Cuando yo era pequeño, recuerdo
que mi madre solía regresar de la calle los sábados, satisfecha y ufana por algo
que le producía mucha tranquilidad y que enseguida nos contaba alborozada: ya había ido a misa y, según las nuevas
disposiciones vaticanas, esa misa le
valía para el domingo. Además del alivio de no tener que tragarse semejante
peplum en su día de descanso, creo
que hay un motivo esencialmente femenino en eso de tener las cosas adelantadas
y no dejarlas para última hora. El mismo que lleva a las conductoras a poner
gasolina cuando tienen todavía medio depósito lleno, o a las pasajeras de avión
a estar en el aeropuerto dos horas antes de que empiece el embarque. Los
hombres somos más apresurados y desordenados, dejamos las cosas para el final,
arriesgamos y a veces nos pilla el toro y, por ejemplo, nos quedamos sin gasolina y tenemos
que dejar el coche en el arcén y caminar unos kilómetros, maldiciendo a pleno sol, para que nos llenen
el bidoncillo de plástico en la primera gasolinera a mano. Tal vez es una generalización no muy fundamentada, pero
díganme: ¿conocen ustedes alguna mujer que se haya quedado sin gasolina en marcha? Yo
no. En cambio, hombres, así (esta palabra hay que apoyarla apretando los dedos de una mano hacia arriba, un gesto que tiene otro significado en Italia donde, por cierto, solo pueden hacerlo los hombres; entre las mujeres está mal visto).
Viene esto a cuento porque yo,
que soy bastante femenino en algunas cosas, estoy escribiendo este texto el
sábado, pero ya me vale para mañana,
lo que me hace sentir ufano y feliz como una perdiz. Qué descanso dominical más
completo voy a disfrutar, sin tener que escribir ni nada. Mi única obligación
consistirá en dar un click para publicarlo, mandarlo al mailing de mis seguidores y
colgarlo en Facebook para los que me siguen a través de dicha página. Unos cinco
minutos en total. Y luego todo el día para tocarme las pelotas a dos manos. En
realidad, lo que me pasa es que, en este agosto en el que sobra el tiempo y
tampoco puede uno salir a la calle porque se achicharra con el cambio
climático, me he propuesto mantener un ritmo constante de publicaciones: un día sí y dos
no. Es un límite razonable que me he impuesto para controlar mi contrastada graforrea o graforragia
continuada que, sin un mínimo control, me llevaría seguramente a escribir varios posts cada
día.
También limito, como saben, el
tamaño de los textos, procurando que no lleguen a tres folios de Word. En
cuanto termino el segundo, empiezo a abreviar. Son precauciones que me tomo
para no atufarles con un exceso de lectura, que estoy al tanto de que más de un seguidor se
limita a mirar los santos, porque le da pereza leer tanto. El inconveniente es
que muchas veces me dejo temas sin desarrollar del todo por falta de espacio. Hoy quiero hablarles
de uno de ellos, algo que se quedó pendiente el otro día. ¿Recuerdan el documental sobre el exceso
de turistas en Barcelona? Me quedé sin hacer todos los comentarios que me
vinieron a la cabeza al respecto. En primer lugar, el director del film es un
extranjero, un cubano que no habla catalán. Una parte grande de los
entrevistados (como la mitad) hablan a la cámara en castellano, en parte,
supongo, por cortesía y en parte también para que las denuncias que formulan
tengan una mayor difusión y alcancen ámbitos geográficos más amplios.
En cambio, otros hablan en
catalán, porque aprovechan para hacer ostentación de esa seña de identidad y el
director de la película que se joda y ponga subtítulos si quiere. Es lo que
pasa cuando una lengua deja de ser un vehículo para entenderse y se convierte
en un medio de afirmación identitaria. Por ese mismo mecanismo, en las ruedas de prensa de los futbolistas del Deportivo de la Coruña, hay una parte de los periodistas que
hacen sus preguntas en gallego, aunque el jugador que ha de contestar sea
argentino o africano. No estoy haciendo una crítica, sino constatando un hecho:
doy por sentado que todos los entrevistados en Bye bye Barcelona son bilingües,
algo que para mí es un tesoro, y considero también que son libres de expresarse en la lengua
que les pete. El que lleva ya las cosas un poco más allá es el profesor Enric
Vilà, que sin sonrojo o, como se dice ahora, sin complejos, tiene los santos
cojones de afirmar que la Rambla es un proyecto borbónico, que la trazaron
recta para hacer ostentación del poder español y dominar mejor a Cataluña.
Está tan centrado en mirarse el ombligo que no es consciente de que en esos
tiempos se abrió la Gran Vía de Madrid o los bulevares de París. Un poco más
adelante en el documental, añade que las putas y los flamencos que solían pulular por la Rambla hace unos 50 años, eran
una forma más del franquismo para joder a los catalanes. Todo vale a la hora de arrimar
el ascua a la sardina independentista.
Pero quedémonos en lo de la
Rambla, por aquello del componente urbanístico. Por cierto, que la primera Rambla que se urbanizó, discurría por la antigua Riera del Cagadell, miren ustedes. Unos años después, Barcelona, a la par
que todas las grandes ciudades de Occidente se vio en la necesidad de ampliar
sus límites para acoger a todos los trabajadores que venían del campo atraídos por
el empleo inherente a la Revolución Industrial. De aquí surgirá el Ensanche, como
seguramente saben. Pero hay una cosa que me malicio que no saben (yo no la sabía
hasta que la escuché en una conferencia de Carlos Sambricio, que mostró incluso
los planos del asunto). Y es algo muy significativo. Resulta que, para el diseño
de ese ensanche, el Ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso de ideas urbanísticas.
Y, reunido el jurado, decidieron premiar un desarrollo orgánico apoyado en un esquema radial, que abrazaba la ciudad vieja y se estructuraba en torno a un sistema de plazas. Cada plaza se diseñaba
inspirada en un elemento de la idiosincrasia catalana, una tenía la forma de la rosa
de San Jordi, otra formaba una barretina, otra emulaba la butifarra. El resultado era ya entonces antiguo y como casposo, sensación que producen sus planos aun hoy.
Ante eso, el Ministerio de
Fomento del Gobierno de Madrid dio un puñetazo en la mesa e impuso por Decreto-Ley un ensanche de cuadrícula como el de Madrid, diseñado
por el ingeniero Ildefonso Cerdá, que trabajaba para el Ministerio. Y las autoridades
locales se quejaron amargamente: ya están los de Madrid jodiéndonos como
siempre, España nos roba y nos machaca, no nos dejan desarrollar nuestra
idiosincrasia. Se llegó a decir que Cerdá no era un auténtico catalán, sino un botifler, y que esas calles tan anchas producirían corrientes de aire, de forma que todos los buenos catalanes se constiparían. Hoy, el Ensanche, lo mismo que las Ramblas, son parte del motivo
por el que Barcelona es una de las ciudades más bonitas del mundo y por eso
atrae a tantos turistas. Ya ven que este conflicto del prusés viene de antiguo. Y, sin embargo, yo creo que se va
a solucionar a medio plazo de la forma más inesperada: por el cambio climático.
Al ritmo que llevamos, el nivel del mar subirá y se tragará a Venecia y otras ciudades
costeras. Y la gente se tendrá que ir de Barcelona. A lo mejor, los más
urbanitas tienen que venirse a Madrid, como en su día hicieron algunos artistas, como Loquillo (y hasta el mismo Sisa, por un tiempo), preocupados por la subida del nivel del mar del independentismo.
Esta imagen que les pongo tiene un contenido
simbólico definitivo. Hasta los que afirman no creer en el calentamiento
global, como Trump, se van a ver anegados. Lo de este verano es algo nunca
visto. Acabamos de sufrir el junio y el julio más calurosos desde que se
inventaron los termómetros, como tal vez hayan leído en la prensa. A este
ritmo, no sólo desaparecerá Barcelona, sino países enteros, como algunos de Polinesia, o
buena parte de Holanda. Para paliar el avance del mar sobre las ciudades
costeras, la ONU está pensando seriamente en crear barrios flotantes, frente a
las costas urbanas en peligro. Es algo que ya existe, más o menos sobre el esquema de la maqueta que ven abajo.
La idea es sencilla: construir
islas flotantes, medioambientalmente neutras, autoalimentadas con placas
solares, con vegetación, mezcla de usos y servicios para todos. El único
problema es que los residentes tal vez tengan que ir en lancha al trabajo o a hacer la compra. La
ONU, como les digo, ha pensado en que esto puede ser una solución a la
problemática de los hábitats costeros. Y ha encargado a un prestigioso equipo de
arquitectos (el estudio de Copenhague BIG, que encabeza Bjarke Ingels) que diseñen un
prototipo, en el que se tenga en cuenta la respuesta a maremotos y escenarios tormentosos o
la propia supervivencia de la isla si el nivel del mar sigue subiendo. Este
último asunto ya parece tener solución: una especie de ancla, construida con
materiales adaptados al mar, que sujeta la isla desde el fondo. Si el nivel sigue subiendo, se le da un poco más de holgura al cable y listo. Digo yo que el cable del ancla, ya que es ecosostenible, podría aprovecharse para cultivo de mejillones y contribuir así a la autosuficiencia alimentaria del conjunto. Como imagino que
más de uno de mis lectores empieza a dudar de si le estoy tomando el pelo, AQUÍ
tienen un artículo en que se habla de ello. Les recomiendo que lo abran, es muy interesante, tiene muchas
imágenes y hasta un vídeo de divulgación muy expresivo.
Pero todo esto no es ciencia ficción. En realidad ya se está
haciendo y existen ejemplos. En Maldivas, han construido una nueva capital en una isla artificial,
para sustituir a la vieja Malé, a la que dan por perdida, a pesar de haberla rodeado con un muro de contención de tres metros de altura, construido con
tetrápodos de hormigón. La nueva capital ya cuenta con una mezquita monumental, grandes
avenidas, edificios ministeriales y parques. Hay una lista de espera de
ciudadanos que han pedido trasladarse a esta ciudad flotante. Pero, en todo lo que
tenga que ver con el urbanismo, se puede cruzar siempre el punto hortera de los
que tienen que diseñar las formas de estas nuevas ciudades (como el de los
catalanes y su proyectado ensanche orgánico). Esto es lo que les ha sucedido a los
jeques del petróleo, que han llenado las costas de los Emiratos Árabes Unidos de resorts turísticos con las formas de las proverbiales palmeras del desierto.
Vean abajo una imagen de conjunto y un detalle del denominado Palma Jumeirah, justo enfrente de la ciudad de Dubai.
Pero de despedida, o mejor digamos de traca final, les reservo una
muestra más de que todas las cosas de las que se habla en este blog están relacionadas, que yo en
el fondo no hago más que escribir de lo mismo todo el rato. ¿Recuerdan el vídeo
que les puse en el que el presidente del Parlament, el unurabla Torrent, aguantaba estoicamente el discurso insultante de
un empresario alemán afincado en Barcelona? Eso sucedía en el mes de marzo. Pues
resulta que este señor se llama Karl Jacobi y parece que, tras su discurso
demoledor, se vino arriba y decidió encabezar una candidatura a la alcaldía de
Barcelona. Su lista se llamó Força Ciutadana y obtuvo exactamente 1.145 votos.
Y nadie discute que constituyó la candidatura más friky de todas las presentadas. Porque su idea estelar era
construir una isla frente a la costa barcelonesa, para edificar en ella 300.000
viviendas sociales, y resolver de un plumazo el actual problema de vivienda en la ciudad. Esta isla formaría en el mar el nombre de la ciudad, para
que se viera desde los aviones, y tendría dos conexiones con el continente, una en plena playa de la Barceloneta y la otra más o menos por donde desagua el Besós. No me digan que el asunto no es de traca. Parece claro que este señor les ha pillado el
punto fallero y folklórico a los catalanes. Abajo tienen la imagen. Sean
buenos y sigan pasándoselo bien.
Es difícil encontrar en algún otro lado la cantidad de cosas increíbles que nos cuenta usted en su blog. Como nunca se sabe si son verdad o está de broma, uno ya no sabe a qué atenerse. Lo de las plazas con forma de butifarra es increíble, lo mismo que las islas sujetas por un cable orgánico apto para el cultivo de mejillones. Pero entra uno en el artículo que nos adjunta y allí está todo: en ese material biorock seguro que se pueden cultivar hasta ostras. Y lo de la isla con la forma del nombre de Barcelona es ya un delirio. Lo he buscado en Internet y también era cierto.
ResponderEliminarNada, que muchas gracias y que siga buscando este tipo de historias, que resultan tan divertidas de leer. Un abrazo.
La realidad supera siempre lo que un humano pueda imaginar, incluso lo más retorcido.
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