viernes, 28 de febrero de 2020

915. Tres hurras por Elvis Costello

Abducidos por una actualidad tediosa y obsesiva, llena de coronavirus, primarias estadounidenses y reuniones con los catalanes, se nos ha pasado una noticia cojonuda: a Elvis Costello le acaban de imponer la OBE, la Orden del Imperio Británico. El acontecimiento tuvo lugar el 14 de febrero y, como no podía ser de otra manera, fue el príncipe Carlos en persona quien se encargó de imponerle la condecoración a este rockero de pro, a quien siempre he admirado y al que voy a dedicar este texto, a modo de felicitación. Antes, unos ligeros comentarios sobre esa maldita actualidad. La amenaza del couruona-vairus, como lo llaman los yanquis, sigue creciendo y, como era de esperar, ya lo tenemos aquí, detrás de la puerta. Hay que mantener la calma y, para ello, les pido que escuchen la intervención del Ministro de Sanidad de Singapur, informando al Congreso de su país. Es un vídeo que ha circulado profusamente por Whatsapp y tal vez ya lo conocen. Si no es así, véanlo. Es la explicación más clara y razonable que he oído sobre el tema.


En cuanto a las primarias del Partido Demócrata, Sanders es ahora el caballo ganador, pero Biden espera recuperar terreno en las primarias de Carolina del Sur, que se celebran mañana. Carolina del Sur es un estado de mayoría afroamericana y será un buen aperitivo, antes del supermartes que está también ahí, detrás de la puerta del fin de semana. Y, respecto a los catalanes, me parece un logro acojonante que hayan accedido a reunirse una vez al mes. Yo, que soy muy bruto, les hubiera propuesto una vez al lustro, pero es seguro que en tal caso se hubieran dado cuenta de la estratagema y hubieran roto la baraja. Ya les he dicho que, para tratar con esa banda, es mejor un trilero como Sánchez, que alguien honesto como ustedes o yo. Veremos hasta dónde aguantan el toreo.

Y vamos con Elvis Costello. Este señor fue uno de los músicos de rock que más me llegaron a gustar en los 70, hasta el punto de que, como ya he contado en el blog, me desplacé a Barcelona para ver su concierto del 13 de diciembre de 1979, con Radio Futura de teloneros. Eran los años en que los mejores artistas del rock venían sólo a Barcelona y no a Madrid, contratados por el mítico organizador de conciertos Gay Mercader, sobrino del asesino de Trotsky. El concierto, que fue fabuloso, tuvo lugar en el Pabellón Deportivo del Joventut de Badalona. Para poder asistir, yo, que estaba en la mili, tuve que mentirle a mi comandante diciéndole que, como arquitecto, tenía un gran interés en asistir a la feria Construmat, que se celebraba en ese momento en Barna (y que no he visitado en mi vida). Luego, coger el tren del rock, con fuerte olor a porro durante todo el trayecto. Y, por último, alojarme en casa de mi amigo Jordi-que-no-se-llama-Jordi, con quien fui al concierto. En compensación de su amabilidad, le regalé un libro de Eduardo Mendoza (a quien no conocía) y un disco de Bruce Springsteen (de quien tampoco sabía nada). Todo esto ya se contó en el blog, pero lo repito por si se les ha olvidado.

¿Y quién era este señor Elvis Costello, que tanto me entusiasmaba? Pues a ello vamos enseguida. Elvis Costello tiene ahora 65 años. En los 70 era simplemente un chaval londinense que trabajaba de administrativo, por lo que debía ir al curre con chaqueta y corbata. Además estaba casado y tenía un hijo pequeño. Lo más alejado del estereotipo de artista del rock en los albores del punk y la new wave. Pero era ya un músico fuera de serie, que componía unas canciones con letras ácidas y con muy mala leche, en las que exteriorizaba su frustración por la vida gris a la que le había conducido su imprevisión con las medidas anticonceptivas. ¿Y de dónde le venía el talento musical? Pues de su padre, trompetista y cantante de una orquesta de variedades. A comienzos de los 70, el chaval componía como un loco y hacía maquetas que llevaba a todas las radios de Londres. Y apareció un cazatalentos que intuyó que estaba ante un diamante en bruto. 

El nuevo agente tomó unas cuantas decisiones trascendentales. La primera buscarle un nombre artístico. No pensarán ustedes que alguien pueda llamarse Elvis Costello, supongo. No señor. Nuestro héroe se llamaba nada menos que Declan McManus. Y que un rocker intente hacer carrera llamándose Declan McManus, es algo tan insólito como que una actriz quiera triunfar en el cine con el nombre de María Antonia Abad (y no Sara Montiel), o que una cantante de coplas salga al escenario anunciándose como Otilia Pulgarín (en vez de Rosa Morena). La segunda decisión: mantener su imagen de oficinista. En el momento en que está surgiendo el punk, cuando todo el mundo lleva melenas descuidadas, cuando los Sex Pistols salen a escena con unas pintas desastrosas, medio borrachos y escupiendo al público, la pulcra imagen de Elvis, con sus gafas de pasta y su corbata, son ciertamente rompedoras. Su primer disco se publica en 1977 y enseguida le siguen otros, todos muy buenos. Escuchemos una canción.


Esta canción que acabamos de escuchar ha sido elegida, en una versión renovada, para el comienzo de todos los episodios de la segunda temporada de la serie de TV The Deuce, que les recomiendo sin dudarlo (la tengo a medio ver). Ya les hablé de la primera, en donde te va contando cómo surge el negocio del cine porno en el Nueva York de los 70 a partir del mundo de la prostitución callejera. La serie la firman los mismos responsables de The Wire, que también es cojonuda. Pero volvamos a Costello. Por aquellos años, empezó a dar conciertos en los que tocaba la guitarra con mucha energía y se movía de una forma muy característica por el escenario. Más o menos del tiempo en que yo lo vi en Barcelona, es esta grabación que les pido ver ahora, de otro de sus bombazos. Por favor, no intenten imitar los pasos de baile de este señor, a menos que quieran fracturarse ambos tobillos.  


El éxito de Elvis Costello, le permitió hacerse un nombre en el mundo del rock, vivir de la música y componer lo que le diera la gana. Siempre fue un tipo muy inquieto y muy crítico, que no hacía ni caso al mercado. En pleno éxito a comienzos de los 80, sacó un disco de country que fue muy criticado y muy poco vendido. Apenas concedía entrevistas y no se cortaba en sus declaraciones, en donde llegó a proclamar que su principal objetivo en la vida era irritar al personal, hacerlo reaccionar para que no se amuermaran. Ese carácter áspero le hubiera llevado a la ruina si no hubiera sido un músico superlativo, que después del country, se atrevió a entrar en los terrenos del jazz y hasta de la música clásica (ha compuesto al menos dos piezas sinfónicas). Como les he puesto dos temas bastante marchosos, aquí tienen una canción más melódica y romántica: la preciosa Alison, de la que no se sabe a quién iba dirigida. Y con fotos de aquellos tiempos.


Yo tenía todos sus discos en esa época. Después le perdí la pista, o más bien, me la perdí a mí mismo (hasta que la volví a encontrar). Pasaron los años y Elvis Costello se hizo mayor, como todos, continuó siendo un músico muy respetado y se acabó casando con la gran Diana Krall, la diosa canadiense del jazz, una wonder woman que ha hecho que todos los salidos y envidiosos del mundillo le odien todavía más. Yo no, yo no soy envidioso y me alegro un montón de que este señor tan brillante y tan sincero se haya llevado de calle a semejante belleza, y de que vivan felices, coman perdices y hayan tenido una pareja de gemelos que completan la familia. Aquí una foto de ambos.


Elvis y Diana se casaron en 2003, y viven en una residencia lujosa en uno de los mejores barrios de Manhattan. Además, ella mantiene una casa de veraneo en Canadá. Cuando los niños eran pequeños, la madre se los llevaba a sus giras. Ahora no pueden perderse el colegio, pero son una familia feliz, que seguramente se divierte junta un montón. Abajo tienen una foto actual de Elvis Costello, un hombre feliz que sigue llevando sus gafas de pasta y su emblemática corbata. Más abajo, pueden ver mi colección de vinilos de este señor, que he puesto sobre la lavadora para hacerles la foto. Costello proclama a los cuatro vientos que nos han engañado con los CDs, que la música, como se oye bien, es en los discos de vinilo de toda la vida. 





En 2018 le operaron de un pequeño cáncer, del que dijo que era muy virulento, pero estaba cogido a tiempo y del que está totalmente recuperado, tocaremos madera. Hasta ha grabado un nuevo disco de estudio, tras años de no hacerlo por considerar que ya no existe mercado para eso. Y sigue componiendo y organizando giras de vez en cuando. Y esto nos lleva al tema de la condecoración. La Orden del Imperio Británico (OBE) se anunció en junio pasado, como suele hacerse, y los periodistas se apresuraron a entrevistar a Costello, por el morbo de saber si la rechazaría, de acuerdo con sus opiniones y su pensamiento crítico más ácido (David Bowie la rechazó en su día y los Beatles la recibieron en 1965, pero John Lennon se la devolvió a la Reina cuatro años más tarde. Tanto Bowie como Lennon vivían también en Manhattan). Las declaraciones al respecto de Elvis Costello son divertidísimas, como podía esperarse. Se las extracto a continuación.

Estoy feliz de aceptar este honor tan sorprendente. Para ser honesto, estoy muy contento de recibir este reconocimiento por mis “Servicios a la Música”, ya que eso confirma mi vieja sospecha de que nadie realmente escucha las letras de las canciones, de lo contrario el resultado podría haber sido algo diferente.

El nombramiento me llegó por correo certificado. Abrí el sobre, lo pensé por un momento y luego doblé el documento y me dormí hasta la mañana en que pude llamar por teléfono a Inglaterra y hablar con mi madre, Lillian MacManus. Lillian tiene casi la misma edad que Su Majestad, y se mantiene bien, con todo su ingenio intacto, por lo que me considero inmensamente afortunado de poder seguir buscando su consejo.
Comencé mi llamada diciéndole a mi madre que la primera ministra, la señora May, había propuesto mi nombre para una O.B.E. “Pero ella es una basura”, me interrumpió Lillian a voces antes de que pudiera completar la noticia. “Bueno, aparte de eso”, dije, “por supuesto, no aceptaré el premio”. Tampoco llegué mucho más lejos con esa declaración. Y escuché atentamente el argumento de mi madre: cuando un premio se merece, entonces uno debe ser amable en su aceptación.
Así que, como un buen chico, a quien le gusta hacer lo que a su mamá le haga sentirse más orgullosa, supe que debía dejar de lado mis viejos recelos y enemistades y reunir la poca gracia que poseo para acudir a recibir el premio. En fin, comprendan que es difícil recibir algo con el nombre "Imperio Británico", con todo lo que ese término encarna, sin al menos una pausa para la reflexión.
Definitivamente, este señor es mi ídolo. Les voy a dejar con unas fotos del día de la ceremonia y, de propina, otra de las canciones de los 70 que cimentaron la fama de este nuevo y flamante caballero de la Orden del Imperio Británico. Y espero que este post les ayude a amenizar un poco este fin de semana que viene y les distraiga de los coronavirus mentales, que son los peores.





6 comentarios:

  1. Qué buenas canciones, tío, gracias por recordármelas. Y que noticia tan surrealista lo de la OBE, las recomendaciones de su madre y las fotos. Definitivamente todo un personaje.

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    1. Siempre fue un personaje. Y un gran músico y un buen tipo. Si no, no le querría una mujer tan selectiva como Diana Krall, que tenía 38 años cuando lo conoció y no hay noticias de que hubiera tenido pareja anteriormente.

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  2. Hablando de lo que estamos hablando te nombraré otros: Joe Jackson, Graham Parker y Nick Lowe. De Graham Parker y Joe Jackson tenía bastantes vinilos y a Nick Lowe lo vi en la sala Universal, ahora un macro gimnasio en Manuel Becerra. A Grahan Parker también lo vi un par de veces en la Universal y otra en el Sol.
    También fui al Pabellón del Joventut de Badalona en los setenta y me alojé en casa de unos amigos que era lo que se hacía en aquella época. Recuerdo haber visto allí a Eric Clapton. He tenido que buscar la fecha: era el año 77.
    ¡Larga vida al Rock and Roll! (y a los rockeros, entre otras cosas por lo que nos toca).

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    1. Uf, disculpa Paco, que se me había olvidado contestarte. ¡Qué bien lo pasamos en esos años finales de los 70 y primeros 80! Yo no tengo tan buena memoria como tú y se me han olvidado muchos, pero tengo algunos en el recuerdo, el primero de Los Ramones en la vieja plaza de toros de Vista Alegre, el de Ian Dury y Robert Gordon en el Pabellón del Real Madrid, antes de que lo tiraran para hacer las torres. Y Robert Palmer y Prince y Johnny Thunder y Mink de Ville. Los recuerdos no los pueden quitar.
      Larga vida al rock, y nosotros que lo veamos.

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  3. ¿Realmente es un dato importante que Bowie y Lennon vivieran también en Nueva York?

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    1. Quizá tenía que haberlo explicado más. Gran Bretaña es un sitio bastante cerrado, endogámico, que puede resultar asfixiante para la gente más inquieta o creativa. Las tres personas que cito (Lennon, Bowie y Costello), comparten ese sentido más rupturista con su cultura de origen. Los tres son o fueron ciudadanos del mundo (sin dejar de ser ingleses hasta la médula, yo también me considero ciudadano del mundo y a la vez coruñés). Y no hay mejor lugar para un ciudadano del mundo que Nueva York, por supuesto, teniendo dinero en abundancia. Desde ese paraíso, cada uno con su musa respectiva, que te ofrezcan la medalla del Imperio Británico debe de resultar muy rancio. Lennon la devolvió antes de irse a NY, Bowie dijo que no la quería y Costello va un punto más allá, capta el punto surrealista y decide ir a que se la pongan, le da la mano al príncipe Carlos y de paso se acerca a visitar a su señora madre.

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