Abducidos por una actualidad tediosa y obsesiva, llena de coronavirus, primarias estadounidenses y reuniones con los
catalanes, se nos ha pasado una noticia cojonuda: a Elvis Costello le acaban de
imponer la OBE, la Orden del Imperio Británico. El acontecimiento tuvo lugar el 14 de
febrero y, como no podía ser de otra manera, fue el príncipe Carlos en persona
quien se encargó de imponerle la condecoración a este rockero de pro, a quien
siempre he admirado y al que voy a dedicar este texto, a modo de felicitación. Antes,
unos ligeros comentarios sobre esa maldita actualidad. La amenaza del couruona-vairus, como lo llaman los
yanquis, sigue creciendo y, como era de esperar, ya lo tenemos aquí, detrás de
la puerta. Hay que mantener la calma y, para ello, les pido que escuchen la intervención
del Ministro de Sanidad de Singapur, informando al Congreso de su país. Es un
vídeo que ha circulado profusamente por Whatsapp y tal vez ya lo conocen. Si no
es así, véanlo. Es la explicación más clara y razonable que he oído sobre el tema.
En cuanto a las primarias del
Partido Demócrata, Sanders es ahora el caballo ganador, pero Biden espera
recuperar terreno en las primarias de Carolina del Sur, que se celebran mañana.
Carolina del Sur es un estado de mayoría afroamericana y será un buen aperitivo,
antes del supermartes que está también ahí, detrás de la puerta del fin de
semana. Y, respecto a los catalanes, me parece un logro acojonante que hayan accedido
a reunirse una vez al mes. Yo, que soy muy bruto, les hubiera propuesto una vez
al lustro, pero es seguro que en tal caso se hubieran dado cuenta de la
estratagema y hubieran roto la baraja. Ya les he dicho que, para tratar con esa
banda, es mejor un trilero como Sánchez, que alguien honesto como ustedes o yo.
Veremos hasta dónde aguantan el toreo.
Y vamos con Elvis Costello. Este
señor fue uno de los músicos de rock que más me llegaron a gustar en los 70,
hasta el punto de que, como ya he contado en el blog, me desplacé a Barcelona
para ver su concierto del 13 de diciembre de 1979, con Radio Futura de
teloneros. Eran los años en que los mejores artistas del rock venían sólo a
Barcelona y no a Madrid, contratados por el mítico organizador de conciertos
Gay Mercader, sobrino del asesino de Trotsky. El concierto, que fue fabuloso,
tuvo lugar en el Pabellón Deportivo del Joventut de Badalona. Para poder asistir, yo, que
estaba en la mili, tuve que mentirle a mi comandante diciéndole que, como
arquitecto, tenía un gran interés en asistir a la feria Construmat, que se
celebraba en ese momento en Barna (y que no he visitado en mi vida). Luego,
coger el tren del rock, con fuerte olor a porro durante todo el trayecto. Y, por último, alojarme en casa de mi amigo Jordi-que-no-se-llama-Jordi, con quien fui al
concierto. En compensación de su amabilidad, le regalé un libro de Eduardo
Mendoza (a quien no conocía) y un disco de Bruce Springsteen (de quien tampoco
sabía nada). Todo esto ya se contó en el blog, pero lo repito por si se les ha
olvidado.
¿Y quién era este señor Elvis Costello,
que tanto me entusiasmaba? Pues a ello vamos enseguida. Elvis Costello tiene
ahora 65 años. En los 70 era simplemente un chaval londinense que trabajaba de
administrativo, por lo que debía ir al curre con chaqueta y corbata. Además estaba
casado y tenía un hijo pequeño. Lo más alejado del estereotipo de artista del
rock en los albores del punk y la new wave. Pero era ya un músico fuera de
serie, que componía unas canciones con letras ácidas y con muy mala leche, en
las que exteriorizaba su frustración por la vida gris a la que le había
conducido su imprevisión con las medidas anticonceptivas. ¿Y de dónde
le venía el talento musical? Pues de su padre, trompetista y cantante de una
orquesta de variedades. A comienzos de los 70, el chaval componía como un loco
y hacía maquetas que llevaba a todas las radios de Londres. Y apareció un
cazatalentos que intuyó que estaba ante un diamante en bruto.
El nuevo agente tomó unas cuantas
decisiones trascendentales. La primera buscarle un nombre artístico. No
pensarán ustedes que alguien pueda llamarse Elvis Costello, supongo. No señor.
Nuestro héroe se llamaba nada menos que Declan McManus. Y que un rocker intente
hacer carrera llamándose Declan McManus, es algo tan insólito como que una
actriz quiera triunfar en el cine con el nombre de María Antonia Abad (y no
Sara Montiel), o que una cantante de coplas salga al escenario anunciándose como Otilia
Pulgarín (en vez de Rosa Morena). La segunda decisión: mantener su imagen de
oficinista. En el momento en que está surgiendo el punk, cuando todo el mundo lleva melenas descuidadas, cuando los Sex Pistols
salen a escena con unas pintas desastrosas, medio borrachos y escupiendo al
público, la pulcra imagen de Elvis, con sus gafas de pasta y su corbata, son
ciertamente rompedoras. Su primer disco se publica en 1977 y enseguida le siguen
otros, todos muy buenos. Escuchemos una canción.
Esta canción que acabamos de
escuchar ha sido elegida, en una versión renovada, para el comienzo de todos
los episodios de la segunda temporada de la serie de TV The Deuce, que les
recomiendo sin dudarlo (la tengo a medio ver). Ya les hablé de la primera, en
donde te va contando cómo surge el negocio del cine porno en el Nueva York de
los 70 a partir del mundo de la prostitución callejera. La serie la firman los
mismos responsables de The Wire, que también es cojonuda. Pero volvamos a
Costello. Por aquellos años, empezó a dar conciertos en los que tocaba la guitarra con mucha energía y se movía de una
forma muy característica por el escenario. Más o menos del tiempo en que yo lo
vi en Barcelona, es esta grabación que les pido ver ahora, de otro de sus
bombazos. Por favor, no intenten imitar los pasos de baile de este señor, a
menos que quieran fracturarse ambos tobillos.
El éxito de Elvis Costello, le
permitió hacerse un nombre en el mundo del rock, vivir de la música y componer
lo que le diera la gana. Siempre fue un tipo muy inquieto y muy crítico, que no hacía ni caso
al mercado. En pleno éxito a comienzos de los 80, sacó un disco de country que
fue muy criticado y muy poco vendido. Apenas concedía entrevistas y no se
cortaba en sus declaraciones, en donde llegó a proclamar que su principal
objetivo en la vida era irritar al personal, hacerlo reaccionar para que no se
amuermaran. Ese carácter áspero le hubiera llevado a la ruina si no hubiera sido un
músico superlativo, que después del country, se atrevió a entrar en los
terrenos del jazz y hasta de la música clásica (ha compuesto al menos dos
piezas sinfónicas). Como les he puesto dos temas bastante marchosos, aquí
tienen una canción más melódica y romántica: la preciosa Alison, de la que no se sabe a
quién iba dirigida. Y con fotos de aquellos tiempos.
Yo tenía todos sus discos en esa
época. Después le perdí la pista, o más bien, me la perdí a mí mismo (hasta que
la volví a encontrar). Pasaron los años y Elvis Costello se hizo mayor, como todos, continuó
siendo un músico muy respetado y se acabó casando con la gran Diana Krall, la diosa
canadiense del jazz, una wonder woman
que ha hecho que todos los salidos y envidiosos del mundillo le odien todavía
más. Yo no, yo no soy envidioso y me alegro un montón de que este señor tan
brillante y tan sincero se haya llevado de calle a semejante belleza, y de que
vivan felices, coman perdices y hayan tenido una pareja de gemelos que completan la
familia. Aquí una foto de ambos.
Elvis y Diana se casaron en 2003, y viven en una
residencia lujosa en uno de los mejores barrios de Manhattan. Además, ella
mantiene una casa de veraneo en Canadá. Cuando los niños eran pequeños, la
madre se los llevaba a sus giras. Ahora no pueden perderse el colegio, pero son una familia feliz, que seguramente se divierte junta un montón. Abajo
tienen una foto actual de Elvis Costello, un hombre feliz que sigue llevando sus gafas de pasta y su emblemática corbata. Más abajo, pueden ver mi colección de vinilos de
este señor, que he puesto sobre la lavadora para hacerles la foto. Costello
proclama a los cuatro vientos que nos han engañado con los CDs, que la música,
como se oye bien, es en los discos de vinilo de toda la vida.
En 2018 le operaron de un pequeño
cáncer, del que dijo que era muy virulento, pero estaba cogido a tiempo y del
que está totalmente recuperado, tocaremos madera. Hasta ha grabado un nuevo disco de estudio, tras
años de no hacerlo por considerar que ya no existe mercado para eso. Y sigue componiendo
y organizando giras de vez en cuando. Y esto nos lleva al tema de la
condecoración. La Orden del Imperio Británico (OBE) se anunció en junio pasado,
como suele hacerse, y los periodistas se apresuraron a entrevistar a Costello,
por el morbo de saber si la rechazaría, de acuerdo con sus opiniones y su pensamiento crítico más ácido (David Bowie la rechazó en su día y los Beatles la recibieron en 1965,
pero John Lennon se la devolvió a la Reina cuatro años más tarde. Tanto Bowie como Lennon vivían también en Manhattan). Las declaraciones al respecto de Elvis Costello son divertidísimas, como podía esperarse. Se las extracto a
continuación.
Estoy feliz de aceptar este honor tan
sorprendente. Para ser honesto, estoy muy contento de recibir este
reconocimiento por mis “Servicios a la Música”, ya que eso confirma mi vieja sospecha
de que nadie realmente escucha las letras de las canciones, de lo contrario
el resultado podría haber sido algo diferente.
El nombramiento me llegó por correo certificado.
Abrí el sobre, lo pensé por un momento y luego doblé el documento y me dormí
hasta la mañana en que pude llamar por teléfono a Inglaterra y hablar con mi
madre, Lillian MacManus. Lillian tiene casi la misma edad que Su Majestad, y
se mantiene bien, con todo su ingenio intacto, por lo que me considero inmensamente
afortunado de poder seguir buscando su consejo.
Comencé mi llamada diciéndole a mi madre que la
primera ministra, la señora May, había propuesto mi nombre para una O.B.E. “Pero
ella es una basura”, me interrumpió Lillian a voces antes de que pudiera
completar la noticia. “Bueno, aparte de eso”, dije, “por supuesto, no aceptaré
el premio”. Tampoco llegué mucho más lejos con esa declaración. Y escuché
atentamente el argumento de mi madre: cuando un premio se merece, entonces uno debe ser
amable en su aceptación.
Así que, como un buen chico, a quien le gusta
hacer lo que a su mamá le haga sentirse más orgullosa, supe que debía dejar de
lado mis viejos recelos y enemistades y reunir la poca gracia que poseo para acudir a recibir el premio. En
fin, comprendan que es difícil recibir algo con el nombre "Imperio Británico", con
todo lo que ese término encarna, sin al menos una pausa para la reflexión.
Definitivamente, este señor es mi
ídolo. Les voy a dejar con unas fotos del día de la ceremonia y, de
propina, otra de las canciones de los 70 que cimentaron la fama de este nuevo y flamante caballero de la Orden del Imperio Británico. Y espero que este post les ayude a
amenizar un poco este fin de semana que viene y les distraiga de los
coronavirus mentales, que son los peores.
Qué buenas canciones, tío, gracias por recordármelas. Y que noticia tan surrealista lo de la OBE, las recomendaciones de su madre y las fotos. Definitivamente todo un personaje.
ResponderEliminarSiempre fue un personaje. Y un gran músico y un buen tipo. Si no, no le querría una mujer tan selectiva como Diana Krall, que tenía 38 años cuando lo conoció y no hay noticias de que hubiera tenido pareja anteriormente.
EliminarHablando de lo que estamos hablando te nombraré otros: Joe Jackson, Graham Parker y Nick Lowe. De Graham Parker y Joe Jackson tenía bastantes vinilos y a Nick Lowe lo vi en la sala Universal, ahora un macro gimnasio en Manuel Becerra. A Grahan Parker también lo vi un par de veces en la Universal y otra en el Sol.
ResponderEliminarTambién fui al Pabellón del Joventut de Badalona en los setenta y me alojé en casa de unos amigos que era lo que se hacía en aquella época. Recuerdo haber visto allí a Eric Clapton. He tenido que buscar la fecha: era el año 77.
¡Larga vida al Rock and Roll! (y a los rockeros, entre otras cosas por lo que nos toca).
Uf, disculpa Paco, que se me había olvidado contestarte. ¡Qué bien lo pasamos en esos años finales de los 70 y primeros 80! Yo no tengo tan buena memoria como tú y se me han olvidado muchos, pero tengo algunos en el recuerdo, el primero de Los Ramones en la vieja plaza de toros de Vista Alegre, el de Ian Dury y Robert Gordon en el Pabellón del Real Madrid, antes de que lo tiraran para hacer las torres. Y Robert Palmer y Prince y Johnny Thunder y Mink de Ville. Los recuerdos no los pueden quitar.
EliminarLarga vida al rock, y nosotros que lo veamos.
¿Realmente es un dato importante que Bowie y Lennon vivieran también en Nueva York?
ResponderEliminarQuizá tenía que haberlo explicado más. Gran Bretaña es un sitio bastante cerrado, endogámico, que puede resultar asfixiante para la gente más inquieta o creativa. Las tres personas que cito (Lennon, Bowie y Costello), comparten ese sentido más rupturista con su cultura de origen. Los tres son o fueron ciudadanos del mundo (sin dejar de ser ingleses hasta la médula, yo también me considero ciudadano del mundo y a la vez coruñés). Y no hay mejor lugar para un ciudadano del mundo que Nueva York, por supuesto, teniendo dinero en abundancia. Desde ese paraíso, cada uno con su musa respectiva, que te ofrezcan la medalla del Imperio Británico debe de resultar muy rancio. Lennon la devolvió antes de irse a NY, Bowie dijo que no la quería y Costello va un punto más allá, capta el punto surrealista y decide ir a que se la pongan, le da la mano al príncipe Carlos y de paso se acerca a visitar a su señora madre.
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