domingo, 17 de octubre de 2021

1.092. El otoño británico

Como les conté el otro día, estoy leyendo la novela Otoño, primera de la tetralogía escrita por la escritora escocesa Ali Smith, ante la que toda la crítica se ha rendido. Ya me la he terminado y me la estoy repasando para la sesión del martes de Billar de Letras. La primera palabra que me viene a la mente al analizar esta novela es autenticidad. Esta señora realmente tiene cosas interesantes en la cabeza y las cuenta cuidando el lenguaje con esmero, jugando con las palabras y generando una empatía con el lector que, a mí al menos, me llega de forma rotunda. Esta será la segunda sesión de la temporada de mi club de lectura y he de decirles que en la primera analizamos un libro en el que yo creí captar lo contrario, una especie de impostura, un señor que escribe muy bien pero que lo único que pretende es que nos caigamos de culo ante el libro, en una exhibición de erudición y de brillantez que parece responder a un ego sobredimensionado. Todo lo contrario de lo que hace Ali Smith. Veamos un retrato de esta señora.

Menuda mirada. Ali Smith tiene 59 años, es lesbiana declarada, vive con su pareja, una directora de cine y todo ello no ha impedido que haya entrado en la Academia de la Lengua Británica y que esté en posesión de la Orden del Imperio Británico, premios a una larga carrera como escritora de relatos y obras de teatro, además de alguna novela como esta. Otoño relata una amistad, digamos, transversal, entre un anciano de 101 años, prácticamente agonizante y una mujer de 33. En una estructura temporal en mosaico narra cómo se hicieron amigos cuando ella era una niña, a pesar de que su madre le prohibía que se fuera por ahí de paseo con un tipo tan mayor. Aparece también la figura de Pauline Boty, la única pintora pop británica, espíritu libre y feminista adelantada a su tiempo, amiga de Ken Russell y de los Stones, que murió de cáncer a los 28 años, dejando un legado artístico que ahora se está revisando. Los collages de esta pintora tienen una importancia clave en la historia que narra la novela. 

Pero una de las facetas que incorpora el libro es un relato desolador de los momentos posteriores al referéndum del Brexit, época en la que se escribió. El entorno que aparece como contexto de la historia, nos muestra a una serie de gente devastada por una solución que no esperaban, mientras los partidarios de separarse se explayan a sus anchas. Es lo que tienen estos temas que dividen a la sociedad, que generan una gran tristeza en la parte que pierde, que pasa a encontrarse desamparada. En la novela vemos el domicilio de un emigrante agobiado por una gran pintada que dice vete a tu casa. Y una escena en la que una pareja de turistas españoles que acaban de llegar y están en la cola de los taxis del aeropuerto son increpados por los que esperan tras ellos diciéndoles que se vuelvan a Europa, que esto no es Europa ya y que nos arreglamos por nosotros mismos.

En los años de plomo del País Vasco, un amigo me contó que, esperando en la cola de una cabina telefónica, una pareja de chavales le dijeron que ellos eran abertxales y que por tanto pasaban primero, que tenían prisa, pues. A mí nunca me ha pasado nada así en ninguna parte del mundo, pero si lo cuenta Ali Smith, imagino que es porque lo ha visto. La protagonista del libro, que se lleva mal con su madre, se ha ido a vivir con ella después del referéndum, para estar juntas y apoyarse un poco en esa sensación de desolación. Y les voy a transcribir un pequeño fragmento, que creo que es de una precisión abrumadora. En su afán de animar a su madre, la chica le propone que la acompañe a una gestión que tiene que hacer (renovar el pasaporte que ahora va a necesitar para viajar a cualquier sitio del continente). La madre le dice que está cansada. Son sólo tres kilómetros dice la chica, así estiras un poco las piernas… Vean lo que le responde la madre.

No me refiero a eso. Estoy cansada de las noticias. Estoy cansada de que conviertan en espectaculares cosas que no lo son y traten de forma simplista lo que es realmente espantoso. Estoy cansada de la mordacidad. Estoy cansada de la rabia. Estoy cansada de la mezquindad. Estoy cansada del egoísmo. Estoy cansada de que no hagamos nada para frenarlo. Estoy cansada de que lo alentemos. Estoy cansada de la violencia que existe y de la violencia que vendrá, la que todavía no ha ocurrido. Estoy cansada de los mentirosos. Estoy cansada de los mentirosos glorificados. Estoy cansada de que esos mentirosos hayan dejado que lleguemos a este punto. Estoy cansada de tener que preguntarme si lo han hecho a propósito o por mera estupidez. Estoy cansada de que los Gobiernos mientan. Estoy cansada de que a la gente ya no le importe que le mientan. Estoy cansada de que me hagan sentir miedo. Estoy cansada de tanta hostilidad. Estoy cansada de tanta pusilanimidad.

Ahora les digo. ¿Creen que el sentimiento de los catalanes que no se quieren ir sería muy distinto al día siguiente de la secesión? En Gran Bretaña, los escoceses votaron mayoritariamente por quedarse en Europa, resultado que se dio también en las grandes ciudades. Les engañaron unos tipos que ni siquiera sabían a dónde estaban llevando a su país. Y ahora se están empezando a ver las consecuencias: desabastecimiento, militares ayudando en las gasolineras. Además, el resultado del Brexit está recalentando peligrosamente el conflicto del Ulster, que no estaba todavía debidamente asentado, como sí parece estarlo el del País Vasco. Las consecuencias de la separación imponen una frontera entre las dos Irlandas que contraviene el Acuerdo de Viernes Santo por el que el IRA depuso las armas. Este verano ha habido incendios como los que se contaban en la excelente novela Incendiarios, que les recomendé hace unos meses. Pero esta historia tiene un villano, como todas y vean que bien lo retrata esta imagen.

El Brexit ha permitido que se ponga al frente del país un personaje tan nefasto como Boris Johnson. Un tipo de una frivolidad insultante. Que ahora se ha ido a Marbella a descansar mientras su país arde. Yo siempre me he identificado como contrario al Brexit, desde el primer día. Lo que pasa es que este blog tiene tendencia a dispersarse en temas más domésticos, y tampoco profundicé demasiado en el asunto. Pero tengo de entonces un retrato de Johnson que creo que refleja exactamente quién es este señor. Lo firma alguien fuera de toda duda en cuanto a ecuanimidad y categoría periodística: el gran John Carlin. Por si no lo recuerdan, este señor, hijo de padre escocés y madre madrileña, que ha vivido muchos años en Cataluña, fue expulsado fulminantemente de la redacción de El País por publicar un artículo en otro medio en el que no trataba muy mal a los independentistas catalanes. Desde entonces escribe en La Vanguardia. Ha publicado también varias novelas, entre ellas la que sirvió de base a la película Invictus, sobre el papel del rugby en Sudáfrica, como medio de integración entre las razas. Les pido que pinchen AQUÍ y lean el retrato que hace este señor de Boris Johnson. Es demoledor.



Por mi parte, yo creo que el resultado del Brexit fue una cagada, por decirlo pronto y claro. Pero la cagada no es tanto el resultado. La cagada es que un tema de esa trascendencia se permita que sea dirimido por una mayoría exigua. Ese es el error en el que espero que no vuelva a caer nadie. Una cuestión fundamental como esa no se puede decidir por un 51 a 49. En Canadá lo saben y han promulgado una ley que lo evita: la Clarity Act. Porque en una sociedad partida por la mitad, lo que hay que conseguir es que las dos partes se entiendan y pacten. Eso es la democracia. La democracia no es que el 51% machaque al 49%. Por ejemplo: yo creo que los catalanes tendrán que votar algún día y ya he dicho que me parece que el tema se solucionaría con una consulta no vinculante, con un compromiso posterior de gestionarla conjuntamente. Lo que quiero decir es que, si esa consulta se hace y sale un 80% de gente a favor de separarse, tendríamos que aceptar que se fueran.

Pero lo que es un delirio es pretender separarse sin tener siquiera ese 51% tramposo. Eso es lo primero que tendríamos que dejar sentado, cuál es la mayoría cualificada que permitiría a una región separarse. Pero, en cualquier caso, yo siempre me voy a oponer a que se fragmenten los países, como Yugoslavia o Checoslovaquia. Creo que la unión hace la fuerza, los países cuanto más grandes más poderosos y más caso se les hace en el concierto mundial. Yugoslavia era una potencia y ahora son siete países enanos (contando a Kosovo) con presupuestos nacionales ridículos y, en consecuencia, en manos de las multinacionales, que tienen mayor poder económico.

Y, en ese sentido, me parece cojonuda la iniciativa de dos pueblos extremeños contiguos: Villanueva de la Serena y Don Benito. Estos dos pueblos, de la mano, van a organizar un referéndum para unirse y convertirse en un solo pueblo. ¡Sí señor! Estos son de los míos. El referéndum será el año que viene y, como es natural, han fijado una mayoría cualificada necesaria para que sea válido: un 66%. Si triunfa, el pueblo unificado se convertirá en la tercera ciudad de Extremadura, después de Badajoz y Cáceres. Por si no lo sabían, AQUÍ tienen la información.

Sean felices. Lo práctico siempre estará por encima de lo dogmático. No lo olviden.

2 comentarios:

  1. El Brexit y la llegada al poder de ese payaso trágico y peligroso que es Johnson, son acontecimientos homólogos de las victorias de Trump, Bolsonaro y otros. Este tipo de personajes, además, se aferran al poder (Erdogan, Putin, Duterte, Ortega) y es muy difícil echarlos. Y hacen mucho daño a sus pueblos. En realidad son el resultado de la podredumbre de los sistemas democráticos. Negros tiempos los que vivimos, difícil ser optimista.

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    1. De acuerdo en todo, pero el optimismo va ligado a la posibilidad de denunciar eso y luchar contra ellos. Si no luchamos, el futuro será tan negro como usted lo ve. Venga, al lío, no se me venga abajo que hay mucho por defender.

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