sábado, 15 de septiembre de 2018

771. Los plagios y la prensa carroñera

Bueno, le he aplicado los programas antiplagio Turnitin y Plagscan a mi post anterior y he descubierto una inexactitud que tengo que rectificar, en aras de la tontuna esta que nos ha entrado de escarbar en la mierda pasada, tarea en la que los rebusca–basureros de El inMundo están disfrutando cual gorrinos en lodazal reposado. Menos mal que hace meses me adelanté a decir que el hecho de que el señor Casado tuviera o no un máster, se me daba una higa, para que ahora nadie me acuse de sesgado por decir lo mismo de Sánchez. Dejémonos de hipocresías y fariseísmos: joder, yo aprobé varias asignaturas de la carrera copiando y hasta comercialicé unas chuletas muy aseadas que le resultaban de bastante utilidad a mis compañeros. Quien no haya hecho estas cosas a los veinte años, seguramente fue más por miedoso que por honrado. Otro día hablaremos de este tema, que daría para un post holgado, como si nos ponemos a hablar de la mili.

Pero decía que mi post anterior tiene una inexactitud. En efecto, dije que Sheryl Crow se hizo un selfie con Paul McCartney, con quien se encontró casualmente por el pasillo. Así lo publicó ella en su Facebook. Pero un buen bloguero debe contrastar las fuentes y así he sabido que la casualidad no fue tal, porque Sir Paul venía a lo mismo que Sheryl: a participar en el show de Jimmy Fallon. Y se encontraron a la puerta del estudio, una saliendo y el otro entrando a grabar su parte. Menos mal que no se ha enterado Albert Rivera de mi desliz, sino estaría ya pidiendo mi dimisión como responsable de Reflexiones a la Carrera. Lo cierto es que, ahora mismo, no hay mejor foro para promocionar algo en USA, que el Tonight Show de mi admirado Jimmy Fallon. En este blog hemos visto sus asombrosas imitaciones de Springsteen, Neil Young y Jim Morrison. El otro día, Paul McCartney cantó varios temas del disco que está lanzando, fue objeto de una larga entrevista y, con Fallon, hicieron una divertida performance, que ya está en la red y que con gusto les pongo abajo. Se trata solamente de estudiar las reacciones de la gente que sube en el ascensor de la NBC, cuando inesperadamente se encuentran con dos tipos tan famosos como ellos. No hace falta saber inglés para disfrutarlo.  


Volviendo al tema inicial, es una verdadera hartura este delirio de escarbar en la mierda pasada que le ha entrado a la prensa carroñera. De un tiempo a esta parte, los periódicos vienen atiborrados de noticias al respecto: todos los políticos han engordado fraudulentamente sus currículums (discúlpenme que use este plural, es que eso de currícula me suena tan cursi…), la señora Montón se lleva el premio gordo del fraude (se compró una tesis en el todo a cien del Wikipedia), todos los curas se dedicaban a tocarles el culo con fruición a sus escolares, los directores y productores de cine se pasaban por la piedra a las actrices, los deportistas se dopaban a conciencia. Vale, que salga la verdad. Me parece muy bien. Pero hay algo que no trago: los aspavientos y rasgamientos de vestiduras de los supuestos honestos, a los que imagino tan podridos como los demás, sólo que todavía no los han pillado.

En el tema del deporte, todos podemos recordar con que aire compungido salía Carl Lewis a decir que Ben Johnson era un impresentable, que su conducta perjudicaba a los deportistas honrados como él. Ya retirado y medio entrando en la ancianidad, confesó que se había dopado como el que más. ¿Y qué fue de Ben Johnson? No tengo ni idea, pero no me extrañaría que hubiera acabado vendiendo biblias a domicilio, por decir una ocupación bastante devaluada socialmente. En esa línea de fariseísmo está mi admirado y detestado Ridley Scott, que tuvo los santos huevos de volver a rodar entera la película que acababa de terminar con Kevin Spacey, para eliminar a este actor, ya definitivamente convertido en apestado, y sustituir su papel por la interpretación de Christopher Plummer. Otro fariseo, que hizo todo eso por que su película no se viera salpicada por el escándalo y fuera un fracaso económico.

Al final, la única persona honrada del mundo actual parece ser la autora del libro Cómo matar a tu marido, que acaba de ser acusada de matar a su marido. No parece haber ninguna impostura en este personaje (pueden consultar la noticia AQUÍ). En fin, detrás de todo esto está la prensa, que no sabe cómo hacer para levantar las cifras de su ruinoso sector económico. Los tiempos han cambiado y ya nadie se compra el periódico de papel. Habrán observado que Fallon y McCartney, cuando quieren simular ser unos abuelos, utilizan cuatro elementos: el sillón de orejas, el batín, la pipa y el New York Times. Respecto a esto de la prensa, tengo una anécdota sabrosa que contar, de hace unos cuantos días. Corresponde a esa parte de mi vida de la que no hablo nada en el blog, contradiciendo la creencia general de mis seguidores de que cuento aquí todas mis intimidades.

Érase que se era, resulta que la semana pasada terminé unas obras de mantenimiento de mi casa, con la tarea del acuchillado del parqué. Es este un tema delicado, porque mi experiencia me dice que la mayor parte de los acuchilladores están totalmente grillados, posiblemente debido a la inhalación del poliuretano ese que aplican y que te deja el suelo con ese brillo hortera que ya no tiene remedio. Esta vez di con un tipo de otra categoría, que empezó por puntualizar que él no era acuchillador, sino parquetista, por favor, un respeto. Y me juró que no usaría poliuretano. La verdad es que este gentleman de los suelos de madera hizo un trabajo perfecto. Se me planteó entonces la necesidad de hacer una limpieza de obra, antes de poder entrar a vivir en mi casa otra vez. Y el marqués del parqué me advirtió: durante un mes el producto que me había aplicado está cristalizando; no le puede caer una sola gota de agua. Así que, para limpiar los cristales, tenía que proteger el suelo con unos periódicos.

Busqué entre mis cosas apiladas para la obra. No había ningún periódico. Puede que haga siete u ocho años que no compro ninguno. Hice una rápida ronda por los vecinos de mi bloque. Nadie tenía un solo periódico. Así que no me quedó más remedio que bajar al único kiosco que queda en el barrio, el que está al pie de la Cuesta de Moyano. Regentan este negocio dos hermanos más jóvenes que yo, muy castizos y muy metralleta, con los que sigo en relación: los saludo cuando paso corriendo, les compro discos y coleccionables. Son unos personajes notables del barrio. Ese día estaba uno de ellos al cargo. La conversación fue como sigue.

–Hola Carlos, ¿cómo te va?
            –Ahí vamos. ¿Qué le trae por aquí jefe?
–Pues que necesitaría unos periódicos
–Y, si no es indiscreción, ¿para qué los quiere usted, jefe?
–Pues es que acabo de lijar el parqué y tengo que protegerlo mientras limpio los cristales
–¡Aaahh! Mire usted por dónde. Pues lo tiene muy fácil. No tiene más que conectar el ordenador, abrir Internet, y ya tiene usted todos los periódicos que quiera.
–Vale Carlos, joder, no me des más por culo, mensaje recibido, tienes toda la razón, ahora dame unos cuantos periódicos, por favor.

Es una anécdota muy reveladora. La prensa carroñera del estilo El inMundo o La sinRazón tienen mucha parte de culpa en el deterioro de su propio negocio. Y El País, que fue una verdadera referencia de mi generación, también, por igualarse a la baja con esos panfletos amarillistas. Cebrianes, indas y pedrojotas han acabado con la gallina de los huevos de oro y no se sabe cómo va a sobrevivir el sector en los nuevos tiempos de la información digital. En el extranjero hay ejemplos de periódicos excelentes que mantienen el prestigio y no presentan malos números económicos. Por citar algunos al azar, el New York Times, el Boston Globe, el Guardian, el Times de Londres, Le Monde, Le Figaro, el Corriere della Sera o el Frankfurter Allgemeine. En los albores del blog me indigné bastante cuando Cebrián perpetró un ERE y echó fuera del periódico a Ramón Lobo, Enric González y otros. Veo con alegría que la nueva directora Soledad Gallego Díaz los acaba de recuperar, mientras tipos como José Ignacio Torreblanca firman ahora sus textos en El inMundo. Las plumas se están recolocando y sólo falta que El País recupere a John Carlin y a Maruja Torres, aunque ni así van a conseguir revertir su deriva hacia la nada.

Con este aquelarre de los plagios y los cum laude regalados, hay un matiz que yo no he visto escrito en ningún periódico. Es el siguiente. En los años de predominio del PSOE, los tiempos de Felipe González, el partido creó una Universidad afín: la Carlos III de Getafe. Puso al frente a personas de talla, como Gregorio Peces-Barba y Rafael Zorrilla. Entre todos lograron crear un ente educativo de altura, reconocido en los rankings mundiales. Mi hijo Kike estudió Económicas allí y ese título le ha valido para fichar por buenas empresas multinacionales, como la que actualmente le emplea, con sede en París (por cierto, ahora mismo está en Shanghay, enviado por su empresa). 

Cuando el PP de Aznar se hizo con todos los poderes nacionales, quisieron emular este logro fundando también una Universidad afín. Y fue ésta la Rey Juan Carlos de nuestras desventuras actuales. Al no poner al frente de ella a personas de talla, la cosa se convirtió en un esperpento. Cuando mis hijos eran universitarios, entre sus compañeros existía la convicción generalizada de que la URJC era la peor de todas las universidades madrileñas, en la que recalaban los estudiantes más negados, que no podían optar a entrar en una mejor. Con esta historia de los másters, la cosa ha degenerado ya a un híbrido entre chiringuito y tienda de todo a cien. Como siempre, El Roto ha sintetizado todo esto en un dibujo sublime. Les dejo con él, no sin antes desearles que pasen un buen fin de semana.  



2 comentarios:

  1. De acuerdo, en general, pero con su crítica a la prensa que destapa estos escándalos, creo que está usted, como suele decirse, matando al mensajero

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    1. El mensajero se merece, en general, una muerte lenta, en mi opinión. La prensa actual no informa, jalea. Por ejemplo, las cosas interesantes que hacemos en mi oficina no tienen la menor repercusión. Sólo interesa si la Alcaldesa tropezó en su casa, o si el concejal X se tiró un pedo y había alguien por allí grabando el sonido. Los periodistas como colectivo no me merecen ningún respecto (como los taxistas). Uno a uno, tengo incluso buenos amigos periodistas. Pero creo que se han cargado su profesión.

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