viernes, 29 de octubre de 2021

1.095. Buenas y lluviosas tardes

Buenas y lluviosas tardes en este último finde de octubre en el que los que mandan tienen a bien devolvernos la hora que nos birlaron allá por el mes de abril, por mor de una optimización de la productividad mal entendida, que cada año es recibida con los consabidos artículos de prensa en los que queda claro que el cambio de horario no sirve para nada, además de afectar a los seres más sensibles, como los niños, los ancianos, los deprimidos, las embarazadas y, ya sé que no se lo creen, pero también los gatos: yo tuve un gato que, cada vez que cambiaban la hora, se entristecía y ya no volvía a limpiarse la cara ni atusarse los bigotes hasta que su organismo se acomodaba a los nuevos ritmos circadianos. Yo les agradezco que me devuelvan la hora sustraída, pero tengo que decir que a mí me gusta más el horario de verano, con esos atardeceres interminables en los que uno sale a cenar a una terracita y disfruta del aire templado mientras el sol cae por detrás de las torres de ladrillo.

Con la perspectiva de tres días festivos por delante, es momento para entretenimientos caseros y me parece que es mi deber de blogger escribirles algo que les sirva de pasatiempo para aderezar esas horas de vacío en torno a una mesa camilla, o tumbados en un sofá bajo una manta de lana, con la calefacción recién recuperada y el disfrute hogareño de sentirse a buen recaudo, protegido de los fríos vientos de la noche en la ciudad. Este blog es una forma de narración continua, en la que los temas se desarrollan más allá del límite de los posts, como en las viejas novelas por entregas. Y yo tengo varios asuntos que apuntan a una continuación. Por ejemplo, el otro día les mostré el anuncio del concierto de Samantha Fish el pasado día 23 de octubre en un viejo teatro de Lorain (Ohio), en donde compartía cartel con King Solomon Hicks, el bluesman de nueva hornada que tiene esa cara de bueno tan característica.

Pues ya está colgado el vídeo de la canción que ambos dieron de propina tras un concierto fabuloso. Es el clásico Shake’em on down, en el que Sam manda como de costumbre y reparte los turnos de lucimiento después de cantar las estrofas de inicio, sobre el acompañamiento de su cigar box guitar, instrumento en el que les recuerdo que está considerada la mejor intérprete mundial. Primero le deja brillar al teclista pequeñito Matt Wade, pide un aplauso para él y le da la venia al Rey Salomón que se bandea como pez en el agua por las escalas pentatónicas con la facilidad que le vimos en el último post. Sam aprovecha entonces para presentar a sus músicos, canta un poco más y a continuación reta a Solomon a un duelo de guitarras espectacular, en el que se contrapone el sonido más rudo de la cigar box (que sólo tiene cuatro cuerdas), con la delicadeza del fraseo de Hicks. El dueto de Salomón con la reina de Saba merece la pena verse y los espectadores de Ohio supieron apreciarlo. Es un vídeo bien filmado y perfecto para abrir boca en este viernes desapacible.

Espectacular. Dice un cronista local que Samantha Fish supone la irrupción más fulgurante en la escena del rock/blues desde Stevie Ray Vaughan que, como les conté, se estrelló con su helicóptero camino de un concierto, cuando Sam tenía seis meses de edad. Stevie Ray Vaughan era el heredero directo de Jimmy Hendrix y nadie ha recuperado la antorcha desde su muerte (con permiso de Tab Benoit), hasta la llegada de Sam. Pero, después de este aperitivo, seguimos con los temas en curso. Ha recibido muy buenas críticas mi post sobre el Brexit, incluso el preciso retrato que de Boris Johnson hace John Carlin para la Vanguardia. Yo creo que las personas son fundamentales en el devenir de los países y los acontecimientos. Nada bueno se podía esperar de este sujeto, que fue capaz de abrir la caja de Pandora de los sentimientos más deplorables del pueblo británico, ese etnocentrismo de las zonas rurales que les ha hecho estar incómodos en Europa desde el primer día.

Esto del Brexit, como les digo siempre, es un fenómeno en sintonía con la elección de Trump o la de Bolsonaro. Es como la revancha de los garrulos de las zonas rurales (Arkansas, el Matto Grosso o la Inglaterra interior) frente a las élites urbanas (en las que me incluyo), que comprendo que somos bastante insufribles también. Pero la solución es atarnos corto y exigirnos un mínimo nivel político. En ningún caso la solución es regresar a la caverna y separarnos del entorno. Pero, veamos una cosa. El Brexit es también el resultado de la aplicación de la democracia. Mal entendida, pero democracia al fin. Digo mal entendida, porque una decisión de ese calado no se puede dejar al albur de un resultado 51/49 como el que se dio en el Brexit. Ahí está el fallo. Llegados a este punto, si las reglas eran esas, tenemos que aceptar el resultado. Lo contrario es muy peligroso, lo contrario es lo que hace el fraCasado, que no acepta haber perdido frente a Sánchez dos veces, y eso es dudar del concepto mismo de la democracia.

El gran Borges, que todos sabemos que era un tipo con una mente privilegiada y muy peculiar, dejo algunas perlas al respecto. Por ejemplo, cuatro meses después del establecimiento de la dictadura de Videla, Borges publicó un libro de poemas, cuyo prólogo finalizaba con un par de renglones geniales que les transcribo: Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística. Era una especie de mensaje de bienvenida a los militares, tras el funesto período de Isabelita Perón en la presidencia, de la que Borges fue un crítico furibundo. Pero justo es decir que luego criticó con igual dureza a los militares, se opuso públicamente a la invasión de las Malvinas y se implicó en profundidad en la denuncia de los desaparecidos. Borges era un espíritu libre. Sería bueno saber qué opinaría sobre estas historias penosas de nuestro presente.

Los británicos están ahora pagando su peaje en forma de desabastecimiento y crisis económica. Yo no tengo duda de que estarían mejor en Europa, pero allá ellos. Sé que muchos de los que votaron sí al Brexit están desolados y arrepentidos, pero hay otros muchos que están encantados, que han recuperado la vieja idiosincrasia imperial y que incluso no verían mal (lo han dicho) que se establecieran medidas de racionamiento, que a algunos vejestorios les retrotraen a la gloriosa época de la Segunda Guerra Mundial. ¡Qué divertido!, mientras nos podamos tomar un té con una nube de leche, no tenemos de qué preocuparnos. Otros reaccionan con resignación y con el típico humor británico. Vean, por ejemplo unas imágenes de la estantería de un supermercado londinense. Los espárragos se han acabado por el desabastecimiento, pero no pasa nada: se sustituyen por una foto, a guisa de trampantojo, y a vivir. Incluso, en uno de los estantes, se han equivocado y han pegado la imagen al revés, como se observa en detalle en la segunda foto. 


En fin, que se va haciendo de noche y yo quiero ponerles al día de mis afanes cotidianos, que tanto les interesan. Les dejé con que estaba pendiente de tres llamadas, por las reparaciones del tocadiscos Dual, mi primera guitarra eléctrica heredada de mi hijo Kike y el cristal frontal del móvil que se me astilló cuando me caí por irlo consultando de noche y sin poner suficiente atención al suelo. Bien, del tocata aún no sé nada. La guitarra me la dio ayer reparada Juanmi el Guitarrero, que me había prometido que lo haríamos a medias para que yo aprendiera como se debe calibrar una guitarra eléctrica. Pero luego se le fue la olla, se le olvidó y me llamó cuando ya la tenía terminada. He de añadir que no me cobró nada, por lo que habré de invitarlo a comer o al menos a unas cañas. Ya ven que me está saliendo todo a precio de ganga. Y queda lo del móvil. También lo tengo reparado. Pero esto da pie a un pequeño relato, muy en la línea del blog y demostrativo de ese pequeño pronto que tengo a veces.

Es un pronto que no puedo evitar, cuando pienso que alguien me está chuleando con disimulo, pero que se desvanece en cuanto la situación se aclara. Es una ira instantánea y evanescente. Les recuerdo una historia a título de ejemplo. Cuando llegué a San Diego en mi viaje más bloguero, me subí a un taxi conducido por un negro que era un auténtico borrico y dio pie a un post que se llamó precisamente así: un auténtico borrico. Por si quieren repasarlo, se trata del Post #747. Si no les apetece leerlo, les resumo la parte más interesante. El taxista se porta conmigo como un mastuerzo, aunque no era mala persona, pero me lleva finalmente a la puerta del hotel. Le pago lo que dice el taxímetro y me pregunta: ¿Qué hay de la propina? Le explico que no me ha gustado su servicio y por eso no le doy propina, pero puedo añadir un dólar más al pago. Me dice que es poco. Le anuncio que no le voy a dar más y, entonces, activa una palanca para abrir el maletero trasero y me dice que me baje yo solo las maletas.

Bajo el equipaje, lo coloco en la acera con parsimonia y le digo al tipo que baje la ventanilla. Entonces le espeto desde fuera que, si quiere cerrar el maletero, tendrá que bajarse y hacerlo él mismo, porque yo no tengo intención. Al tipo le entra la risa floja, a mí también y entonces añado: vale, tranqui, ya le cierro yo el maletero. Como ven, un pronto instantáneo y evanescente que acaba de forma amable. Pues algo parecido me sucedió, más o menos, en el servicio técnico de Huawei, al que acudí atravesando el Retiro por segunda vez, cuando me avisaron por Whatsapp de que ya tenían el cristal de repuesto. El local, muy iluminado y primorosamente decorado con fotos de paisajes, pretende mantener el orden de atención a los clientes con un expendedor de tickets a la entrada, en el que has de teclear el tipo de servicio que quieres (entrega, reparación, recogida de aparato reparado, etc.).

Yo escogí el botón adecuado y obtuve el número 74. Pero había mucha gente y, a pesar del sistema de tickets, en la tienda reinaba un cierto caos. Al fondo había dos mostradores, con mamparas de cristal anti-covid, atendidos por un chico y una chica muy jóvenes. Pero allí entraba gente después de mí a la que atendían antes, con o sin número, debido, imaginé, a que les habían mandado a dar una vuelta por una reparación rápida. Decidí calmarme, pasar de ese caos y entretenerme con las noticias que podía consultar en mi móvil roto. Como digo, siguieron atendiendo a gente que llegaba detrás de mí, pero yo estaba decidido a no darle importancia. En esas entró un chaval tirando a modernito de clase alta, flequillo empinado, ropa de marca y cargado con un montón de apuntes desordenados, que sujetaba con dificultad para que no se le cayeran al suelo. El tipo se sentó a mi lado y se puso a enredar con su móvil.

En un momento dado, el chico del mostrador de la izquierda se quedó libre y empezó a dar voces: El 73, quién tiene el 73. Era el número anterior al mío. Nadie se daba por enterado. Como en una intuición, pensé que a lo mejor mi vecino de asiento era el interpelado y no se enteraba porque estaba enfrascado en su móvil. Así que le dije: Oye, ¿no tendrás tú el 73? A mi pregunta respondió con un respingo y enseguida dijo atropelladamente: ¡Ah! Sí, sí, sí, yo tengo el 73. Y para reforzar su afirmación, añadió: ¡Claro! Y se dirigió al mostrador. Me pareció muy rara su actitud, le vi que ponía su montaña de apuntes a un lado y hacía ademán de hacer entrega de su móvil al empleado, con el que empezaba a hablar. Me puse de pie como un rayo y les interrumpí con cara de poca broma: Perdonad un momento, ¿estás seguro de que tienes el número 73? Sí, sí, ese es mi número. ¿Y dónde tienes el ticket?

El chaval empezó a tantearse los bolsillos de la camisa, el trasero del pantalón (en algún sitio lo debo de tener decía), luego rebuscó entre los apuntes, sacó la cartera y la abrió sin resultado. El empleado, mientras el otro hacía todo ese teatro, empezó a sacar de su funda el móvil que le acababan de entregar para ir adelantando, pero, con la misma cara de mala leche, le señalé con el dedo y dije: No empieces a trastear con ese móvil, porque si este caballero no encuentra su ticket, me vas a atender a mí primero que tengo el 74 (se lo mostré); si quieres luego lo atiendes a él. El chaval, muy colorado, seguía rebuscándose el ticket por todos lados, el empleado se quedó helado en mitad del gesto y la tensión se palpaba en toda la tienda, con los demás clientes pendientes del asunto como si un imán atrajera sus miradas.

En ese momento, la dependienta que atendía el mostrador de al lado, con voz dulce y como un poco asustada, terció para decir: Señor, yo ya estoy acabando, sólo me falta darle las vueltas a esta señora y les vamos a atender enseguida a ustedes dos, no hay por qué hacer un problema. Tenía razón. Respiré hondo y dije: Vale, está bien, atiéndele a él, que yo me voy al otro mostrador. La tensión se desactivó de forma instantánea. La chica me atendió, le dejé mi móvil y me dijo que necesitaba una hora para la reparación, que me fuera a dar una vuelta y que, al regreso, no tenía que coger ticket ni nada. Como ya me habían avisado que esa era la dinámica, llevaba mi ordenador colgado al hombro. Me fui al cercano Starbucks Coffee, me pedí un café y un croissant y terminé allí mi post que no sabía cómo titular y que finalmente se llamó What the fuck are we just talking about, una frase que saqué del estribillo de un rap que sonaba en el café a todo volumen.

Así que ya se lo saben todo. Ahora les agradecería que opinen sobre esta historieta, sobre mis prontos y cómo la ira instantánea se me evapora en un segundo. Yo creo que esto se debe a mi capacidad de salirme de mí mismo y mirar las situaciones como desde fuera. Cuando hago eso, a veces veo con toda claridad que el asunto se ha terminado, que no hay por qué seguir porfiando. Pero admito otras teorías. Por cierto, yo tengo la rutina de contestar a sus comentarios con un desfase de dos posts, por responder más en frío. Si no lo saben, a lo mejor se pierden algunos cruces de comentarios bastante sabrosos. Por ejemplo, les recomiendo que vuelvan al post sobre el zurullo primigenio. Los comentarios y réplicas del final yo creo que superan el contenido del propio post. Hala, ya no les pongo más deberes, que pasen ustedes un puente delicioso bajo la lluvia, vayan con Dios.

martes, 26 de octubre de 2021

1.094. What the fuck are we just talking about?

Mi último post vio la luz de manera accidentada, por lo que les pido disculpas. Lo terminé de escribir el viernes por la noche, lo publiqué y, como de costumbre, envié el aviso a los integrantes del mailing de los que quieren saber cuándo publico mis textos para leerlos enseguida. Digo que lo envié como de costumbre, pero es mentira: creí enviarlo, pero algo falló. Durante el sábado, me sorprendió la escasa repercusión del post; de hecho, no entraba casi nadie a leerlo. Y el domingo por la mañana, por casualidad, repasando mi correo, vi que había un ítem en el apartado de borradores, algo que no me casaba, no tenía conciencia de haber guardado ningún borrador. Lo abrí y allí estaba mi mail sin enviar. Lo mandé enseguida, pero la cosa ya venía de nalgas, a lo que contribuyó también un título tan soso como el que le puse, por el que igualmente me disculpo. Suelo comprobar que el mail se ha enviado, pero esta vez no lo hice y no sé por qué. Procuraré que, en adelante, no me vuelva a pasar. Y, en cuanto a lo del título, pues les diré que esto de titular los textos es un arte que tiene sus secretos; yo he sacado algunos verdaderamente buenos y muchos regulares, pero no disuasorios como este. Tendré que poner atención a esto también.

Por mi parte, la vida sigue con normalidad. Aunque aparento estar a muchas cosas, lo cierto es que, como buen jubilado, tengo numerosos ratos para dedicar a lo que los italianos llaman el dolce far niente, también conocido como tocarse las pelotas a dos manos. En realidad, muchos de esos lapsus los dedico al samanthing, como muy bien definieron mis hijos. Mi adorada Sam sigue con su gira interminable por los pequeños y grandes locales de conciertos de la geografía USA, dejando a todo el mundo patidifuso con su despliegue de talento y energía. En las páginas de Facebook que sigo, se cuelgan continuamente fotos y vídeos de los eventos de cada día y aquí he encontrado una curiosidad. Una fan tan incondicional como yo, llamada Tina Johnson, colgó una serie de fotos suyas, con motivo del concierto de Sam del pasado sábado en el Palace Theatre de Lorain, un pequeño pueblo de Ohio, al que esta chica asistió. Vemos primero un par de selfies que se hace delante del autobús amarillo del grupo y bajo el cartel anunciador del concierto.


Como ven, lleva un folio y un boli para recolectar autógrafos de los músicos, con los que le encanta hacerse fotos. Abajo la pueden ver con el teclista Matt Wade.


Pero no acabó aquí la búsqueda de nuevas fotos para subir al Facebook de fans de Samantha Fish. Le faltaba el premio gordo: la foto con la propia Sam, que consiguió también, si bien ambas aparecen camufladas con la mascarilla reglamentaria. Véanla y les comento.

¡Sorprendente! Hombre, sabemos que Sam es un pedazo de mujer, oficialmente se dice que mide 1,70 sin tacones; además, ya hemos dicho que volvió del encierro Covid un tanto rellenita y además va muy abrigada, porque en Ohio por estas fechas hace un frío de pelotas. Pero, ¿a que no se imaginaban que la tal Tina Johnson fuera de tan pequeña estatura? Y la cosa tiene un corolario, porque si la chica es así de bajita, volviendo a la foto de más arriba se puede deducir que el tal Matt Wade es un enano. Un auténtico gnomo, que toca los teclados como los arcángeles del coro celestial. Sorpresas te da la vida.

Pero ya sé que más de uno de ustedes, que no dan puntada sin hilo, habrá observado que en el cartel del concierto se anuncia junto al nombre de Sam el de un tal King Solomon Hicks. A Samantha le encanta compartir cartel con músicos a los que admira y con los que tiene amistad. Este Solomon Hicks es un nuevo valor del blues, no tan virtuoso y descomunal como el gordo Christone Kingfish Ingram, pero con un fraseo de guitarra muy natural, que parece que interpreta sin esfuerzo, como si le saliera solo. Pueden comprobarlo en este vídeo que les pido que vean. Entenderán por qué se ha ganado ese mote de Rey Salomón. Ya se ha terminado la época en que los músicos mostraban un look de malotes. Este Solomon Hicks tiene una cara de buena persona que no admite dudas. No se pierdan tampoco al chino veterano que se encarga del bajo y que parece de goma, seguramente hace yoga. Y ojo con el de la armónica, con ese aire de sicario de incógnito de la Brigada Político Social. Blues tradicional por derecho. Pónganse la pantalla grande y disfruten de esta música eterna.

Este es el tipo de música que los fans más puristas de Samantha Fish quieren que siga tocando, pero nuestra Sam vuela ya por otros aires con su nuevo disco, en el que continúa su camino creativo en una deriva que ni ella misma sabe donde terminará, porque nadie puede ponerle límites. Por cierto, ya me llegó el ejemplar en vinilo de su nuevo álbum que encargué hace meses. Con esto de la crisis de los suministros en el mundo, el envío se ha retrasado, pero ya lo tengo en casa, aunque no lo he podido oír, por lo que les voy a contar a continuación. Recordarán que les dije que tengo una colección de vinilos para la que quería hacerme con un aparato reproductor. A través del blog me han llegado todos los componentes, otra utilidad suplementaria de este foro. En efecto, mi amigo X me ha pasado un viejo plato Dual y un amplificador de la misma época, de la marca Telefunken. Sólo me faltaban los bafles y esta vez fue mi también amigo Paco Couto quien me los proporcionó, de la marca Bang & Olufsen.

En ambos casos tuve que ir a recogerlos a sus casas y, una vez en la mía, los conecté y los puse a funcionar. Pero el plato no giraba. El ampli y los bafles van de maravilla y ya oigo la radio por ellos a buen volumen. El caso es que busqué en Google qué hacer con el plato. Y me salió la referencia de un pequeño servicio técnico que está en el barrio del Pilar, donde arreglan este tipo de aparatos. Venía un número de teléfono, al que llamé y me atendió un señor con formas y lenguaje propios de una persona de mi quinta, al que le pedí consejo. Por resumir lo que me dijo: tenía que llevarles el plato a la tienda. Ellos me hacen gratis un presupuesto. Si me va bien, adelante. Si no, me lo llevo de vuelta. Tienen un mínimo de presupuesto de 70€ y no creen que pase de 150. Por ese dinero no me compro yo un plato nuevo de un mínimo de calidad. Ni de coña.

Pero es que estos platos Dual, como el que tenía mi padre, eran mucho mejores que los que se fabrican ahora, marcados por la llamada obsolescencia programada. Los de antes son eternos. Lo que me advirtieron es que no sería una cosa rápida, porque tienen bastante cola. Así que cogí el coche, me acerqué al Barrio del Pilar y aparqué en doble fila frente a la tienda para bajarles el aparato. Y aquí sigo esperando que me llamen y me digan el precio de la reparación. Entre medias me llegó el disco de Sam enviado directamente desde New Orleans y acompañado de una carátula firmada por ella en una serie numerada de sólo 2.000 ejemplares. Ya me lo puse en plan altar sobre el Telefunken de mi amigo X, como pueden ver en la foto. Y por cierto, también sigo esperando que me llame Juanmi el Guitarrero para que entre él y yo pongamos a punto mi nueva guitarra eléctrica de bluesman.


Pero aparte del samanthing, tengo una vida bastante ajetreada, como se imaginan. Por ejemplo, este sábado, a la hora del vermú, acudí al Puente de Vallecas, para asistir a un evento vecinal en el que participaba mi profesor de blues, a quien llamamos en este blog Henry Guitar. Resulta que en la calle Melquiades Biencinto (no es coña, se llama así la calle), hace un tiempo derribaron un edificio con fachada alineada a la vía, lo que desveló que en la parte del fondo existía una palmera descomunal, impresionante, se conoce que el dueño del edificio había sido un indiano que la había plantado y cuidado con mimo. Como no se acaba de construir el nuevo edificio, los vecinos del entorno han okupado el solar, lo han limpiado, han improvisado unas gradillas con palés de la frutería y lo usan para eventos culturales de barrio. Vean unas fotos de la palmera y de las gradillas con el público preparado para el evento del sábado.


Ven que el solar ha sido bautizado como Espacio Vecinal La Palmera. Allí se congregó la banda, dirigida por mi amigo Henry, con un contrabajo que era alemán, un segundo guitarrista que acompañaba algunos temas y se quedaba quieto en los otros y una sección de viento formada por flauta/saxo, fiscorno y trompeta, a cargo de tres vecinos del barrio. A mi amigo lo que le pirra no es tanto el blues como la bossa y de bossa iba la mayor parte de la música que se tocó en el evento. Pero es que esta música, a ratos servía de fondo para la lectura de poemas a cargo de otros dos vecinos, uno que leía poemas de Quevedo y otros, y una chica, llamada Anais, que recitaba sus propias composiciones. Toda esta es gente veterana (excepto el contrabajo alemán) y provienen del poblado de Palomeras, cuyo proceso de realojo explico yo en mis clases de la ETSAM. Por cierto, ellos nunca hablan de chabolas, sino de casitas bajas, término que usan con cierta nostalgia. Grabé algunos fragmentos del acto y les traigo uno cortito, que incluye un poema y un solo de flauta y se corta al llegar a la parte de la trompeta. Es que no es fácil subir vídeos más largos al blog que no sean de Youtube.

Cultura del pueblo para el pueblo. La cultura es lo único que nos salvará de personajes como Boris Johnson y similares. Pero la cultura es también el cine y, tras el parón de la pandemia, se han estrenado una serie de películas españolas muy buenas, que hay que apoyar para que la industria siga a flote. Me queda por ver Las leyes de la frontera, basada en el libro de Cercas, pero ya el sábado anterior había ido a ver Maixabel, una película que les recomiendo, que recrea la peripecia vital de Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jaúregui, asesinado por ETA, que se prestó a mantener un par de encuentros con uno de sus asesinos en la cárcel, encuentros propiciados por Zapatero, que Rajoy anuló en cuanto llegó al poder. Los dos actores protagonistas están muy bien, de Luis Tosar no nos puede sorprender nada, pero es que Blanca Portillo compone un personaje realmente prodigioso, con el empaque siempre orgulloso de la mujer vasca de clase media/alta, siempre bien vestida, siempre erguida y resistiendo lo que tenga que venir. Sólo por verla a ella merece la pena ver esta película.

Pero el sábado, después del evento cultural de mediodía, me fui de nuevo al cine con dos amigas, a ver El buen patrón, la película que nos representará en los Oscar. Y esta sí se la recomiendo sin dudarlo, es una película muy buena, con un Bardem extraordinario, contenido en su fuego interno y componiendo un personaje que es un cabrón pero a la vez se te hace simpático y muy próximo. Yo he conocido a gente así en el Ayuntamiento y les juro que son tal cual. Además, las películas de Fernando León de Aranoa son todas muy buenas, pero en mi opinión alcanzan la excelencia a partir de Un día perfecto, la que hizo sobre los cooperantes en la guerra de Yugoslavia. Aquí alcanzó un nivel de producción y de factura técnica a la altura de los filmes de Hollywood, que desde entonces mantiene. Con eso, sólo le falta tener un buen guion (como es el de El buen patrón) para hacer una obra maestra.

Nos pusimos contentos después de la película, cogimos mi coche y fuimos a aparcarlo cerca de una terraza vallecana en donde decidimos celebrarlo con unas jarras de cerveza y unas croquetas. Aparqué el coche y, mientras las chicas se adelantaban un poco para coger sitio, me pudo la ansiedad de saber cómo había quedado el Deportivo, que jugaba a esa hora. Conecté el móvil y me puse a consultarlo sin dejar de andar, algo no muy recomendable, y menos de noche y viendo tan poco como yo veo. Un escalón se me cruzó en el camino, no lo vi y me caí de bruces, soltando el móvil para apoyar las manos. El móvil cayó por la parte del cristal haciendo un ruido horrible y las chicas se volvieron, me vieron en el suelo y llegaron medio llorando: ¿Estás bien? ¡¡Aaaaaay que te has caído!!

Bueno, no es por presumir, pero yo me he caído muchas veces, sobre todo corriendo y sé cómo hay que poner el cuerpo y las manos para no hacerte daño. Me levanté con agilidad, les juré que no me dolía nada y les mostré las manos sin un arañazo. Aguanté los regaños por mirar el móvil andando por la noche, pero era cierto que no tenía nada. No tenía nada yo; el móvil tenía el cristal totalmente astillado, como suelen llevarlo los quinceañeros, un signo más de juventud. Ya les he dicho que, si no me sirve para estas cosas, no sé para qué hago tanto yoga y tanto running. El caso es que el domingo llamé a la casa Huawei y me indicaron que existe un servicio técnico en Príncipe de Vergara esquina a Hermosilla. Ayer me acerqué, atravesando el Retiro. No tenían el cristal, pero quedaron en pedírmelo.

Así que ahora estoy pendiente de tres llamadas: la guitarra eléctrica, el tocata Dual y el cristal del móvil, mientras disfruto de este otoño magnífico que estamos viviendo en Madrid, donde los agoreros suelen pronosticar que no va a haber otoño, pero suelen equivocarse. Así que les voy a dejar aquí, una vez puestos al día de mi actualidad. ¿Cómo dicen? ¿Que qué tiene que ver todo esto con el título del post? Pero vamos a ver. El otro día escribo un texto poniéndoles al día de mis asuntos habituales, lo titulo precisamente así (Mis asuntos habituales) y ni Dios entra a leerlo. Por una lógica inversa, me veo forzado a poner un título agresivo y con gancho, aunque no tenga nada que ver con el texto. Si no, de qué cojones estamos hablando. What the fuck are we just talking about? Vale, sean felices. 

viernes, 22 de octubre de 2021

1.093. Mis temas habituales

En este sinvivir que llevo en mi deriva de jubilado hiperactivo, de pronto me he dado cuenta de que ya han pasado cinco días desde mi último post. Ya han advertido ustedes que últimamente he perdido el ritmo regular de un post cada tres días, porque literalmente no me da tiempo a sentarme a escribir con tranquilidad. Y lo cierto es que me suceden más cosas de las que puedo contar en tres folios, por lo que la situación me desborda. Por ejemplo, tengo pendiente matizar el relato de mi incidente con la chica coreana que no me quiso poner mis medicamentos pautados en la tarjeta sanitaria. Dejé a esta chica con un perfil de mala de esta película, cuando la verdad es que luego me dieron unos datos que explican su actitud. Y es de justicia que puntualice esta historia en el mismo formato en que la conté el otro día.

Empezaré por decirles que tuve que comprarme dos de los medicamentos de marras porque se me habían acabado. Y pagué en la farmacia 36€. Al día siguiente, el amiguete médico que se ofreció a solucionarme el problema, me avisó de que ya los tenía en la tarjeta. Volví a la farmacia y me hicieron un ticket de devolución de 32€. Esto demuestra, no sólo que mi petición estaba justificada, sino que he estado haciendo el canelo durante dos años, algo que no me importaba cuando ganaba dinero, pero que ahora entra dentro de los asuntos que tengo que cuidar y aquilatar. Pero vamos con la historia de la china. Según he podido colegir de lo que me ha contado mi amiguete médico, esta chica está haciendo una sustitución por una baja prolongada. Le pagan una miseria y no tiene la menor estabilidad en el empleo: cuando la titular decida volver o se vea obligada porque ya no le prorrogan la baja, la china se va a la calle sin paro ni nada.

Ese es un primer dato, pero es que encima resulta que a estos facultativos primerizos con contratos en precario, el Insalud les hace un seguimiento vigilando a ver qué es lo que recetan, para que no se dediquen a tirar con pólvora del rey, como suele decirse. La medicación que yo tomo es muy cara y los médicos de la pública tienen la instrucción de recetar preferentemente genéricos y a ser posible de los más baratos. Mi amiguete dice que él tiene trienios suficientes como para que no le toquen los cojones y por eso me ha hecho el favor. Pero la china no está en esa situación y su actitud es comprensible. Quizá lo que más me molestó es que se pusiera a ligar abiertamente con el enfermero colombiano cachas en mi presencia, algo que nunca haría una chica coreana, pero esto también se explica por su nacimiento en las Islas Canarias, un lugar en donde las mujeres maduran pronto y son fogosas y ardientes. Ya saben la letra de la canción: Todas las canarias son, como ese Teide gigante, mucha nieve en el semblante, y fuego en el corazón.

Pues eso hizo mi chinita preciosa (hasta le estoy cogiendo cariño y todo): me mostró su semblante de hielo y nieve y reservó su fuego interno para quien se lo merecía más que yo, por edad y envergadura (nunca mejor dicho: en-verga-dura). Lo cierto es que, como en mis cuentas bancarias llevo unos meses observando que sale más de lo que entra, he empezado a moderar mis gastos para controlar el asunto. Una cosa que me asusta un poco es el tema de la factura de la luz. Estos sí que son unos auténticos cabrones. Veamos. Llevan como un mes asustando en la prensa con la noticia todos los días de que se ha batido un nuevo récord de coste de la energía. En realidad no dicen que el récord se ha batido; lo que dicen es: la subida de la energía pulveriza el anterior récord, algo que todavía da más miedo. Una vez creado el terror, a mí me llega un sms que me dice que por problemas técnicos no me pueden cobrar la luz este mes y que, cuando me llegue el recibo acumulado pendiente, se me ofrecerá la facilidad de pagarlo en cómodos plazos. O sea, más miedo inducido.

Y atención a lo siguiente, que explica todo este contexto previo. Me llega el otro día un correo postal, en el que mi compañía de luz me advierte de que mi actual contrato con ellos vence el mes próximo. Que si yo no digo nada, se me prorrogará automáticamente en las mismas condiciones, es decir, que mis recibos seguirán estando sujetos a los vaivenes en el coste de la energía que se produzcan, mire usted qué joda, que diría un argentino. Pero, que si yo quiero, ellos pueden tener el detalle y la amabilidad conmigo de cambiarme a un contrato con un precio mensual fijo, que se aplicará a rajatabla. ¿Lo pillan? Para mí está muy claro, creo que es una forma más de fidelización y, en suma, de extorsión al consumidor. Desde luego que yo no tengo intención de cambiar nada, porque, siempre que una empresa te hace una oferta, es para su beneficio. Si yo no me hago la tarjeta del Alcampo, y no renové la del FNAC que me regalaron mis amigos en un cumpleaños, tampoco voy a cambiar mi contrato de la luz. Que vayan a fidelizar a su puta madre, con perdón.

Temas estos de escasa entidad, de esos que al Ateo Piadoso y otros seguidores de este blog les interesa que comente, aunque a mí no me quitan el sueño ni van a cambiar mucho mis rutinas de jubilado con alma de quinceañero. Por ejemplo, ahora estoy centrado en buscar material para preparar mi charla del día 19 en París, que finalmente va a versar enteramente sobre temas que nunca he contado. Ya me han mandado los billetes electrónicos de avión, tengo mi certificado Covid listo en la tarjeta sanitaria y sólo me falta prepararme la charla. El bueno de Alain está muy ilusionado, dice que vamos a tener una mañana de debate a tres voces con su amigo alemán Rainer, delante de los alumnos de ambos, y que luego nos iremos los tres a comer y de farra parisina para seguir debatiendo sobre los temas, de los que ya les adelantaré algunos aspectos que pueden encajar en el discurso del blog a medida que los vaya madurando.

Va a ser este mi primer viaje fuera de España desde el cerrojazo del Covid, pero no el último, espero. De hecho, en el próximo febrero voy a repetir itinerario: París, Lille y Ámsterdam. ¿Y con qué motivo esta vez? Parece mentira que me lo pregunten. El 10 de febrero actúa Samantha Fish en el Bataclan de París. Y ya tengo sacadas seis entradas de foso, que es como llaman allí al espacio delante del escenario. Invito al concierto a mis dos hijos y sus parejas respectivas. La sexta entrada aun no sé para quién va a ser, estoy en fase de concurso abierto, se admiten ofertas. Pero es que además, al día siguiente 11 de febrero, Sam actúa en el Melkweg de Ámsterdam. Mi plan es cogerme un tren por la mañana para asistir también a este concierto. Estoy pendiente de que mi amiga Rosa me diga cuántas entradas quiere. 

Por si no lo saben, el Melkweg, junto con el Paradiso, son los dos lugares míticos del rock a los que acudían los colegas en los tiempos dorados. La gente de los ochenta encontraba en Ámsterdam un lugar de libertad en donde desparramar sin freno, antecedente de lo que luego se dio en llamar el turismo del porro, que hubo de ser limitado y regulado por las autoridades locales. Recuerdo un amigo que volvió contando que se había pasado un fin de semana todo el día fumado y, en el colmo del éxtasis (ponía los ojos en blanco al rememorarlo), había ido a escuchar música al Paraíso y al Milky-güey, un par de sitios en donde se alcanzaba el nirvana del rock. El que contaba cosas como esas adquiría un prestigio indeleble en el grupo, que nadie ponía en duda, cuando a lo mejor no había salido en su vida de Vallecas, lo mismo que el que se desempeñaba en la clandestinidad política y, así entre dientes, dejaba caer que lo habían detenido y torturado: a ese ya todo el mundo lo miraba con admiración y ligaba más que nadie, que al fin y al cabo era de lo que se trataba. 

Samantha está ahora de gira por los USA y, a lo largo del mes de noviembre, tiene concierto todos los días menos cuatro. Y algunas fechas son dobles, con concierto de tarde y de noche. Tras un breve descanso navideño, saltará a Europa, empezando por las islas británicas. Ese ritmo, que nadie aguanta más que ella, explica que cada año se lleve el Road Runner Award, que premia la mejor gira. Lo sorprendente es que siempre encuentra músicos que la acompañen en esa deriva vertiginosa. Como de costumbre, los fans graban sus actuaciones y las cuelgan en Facebook y en Youtube. Les voy a poner un vídeo subido muy recientemente, para que vean qué energía despliega la chica y cómo la siguen los del grupo. Especialmente la baterista, que es explosiva, vigorosa, volcánica, todo un fichaje. Y en este grupo todos hacen coros. Vean este vídeo y se harán una idea de lo que voy yo a presenciar en febrero. Se les ve tocar dos canciones enlazadas, una de su último disco y luego sin transición su gran éxito Bitch on the run, en el que, como de costumbre, Sam anima a participar al público. Y se ve que sigue  sin detenerse con un tercer tema enlazado, aunque el vídeo ya se corta. Pantalla grande, please.

Esta chica está en plena forma vocal e instrumental y se ha hecho con un grupo que le da mucho cuerpo a su música, prácticamente como el que tenía antes de la pandemia, a falta de la sección de viento. Si comparamos este vídeo con los que les suelo poner del principio de su carrera, es fácil ver la evolución de su cuerpo, que ya no es el de aquella post adolescente delgada como un espárrago que no se sabía de dónde sacaba tanta energía. Ahora es una mujer, igualmente enérgica y talentosa, pero más rellenita. El paso del tiempo que no perdona a nadie. Algo similar me pareció observar el otro día en un partido del Real Madrid femenino que dieron en TV en directo. Mi adorada Athenea del Castillo, llegó al equipo de puntillas, como una especie de jovencita meritoria que debería esperar que las más veteranas le dejaran un hueco en el equipo titular. Pues desde el primer partido se ha hecho con la titularidad, no sólo en el Real, sino también en la selección nacional absoluta, en donde es fija y ya empieza a golear. Les traigo aquí el resumen del último partido de la selección en el que ganaron tres-cero a Marruecos. Athenea jugó todo el partido con el número 22 a la espalda y marcó los goles primero y tercero.

En este vídeo no se aprecia especialmente, pero el día que la vi con el Real Madrid, me pareció que ya no era aquella chica espigada que corría como un gamo. Athenea es muy profesional y yo creo que se ha entrenado para ganar en masa muscular. Me pareció más rotunda de formas, más mujer, aunque puede que se deba a la camiseta blanca del Real Madrid, yo creo que le quedaba mejor la del Dépor a rayas azules y blancas. Athenea ha ganado también en sentido táctico, ahora da muchas asistencias y sabe colocarse en el lugar al que va a llegar la pelota, los dos goles con España son por estar bien situada en el campo. Y han visto que, cuando marca, no se pone a dar saltos como una tolili, se queda muy quieta y espera a que las compañeras la abracen. Es marca de la casa también.

Ya que hablamos del Deportivo, les diré que el otro día el equipo juvenil superó la primera eliminatoria de la Youth League europea, a la que accedió después de ser el campeón de España el año pasado. Era el partido de vuelta frente a un equipo polaco, que en la ida les habían ganado tres-cero. Así que tenían que marcar al menos cuatro goles. El partido era en la tarde/noche del miércoles de un día desapacible en Coruña. Pero allí estaban más de 8.000 espectadores alentando una remontada como las que el primer equipo solía hacer en los años gloriosos de Valerón y Mauro Silva. Es una asistencia de público que supera a muchas de los equipos de Primera División en domingo. Los chavales interiorizaron ese espíritu y ganaron cuatro-cero, en un partido del que no me resisto a ponerles un resumen también. Este equipo anuncia una generación gloriosa, que esperemos que no se la lleven los equipos más grandes (en presupuesto, que no en afición; en afición no hay duda: somos los más grandes).

En fin, que ya les he puesto al día de mis temas habituales: mis pequeñas aventuras domésticas, Samantha Fish y el Depor. Sólo me falta hablar del fraCasado, que hay que ver, es que no aprende. Lo que me fastidia de este señor es ese gesto de media sonrisa, ese aire de jefe de grupo de boy-scouts, ese mohín de delegado de curso de una universidad del Opus, ese aspecto melifluo que no le lleva a ninguna parte. Fíjense que, ha sido sentarse a hablar con el Gobierno, y en 24 horas tienen ya resuelta la renovación del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo, lo que viene a demostrar que no era tan difícil y que han estado mareando la perdiz sólo para joder. 

Este tío es muy tonto y ha vuelto a ir de acuseta a Bruselas a decirles que Sánchez lo hace TODO MAL y que no nos den los fondos, que Sánchez los va a dilapidar en comprar comics y videojuegos (sic). Sólo le falta decir: Si lo sabré yo… No se da cuenta de que con esa sonrisilla no tiene nada que hacer ante Ursula von der Leyen que, cada vez que se encuentra con Sánchez, cae rendida ante su apostura. Y eso que no es canaria. El campeón mundial de lanzamiento de güitos de aceituna se esfuerza en mostrarle el gesto que tendría que adoptar, la cara de machote que debería poner, en vez de esa semisonrisa estúpida, pero no consigue grandes resultados. Les dejo con una imagen de uno de sus últimos intentos. Buen finde.




domingo, 17 de octubre de 2021

1.092. El otoño británico

Como les conté el otro día, estoy leyendo la novela Otoño, primera de la tetralogía escrita por la escritora escocesa Ali Smith, ante la que toda la crítica se ha rendido. Ya me la he terminado y me la estoy repasando para la sesión del martes de Billar de Letras. La primera palabra que me viene a la mente al analizar esta novela es autenticidad. Esta señora realmente tiene cosas interesantes en la cabeza y las cuenta cuidando el lenguaje con esmero, jugando con las palabras y generando una empatía con el lector que, a mí al menos, me llega de forma rotunda. Esta será la segunda sesión de la temporada de mi club de lectura y he de decirles que en la primera analizamos un libro en el que yo creí captar lo contrario, una especie de impostura, un señor que escribe muy bien pero que lo único que pretende es que nos caigamos de culo ante el libro, en una exhibición de erudición y de brillantez que parece responder a un ego sobredimensionado. Todo lo contrario de lo que hace Ali Smith. Veamos un retrato de esta señora.

Menuda mirada. Ali Smith tiene 59 años, es lesbiana declarada, vive con su pareja, una directora de cine y todo ello no ha impedido que haya entrado en la Academia de la Lengua Británica y que esté en posesión de la Orden del Imperio Británico, premios a una larga carrera como escritora de relatos y obras de teatro, además de alguna novela como esta. Otoño relata una amistad, digamos, transversal, entre un anciano de 101 años, prácticamente agonizante y una mujer de 33. En una estructura temporal en mosaico narra cómo se hicieron amigos cuando ella era una niña, a pesar de que su madre le prohibía que se fuera por ahí de paseo con un tipo tan mayor. Aparece también la figura de Pauline Boty, la única pintora pop británica, espíritu libre y feminista adelantada a su tiempo, amiga de Ken Russell y de los Stones, que murió de cáncer a los 28 años, dejando un legado artístico que ahora se está revisando. Los collages de esta pintora tienen una importancia clave en la historia que narra la novela. 

Pero una de las facetas que incorpora el libro es un relato desolador de los momentos posteriores al referéndum del Brexit, época en la que se escribió. El entorno que aparece como contexto de la historia, nos muestra a una serie de gente devastada por una solución que no esperaban, mientras los partidarios de separarse se explayan a sus anchas. Es lo que tienen estos temas que dividen a la sociedad, que generan una gran tristeza en la parte que pierde, que pasa a encontrarse desamparada. En la novela vemos el domicilio de un emigrante agobiado por una gran pintada que dice vete a tu casa. Y una escena en la que una pareja de turistas españoles que acaban de llegar y están en la cola de los taxis del aeropuerto son increpados por los que esperan tras ellos diciéndoles que se vuelvan a Europa, que esto no es Europa ya y que nos arreglamos por nosotros mismos.

En los años de plomo del País Vasco, un amigo me contó que, esperando en la cola de una cabina telefónica, una pareja de chavales le dijeron que ellos eran abertxales y que por tanto pasaban primero, que tenían prisa, pues. A mí nunca me ha pasado nada así en ninguna parte del mundo, pero si lo cuenta Ali Smith, imagino que es porque lo ha visto. La protagonista del libro, que se lleva mal con su madre, se ha ido a vivir con ella después del referéndum, para estar juntas y apoyarse un poco en esa sensación de desolación. Y les voy a transcribir un pequeño fragmento, que creo que es de una precisión abrumadora. En su afán de animar a su madre, la chica le propone que la acompañe a una gestión que tiene que hacer (renovar el pasaporte que ahora va a necesitar para viajar a cualquier sitio del continente). La madre le dice que está cansada. Son sólo tres kilómetros dice la chica, así estiras un poco las piernas… Vean lo que le responde la madre.

No me refiero a eso. Estoy cansada de las noticias. Estoy cansada de que conviertan en espectaculares cosas que no lo son y traten de forma simplista lo que es realmente espantoso. Estoy cansada de la mordacidad. Estoy cansada de la rabia. Estoy cansada de la mezquindad. Estoy cansada del egoísmo. Estoy cansada de que no hagamos nada para frenarlo. Estoy cansada de que lo alentemos. Estoy cansada de la violencia que existe y de la violencia que vendrá, la que todavía no ha ocurrido. Estoy cansada de los mentirosos. Estoy cansada de los mentirosos glorificados. Estoy cansada de que esos mentirosos hayan dejado que lleguemos a este punto. Estoy cansada de tener que preguntarme si lo han hecho a propósito o por mera estupidez. Estoy cansada de que los Gobiernos mientan. Estoy cansada de que a la gente ya no le importe que le mientan. Estoy cansada de que me hagan sentir miedo. Estoy cansada de tanta hostilidad. Estoy cansada de tanta pusilanimidad.

Ahora les digo. ¿Creen que el sentimiento de los catalanes que no se quieren ir sería muy distinto al día siguiente de la secesión? En Gran Bretaña, los escoceses votaron mayoritariamente por quedarse en Europa, resultado que se dio también en las grandes ciudades. Les engañaron unos tipos que ni siquiera sabían a dónde estaban llevando a su país. Y ahora se están empezando a ver las consecuencias: desabastecimiento, militares ayudando en las gasolineras. Además, el resultado del Brexit está recalentando peligrosamente el conflicto del Ulster, que no estaba todavía debidamente asentado, como sí parece estarlo el del País Vasco. Las consecuencias de la separación imponen una frontera entre las dos Irlandas que contraviene el Acuerdo de Viernes Santo por el que el IRA depuso las armas. Este verano ha habido incendios como los que se contaban en la excelente novela Incendiarios, que les recomendé hace unos meses. Pero esta historia tiene un villano, como todas y vean que bien lo retrata esta imagen.

El Brexit ha permitido que se ponga al frente del país un personaje tan nefasto como Boris Johnson. Un tipo de una frivolidad insultante. Que ahora se ha ido a Marbella a descansar mientras su país arde. Yo siempre me he identificado como contrario al Brexit, desde el primer día. Lo que pasa es que este blog tiene tendencia a dispersarse en temas más domésticos, y tampoco profundicé demasiado en el asunto. Pero tengo de entonces un retrato de Johnson que creo que refleja exactamente quién es este señor. Lo firma alguien fuera de toda duda en cuanto a ecuanimidad y categoría periodística: el gran John Carlin. Por si no lo recuerdan, este señor, hijo de padre escocés y madre madrileña, que ha vivido muchos años en Cataluña, fue expulsado fulminantemente de la redacción de El País por publicar un artículo en otro medio en el que no trataba muy mal a los independentistas catalanes. Desde entonces escribe en La Vanguardia. Ha publicado también varias novelas, entre ellas la que sirvió de base a la película Invictus, sobre el papel del rugby en Sudáfrica, como medio de integración entre las razas. Les pido que pinchen AQUÍ y lean el retrato que hace este señor de Boris Johnson. Es demoledor.



Por mi parte, yo creo que el resultado del Brexit fue una cagada, por decirlo pronto y claro. Pero la cagada no es tanto el resultado. La cagada es que un tema de esa trascendencia se permita que sea dirimido por una mayoría exigua. Ese es el error en el que espero que no vuelva a caer nadie. Una cuestión fundamental como esa no se puede decidir por un 51 a 49. En Canadá lo saben y han promulgado una ley que lo evita: la Clarity Act. Porque en una sociedad partida por la mitad, lo que hay que conseguir es que las dos partes se entiendan y pacten. Eso es la democracia. La democracia no es que el 51% machaque al 49%. Por ejemplo: yo creo que los catalanes tendrán que votar algún día y ya he dicho que me parece que el tema se solucionaría con una consulta no vinculante, con un compromiso posterior de gestionarla conjuntamente. Lo que quiero decir es que, si esa consulta se hace y sale un 80% de gente a favor de separarse, tendríamos que aceptar que se fueran.

Pero lo que es un delirio es pretender separarse sin tener siquiera ese 51% tramposo. Eso es lo primero que tendríamos que dejar sentado, cuál es la mayoría cualificada que permitiría a una región separarse. Pero, en cualquier caso, yo siempre me voy a oponer a que se fragmenten los países, como Yugoslavia o Checoslovaquia. Creo que la unión hace la fuerza, los países cuanto más grandes más poderosos y más caso se les hace en el concierto mundial. Yugoslavia era una potencia y ahora son siete países enanos (contando a Kosovo) con presupuestos nacionales ridículos y, en consecuencia, en manos de las multinacionales, que tienen mayor poder económico.

Y, en ese sentido, me parece cojonuda la iniciativa de dos pueblos extremeños contiguos: Villanueva de la Serena y Don Benito. Estos dos pueblos, de la mano, van a organizar un referéndum para unirse y convertirse en un solo pueblo. ¡Sí señor! Estos son de los míos. El referéndum será el año que viene y, como es natural, han fijado una mayoría cualificada necesaria para que sea válido: un 66%. Si triunfa, el pueblo unificado se convertirá en la tercera ciudad de Extremadura, después de Badajoz y Cáceres. Por si no lo sabían, AQUÍ tienen la información.

Sean felices. Lo práctico siempre estará por encima de lo dogmático. No lo olviden.

jueves, 14 de octubre de 2021

1.091. El zurullo primigenio y otras digresiones

Esta vez, el título alude precisamente al tema con el que arranca este post. Ustedes que creen que están al tanto de la actualidad porque leen El País, o el inMundo en su caso, seguramente no se han enterado de la que para mí es la noticia de la semana, publicada ayer por la tarde en algunos otros medios. Resulta que en la localidad de Hallstatt, en los Alpes austríacos, un paraje desolado y medio congelado en medio de la nada, se sabe que existió una mina de sal que empezó a ser explotada hace unos 3.000 años, que se dice pronto. Ahora está abandonada, pero es un lugar, como Atapuerca, declarado Patrimonio de la Humanidad y donde un equipo de científicos excavan en busca de información sobre nuestros ancestros de la Edad de la Piedra y períodos posteriores. Pues bien, en recientes excavaciones, los científicos dieron con un cagallón (que decimos en Galicia) con aspecto de ser muy antiguo, pero sorprendentemente bien conservado. Las conclusiones de su análisis se han publicado este miércoles en la revista científica Current Biology.

Los modernos procedimientos de datación de restos determinan sin margen para la duda que este cagarro prehistórico, este zurullo primigenio, fue depositado en la antigua mina hace 2.700 años. En esa fecha, un minero al que le dio seguramente el apretón, no encontró mejor sitio para aliviarse que el propio lugar de trabajo y podemos imaginar que lo cubrió con la propia sal para que no emitiera aromas delatores. El ñordo fundamental se ha conservado en bastante buen estado a lo largo de casi tres milenios, debido a la temperatura constante de la mina, en torno a unos 8 grados C, y por el propio poder conservante de la sal. Así pues, el análisis de estas heces antediluvianas nos permite obtener una información valiosísima sobre la dieta de los mineros en aquellos tiempos primitivos. La plasta troglodítica se guarda ya en el Museo de Historia Natural de Viena y a simple vista se puede ver que parte de esa dieta estaba compuesta por mijo, cebada y alubias pintas. Bueno, a lo mejor eran alubias blancas o judiones, que han cobrado ese tinte más oscuro con el paso de los siglos.

Pero falta lo más sorprendente. Analizada en profundidad la composición de esta boñiga ancestral, se han encontrado trazas indudables de dos hongos muy significativos: el Saccharomyces Cerevisiae y el Penicillium Roqueforti. El primero evidencia que los mineros comían con cerveza de la buena y el segundo, que le daban al queso azul, tal vez tipo Roquefort, o a lo mejor en una versión más cercana al Cabrales o al Peñasanta asturianos. En este momento, ya imagino que algunos de mis lectores más desconfiados empiezan a pensar que les estoy tomando el pelo, la cosa suena a coña marinera, así que, para que no decaiga su interés, les voy a poner el enlace a un medio que da la noticia, para que comprueben que no me estoy inventando nada (ya les he dicho que si yo tuviera la capacidad de inventar cosas como esta, sería un escritor famoso). Hasta viene una foto del cagallón susodicho. En fin, han de pinchar AQUÍ.

Como han podido leer, se trata de la primera prueba jamás encontrada de que en época tan temprana el humano era capaz de fabricar queso, un alimento cuya elaboración requiere unos procedimientos bastante sofisticados y difíciles para los medios de la época. No pasa lo mismo con la cerveza, puesto que ya les conté en un post con el palindrómico título de Arriba la birra, que está demostrado que los sumerios, ese pueblo ancestral que pobló Babilonia hace unos 5.500 años y al que se atribuye la creación de la escritura y la rueda entre otros inventos decisivos, ya se ponían hasta las cejas de cerveza artesanal, como la que ahora se empieza a fabricar por todas partes, al rebufo de la moda yanqui de la craft beer.

La ciencia ha avanzado un montón y nos permite saber un montón de cosas que antes se atribuían a explicaciones mágicas o religiosas. Por ejemplo, la sonda Perseverance, que aterrizó en febrero en un aparente cráter de Marte, ya ha mostrado evidencias de que ese supuesto cráter era en realidad un antiguo lago, en el que desembocaba un río que hasta había formado un delta en la desembocadura. Falta ahora que se puedan analizar los materiales depositados en el fondo de ese lago, para que sepamos si hay huellas de que hayan existido seres vivos en el planeta. No parece descabellado pensar que Marte sufrió un proceso de calentamiento global, o algún cataclismo cósmico, que lo dejó reducido a un secarral de color rojizo, incompatible con cualquier clase de vida.

Es posible que la Tierra esté encaminada a un final de ese tipo, no lo sé, lo que tengo claro es que la Tierra puede seguir adelante sin el ser humano, un elemento que se está revelando como muy dañino para el entorno climático del planeta. La Tierra se está ya defendiendo de este incómodo colono, con inundaciones, terremotos, filomenas, tornados, huracanes y fenómenos puntuales como la erupción del volcán de La Palma, cuyo alcance final aún se desconoce y esperemos que no resulte mucho más catastrófico para los naturales de dicha isla, hasta ahora maravillosa. La ciencia permite descifrar las causas reales de este tipo de catástrofes que los antiguos atribuían a la ira de los dioses. Yo tengo bastante claro que fue el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza (por eso se le suele representar con barbas y melenas blancas), como forma de explicarse cosas que parecían inexplicables.

En general, tiendo más a identificarme con las teorías expuestas por el biólogo francés Jacques Monod, premio Nobel de Medicina, que, al final de su vida, escribió un interesante libro llamado El azar y la necesidad, bastante famoso aunque no es de lectura fácil. Monod parte de la dualidad clásica de Demócrito: todo lo que existe en el Universo es fruto del azar o de la necesidad. Lo que es fruto de la necesidad responde a una intención, es algo que se planifica para que suceda de una forma determinada. Lo que se debe al azar, en cambio, ocurre de chiripa, por pura suerte. Y es fácil diferenciar en las cosas que se pueden ver o tocar cuáles responden a la necesidad y por tanto están fabricadas por el hombre o algún otro agente, como los nidos que fabrican los pájaros, y cuáles son fruto del azar y por tanto naturales.

Y Monod aventura una teoría: el hombre apareció en la Tierra como resultado del azar. Somos producto del azar en un universo completamente indiferente a lo que nos suceda. Toda la civilización, el progreso y el conjunto de la creación humana, surge en cambio de la necesidad. Es sólo una teoría, pero muy sugerente. Y este tipo de disquisiciones inciden también en el diseño. Me refiero a lo que está sucediendo ahora mismo en el parque Madrid Río. En los tiempos de Gallardón, se ganó como saben una gran superficie libre para la ciudad, al meterse en túnel los tramos de la M-30 que bordeaban el río. Esa gran superficie (unas 120 Ha) se sacó a concurso entre una serie de prestigiosos estudios de arquitectura, para que el ganador del certamen diseñara el nuevo parque. El jurado eligió una propuesta entre las presentadas, que era un ejemplo de parque urbano ultradiseñado.

Se construyó así, y puedo jurarles que en el nuevo parque no hay un solo árbol plantado (de un total de 33.000) que no se haya dibujado primero en un plano y que un diseñador lo haya mirado tras dibujarlo y haya pensado para sí: qué de puta madre está colocado ahí ese pino, es que queda cojonudamente. El resultado era un parque muy relamidito, con parterres conseguidos con piedra y ladrillo machacado para que fueran de dos colores, según la última moda en jardines. Cada fin de semana, los madrileños invadían el parque y los niños hacían zapatetas en los parterres poniendo todo perdido de esa gravilla de dos colores. Y cada lunes, los del mantenimiento debían barrer cuidadosamente los caminos para reponer cada tipo de gravilla en su sitio original.

Pero lo peor era el río. De acuerdo con los proyectos anteriores de canalización del Manzanares, el río era en realidad una sucesión de estanques separados por pequeñas represas que marcaban un salto de nivel del agua. Unos estanques de color azul oscuro, desprovistos de vida alguna y muy aburridos de observar. Pero llegó el cuatrienio de Carmena. Y se tomó la decisión de renaturalizar el río. ¿Cómo? Pues abriendo todas las compuertas y dejando que el río fluyera libre. Y observando lo que sucedía, para hacer un adecuado seguimiento. Y el río empezó muy pronto a hacer curvas dentro del cajero de hormigón, dejando nuevas islas a los lados, en donde empezaron a anidar patos y toda clase de aves acuaticas (hasta cormoranes he visto yo). El río adquirió continuidad con los tramos exteriores a la ciudad y empezaron a circular los peces originales de la fauna vernácula.

Y el río se convirtió en un espectáculo en sí mismo, bajo el sonido del agua que fluye y que tiene un efecto tranquilizador para los usuarios del parque. Esto ya se contó en el blog, y también que, tras la llegada de Almeida, se votó en el Pleno qué hacer y todos los grupos (de Más Madrid a Vox) votaron a favor de seguir con la renaturalización. Pero resulta que el río ha producido un diseño orgánico, natural, fruto del azar. Y ese diseño, que campa por sus respetos dentro del cajero del río canalizado, está ya desbordando del propio cauce, está invadiendo los laterales con su trazado aleatorio, comiéndose el diseño del que estaban tan orgullosos los ganadores del premio. Merece la pena que vayan a visitarlo. Podemos decir, pues, que un diseño elaborado por criterios de necesidad, está mutando a otro tipo de diseño basado en el azar.

No sé si es por hacer tanto yoga que me estoy volviendo más filosófico y profundo. O tal vez sea la influencia del otoño magnífico que estamos viviendo en Madrid este año. Otoño se llama precisamente el libro que me estoy leyendo para la segunda sesión de Billar de Letras que tendrá lugar el próximo martes día 19 de octubre. Su autora es escocesa y se llama Ali Smith. Es el primero de una tetralogía, que completarán Verano, Primavera e Invierno. Les diré que me está encantando, mucho más que el de la primera sesión, del que ni siquiera me pareció necesario comentar nada en el blog. Esta señora muestra un retrato desolador del Reino Unido inmediatamente posterior al referéndum del Brexit, cuando los ciudadanos empiezan a intuir que la han cagado. El libro y el tema del Brexit se merecen un post específico, que por hoy ya vamos teniendo bastante.

Mi primer otoño de jubilado, que me permite observar los cambios en la trayectoria del sol sobre mi terraza, con su jardín espléndido y los muebles recién reparados. La lucha continúa y mi vida sigue con entusiasmo renovado. Decía Churchill que la diferencia entre el triunfo y el fracaso no está en ganar siempre, sino en saber levantarse después de cada caída. Ese es mi objetivo en esta fase de mi vida. Como no les he puesto ninguna imagen en este post, les dejo con una foto, que viene al pelo de estas consideraciones. Es una pintada que todavía puede verse en una entrada de Metro de Madrid. Con ella les deseo que disfruten del nuevo finde que ya amaga detrás de esta noche que empieza. Sean felices si pueden.


lunes, 11 de octubre de 2021

1.090. Aleluyas y pliegos de cordel

Les confesaré que ya he agotado todos los trucos para titular estos posts en que hablo de un batiburrillo de temas diferentes sin un orden preestablecido, desde las típicas expresiones como miscelánea, cajón de sastre o cabos sueltos, pasando por todos los símiles culinarios, ensaladillas y pipirranas diversas, encurtidos y variantes, hasta las simples enumeraciones de dos o tres conceptos aparentemente sin relación alguna, pero que encuentran su nexo en el interior del texto. En busca de nuevos títulos, he dado con este, que alude a los antiguos relatos de ciegos, en versión ilustrada y unidos por una cuerda, que se vendían en los mercadillos desde los tiempos medievales y que constituyen el antecedente de los tebeos y los comics. Si quieren saber algo más al respecto, pueden pinchar AQUÍ.

Porque lo cierto es que hoy tengo en mente hablar de unos cuantos temas diferentes y todavía no sé cómo los voy a enhebrar. Empezaré por tranquilizarles, queridos seguidores de este blog, sobre un tema que sé que les tiene muy preocupados: puedo garantizarles que mi nombre no va a salir en los llamados Papeles de Pandora, igual que tampoco figuré en los de Panamá. Estas cosas conviene dejarlas claras desde el principio, que luego se lleva uno sorpresas. Yo, por ejemplo, encontré a la mujer de un amigo en el merdé de las tarjetas black y me quedé atónito. En este caso, no sé ustedes, pero yo no me he llevado ninguna sorpresa con los nombres que van saliendo. ¿Les extraña algo ver ahí a Pep Guardiola? A mí nada. ¿Les extraña que aparezca Vargas Llosa? A mí, no sólo no me extraña, sino que me ayuda a explicarme algunas de sus recientes opiniones y apariciones públicas. Y que se ande con ojo, que la Preysler ya le ha dado puerta a más de un marido por mucho menos.

Por cierto, menudo ojo el del fraCasado con los invitados a la convención itinerante del partido que le habían diseñado el campeón mundial de lanzamiento de güitos de aceituna y sus adláteres, para relanzar definitivamente su figura de cara a las elecciones de dentro de dos años (largo me lo fiáis, amigo Sancho). Primero se hizo la foto con Sarkozy, a quien puso de ejemplo de gestión pública impecable. A las 24 horas lo condenan a un año de cárcel por corrupción. Después, sale Vargas Llosa como ejemplo de escritor comprometido y no izquierdoso. Y le sacan en los papeles de Pandora. Y, por último, el canciller de Austria Sebastian Kurtz dimite de su cargo a los tres días de participar en el congreso del PP, acusado igualmente de corrupción. La coña que se traen al respecto las redes sociales es de época. Comparan esta convención con la boda de la hija de Aznar en El Escorial, donde un buen número de invitados acabaron procesados. Dicen que ya nadie va a querer que los invite cualquiera de estos dos señores.

Me dice algún lector que hay que ver qué manía le tengo al fraCasado. Es verdad, ustedes habrán detectado que no me meto tanto con Ayuso ni con Almeida. Es que, él es el que manda en el partido y da las directrices, los demás siguen la línea que les marca. Ayuso va más por libre y detrás de sus acciones se ve la mano de MAR, que es un tipo cien veces más listo que el de los güitos. Pero es que incluso desde el punto de vista de los intereses del PP, yo creo que no les conviene ese tipo de actuación política, sin proponer nada, sólo diciendo que todo lo que hace Sánchez está mal y que en cuanto llegue al poder va a derogar todas las leyes que se aprueben en este período. Su único proyecto es negativo, derogar leyes, no propone nada en positivo. He leído en alguna parte que esta forma de actuar, que no es exclusiva suya, tiene un nombre: vetocracia. Es decir, actuar en positivo cuando se está en el poder y dar por culo cuando se está en la oposición.

No me gusta nada esa forma de actuar y tampoco cuando la hace la izquierda. Por ejemplo, es el tipo de actitud que detecté en Rita Maestre en el asunto de Madrid Central. Si le llegan a tumbar a Almeida la nueva Ordenanza de Movilidad, el 15 de septiembre cualquier camión podría haber atravesado por mi barrio para coger un atajo en su ruta, como defiende Vox. ¿Qué pretendía esta señora? Pues lo dicho: dar por culo. Que todo fuera a peor para que todos los madrileños viéramos lo malo que es Almeida y dentro de dos años la votáramos a ella (los que tuviéramos todavía los pulmones sanos). Por eso dije hace un par de posts que esta señora era también una fracasada. Hasta pensé ponerle en mayúscula la ce intercalada.

En relación con esto, les hablo de una de las cosas que he aprendido recientemente en mis clases de inglés. ¿Conocen ustedes el significado de la palabra inglesa compromise? ¿Creen que significa compromiso? Claro, es que ustedes no dan dos horas de clase semanal con el bueno de Ed. Para que lo sepan: compromiso, en el sentido en que se usa la palabra en castellano, se dice en inglés commitment. En cambio, compromise significa lo siguiente: arreglo al final de una negociación, al alcanzarse un punto de acuerdo, diferente de las posturas iniciales de ambos negociantes, que permite desbloquear una situación previa de conflicto. Todo eso quiere decir compromise. Es un término fuertemente arraigado en la cultura anglosajona, que no tiene traducción directa al castellano; suele traducirse, en función del sentido general positivo o negativo de la frase, por arreglo o componenda. Pues ese es un concepto que desconocen los políticos españoles, como el fraCasado Pablo y la fracasada Rita.

Para alcanzar un compromise, ambas partes han de sentarse a la mesa dispuestas a ceder en una parte de sus pretensiones de inicio. Es toda una cultura, que supone que existan políticos de altura, que se sienten a la mesa con voluntad de acuerdo y que tengan algunas premisas innegociables, por ser fundamentales, y otras que se pueden tratar y matizar por ser accesorias. Los políticos españoles no hacen eso. Primero, les cuesta mucho sentarse con el contrincante. Y luego constatan que no hay nada que hablar, porque ni uno ni otro están dispuestos a ceder ni un milímetro. En cuanto se les propone tocar una coma de un texto, se levantan de la mesa. Lo de Rita Maestre es de libro. Se opone su grupo a la nueva ordenanza porque dicen que van a entrar al centro 15.000 vehículos más, que ya les he contado que es falso, como estamos notando todos los que vivimos aquí.

Encima, cada comerciante tiene derecho a inscribir tres vehículos, con lo cual la cuenta se aumenta a 45.000, cuando es obvio que cada día van a entrar sólo con uno, y además este personal no suele tener muchos coches. Y, en una entrevista reciente con Rita, esta señora habla ya de 50.000 vehículos, redondeando al alza, otro truco dialéctico de libro. Lo de que el PSOE se haya subido a este carro es ciertamente patético. Por el contrario, los cuatro a los que los medios de izquierda demonizan como tránsfugas, díscolos y pedorros, en mi opinión han actuado a la inglesa, dispuestos a llegar a un compromise y poniendo en primer lugar los intereses de los ciudadanos que les han votado y que les pagan sus sueldos. Mi postura al respecto está totalmente clara. Más Madrid y el PSOE han votado en este tema alineados con Vox. Marta Higueras y mis medio amigos Calvo, Cueto y Llamas nos han salvado de tragar más humo. Chapeau para ellos.

Pero yo no quería hablar tanto de temas de actualidad, cuanto, siguiendo los consejos de mi amigo el Ateo Piadoso, de esas peripecias cotidianas que, al parecer, tanto les divierten. Empezaré por decirles que continúo con el tratamiento que me prescribió la oftalmóloga para erradicar totalmente el orzuelo de mi ojo izquierdo, al que intuyo derrotado y en retirada, porque ya casi no me molesta. La pomada que me tengo que dar es un poco molesta y me hace ver un poco borroso al principio, pero ya he logrado ponérmela en el interior del párpado sin que se me salga toda por fuera. En cuanto a lo de darme veinte minutos de calor, el invento ese del gel que se calienta al microondas y se aplica en una bolsa de toalla, pues es muy cómodo y uno mismo puede regular la temperatura para no quemarse. Vean un par de selfies, que los pliegos de cordel han de tener por fuerza imágenes.


¡Guerra al orzuelo traicionero! ¡Fuera de mi ojo bichos invasores! Por lo demás, mi vida insignificante sigue sin mayores sobresaltos. Estamos ahora en medio de un puente, de esos que me resultaban tan apetecibles cuando era un ciudadano activo. Ahora apenas siento la diferencia con los demás días. Y además me muevo entre gente que tampoco hace mucho caso del calendario. Por ejemplo, Elena, mi profesora de yoga no hace puente y hoy tengo clase normal con ella. Tampoco descansa Ed, el profesor de inglés, que mañana seguirá contándome cosas interesantes como cada martes, aunque sea fiesta nacional. Ya les he dicho que incluso salgo más en los días de diario. El viernes pasado, por ejemplo, pasó por Madrid mi amigo Alfred, comimos juntos en la terraza de las Bodegas Rosell y luego tomamos un café en el Botánico. Si llega a ser un día festivo, no hubiéramos podido hacerlo, porque en este Madrid post-covid, todos los espacios libres están petaos. Vean la foto conmemorativa de nuestro encuentro.

Bien, ya que quieren anécdotas de las minucias de mi vida diaria, les contaré una, pero primero tengo que ponerles en contexto. Hace como diez años o más, empecé a tener alto el colesterol. Mis médicos de la privada me recetaron Crestor de 10 mgs. Empecé a tomarlo y, a los quince días me hice una analítica de control. Resultado: se me habían disparado las transaminasas. Entonces decidimos reducir la dosis a 5 mgs (una muestra de compromise, que los ciudadanos de a pie solemos aplicar; son los políticos los únicos que funcionan a base de líneas rojas y cordones sanitarios innegociables). El principio del Crestor es la rosuvastatina. Recuerdo que, por aquellos tiempos no existía la pastilla de 5 mgs, así que yo debía partir cada una de 10 con un cutter. Luego empezaron a comercializar el de 5.

Hace dos años, en la revisión que me hice antes de mi viaje a Madagascar, resultó que mi colesterol estaba controlado, pero se me habían disparado los triglicéridos (se consignó en el blog). Y me recetaron Ezetimiba de 10 mgs. Desde entonces tomo religiosamente cada noche mis dos pastillas. En el chequeo que me acabo de hacer, la analítica me salió niquelada, tengo todo bien y, tanto el colesterol como los triglicéridos y lo demás, en cifras de quinceañero con buenos hábitos. Esto no es sólo por la medicación. Es que, desde el cerrojazo de la pandemia en marzo de 2020, estoy haciendo deporte con regularidad y comiendo básicamente en casa y eso se nota. También tengo menos estrés desde que me jubilé y me dedico a hacer las cosas que más me gustan.

Pero la jubilación tiene también otros efectos. En la cuenta de mi banco entra ahora mensualmente una cantidad que es más o menos la mitad de la que entraba cuando era activo. Y el Crestor y la Ezetimiba son medicamentos caros, que pago cada vez en la farmacia. Estoy haciendo una política de reducir gastos de donde se pueda y este es un gasto absurdo que podría eliminar si me pautan los medicamentos en mi tarjeta sanitaria. Por otro lado, ahora tengo más tiempo para hacer determinadas gestiones, para las que antes no encontraba hueco. Le consulté a mi doctora de cabecera en lo privado y me dijo que tenía que pedir hora en lo público y llevarle mis últimos informes. Es un trámite sencillo añadió, pero a algunos médicos de lo público les da por poner pegas, así que procura ser educado y cordial.

Me acerqué, pues, al Centro de Salud que me toca, primera vez que piso ese lugar salvo para que me activaran la tarjeta sanitaria virtual. Llego y digo que quiero ver a la doctora de cabecera que me corresponda. Respuesta: le toca la doctora Menganita, que está de baja prolongada y no va a volver en un tiempo. Pero si lo que quiere usted es sencillo, le puedo dar una cita con la sustituta, la doctora Shin Hwang. Cojonudo, pienso. Tengo muchas cosas que contar de Corea del Sur en mi ánimo de ser empático, mi hijo Kike hizo un curso en Seúl, tomo té de ginseng rojo coreano, tengo varias amigas que trabajan como intérpretes y que me han traído grupos de visitantes de su tierra y hasta sé decir hola en coreano.

Llego el día de la cita. La chica es muy joven, delgada, nerviosa, pelo negro largo y liso, guapísima. Me habla en un español correcto con acento como sudamericano. Le pregunto si es coreana y me dice que sí de origen, pero nacida en Tenerife. Su rapidez y su desenvoltura me avisan de una forma de ser muy concreta y por prudencia me guardo todas mis referencias coreanas que llevaba listas para halagarla. Recurro al plan B. Le digo que soy un partidario incondicional de la sanidad pública (esto es cierto), pero que durante muchos años he tenido buena salud y un sueldo alto y para las pequeñas cosas he tirado de la privada no porque la prefiera, sino precisamente por dejar que haya más medios a disposición de la gente más humilde. Si hubiera tenido alguna dolencia grave, habría recurrido a la pública. Pero ahora soy un pensionista y ya no me puedo gastar tanto dinero en medicinas.

Veo que ha cogido el informe y lo está copiando en el ordenador con movimientos ágiles de sus diez dedos sobre el teclado y sin hacer ni puto caso de lo que le voy diciendo, así que opto por callarme. La chica ha debido de copiar el informe entero por lo que ha tardado, todo eso sin mirarme a los ojos. Cuando veo que para, le comento: Entiendo que esto debe de ser algo sencillo. Respuesta. No tanto. ¡Ay madre! pienso, qué será lo que pasa. Me explica que ella no es partidaria de la rosuvastatina, sino de la sinvastatina. Le digo que eso es un problema de marcas. No, es un producto diferente, más suave. Pero entonces no me vale con una pastilla de cinco. No, yo le recetaría una de 20. Pero yo no quiero tomar tanto medicamento. Es que las dosis no son iguales, usted sabe que un ibuprofeno de 600 es equivalente a un paracetamol de uno. Pues esto es igual.

Le cuento que cuando probé el Crestor de 10 con la Ezetimiba, se me dispararon las transaminasas. Es que me diceꟷ, con esto que yo le recetaría, ya no tendría que tomar Ezetimiba. Le digo que tengo muchas dudas, que con esa combinación de fármacos que tomo he logrado un punto de equilibrio que, junto con el deporte, me permite unas cifras de control excelentes. Que me da miedo cambiarlo. Que no entiendo por qué me niega un favor que es sencillo y respaldado por un informe muy extenso de una compañera suya que me trata hace tiempo. Me contesta que entiende mi punto de vista, pero yo tengo que entender también que ella no es una simple secretaria para hacer un acto administrativo a mi capricho, sino una doctora en medicina con su propio criterio médico.

Sigo dudando y entonces me dice que, si acepto su propuesta, ahora mismo me pone los medicamentos en la tarjeta. En caso contrario, tendré que seguir pagándolos. Me está empezando a irritar. Creo que es una chica muy mona, marisabidilla y mandona, con la carrera recién acabada, que sólo busca imponer su criterio por encima de todo. Le digo que lo siento mucho pero tengo que consultar con mi doctora, antes de acceder a un cambio de medicación que no veo justificado con los resultados de mi analítica en la mano. Y, en ese momento, entra en la consulta un enfermero colombiano alto y guapísimo y los dos se ponen a coquetear abiertamente. Esto ya es el colmo. Primero, no tendría que haberle dejado pasar hasta haber terminado conmigo. El tipo disimula como que viene a coger unos informes de una estantería al fondo, pero la chica se pone de pie a ayudarle y pasa de mí. Así que opto por recoger mis papeles y salir. Ni siquiera me ha dicho adiós.

El estrambote de esta historia es que llamé a mi amiga la doctora S. quien dictaminó que, además de marisabidilla y mandona, la china es una ignorante, porque la sinvastatina en ningún caso puede sustituir a la Ezetimiba, que tiene por finalidad controlar los triglicéridos. En fin, ahora estoy en trámite de encontrar un doctor amiguete que me quiera pautar las medicinas en mi tarjeta, como un favor de amigo. Parece que no es muy complicado. Por supuesto, el apellido de la china es imaginario, ella se llamaba de otra manera y no quiero causarle ningún problema ni buscarme líos. Pero creo que la moraleja de esta historia viene a incidir en lo mismo que les decía a principio de este post: que a los 70, uno sabe reconocer a las personas a partir de su físico.

Y voy a concluir con un ejemplo muy claro de esto. Hace un par de semanas, los diarios se hicieron eco de las declaraciones del nuevo Ministro de Prisiones de Afganistán, que dice que las ejecuciones y amputaciones son necesarias para el mantenimiento del orden en el país, de acuerdo con el credo islámico radical. Como ya les he contado, al tipo al que pillan robando cualquier cosa, unas patatas, una docena de huevos, se le amputa la mano izquierda. Y si, tiempo más tarde, sigue robando con la mano que le queda, se le amputa el pie del lado contrario. Lo único que dudaba el ministro era si esas amputaciones (y las ejecuciones) debían hacerse o no con público, en la plaza mayor. Las declaraciones son terroríficas. Pero lo que verdaderamente da miedo es el retrato del tipo que las ha hecho. Con su imagen les dejo. Es una cara que encajaría plenamente en cualquier pliego de cordel de la Edad Media. Que tengan una buena semana.