4 de noviembre. Escribo desde el
extremo sur de Chile, Parque Nacional de las Torres del Paine, que nos disponemos
a visitar hoy y mañana. Tengo al fin un rato libre para escribir, debido a que
anoche mi nuevo móvil Huawei se volvió loco al discurrir por latitudes tan
extremas y decidió por su cuenta adelantar una hora su reloj. Yo me había
puesto la alarma a las 6.15, para estar desayunando a las 7.00, pero resultó
que, como digo, el maldito aparato perdió el oremus en el trayecto en coche de
Punta Arenas, donde llegamos en avión, a Puerto Natales, donde estamos
alojados, adelantando una hora su reloj biológico, hecho de circuitos impresos
y claves por satélite. Así que tengo un rato libre, antes de afrontar el
cachondeo de mis compañeros de aventuras, que justo ahora amanecen
correctamente según lo acordado.
Esta parte del viaje comenzó
cuando abandonamos el Atacama, volamos de regreso a Santiago (ya me ocuparé en
su momento de hablarles de la capital chilena) y al día siguiente tomamos un
segundo vuelo aun más al sur, hasta el aeropuerto de Temuco. Allí alquilamos otro
coche para llegar a Pucón, donde teníamos hotel reservado. De acuerdo con los
tratados geográficos, la Patagonia chilena comienza en Temuco y se extiende
hasta las heladas planicies en donde ahora me encuentro (por cierto, nunca
había pisado un suelo tan meridional). Pero, a diferencia de la Patagonia
argentina, las gentes por aquí son hospitalarias, amables, sonrientes y
cálidas. Nada que ver con los argentinos altivos, hirsutos e imperturbables,
incapaces de empatizar con el viajero de otras tierras, que describe Roberto
Bolaño, insigne escritor chileno que vivió buena parte de su vida en Barcelona,
en su excelente relato El gaucho
insufrible. Ese en el que los paisanos despiden al viajero con el
invariable saludo: –Que le llueva finito.
El carácter amable de los
patagones occidentales viene de dos factores. Uno es el de las diferentes
etnias que componen este pueblo, entre las que destacan los araucos y los
mapuches. Y el otro es indudablemente el clima amable y el entorno feraz de
estas tierras, auténtico vergel protegido entre los Andes y el océano, donde se
cultiva de todo y no hay escasez, frente al agreste paisaje de la Pampa, donde
los cultivos se arrancan al duro entorno con esfuerzo y sacrificio constante.
Por acá, todo el mundo te entra al trapo de los chistes que prodigamos, por
ejemplo, en las entradas a los lugares de pago. ¡Ah! pero no me diga que hay
que pagar. Yo creía que era gratis. ¿Y no hay descuento para mayores? ¿Sólo
para residentes en Chile? Pero es que nosotros ya nos vamos a quedar aquí,
porque nos ha gustado mucho el país y no pensamos regresar. ¿Eso no vale?
Quitando algunos sujetos más rurales, de talante parco y escueto, los lugareños
comparten esas bromas inocentes y responden con otras, siempre respetuosos,
siempre educados.
Los mapuches compaginan esa
amabilidad con un carácter guerrero y orgulloso. Y ostentan esa doble
característica en sus rostros altivos. En una ocasión, llegamos a uno de los
pequeños aeropuertos locales y nos abalanzamos al mostrador de la empresa de
transportes con una pregunta: –Cómo quedó el Madrí-Barça. Respuesta: –Ni idea;
pero marcó un gol Arturo Vidal. Lo cierto es que Arturo Vidal, mapuche
eminente, fue el gran fichaje de este verano en el Barcelona, y todo Chile está
muy preocupado e intrigado por el hecho de que no juega de titular. No saben
qué tiene que hacer para que lo saquen al campo. En una carretera paramos a
comprar salmón del que ahúman por procedimientos caseros. Nos recibió un tipo
que vivía con varios gatos zalameros y cariñosos, quien nos contó que antes de
montar el negocio del salmón había sido profesor y que él le había dado clases
varios años a Arturo Vidal.
Continúo mi escritura en la noche
del 5 de noviembre, después de dos días por el parque de las Torres del Paine,
un día antes de regresar a Santiago. La primera parte de la Patagonia chilena
que hemos recorrido en este viaje, gira en torno a una serie de lagos muy
bonitos, rodeados de verdes prados con pastos y cultivos. Es curioso venir de
Atacama en avión y comprobar desde el aire que el desierto llega casi a las puertas de
Santiago. Sin embargo, desembarcando en Temuco y viajando al sur, el paisaje es
una mezcla de Asturias, Cantabria o la propia Suiza. Después de dormir una
noche en Pucón, bajamos hasta Puerto Montt, la ciudad más grande de la zona,
bastante fea en mi opinión, pero con alojamientos más baratos que Puerto Varas,
centro de la vida rural en torno al lago Llanquihué. Al otro día caímos a
Puerto Varas y contemplamos la hermosa vista del lago con los volcanes Osorno y
Calbuco al otro lado.
El recorrido alrededor del lago
ofrece lugares muy interesantes, como el propio pueblo de Llanquihué, o
Frutillar, centro de la influencia alemana, en donde está el Teatro del Lago,
magnífico edificio moderno de madera, que pasa por ser el mejor teatro de
Latinoamérica, con programación diaria todo el año. También visitamos unas bonitas
cascadas, así como los Saltos de Petrohué, que son realmente impresionantes.
Por último, hicimos un recorrido por el lago en una lancha motora, que pilotaba
un abuelo, por nombre Guido, quien se conocía todas las historias en torno al
lago. Allí hay unos grandes catamaranes de la empresa Tourist Tours, que organizan viajes a través de ríos y lagos, hasta Bariloche en Argentina. El dueño
de esta empresa tiene una casa junto al lago a la que sólo se puede acceder por
barco. Otra de las mansiones es propiedad de la familia del fundador de El
Mercurio, el mejor periódico de Santiago. Uno de estos magnates construyó una
casa de muñecas flotante para una de sus nietas, que todavía existe, aunque la
destinataria del regalo es ahora octogenaria.
Don Guido nos contó que los
cuatro miembros de la Junta Militar de Pinochet solían venir en verano a
reunirse en alguna de estas casas de sueño, invitados por alguno de sus
propietarios. De alguno de estos émulos de El Gran Gatsby nos contó que tenía
varias esposas y había conseguido que se llevaran bien entre ellas, algo
ciertamente raro y meritorio. Él mismo nos dijo que nunca se había casado, pero
que tenía varios hijos, lo que era una demostración viviente de que no hace
falta casarse para tener hijos. Un tipo curioso este Don Guido, guardián de
todos los secretos y las anécdotas del lago Llanquihué, en el centro de la
Patagonia chilena. Cerramos ese día en torno al lago con una cena fastuosa en
un lugar de Puerto Varas que nos ganó por el olfato, mientras paseábamos por
las calles del lugar. Allí nos obsequiamos con un cebiche de salmón y una carne
de la que aquí llaman bife-chorizo, tal vez nuestra mejor comida en todo Chile.
Los alemanes colonizaron esta
zona después de los españoles y se nota su influencia en la arquitectura y en
las estupendas cervezas que se consumen por aquí, como la Austral Calafate, o
las diversas marcas de cerveza artesanal. En el 2001 de Villarrica probamos el
mejor pisco sour de todos los que hemos degustado en el viaje. Nos explicaron la receta. Se ha de mezclar
una lima de las verdes por cada dos personas, un par de cucharadas de azúcar y
hielo golpeado, junto con la mayor o menor cantidad de pisco, en función de que
se quiera más o menos cargado. Las limas se trocean, con cáscara y todo. Y todo
ello se pasa por una batidora o termomix y luego se cuela para dejar sólo el
líquido. El resultado es espectacular. Me gustaría cerrar este texto con unas fotos, pero con el Wifi que tengo en estos hoteles me resulta algo difícil. Les prometo compensarles con las imágenes correspondientes. Así que: que les llueva finito.
¡Qué pena, que no hayas podido subir fotos! Y don Bolaño debía de ser más sieso que sus detectives salvajes: ¡Mira que decir que son insufribles los gauchos! Hay que leer "Final de novela en la Patagonia". Hay algún ajo, pero en su mayoría, los argentinos de la Pampa son la gente más cariñosa y encantadora de la tierra. Y me quedo corta.
ResponderEliminarQuerida, esa es tu opinión, tan respetable como la mía, basada como la mía en un viaje de unos 15 días por las diferentes regiones a los dos lados de los Andes. Yo tengo buenos amigos argentinos, como sabes, pero colectivamente me resultan bastante irritantes, algo que no me ha sucedido con los chilenos, con mucho más componente indio y menos ramalazo italiano. Pero es absurdo discutir sobre generalizaciones y tópicos nacionales.
Eliminar