de las trompetas hebreas; a su propio niño crucificado en Jerusalén; a su pueblo elegido, errante en una diáspora eterna (y no hablemos de cuando a Hitler le dio por elegirlo también).
    Así que, un dios blandorro ¡anda ya! Las Furias, Escila, Caribdis, las Gorgonas, las Harpías, el terrible Apolo... eran sor Calcuta comparadas con el exclusivista dios tuyo, tan bondadoso.

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    1. ¡Pero bueno! ¡Qué violencia! A ver si me voy a tener que quitar el cinturón de verdad... Por supuesto, el cinturón virtual o digital. Este post iba de fútbol y literatura, lo que pasa es que se me escapó una digresión hacia el tema religioso, del que no soy un experto, ni quiero hablar en este blog, que luego la gente se siente ofendida en sus creencias.
      La versión que difunde la jerarquía católica desde hace mucho, dibuja un Dios bondadoso, justo y magnánimo. Pero luego, en el mundo pasan putadas de todas clases, que afectan a gente buena de verdad, que no se merecen tales faenas. El mundo es muy injusto y, a eso, los beatos y santurrones responden que lo que pasa es que no entendemos los designios de su Dios, que Dios escribe recto con los renglones torcidos, y otras ñoñerías. A eso es a lo que me refería. Cuando a alguien a quien quiero le pasa una de esas desgracias injustas, yo prefiero pensar que es cosa de mala suerte o del destino. Sólo de imaginar que pudiera haber alguien ahí arriba repartiendo cánceres, leucemias y accidentes de coche, se me pone una mala hostia infinita. Toda esa serie de historias crueles y violentas que citas corresponde, en general, al Antiguo Testamento, antes de esta versión eclesiástica blandurria de la deidad suprema. Un Dios que en ningún caso es mío.

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  2. Me ha gustado que utilizases la palabra ACÁ que en el español europeo se está perdiendo. Además te ha quedado muy bien el juego para poner luego ACULLÁ.

    Esto me ha recordado la explicación que escuche sobre el origen del nombre de Canadá.

    Resulta que los conquistadores españoles, que en sus expediciones hacia el norte iban cartografiando el territorio, según se adentraban en aquellas tierras no encontraban más que espacio helado y despoblado. Cuando el cartógrafo ya desesperaba de encontra algo, decidió volver y apuntó en el mapa que estaba dibujando "ACÁ NADA". De ahí el nombre de CANADA. Así que ninguna palabra de los iroqueses o hurones, sencillamente una anotación del cartógrafo.

    Claro que supongo apocrifa la historieta, además se la escuché a un estadounidense, que son muy dados a ningunear a los canadienses. Pero, ¿a que tiene su coña?

    Me alegra que suba el Depor. Los del Celta os estamos esperando.

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    1. Lo de Canadá tiene pinta de ser falso y me recuerda a otra historieta, que te cuento. En uno de mis viajes a Sri Lanka recuerdo una cena de último día en alguna terraza frente al Índico, en la que estábamos cuatro o cinco franceses y yo, todos a las órdenes del gran Philippe. Después de las copas finales, Philippe dijo: "seguro que Emilio no sabe el origen de la expresión OK de los americanos" (hablábamos en francés, pero lo traduzco al castellano). Miré alrededor y me pareció captar en los demás ese gesto de fastidio con que se escucha por enésima vez un relato repetido en plan abuelo Cebolleta. Philippe continuó, explicando que los franceses que colonizaron Nueva Orleans, tenían esclavos negros que cargaban sobre sus hombros el algodón y demás productos de la cosecha, para llevarlos hasta los barcos que luego los transportarían a Francia. Cuando un esclavo ya estaba lo suficientemente cargado, el capataz le daba una palmada en la espalda y le ordenaba: "Al muelle", en francés "Au quai". Después, esa expresión se generalizó con un significado más amplio: muy bien, ya está.
      Volví a observar a los demás: todos miraban al suelo con gesto neutro. Esperé unos segundos y dije: "No me lo creo en absoluto" (Je ne crois ça, pas du tout). En ese momento estalló la risa de todo el mundo.
      Bueno, el Depor está por fin arriba y, o cambian mucho las cosas o no tenemos ninguna posibilidad de ganarle al Celta en unos cuantos años. Con no bajar el año que viene ya podemos darnos con un canto en los dientes.

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  3. Es posible que el Depor ascienda a Primera, a pesar de la mala temporada realizada, gracias a la malísima de los demás. Hace un año (post 133) predecías varios años en Segunda y, a pesar de los esfuerzos para que así fuera, te van a desmentir, a lo mejor hoy mismo.
    No sé cual es la razón de las hormigoneras vestidas de blanquiazul. ¿Qué pintan en este asunto?. Deseo que mañana salgan muchas de paseo. ¡Aupa Depor!.
    ¿Qué habrá sido peor, lo del Aleti o lo del penalty de Djukic?. Bien ya lo sé, es una pregunta tonta, como preguntar por el sexo de los ángeles o algo parecido pero ¡han sido dos putadas muy cojonudas!. Amigo A

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    1. Soy un pronosticador malísimo, por eso sólo me aventuro a dar predicciones negativas, para que luego suceda lo contrario de lo que digo. Los propietarios de las hormigoneras hicieron una vez la gracia, creo que el día del penalti de Djukic, y ya se ha convertido en una tradición para los días en que el Depor se juega algo importante. Igual que la decoración de las pescaderas de la Plaza de Lugo, que cada vez salen en los telediarios nacionales.
      Todas las tradiciones tienen una primera vez. Por ejemplo, los Sanfermines son una fiesta medieval, pero durante siglos los encierros se hacían con la gente corriendo detrás de los toros, para llevarlos a la plaza. Lo de correr "delante" de los toros fue una ocurrencia de algunos locos, parece que del gremio de carniceros, hacia 1850. En los albores del Siglo XX ya era una tradición y había hasta un bando en que se establecían las reglas a que debían ajustarse los corredores.

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