jueves, 29 de agosto de 2019

866. Rompiendo aguas, o el síndrome Adúriz

Bueno, hala, ya les voy a contar todo. O no, que diría Rajoy. Por cierto, qué reaparición más cojonuda la de este señor el otro día en la fiesta del vino de Ribadavia. Nuestro añorado ex presidente fue invitado a hacer el pregón de las fiestas y no defraudó a nadie. En su discurso reivindicó la prudencia y la paciencia como las dos principales virtudes que deberían tener todos los políticos y no tienen. Y añadió: –Por si acaso alguien cree que me refiero a alguien, tengo que decir que tiene razón. Antes de rematar con su proverbial ¡Viva el vino! Genio y figura. Yo quiero un presidente como este y no un soso como Sánchez, qué quieren que les diga. Encima, vean la cara que puso, no sé si antes o después de tan brillante parlamento. Diríase que Feijoo le está enseñando una tarjeta de esas que te ponen en el parabrisas del coche anunciando masajes orientales completos a domicilio.








Bien, vamos con ello. Desde hace aproximadamente un par de meses, he dejado de llamar pedorros a los miembros de cierto partido político, además de no volver a hablar de mis planes de jubilación y mi peripecia municipal a punto de finalizar, doble silencio que ha suscitado la curiosidad y todo tipo de conjeturas por parte de mis seguidores, un tanto confundidos. Debo recordarles que, en mi situación de reenganchado, el día que quiera puedo rellenar la papela, como se suele llamar a la instancia en que uno indica la fecha en que se quiere jubilar. Entre la presentación en registro de dicha instancia y la fecha en cuestión, ha de haber al menos tres meses. Antes de las elecciones locales de mayo, yo tenía el plan de intentar pasarme a una plaza de confianza política, lo que me hubiera abierto la posibilidad de continuar toda la legislatura siguiente, sin tenerme que ir el día que cumpla 70 años, a lo que estoy abocado si continúo en la que ahora ocupo. Para ello tenía un camino abierto con el grupo Más Madrid. Si la señora Carmena hubiera ganado y luego hubiera sido elegida presidenta del C40 ese camino hubiera sido bastante fácil.

Por eso me impliqué en la campaña, aporté dinero, puse su pancarta en mi terraza y contribuí lo que pude a amarrar votos, a través de whatsapp y del blog. Pero el hubiera no existe y el resultado fue que perdimos de forma estrepitosa. A partir de la derrota, mi primer impulso fue echar la papela inmediatamente. En mi cabeza se instaló una idea nítida: no quiero seguir trabajando para una ciudadanía que ha votado lo que ha votado. Ese primer impulso automático me lo frenó mi jefa. A ella le duró el duelo exactamente un día. Al segundo día me transmitió su reflexión. El trabajo que habíamos hecho en estos tres años y medio estaba muy bien y había surgido de nosotros, del nivel técnico, ningún político o jefe nos había dicho que nos ocupáramos de la regeneración urbana de la periferia, ni del Reinventing Cities. Habíamos sido nosotros los que habíamos optado por esos trabajos, en la línea que marca la Agenda 2030 de la ONU.

Los responsables políticos anteriores nos habían permitido hacerlo y hasta les había gustado, pero no había sido idea suya sino nuestra. Incluso es dudoso que hayan comprendido la verdadera trascendencia de este trabajo (valorado en Chicago, París y otros lugares) porque, si lo hubieran entendido, habrían hecho una difusión mejor, habríamos salido en El País y El inMundo y tal vez no habríamos cosechado tanta abstención en el sureste. Es decir, que no había ningún impedimento para que nuestro trabajo fuera asumido por otro equipo que viniera, porque no era ideológico. Para mi jefa, la prioridad principal era salvar el trabajo y darle continuidad. En ese momento, los anteriores responsables ya habían tomado las de Villadiego y los nuevos aún no habían llegado. Mi jefa se puso a elaborar una memoria de nuestro trabajo para enseñársela a los que vinieran. Y todos le ayudamos a ello.

Y, lisa y llanamente, me dijo que me quería a su lado para cuando llegaran los nuevos. Por dos motivos. Uno, darle lustre a su unidad con un veterano de muchas batallas. Y el otro, la posibilidad de que yo tuviera algún vinculo o relación con alguno de los que vinieran. No se olviden de que yo he hecho 26 de mis 37 años de carrera municipal a las órdenes del PP y, por mi forma de ser, nivel profesional e implicación en el trabajo, tengo muchos amigos en ese partido y su entorno técnico. Esto parecía algo muy improbable, porque la mayoría de los jefes que tuve en aquellos años se han jubilado o se han muerto. Pero mi jefa me pedía que aguantase un poco más y yo no podía resistirme a esa petición porque le debo mucho. Toda mi rehabilitación en estos años se la debo a esta señora.

Transcurrió el tiempo y a las costas de la isla de Alcatraz arribó finalmente la barca del nuevo concejal, de Ciudadanos, como cuando Hernán Cortés desembarcó en México en 1519. Los atribulados indios lo recibimos con cautela y pasó saludando por todas las plantas, como hicieran todos sus antecesores menos la Concejala Zombie. Y a los pocos días se supo quién iba a ser el máximo responsable técnico del área, el Coordinador General, por encima de los directores generales como mi jefa. Y resultó ser un amigo mío. La intuición de mi jefa había sido certera. Bueno, la palabra amigo tal vez es excesiva. En realidad fue mi jefe directo durante cuatro años, en el equipo que se encargó de la difusión del proyecto Madrid Río, mientras se ejecutaban las obras del parque. En esos años conseguimos revertir la opinión pública antes contraria al proyecto y además nos lo pasamos de puta madre.

Este señor, a quien por una mínima discreción vamos llamar en el blog Kordineitor, pasó saludando también, de la mano de mi jefa, que le iba diciendo: este es Menganito que se ocupa del trabajo X, este es Zutanito que se encarga de Y. Kordineitor saludaba a todos con cortesía. Y llegaron a mi despacho. –Y este es Emilio, nuestro hombre más internacional –dijo mi jefa. Entonces nos dimos un abrazo y dijo algo así como joder, tío, qué bien estás, pero ¿tú qué edad tienes? El incidente fue observado por mucha gente y originó un fenómeno curioso en los días siguientes, por el que gente que nunca me saludaba pasó a hacerlo, y otros que se cruzaban conmigo casi sin mirarme, se transmutaron milagrosamente en efusivos. Las cosas de la vida. Allí mismo, en nuestro primer encuentro, le propuse a Kordineitor comer juntos un día, para ponernos al día y contarnos las historias de estos ocho años, desde que se fue de Urbanismo. Cuando quieras –fue su respuesta.

A partir de ese día, pasé a tener por encima a mi jefa, por encima de ella a Kordineitor, que es amigo mío, y por encima de él a un concejal de Ciudadanos. Comprenderán que no podía seguir insultando a su partido por una elemental prudencia, esa virtud que acertadamente ensalza el señor Rajoy. Pero seguía bastante decidido a jubilarme y mi nueva fecha era el 1 de noviembre, porque ya les adelanto que, desde la semana que viene y hasta el 20 de octubre voy a estar por ahí de viajes, según el programa que les contaré en el post siguiente. Después me quedarían justo diez días, suficientes para recoger los trastos. Para jubilarme el 1 de noviembre, tenía que echar la papela el 1 de agosto. Así que  le escribí un correo a Kordineitor diciéndole que, si quería que comiéramos juntos, tenía que ser antes del 1 de agosto. En caso contrario, a lo mejor me liaba la manta a la cabeza y echaba la instancia ese día y entonces la cosa ya no tendría remedio. Porque, desde el momento en que se echa la papela, el proceso ya es irreversible. Quedamos al día siguiente.

La comida se nos alargó hora y media, teníamos mucho que contarnos y estuvimos bromeando todo el rato, como de costumbre. Y abordamos el tema más candente. En realidad, yo lo que quería era solamente pulsar su opinión, porque tenemos la confianza suficiente como para que, si cree que ya no pinto nada en Urbanismo (ahora Desarrollo Urbano), me diga: –Mira, Emilio, vete a tomar por culo, jubílate ya y deja de dar el coñazo. No fue eso lo que me dijo, sino lo contrario. Hasta se puso inusualmente serio, para decirme que no me precipitara, que el 1 de agosto todavía no iban a estar los equipos organizados y ajustados, que tanto mi jefa como él tenían mucho interés en que siga un poco más, que estoy en el equipo que está haciendo los trabajos más interesantes y divertidos de toda el área y que si me lo estoy pasando bien, por qué irme. Así que decidí posponer mi decisión. Al otro día se lo comuniqué a mi jefa que hasta se emocionó y me dio un abrazo. Y aquí estoy.

Esto es lo que sucedió. Ya ven: estaba deciso y vuelvo a estar indeciso, como dice mi hermano el Coronel. Aunque en realidad mi margen se va estrechando. A Kordineitor le dejé caer que, si me pudiera ofrecer un puesto en el que no me echaran al cumplir 70, con un cometido claro en la línea de lo que estoy haciendo ahora, lo consideraría. Es algo altamente improbable, pero no imposible. Y, si eso no sale, tengo muy claro que estoy en mi derecho de irme cuando me dé la gana, de aquí a febrero de 2021. Y en mi cabeza tengo una nueva fecha para largarme: marzo/abril de 2020. Algunas amigas proclaman que en ese momento me buscaré otra excusa. Veremos. ¿Y qué pasa con el nuevo contexto municipal? Como saben, fui muy feliz en estos últimos cuatro años en el Ayuntamiento. Y me sigo considerando Carmenista y Errejonudo a muerte. Pero también les diré que yo, mal, lo que se dice mal, sólo he estado en el Trienio Negro de Mrs. Bottle. El resto de mis años de convivencia con el PP no me lo pasé mal y me he sentido valorado y bien tratado.

En este momento, observo que la situación es muy distinta en las áreas que se ha quedado el PP, de aquellas que le ha cedido a Ciudadanos. En las primeras han arrasado con todos los directores y altos cargos y se están dedicando a deshacer todos los proyectos y avances que había conseguido la señora Carmena. Esto se debe a dos motivos. Uno, le tienen auténtico odio africano a esta señora, porque en el fondo es de los suyos (quiero decir que es de buena familia, tiene tierras, etc.). Por eso se la tienen jurada. La segunda razón es más prosaica. Tienen un montón de antiguos cargos y carguillos que han de recolocar en algún puesto, porque aparte la Comunidad de Madrid, no tienen dónde situarlos. En cambio, en las áreas que dirige Ciudadanos no se dan esas circunstancias: no tienen afán revanchista y no tienen a nadie que colocar, porque en el fondo no son nadie (por ahora). Lo suyo es un órdago de farol, para ir pillando poder y crecer al mismo tiempo.

En ese contexto, en Desarrollo Urbano ya hemos visto que mantienen a mi jefa, que mantienen el nombre de su unidad (Planificación Estratégica), que el Reinventing Cities les ha encantado, lo mismo que las demás líneas de trabajo que les hemos presentado. Así que mi contexto laboral no tiene por qué cambiar mucho. En el fondo, yo he estado muy bien en este tiempo gracias a mi jefa y su equipo. Y puedo seguir intentando ser feliz un poquito más, antes de irme para casa. De momento ya tengo un programa para continuar mi proverbial sinvivir en los dos próximos meses, que les contaré en el siguiente post. Me ha costado un tiempo decidirme a revelar todo esto y en adelante creo que deberé mantener una cierta discreción sobre los temas de mi entorno laboral más cercano, como hacía en los primeros tiempos del blog. Ustedes sabrán entenderlo. Y me queda hablar de Aduriz.

Aritz Aduriz es un futbolista muy querido del Athletic de Bilbao, a donde regresó tras un largo periplo por otros equipos, como el Mallorca y el Valencia. Yo tengo un recuerdo nítido de él. En el último partido de la Liga 2010-2011, el Valencia jugaba en el campo del Depor, al que le bastaba un empate para salvarse del descenso. Perdió 0-2 y bajó. El primer gol lo marcó Aritz. La defensa del Depor era tan mala, que alguien avanzó por el costado derecho sin que nadie le entrara, miró al centro y puso un balón bombeado. Aduriz, sin que nadie le estorbara, se elevó en el aire y cabeceó a la red. Pero no lo celebró, sino que abrió los brazos con las palmas hacia arriba, como disculpándose, como diciendo: –Joder, es mi trabajo, si la defensa no me marca y me llega un balón como ese, yo voy y meto gol, pues. Aritz es un tío cojonudo, que era consciente del drama que le suponía ese gol al equipo contrario, compuesto por compañeros suyos de profesión y además fue respetuoso con la grada, que estaba como en un funeral.

Hace años que Adúriz barrunta la posibilidad de retirarse. El año pasado jugó poco y metió sólo dos goles. Y en febrero pasado cumplió 38 años, una edad muy buena para la retirada de un futbolista. Así que a finales de la temporada pasada anunció que se iba. Entonces todo su entorno se aprestó a intentar convencerle de lo contrario. Su familia (mujer y dos hijas, que van a verle al campo todos los domingos) le decían que, total si está en buena forma y sigue siendo de utilidad al equipo, y encima se lo estaba pasando bien, para qué retirarse. El club le dijo que, si quería seguir otro año más, por ellos estupendo. Les suena la situación, ¿no? Así que Aduriz, como yo, dijo bueeeeeno, pues seguiremos un poco más.

El viernes 16 de agosto se inauguraba la Liga 19-20 con un solo partido: Athletic de Bilbao-Barcelona. Aduriz estuvo casi todo el encuentro en el banquillo. Casi con el tiempo cumplido (con 0-0) le mandaron a calentar. Salió en el minuto 87 en medio de una ovación atronadora. Corrió hacia su posición en el área y esperó. Un minuto más tarde toco su primer y único balón para marcar de chilena el gol de la victoria bilbaína. Un gol bellísimo; aunque no les guste el fútbol, les pido que vean el vídeo de abajo. A falta de jugarse todos los demás partidos hasta mayo del año que viene, yo no tengo ninguna duda de que este será el mejor gol de la temporada. Inmediatamente corrió al rincón en donde sabe que se sienta su familia y les estuvo mandando besos hasta que se cansó. Una escena emocionante, que hizo saltarse las lágrimas a más de un aficionado del Athletic. La pregunta ahora es: ¿tendré yo todavía el margen de hacer un gol de chilena? That is the question. Pórtense bien. 


lunes, 26 de agosto de 2019

865. El Calderón II

Hablamos el otro día de la historia de este coliseo moderno. Hoy voy a tratar de resumirles el largo proceso por el que se ha llegado a su derribo en curso, un proceso muy instructivo acerca de cómo funciona la promoción inmobiliaria. La primera vez que viajé a Nueva York, a comienzos de los 80 me llamó la atención la cantidad de obras gigantescas que había por todas partes. No me refiero a obras en la vía pública, sino al interior de las manzanas cuadradas de Manhattan. Enormes rascacielos estaban siendo demolidos sin ningún empacho o escrúpulo, mientras otros igualmente altos eran erigidos al mismo tiempo. Me costó entender el por qué de este afán de demolición/construcción continuada, que es clave para entender esta historia.

Las grandes empresas inmobiliarias tienen ojeadores que están continuamente estudiando las condiciones urbanísticas de todos y cada uno de los solares de la ciudad calificados como suelo urbano, en busca de oportunidades de negocio. Y hay manzanas o parcelas con posibilidades potenciales de construir algo más lucrativo que lo que hay edificado, con el beneficio suficiente como para pagar la demolición (el chocolate del loro) y los gastos complementarios. Sucede a menudo en edificios que albergan instituciones u organismos construidos en zonas antes más excéntricas, que por el avance de la ciudad se han visto englobadas en las áreas centrales lo que ha elevado su valor inmobiliario, en lo que se conoce como la renta de posición.

Un ejemplo claro son los colegios. Por ejemplo, el Colegio Alemán de Madrid, que siempre estuvo en la zona de Concha Espina. En algún momento, alguien le sopla a la dirección del centro que pueden irse a la periferia y vender el solar del antiguo colegio, en el que a la larga se podrán construir viviendas, con el consiguiente negocio mollar. Negocio con el que financiarse la construcción de un colegio nuevo, más moderno y con mejores instalaciones. Lo mismo hicieron los Jesuitas con el colegio que estaba al lado de mi casa en La Coruña, donde ahora hay una manzana de viviendas, y tantos otros que tendrán ustedes en sus recuerdos. Estas operaciones requieren una recalificación urbanística que normalmente se hace en el contexto de una Revisión del Plan General o, en otros casos, aprovechando la existencia de algún político venal y/o estúpido, como la Concejala Zombie que rigió el urbanismo madrileño durante tres años nefastos. Otras veces, si existe un régimen de protección del patrimonio que impide la destrucción del edificio o si el centro no se quiere trasladar por algún motivo, puede hacerse otro tipo de negocio, como construir un aparcamiento para residentes debajo del patio de recreo (El Pilar y otros en Madrid).

El Calderón, del que trata este post, está relacionado con esa dinámica desde su origen. Porque el club se pagó el nuevo estadio con los beneficios generados por las viviendas que se construyeron en el solar del antiguo Metropolitano de Reina Victoria. En los tiempos de Gil y Gil, ya han visto que la óptica inmobiliaria de este señor le llevaba al principio a llenar los bajos del estadio de comercios, bares y restaurantes, línea para la que el propio jefe, con su idea paternal de la empresa (como la de El Padrino) se ocupaba personalmente hasta de telefonear al técnico que debía hacer el informe municipal, para desearle una feliz semana. Por aquellos tiempos, el Real Madrid pegó su vergonzoso pelotazo que desembocó en las Cuatro Torres, que ahora se ven desde cualquier parte de la ciudad, y desde muchos pueblos del entorno. Y Gil empezó a reclamar el mismo trato: yo, como los blancos (nunca mejor dicho).

Sabemos que era cabezota, ingenioso y sin escrúpulos. Así que, dentro de su obsesión por hacer sus propias Cuatro Torres, de pronto asomó milagrosamente el tema de la aluminosis: el estadio tenía aluminosis, le aguardaba un negro destino, el de caerse, incluso con peligro para los usuarios y bla, bla, bla. La aluminosis es una pérdida de resistencia de las viguetas construidas con cemento aluminoso, especialmente en zonas húmedas, y la vecindad del río sugería que el estadio podía sufrirla. Se hicieron estudios y se informó que el edificio tenía aluminosis, pero poca. Y podía subsanarse con unas obras de 2 meses. Estas obras se hicieron en el verano del 92 (ese año no hubo conciertos), sin afectar al calendario deportivo del club. Pero el Tío Gilito había empezado a imaginar los beneficios de que el estadio se viniera abajo y eso ya no se podía parar.

En 2003 llega Gallardón a la alcaldía y sólo un año después se muere el Tío Gilito. Pero sus herederos ya están negociando una actuación conjunta con la cervecera Mahou, cuya antigua fábrica está detrás del estadio. Gallardón tiene en marcha el proyecto M-30/Madrid Río. Y tiene además el sueño de la Olimpiada. Aquí se cruzan, pues, varios intereses. La fábrica de cerveza se había trasladado años atrás a Guadalajara, con gran cabreo de Gallardón, entonces presidente regional, que quería que se quedasen en la Comunidad. Gallardón, en un gesto de soberbia muy suyo, juró y perjuró que nunca dejaría que la antigua fábrica se recalificara (otro ejemplo de la dinámica que hemos explicado arriba). Pero ahora quiere hacer un doble parque continuo a los lados del río, y necesita que el Atleti se vaya de allí. Y que el estadio llamado de la Peineta, al norte, pueda servir para su sueño olímpico. Por último, el club quiere, en primer lugar, no perder dinero, en segundo, que le salga gratis su nuevo y fastuoso estadio, y en tercero, si encima gana algo de dinero, pues miel sobre hojuelas.

Todo esto cristaliza en un convenio a tres bandas, que se firma en 2007. En el solar de la antigua fábrica de Mahou, se edificarán unas 2.000 viviendas. Con la venta de esas viviendas se pagarán las demoliciones de fábrica y estadio, la remodelación de La Peineta, los gastos de traslado del club, y la construcción del trozo de túnel bajo la grada de preferencia, que completaría el gran túnel de la M-30, más el trozo correspondiente de parque sobre el túnel. En esta zona, el parque se ampliaría a toda la parcela del estadio, incluyendo la construcción de un lago. El acuerdo lo firman Mahou, Atlético y Ayuntamiento. Gallardón ve rebajada un poco la factura de su gran obra del río, cargándole uno de sus tramos más caros a una operación inmobiliaria clásica, con unos beneficios que sirven para pagar esa parte de su gran proyecto.

Quiero destacar un matiz. Vemos aquí dos operaciones urbanas complementarias pero radicalmente distintas en sus fundamentos. Madrid Río es financieramente muy sencilla: partimos de unos gastos públicos muy grandes (que endeudarán a la ciudad por años). El resultado de esta inversión no es algo que se venda, no hay un solo edificio en el espacio recobrado para la ciudad cuya venta permita recuperar una parte de la gigantesca inversión. La rentabilidad de este proyecto no es económica, sino social y medioambiental. En la operación Mahou-Calderón, en cambio, el Ayuntamiento no paga nada, todo se financia con los beneficios finales. Podríamos decir, pues, que Madrid Río es una operación íntegramente pública, pagada con recursos municipales, sacados de los impuestos de los ciudadanos. Impuestos que Gallardón subió para ello bastante (recuerden aquello del afán recaudatorio).

Es decir, esta podría ser una operación típica de una óptica de izquierdas, con perdón. La izquierda siempre sube los impuestos para dar más y mejor servicio público. Mientras la derecha los baja, para dejar perder esos servicios públicos y forzar su privatización (a favor de las empresas amigas, por supuesto, pero ese ya es otro tema). No dejen de observar que bajar los impuestos es ahora mismo el leit motiv de Trump, Boris Johnson, Salvini, Le Pene y todos los demás. Y Casado y Ayuso, por supuesto. Mahou-Calderón, por su parte, podría considerarse una operación inmobiliaria clásica, típica de la derecha, en la que todos invierten y ganan, a costa de densificar al máximo la ciudad. Son grandes conceptos básicos, un poco demagógicos, pero bastante certeros. Por eso, lo que dijo Zapatero (bajar los impuestos es de izquierdas) es una de las mayores memeces que he escuchado yo en mis casi 69 años de vida.

La historia de lo que sigue es compleja y tediosa de contar y de escuchar (incluyendo otra gilipollez supina, la de Esperanza limitando la altura de la edificación a cuatro plantas en toda la región, y un juez anulando por eso el Plan Parcial Mahou-Calderón). Pero, en grandes trazas se la voy a simplificar, para que les resulte más divertida. En esta película hay tres actores que han suscrito un convenio y que se disponen a ponerlo en marcha. Pero ni Mahou, ni Atletico ni Ayuntamiento son inmobiliarios. ¿Qué hacen entonces? Pues venderle los derechos a una gran empresa, en este caso FCC, con un margen de beneficio industrial para ellos. Tampoco ninguno de los tres (ahora ya cuatro) actores tiene el dinero líquido necesario para la inversión inicial que ponga en marcha el proceso. Porque, como ustedes, supongo, no ignoran, en este mundo del capitalismo, el dinero lo tienen los bancos. La operación necesita pedir el dinero a la banca. ¿Y qué sucede? Pues que estamos entrando en 2008, la madre de todas las crisis, desde el crash del 29.

Los tres propietarios, más FCC, se dirigen a los bancos a pedirles el dinero. Y los bancos preguntan: ¿y cómo me lo van a pagar ustedes? Pues con lo que saquemos vendiendo las 2.000 viviendas previstas en la parcela de Mahou. Y, en el escenario de crisis en el que nos encontramos, ¿es creíble que se pueda vender ese producto inmobiliario? Pues la respuesta es no. Así que no hay dinero. La operación entra entonces en un larguísimo letargo invernal. Pero la empresa FCC tiene el encargo y no conviene que se dé la impresión de que la cosa está parada. Así que se acomete la demolición de la vieja fábrica, sin prisas, digamos que con unas pequeñas máquinas retroexcavadoras y unos pilones. Esa fábrica podría demolerse en un día con una implosión controlada, pero se hace pasito-a-pasito-suave-suavesito, porque no hay prisa. Luego se limpia el solar, que se deja como una patena.

Pero el valor expectante en venta de las 2.000 viviendas sigue sin remontar lo suficiente y la banca sigue sin soltar la mosca. Empiezan entonces las primeras obras en La Peineta. También a paso de tortuga. Hay un momento en que FCC ya no puede más. La operación se ha retrasado tanto que ya es ruinosa para ellos y anuncian que van a renunciar a sus derechos, a cambio de que les paguen los trabajos hechos. Y aquí aparece la figura del multimillonario mexicano Carlos Slim. Este señor es el propietario mayoritario de FCC y tiene también un gran paquete de acciones del Atlético. Y este señor es quien ve la rentabilidad a largo plazo de tener un estadio como el que hay proyectado (el del sueño olímpico) y se desabrocha la cartera. Adelanta 163 millones de euros de nada, para mantener viva la operación. FCC acepta cobrar ese dinero por acabar las obras del nuevo estadio. Y el club devolverá esa cantidad a Slim con sus nuevas ganancias. Es así como el tema se desbloquea.

También el banco empieza a considerar que ya puede facilitar el crédito necesario y la cosa se vuelve a poner en marcha. Pero resulta que en este largo ínterin, los costes de la operación se han disparado, como suele suceder. Ya no basta con macizar la parcela de Mahou. Es necesario además construir un par de torres de 36 plantas en el espacio inicialmente previsto para el gran parque. En el mundo en que vivimos, estas cosas se hacen con cuidado. Se filtra una imagen a la prensa y se pulsa el recibimiento por la población. Esta es la imagen que publicó El País. Estamos en 2014.



Como se pueden imaginar, los vecinos de la Arganzuela (Sweet home Arganzuela), que ya estaban bastante mosca con la operación, ponen el grito en el cielo e inician todo tipo de movilizaciones. Y en eso llega Carmena al poder y dice: quietos-paraos. Hay que revisar toda la operación, negociar con todas las partes y sacar una propuesta de consenso. Para ello, se aporta una solución técnica muy certera, que es la siguiente. ¿Para qué construir el trozo de túnel que falta? Eso es lo que encarece las cargas un montón. Pero no es imprescindible. La operación puede mantener la M-30 en su actual posición y que sea el parque el que suba hasta la cota del techo de la vía, mediante algún tipo de auditorio al aire libre, o desnivel verde. Eso rebaja la factura y hace innecesaria la construcción de las ominosas dos torres. Las viviendas proyectadas se reducen de 2.000 a 1.300 y los vecinos del entorno aceptan la ordenación a cambio de que les construyan junto a sus barrios una serie de equipamientos que ellos demandan. Abajo unas imágenes de la nueva ordenación aprobada. En la segunda pueden ver cómo el parque se levanta respecto al río.




Este es el modelo de negociación que ha impulsado Carmena en todas las operaciones inmobiliarias heredadas (como la de Chamartín) y por eso podemitas, anticapitalistas y sanchezmátidos la acusan de haberse vendido al capital. Ellos son los que han dividido a los votantes de izquierda, guiados por el de la coleta, desvirtuando el espíritu del 15-M (que para mí representan Errejón y Carmena) y destruyendo el bonito sueño que teníamos algunos de convertir a Madrid en una ciudad puntera a nivel internacional. En cuanto a la operación Mahou-Calderón, pues los trabajos de reconstrucción de La Peineta hasta convertirla en el fastuoso Wanda Metropolitano se aceleraron, para que el equipo pudiera empezar allí la temporada 2017-2018. Algunas fotos de las obras una semana antes de su inauguración, cuando tuve la oportunidad de visitarlas. Un proyecto magnífico de los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, también conocidos como Los Antonios.





Ahora sólo quedaba demoler el viejo estadio, tan lleno de nuestros recuerdos, y en eso andan. Y esto es todo lo que les puedo contar (si alguien quiere mayores detalles, puede pinchar AQUÍ). Como pueden ustedes deducir de los textos de este blog, los cuatro años de la legislatura anterior fueron muy gratos para mí. Ahora llevo como un mes y pico sin hablar nada al respecto. He dejado de meterme con Ciudadanos y con el nuevo alcalde y tampoco digo ya nada de jubilarme o no, ni cuando. Más de uno de mis seguidores me dice que se siente huérfano de mis confidencias antes tan habituales, que le tengo en ascuas y me pregunta qué está pasando. Así que creo que ya va siendo hora de que rompa aguas. No se pierdan el siguiente post. Como les digo, estos cuatro años fueron sólo un sueño. Just a dream. Just a dream. Tercera vez que les pongo este tema. Sean buenos.


viernes, 23 de agosto de 2019

864. El Calderón I

¡Aaaaay, qué pena más grande que tengo, que están tirando abajo el Calderón! Sí, ya sé que era una cosa prevista, pero qué quieren que les diga, a mí me da una penita, me entra una especie de congoja, me invade una sensación de angustia, que me atribula, me consterna, me aflige y me-sube-me-sube-me-sube asín como de los pies a la cabeza, qu'es que no se pué aguantar tía, que me entra una llantina inconsolable al contemplar las imágenes del estadio en demolición. Qué quieren que le haga, una es asín de sensible. Vean un par de fotos de hace unos días, una panorámica y un detalle.








Algunas pinceladas de historia. El estadio fue edificado en sustitución del antiguo Metropolitano, que estaba al final de la Avenida de Reina Victoria. El Atlético se fundó en los albores del Siglo XX como filial del Athletic Club de Bilbao, por iniciativa de un grupo de vascos de la capital, y se llamó Athletic Club de Madrid. En los años 20 se independizó del equipo bilbaíno y construyó ese su primer estadio, inaugurado en 1923. Después de la guerra, el régimen de Franco lo unificó con el Aviación Club y pasó a llamarse Atlético Aviación. Pero el Estadio Metropolitano había quedado completamente destrozado por los combates en el frente de la Ciudad Universitaria y hubo de ser reconstruido, lo que se demoró unos cuantos años, durante los cuales el equipo usaba el campo del Real Madrid. Las obras fueron financiadas por el Ejército del Aire y dirigidas por el arquitecto Jaime Barroso, que jugaba en el equipo indistintamente de medio, de delantero y de portero, y que luego sería presidente del club. El estadio se reinaugura en 1943. 

Más adelante el equipo cambia a su nombre actual y Jaime Barroso, ya presidente, tiene la idea de construir un nuevo estadio, para lo que cuenta con unos terrenos libres junto al Manzanares, propiedad del Estado. Él mismo hace el proyecto, a medias con García Lomas, futuro alcalde famoso por su uso exagerado de la piqueta de demolición, subido a la cual lo dibujaba siempre el gran Mingote. Barroso era buen arquitecto y, supongo, buen futbolista, pero mal financiero. Unos años después es destituido y deja la presidencia a Vicente Calderón, quien recibe un club prácticamente en quiebra, con las obras del estadio empezadas y paralizadas, y con deudas por todos lados. Calderón hará una gestión eficiente, reflotará el club y conseguirá terminar el estadio, que es inaugurado en 1966 y se convierte en el primer campo de fútbol de España con todas las localidades de asiento. 

Ahora resulta muy sorprendente el hecho de que la tribuna de preferencia se edificara encima del terreno preparado para cerrar la M-30 por el suroeste, pero dicen las malas lenguas que el responsable de este prodigio fue el ínclito Fernando Fuertes de Villavicencio, a la sazón Jefe de la Casa Civil del Caudillo y Consejero Delegado del ente público Patrimonio Nacional, propietario de dichos terrenos. Este señor, que de joven había jugado en el equipo (se cuenta que era un fino y escurridizo extremo izquierdo), ejercía al mismo tiempo de vicepresidente del club, por lo que, digamos, estaba a la vez repicando y en la procesión o, dicho en otras palabras, que se dio la autorización a sí mismo. Esta historia no sé si es una leyenda pero, como si fuera verdadera, la incluí en una de mis dos charlas de despedida de mis compañeros, momento en que me tomaron la foto que ven aquí abajo.



Años después, se hará con la presidencia del club el estrambótico doctor Cabeza, que lo vuelve a dejar todo manga por hombro, hasta el punto de que ha de volver el viejo Vicente Calderón a poner orden. El doctor Cabeza anticipa la llegada del Tío Gilito, que se hará con la propiedad del club, que actualmente conservan sus hijos. Sobre el Tío Gilito hay ahora mismo una serie documental que se llama El Pionero. No la he visto pero, debe de ser bastante buena. Me dicen que es un retrato preciso de toda una época y una cultura, la misma que refleja Rafael Chirbes en sus novelas. Como sabrán, el Tío Gilito llegó a ser elegido alcalde de Marbella al frente de su partido el GIL (Grupo Independiente Liberal) y limpió de mendigos la ciudad por el procedimiento de regalarle a cada uno un billete de tren a Barcelona, entre otras excentricidades, como construir en zonas verdes, etc.



Arriba le tienen, aliviándose del calor marbellí por el procedimiento de abanicarse la panza. He de decirles, que no tuve el placer de saludar a este señor personalmente, pero sí de mantener con él una conversación de teléfono en la que comprobé que el tipo era tal como salía en los medios. Resulta que el Atleti presentó un proyecto para hacer unos locales comerciales en los bajos del estadio. Los de Licencias mandaron el expediente a informe de Planeamiento, para que alguien certificara que había edificabilidad remanente suficiente. En Planeamiento, los expedientes los teníamos repartidos por zonas geográficas. Y este me tocaba a mí, que era un mindundi que llevaba apenas dos o tres años en el Ayuntamiento. Llegué por la mañana al despacho y estaba mirando las entradas del día, cuando entró la secretaria muy azorada: –que está don Jesús Gil y Gil al teléfono.  –¡Dile que no estoy! –No puedo, me ha pillado de sorpresa y ya le he dicho que le paso. En fin, les transcribo de memoria como fue esta conversación ciertamente histórica.

            –Digamé.
            –¡¡MILIOOO!! ¡¡¡¡MILIOOOOOO!!!
            –Buenos días, don Jesús.
–¡¡¡MILIOOOO!!! ¡Joder, que me han dicho que eres un tío estupendo y haces unos informes de puta madre! ¿Cómo estás, hombre?
–Bien. En realidad, el expediente me acaba de llegar y necesito un tiempo para estudiármelo, antes de hacer el informe.
–¡Claro que sí, hombre! Tú tómate el tiempo que necesites. A mí todo el mundo me ha hablado maravillas de ti, así que tengo toda la confianza del mundo, yo te llamo sólo para saludarte y animarte a que te esmeres con el informe, que entre todos tenemos que apoyar para sacar el Club adelante.
–Hombre, yo tengo que ajustarme a la normativa. Dentro de ese margen, procuro ser lo más justo posible.
–¡Claro que sí, hombre! No espero yo otra cosa y no tengo prisa. ¿Viste el partido de anoche? UN ROBO. UN AUTÉNTICO ROBO. ¿Pero qué árbitro es ese, madre de mi vida, pero dónde le han dado el título de árbitro a ese gañán?
–…
–Bueno no te quito más tiempo, hombre, un placer de saludarte por teléfono, hasta luego.

Así era don Jesús: tal cual, torrencial, estentóreo y cambiando de un tema a otro sobre la marcha, sin intercalar ni un por cierto. Fue la única vez que hablamos. Con quien sí que me reuní algunas veces es con su hijo Miguel Ángel Gil Marín, un tipo educado, listo y bien preparado. Pero volvamos al Calderón. En los ochenta, los propietarios del estadio empezaron a utilizarlo para conciertos de rock, y aquí aparece otro de mis recuerdos míticos. El 7 de julio de 1982, tocaban por primera vez en Madrid los Rolling Stones. Habían actuado antes en España, sólo una vez, ocho años antes, en Barcelona, en los tiempos en que la Ciudad Condal nos llevaba una gran distancia en cuanto a modernidad y cosmopolitismo. Pero ahora venían a Madrid y yo tenía una entrada para verles en el Estadio del Manzanares. Y allí estaba yo, en el césped, a donde había accedido unas horas antes para coger buen sitio, bajo un calor y un sol sofocantes, sudando la gota gorda en medio de la multitud.

Como media hora antes de la hora del concierto, empezó a asomar por encima del escenario la ignominiosa forma de un nubarrón negro amenazante, que no hizo sino crecer y crecer hasta tapar completamente el cielo. Por el escenario pululaban desde hacía rato los técnicos de sonido, cuando empezaron a caer unas gotas como monedas gigantes. Nadie del público se movió, las primeras gotas fueron recibidas incluso con alivio. Pero entonces se desató el diluvio universal, la madre de todas las tormentas. Jarreaba sobre nuestras cabezas, pero aguantamos sin movernos, convencidos de que el concierto se suspendería; en aquellos tiempos los instrumentos y los micrófonos no eran sin cables como ahora, estaban enchufados e interconectados por una maraña de cables que se extendía por todo el escenario como una hidra electrificada y parecía peligroso que el grupo tocara en esas condiciones: el riesgo de que alguno se electrocutara era manifiesto.

Y entonces se produjo el milagro. En el momento en que tras la escena arreciaban los rayos y centellas de una tormenta superlativa, en medio del estruendo de los truenos, Keith Richards salió a los tercios y atacó como si nada los acordes iniciales del Under my thumb y Mick Jagger avanzó hasta los medios dando palmas y cabriolas bajo el diluvio: estaba ya tan calado como todos nosotros cuando empezó a cantar. Fue un momento místico, una experiencia iniciática, una catarsis rockera, que dio pie a un concierto ciertamente memorable. Les dejo de propina el tema con que los Stones iniciaron ese concierto maravilloso. Es una filmación casi contemporánea, tal vez de la misma gira, grabada en Arizona. Por cierto, la letra, que pueden ver en los subtítulos, ahora mismo sería censuradísima en medio de la tontuna imperante después del Me Too. En un segundo post les explicaré las vicisitudes y los detalles de la operación inmobiliaria por la que este estadio histórico ha terminado bajo la piqueta. Aprovechen las vacaciones que ya les queda poco.


martes, 20 de agosto de 2019

863. Pioneras

Este post es un homenaje a las mujeres de rompe y rasga, las que pelean a diario por salvar la brecha salarial, equipararse con los varones y seguir codo con codo con nosotros en pos de un mundo más justo para todos. Hace algo más de cien años, en los albores del Siglo XX, surgió en Inglaterra el movimiento sufragista, que perseguía que las mujeres pudieran votar, una lucha que ahora nos parece insólita: ¿cómo es que, hace prácticamente cuatro días, las mujeres no podían ni votar? En el movimiento había dos tendencias, una más legalista y pacífica, basada en convencer, y una segunda más follonera y peleona, que no descartaba la violencia, en la convicción de que si no daban leña no iban a conseguir nada. En el lenguaje periodístico de la época se les diferenció claramente: suffragists, las primeras y suffraguettes las segundas, término éste muy despectivo, que hacía el juego de palabras con majorette, ja ja ja, qué gracioso, oyes. 

Si quieren entender este movimiento sin demasiado trabajo, les recomiendo que vean la excelente película británica Suffraguette (Sarah Gavron-2015) que se tituló en España Sufragistas, demostrando que por aquí no se había llegado ni a conocer la diferencia entre ambos términos. Es un film dramático y muy emocionante, en el que colaboran conocidas actrices como Carey Mulligan, Meryl Streep o Helena Bonhan Carter. Es el momento de escuchar a David Bowie, que recordó este movimiento en su histórico disco Ziggie Stardust and the Spiders of Mars, con la canción Sufraguette City, en la línea de revertir los insultos en calificativos reivindicativos, como queer. Esta canción publicada en 1972, tiene relación con una historia que es casi una leyenda del rock y que ya se ha contado en este blog, pero no tengo inconveniente en repetírsela.

Parece demostrado que Bowie se la ofreció al grupo Moot the Hoople, cuyo líder estaba muy deprimido y a punto de disolver el grupo, porque a sus conciertos no iba nadie. Lo cierto es que eran malos de cojones y sólo Bowie creía en ellos. Les ofreció cederles Suffraguette City y el deprimido líder del grupo la rechazó, no se vio capaz de sacar adelante un tema tan bueno. Es como cuando se cruza en tu camino una mujer espléndida y te arrugas porque piensas que es demasiada mujer para ti, que no vas a estar a la altura. Pero Bowie era cabezota: se fue al piso del tipo en Regent Street  y se encerró con él toda la tarde hasta que tuvieron compuesta una canción para lo que necesitaban. Esa canción se llamaba All the Young Dudes, se convirtió en un éxito mundial y relanzó la carrera del grupo que, desde entonces pudo vivir del invento (hasta hoy). Y, dado que el grupo no la quería, Bowie incorporó Suffraguette City a su repertorio, donde se convirtió en otro de los himnos del glam rock, que pueden escuchar aquí abajo. El sonido de la grabación es un poco ratonero, agradecería una remasterización, pero es lo que hay. 



Pero volvamos al tema de las mujeres. Ahora nos parece increíble que las mujeres no tuvieran derecho a voto pero en el año 1900, cuando surge el movimiento sufragista en Inglaterra y en USA, sólo había un país en todo el mundo en el que podían votar las mujeres. ¿Saben cuál? Pues Nueva Zelanda. Casualmente. Al comienzo de la Gran Guerra únicamente se le habían unido Australia, Finlandia, Noruega y Dinamarca. Fue después de esa guerra cuando la cosa se generalizó, si bien algunos países, como Francia o Italia, no autorizaron el voto femenino hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Y qué decir de la civilizada Suiza. En el país helvético las mujeres no votaron hasta 1971, cuando ya era algo cotidiano en lugares como Egipto o Túnez. Joder, es que, cuando Bowie publicó Suffragette City sólo hacía un año que las suizas podían votar. AQUÍ pueden comprobar que no les engaño. En estos momentos, las cosas han cambiado, pero en muchos países árabes, ahora mismo, las mujeres tienen una consideración intermedia entre personas y ganado. En Occidente la situación es mejor, pero para nada igualitaria. La lucha continúa, es un movimiento imparable y yo quiero hoy referirme a unas cuantas mujeres que han aparecido en la prensa estos días. Para ellas este sincero homenaje.

Empiezo por la campeona olímpica Allyson Felix. Esta mujer, en posesión de seis medallas, decidió quedarse embarazada y vio como su patrocinadora la marca Nike le ofrecía, sólo por haber tenido una hija, continuar patrocinándola con un contrato a la baja. Les mandó a la mierda, se buscó otro patrocinador, pero además denunció el asunto en sus redes sociales y en el New York Times. Ahora, Nike le ha escrito una carta de disculpa, le ha pedido perdón y ha proclamado que ha cambiado su retrógrada política en relación con este tema. Si quieren una información más detallada sobre este caso, con foto de la implicada, pueden consultarla AQUÍ. Porque yo quiero traerles una imagen de otra mujer que, en cierta forma ha dado un paso adelante en la lucha contra uno de los tabúes que permanecen: el de que las mujeres que son madres ya no pueden seguir siendo igual de profesionales. Vean la foto y seguimos.



Sí señor, han visto bien. Se trata de la corredora olímpica colombiana Alysia Montaño, participando en una carrera en Sacramento el pasado mes de junio, embarazada de 5 meses. Llegó la última, pero no hizo una marca mucho peor que la suya habitual. Y lo hizo para marcar un hito en la lucha de las mujeres. Hala, los que tengan preparado un comentario diciendo que esto es una barbaridad médica y algo malísimo para el bebé, pueden hacer con él un finísimo canuto para introducírselo por dónde les quepa. Los corredores sabemos perfectamente cuándo podemos o no correr, basándonos en nuestras sensaciones básicas: el cuerpo te lo dice con total claridad. Esta señora tiene unos médicos que tienen su embarazo monitorizado y la autorizaron a correr. Hace poco escuché en la radio a Michael Robinson, que lucha contra un cáncer de páncreas, algo con un nivel de supervivencia que no creo que suba mucho del 2%. Pues este señor reveló que su médico, tras el demoledor diagnóstico, le había autorizado a seguir tomándose sus cervecitas y fumándose su cigarrito después de cada comida. El tener que renunciar a eso, le induciría un estrés que sería mucho peor para el cáncer, le precisó el doctor.


Arriba otro ejemplo reciente de cómo las mujeres van ganando terreno en todos los campos. Stephanie Frappart, 35 años, francesa, se encargó del arbitraje de la Supercopa Europea de Fútbol, entre el Liverpool, Campeón de la Champions y el Chelsea, campeón de la UEFA Cup, que tuvo lugar el pasado día 14 de los corrientes. Es la primera vez que una mujer arbitra un partido de esa trascendencia, seguido en TV en todo el mundo. Y lo hizo fenomenal, opinión unánime de todos los que la vimos. Sacó tarjetas amarillas cuando tocaba (como se ve en la foto), pitó penaltys, utilizó el VAR cuando procedía y no perdió el respeto de los jugadores en ningún momento. Vamos, que infinitamente mejor que muchos de sus compañeros varones, que son unos mantas. Ha trascendido que Jurgen Klopp, el entrenador del Liverpool, que fue el vencedor, se dirigió a Stephanie al final del partido y le dijo: –Si mi equipo hubiera jugado como tú has arbitrado, habíamos ganado 6-0. 



Un caso más, este creo que bastante conocido. La imagen que tienen arriba corresponde a la joven activista del cambio climático Greta Thunberg, de la que pueden encontrar fácilmente información en Internet. Esta chica es sueca, tiene 16 años y sufre el síndrome de Asperger, una forma de autismo muy curiosa. Si quieren saber en que consiste esta alteración de la personalidad, les recomiendo que vean las dos primeras temporadas de la excelente serie nórdica Bron (El Puente), cuyo personaje protagonista, la agente de policía sueca Saga Norén, padece ese síndrome. Yo he visto hasta la tercera temporada y tengo pendiente la cuarta. Greta Thunberg está en estos momentos cruzando el Atlántico en un velero, para llegar a la Cumbre del Clima de Nueva York sin tener que utilizar el avión, algo contrario a su militancia climática. Desde allí, cruzará toda América por carretera para asistir a otra cumbre climática en Santiago de Chile. Si ven la serie que les he dicho, comprenderán perfectamente cómo funciona una mente con Asperger y entenderán a esta chica, que está ahora mismo a la cabeza de un movimiento que lucha por la supervivencia del planeta.

Pero me he guardado para el final el caso más asombroso: el de la doctora alemana Fiona Kolbinger. Lo de esta mujer que ven a la izquierda es ya un auténtico portento. Fiona acabó la carrera de medicina en junio y pretende dedicarse a la cirugía. Pero tiene un hobby (o algo más que un hobby): el ciclismo. En realidad, hace sólo tres años que se compró su primera bici de carreras. Hasta entonces sólo había usado bicicletas urbanas con transportín para hacer la compra. Este año, sin apenas experiencia, decidió apuntarse a la Transcontinental una carrera de resistencia que es una verdadera locura. Los participantes salen de la Costa Búlgara del Mar Negro y terminan en Brest, el lugar más occidental de Francia. Emplean en ello unos diez días, en los que viajan con lo puesto y han de arreglárselas para comer, dormir y lo demás. Es decir, hacen una distancia más larga que la del Tour de Francia (4.000 kms, frente a 3.500) en menos tiempo (10 días frente a 23). La ruta es libre, pero hay una serie de puntos de control fijos por los que han de pasar, y que les obligan a cruzar puertos tan tremendos como el Galibier en los Alpes. 

No tienen ningún tipo de apoyo logístico. Si pinchan o se les rompe la cadena han de ingeniárselas para arreglarlo. Únicamente llevan un localizador GPS con el que pueden saber por donde van y que está conectado a un sistema que les informa de por dónde van los demás competidores. Participaron en la edición de este año 264 locos, 40 de ellos mujeres. Fiona sabía que es resistente y muy cabezota, pero su máximo sueño era subirse al podio femenino, estar entre las tres primeras. Pero al tercer día de carrera constató que era la primera de la clasificación global, y eso le dio alas. Según ha contado, no paraba nunca en restaurantes, sino en supermercados, donde compraba sobre todo plátanos, barritas energéticas y batidos de leche con cacao. Solía dormir al raso, en su saco junto a la carretera, apenas tres o cuatro horas, salvo dos noches que pasó en hoteles para descansar un poco más, no más de cinco horas. 

Al llegar a Francia se encontró con un frío de la hostia y pensó que no podría mantener su posición, pero la idea que tenía en su cabeza era más fuerte que todo. El martes 6 de agosto, los espectadores que esperaban la llegada de la carrera en Brest asistieron estupefactos a la llegada de una mujer por delante de todos los hombres, algo que no había sucedido nunca. Fiona, que tiene 24 años, estudió su carrera en Heidelberg y empezará el mes que viene sus prácticas en un hospital de Dresde. Dice que el ciclismo es para ella algo más que un hobby, pero que su mente está centrada en su carrera de futura cirujana. Y espera que su hazaña estratosférica sirva para que nadie se sienta inferior por cuestiones de sexo, religión, educación o cualquier otra circunstancia. Bravo por Fiona, de quien les dejo de propina otra foto, en pleno esfuerzo camino de la meta de Brest. Sean buenos.










sábado, 17 de agosto de 2019

862. Caminando por la ciudad

Si quieres llegar rápido, camina solo
Si quieres llegar lejos, ve acompañado
Proverbio masai

Agosto es un buen mes para caminar por la ciudad. El proverbio de los masai de Kenia, grandes caminantes, diferencia los dos tipos de marcha en función del objetivo. Sin embargo, yo tiendo a aplicar está división en función del escenario. Por la ciudad, me gusta caminar solo. Es ahí, en el medio urbano, donde me siento más seguro. Me encanta observar el entorno circundante, los autobuses, las motos, los paseantes, los escaparates, los policías, los grupos de jóvenes ruidosos, los oficinistas fumando o comiendo un sandwich, las mujeres atareadas avanzando con paso decidido. En cambio, a la hora de hacer senderismo por el medio rural, prefiero al grupo, porque en su seno me protejo de un entorno que no controlo. Si me bajaran en un helicóptero con los ojos vendados en el centro de cualquier ciudad grande que no conociera, no tardaría mucho en orientarme, en averiguar por donde está el centro, en interiorizar el plano y el sistema de transporte público, en decidir hacia dónde dirigirme. En cambio, si aterrizara en medio del campo, ese lugar abierto, desprotegido del sol, lleno de bichos que te pican, sin referencias, sin bares, sin barrenderos municipales, sin tiendas, pues creo que correría serio riesgo de perderme y pasaría una angustia notable.

Viene a cuento esto por un libro que acabo de leer y que me ha encantado. Se llama La Ciudad Infinita, se subtitula Crónicas de exploración urbana y lo publicó la editorial Reservoir Books el pasado mes de mayo. Su autor es Sergio Fanjul, un personaje bastante peculiar, cuya imagen tienen a la izquierda. Asturiano, vino a Madrid a estudiar ingeniería astrofísica, carrera que terminó pero que no ejerce. Además es poeta, ha logrado publicar ya cuatro poemarios, y compagina todo esto con escribir artículos para El País, en los que cuenta sus andanzas por las calles y los barrios de Madrid. En la Web de dicho periódico, mantiene un blog que se llama Bocata de Calamares. No es magra actividad vital, para alguien que sólo tiene 39 años. El año pasado, el gobierno municipal de Carmena, dentro de su idea de extender el programa cultural Los Veranos de la Villa a todos los distritos, le encargó a este señor que redactara unos textos específicos de cada lugar, para ser repartidos en fotocopias por las fiestas de todos los barrios.

Con esos textos, revisados y mejorados por el autor, se ha elaborado este libro. He de revelarles que he tenido noticia de todo esto gracias a una amiga que me llamó y me dijo: –Tío, he empezado a leer un libro y, desde el primer párrafo tengo todo el rato la sensación como de que te estuviera leyendo a ti. Efectivamente, me lo compré, empecé a leerlo y me sentí muy identificado con lo que en él se cuenta. Les diré que el libro tiene una introducción muy larga, en la que el autor cuenta sus orígenes, sus obsesiones, sus ansiedades y su relación con esta ciudad a la que llegó siendo casi un adolescente. A continuación, van los capítulos correspondientes a cada distrito, empezando por el de Centro, donde él vive y donde también vivo yo. El texto sobre Centro es también muy largo, se nota que lo conoce bien y tiene muchas cosas que contar. Bien, pues la larga introducción y el capítulo sobre Centro (entre ambos consumen casi un tercio del libro), son tal vez lo mejor que he leído en mucho tiempo, o al menos la historia con la que más identificado y reflejado me he sentido. Después, no quiero mentirles, el nivel baja un poco, vienen capítulos más cortos y se nota que menos vividos. El resto del libro es irregular, intercala textos más de relleno, con otros de nuevo memorables.

En la introducción, este hombre cuenta cómo era su vida en Oviedo, una ciudad bastante parecida a la Coruña que yo conocí; un lugar burgués, con un cierto nivel económico, un punto elitista, donde la gente se viste bien y organiza su vida en clanes en torno a determinados clubes (el Náutico, la Hípica, el Casino, etc.). A Fanjul le gustaba ya caminar solo por las calles de su ciudad, no le agrada tanto hacerlo por el campo, pero el problema es que, como a mí, la ciudad se le acababa enseguida y tenía que volver sobre sus pasos, con una especie de sensación claustrofóbica, casi de insularidad. En ese medio acomodado, tranquilo y ordenado, en el que él no terminaba de encontrarse a gusto, cuenta que el único lugar un poco canalla donde ver a un personal diferente era la estación de autobuses, subterránea, y especialmente sus aseos, previsiblemente sucios y asquerosos. Luego narra su llegada a Madrid y como descubre que aquí puede caminar indefinidamente sin que la ciudad se le termine. Historias y sensaciones que yo comparto totalmente, aunque no conservo en mi memoria ningún lugar como esos aseos cutres de la estación de bus bajo tierra.

En general, el libro se lee con facilidad, sobre todo por lectores interesados en Madrid y en la peripecia de las grandes ciudades. Entendí que mi amiga confundiera la narración de Fanjul con la mía propia, ambas están llenas de pequeñas historietas, anécdotas, referencias a gente que ha nacido en cada barrio, acotaciones que bordean el cotilleo. Sin embargo, hay una diferencia, en mi opinión. Yo soy un narrador, lo mío es la prosa, mi punto de vista es prosaico y mi visión es siempre vital, alegre, positiva, optimista. Fanjul, en cambio, es un poeta contrastado y la poesía urbana tiene inevitablemente un punto más melancólico, sombrío, pesimista, que el autor compensa con un punzante humor negro. A destacar el relato sobre Arganzuela (titulado Sweet Home Arganzuela) o la descripción que hace del Retiro, una verdadera delicia. Y la visita que hace al gran cementerio de La Almudena, una ciudad dentro de la ciudad, donde hace buenas migas con un sepulturero que decide acompañarlo y le va enseñando todo. Este capítulo termina con un breve diálogo entre ambos, que no me resisto a reproducir:

                    –Oiga, ¿y usted qué cree que hay después de la muerte? –le pregunté.
                    –Es muy fácil –respondió–: que vengo yo y te entierro.

Sergio Fanjul es un humanista, como yo, una persona a la que le interesan todas las materias sin profundizar en ninguna, que tiene una visión enciclopédica del mundo, con la que me identifico totalmente, aderezada en su caso con una cultura vastísima. Me encantan este tipo de mentalidades y cada vez me gustan menos los especialistas en un solo tema, los que sólo saben hablar de lo suyo sin escuchar lo que digan los expertos en otras materias, los que profundizan un día y otro de forma obsesiva en su monotema, sin abrir su mente a visiones propias de otras disciplinas. Karl Marx los definió perfectamente: son tipos que cada vez saben más de menos, hasta llegar a saberlo todo de nada. Si ustedes quieren acercarse con una mirada global a la realidad de los barrios de Madrid, a Vallecas y Carabanchel y Canillejas, nada mejor que leer este libro y disfrutar de las andanzas (nunca mejor dicho) de este explorador urbano.

Porque, según el autor, para conocer bien una ciudad hay que pateársela, hay que recorrerla a pié. Por eso él descarta los medios de transporte públicos o privados cuando hace sus incursiones por el territorio de las periferias más alejadas, aunque eso le obligue a hacer grandes caminatas y atravesar zonas muy inhóspitas. Y cuenta algunas anécdotas que también me han pasado a mí. Por ejemplo, cuando intenta llegar al Puente de Vallecas desde Retiro, cruzando sobre la M-30 por la acera izquierda del puente que inicia la Carretera de Valencia. Hay un momento en que uno se encuentra atrapado en el centro de un nudo de carreteras protegidas con verja de gallinero, del que es imposible salir sin jugarte la vida. Antes hay señales que te conminan a usar el lado derecho y yo las vi, pero ya saben que soy cabezota. Al final, no te queda otra que volver sobre tus pasos hasta el principio del puente, pasar al otro lado y volver a empezar, cruzando por el lado correcto.

En el capítulo sobre Vallecas, se hace referencia a un documental: La Ciudad es Nuestra (Tino Calabuig-1975). Lo he encontrado, está colgado en Youtube y se puede ver gratis. No es algo que les recomiende, allá ustedes, en realidad es un coñazo, pero resulta curioso escuchar a los chabolistas del entorno de Madrid hablando de sus reivindicaciones, antes del gran Programa de Barrios en Remodelación, sobre el que escribí en el blog una serie de cuatro posts. Acerca de este mismo tema versa el capítulo que he aportado al libro que ha coordinado Carlos Sambricio sobre el urbanismo de la transición y que ya está editado y publicado. Este señor me llamó y me dijo que tenía que escribir algo para su libro. Me dio a elegir, yo le hablé de este tema y arguyó que ya tenía dos o tres textos encargados sobre dicho asunto. Pero yo le dije que el mío tendría un punto de vista diferente, más sociológico que urbanístico. En realidad me limité a extractar y sintetizar mis cuatro posts al respecto.

Pero volviendo al documental, su valor es mostrarnos cómo éramos hace 45 años. Es que los paisajes, las escenas cotidianas de la vida en las chabolas, las pintas, la forma de vestir y hasta las dentaduras de los que intervienen, nos remiten directamente a cómo podemos imaginar ahora mismo Albania o Bulgaria. Eso, exactamente, éramos nosotros y de ahí venimos. Incluso se puede ver y oír a Félix López-Rey, el histórico líder de los vecinos de Orcasitas, entonces un joven de pelo negro espeso y mirada neutra tras gruesas gafas de pasta, en el que cuesta reconocer al actual concejal de Ahora Madrid, un veterano canoso y respetable. La forma de hablar, los giros de lenguaje, el modo en que se refieren a las promotoras inmobiliarias y a los poderes fácticos en esos momentos del principio de la Transición Democrática, son muy expresivos y nos muestran por contraste el gigantesco salto que la sociedad española ha dado en estos 45 años, para agarrarse con uñas y dientes al último vagón del progreso y la modernidad, de la mano de la Unión Europea. Aunque conservemos unos políticos más propios de la situación bananera precedente.

Para los paseantes solitarios de la urbe, el sol y el calor no son buenos compañeros. En cambio, la lluvia no suele constituir un inconveniente, sobre todo para los que venimos del norte. Les voy a dejar de propina un tema que se llama Walking in the rain, nada menos que de 1978, o sea casi contemporáneo del documental de Calabuig. Lo firma el grupo australiano Flash and the Pan encabezado por George Young, músico que, siendo casi un adolescente, había triunfado en Inglaterra con el grupo pop Easybeats. En 1976 se aventuró en el mundo del techno-pop con una nueva formación que nos dejó varios temas históricos como este. George Young fue además quien metió el gusanillo del rock a sus dos hermanos pequeños, Malcolm y Angus, que luego crearían AC/DC bajo la tutela de su hermano mayor. George y Malcolm fallecieron el año pasado en un pequeño intervalo de tiempo. Angus sigue con vida, entre rumores de vuelta de AC/DC, una vez que su cantante ha solucionado sus problemas auditivos y con un nuevo batería que sustituya al original, internado en un psiquiátrico. Los alifafes, como ven, acechan también a los viejos rockeros recalcitrantes. De algunas de estas cosas se ha hablado antes en el blog, pero ya saben que mi narración da vueltas todo el rato sobre los mismos temas. Hoy hace un sol de justicia, y yo les dejo este tema que habla de caminar bajo la lluvia, sobre unas apetecibles e inquietantes imágenes de nubes sobre los campos de Texas. Sean buenos.


miércoles, 14 de agosto de 2019

861. Achaques, molestias y alifafes

A las puertas del ferragosto, como otros años me encuentro en un momento de tranquilidad, aprovechando la calma chicha laboral, acentuada por el cambio de gobierno municipal, y disfrutando también de la ciudad con niveles de gente y de tráfico bastante agradables. Encima, la climatología nos está dando un respiro después de los sofocos de julio. Es el tradicional momento para la reflexión y el diseño de las grandes líneas del año que empieza. Porque el año empieza en septiembre y no en enero, como se empeñan en marcar los calendarios. Algunos seguidores me están urgiendo últimamente a que cuente algo más sobre mí, que no hago más que hablar de temas generales, dicen, y que les tengo en ascuas. Mira que son cotillas. Bien, pues intentaré complacerles.

¿Así que quieren saber de mí? Pues de salud estoy bien, gracias. Como saben, en los últimos meses me he sometido a un chequeo exhaustivo. ¿Por qué? Pues porque más o menos cada dos o tres años debo hacerme una colonoscopia a causa de mis antecedentes familiares. Y, en el mundo actual, uno no puede ir al médico y decirle: quiero hacerme una colonoscopia y ya. No, de ninguna manera. El tipo se pone serio, adopta su gestualidad más doctoral y le explica a uno que, a las edades que va teniendo, es muy conveniente mirárselo todo, por si es caso, que decimos los gallegos, just in case, que dicen los yanquis. Como les conté, la colonoscopia me salió niquelada, saqué un diez cum laude. Pero, a las edades que voy teniendo, hay una cosa segura: si te miran, te encuentran algo. Y si te miran mucho, te encuentran muchas puñetas.

No estoy seguro de haber entendido qué coño es lo que me han encontrado, salvo los triglicéridos sedicentes, pero la cosa es que, ahora mismo, me estoy tomando dos pastillas a la hora de comer y otras cuatro por la noche. Seis en total. Ya tengo un pastillero, como cualquier abuelo porruto, algo que me irrita bastante. Si bien, he de aclarar que, entre los seis productos que ingiero regularmente, hay tres que ya tomaba antes. En primer lugar un sobrecito de Amedial Plus, que es un complejo de magnesio, colágeno, L-carnitina, hialurónico y vitamina C, especialmente indicado para corredores y atletas diversos. En segundo lugar, una melatonina de 5 mgs. para ayudarme a coger el sueño por las noches. Y además la medicación para mantener a raya el colesterol. Y entre los tres nuevos hay una cápsula de vitamina E, que me dijeron que la tenía baja (por cierto, como cualquiera que viva en una ciudad como esta).

Así que, medicamentos, lo que se dice medicamentos, sólo me han recetado dos, uno para los triglicéridos y el otro, honradamente, ni puta idea de para qué. Se trata de un tratamiento conjunto que debo seguir durante seis meses, con promesa de que, si pasado ese tiempo se me han arreglado las averías, eliminaremos el pastilleo extra. Veremos. Para compensar la imagen esa de abuelo con colección de pastillas de colores para comida y cena, además de bailar en mi renovada terraza y autograbarme para la posteridad, he vuelto a repetir lo que ya hice el año pasado: iniciar la temporada de entrenamientos a mediados de julio, un mes antes de lo que solía. Y llevo ya cuatro semanas cumplidas saliendo a correr por el Retiro, a razón de tres días por semana, con regularidad y marcas aceptables: el año anterior entrené bastante y hacía muy poco que lo había dejado (las últimas veces que había salido antes de parar, estaban montando las casetas de la Feria del Libro).

Como les cuento cada año, empezar la temporada en verano con todo el calor, es duro, pero tiene la ventaja de que luego, cuando va refrescando, vuelas. Lo que pasa es que el calor que ha hecho este año ha sido algo fuera de escala. De forma que la única hora en que podía salir a correr era por la mañana, antes de ir al trabajo. Y, para poder llegar a la Isla de Alcatraz antes de que cierren el control, tengo que salir de mi casa en dirección al Retiro a las 6.30, teniendo en cuenta que el recorrido completo me lleva unos 45 minutos, incluyendo una tanda de estiramientos de casi 15. Luego, ya en casa, tengo que hacer abdominales y pesas, ducharme, desayunar, vestirme y finalmente conducir media hora hasta el curre. No sé si suelen estar levantados a esas horas, que en inglés llaman the we we hours, pero les juro que, a las 6.30 en Madrid y en agosto, es noche cerrada. Y es una sensación ciertamente singular la de subir la Cuesta de Moyano en medio de la oscuridad, totalmente solo y en traje de runner. Y con 68 años.


Me detengo a hacer mis estiramientos en la entrada del llamado Parterre, cerca del árbol más viejo de la ciudad, un ahuehuete mexicano, cuya imagen tienen arriba. Este árbol, conocido como El Abuelo, ha sido datado en torno a 1830 y puede vivir más de 2.000 años, por lo que de abuelo nada: está en su plena juventud. En este punto mágico de un parque que ha sido propuesto para Patrimonio de la Humanidad (en octubre vendrán los expertos de la UNESCO que han de informar la petición), es una verdadera gozada estirar, mientras va amaneciendo y aparecen los primeros compañeros corredores. Luego ya hago todo el recorrido circular hasta mi casa con luz del día. He estado haciendo eso dos veces por semana, porque la tercera, en sábado, podía empezarla más tarde. Pero esta semana las temperaturas se han aliviado y he pasado a salir al atardecer. En general, yo prefiero correr con luz natural, para evitar peligrosos tropezones, porque lo cierto es que no veo un burro a dos pasos, que ese es el otro frente médico que tengo abierto. No sé si lo conté, pero hace tiempo que empecé a notar que veía mal por el ojo izquierdo. Me acerqué al óptico a pedirle que me cambiara el cristal de las gafas. Pero me dijo que esa no era la solución y que debía ir al oculista, porque las dioptrías en ese ojo habían pasado de 1,5 a 4.

El oculista me examinó y dijo que tengo unas cataratas de libro. Me prescribió unas pruebas previas, necesarias para descartar otras patologías (pruebas que ya me he hecho en una clínica de Argüelles), y me citó de nuevo el 2 de septiembre para que, con el resultado de las pruebas a la vista, fijemos la fecha de la operación, no antes del 15 de octubre, porque tengo un par de viajes cerrados que quiero hacer antes de dicha operación y cuyo destino no he desvelado todavía en el blog. Tiempo al tiempo. En fin, que a mí me gusta más hablarles de otras cosas, de los interesantes fenómenos globales que están aconteciendo por el mundo, pero son ustedes los que me persiguen con sus ansiedades cotillas por saber de mis intimidades, así que ahora no se quejen. ¿Cómo? Ah, que no querían conocer mi estado médico. Que lo que quieren saber es si me jubilo o no. O sea, que mi salud les importa un rábano. Joder qué listos que son ustedes. ¿Que cuándo me jubilo? Eso me gustaría saber a mí también.

La verdad es que en esta tribuna, parece que se cuenta todo, pero lo cierto es que yo hablo sólo de lo que me da la gana. Por ejemplo: ¿saben ustedes si tengo pareja o no? Si lo saben, no es por el blog, desde luego. Pues el asunto de mi trabajo y cuándo me jubilo, ha entrado en esa misma esfera privada y en este momento no puedo hablar de ello en el blog. Hay una serie de circunstancias sobrevenidas que me tienen en stand-by y que me aconsejan ser prudente y discreto. Cuando se despejen las incógnitas, será el momento de tomar esa decisión que todos esperan. Entonces les daré las explicaciones pertinentes y lo entenderán todo. De momento, he de recurrir a la frase genial de mi amigo el Coronel: estaba deciso y vuelvo a estar indeciso. Además, a este blog no le va mal un poquito de misterio ¿no? En cualquier caso, lo mejor que he escuchado sobre esto de la jubilación y cuándo resulta pertinente encararla, es este pequeño fragmento del gran Javier Cansado, que les dejo de propina. Sigan disfrutando de los días de asueto. Y no sean tan ansiosos, que todo se contará a su debido tiempo.