¿Qué?
¿Ya han visto Push? ¿No? ¡Me cago en
la leche! No sé para que les pongo deberes si no me hacen ni puto caso. ¡Joder! que ya se
han terminado las navidades. Que ya toca ponerse a currar, que es momento de dejar
de vaguear. Que ya está bien de practicar el edredoning. Que, como dicen en mi tierra, camarón que se duerme, se
lo lleva la corriente. Que eso del edredoning
es muy malo, sobre todo el edredonig mental. Bueeeeeno. Aquí les traigo un tráiler,
para ver si se motivan un poco.
La verdad es que en el párrafo anterior hago una afirmación cuando menos discutible: se han terminado las navidades. Cierto que los ayuntamientos han retirado ya las luces y los árboles de Navidad de las calles. Aunque, por ejemplo, en el arranque de Gran Vía subsiste todavía el esqueleto del gran bolondrio que suscitaba la atención embobada de todos los paletos de los alrededores. Esos que viajan cada año desde las ciudades cercanas, a la capital a ver las luces. Planazo. Ayer crucé por allí de camino a la sesión de apertura de Billar de Letras, en Malasaña. Nos reunimos en el lugar todo el grupo, y me encontré con mi colega Pepe Savater, que hacía mucho que no venía. Pepe tiene 83 años y es el veterano del grupo (en su ausencia soy yo el que ostenta tan dudoso honor). Le felicité las pascuas y una chica de esas que van de listillas, me dijo que estaba un poco retrasado, que la Navidad ya se había terminado. A lo que le respondí con un refrán oportuno: hasta San Antón, Pascuas son.
Sí,
queridos followers (porque este blog
no tiene seguidores, tiene followers, un respeto),
hasta mañana, 17 de enero, San Antón, pueden seguir ustedes felicitando las pascuas,
de acuerdo con el refranero popular, sin que nadie se lo pueda recriminar. En tal día, alrededor de la iglesia dedicada al santo, anexa a la sede del
Colegio de Arquitectos, se celebra la primera fiesta popular del año en Madrid, cuyo cartel anunciador pueden ver arriba. Es la fiesta conocida como Las Vueltas de San Antón,
donde la gente lleva a sus perros, gatos y otras mascotas y les da unas vueltas por las calles circundantes, antes de acercarse a la iglesia a que
el cura bendiga a los animales. También hay oportunidad de hacerse con los
tradicionales panecillos bendecidos del santo, que han de pagarse
religiosamente, nunca mejor dicho. Antiguamente era tradicional dar tres
vueltas con los animales, pero ahora, a pesar de la denominación plural, la
gente da una y gracias. Abajo una imagen de la bendición de los animales.
La
iglesia de San Antón es una muestra de mérito del barroco madrileño, obra de
Pedro de Ribera, y en ella el famoso Padre Ángel reparte vituallas a los
indigentes sin hogar de la ciudad, los homeless locales que hacen cola a las diferentes
horas en que se reparte el condumio. Por las mañanas se da un desayuno de ocho
a diez, luego un café bebido a las doce y por la tarde una merienda con pastas
a las seis. Los sin techo toman asiento en el comedor que se instala en la
iglesia cada día y son servidos por voluntarios de la organización Mensajeros
de la Paz, liderada por el citado Padre Ángel. Yo he coincidido más de una vez
con esas colas, visitando la sede del COAM, y les puedo jurar que he visto gente
decentemente vestida y aseada, como podría ser cualquiera de nuestros primos o
madres. Los efectos de la crisis. A lo largo y ancho de Madrid hay numerosos
lugares donde se da una sopa o se reparten bocadillos, como ya conté hace
tiempo en el blog, y también hay organizaciones que distribuyen comida solidaria a
domicilio a personas mayores que viven solas o no tienen otra forma de
alimentarse.
Las historias que se reflejan en el documental Push, revelan cómo esta crisis que empezó en 2007 y que yo no considero terminada, no ha afectado a los ricos, sino al contrario. Los caminos del capital son insondables y parece claro que las respuestas que dio el gobierno de Rajoy a la crisis han acrecentado la polarización social de nuestro país: los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. No ha sucedido lo mismo en Portugal, donde un gobierno de izquierda moderada, con apoyos puntuales por su izquierda y por su derecha según convenga, ha conseguido remontar la crisis aplicando justo las recetas opuestas a las que recomendaba la Trilateral europea, con un resultado de mucha menor polarización social. Hace ya unos meses que Portugal tiene una prima de riesgo menor que la de España, noticia a la que apenas se ha dado relevancia en la prensa de nuestro país, no así en la lusa que ha celebrado el dato con alborozo.
Las historias que se reflejan en el documental Push, revelan cómo esta crisis que empezó en 2007 y que yo no considero terminada, no ha afectado a los ricos, sino al contrario. Los caminos del capital son insondables y parece claro que las respuestas que dio el gobierno de Rajoy a la crisis han acrecentado la polarización social de nuestro país: los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. No ha sucedido lo mismo en Portugal, donde un gobierno de izquierda moderada, con apoyos puntuales por su izquierda y por su derecha según convenga, ha conseguido remontar la crisis aplicando justo las recetas opuestas a las que recomendaba la Trilateral europea, con un resultado de mucha menor polarización social. Hace ya unos meses que Portugal tiene una prima de riesgo menor que la de España, noticia a la que apenas se ha dado relevancia en la prensa de nuestro país, no así en la lusa que ha celebrado el dato con alborozo.
En
fin, imagino que esta es otra de esas noticias que ustedes encuentran en el blog antes que
en ninguna otra parte, asunto que saben que me satisface especialmente (ayer me reconoció un amigo que se enteró por esta página de la existencia del
succionador de clítoris Satisfyer,
del que ahora habla todo el mundo). Ayer le dieron el premio Cálamo al Libro
del Año a la novela El año en que mi
madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac, de la que hace ya unos
cuantos posts les anticipé sus impactantes primeros dos párrafos. La verdad es
que yo procuro anticiparme a la prensa generalista, pero hay veces en que voy a
la zaga. Por ejemplo, imagino que muchos de ustedes han visto ya la película
coreana Parásitos. ¿No la han visto? Pues no sé a qué esperan. Creo que es lo
mejor que he visto en el cine en los últimos años.
Parásitos
tiene un guión sorprendente, que se va encabronando de forma exponencial y que
explica con imágenes muy gráficas lo que es la polarización social post-crisis, puesto que
nos muestra a los ricos más ricos de Seúl (que, por cierto, son unos inútiles,
incapaces de hacerse un huevo frito) y en paralelo a los de la clase más baja,
que han de ingeniárselas para sobrevivir, sólo con su destreza, su imaginación y su talento. También basta
una sola escena para enseñarte lo que es el cambio climático y la diferente
forma en que afecta a unos y a otros. El diluvio que se desata a mitad de
película es un hecho que se convierte en crucial en un guión prácticamente perfecto,
incidiendo en el desarrollo de la acción de forma decisiva. El título de la
película es también genial, puesto que al final uno sale con la duda de quiénes son en
realidad los parásitos.
Nos
acercamos ya a la concesión de los Óscar y Parásitos está nominada a la mejor
película extranjera y a otras seis o siete categorías, entre ellas la de mejor
película absoluta. En cuanto a la película extranjera, lo siento por Pedro
Almodóvar, pero Parásitos está a años luz de la suya y de todas las demás en liza. La única esperanza española es que le den a
Parásitos el Óscar a la película absoluta y la retiren de la extranjera. Pero
parece algo muy improbable. Y, ya que estamos en el terreno del cine, yo les
recomendaría sin dudarlo la nueva película de Polansky, sobre el caso Dreyfus,
cine clásico impecable firmado por un maestro. No me ha gustado, en cambio,
1917, película totalmente condicionada por la virguería técnica de estar
filmada en un solo plano-secuencia, lo que impide utilizar elipsis, flash-backs y otros
recursos habituales del cine actual. Y, a nivel de argumento y guión, me parece
que no aporta nada en relación con Salvar
al soldado Ryan, con cuya historia tiene similitudes importantes.
Como
este es otro texto en el que he empezado a escribir sin saber adónde quería
llegar, pues voy a aprovechar para hablar del Deportivo de La Coruña, que hace mucho
que no digo nada de él. Mi equipo del alma, empezó la Liga de Segunda División
como uno de los candidatos al ascenso a Primera (el año pasado estuvo a punto
de lograrlo). De acuerdo con su condición de gallito del corral, ganó su primer
partido a finales de agosto. Pero entonces empezó una racha nefasta, como nunca
se ha visto en La Coruña. Es que se convirtió en el peor equipo de Europa. Es que completó una serie nunca vista en ninguna Liga importante. No
volvió a ganar un partido hasta el 20 de diciembre. Ese día, el equipo salió al
campo como colista, a 9 puntos de la salvación. Ganó pero, para entonces ya el presidente había dimitido, la directiva había huido, el entrenador estaba en el alero y casi sólo quedaban los utileros. Llegó un equipo directivo nuevo, cesaron al malísimo entrenador, y
lo sustituyeron por Fernandiño Vázquez que es de la tierra y que enseguida ganó su primer
partido. Ahora, tras dos victorias seguidas, el equipo está a cuatro puntos de la salvación, todavía colista y esta
noche intentará ganar al Racing de Santander para abandonar el farolillo
rojo.
A
lo que voy. Una racha negativa como esa no puede deberse a causas naturales. Aquí hay algún tipo de intervención sobrenatural, un hechizo maligno, un encantamiento cruel perpetrado por el famoso dios travieso que de vez en cuando echa los dados que dirigen nuestros destinos. No es normal que un club se pase cuatro meses seguidos sin ganar
un partido. Es cierto que el equipo de este año se confeccionó con fichajes del
feirón, pero aun así. Tiene que haber algo más. Una de las razones que se
esgrimen es el cambio de la camiseta de toda la vida, de rayas blancas y azules
verticales, por otra de los mismos colores a rayas horizontales. Mi amigo el
Coronel Groucho ya advirtió hace una eternidad que esa camiseta nos traería un mal fario
y acertó. Y yo tengo otra teoría. Hace un año justo, viajé a La Coruña a
visitar a mi familia y aproveche para ver un partido del Dépor, contra el Albacete,
que ganó y que es recordado por los seareiros como el último partido en el que
el equipo jugó bien. A partir de ahí empezó el descenso a los infiernos. Así
que, para remediarlo, voy a viajar este sábado de nuevo y ya tengo entrada para
ver el partido del domingo contra el Cádiz, a ver si consigo deshacer el
meigallo. Cualquier cosa con tal de salvar, no al soldado Ryan, sino al club de
mis amores.
El
sábado por la mañana saldré, pues, con mi coche por la N-VI, y les tendré informados de mis movimientos posteriores. Pero he empezado hablando de Billar de Letras y de mi amigo Pepe Savater,
con la intención de contarles una cosa más sobre esa noche de reencuentros, lo
que pasa es que se me ha ido el texto por peteneras. Resulta que, al final de
la sesión de dos horas del club, Pepe y yo salimos a la calle y estuvimos
charlando un rato en la acera, como solemos, con el resto de los colegas, casi todos mujeres. Y algunas chicas nos echaron los típicos piropos, que qué bien se os ve, que cuál es vuestro secreto para conservaros así. Me disponía yo a
contarles lo de mis entrenamientos por el Retiro y enseñarles la foto de mi
carrera más reciente, cuando Pepe se me adelantó, diciendo: –Que no os engañen
con otras milongas; hay un factor que influye como ningún otro y a su lado, los demás no
tienen ninguna incidencia real.
Hizo
una larga pausa dramática, para cebar la expectación del grupo, la ansiedad de
saber cuál es ese factor que influye más que ningún otro en nuestra trayectoria vital. Entonces, en tono terminante, añadió: –La suerte. Ahí
queda dicho. Desde luego que la suerte hay que trabajársela. Si no te la
trabajas, vas de culo. Pero, además de trabajártela, has de tenerla y ese es el componente que no se puede planificar. La ciencia moderna, desde la física cuántica, se esfuerza en entender, controlar y prever el factor aleatorio, hasta ahora sin unos resultados convincentes. La suerte es un factor que no se
puede controlar, así que, para qué se van ustedes a comer el tarro. Hagan como yo, sigan adelante, vivan el
presente, aprovechen mientras puedan y sean felices, como siempre les
recomiendo. Les voy a dejar de propina una de las deliciosas melodías de Norah Jones, esa pequeña mujer neoyorkina guapísima, hija del músico indio Ravi Shankar, que toca el piano y canta como los mismos ángeles. Que tengan una buena tarde.
Todo el mundo habla bien de filmin y tal y como lo cuentas tú suena mejor
ResponderEliminarEs muy fiable, en cuanto a darles el número de cuenta. Luego, en el catálogo hay mucha mierda, pero buscando encuentras maravillas.
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