Aquí me tienen, tranquilo en casa pasando este domingo lluvioso de otoño en el que ya parece
que va escampando. Cuando yo era un ciudadano activo, acometía los fines de
semana con verdadera ilusión, dispuesto a descansar del trabajo, divertirme,
ver a la gente. Me lo pasaba en grande en las veladas de viernes y sábado, y
disfrutaba mucho de las mañanas de domingo, ocasión perfecta para ir al Rastro,
o al Retiro a tomar el vermú junto al lago, o cualquier otra ocupación
placentera. Luego la comida en algún restaurante casero del centro y a casa. Y
entonces, en las tardes de los domingos de otoño como este, a mí me daba el
bajón. Era una depre periódica, hecha de la suma de sensaciones de despedida
del finde, el coñazo de tener que volver a madrugar y regresar a la rutina
laboral, junto con la vaga sensación de no haber aprovechado el tiempo de relax
todo lo que se merecía, de acuerdo con las expectativas del viernes. Nada de
eso me pasa ahora, puesto que mi vida ya es un festivo continuado y, como decía
la canción, siempre es domingo/es domingo/para mí. ¿Cómo dicen? ¿Que no la
recuerdan? Pues nada, aquí la tienen.
Ya
ven qué cosas escuchábamos en la radio en 1961. Los gallitos impagables de Gelu
y los esfuerzos del saxo por dignificar un poco este despropósito. Siempre es
domingo para mí y el caso es que mis rutinas se han invertido en estos últimos
tiempos, puesto que no paro de salir y hacer cosas durante toda la semana y
aprovecho las tardes de sábado y domingo para encerrarme y huir de las
multitudes que han tomado las calles últimamente, como una explosión de alegría
y vitalidad después de las penalidades pasadas. Yo no doy por terminado el tema
del covid, pero la verdad es que estamos ya en una fase bastante más grata y nos
hemos quitado los miedos de la cabeza, que son lo peor de las pandemias y
similares. Así que, en esta tarde de relax casero, después de haberme comido un
potaje que me ha salido buenísimo y dar una cabezadita, qué mejor ocupación que
ponerme a escribir un post para ustedes.
He
observado que, cuando escribo un texto sobre un asunto concreto de la
actualidad, y encima defino claramente el tema en el título, entra mucha menos
gente a leerme. Hablo por ejemplo de mis posts sobre la situación de emergencia
humanitaria en el Yemen, o el reciente post titulado simplemente Afganistán. El
número de visitas cae en picado. Quiero creer que mis lectores buscan temas
gratos para divertirse y endulzar las penas, y así de primeras les da mucha
pereza leer cosas sobre Afganistán o el Yemen. No quiero pensar que no les
interesan mis opiniones al respecto, que podría ser la otra explicación. En
fin, ustedes sabrán, lo que yo escribí, por ejemplo, de esos dos temas, no es
fácil de encontrar en otros medios y ayuda a entender su problemática, pero si
no quieren leerme, allá penas.
En
cambio, veo que les interesan mucho los textos en los que voy contando las
cosas que voy haciendo en mi día a día, es curioso que no les aburra ese listado
de actividades, esa especie de diario privado que yo saco a la luz, esa reseña
de lo infraordinario, ese reporte de actividades insignificantes de la
intendencia y la logística de mi modesta vida cotidiana. Hombre, que de pronto me
descuelgue desde la azotea de mi casa, o les sorprenda con un blues legítimo en
Mi con Séptima Mayor, pues es algo que se sale de lo normal. Pero el relato de
mi cotidianeidad semanal no lo veo yo de tanto interés. Entiendo que hay un
poco de morbo en este tema, que más de uno entra en mi blog a ver si doy
detalles del tipo me picaba el culo y me
lo tuve que rascar. Pero, en fin, como hoy estoy de buen rollo y me gusta
cuidar a mi público, les contaré en que temas ando entretenido y así doy
gusto a su curiosidad.
Lo
cierto es que esta serie de actividades a las que dedico mi tiempo, me permiten
abstraerme de la pandemia, del volcán desatado y de la amenaza de la subida de
la luz, entre otras preocupaciones. Respecto a esto de la luz, todavía no
sabemos (al menos yo) cómo se va a traducir en nuestros recibos. He de decir
que, a comienzos de año me llegaron algunos recibos inusualmente bajos, como de
18€, mi hijo Kike me explicó cómo funcionaba eso de los precios de la luz y
estuve a punto de escribir un post al respecto, pero luego se pasó la ocasión y
los precios volvieron a valores normales. Ahora mismo, desde hace por lo menos
dos meses, los periódicos nos saludan cada mañana con dos titulares recurrentes, que nunca faltan.
Por
un lado, el fraCasado sale a la palestra, dice que Sánchez la ha vuelto a cagar
y se retira con la sensación del deber cumplido. Debe de pensar que esa es su
obligación como jefe de la oposición y que ya no tiene que hacer nada más para
ganarse el sueldo que le pagamos entre todos los españoles. Y la segunda
noticia de cada día: las tarifas de la luz baten un nuevo récord. Yo,
particularmente, lo único que sé es que me ha llegado un sms de mi compañía eléctrica,
que dice textualmente: C.Regulada. Debido
a una incidencia puntual, es posible que tus facturas de luz se retrasen. Una
vez se emitan, puedes fraccionar el pago llamando al número (siguen nueve
cifras). No entiendo muy bien en base a qué licencia se permiten tutearme, pero les confieso que estoy acojonadito. ¿A qué cifra astronómica ascenderá mi próximo
recibo, si ya se curan en salud diciéndome que lo puedo pagar a plazos? Pero,
en fin, vayamos con el prometido informe sobre mis actividades
rutinarias. Son básicamente cuatro.
UNO.
Ya he terminado la reparación de mi mobiliario de la terraza y van a ver que me
ha quedado niquelao. Les recuerdo que, para revertir los daños de la Filomena,
tenía que darle a las zonas deterioradas una pasada con lija de 80, otra de
lija de 120, una capa de lasur para igualar el tono con las zonas no
estropeadas y finalmente una buena capa de aceite de teca para exteriores. En
las fotos pueden ver el proceso. Empieza la serie con el trabajo de lijado ya
terminado.
Aquí pueden ver los muebles con el lasur ya dado.
En este punto vinieron varios días seguidos de lluvia por lo que hube de proteger el trabajo.
Pasadas las tormentas, hace unos días le di el aceite de teca. Esto fue lo más laborioso porque hube de darlo por todos los lados, arriba y abajo, no sólo en lo que se había estropeado. En teoría esto se debe hacer todos los años por estas fechas, para proteger adecuadamente la madera, pero yo no lo había hecho nunca, en los quince años que llevo en esta casa. Si no es por la Filomena, tal vez no lo hubiera hecho nunca. Un par de fotos de cómo me quedó el trabajo.
DOS.
Como ya les dije, el yoga forma parte de mi vida a pesar de que apenas llevo
dos meses practicándolo. Es un ejercicio que complementa mi actividad de
corredor. Salvo problema o circunstancia sobrevenida salgo a correr los
miércoles y los sábados a primera hora y voy al yoga los lunes y los jueves a
mediodía. El día que me toca yoga, salgo de casa a las 13.40, echo a andar por
Atocha, Magdalena, Tirso de Molina, Puerta Cerrada y calle de la Pasa, hasta mi
academia, que está en la plaza del Conde de Miranda. Allí me cambio y hago
entre hora y cuarto y hora y media de Ashtanga Yoga. Termino reventado,
chorreando de sudor, pero me cambio y cruzo un par de calles hasta el bar Ricla.
Recalo allí todos los lunes y también algunos jueves, aunque estos los alterno
con Casa Revuelta.
Son
dos bares míticos, sustentados sobre negocios familiares. En el Revuelta la señora prepara en la cocina las mejores tajadas de bacalao rebozado de Madrid y su marido atiende la barra con ayuda de un colombiano. El fundador del Ricla
se murió hace años, pero allí sigue su diminuta viuda que está en la cocina y
que dirige el cotarro con mano de hierro. Así de diario suele hacer callos y
albóndigas, que no siempre quedan a la hora que yo llego. Del bar se encargan
sus dos hijos, Emilio y José Antonio, con los que ya tengo una amistad bien
asentada. Son los dos grandotes, parece mentira que una madre tan pequeña haya
podido parir a semejantes gigantes, son afables y amigos de la conversa
reposada. Hace un par de jueves, me dijeron que su madre iba a cocinar para el
fin de semana un guiso de verdinas con perdiz escabechada y me ofrecieron
guardarme un plato generoso para el lunes. Acepté por supuesto.
Y
el lunes tenían una mesa de las de fuera con un folio pegado que decía:
reservado para Emilio. Es de agradecer porque el bar estaba lleno y había hasta
cola para pillar mesa. Creo que hace tiempo que no comía un plato tan delicioso. Para echarse a
llorar. Me dieron, para acompañarlo, una guindilla gigante de las que ellos
mismos embotan. Una curiosidad de este bar centenario es que no admiten el pago con tarjeta
de crédito, de lo que presumen en grandes carteles para que nadie se llame a
engaño: en este bar no se admiten tarjetas de crédito desde 1867. Comprenderán
que, cuando llego al bar agotado después de hora y media de yoga y me calzo de
costumbre un par de dobles de cerveza con algunos de los deliciosos pinchos que
tienen (de bacalao en aceite, mojama, salchichón de primera, lomo, anchoas y
similares), me quedo como nuevo. Regreso después caminando y pueden creerme:
el conjunto del yoga y la colación posterior me dejan suave ya para el resto
del día.
TRES.
La guitarra y el blues. Hay novedades aquí también. Este verano, mi hijo Kike pasó por casa y le mostré mi interpretación del clásico de Howling Woolf
Killing Floor, que subí al blog y suscitó grandes entusiasmos. Hablamos al
respecto y concluimos que para el tipo de música que yo quiero tocar es mucho
más adecuada la guitarra eléctrica. Y resulta que hay una aquí que él se
dejo. Yo había cogido la española y pensaba que los dos grandes y pesados
estuches que había en casa eran de dos bajos eléctricos, puesto que ese era el
instrumento que mi hijo tocó durante cinco años en su grupo de hardcore. Pero
resulta que uno de ellos era una guitarra eléctrica que usaban los del grupo.
Kike me recomendó hacer una transición por una guitarra acústica, para pasar
luego a la eléctrica.
Con
estas recomendaciones, acudí a la primera clase de Henry Guitar en Palomeras.
Estuvo de acuerdo en general, y de hecho ese día ya estuvimos practicando todo
el tiempo con púa sobre la española. Según Henry, no es necesario pasar por una
acústica y puedo empezar directamente con la eléctrica, que prometí llevarle en
la clase siguiente. Así lo hice y me comentó que es una guitarra de gama
media, no de las mejores, pero bastante buena. La enchufó en un ampli que tenía
por allí, la afinamos y aquello sonaba como un cañón. ¡Qué sensación! Nos pusimos a hacer
duetos y montamos un estruendo considerable, hasta el punto de que el alumno de
la hora siguiente asomó por allí la cara y se salió otra vez acojonado. Henry me
dijo que podíamos montar un combo para dar conciertillos por los barrios, que
solamente tengo que coger un poco más de habilidad con la púa.
Pero
antes de eso hay que poner a punto la guitarra. Y para ello, recurrí a mi amigo
Juanmi el Guitarrero, el luthier del barrio. Le visité el viernes y me dijo que
efectivamente es una buena guitarra. Lo primero que había que hacer es cambiar
todas las cuerdas, para lo que fui a un tercer elemento, Alberto, que regenta
una guitarrería en la calle Atocha, porque Juanmi no tiene cuerdas metálicas.
Compré un juego y me las tuve que poner yo, porque ninguno de ellos lo
quería hacer. El sábado a primera hora me puse a cambiar las cuerdas, para lo
que hacen falta unos buenos alicates y es bastante laborioso. Con las cuerdas
cambiadas y afinadas, volví a la tienda de Juanmi. Le llevé también un juego de
llaves de Hallen que tengo y que se necesitan para calibrar la guitarra, ajustar
el mástil, comprobar las dos pastillas.
Las
cuerdas anteriores eran gordas para conseguir el tono heavy del
hardcore y encima las afinaban en Re para lograr un sonido más lúgubre. En fin,
la tarea de Juanmi le va a llevar varios días, porque además tiene otros
trabajos antes. Cuando esté la guitarra a punto, me tengo que hacer con un
amplificador, a ser posible con cascos para no molestar a los vecinos. Dice Juanmi que puede tener alguno. Y si la
cosa progresa, tendré que comprarme un micrófono de pie, porque con semejante
cañón no se me va a oír la voz. Con eso ya puedo salir al Metro y poner la
gorra, si las cosas vienen mal dadas, que dice Rajoy que hay que recortar las
pensiones. En relación con esto de la música les digo también que ya tengo unos
bafles para acoplar al tocadiscos y el ampli que me pasó mi amigo X. Me los
ofrece el gran Paco Couto y tengo que ir a recogerlos, pero son nada menos que
Bang&Olufsen. Así que, a través del blog he conseguido hacerme con un buen
equipo para escuchar mi colección de vinilos, además del último de Samantha
Fish, que ya viene de camino desde USA.
CUATRO.
Mis actividades lectivas. El lunes pasado acudí a la ETSAM a dar una
conferencia presencial, porque las restricciones covid empiezan a relajarse. Mi
amiga Sonia de Gregorio me invitó a contar la historia del desmantelamiento de
las chabolas de Palomeras, dentro de la asignatura que ella imparte. La
asignatura es optativa de 5º curso y se llama Intensificación de Urbanismo (un
nombre bastante feo), pero tiene 24 alumnos matriculados. Estuvimos en una
clase en la que el máximo admitido eran 16, con los otros ocho siguiéndome por
Zoom. La cosa duró dos horas y salió bastante bien, los alumnos quedaron
bastante contentos. Al parecer, los alumnos tienen ahora la posibilidad de
puntuar estas actividades fuera de programa y el año pasado me dieron la máxima puntuación. Por eso me ha llamado
Sonia otra vez.
Y,
finalmente, ya les puedo anunciar el siguiente bolo que tengo en perspectiva.
Mi amigo Alain Sinou, de la Universidad Paris-8 me ha vuelto a llamar.
Recordarán que fui allí a dar una clase en febrero de 2019. Y que la iba a
repetir en 2020, pero se suspendió por la pandemia cuando ya tenía los billetes
de avión, que tuve que devolver. Este Alain es un hombre bastante clásico en
sus rutinas y no le gustan las clases on line. Hasta que no se han podido dar
presenciales no ha reanudado su curso. Hace como quince días me escribió
diciéndome que, si quería volver, la Universidad me pagaba el avión y dos
noches de hotel. Contesté que no necesito hotel y que a cambio, me dejen fijar
las fechas para quedarme por allí una semana. Y ya tengo las fechas acordadas
con Alain.
A
falta de que me envíen los billetes, hemos quedado en que viajaré el 18 de
noviembre, daré mi charla el 19, viernes, y tengo el avión de vuelta el 27,
sábado. Eso me deja una semana larga para enredar por París, en lo que va a ser
mi primer viaje fuera de España después de la pandemia. Una vez acordado esto,
me he enterado de dos cosas. Una, que el tema de este año del máster de Alain
gira en torno a los contenedores culturales que revitalizan un barrio, como el
Guggenheim de Bilbao. Es un tema que no tengo preparado y que tengo que contar
en inglés, porque Alain ha invitado a un colega de la universidad alemana de
Kiel que vendrá con sus alumnos que no saben ni palabra de francés. Tendré que currármelo
para preparar una presentación, pero tengo tiempo.
La
otra es que dice mi hijo que la habitación que tenían libre para los invitados
se la han alquilado a un chaval hasta Navidad, para ayudarse con el alquiler.
Lo mismo me toca dormir en el sofá. No me importa, estas son cosas que te rejuvenecen. Pero, a la vista de eso, calculo que me marcharé
unos días a Lille a ver a Lucas y tal vez me llegue a Ámsterdam, mi ciudad
favorita junto con San Francisco, en donde vive mi amiga Rosa a la que hace
mucho que no visito. Un plan fastuoso en cualquier caso. Y una forma de sumarme
a esta celebración general de la vida a la que parece haberse lanzado la gente
en nuestro país traducida en aglomeraciones, botellones y fiestas como si no
hubiera un mañana. A pesar del volcán, la crisis económica y lo demás, la gente
ha caído presa de una especie de euforia como la de los años veinte del siglo
pasado. Vean esta imagen del otro día.
Alegría
sin freno. Pero, ¿se han fijado en lo que pone en las pancartas? Sí señor. Es
inaudito, pero real. Los tipos de la foto no están celebrando el fin de la
pandemia, ni el gordo de la lotería, ni la victoria de su equipo de fútbol. Se
trata de fans de la cantante-o-lo-que-sea Britney Spears, que celebran que,
después de trece años ha conseguido una resolución judicial que la libera de la tutela
de su tiránico padre, el señor Spears, que la tenía a mal traer. Como dice un
amigo mío: POCO NOS PASA. Es increíble. Para acabar de cerrar el círculo de la
estulticia, la cantante-o-lo-que-sea ha decidido celebrar la buena nueva posando
en pelotas y subiendo las fotos a su cuenta de Instagram. Pero, como la censura
de dicha página prohíbe mostrar los pezones y otras partes íntimas del cuerpo
femenino, la chica las ha tapado con unas florecitas. Véanla.
En
fin. Que cosas como estas explican por qué gana el señor Trump en USA, el
Brexit en el UK, Puigdemont en Cataluña, Bolsonaro en Brasil y los demás. Es
que, joder, yo me esfuerzo en ser un tipo exquisito, un dandy coruñés, me
arreglo mis muebles, hago yoga, aprendo blues a la guitarra, hago un blog desde hace nueve años y doy unas clases
de puta madre por las universidades del mundo. Pero yo no soy como la mayoría.
La mayoría ve el Salvamé, no leen otra cosa que el Marca, salen en masa a
celebrar que Britney ya se puede despelotar
sin que la regañe su viejo y cosas de ese nivel mental y cultural. Por eso no
podemos confiar en la democracia. Porque estos epsilones son muchos más que
nosotros y los políticos que les gustan nos ganarán siempre. No es que votemos mal, como dice Vargas
Llosa (por cierto, ¿por qué no se limitará a escribir novelas?). Es que los epsilones
son legión.
Pero
yo no voy a desistir en la búsqueda de la excelencia. Tampoco cede la
influencer Ciara Ferragni, una de las mujeres con más seguidores en las redes,
de la que ya se habló en este blog con motivo de un documental sobre ella que
se proyectó en el Festival de Venecia. Ciara, está tan harta como muchas de la
estigmatización de la imagen del pezón femenino. Pero ella no pone florecitas
en sus fotos. Ella ha ideado y comercializado unas pezoneras doradas que se
pueden llevar debajo de los vestidos más vaporosos, sin incurrir en el anatema
de los censores. Me parece cojonudo ¡¡¡FREE THE NIPPLE!!! Con un par de fotos de esta señorita tan atractiva les voy a
dejar. Que tengan ustedes una buena semana.
Querido: Te extraña que la gente te lea más cuando narras situaciones cotidianas, aparentemente banales, que si anuncias que vas a comentar hechos de auténtica enjundia y gerundia, acaso merecedores de una meditación seria y circunspecta. Perdona que te señale que a mí no me parece tan extraño. Es más; yo creo que esa actitud de tus lectores está perfectamente justificada. Permíteme una reflexión sobre el tema, con la que creo apoyar esta consideración mía:
ResponderEliminarTodos nosotros nos creemos únicos e irrepetibles, y es probable que lo seamos; no seré yo quien me oponga a ello. No faltan, sin embargo, quienes hablan de la existencia de nuestro "doble", y también hay quienes opinan que somos sólo la mitad y que nuestra otra mitad anda por el mundo buscándonos como loca para completarnos, pero ello no hace al caso que nos ocupa. El hecho es que nos consideramos diferentes a cualquier otro hijo de vecino y, la realidad es que... ello no es del todo cierto. Somos más parecidos de lo que creemos y, precisamente eso es lo que hace que la chismorrería tenga tantos adeptos. Si hablas de haber tenido tentaciones de romper una farola de una pedrada, de abrazar a esa chica con la que te cruzabas todos los días al ir a la escuela, de subirte (¡ay, adolescencia!) en el tope del tranvía, o sacas a relucir el primer batacazo amoroso, el primer pisotón a tu pareja de baile, la muerte del gato, el roto del calcetín ... en fin: toda esa multitud de situaciones que conforman tu día a día, puedes estar seguro de que trasladarás a muchos de tus lectores los recuerdos de situaciones vividas por ellos en circunstancias muy similares. Todo ello hace que tus vivencias corrientes y molientes constituyan, para quienes te leemos, catalizadores de recuerdos y de emociones, unas veces pasadas y otras más o menos deseadas, más o menos inconfesables, pero comunes a muchos de nosotros.
¿Por qué las historias de amor, por ridículas que parezcan, tienen seguidores? Porque quién más, quién menos, ha pasado por circunstancias similares. ¿Quién no ha experimentado instintos asesinos frente a un determinado profesor? ¿Quién nunca se ha calado al intentar subir en esa barca del estanque del Retiro que no se estaba quieta? ¿A quién no le han asaltado en pleno baile (ese, en el que te jugabas tu futuro junto a esa chica tan mona) esos retortijones de tripa? ¿Quién no ha copiado jamás en un examen? (bueno: esto último jamás lo han hecho los señores diputados; todo el mundo lo sabe).
Desengáñate, o quizás mejor, felicítate al saber que, con tus narraciones, estás haciendo sonreír a muchos con la resurrección mental de situaciones pasadas o incluso lagrimear a alguno que otro ante alguna que otra emoción sentimental; que de todo hay en la viña del Señor.
Un abrazo. Y sigue contando cosas habituales, que todos sabemos dónde nos aprieta el zapato.
Mi querido amigo. Tengo la costumbre de contestar a los comentarios con un lapsus de dos posts. Empecé a hacerlo así para tratar de dejar reposar un tiempo las cuestiones y responder ya más en frío. Pero me temo que no es una buena idea, porque los que hacen comentarios, a menudo ya no vuelven a entrar a ver si les he contestado.
EliminarEn este caso, tu excelente disquisición ha tenido ya efectos en los dos posts siguientes y más de un lector me ha preguntado quién es ese ateo piadoso que me hace estas aportaciones tan enjundiosas.
Ya te dije en persona que me hace mucha ilusión que sigas leyendo mi blog. Si encima te animas a subir comentarios como este, la ilusión ya se dispara.
Aparte de darte las gracias, sólo puedo añadir a lo que dices la frase atribuida a Unamuno, de que la literatura consiste en extraer lo universal de lo cotidiano. Entre tú y yo, al menos lo intentamos.
Un fuerte abrazo.
Respecto a lo que dice sobre los que ven el Salvamé (me encanta que le ponga el acento en la E), yo creo que no son tantos y que se les combate con la cultura y con una enseñanza de calidad. La gente no es tonta, pero estamos en una sociedad en la que se valora más el triunfo y el dinero que el nivel cultural y eso genera ese submundo de la revistas del corazón y el cotilleo más infame. Un mundo que explica que Ayuso gane por goleada. Y un mundo que incluye también a su admirada chica de los pezones dorados, que ciertamente es muy guapa.
ResponderEliminarPues bastante de acuerdo en su análisis, si bien yo sí creo que los incultos son muchos. Pero, en cualquier caso, hay que seguir mejorando la educación en todos los niveles y la difusión de la cultura, es la única receta para salir de la incuria mental que nos lleva a esa sociedad que usted describe.
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