La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de su
habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera. En
el primer momento no hizo más que apartar hacia un lado el animal y bajar sin
preocuparse. Pero cuando llegó a la calle, se le ocurrió la idea de que aquella
rata no debía quedar allí y volvió sobre sus pasos para advertir al portero.
Los párrafos que cito arriba a la
derecha son fácilmente reconocibles: corresponden a La Peste (Albert Camus, 1947). Si alguno de mis followers no la ha leído, por favor que se
apresure a hacerlo, es una novela corta y, por su antigüedad, ya se puede
conseguir en Internet, en un archivo pdf que se descarga gratis.Y no le diga a nadie que no la había leído antes. Este va a ser un post cortito
por mi parte, porque les voy a pedir que lean un texto que no es mío y que se
publicó hace dos años y medio, con motivo del 70 aniversario de la publicación
de La Peste. Pero parece como si las
reflexiones que en él se contienen fueran consecuencia de la invasión del
coronavirus.
Antes de eso, me voy a limitar a
ponerles unas imágenes sobre el tema, que estaba recopilando pacientemente, pero
que se han visto desbordadas por la irrupción en Italia del maldito Covid-19. Porque
no se crean que yo escribo mis post en una tarde (algunos sí, y se suele
notar). Detrás hay un trabajo de recopilar material hasta que, de pronto, la
cosa adquiere una masa crítica suficiente y, entonces sí, entonces me pongo al
ordenador y en una tarde o en un par de ratos elaboro mi siguiente post. Mi
colección de fotos sobre China tras la irrupción de la epidemia es muy buena y,
ya que la tengo, se la voy a mostrar, puesto que yo la estaba recopilando sólo para usarla en el blog, maldita la falta que me hace a mí tener estas imágenes guardadas.
Quiero hacer hincapié en dos cosas.
Una es la maestría de Camús, empezando con una rata que aparece en un pasillo.
Las grandes catástrofes comienzan de esa manera. Por eso me gustó tanto el
guión de Parásitos, porque la lluvia, que será decisiva en el giro que toma la
historia, empieza por un ligero chirimiri que se ve caer en el jardín de la
mansión donde transcurre buena parte de la película. En Wuhan las cosas
empezaron así, como se contó en este blog hace unos cuantos textos. Se ha
revelado ahora que entre el 12 y el 29 de diciembre pasado se habían detectado
algunos casos de pacientes que aparecían por el Hospital Central con fiebre, tos seca y otros síntomas
de neumonía incipiente. El 30 de diciembre, el doctor Li cuelga su mensaje en
WeChat, por el que le irán a buscar a su casa el 3 de enero.
El 31 de diciembre, se informa a la OMS de estos primeros casos. El 1 de enero, las autoridades cierran el Huanán
Seafood Market, el mercado central mayorista del pescado y el marisco de Wuhan.
El 5 de enero, China anuncia que los casos detectados no son atribuibles al SARS (la gripe
aviar, de 2003) ni al MERS (el otro coronavirus que surgió en Oriente Medio en
2012). Dos días más tarde se identifica la nueva cepa del virus, al que se
denomina, en inglés, Covid-19. Y el 11 de enero se anuncia la primera víctima:
un pescadero de 61 años del mercado clausurado. Les cuento esta cronología para
destacar la segunda característica de este asunto. La virulencia y la capacidad de contagio de este virus es tremendamente rápida. Es que hace prácticamente dos días del primer muerto y ya van cerca de 3.000. Mis amigos médicos me dicen que no hay
motivo para alarmarse, que la mortalidad del Covid-19 es mucho más baja que la
de la gripe normal. Pero la verdad es que está uno cagadito-cagadito.
Un virus de este tipo acaba con
las características más destacadas de la vida urbana que, algunos al menos, habíamos adoptado en los últimos tiempos. Yo estuve barajando la posibilidad de jubilarme este año para
emprender mi vuelta al mundo en abril o mayo. Menos mal que me he quedado,
porque habría tenido que suspenderla. Y tengo ya preparados un par de viajes
para este año, que ya les iré revelando cuando estén más definidos, si es que se sigue pudiendo viajar por
el mundo dentro de unos días. Con lo a gusto que estaba yo como ciudadano del mundo y ahora tal vez me vea obligado a encerrarme y no salir ni al Carrefour. Esto es para mí lo peor. Además, en un mundo directamente apoyado en el negocio del ocio, el deporte y el espectáculo, la suspensión de eventos como las Olimpiadas de Tokio sería una ruina y las bolsas ya lo van reflejando.
Porque, por lo que a la propia enfermedad atañe, se trata de algo similar a la gripe, un tipo de afección bastante ligado al invierno y al mal tiempo. En cuanto empiece a templar, la cosa se calmará y, para el año que viene, estará controlada. La OMS está alerta, sobre todo por si el virus salta a África, donde las posibilidades de actuar eficazmente son mucho más improbables. En los países civilizados la respuesta es más factible, lo veremos en Italia y en Corea del Sur. Y España, aunque los catalanes se empeñen en decir lo contrario, estamos en ese primer grupo. Más miedo da lo de Irán y lo que sea que esté pasando en Corea del Norte: si en China casi enchironan al pobre doctor Li por un inocente whatsapp, en el reino del gran Kim Jong-un al que se le ocurra mencionar al virus lo cortan en pedacitos. En cualquier caso, cruzaremos los dedos. Y vamos con las fotos. Las primeras corresponden a escenas cotidianas en Wuhan: una cola para revisarse en el hospital, una escena cotidiana en un mercado de verduras y un sospechoso de estar infectado al que se llevan las patrullas médicas como a un delincuente.
Las siguientes corresponden a la construcción de un hospital de emergencia, que se finalizaría en un tiempo record, tal como hacen los chinos estas cosas, y una imagen del centro de la ciudad, completamente vacío.
Le toca ahora a dos imágenes del crucero en cuarentena en el puerto de Yokohama, Japón. La soledad de los pasajeros confinados y la bajada de los primeros a los que se autoriza a dejar el barco.
Por último, una foto reciente tomada en el centro de Pekín y otra en el Chinatown de Manhattan. Tal vez muy pronto veamos por aquí esas imágenes, porque el miedo viaja más rápido que el virus en este mundo intercomunicado. En otro Chinatown más próximo, el de Usera, todos los comercios y restaurantes han amanecido estos días clausurados y con sendos letreros que dicen Cerrado por obras, aunque no se ve ninguna obra.
Como les digo, he encontrado un artículo que viene como anillo al dedo para esta situación, aunque está escrito en junio de 2017. Lo firma Esther Peñas, periodista, poeta y escritora que es una de las firmas de plantilla de la revista digital Ethic, en donde hace poco publicó una entrevista muy buena con Federico Mayor Zaragoza. Los análisis y reflexiones que hace esta señora sobre este tipo de fenómenos están a un nivel de hondura que yo no podría alcanzar aunque quisiera. Así que les voy a pedir que lo lean y con esto ya me despido hasta el viernes. Han de pinchar AQUÍ. No dejen de leerlo, es oportuno y necesario en estos momentos de alarma.
Porque, por lo que a la propia enfermedad atañe, se trata de algo similar a la gripe, un tipo de afección bastante ligado al invierno y al mal tiempo. En cuanto empiece a templar, la cosa se calmará y, para el año que viene, estará controlada. La OMS está alerta, sobre todo por si el virus salta a África, donde las posibilidades de actuar eficazmente son mucho más improbables. En los países civilizados la respuesta es más factible, lo veremos en Italia y en Corea del Sur. Y España, aunque los catalanes se empeñen en decir lo contrario, estamos en ese primer grupo. Más miedo da lo de Irán y lo que sea que esté pasando en Corea del Norte: si en China casi enchironan al pobre doctor Li por un inocente whatsapp, en el reino del gran Kim Jong-un al que se le ocurra mencionar al virus lo cortan en pedacitos. En cualquier caso, cruzaremos los dedos. Y vamos con las fotos. Las primeras corresponden a escenas cotidianas en Wuhan: una cola para revisarse en el hospital, una escena cotidiana en un mercado de verduras y un sospechoso de estar infectado al que se llevan las patrullas médicas como a un delincuente.
Las siguientes corresponden a la construcción de un hospital de emergencia, que se finalizaría en un tiempo record, tal como hacen los chinos estas cosas, y una imagen del centro de la ciudad, completamente vacío.
Le toca ahora a dos imágenes del crucero en cuarentena en el puerto de Yokohama, Japón. La soledad de los pasajeros confinados y la bajada de los primeros a los que se autoriza a dejar el barco.
Por último, una foto reciente tomada en el centro de Pekín y otra en el Chinatown de Manhattan. Tal vez muy pronto veamos por aquí esas imágenes, porque el miedo viaja más rápido que el virus en este mundo intercomunicado. En otro Chinatown más próximo, el de Usera, todos los comercios y restaurantes han amanecido estos días clausurados y con sendos letreros que dicen Cerrado por obras, aunque no se ve ninguna obra.
Como les digo, he encontrado un artículo que viene como anillo al dedo para esta situación, aunque está escrito en junio de 2017. Lo firma Esther Peñas, periodista, poeta y escritora que es una de las firmas de plantilla de la revista digital Ethic, en donde hace poco publicó una entrevista muy buena con Federico Mayor Zaragoza. Los análisis y reflexiones que hace esta señora sobre este tipo de fenómenos están a un nivel de hondura que yo no podría alcanzar aunque quisiera. Así que les voy a pedir que lo lean y con esto ya me despido hasta el viernes. Han de pinchar AQUÍ. No dejen de leerlo, es oportuno y necesario en estos momentos de alarma.
Pues no creas que es muy tranquilizador el artículo de Esther Peñas; claro, que no creo que ese sea su propósito. ¡Qué guapo está Camus en esa foto icónica! Leí "La peste" hace muchos años y, a pesar de la memoria "africana", recuerdo mejor "El extranjero", que leí por la misma época y cuyo protagonista me inquietó horriblemente por ese desapego, por su absoluta falta de empatía. Has hecho una espléndida selección de imágenes. Me están aburriendo con la monotemática información del coronavirus, la están engordando "ad nauseam", pero con este tratamiento tan sobreactuado, los medios están alarmando innecesariamente a la población, que suele ser acrítica (o, para decirlo con crudeza, estúpida).
ResponderEliminarBueno, la prensa tiene un filón con esto de que cada día hay más infectados. Yo creo que hay que mantener la calma, lavarse bien las manos cada rato y procurar no tocarse la cara, que es lo más difícil. Y, por supuesto, encomendarnos a San Benitiño de Lérez. Allí en mi tierra dicen que nunca sucedió que después de llover no escampe. El problema es que estamos en la parte más cruda del diluvio. Un abrazo sin mascarillas.
EliminarBuena aproximación al tema, en general, pero como médico he de hacerle un par de puntualizaciones, para que las incorpore a su discurso. En cuanto a la mortandad, las cifras correctas son: gripe normal: 1%. Covid-19: 0,7%. La mortalidad es menor, pero no exageradamente menor, como parece creer usted. Y en la zona del, digamos, epicentro del tema, la región de Hubei, la mortalidad era en los primeros días del 2%. Cifras todas ellas muy bajas, sobre todo en comparación con el SARS, que tenía una mortalidad entre el 10 y el 16%, y con el MERS, del que casi no se habló por aquí, que llegaba al 20% e incluso al 40% en algunas zonas.
ResponderEliminarSin embargo, en valores absolutos, el Covid-19 ya supera el número total de víctimas del SARS.
Lo que se puede decir es que es una enfermedad nueva, cuyo comportamiento se desconoce todavía. Parece difícil negar que afecta también a gente joven y no se sabe aun si es "estacional", es decir, si remitirá cuando llegue el buen tiempo, como usted asegura. Ojalá sea así, pero hasta que lo veamos no podemos afirmarlo.
Pues le agradezco de corazón las puntualizaciones. Poco a poco vamos sabiendo más de este triste asunto. Como de costumbre, las cosas erróneas que he dicho en este post se quedan ahí para que conste su existencia y sus correcciones. Salud.
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