Bueno, hala, ya les voy a contar
todo. O no, que diría Rajoy. Por cierto, qué reaparición más cojonuda la de
este señor el otro día en la fiesta del vino de Ribadavia.
Nuestro añorado ex presidente fue invitado a hacer el pregón de las fiestas y no defraudó a nadie. En su discurso reivindicó la prudencia y la paciencia como las dos principales virtudes que deberían tener todos los políticos y no tienen. Y añadió: –Por si acaso alguien cree que me refiero a alguien, tengo que decir que
tiene razón. Antes de rematar con su proverbial ¡Viva el vino! Genio y figura. Yo quiero un presidente como este y no un soso como
Sánchez, qué quieren que les diga. Encima, vean la cara que puso, no sé si
antes o después de tan brillante parlamento. Diríase que Feijoo le está enseñando
una tarjeta de esas que te ponen en el parabrisas del coche anunciando masajes
orientales completos a domicilio.
Bien, vamos con ello. Desde hace
aproximadamente un par de meses, he dejado de llamar pedorros a los miembros de
cierto partido político, además de no volver a hablar de mis planes de
jubilación y mi peripecia municipal a punto de finalizar, doble silencio que ha
suscitado la curiosidad y todo tipo de conjeturas por parte de mis seguidores, un tanto confundidos. Debo recordarles que, en mi
situación de reenganchado, el día que quiera puedo rellenar la papela, como se suele llamar a la
instancia en que uno indica la fecha en que se quiere jubilar. Entre la
presentación en registro de dicha instancia y la fecha en cuestión, ha de haber
al menos tres meses. Antes de las elecciones locales de mayo, yo tenía el plan
de intentar pasarme a una plaza de confianza política, lo que me hubiera
abierto la posibilidad de continuar toda la legislatura siguiente, sin tenerme
que ir el día que cumpla 70 años, a lo que estoy abocado si continúo en la que ahora ocupo. Para
ello tenía un camino abierto con el grupo Más Madrid. Si la
señora Carmena hubiera ganado y luego hubiera sido elegida presidenta del C40 ese
camino hubiera sido bastante fácil.
Por eso me impliqué en la
campaña, aporté dinero, puse su pancarta en mi terraza y contribuí lo que pude
a amarrar votos, a través de whatsapp y del blog. Pero el hubiera no existe y el resultado fue que perdimos de forma estrepitosa. A partir de la
derrota, mi primer impulso fue echar la
papela inmediatamente. En mi cabeza se instaló una idea nítida: no quiero
seguir trabajando para una ciudadanía que ha votado lo que ha votado. Ese
primer impulso automático me lo frenó mi jefa. A ella le duró el duelo exactamente un día.
Al segundo día me transmitió su reflexión. El trabajo que habíamos hecho en
estos tres años y medio estaba muy bien y había surgido de nosotros, del nivel
técnico, ningún político o jefe nos había dicho que nos ocupáramos de la
regeneración urbana de la periferia, ni del Reinventing Cities. Habíamos sido
nosotros los que habíamos optado por esos trabajos, en la línea que marca la Agenda 2030 de la ONU.
Los responsables políticos
anteriores nos habían permitido hacerlo y hasta les había gustado, pero no había sido idea
suya sino nuestra. Incluso es dudoso que hayan comprendido la verdadera trascendencia
de este trabajo (valorado en Chicago, París y otros lugares) porque, si lo
hubieran entendido, habrían hecho una difusión mejor, habríamos salido en El
País y El inMundo y tal vez no habríamos
cosechado tanta abstención en el sureste. Es decir, que no había ningún
impedimento para que nuestro trabajo fuera asumido por otro equipo que viniera,
porque no era ideológico. Para mi jefa, la prioridad principal era salvar el trabajo y
darle continuidad. En ese momento, los anteriores responsables ya habían tomado las de Villadiego y
los nuevos aún no habían llegado. Mi jefa se puso a elaborar una memoria de nuestro
trabajo para enseñársela a los que vinieran. Y todos le ayudamos a ello.
Y, lisa y llanamente, me dijo que me quería a su lado para cuando llegaran los nuevos. Por dos motivos. Uno, darle lustre a
su unidad con un veterano de muchas batallas. Y el otro, la posibilidad de que
yo tuviera algún vinculo o relación con alguno de los que vinieran. No se olviden de que
yo he hecho 26 de mis 37 años de carrera municipal a las órdenes del PP y, por
mi forma de ser, nivel profesional e implicación en el trabajo, tengo muchos
amigos en ese partido y su entorno técnico. Esto parecía algo muy improbable,
porque la mayoría de los jefes que tuve en aquellos años se han jubilado o se
han muerto. Pero mi jefa me pedía que aguantase un poco más y yo no podía resistirme
a esa petición porque le debo mucho. Toda mi rehabilitación en estos
años se la debo a esta señora.
Transcurrió el tiempo y a las
costas de la isla de Alcatraz arribó finalmente la barca del nuevo concejal, de Ciudadanos, como cuando Hernán Cortés desembarcó en México en 1519. Los atribulados indios lo
recibimos con cautela y pasó saludando por todas las plantas, como hicieran
todos sus antecesores menos la Concejala
Zombie. Y a los pocos días se supo quién iba a ser el máximo responsable técnico del área, el Coordinador General, por encima de los directores generales como mi
jefa. Y resultó ser un amigo mío. La intuición de mi jefa había sido certera.
Bueno, la palabra amigo tal vez es excesiva. En realidad fue mi jefe directo
durante cuatro años, en el equipo que se encargó de la difusión del proyecto
Madrid Río, mientras se ejecutaban las obras del parque. En esos años
conseguimos revertir la opinión pública antes contraria al proyecto y además
nos lo pasamos de puta madre.
Este señor, a quien por una
mínima discreción vamos llamar en el blog Kordineitor,
pasó saludando también, de la mano de mi jefa, que le iba diciendo: este es
Menganito que se ocupa del trabajo X, este es Zutanito que se encarga de Y. Kordineitor saludaba a todos con cortesía. Y llegaron a mi despacho. –Y este es Emilio,
nuestro hombre más internacional –dijo mi jefa. Entonces nos dimos un abrazo y
dijo algo así como joder, tío, qué
bien estás, pero ¿tú qué edad tienes? El incidente fue observado por mucha
gente y originó un fenómeno curioso en los días siguientes, por el que gente
que nunca me saludaba pasó a hacerlo, y otros que se cruzaban conmigo casi sin
mirarme, se transmutaron milagrosamente en efusivos. Las cosas de la vida. Allí mismo, en nuestro
primer encuentro, le propuse a Kordineitor comer juntos un día, para ponernos al día y contarnos
las historias de estos ocho años, desde que se fue de Urbanismo. Cuando quieras
–fue su respuesta.
A partir de ese día, pasé a tener
por encima a mi jefa, por encima de ella a Kordineitor, que es amigo mío, y por
encima de él a un concejal de Ciudadanos. Comprenderán que no podía seguir insultando
a su partido por una elemental prudencia, esa virtud que acertadamente ensalza el señor
Rajoy. Pero seguía bastante decidido a jubilarme y mi nueva fecha era el 1 de
noviembre, porque ya les adelanto que, desde la semana que viene y hasta el 20 de octubre voy a
estar por ahí de viajes, según el programa que les contaré en el post siguiente. Después me quedarían justo diez días, suficientes para recoger los trastos. Para jubilarme el 1 de noviembre, tenía que echar la papela el 1 de agosto. Así
que le escribí un correo a Kordineitor
diciéndole que, si quería que comiéramos juntos, tenía que ser antes del 1 de
agosto. En caso contrario, a lo mejor me liaba la manta a la cabeza y echaba la instancia ese día y entonces la
cosa ya no tendría remedio. Porque, desde el momento en que se echa la papela,
el proceso ya es irreversible. Quedamos al día siguiente.
La comida se nos alargó hora y
media, teníamos mucho que contarnos y estuvimos bromeando todo el rato, como de
costumbre. Y abordamos el tema más candente. En realidad, yo lo que quería era
solamente pulsar su opinión, porque tenemos la confianza suficiente como para
que, si cree que ya no pinto nada en Urbanismo (ahora Desarrollo Urbano), me diga: –Mira, Emilio, vete a tomar por culo, jubílate ya y deja de
dar el coñazo. No fue eso lo que me dijo, sino lo contrario. Hasta se puso
inusualmente serio, para decirme que no me precipitara, que el 1 de agosto todavía
no iban a estar los equipos organizados y ajustados, que tanto mi jefa como él
tenían mucho interés en que siga un poco más, que estoy en el equipo que está haciendo los trabajos más interesantes y divertidos de toda el área y que si me lo estoy pasando bien,
por qué irme. Así que decidí posponer mi decisión. Al otro día se lo comuniqué a mi jefa
que hasta se emocionó y me dio un abrazo. Y aquí estoy.
Esto es lo que sucedió. Ya ven:
estaba deciso y vuelvo a estar indeciso, como dice mi hermano el Coronel. Aunque en
realidad mi margen se va estrechando. A Kordineitor le dejé caer que, si
me pudiera ofrecer un puesto en el que no me echaran al cumplir 70, con un
cometido claro en la línea de lo que estoy haciendo ahora, lo consideraría. Es algo altamente
improbable, pero no imposible. Y, si eso no sale, tengo muy claro que estoy en mi derecho
de irme cuando me dé la gana, de aquí a febrero de 2021. Y en mi cabeza tengo
una nueva fecha para largarme: marzo/abril de 2020. Algunas amigas proclaman que en ese momento me buscaré otra excusa. Veremos. ¿Y qué pasa con el nuevo
contexto municipal? Como saben, fui muy feliz en estos últimos cuatro años en el
Ayuntamiento. Y me sigo considerando Carmenista y Errejonudo a muerte. Pero
también les diré que yo, mal, lo que se dice mal, sólo he estado en el Trienio Negro
de Mrs. Bottle. El resto de mis años de convivencia con el PP no me lo pasé mal y me he sentido valorado y bien tratado.
En este momento, observo que la
situación es muy distinta en las áreas que se ha quedado el PP, de aquellas que le ha cedido a Ciudadanos. En las primeras han arrasado con todos los
directores y altos cargos y se están dedicando a deshacer todos los proyectos y avances que había
conseguido la señora Carmena. Esto se debe a dos motivos. Uno, le tienen
auténtico odio africano a esta señora, porque en el fondo es de los suyos (quiero decir que es de buena familia, tiene tierras, etc.). Por eso se la
tienen jurada. La segunda razón es más prosaica. Tienen un montón de antiguos
cargos y carguillos que han de recolocar en algún puesto, porque aparte la Comunidad de Madrid, no
tienen dónde situarlos. En cambio, en las áreas que dirige Ciudadanos no se dan esas
circunstancias: no tienen afán revanchista y no tienen a nadie que colocar,
porque en el fondo no son nadie (por ahora). Lo suyo es un órdago de farol,
para ir pillando poder y crecer al mismo tiempo.
En ese contexto, en Desarrollo
Urbano ya hemos visto que mantienen a mi jefa, que mantienen el nombre de su unidad
(Planificación Estratégica), que el Reinventing Cities les ha encantado, lo
mismo que las demás líneas de trabajo que les hemos presentado. Así que mi contexto laboral no
tiene por qué cambiar mucho. En el fondo, yo he estado muy bien en este tiempo
gracias a mi jefa y su equipo. Y puedo seguir intentando ser feliz un poquito
más, antes de irme para casa. De momento ya tengo un programa para continuar mi proverbial sinvivir en los dos próximos meses, que les contaré en el siguiente post. Me ha
costado un tiempo decidirme a revelar todo esto y en adelante creo que deberé
mantener una cierta discreción sobre los temas de mi entorno laboral más cercano,
como hacía en los primeros tiempos del blog. Ustedes sabrán entenderlo. Y me
queda hablar de Aduriz.
Aritz Aduriz es un futbolista muy
querido del Athletic de Bilbao, a donde regresó tras un largo periplo por otros
equipos, como el Mallorca y el Valencia. Yo tengo un recuerdo nítido de él. En
el último partido de la Liga 2010-2011, el Valencia jugaba en el campo del Depor, al que
le bastaba un empate para salvarse del descenso. Perdió 0-2 y bajó. El primer
gol lo marcó Aritz. La defensa del Depor era tan mala, que alguien avanzó por
el costado derecho sin que nadie le entrara, miró al centro y puso un balón
bombeado. Aduriz, sin que nadie le estorbara, se elevó en el aire y cabeceó a
la red. Pero no lo celebró, sino que abrió los brazos con las palmas hacia
arriba, como disculpándose, como diciendo: –Joder, es mi trabajo, si la defensa no me marca y me llega un balón como ese, yo
voy y meto gol, pues. Aritz es un tío cojonudo, que era consciente del drama
que le suponía ese gol al equipo contrario, compuesto por compañeros suyos de
profesión y además fue respetuoso con la grada, que estaba como en un funeral.
Hace años que Adúriz barrunta la
posibilidad de retirarse. El año pasado jugó poco y metió sólo dos goles. Y en febrero pasado cumplió 38 años, una edad muy buena para la retirada de un
futbolista. Así que a finales de la temporada pasada anunció que se iba.
Entonces todo su entorno se aprestó a intentar convencerle de lo contrario. Su
familia (mujer y dos hijas, que van a verle al campo todos los domingos) le
decían que, total si está en buena forma y sigue siendo de utilidad al equipo, y encima se lo estaba pasando bien, para qué retirarse. El club le dijo que, si
quería seguir otro año más, por ellos estupendo. Les suena la situación, ¿no? Así que
Aduriz, como yo, dijo bueeeeeno, pues seguiremos un poco más.
El viernes 16 de agosto se
inauguraba la Liga 19-20 con un solo partido: Athletic de Bilbao-Barcelona. Aduriz
estuvo casi todo el encuentro en el banquillo. Casi con el tiempo cumplido (con
0-0) le mandaron a calentar. Salió en el minuto 87 en medio de una ovación
atronadora. Corrió hacia su posición en el área y esperó. Un minuto más tarde toco su primer y único
balón para marcar de chilena el gol de la victoria bilbaína. Un gol bellísimo; aunque no les guste el fútbol, les pido que vean el vídeo de abajo. A falta de jugarse todos los demás partidos hasta mayo del año que viene, yo no tengo ninguna duda de que este será el mejor gol de la
temporada. Inmediatamente corrió al rincón en donde sabe que se sienta su
familia y les estuvo mandando besos hasta que se cansó. Una escena emocionante, que hizo saltarse las lágrimas a más de un aficionado
del Athletic. La pregunta ahora es: ¿tendré yo todavía el margen de hacer un gol de
chilena? That is the question. Pórtense bien.