Bueno, le he aplicado los
programas antiplagio Turnitin y Plagscan a mi post anterior y he descubierto
una inexactitud que tengo que rectificar, en aras de la tontuna esta que nos ha
entrado de escarbar en la mierda pasada, tarea en la que los rebusca–basureros
de El inMundo están disfrutando cual
gorrinos en lodazal reposado. Menos mal que hace meses me adelanté a decir que
el hecho de que el señor Casado tuviera o no un máster, se me daba una higa,
para que ahora nadie me acuse de sesgado por decir lo mismo de Sánchez. Dejémonos
de hipocresías y fariseísmos: joder, yo aprobé varias asignaturas de la
carrera copiando y hasta comercialicé unas chuletas muy aseadas que le
resultaban de bastante utilidad a mis compañeros. Quien no haya hecho estas
cosas a los veinte años, seguramente fue más por miedoso que por honrado. Otro
día hablaremos de este tema, que daría para un post holgado, como si nos
ponemos a hablar de la mili.
Pero decía que mi post anterior
tiene una inexactitud. En efecto, dije que Sheryl Crow se hizo un selfie con
Paul McCartney, con quien se encontró casualmente por el pasillo. Así lo
publicó ella en su Facebook. Pero un buen bloguero debe contrastar las fuentes
y así he sabido que la casualidad no fue tal, porque Sir Paul venía a lo mismo que
Sheryl: a participar en el show de Jimmy Fallon. Y se encontraron a la puerta
del estudio, una saliendo y el otro entrando a grabar su parte. Menos mal que no se ha enterado Albert Rivera de mi desliz, sino estaría ya pidiendo mi dimisión como responsable de Reflexiones a la Carrera. Lo cierto es que, ahora mismo, no
hay mejor foro para promocionar algo en USA, que el Tonight Show de mi admirado Jimmy Fallon. En este blog hemos visto
sus asombrosas imitaciones de Springsteen, Neil Young y Jim Morrison. El otro
día, Paul McCartney cantó varios temas del disco que está lanzando, fue objeto
de una larga entrevista y, con Fallon, hicieron una divertida performance, que ya está en la red y que
con gusto les pongo abajo. Se trata solamente de estudiar las reacciones de la
gente que sube en el ascensor de la NBC, cuando inesperadamente se encuentran
con dos tipos tan famosos como ellos. No hace falta saber inglés para
disfrutarlo.
Volviendo al tema inicial, es una
verdadera hartura este delirio de escarbar en la mierda pasada que le ha
entrado a la prensa carroñera. De un tiempo a esta parte, los periódicos vienen atiborrados de noticias al
respecto: todos los políticos han engordado fraudulentamente sus currículums
(discúlpenme que use este plural, es que eso de currícula me suena tan cursi…),
la señora Montón se lleva el premio gordo del fraude (se compró una tesis en el
todo a cien del Wikipedia), todos los curas se dedicaban a tocarles el culo con
fruición a sus escolares, los directores y productores de cine se pasaban por
la piedra a las actrices, los deportistas se dopaban a conciencia. Vale, que
salga la verdad. Me parece muy bien. Pero hay algo que no trago: los aspavientos y rasgamientos de
vestiduras de los supuestos honestos, a los que imagino tan podridos como los demás,
sólo que todavía no los han pillado.
En el tema del deporte, todos
podemos recordar con que aire compungido salía Carl Lewis a decir que Ben
Johnson era un impresentable, que su conducta perjudicaba a los deportistas
honrados como él. Ya retirado y medio entrando en la ancianidad, confesó que se
había dopado como el que más. ¿Y qué fue de Ben Johnson? No tengo ni idea, pero
no me extrañaría que hubiera acabado vendiendo biblias a domicilio, por decir una
ocupación bastante devaluada socialmente. En esa línea de fariseísmo está mi
admirado y detestado Ridley Scott, que tuvo los santos huevos de volver a rodar
entera la película que acababa de terminar con Kevin Spacey, para eliminar a
este actor, ya definitivamente convertido en apestado, y sustituir su papel
por la interpretación de Christopher Plummer. Otro fariseo, que hizo todo eso por que su película no se viera salpicada por el escándalo y fuera un fracaso económico.
Al final, la única persona
honrada del mundo actual parece ser la autora del libro Cómo matar a tu marido, que acaba de ser acusada de matar a su
marido. No parece haber ninguna impostura en este personaje (pueden consultar
la noticia AQUÍ).
En fin, detrás de todo esto está la prensa, que no sabe cómo hacer para
levantar las cifras de su ruinoso sector económico. Los tiempos han cambiado y
ya nadie se compra el periódico de papel. Habrán observado que Fallon y
McCartney, cuando quieren simular ser unos abuelos, utilizan cuatro elementos:
el sillón de orejas, el batín, la pipa y el New York Times. Respecto a esto de
la prensa, tengo una anécdota sabrosa que contar, de hace unos cuantos días.
Corresponde a esa parte de mi vida de la que no hablo nada en el blog,
contradiciendo la creencia general de mis seguidores de que cuento aquí todas
mis intimidades.
Érase que se era, resulta que la
semana pasada terminé unas obras de mantenimiento de mi casa, con la tarea del
acuchillado del parqué. Es este un tema delicado, porque mi experiencia me dice
que la mayor parte de los acuchilladores están totalmente grillados, posiblemente debido a la inhalación del poliuretano ese
que aplican y que te deja el suelo con ese brillo hortera que ya no tiene
remedio. Esta vez di con un tipo de otra categoría, que empezó por puntualizar
que él no era acuchillador, sino parquetista, por favor, un respeto. Y me juró
que no usaría poliuretano. La verdad es que este gentleman de los suelos de
madera hizo un trabajo perfecto. Se me planteó entonces la necesidad de hacer
una limpieza de obra, antes de poder entrar a vivir en mi casa otra vez. Y el
marqués del parqué me advirtió: durante un mes el producto que me había
aplicado está cristalizando; no le puede caer una sola gota de agua. Así que,
para limpiar los cristales, tenía que proteger el suelo con unos periódicos.
Busqué entre mis cosas apiladas
para la obra. No había ningún periódico. Puede que haga siete u ocho años que
no compro ninguno. Hice una rápida ronda por los vecinos de mi bloque. Nadie
tenía un solo periódico. Así que no me quedó más remedio que bajar al único
kiosco que queda en el barrio, el que está al pie de la Cuesta de Moyano.
Regentan este negocio dos hermanos más jóvenes que yo, muy castizos y muy metralleta, con los que sigo en
relación: los saludo cuando paso corriendo, les compro discos y coleccionables.
Son unos personajes notables del barrio. Ese día estaba uno de ellos al cargo.
La conversación fue como sigue.
–Hola Carlos, ¿cómo te va?
–Ahí vamos. ¿Qué le trae por aquí jefe?
–Pues que necesitaría unos periódicos
–Y, si no es indiscreción, ¿para qué los quiere
usted, jefe?
–Pues es que acabo
de lijar el parqué y tengo que protegerlo mientras limpio los cristales
–¡Aaahh! Mire
usted por dónde. Pues lo tiene muy fácil. No tiene más que conectar el
ordenador, abrir Internet, y ya tiene usted todos los periódicos que quiera.
–Vale Carlos,
joder, no me des más por culo, mensaje recibido, tienes toda la razón, ahora
dame unos cuantos periódicos, por favor.
Es una anécdota muy reveladora.
La prensa carroñera del estilo El inMundo
o La sinRazón tienen mucha parte de
culpa en el deterioro de su propio negocio. Y El País, que fue una verdadera
referencia de mi generación, también, por igualarse a la baja con esos panfletos
amarillistas. Cebrianes, indas y pedrojotas han acabado con la gallina de los
huevos de oro y no se sabe cómo va a sobrevivir el sector en los nuevos
tiempos de la información digital. En el extranjero hay ejemplos de periódicos excelentes que mantienen
el prestigio y no presentan malos números económicos. Por citar algunos al
azar, el New York Times, el Boston Globe, el Guardian, el Times de Londres, Le
Monde, Le Figaro, el Corriere della Sera o el Frankfurter Allgemeine. En los
albores del blog me indigné bastante cuando Cebrián perpetró un ERE y echó
fuera del periódico a Ramón Lobo, Enric González y otros. Veo con alegría que
la nueva directora Soledad Gallego Díaz los acaba de recuperar, mientras tipos como
José Ignacio Torreblanca firman ahora sus textos en El inMundo. Las plumas se
están recolocando y sólo falta que El País recupere a John Carlin y a Maruja
Torres, aunque ni así van a conseguir revertir su deriva hacia la nada.
Con este aquelarre de los plagios
y los cum laude regalados, hay un matiz que yo no he visto escrito en ningún
periódico. Es el siguiente. En los años de predominio del PSOE, los tiempos de
Felipe González, el partido creó una Universidad afín: la Carlos III de Getafe.
Puso al frente a personas de talla, como Gregorio Peces-Barba y Rafael
Zorrilla. Entre todos lograron crear un ente educativo de altura, reconocido en
los rankings mundiales. Mi hijo Kike estudió Económicas allí y ese título le ha
valido para fichar por buenas empresas multinacionales, como la que actualmente le emplea, con
sede en París (por cierto, ahora mismo está en Shanghay, enviado por su
empresa).
Cuando el PP de Aznar se hizo con
todos los poderes nacionales, quisieron emular este logro fundando también una
Universidad afín. Y fue ésta la Rey Juan Carlos de nuestras desventuras
actuales. Al no poner al frente de ella a personas de talla, la cosa se
convirtió en un esperpento. Cuando mis hijos eran universitarios, entre sus
compañeros existía la convicción generalizada de que la URJC era la peor de
todas las universidades madrileñas, en la que recalaban los estudiantes más
negados, que no podían optar a entrar en una mejor. Con esta historia de los
másters, la cosa ha degenerado ya a un híbrido entre chiringuito y tienda de todo
a cien. Como siempre, El Roto ha sintetizado todo esto en un dibujo sublime. Les
dejo con él, no sin antes desearles que pasen un buen fin de semana.
De acuerdo, en general, pero con su crítica a la prensa que destapa estos escándalos, creo que está usted, como suele decirse, matando al mensajero
ResponderEliminarEl mensajero se merece, en general, una muerte lenta, en mi opinión. La prensa actual no informa, jalea. Por ejemplo, las cosas interesantes que hacemos en mi oficina no tienen la menor repercusión. Sólo interesa si la Alcaldesa tropezó en su casa, o si el concejal X se tiró un pedo y había alguien por allí grabando el sonido. Los periodistas como colectivo no me merecen ningún respecto (como los taxistas). Uno a uno, tengo incluso buenos amigos periodistas. Pero creo que se han cargado su profesión.
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