Vaya, tenía yo prisa por terminar
la serie sobre Chicago, porque ya enseguida salgo de viaje otra vez, a un lugar
todavía por desvelar, y tengo que darles un margen para jugar al bonito juego
de las adivinanzas aunque, al final, siempre lo acierta Paco Couto. Así que me he
dejado una serie de cosas en el tintero, que tal vez vaya contando intercaladas
en los sucesivos textos. Lo que sí quiero es que comparen las fotos de grupo de
los workshop: el del año pasado en Portland y el de este año en Chicago. Véanlas, y
seguimos.
Les traigo estas dos fotos para
que se fijen en un detalle. En el grupo del año pasado, con el que sigo
bastante en contacto, había al menos dos personas por encima de los 60, los
brasileños Antonio Carlos Velloso, segundo por la derecha en la fila de atrás,
y Liana Vallicelli, justo detrás de la guapísima Clare Haley, en el centro de
la imagen. Yo me encontraba algo más arropado, por no hablar de la señora china
de edad indescifrable, pero probablemente por encima de los 50. Este año, en
cambio, como les dije, yo era el más veterano y le sacaba unos 25 años al
segundo más viejo. Hay una cosa clara: yo me encuentro muy bien con la gente
más joven y me entiendo con ellos a la perfección, porque comparto muchas de sus
vivencias. Cierto que me gustaría tener 20 años menos, pero, como no se puede,
pues no me voy a hacer mala sangre por ello. En cualquier caso, ya les conté que no desmerecí de la edad media del grupo, que salí a correr con los más esforzados y madrugadores y mantuve el tipo con los más noctámbulos.
Pero es una realidad que el
tiempo pasa implacable, como le preocupaba a Joseph Conrad, que escribió todo
un tratado al respecto en su novela La
Línea de Sombra (1916), en donde desmenuza la obsesión de un joven marino
por saber en qué momento atravesará esa difusa línea de sombra que separa la
juventud de la madurez. Para Conrad, esa transición no tiene vuelta atrás. He
de decir que yo nunca he tenido la sensación de haber atravesado totalmente esa
frontera y, tal vez por eso, las diferentes mujeres con las que he tenido una
relación más íntima han terminado por tacharme de inmaduro. Lo que sí he estado
es mucho tiempo, digamos, en el lado oscuro, en diferentes períodos. Cuando inicié
este blog, estaba más o menos en una de esas zonas de penumbra, de la que me
defendía precisamente escribiendo y publicando mis reflexiones.
Por cierto, con este trajín que
llevo, se me ha olvidado completamente referirme al sexto aniversario del blog,
primera vez que me pasa en estos años. En efecto, este blog se inició con el
Post #1
“Hágase la luz”, el 19 de septiembre de 2012, y ya me he pasado siete posts
(que no siete pueblos) de la fecha del sexto aniversario. Cualquiera que me
haya seguido más o menos fielmente en este tiempo, habrá diferenciado
nítidamente los cinco primeros años, de este sexto en el que cabalgo desbocado
cual surfer sobre ola favorable, tras un proceso que he contado en detalle en
la serie Recovering myself, que he escrito casi por explicármelo a mí mismo.
Tal vez podría presumir de haber cruzado de vuelta esa línea de sombra para
volver a esta especie de segunda juventud. Pero mejor será que no presuma
demasiado, que las cabalgadas de los surfers a menudo terminan en trastazo
sobre el mar.
Todo esto tiene que ver también
con el hecho de que no me miro demasiado al espejo y, cuando lo hago por
descuido, la primera idea que acude a mi mente es: –Quién es ese señor tan
mayor que me observa desde el azogue. Así que, haciendo un contraplano desde el
cielo más inmediato, no es difícil deducir que así es como me ven los demás.
Algo sin remedio, porque no estoy dispuesto a teñirme el pelo, hacerme implantes
como Bono, ni peinados a cortinilla como Anasagasti, ni estirarme la cara como
Paul McCartney. Pero la vejez no la trae sólo la imagen, sino también otros matices, como el olor y
aquí viene a cuento la noticia que les comento a continuación. Investigadores
del CSIC han descubierto y demostrado científicamente que el olor a viejo no
tiene nada que ver con asearse poco, o con no lavar la ropa ni llevar las
chaquetas a la tintorería. No señor. El olor a viejo lo produce una bacteria
que, para más inri, se instala en el cuerpo humano a partir de los 30 años. Lo
que pasa es que a edades más tempranas, los anticuerpos que genera nuestro
organismo la neutralizan y por eso la gente de edad intermedia no huele
demasiado.
Bueno, algunos sí, a todas las
edades. En el Colegio Mayor teníamos un compañero al que apodábamos El Tigre. Y, cuando alguien nos preguntaba
por qué, apostillábamos: –Porque se perfuma con dinamita. Un chiste para
cinéfilos veteranos y forofos del cine negro francés, que mis seguidores más
jóvenes no podrán entender. En el Metro pilla uno a veces unos efluvios que
tumban al más pintado. Pero el olor a viejo es algo muy característico (por
cierto, para los que no se crean lo que cuento, AQUÍ
pueden consultar esta que no dudo en calificar como una de las noticias del
año). En realidad, yo conozco a muchos tipos que, con 20 años, son verdaderos
ancianos mentales, incluso huelen a viejo y todo. Pero, a lo que iba. Mi
aspecto físico no tiene mucho remedio, pero la cuestión olfativa sí. Nadie me
ha dicho todavía que huela a viejo pero, desde que leí la noticia, he empezado a
perfumarme compulsivamente. He encontrado en mi casa un frasco de Zara Sports que se dejó mi
hijo Kike de cuando vivió conmigo. Y cada mañana y cada noche renuevo mis
aromas corporales con un par de toques de spray a ambos lados del cuello.
Ayer fui a cenar a casa de mi
hermano mayor Antonio (83). Mi cuñada Gundi (también 83) lo notó al abrazarme y me preguntó a qué se debía, si estaba enamorado o algo así. Le respondí con
una galantería (llevamos más de 50 años coqueteando). Quiero decir que le
aseguré que me había perfumado por visitarla a ella. En fin, volviendo a la
noticia yo creo que posiblemente la vejez en general tal vez sea creada también
por una bacteria, lo que pasa es que todavía no la han descubierto los del
CSIC. Sólo así se explicaría que haya ancianos de 30 años y tipos como yo que
siguen manteniendo el tipo, al menos mentalmente. Estamos en un mundo en el que
cada vez aparecen más explicaciones laicas a asuntos que antes se atribuían a
una divinidad. Yo aun sigo creyendo en la existencia de un dios travieso que tira los dados, pero, por ejemplo, tengo claro que el
nacionalismo no se debe a un virus, como he sostenido largo tiempo en este blog, sino a una variante especialmente agresiva
de la ameba comecerebros.
Además es una cosa progresiva.
Los dirigentes independentistas cada vez están más infectados y desligados de
la realidad. Aunque esto se deba también a que, como se van designando sucesivamente a
dedo como los presidentes norcoreanos, pues la calidad personal va degenerando
de forma irreversible. Si tú nombras un sucesor a dedo, es por fuerza alguien de menor categoría que tú, al que piensas que vas a poder manipular y si no que se lo
pregunten a Aznar. A ver por qué escogió a Rajoy por delante de Rato y Mayor
Oreja. Bien, pues Pujol nombró a dedo a Artur Mas, alguien de muy inferior
talla personal y política (en este caso fue un premio por lo bien que miraba
para otro lado como conseller de Hacienda). Años más tarde, Mas nombró por el
mismo procedimiento a Puigdemont (segundo estadio de degradación). Y Puigdemont
ha superado a todos los anteriores poniendo en la Generalitat a un robot, un
verdadero androide al que manejan desde Bruselas con un algoritmo.
Pero bueno, que yo no quería
hablarles del embrollo catalán, sino de la línea de sombra y de Groenlandia.
¿Cómo? ¿Que si me voy a Groenlandia? No, no. Por favor. En realidad me estoy
refiriendo a la canción Groenlandia, el gran tema de los 80 que firmó Bernardo
Bonezzi con el grupo Los Zombies. Bonezzi fue un tipo realmente singular. Fue
un niño prodigio que formó el grupo citado cuando tenía 13 años y escribió su
canción maravillosa con 15. Sólo alcanzó a publicar dos discos a comienzos de
los 80 y luego derivó su virtuosismo hacia la composición de bandas sonoras,
trabajo por el que fue nominado a los Goya cuatro veces y ganó una. También fue
el directivo más joven de la historia de la SGAE. ¿Cómo aplicar a este hombre
los parámetros de juventud, madurez o vejez? Con 15 años, Bonezzi ya había
traspasado la línea de sombra que tanto preocupaba a Conrad.
Hablo en pasado porque este gran
músico tuvo un final bastante desdichado. Con 48 años se hartó de hacer bandas
sonoras y decidió retomar su carrera y publicar un disco de pop. Firmó un
contrato y hasta empezó una gira de promoción. Tal vez le pasaba como a mí, que
no era consciente de que estaba gordo y tenía una pinta de señor mayor bastante
poco adecuada para un cantante pop. El caso es que su disco no lo compraba ni
el Tato y que tuvo que suspender la gira porque nadie iba a escucharle cantar. Todo esto sucedió en 2012. Bonezzi no llegó ni al otoño de ese año.
El 29 de agosto dejó en su Facebook un mensaje escueto, con un juego de
palabras muy cinematográfico: I’m fading
to black (estoy fundiendo a negro). Todos sus amigos lo entendieron. Al día
siguiente apareció muerto en su casa. Otra forma de traspasar una línea de
sombra.
Pero yo quiero que escuchen hoy
Groenlandia, que es un himno a la vida, a la curiosidad geográfica y a la
potencia de la juventud, un período de la vida en que nos sentimos inmortales y
capaces de llegar a cualquier rincón del mundo. Les traigo una versión con la letra
sobreimpresa, porque esa letra tiene una serie de referencias que les pueden
servir para adivinar a dónde voy a volar el próximo día 24. Obviamente no voy a
ir a los cráteres de Marte, ni a los anillos de Saturno, ni a Japón, donde ya he
estado. Pero, también en mi caso, todas las secuencias han llegado a su conclusión
y me dispongo a llegar, volando, hasta el espacio exterioooooooor. Sean felices.
Entre las dos fotos, me parece encontrar más mujeres en la foto del año pasado, y más guapas, con permiso de Shannon. Lo de las diferentes líneas de sombra, muy interesante. Y la cancioncilla la había escuchado mil veces, pero usted tiene la virtud de que pone estas cosas en contexto y nos las hace escuchar de otra manera.
ResponderEliminarEn cuanto a la adivinanza, a mí el resultado me parece bastante claro: no se va a Groenlandia ni al Japón, dice. No me lo imagino en las selvas de Borneo, en el Tibet, ni en la isla de Pascua. Así que apuesto porque se va a Perú. Ahí queda dicho.
Eres la quinta persona que conozco que se ha ido a Perú en estos meses. Me hablan de paseos deliciosos por Lima y restaurantes espléndidos !Listos para acompañarte virtualmente vía blog!
ResponderEliminarAmbos dos están errados: no voy a Perú. Pronto despejaré las dudas. Gracias por los elogios del anónimo primero.
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