Mi
último post vio la luz de manera accidentada, por lo que les pido
disculpas. Lo terminé de escribir el viernes por la noche, lo publiqué y, como
de costumbre, envié el aviso a los integrantes del mailing de los que quieren
saber cuándo publico mis textos para leerlos enseguida. Digo que lo envié como
de costumbre, pero es mentira: creí enviarlo, pero algo falló. Durante el
sábado, me sorprendió la escasa repercusión del post; de hecho, no entraba casi
nadie a leerlo. Y el domingo por la mañana, por casualidad, repasando mi
correo, vi que había un ítem en el apartado de borradores, algo que no me
casaba, no tenía conciencia de haber guardado ningún borrador. Lo abrí y allí
estaba mi mail sin enviar. Lo mandé enseguida, pero la cosa ya venía de nalgas,
a lo que contribuyó también un título tan soso como el que le puse, por el que
igualmente me disculpo. Suelo comprobar que el mail se ha enviado, pero esta vez no lo hice y no sé por qué. Procuraré que, en adelante, no me vuelva a pasar.
Y, en cuanto a lo del título, pues les diré que esto de titular los textos es
un arte que tiene sus secretos; yo he sacado algunos verdaderamente buenos y
muchos regulares, pero no disuasorios como este. Tendré que poner atención a esto
también.
Por
mi parte, la vida sigue con normalidad. Aunque aparento estar a muchas cosas,
lo cierto es que, como buen jubilado, tengo numerosos ratos para dedicar a lo
que los italianos llaman el dolce far
niente, también conocido como tocarse
las pelotas a dos manos. En realidad, muchos de esos lapsus los dedico al samanthing, como muy bien definieron mis
hijos. Mi adorada Sam sigue con su gira interminable por los pequeños y grandes locales de
conciertos de la geografía USA, dejando a todo el mundo patidifuso con su
despliegue de talento y energía. En las páginas de Facebook que sigo, se
cuelgan continuamente fotos y vídeos de los eventos de cada día y aquí he
encontrado una curiosidad. Una fan tan incondicional como yo, llamada Tina Johnson,
colgó una serie de fotos suyas, con motivo del concierto de Sam del pasado sábado en el Palace
Theatre de Lorain, un pequeño pueblo de Ohio, al que esta chica asistió. Vemos
primero un par de selfies que se hace delante del autobús amarillo del grupo y
bajo el cartel anunciador del concierto.
Como ven, lleva un folio y un boli para recolectar autógrafos de los músicos, con los que le encanta hacerse fotos. Abajo la pueden ver con el teclista Matt Wade.
¡Sorprendente!
Hombre, sabemos que Sam es un pedazo de mujer, oficialmente se dice que mide
1,70 sin tacones; además, ya hemos dicho que volvió del encierro Covid un tanto
rellenita y además va muy abrigada, porque en Ohio por estas fechas hace un
frío de pelotas. Pero, ¿a que no se imaginaban que la tal Tina Johnson fuera de tan pequeña estatura? Y la cosa tiene un corolario, porque si la chica es así de bajita,
volviendo a la foto de más arriba se puede deducir que el tal Matt Wade es un
enano. Un auténtico gnomo, que toca los teclados como los arcángeles del coro celestial. Sorpresas te
da la vida.
Pero ya sé que más de uno de ustedes, que no dan puntada sin hilo, habrá observado que en el cartel del concierto se anuncia junto al nombre de Sam el de un tal King Solomon Hicks. A Samantha le encanta compartir cartel con músicos a los que admira y con los que tiene amistad. Este Solomon Hicks es un nuevo valor del blues, no tan virtuoso y descomunal como el gordo Christone Kingfish Ingram, pero con un fraseo de guitarra muy natural, que parece que interpreta sin esfuerzo, como si le saliera solo. Pueden comprobarlo en este vídeo que les pido que vean. Entenderán por qué se ha ganado ese mote de Rey Salomón. Ya se ha terminado la época en que los músicos mostraban un look de malotes. Este Solomon Hicks tiene una cara de buena persona que no admite dudas. No se pierdan tampoco al chino veterano que se encarga del bajo y que parece de goma, seguramente hace yoga. Y ojo con el de la armónica, con ese aire de sicario de incógnito de la Brigada Político Social. Blues tradicional por derecho. Pónganse la pantalla grande y disfruten de esta música eterna.
Este
es el tipo de música que los fans más puristas de Samantha Fish quieren que
siga tocando, pero nuestra Sam vuela ya por otros aires con su nuevo disco, en el que
continúa su camino creativo en una deriva que ni ella misma sabe donde terminará, porque nadie puede ponerle
límites. Por cierto, ya me llegó el ejemplar en vinilo de su nuevo álbum que encargué
hace meses. Con esto de la crisis de los suministros en el mundo, el envío se
ha retrasado, pero ya lo tengo en casa, aunque no lo he podido oír, por lo que
les voy a contar a continuación. Recordarán que les dije que tengo una colección
de vinilos para la que quería hacerme con un aparato reproductor. A través del
blog me han llegado todos los componentes, otra utilidad suplementaria de este
foro. En efecto, mi amigo X me ha pasado un viejo plato Dual y un amplificador
de la misma época, de la marca Telefunken. Sólo me faltaban los bafles y esta
vez fue mi también amigo Paco Couto quien me los proporcionó, de la marca Bang &
Olufsen.
En
ambos casos tuve que ir a recogerlos a sus casas y, una vez en la mía, los
conecté y los puse a funcionar. Pero el plato no giraba. El ampli y los bafles
van de maravilla y ya oigo la radio por ellos a buen volumen. El caso es que
busqué en Google qué hacer con el plato. Y me salió la referencia de un pequeño
servicio técnico que está en el barrio del Pilar, donde arreglan este tipo de
aparatos. Venía un número de teléfono, al que llamé y me atendió un señor con
formas y lenguaje propios de una persona de mi quinta, al que le pedí consejo. Por resumir lo que me dijo:
tenía que llevarles el plato a la tienda. Ellos me hacen gratis un presupuesto.
Si me va bien, adelante. Si no, me lo llevo de vuelta. Tienen un mínimo de
presupuesto de 70€ y no creen que pase de 150. Por ese dinero no me compro yo un
plato nuevo de un mínimo de calidad. Ni de coña.
Pero
es que estos platos Dual, como el que tenía mi padre, eran mucho mejores que
los que se fabrican ahora, marcados por la llamada obsolescencia programada. Los
de antes son eternos. Lo que me advirtieron es que no sería una cosa rápida,
porque tienen bastante cola. Así que cogí el coche, me acerqué al Barrio del Pilar
y aparqué en doble fila frente a la tienda para bajarles el aparato. Y aquí sigo esperando que me llamen
y me digan el precio de la reparación. Entre medias me llegó el disco de Sam
enviado directamente desde New Orleans y acompañado de una carátula firmada por
ella en una serie numerada de sólo 2.000 ejemplares. Ya me lo puse en plan
altar sobre el Telefunken de mi amigo X, como pueden ver en la foto. Y por cierto, también sigo esperando que me llame Juanmi el Guitarrero para que entre él y yo pongamos a punto mi nueva guitarra eléctrica de bluesman.
Pero
aparte del samanthing, tengo una vida bastante ajetreada, como se imaginan. Por
ejemplo, este sábado, a la hora del vermú, acudí al Puente de Vallecas, para
asistir a un evento vecinal en el que participaba mi profesor de blues, a quien
llamamos en este blog Henry Guitar. Resulta que en la calle Melquiades
Biencinto (no es coña, se llama así la calle), hace un tiempo derribaron un
edificio con fachada alineada a la vía, lo que desveló que en la parte del
fondo existía una palmera descomunal, impresionante, se conoce que el dueño del
edificio había sido un indiano que la había plantado y cuidado con mimo. Como
no se acaba de construir el nuevo edificio, los vecinos del entorno han okupado
el solar, lo han limpiado, han improvisado unas gradillas con palés de la frutería y lo usan para
eventos culturales de barrio. Vean unas fotos de la palmera y de las gradillas
con el público preparado para el evento del sábado.
Ven
que el solar ha sido bautizado como Espacio Vecinal La Palmera. Allí se
congregó la banda, dirigida por mi amigo Henry, con un contrabajo que era
alemán, un segundo guitarrista que acompañaba algunos temas y se quedaba quieto
en los otros y una sección de viento formada por flauta/saxo, fiscorno y
trompeta, a cargo de tres vecinos del barrio. A mi amigo lo que le pirra no es
tanto el blues como la bossa y de bossa iba la mayor parte de la música que se
tocó en el evento. Pero es que esta música, a ratos servía de fondo para la
lectura de poemas a cargo de otros dos vecinos, uno que leía poemas de Quevedo
y otros, y una chica, llamada Anais, que recitaba sus propias composiciones.
Toda esta es gente veterana (excepto el contrabajo alemán) y provienen del
poblado de Palomeras, cuyo proceso de realojo explico yo en mis clases de la ETSAM. Por
cierto, ellos nunca hablan de chabolas, sino de casitas bajas, término que usan
con cierta nostalgia. Grabé algunos fragmentos del acto y les traigo uno
cortito, que incluye un poema y un solo de flauta y se corta al llegar a la
parte de la trompeta. Es que no es fácil subir vídeos más largos al blog que no sean de Youtube.
Cultura
del pueblo para el pueblo. La cultura es lo único que nos salvará de personajes
como Boris Johnson y similares. Pero la cultura es también el cine y, tras el
parón de la pandemia, se han estrenado una serie de películas españolas muy buenas, que hay que apoyar para que la industria siga a flote. Me queda
por ver Las leyes de la frontera, basada en el libro de Cercas, pero ya el
sábado anterior había ido a ver Maixabel,
una película que les recomiendo, que recrea la peripecia vital de Maixabel
Lasa, viuda de Juan Mari Jaúregui, asesinado por ETA, que se prestó a mantener un
par de encuentros con uno de sus asesinos en la cárcel, encuentros propiciados
por Zapatero, que Rajoy anuló en cuanto llegó al poder. Los dos actores
protagonistas están muy bien, de Luis Tosar no nos puede sorprender nada, pero
es que Blanca Portillo compone un personaje realmente prodigioso, con el
empaque siempre orgulloso de la mujer vasca de clase media/alta, siempre bien
vestida, siempre erguida y resistiendo lo que tenga que venir. Sólo por verla a
ella merece la pena ver esta película.
Pero
el sábado, después del evento cultural de mediodía, me fui de nuevo al cine con
dos amigas, a ver El buen patrón, la
película que nos representará en los Oscar. Y esta sí se la recomiendo sin
dudarlo, es una película muy buena, con un Bardem extraordinario, contenido en
su fuego interno y componiendo un personaje que es un cabrón pero a la vez se
te hace simpático y muy próximo. Yo he conocido a gente así en el Ayuntamiento y
les juro que son tal cual. Además, las películas de Fernando León de Aranoa son
todas muy buenas, pero en mi opinión alcanzan la excelencia a partir de Un día perfecto, la que hizo sobre los
cooperantes en la guerra de Yugoslavia. Aquí alcanzó un nivel de producción y
de factura técnica a la altura de los filmes de Hollywood, que desde entonces
mantiene. Con eso, sólo le falta tener un buen guion (como es el de El buen
patrón) para hacer una obra maestra.
Nos
pusimos contentos después de la película, cogimos mi coche y fuimos a aparcarlo
cerca de una terraza vallecana en donde decidimos celebrarlo con unas jarras de
cerveza y unas croquetas. Aparqué el coche y, mientras las chicas se
adelantaban un poco para coger sitio, me pudo la ansiedad de saber cómo había
quedado el Deportivo, que jugaba a esa hora. Conecté el móvil y me puse a
consultarlo sin dejar de andar, algo no muy recomendable, y menos de noche y
viendo tan poco como yo veo. Un escalón se me cruzó en el camino, no lo vi y me
caí de bruces, soltando el móvil para apoyar las manos. El móvil cayó por la
parte del cristal haciendo un ruido horrible y las chicas se volvieron, me
vieron en el suelo y llegaron medio llorando: ¿Estás bien? ¡¡Aaaaaay que te has caído!!
Bueno,
no es por presumir, pero yo me he caído muchas veces, sobre todo corriendo y sé
cómo hay que poner el cuerpo y las manos para no hacerte daño. Me levanté con
agilidad, les juré que no me dolía nada y les mostré las manos sin un arañazo. Aguanté
los regaños por mirar el móvil andando por la noche, pero era cierto que no
tenía nada. No tenía nada yo; el móvil tenía el cristal totalmente astillado,
como suelen llevarlo los quinceañeros, un signo más de juventud. Ya les he
dicho que, si no me sirve para estas cosas, no sé para qué hago tanto yoga y
tanto running. El caso es que el domingo llamé a la casa Huawei y me indicaron
que existe un servicio técnico en Príncipe de Vergara esquina a Hermosilla.
Ayer me acerqué, atravesando el Retiro. No tenían el cristal, pero quedaron en pedírmelo.
Así que ahora estoy pendiente de tres llamadas: la guitarra eléctrica, el tocata Dual y el cristal del móvil, mientras disfruto de este otoño magnífico que estamos viviendo en Madrid, donde los agoreros suelen pronosticar que no va a haber otoño, pero suelen equivocarse. Así que les voy a dejar aquí, una vez puestos al día de mi actualidad. ¿Cómo dicen? ¿Que qué tiene que ver todo esto con el título del post? Pero vamos a ver. El otro día escribo un texto poniéndoles al día de mis asuntos habituales, lo titulo precisamente así (Mis asuntos habituales) y ni Dios entra a leerlo. Por una lógica inversa, me veo forzado a poner un título agresivo y con gancho, aunque no tenga nada que ver con el texto. Si no, de qué cojones estamos hablando. What the fuck are we just talking about? Vale, sean felices.
¡No se te puede dejar solo!
ResponderEliminarNo pasa nada, es que cada vez que me caigo y no me hago daño, me siento como un chaval. Y luego presumo de ello en el blog.
EliminarMelquiades Biencinto era de Carranque, además de primo hermano de mi bisabuela Natividad Caballero Biencinto. Llegó a ser alcalde de Vallecas y propietario de medio pueblo y media Ciudad Santa Eugenia. Renunció a su sueldo de alcalde a favor de la gente pobre de Vallecas; y era un tipo compasivo: muchas de sus propiedades inmobiliarias estaban dedicadas a alquiler social, aunque el concepto no existiera por entonces; la realidad es que se las cedía a familias necesitadas por una mensualidad simbólica. No todos los inquilinos fueron muy agradecidos: Al comienzo de la guerra civil, algunos señalaron al único hijo de Melquiades, que fue asesinado en agosto del 36. (Aportación de la memoria histórica de mi abuelo Zacarías).
ResponderEliminarExcelente aportación, querida. Yo no tenía ni idea de quién era ese señor, que da nombre a esta larga calle vallecana, que sale de la Avenida de la Albufera en paralelo a la M-30 y llega casi a Entrevías. Tenía además un nombre muy barroco.
EliminarUn abrazo, sobrina nieta, o lo que seas, de tan ilustre caballero.