martes, 4 de septiembre de 2018

769. Recovering myself IV

Continúo con el relato del vuelco que ha dado mi vida laboral y personal en estos últimos y vertiginosos meses y he de darme prisa, porque en este asunto siguen sucediendo novedades con rapidez y, a este paso, mi novela autobiográfica nunca va a alcanzar al devenir del tiempo real, igual que la tortuga no conseguía nunca pillar a Aquiles en el conocido sofisma de Zenón de Elea. A mi edad empieza a flaquear la memoria y por eso quiero dejar por escrito esta historia, para que mis recuerdos no se pierdan (ya saben: como lágrimas en la lluvia) y en parte también para explicármelo a mí mismo. En el post anterior de esta serie, les conté qué es C40, cual es su finalidad y cómo se financia la actividad incansable de su staff técnico. Y me había quedado al borde de relatar nuestro primer contacto con ellos: la reunión del 6 de abril de 2017 con Julia y Clare, reunión que tuvo lugar en inglés, en atención a Clare Haley, que acababa de llegar de Londres y no sabía por entonces una palabra de castellano. 

C40 funciona a través de una serie de instrumentos, entre ellos unas cuantas redes temáticas a las que se apuntan funcionarios de las diferentes ciudades. El trabajo se estructura a través de la celebración de webinars (seminars on line), uno o dos al mes, en los que los miembros de cada red debaten sobre un tema de interés común durante una hora. A lo largo de los doce años de funcionamiento de C40, esas redes temáticas se habían centrado en la lucha contra el cambio climático. Pero ahora había una convicción general de que el tema medioambiental no se puede abordar en solitario, sino que está íntimamente relacionado con otros: el urbanismo, la regeneración social, la vivienda asequible, la animación cultural, la participación ciudadana y muchos otros temas. Desde ese convencimiento C40 estaba creciendo y buscando extender sus redes, sobre la base de considerar el hecho urbano desde una perspectiva global, contemplando todos los sectores a la vez.

En el contexto de esa ampliación de objetivos, habían nombrado a Julia, ingeniera de teleco con una larga experiencia en gestión en el Ayuntamiento de Barcelona, como Coordinadora de C40 para la Región Europea (C40 se divide por continentes) y la habían mandado a Madrid para que desarrollara su trabajo desde aquí. El Ayuntamiento de Madrid le había facilitado un despacho en el que llevaba ya unos meses instalada. En la reunión del 6 de abril nos explicaron todo esto y nos dieron la oportunidad de sumarnos a una de las redes existentes (unas seis en ese momento). Elegimos la red TOD: Transit Oriented Development, es decir, desarrollo centrado en el tráfico y el cambio de modelo de transporte. La directora de esta red era precisamente Clare Haley. Tras dos años trabajando para C40, esta joven urbanista londinense, acababa de ser nombrada directora de la red TOD y enviada a Madrid para los siguientes 6 meses. Con Julia compartía un despacho en Cibeles, cedido por el Área de Medio Ambiente, y estaba todavía buscando alojamiento en la ciudad.

La reunión con nosotros había surgido de la siguiente manera. Julia preguntó a sus interlocutores del Área de Medio Ambiente quién había en Urbanismo haciendo en esos momentos un trabajo interesante en la línea de lo que promueve C40. Todos los consultados estuvieron de acuerdo en dar el nombre de mi jefa y la Dirección General que encabeza. Y de esta reunión, hace apenas año y medio, ha venido todo lo demás. Para integrarnos en la red TOD, había que dar algunos nombres de personas que atendieran ese nuevo sector de trabajo. Yo me adelanté a decirle a mi jefa que este asunto tenía una perspectiva a medio/largo plazo y que por tanto me parecía más estratégico que se apuntaran mis dos compañeros más jóvenes que asistían a la reunión, puesto que yo me iba a jubilar pronto. Pero mi jefa fue rotunda: yo tenía que estar en ese asunto, el primero. Este incidente, revela cómo pensaba yo por entonces y cuál era mi estado anímico. Si fuera ahora nadie tendría que haberme insistido.

El caso es que empezamos a participar en webinars. Los tres apuntados a la red TOD nos reuníamos en mi despacho, nos conectábamos, generalmente a las 5 de la tarde (por el tema de las diferencias horarias), y asistíamos durante media hora a la explicación de un tema monográfico: el nuevo Plan General de Buenos Aires, la visión estratégica de Portland o el plan de bicicleta pública de Londres. A continuación se organizaba un chat de otra media hora, en el que los participantes podían plantear dudas, aclaraciones o preguntas. Y sucedió lo que se pueden imaginar. Que mis dos colegas empezaron a fallar. Que si yo estoy muy ocupado, que si tengo que recoger a los niños del colegio, que si la abuela fuma, que si esto, que si lo otro. Los últimos webinars los seguí yo solo. Y en ese momento, me fui una semana de vacaciones a La Toscana, viaje que fue debidamente reseñado en el blog.

A la vuelta de vacaciones, me encontré con un ambiente extraño: todos mis compañeros se daban codazos entre sí a mi paso, intercambiaban miraditas, murmuraban con ironía. ¿Qué coño pasa? Nada, que te vas a Portland-Oregon. No me enteraba de nada hasta que me lo explicaron. Las redes de C40, además de los webinars periódicos, organizan un workshop presencial al año. Este año el workshop tendría lugar en Portland y tenían a bien invitar a una persona de Madrid. Y la jefa había decidido que fuera yo. Como siempre, la jefa cuidando de mis intereses en mi ausencia. Fui a verla y le hice unas preguntas de comprobación. ¿Por qué no va Fulanito? Porque no tiene el suficiente nivel de inglés. ¿Y Zutanito? Ese sí habla inglés, pero no sabe urbanismo porque lleva dos días con nosotros. La cosa no ofrecía dudas.

El viaje de Portland, en mi convencimiento de que iba a jubilarme pronto, me lo planteé como una última oportunidad de hacer algo divertido en mi carrera municipal. Por eso me empeñé en aprovechar para quedarme por allí una semana de vacaciones, para visitar Vancouver y Seattle, a pesar de que me advirtieron que, haciéndolo así, me arriesgaba a que no me pagaran el billete de avión (finalmente, me pagaron sólo la mitad). Fue este un viaje fantástico, del que se dio amplia cuenta en el blog, en numerosos posts entre el #653 y el #668. Para entonces, tanto Clare como Julia eran ya amigas mías. El workshop fue un éxito rotundo, gracias al trabajo de nuestro anfitrión en Portland, Radcliffe Dacanay y al esfuerzo de Clare, que lo dirigió con mano de hierro (a la izquierda pueden verla el último día de taller, cuando le pedimos que posara con el cartel que usaba para cortar nuestras intervenciones y que no nos enrolláramos demasiado). Clare me confesó que C40 confía el grueso del trabajo anual a los webinars; que el taller presencial tiene sobre todo dos significados: es un premio a las ciudades que más se han implicado y, además, se intenta que la convivencia durante tres días genere lazos de amistad entre los participantes, para que eso refuerce la continuidad del intercambio de experiencias profesionales entre ellos.  

Si ese era el objetivo, he de decir que se consiguió de largo. Con la excepción de la representante china que todo el tiempo se mantuvo al margen, los demás mantenemos a día de hoy un grupo de Whatsapp, en el que seguimos contándonos nuestras experiencias personales y profesionales. Sabemos así que Radcliffe tuvo poco después gemelos, dos preciosidades llamados Ziggy y Zosia, cuyas fotos nos actualiza de vez en cuando. Sabemos también que este verano ha dejado su trabajo en Portland y se ha trasladado a Seattle, donde ahora trabaja para el Ayuntamiento. Clare volvió poco después a Londres, a sustituir a una compañera de C40 de baja por maternidad y luego se trasladó a Copenhague, donde ha seguido trabajando para la red casi un año. Hace menos de un mes ha vuelto a Londres. La TfL, Transports for London, la entidad que me invitó a mí a dar una conferencia justo antes de mi fractura de brazo, la ha contratado para que trabaje como urbanista para ellos.

Aparte de nuestro grupo de Whatsapp, yo sigo en contacto individualmente con Tantri, la chica de Yakarta, y con Thabang, el hombre de Johannesburgo. También con Valeria, la chilena y con Erika, la dulce mexicana, que este mes viene a Londres a estudiar un máster de un año. También nos visitamos entre nosotros y colgamos en el grupo las fotos correspondientes. Liana Valicelli, la señora de Curitiba, se reunió conmigo en Vancouver y también visitó a Caterina en Roma. Clare ha viajado este verano a Seattle y ha colgado una foto con Radcliffe en un café del centro. Y, por mi parte, ya saben que visité a Shannon Ryan en Los Ángeles y juntos visitamos el mítico edificio Bradbury, donde se rodó Blade Runner. 

Pero volvamos por un momento a Portland. Como ya conté, fueron tres días intensos de trabajo de mañana y tarde. Y cada noche terminábamos cenando juntos, bebiendo cerveza y haciendo risas a montones. También conté que a esas cenas se sumó una persona de C40 que no estaba en nuestro workshop. Se trataba de Hélène Chartier, directora mundial del proyecto Reinventing Cities. Hélène había trabajado muchos años en el Ayuntamiento de París, por lo que teníamos varios conocidos comunes: mis viejos amigos Philippe, Chantal, Alain y Barbara, de cuyas últimas novedades estaba yo más al tanto que ella. En ese momento, yo no podía imaginar la trascendencia que ese encuentro iba a tener en mi vida. Pero esto ya se va a quedar para la entrega número 5. Les dejo con una foto de Hélène. Se la sacamos cuando participó en nuestro evento de lanzamiento de Reinventing Madrid, en febrero de este año.  



4 comentarios:

  1. Lo que no entiendo es por qué le pagaron sólo la mitad de su billete de avión.

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    1. Es difícil de entender. Para ello hay que ponerse en la mente del burócrata que finalmente ha de autorizar el gasto de tu billete. Este señor entiende, o le hacen entender, que tú viajas en una "misión oficial" y por eso han de pagarte el vuelo. Y, una vez terminada la misión, has de regresar en el primer vuelo disponible. Vuelves, la misión se da por finalizada y entonces te puedes ir de vacaciones a donde quieras.
      A mí me parece una cosa justa y lógica, si vas por ejemplo a Valladolid. Pero ¿también si te vas a Australia? Yo lo que quería el año pasado era viajar a Portland, asistir al workshop durante tres días y luego quedarme de vacaciones una semana para visitar Vancouver y Seattle. Los gastos de mi estancia en Portland los pagaba C40. A partir de ahí me los pagaba yo mismo, puesto que eran mis vacaciones. Y el billete, era más barato si retrasaba mi vuelta una semana, al incluir en el medio un fin de semana. Les propuse este esquema a los burócratas y me dijeron que no. Entonces viajé por mi cuenta y riesgo y luego pedí que me pagaran el billete. Tras sesudas reuniones decidieron pagarme sólo la ida. Como no había vuelto en el momento reglamentariamente preciso, se dictaminó que había perdido el derecho a que me pagaran la vuelta.
      Yo no le veo malicia a lo que propuse, pero entiendo que esta cerrazón administrativa se debe a que antes ha debido de haber numerosos casos de picaresca, que no alcanzo a imaginar. Y desde luego, el viaje era para mí una maravilla, aunque no me hubieran pagado nada; siempre tuve claro que era una oportunidad que no me perdería por nada del mundo.

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  2. Milu a estas chicas hay que decirles:".. Y el anillo pa cuando." como Jenifer Lopez

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    1. Qué malo eres Mari. Hélène tiene anillo y al menos dos hijos. Solemos conectarnos con ella a las 4 de la tarde, que en NY son las 8 de la mañana. Justo cuando llega a su oficina después de dejar a los niños en el colegio. En cuanto a Clare, desconozco cuál es su situación actual, pero es lo suficientemente joven como para no pensar todavía en el anillo.
      Un abrazo.

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